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Un ángel de paso por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

Para las que sobreviven~

Disfruten~

 

 

 

 

Los días interesantes en su vida se fueron agotando hasta el punto en que ella misma tenía que crear esos momentos y fue así que contactó con cierto rubio que no la dejaba de acosar, aunque fuera por una buena causa. A pesar de la negativa inicial, Ely podía convencer a ese muchacho con una simple y dulce risita, o promesas de gatos, animal print y katsudon en un restaurante especial. Para triunfar, había que ceder un poquito. Ella sabía aprovechar esas dotes Nikiforov de buena forma, además, necesitaba en serio salir de su casa a distraerse un rato, pues llegaba la época de su cumpleaños número doce y las cosas se ponían intensas en el hogar de los rusos. Después de todo, Viktor quería celebrar el desarrollo de su pequeñita como una alfa oficial… Ely pensaba que tal vez debería decirle a aquel ruso, que desde hace años que podía oler el celo de un omega, pero que hace apenas unas semanas logró diferenciar el aroma de las emociones y el celo en sí

Ese día dijo salir al centro comercial con sus amigas, obviamente no iría en realidad, pero Viktor no tenía por qué saberlo. Aun recordaba cómo les suplicó a todas sus amigas de salón y hasta sobornó a cada una de ellas con fotos de su padre, para que la ayudaran en ese plan tan infantil que armó de la noche a la mañana. La treta era simple, ir hasta el edificio lleno de locales comerciales, fingir ser una muchacha normal que se divertía con niñas de su edad y cuando lograsen llegar a una de las tantas tiendas de ropa, hicieran una cortina creíble para que ella escapara. Incluso tenía un reemplazo para su presencia en el grupo

 

 

—no sé cómo hacemos esto por ti, Ely — se quejaba una muchachita de casi la misma altura de Elizabeth, pero con cabellos de tono rojizo, quien había llegado mucho antes a la tienda para que nadie percibiera el cambio

—porque me aman — decía haciendo un leve mohín mientras abrazaba a su reemplazo — y porque es divertido. A todas nos encanta las emociones fuertes

—si tu padre nos descubre, ya no nos dejará salir juntas — se quejaba una rubia de grandes ojos escarlata, quien sostenía la peluca que usaría su amiga

—¿quién dice? — Ely reía con malicia mientras juntaba sus manos simulando ser una de las brujas de las películas Disney — saldremos juntas… si… y, además — decía elevando su mano y apuntando al cielo — Viktor vendrá con nosotras, dudo que me deje salir sola de nuevo

—Viktor — la heredera de esos cabellos platas sabía que TODO el mundo moría por salir con Viktor, a veces era provechoso — ¡aceptamos!

—no sé qué le ven — se quejaba Ely, pero después simplemente no protestaba

—es un dios griego

—es hermoso

—y sus ojos

—iagh — musitaba Ely al escucharlas. No odiaba a sus amigas, las compadecía, después de todo no conocían la verdadera personalidad de Viktor, alias… “el hijito de mami”

 

 

Harían todo para despistar al padre posesivo que tenía Ely, eso a pesar de que no veían ninguna amenaza cercana. La propia afectada planeó todo con detalle, pues era consciente de que, si Viktor no la seguía en esa salida de sábado, sería Irina o hasta algún guardaespaldas contratado por horas. A veces los Nikiforov eran un poco intensos en cuanto a la protección de la niña de sus ojos, Ely lo aprendió a las malas. De todas formas, la de bonitos ojos marrones logró salir de esa tienda vistiendo algo diferente de lo que llevaba al entrar, para ser específicos, llevaba ropa de varón. Hasta fue divertido, pues vio aquello en una película. Confiaba en que sus amigas harían el resto, pues con su reemplazo bien disfrazado, sólo tenían que recorrer tiendas enteras probándose cosas o algo así, lo que sería normal en unas adolescentes

 

 

—¿esperaste mucho, gatito? 

—no tanto, mocosa — decía mientras terminaba el café que había pedido. Para cualquiera ese hablar rudo sería extraño y hasta ofensivo, pero ellos lo habían hecho por tanto tiempo que ya era normal — ¿cómo lograste escapar del viejo?

—tan dulce como siempre — sonreía divertida mientras se sentaba frente al mencionado. Sólo estaba en una cafetería a tres calles del edificio del centro comercial — mira mi ropa y te lo imaginarás

—te falta imaginación

—a veces lo más sencillo es más fiable — hablaba fingiendo madurez, peor obviamente terminaba riéndose bajito

—ya estás hablando como el vejete — fruncía el ceño — deja de hacerlo, es molesto

—¡oye! yo no hablo como Viktor — se quejó haciendo un puchero mientras levantaba la mano para llamar a la mesera — puedo pedir lo que sea, ¿verdad?

—no

—¡oye! Mi cumpleaños es en tres días, deberías darme al menos esto — se quejaba infantilmente mientras agitaba sus manos como una niña pequeña. Ella adoraba comportarse así con quien más confianza tenía, porque era libre de expresarse 

—eres molesta — se quejaba, pero miraba a la camarera y suspiraba — dele lo que quiere

—yey~… ¡por eso me gusta el gatito!

—¡que dejes de llamarme así! — se quejaba Yurio al escuchar la disimulada risita de la mujer que lo atendía — se supone que ya eres una adolescente, compórtate como tal

—¿cómo? Gritándole a mis rivales que no había espacio para dos personas con el mismo nombre — decía con burla. Viktor a veces le contaba cosas de sus tiempos de patinador o historias que su destinado también solía contar

 

 

Ely sabía que no tenía demasiado tiempo para esa agradable convivencia, pero era su capricho de cumpleaños, así que, si Viktor se atrevía a dañarle aquella cita, se arrepentiría. Por eso la pequeña comía sin apuro alguno mientras escuchaba todas las noticias que el rubio le tenía preparadas para la ocasión, así como también experimentó la facilidad de ver los videos nuevos de su padre. Ely recibió dos cartas escritas por el propio japonés y una más que era una colección de muchas frases por parte de su familia, así como un bonito diario que al parecer fue creado por el propio Tadashi, el mismo tenía toques brillantes y en cada hoja había una frase escrita por puño y letra del castaño. Era hermoso, tal vez costoso y Ely no podía dejar de sonreír mientras apretaba todas esas cosas contra su pecho. Estaba feliz, emocionada, encantada, porque en los años anteriores no pudo contactar con su familia japonesa y en ese momento hasta sentía percibir el aroma de cada uno de ellos. Ely juraba que desde ese día los contactaría constantemente, ya no podrían apartarla de su familia verdadera

Ella también soltó su lengua, relatando todo lo que hacía en Rusia, además sonreía inmensamente cuando relataba que estaba compitiendo ya en eventos en la categoría junior y que estaba saliendo bastante bien en cada presentación. También reía junto con Yurio cuando le relataba las cosas que hacía para desesperar a Viktor, al que nunca llamó padre o algo por el estilo, o los “intercambios de opiniones” que tenía con Irina. Obviamente Ely no iba a decir que peleaba con su abuela por cada error que ella cometía, por mínimo que fuera, pero adornar la verdad no era del todo malo. Incluso llegó a decirle a Yurio la forma en cómo logró que su conexión virtual con el mundo fuera sin limitaciones, pues amenazó a Viktor con perder la competencia de ese año sino le daban lo que quería

 

 

—¿en serio fuiste capaz?

—si viste el reportaje de hace dos meses, lo sabrás — reía divertida — admito que me dolió

—pudiste lesionarte — se quejó con seriedad. Las caídas de un patinador eran de cuidado

—no — decía mientras se metía la fresa de su postre a la boca — lo tenía calculado. Sólo fue un error para que me restaran puntos en el salto y quedase con el puntaje justo en el programa corto

—estás tan loca como tu papi — suspiraba, pues no podía creer que esa niñita a la que conoció hace años, estuviera ya en capacidad de manipular a alguien tan viejo como Viktor

—me gusta cómo suena eso — movía su cabeza de un lado al otro, pues no podía estar más feliz. Adora ser parecida a Yuuri

—¿quieres que les dé un mensaje a ellos, de tu parte?

—diles que… mientras patino, pienso en todos. En cada uno… y que eso me hace feliz — sonreía con ternura

—eres tan cursi como Yuuri — hacía una mueca de desagrado, pero terminaba sonriendo sutilmente porque debía admitir que esa niña tenía un encanto especial

—y tú eres un amargado

—como sea, muchachita. Espero que no te dejes llevar por la pubertad y te vuelvas una de esas niñas sin cerebro que sólo piensan en verse bonitas y en tener pareja

—¿no puedo? Suena divertido y la excusa perfecta para complicarle la vida a Viktor — canturreaba mientras se lo planteaba… no sonaba tan mal  

—a tu papi no le gustará que hagas aquello — golpeó la frente de la pequeña con la bola de papel que hizo con la servilleta — que ni se te ocurra

—lo sé — suspiraba derrotada mientras se frotaba la frente. Ella no quería convertirse en algo que su papi odiara, hasta ese punto fue lo único que la motivaba a no volverse como los Nikiforov — no lo haré, pero puedo hacer berrinches de vez en cuando

—sabes… creo que no es justo que sólo yo pueda verte de tan cerca — Yurio se acomodaba en su asiento mientras se cruzaba de brazos — pero… es difícil contactar contigo premeditadamente

—pues yo soy feliz

—dime, ¿Viktor cuando vendrá? Porque supongo que el viejo ya sospechará alguna cosa para que tu ausencia se haya extendido demasiado. Llevamos como tres horas aquí después de todo

—pues — Ely entonces elevó sus manos y cerró sus ojos, podía oler a su entrenador cerca y contaba los pasos que faltaban para que llegase — Yurio… ¿podrías por favor beber un poco de café?

—¿y eso?

—solo hazlo — decía mientras empujaba la taza del mencionado usando su cuchara

—espero que no se te ocurra una tamaña estupidez. Viktor está llegando — y resignado, Yurio hizo lo que la niña le pidió mientras veía al viejecito ingresar y casi de inmediato reconocerlo

—bien — Ely sonreía mientras escuchaba el paso a paso apurado de Viktor hacia ella — Yurio…

—Elizabeth, ¡¿qué haces aquí?! — la voz del ruso de cabellos platinados destacó por sobre la de todos los clientes en la cafetería — ¿Por qué te alejaste de tus…?

—¡ME GUSTA YURIO! ¡SAL CONMIGO, POR FAVOR! — Ely se puso a pensar si las personas la creerían un poco loca por haber gritado eso en medio de la cafetería, pero el café en su rostro le quitó la meditación… gracias al cielo que podía aguantar su risa

 

 

El ruso rubio había escupido todo el café que tenía dispuesto a tragar. Cierto ruso de cabello platinado se había quedado con la queja en la boca y a sólo dos pasos de la mesa en la que su hijita estaba. Viktor parecía haberse vuelto una estatua de piedra con los ojos abiertos debido a la impresión. Ely cerraba fuertemente sus ojos y apretaba los labios para que nada de ese líquido amargo ingresara a su sistema, era asqueroso, pero había valido la pena.

Silencio incómodo que se terminó cuando el rubio empezó a toser escandalosamente tras haber derramado su bebida, para después empezar a golpear la mesa mientras decía algo entre dientes y terminaba riéndose tanto como podía. Ely al escucharlo se limpió con sus mangas y también empezó a reír, pero claro… debía fundirse en su papel, por eso retomó su actitud inicial y continuó

 

 

—¿por qué te ríes?

—mo… mocosa — se quejaba mientras trataba de respirar, de no toser y detener su risa al mismo tiempo

—hablo en serio — se quejaba haciendo un puchero — ¡¿por qué te ríes?!

—Ely — fue el único susurro que dio Viktor y sólo ahí su pequeña se dio vuelta para verlo — que... ¿qué acabas de... decir?

—Yurio me gusta — repitió con simpleza y volvía su mirada hacia rubio — ¡y exijo una respuesta, ahora!

—demonios — el mencionado se sostenía el estómago y limpiaba sus lágrimas — ¿te escuchas, mocosa?

—¿no aceptas mis sentimientos? — Ely sabía que no debía dejar de actuar la escena de novela que vio el otro día, por eso hasta su voz se notaba dolida

—¿es en serio? — de nuevo Viktor hablaba y aun no pasaba su parálisis

—¡claro que hablo en serio! — se quejaba la menor de los tres, ignorando las miradas de ajenos sobre sí. Eso era tan irreal

—bien — Yurio miró a Viktor y sonrió. Iba a jugar aquello un momento — dime pequeña… ¿qué vería un patinador de mi talla en alguien como tú?

—fidelidad, popularidad, amor, sinceridad… ¡lindura! — Ely, al decir eso casi se ríe, pero se aguantó — ¡soy perfecta!

—no puedo — Yurio empezó a reírse nuevamente. No sólo por las palabras de la niña heredera de esos bonitos ojos marrones y levemente rasgados, sino por la impresión del ruso mayor, quien parecía querer tener un infarto — deja… deja que respire… por… dios

—¡Yurio es malo! No me responde como es adecuado — un berrinche que le estaba costado terminar… ¡mentira! le estaba encantando eso — ¡Viktor! ¡Ayúdame! — claro, debía dar el último golpe

—¡suficiente! — el mayor salió del trance al escuchar la vocecita de Ely — ¡nos vamos ahora, jovencita!

—pero…

—¡ahora! — tomó del brazo de su hija y la atrajo hasta su lado — Y tú, Yurio… — dijo apuntándole al rubio — ¡aléjate de mi pequeña y hermosa hija!

 

 

Ely sólo fue capaz de agarrar sus regalos y meterlos debajo de su chaqueta antes de que Viktor la agarrara por el brazo y la arrastrara fuera del lugar. Claramente seguía diciendo que quería escuchar la respuesta de Yurio hacia sus sentimientos y de algún modo terminó siendo cargada en el hombro del más alto. Fue extremadamente divertido patalear para que la bajaran, gritar que la estaban secuestrando e incluso jalarle la ropa a alguien que pasaba junto a ella. Todo para ganar la atención de todas las personas que le fuese posible. Elizabeth sabía cómo armar escándalos que involucraran a su querido entrenador personal y eso se llamaba… ¡venganza y rebeldía!

Obviamente la pelea después de eso fue intensa, no sólo porque Ely protestaba porque era normal que quisiera saber de Yurio porque lo admiraba y por eso lo citó, sino porque tenía derecho a salir con quien quiera y enamorarse de quien sea. Viktor por su parte daba contra apuradamente, incluso intentó arrebatarle aquellos regalos, pero la niña había ganado habilidad para esas batallas, a sabiendas de que Viktor no le iba a negar la dicha de sus caprichos en sus cumpleaños. Viktor la consentía demasiado y Ely sabía que era para compensar la falta de comunicación que tenía con Japón. A veces entender a los rusos era complicado, porque se contradecían

 

 

—son mis regalos, son mis pertenencias, ¡y tú no tienes derecho a tocarlas!

—no quiero que tengas nada que te los recuerde — elevaba su voz, pues en algún punto su hija y él habían despertado su “alfa” interior

—¡eso me parece estúpido! — oh sí, Ely no tenía un vocabulario amplio de insultos, pero algo si sabía — ¡tremendamente estúpido!

—¡basta, señorita! — nadie se acercaba a ellos cuando peleaban de esa forma, porque su voz de mando era potente cuando se enfadaban

—cada mañana me veo a un espejo y puedo admirar a mi papi también — decía apuntando a sus ojos — cada que veo un video de mis prácticas, veo los movimientos y la gracia de mi papi

—¡basta!

—cada que escribo algo en kanjis me acuerdo de ellos — se estaba controlando un poco, pero con Viktor a veces no había más remedio que elevar su voz — ¡Tú eres el único ciego que cree que los voy a olvidar así de fácil! ¡Viví más de ocho años con ellos, jamás los voy a olvidar ni a dejar de anhelar!

—ellos ya no son nada para ti. Es un recuerdo que debes borrar — se calmaba porque no era bueno que perdiera el control

—el hecho de que tú hayas sido una porquería con mi familia y que ellos sí quieran olvidarte, no significa que quieran olvidarse de mí. Yo soy un vivo recuerdo para ellos y a la vez ellos lo son para mí

—no entiendes que tu vida está y estará aquí siempre. No hay forma de que los veas. No lo permitiré, porque de ellos no tienes nada bueno que aprender

—oh… te refieres a que ellos me inculcaron que podía amar a quien me diese la… ¡maldita gana!

—¡¿quién te ha enseñado ese tipo de expresiones?!

—¡LA MISMA MALDITA MUJER QUE TE DIO A LUZ! — terminó por gritar de nuevo — Pueda que te hagas el ciego, pero sabes perfectamente que ella me odia y por eso, en las peleas que tenemos, suelta ésta y más porquerías

—eso no viene al punto — gruñó enfadado. De nuevo tendría que discutir con su madre también

—¡lo viene! ¡Todo viene al punto! — apretaba sus regalos y se negaba a soltarlos mientras se alejaba de Viktor aún más — viene al punto, porque estoy harta de que no me dejes, aunque sea, llamarlos

—me niego y ya hemos hablado de eso muchas veces

—es mi cumpleaños. Es mi deseo — decía con dolor conectando su mirada con la ajena

—puedes pedirme cualquier cosa, menos eso

—quiero una fotografía gigante de papi en mi cuarto

—¡NO! — tiró levemente de su cabello al escucharla — claro que no — decía mientras se frotaba el puente de su nariz

—¿por qué?! ¡Porque no quieres recordar lo que perdiste por tu estúpida actitud de mierda!

—¡ya basta de hablarme así!

—que te quede claro, Viktor… — respiraba hondo y enfrentaba al mayor con la frente en alto — entiende que no soy la misma niña fácil de manipular como hace algunos años

—pensé que ya te acostumbraste a esta vida — reprochaba

—JAMÁS

—¡Elizabeth!

—aclararé algo, Viktor. Yo nunca dejaré de amar a mi familia japonesa. Yo nunca amaré a Irina. Yo nunca te diré padre… y yo elegiré a la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida

—Yurio es un maldito alfa — gruñó con rencor — ¡¿cómo demonios puedes siquiera pensar en la posibilidad de…?!

—¡me importa poco eso! Y ya. No quiero hablar más — empujó la mesa del centro de la sala y saltó por sobre los sillones hasta llegar al pasillo

—¡no hemos acabo con esto, señorita!

—déjame en paz, no quiero verte… has arruinado mi cumpleaños como cada maldito año — daba pasos furiosos con rapidez. Lo único que le calmaba era estar sola en su habitación

—¡Elizabeth!

—confórmate con ver mi puerta por los siguientes días — dictaminaba antes de cerrar su puerta con toda la fuerza que tenía y colocaba los seguros pertinentes

 

 

Amenaza que era cumplida a cabalidad. Ely se encerraba en su cuarto los siguientes días y sólo le abría la puerta a la empleada que traía y recogía sus platos con alimentos o sobras. Ely revisaba que nadie estuviera en casa para salir a robar algún bocadillo y se la pasaba escuchando música o bailando dentro de su cuarto. Pasaba una o dos horas metida en su bañera personal y cantaba alguna tonada improvisada o que se aprendía por aburrimiento. Si es que Irina se atrevía a entrar a su habitación, Ely usaba su voz y mandaba todo al carajo, enfadándose mucho más y tirando algunas cosas al pasillo en protesta. Era rebelde, lo era porque estaba dolida y no había dejado de estarlo desde que llegó al lugar. Dolía mucho sentir que estaba creciendo lejos de su amado Hasetsu y a veces sucumbía al llanto o a una depresión, pero se sostenía en los pocos regalos que guardaba con celo en una esquina de su armario. Los pocos que no le fueron arrebatados y que se infiltraban hasta llegar a sus manos.

Un libro, un llavero, una cadena, un diario, fotografías, cartas, eso era lo que la unía a su familia japonesa y era feliz solo con eso. Elizabeth se recostaba en el suelo alfombrado de su habitación, revisaba todo una y otra vez antes de guardarlo con celo. Incluso dañó tres libros para armar aquella guarida, quitándole el centro de las hojas a todos y volviéndolo un cofre. Eran textos de ruso, inglés y alemán que ya no usaba tan seguido, tal vez por eso las empeladas no los habían tirado, además conservaban las primeras y últimas páginas, así que, si los abrían, parecían ser enserio libros normales. Además, Ely no despegaba su vista de sus preciadas pertenencias, incluso trataba de que sólo ella arreglara esa sección y claro, las empleadas eran betas, así que nadie la desobedecía. Fue muy difícil conseguir que le cambiaran la cerradura y que sólo ella tuviera las llaves de acceso, pero ganar su primera competencia fue su pase a esa pequeña libertad en esa casa enorme

 

 

—Ely, mi pequeña… no quiero que te encierres el día de tu cumpleaños

—vete, Viktor — ella ya se esperaba escuchar eso fuera de su cuarto, siempre era lo mismo

—salgamos un rato a pasear

—vete, Viktor

—Elizabeth, sabes que lo que menos quiero es que seas infeliz

—Viktor — abría la puerta, pero mantenía la cadena puesta para que al ruso no se le ocurriera entrar. Su puerta era como el ingreso principal a una casa, tenía varias protecciones desde dentro y fuera también… hasta parecía histeria — quiero pastel de moras — decía resignada, porque también quería salir el día de su cumpleaños

—cualquier cosa que quieras — sonreía mirándola a través de la abertura — pero sal de allí. Festejaremos fuera de casa

—sabes… esa sonrisa tuya conquista a cualquiera y me asusta haberla heredado — reprochaba con fastidio

—es una forma de mantenernos unidos, ¿no?

—necesito comprar algo. ¿Me acompañarás? — ignoraba las palabras dichas y decidía poner en práctica un castigo más

—¿me castigarás llevándote de compras? — veía a su niña asentir y suspiraba — está bien. Vamos

—más te vale que Irina no venga con nosotros. Es mi primera condición

 

 

Era ya tarde, el sol estaba descendiendo con lentitud por el horizonte y Elizabeth hacía eso siempre. Tres o cuatro días encerrada, para que al final, con pocas horas de sol, manipular a Viktor para que le diera lo que quería. Ely obtenía todo lo que quería, al menos en objetos físicos, porque de lo demás era inútil. En esos días de auto-encierro, fabricaba una lista de cosas, situaciones o frases que usaría para manipular a su progenitor, era como su retorcido pasatiempo en fechas especiales

Compras, a la pequeña le gustaban mucho porque podía cabrear a Irina con algunas cosas, como en las playeras que tenían insignias japonesas, fotografías con Viktor en algún restaurante elegante y en las que “la abuela” no participaba, pero ese año fue especial. Demasiado. Ely había estado guardando ese gran día hasta esa fecha, porque quería tomar una venganza lenta

La tienda era rosa por completo, había de todo un poco y Viktor se sentía fuera de lugar cuando ingresó, pero mantuvo su sonrisa característica. Elizabeth estaba creciendo, necesitaba cambiar algunas cosas en sus cajones y eso era… su ropa interior. La pequeña no tenía problema alguno, llegó a algún punto en que la vergüenza era desconocida para Ely, después de todo, su idea principal era alterar los nervios del ruso que tenía como tutor y entrenador. Era perfecto, pues ya había escuchado a muchas de sus amigas decir que sus padres no participaban en esas compras especiales, porque era demasiado para ellos  

 

 

—necesito sujetadores y braguitas — la señorita acentuaba cada palabra mientras aguantaba la risa, porque su padre parecía simplemente… nervioso, quien diría. El gran Viktor Nikiforov, nervioso porque compraría cosas de “esas” con su hija

—¿no deberías salir a comprar eso con tu abuela? — estaba incómodo, demasiado

—ni loca — decía tomando la mano del mayor e ingresando con apuro a la primera sección — Irina sería un fastidio

—no hables así de ella

—yo no sé por qué no la echas de casa — decía sin sentimiento de culpa alguno — viviríamos muy bien sólo nosotros dos

—Ely, ya hablamos de eso…

—sí, sí. Irina está sola y puede enfermar de nuevo… claro — Ely sabía que esa arpía era hierba mala y no se iba a morir así de fácil

—deja la ironía, Elizabeth  

—señorita~ — claro, ignoraba a su progenitor y empezaba con su venganza — estoy en etapa de crecimiento, ¿qué me recomienda? — sonreía contenta al llegar con la encargada —apenas tengo algo aquí — decía apuntándose al pecho

—Ely, podrías ser más discreta — casi suplicaba el ruso

—¿eh? Pero si es normal — reía divertida por el sonrojo del mayor y de las miradas intensas de todo el local — se supone que tú fuiste quien me platicó de eso

—oh… un padre con su hija en este momento tan importante, eso es tierno — eran las palabras de las vendedoras que se habían juntado para atender al guapo caballero que llegó — Tranquilo, nosotras lo ayudaremos

—gracias por eso

 

 

¿Alguien dijo venganza? Ely sabía lo que era y lo disfrutaba. No sólo le cedió todos los modelos a Viktor para que los cargara, sino que lo dejó solo con las encargadas mientras ella iba a la sección de pijamas por algo que probarse. Después se lo llevó a la sección de ropa interior adulta solo por diversión, aunque nunca tocaron nada y sólo platicaron acerca de su trasformación femenina y su rol como alfa. Cabe decir que Viktor no era muy bueno en esas explicaciones, se atoraba en las frases o se enredaba y Ely simplemente se reía internamente porque en la escuela ya le enseñaron eso, pero siempre era bueno usarlo en contra de su avergonzado padre.

Así empezaba la tarde padre e hija creado simplemente para cumplir los caprichos de la heredera de los Nikiforov. Después, Ely se llevaba a Viktor a comprar ropa de marca, maquillaje, incluso lo arrastró a una tienda especializada y pintó las uñas de su progenitor para saber qué color era mejor. ¿Cómo respondía Viktor? Callaba y cedía, a pesar de que jamás se imaginó estar en esa situación, lo aceptaba con resignación. Al final terminaron con varias bolsas mientras comían algún dulce en una cafetería y miraban la noche en plenitud a través de los cristales del lugar. Esa era la pequeña diversión de Elizabeth el día de su cumpleaños, porque obviamente no podía comunicarse directamente con su papi

¿Algo cambiaba con el pasar del tiempo? Tal vez los lugares a frecuentar, las bromas, las prácticas, los torneos, las coreografías y los planes. Viktor seguía siendo el entrenador exigente que ayudaba a la superación de su hija. Ely seguía siendo la rebelde adolescente que crecía con rapidez. Yuuri, Yurio y los demás eran los que intentaban por todos los medios un encuentro personal que muchas veces era frustrado a la mitad. Las travesuras seguían, las escapadas también. Los infartos de Viktor acrecentaban con cada año que su niña crecía. Las discusiones eran cosa de cada día, pero después se volvían esa familia un poco rota que por obligación estaba junta, aunque a algo Ely no renunció  

 

 

—mocosa, ¿sigues con eso a pesar de los años? — caminaban por una avenida concurrida a media tarde. Nuevamente era él quien lograba acercarse a Elizabeth sin problema

—¿por qué crees que te sigo citando cada cierto tiempo? — se quejaba mientras bebía su batido a través del popote. Yurio siempre le compraba lo que ella quería, claro, si es que no era tan extraño, pues una vez ella pidió un cachorro de lobo

—dejó de ser gracioso desde la tercera vez — se quejó mientras mordía su sándwich — y si acepto estas reuniones es para pasarte los regalos de forma “ilegal”

—¿por qué no me dices que sí?

—primera cosa… eres hija de Yuuri — decía numerando con sus dedos, pues ya se terminó su comida sólida

—ya… yo no le veo el problema — Ely lo miraba con diversión, aquel ruso nunca dejó de ser tan serio y gruñón

—segundo — el ruso la ignoró — te llevo como 18 años por encima — decía sorbiendo de su batido mientras caminaba junto a esa muchachita de… catorce. Hasta le daba miedo recordar la edad

—para el amor no hay edad~

—tercero, somos alfas… los dos… entiende, mocosa  

—papi me solía decir que eso de las clases no importaba — sonreía divertida — si alguien gusta de otra persona, está bien. Si pueden formar una familia basada en confianza, estaba genial… entonces yo no le veo el problema en que me guste Yurio

—estás loca. ¿Cómo demonios crees que te voy a creer eso de que te gusto?

—pero te lo he dicho por años, deberías hacerte a la idea, gatito

—en que iba… — de nuevo estaba ignorando esa confesión — ah sí. Cuarto, tu entrenador me odia

—Viktor no decide en mis relaciones amorosas y creo que papi no estará en contra — volvía a beber de su popote mientras escuchaba, pues ya se esperaba esas respuestas

—quinto… yo te veo como una mocosa y nada más

—has roto mi juvenil corazón — hizo una pose dramática y suspiró con melancolía — está bien. Dejaré de insistir

—gracias al cielo

—con una condición — sonrió divertida

—ya me la temía. Te has vuelto manipuladora, ¿sabes?

—es cuestión de práctica. Viktor es mi carnada favorita

—ya dime qué quieres — rezongaba, pues odiaba que esa chiquilla le pidiera cosas

—quiero que intentes traer a papi otra vez

—ya han sido diez veces en menos de dos años — Yurio miraba de refilón a la adolescente a su lado. No iba a negar que se le hizo común sentir pena por los Katsuki y por Elizabeth — tal vez hayan sido más. Perdí la cuenta — suspiró el rubio — creo que suficiente por este año. No quiero que tenga problemas legales aquí ni en otros países

—ya veo — susurró desanimada, pues en muchas ocasiones había logrado ver a su papi en una de sus competencias, pero sólo eran momentos hasta que Viktor o Irina hacían alguna cosa para alejarla del sitio. Nunca salía como ella desearía — está bien

—no desanimes, ya pronto lo verás

—quiero verlo… y a mi dady también

—no te deprimas, Ely…

 

 

Encuentro….

 

 

 

Elizabeth caminaba por los pasillos de una edificación, sonreía, pues, a sus catorce años, la vida se había vuelto divertida de cierta forma torcida. Tenía que admitir que vivir en Rusia la volvió madura, sabía defenderse sola, enfrentaba a quien quisiera con la habilidad que aprendió de Viktor, también logró manipular su vida en el camino que quiso hasta ese punto. Participaba en las competencias junior como Viktor como su entrenador, Irina era su manager y esas sólo eran excusas para mantenerla vigilada, pero ella no se quejaba. Su mal carácter fue cediendo dependiendo de las cosas que los Nikiforov le daban o permitían hacer y llegó a ese punto, en el que por buen comportamiento y no dar siquiera indicios de recordar a su padre japonés, se le era permitido caminar por allí, en lugares cercanos a la pista en España, donde patinaría

Se había escapado de Viktor quien daba una entrevista y se salió del lugar para caminar por las cercanías del hotel. Ely había aprendido a hablar ruso, inglés y alemán, así que donde quiera se defendía con eso y el miedo a perderse dejó de afectarle. Por eso se arriesgaba a caminar por las calles en completa soledad, memorizando su ruta y sitios específicos que tomaría como referencia y claro, su celular con GPS le permitía orientarse en caso de que olvidara el camino que tomó. Pero en esa ocasión no estaba yendo a un lugar desconocido, por el contario, se había aprendido el mapa y por eso iba en dirección a ese teatro que le mencionaron en un mensaje.

La adolescente sonreía divertida porque estaba haciendo una travesura y hasta ya planeó su excusa, pero eso no era lo importante. Usaba una gorra que cubría todo su cabello, lentes falsos, guantes, jeans y una chaqueta sencilla, pasaría desapercibida con facilidad. Cuando ubicó el sitio, la emoción la hizo saltar con fuerza antes de correr hasta donde el guardia custodiaba la entrada. Empezó a preguntar por si podía entrar sólo a dar una miradita de turista. Ely tenía la confianza en que la conocían, al menos los que veían la tele o la farándula de vez en cuando, lo hacían, pero resultó que ese guardia… NO VEÍA NADA. Lo quiso convencer para que la dejase entrar, pero la excusa del custodio era que estaban preparando todo para una futura presentación de una sinfónica o algo por el estilo y que nadie, sin excepción, podía entrar. Ely suspiró desilusionada, pero no podía simplemente quedarse así

No supo cómo, pero lo hizo. Rodeó el edificio con sigilo, encontró a una chica con un guante blanco y le preguntó si formaba parte de los que participarían en la sinfónica. Elizabeth se hizo la pequeña fanática de la música clásica, platicó algunas cosas de las que ella sabía o por las que tenía curiosidad y al final la propia chica le ayudó a entrar para que matara la curiosidad. No cabía duda que tenía encanto natural y lo aprendió a usar en su beneficio, claro, siempre que fuera netamente necesario. Ely reía divertida cuando pasó junto al guardia y le saludó con la mano mientras sonreía con un poco de burla. Aceptaba podía ser muy hipócrita a veces, todo gracias a Viktor y sus clases de actuación, pero eso era otro asunto.

 

 

—ahí es donde debería estar todo el grupo — sonreía la mujer, quien guiaba a Ely hasta la zona donde los asientos se mostraban y la tarima estaba llena de instrumentos

—wow, wow, wow — decía con sinceridad, pues no había visto tan cerca ese conjunto de instrumentos — un chelo, violines, flautas dulces y traversas, oboes, ese es un… ¡me olvidé su nombre! — decía divertida mientras con gracia ganada por los años y por el entrenamiento, se encaminaba a la tarima haciendo resonar levemente los zapatos que usaba. Solía usar un tacón de tres centímetros bastante cómodos que le hacían ganar un poco de altura  

—es un fagot — reía la muchacha, encantada con el aura dulce que la adolescente desprendía — es mi especialidad

—¡es increíble!

—sabes mucho pequeña, ¿dónde te enseñaron?

—mi papi tocaba el arpa, la flauta traversa, el shamisen y la guitarra — decía emocionada mientras miraba a la muchacha con súplica — puedo subir, prometo no dañar nada… tocarlos tal vez, pero no dañarlos, ¡por fis! — escuchaba la risa de la muchacha y ella se contagiaba también

—así que tu familia está compuesta de artistas

—mi daddy tocaba el piano, el violín, guitarra, y un montón de cosas más… le enseñó a mi papi a tocar — sonreía al recordarlo, sus más felices momentos tenían instrumentos de por medio — por eso los conozco. Ellos tenían una tienda y yo iba por allí siempre

—eso suena maravilloso

—lo fue — sonreía mientras la muchacha la guiaba encima de la tarima para que viera cada instrumento que se usaría en la futura presentación — disculpa, ¿conoces a alguien que se llame Kaito Yamamoto? — preguntó recordando el seudónimo de Tadashi

—hablas del prospecto a director — sonreía con diversión — pero en realidad es pianista, ¿eres una fan?

—sí — decía ilusionada, era verdad lo que decían las noticias que leyó. Tadashi estaba allí — ¿está aquí? ¿Puedo verlo?

—ahora estamos en el descanso antes de la práctica… pero creo que podemos esperar al director

—pero no tengo mucho tiempo. Viktor me buscará enseguida — decía con desilusión — Viktor es mi entrenador de patinaje — explicaba, pues seguramente si no lograba hablar con su daddy, al menos esa chica le comentaría que estuvo allí

—pareces ilusionada en verlo, ¿conoces a Kaito?

—si — sonreía — solo lo he visto un par de veces, pero una vez me dedicó una canción. Mi papi, es amigo de Kaito y yo quería verlo ya que estaba de visita en este país

—entiendo — sonrió la muchacha — entonces ven. Buscaremos al director a prisa, veremos si él sabe dónde está Kaito

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Bien, aquí empieza el castigo de Viktor, pero como ya dije antes, el castigo no siempre es como las lectoras lo desean. Para mí el dolor será mayor si se vive una venganza lenta, porque la negatividad y desdicha se acumula de a poco hasta marchitar el alma de cualquiera… ¿les llegó ese mensaje? Pues sino pasó, fallé y seguiré intentando

¿Ely verá a Tadashi?

¿Viktor joderá más la vida de todos?

¿Irina aparecerá?

Las respuestas a esas y más preguntas en el siguiente capítulo

Muchas gracias por leer esta “pequeña” historia

L@s ama: Krat

 

 


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