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Un ángel de paso por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

Me muero, pero actualizo

Disfruten~

 

 

 

 

Elizabeth no cabía en su felicidad cuando corría detrás de la muchacha buscando a los integrantes de la orquesta sinfónica. Sabía que pronto su celular sonaría y un Viktor histérico le exigiría saber dónde está, por eso apretaba sus puños y la ansiedad le ganaba; estaba tan cerca y tan lejos a la vez. No lograban encontrarlo, Kaito no aparecía, no lo hizo incluso hasta que la joven alfa se topó de frente con quien menos esperó. Viktor le daba una mirada severa y ella se acercó enseguida, pero con una sonrisa enorme ignoraba el enfado de su progenitor. La adolescente de cabellos platas relató su pequeña aventura con la mayor emoción posible, mencionó que tocó los instrumentos que allí habían, exageraba un poco su visión de las cosas. Era tanta la felicidad con la que Ely hablaba, además de las palabras defendiéndola por parte de aquella muchacha que la guiaba, que Viktor cedió y no dijo nada más que un «está bien, pero volvamos al hotel. Debes descansar para mañana»

Ely se despidió entonces, con desilusión y leve rabia en la mirada, pero supo disimularlo bastante bien. Su oportunidad de contactar directamente con Tadashi por primera vez en esos años se vio truncada, eso al menos hasta que alguien reconoció al patinador. Elizabeth escuchó a alguien mencionar a Viktor con emoción que sólo describiría a un fan, esa era su oportunidad, debía explotarla. La muchachita se soltó del agarre del mayor para buscar a aquella persona, un fan de Viktor Nikiforov que resultó ser el mismísimo director de la orquesta. Un hombre de edad y de sonrisa amable que les hizo plática, para al final terminar ofreciendo un recorrido por el lugar lleno de historia.

Elizabeth se reía al ver la expresión de Viktor, quien solo por cortesía aceptó aquel gesto, pues Ely insistió en que quería ir por allí y conocer el teatro. Para nadie era misterio que la pequeña alfa disfrutaba de la música tanto como su Tady se lo enseñó, porque era una de las cosas que guardaba en sus memorias con el mayor cariño. Aunque Viktor rabiara por la fascinación de su pequeña, aunque protestara cuando el nombre de Tadashi salía a flote, no podía simplemente truncar los hobbies de su hija, no tenía poder sobre eso. Viktor sabía que Ely adoraba las tonadas clásicas, tal vez por eso la encontró con facilidad en ese lugar y por ese mismo motivo, nada de raro había en que Ely escabullera por ahí un rato.

El acuerdo fue que Viktor platicaría con el director y recorrería el lugar con calma, mientras su hija pasearía con aquella muchacha, miembro de la orquesta, para que diera un par de vueltas por los lugares más recónditos del teatro a usarse. Obviamente Ely apenas si se despidió de Viktor antes de escabullirse por el lugar

 

 

—ahí está — decía Kae, aquella agradable muchacha, cuando reconoció a alguien a lo lejos que la llamaba con la mano. Un hombre de cabello negro y un peinado que cubría la mitad de su rostro mediante su flequillo. Ese alguien quien sonreía a lo lejos, oculto en uno de los pasillos de aquel lugar — ese es Kaito, ¿lo reconoces?

—sí, claro

 

 

Ely abrió con sorpresa sus ojos cuando captó a aquel individuo a lo lejos. Reconocería esa sonrisa en cualquier lugar y en cualquier tiempo, porque estaba plasmada en sus más bonitas memorias de antaño. Quiso llorar, pero se contuvo como mejor pudo y con tranquilidad dejó que Kae los presentara, dijera algo y después los dejara a solas para que hablaran. Emoción era poco para describir lo que Ely sentía en el mismo momento en que lo vio sonreír solamente para ella. Ni siquiera podía dejar de mirarlo

 

 

— yo…

—soy Kaito, recuérdalo — pero Tadashi ya estaba llorando mientras abría sus brazos para recibir a su pequeña… ya no tan pequeña — mi niña

—daddy — sollozó Ely sin poder aguantar la emoción cuando escuchó el cariño en la voz del castaño, ahora pelinegro por la peluca. Dejó que un par de sus lágrimas se le escaparan y se ocultó en el pecho de aquel hombre que estaba disfrazado — daddy… daddy — susurraba llena de emoción apretándolo en un abrazo tan fuerte que tal vez debía parar — al fin te veo

—mi princesa — Tadashi no se contuvo, era tanta la dicha que se puso a llorar sin importarle nada, pero ocultando su voz lo mejor que pudo porque no quería llamar la atención — como has crecido… estás hermosa — decía admirándola un poco, apartándola. Ely estaba mucho más alta de lo que era cuando niña, tenía la figura adolecente característica de esa época. El rostro angelical como siempre, el cabello más largo de como recordaba, esos ojos brillosos por las lágrimas — hace tantos años que no he podido verte — se cubrió la boca y volvió a abrazarla, pues no cabía en su júbilo

—sabía que estarías aquí… leí tu nombre en una lista — decía la adolescente, calmándose, pues no podía llorar porque dentro de poco vería a Viktor — usas peluca y aun así te reconocí — decía con emoción mientras se apartaba para mirarlo de frente — ¿estás bien? ¿Y papi? ¿Los abuelos? Lutsz, Yuko, Axel, Loop… — decía con apuro, tenía tantas cosas que preguntar y tan poco tiempo

—todos están bien — sonreía Tadashi acomodando los mechones que se le desubicaron y verificando que su peluca estuviera en su lugar — lo único que tienes que saber es que te aman incluso más de cuando eras pequeña, además, tienes que conocer a los nuevos integrantes de la familia. Y que Yuuri aún conserva tu habitación de la misma forma de como la recuerdas — decía mientras, con apuro, buscaba su billetera y con las manos temblorosas, apuradas, sacaba algo de ésta

—Viktor está por aquí — Ely estaba tensa, miraba de refilón los pasillos porque no quería arruinar ese momento. Terminó recibiendo lo que Tadashi le extendía, sintiendo la adrenalina por su cuerpo, aunque eso no debería pasar — debo irme o sospechará

—entonces guárdala — decía mostrándole la fotografía familiar de los Katsuki, la misma que Ely con emoción apretó entre sus dedos

—… — tras darle una vista rápida a aquella imagen, con cuidado dobló la fotografía y la escondió en el lugar al que nadie podía acceder sin su permiso. Su pecho — ahora agradezco que empiecen a crecer — decía divertida mientras palpaba su pecho y jalaba levemente el tirante de su sujetador — aquí estará segura — bromeaba haciendo reír al mayor

—ya eres una pequeña mujer — sonreía antes de abrazarla una vez más y besarle las mejillas — ¿estás bien? ¿ese par no te han hecho algo malo?

—Viktor nunca dejaría que me hicieran algo — sonrió con ternura, porque adoraba a preocupación de su daddy — es lo único bueno que le veo. Ni Irina puede ir en mi contra

—no abuses con eso — mencionaba Tadashi acariciándole el cabello a la que siempre consideró su hija — no te vuelvas ególatra, egoísta o malvada. Sé cómo siempre fuiste; un dulce regalo para Yuuri

—papi tenía razón… eres muy cursi a veces — reía emocionada, había extrañado tanto aquellos detalles — eres encantador daddy

—Elizabeth — Tadashi se separó levemente al escuchar una voz conocida a lo lejos, un murmuro que le causaba sensaciones no gratas. Miró a Ely y le acarició la mejilla — Yuuri me acompañará la próxima vez, iremos a Francia. Tú compites ahí, ¿verdad? — la vio asentir y sonrió — será tu último periodo en el junior… gana esa competencia, hazlo… y te juro que Yuuri va a estar presente

—¿en serio? — sus ojos brillaron con sólo esa posibilidad

—si — sonreía — te abrazará porque lograste tus sueños… tu cumpleaños está cerca también, así que… — Tadashi se irguió y recompuso su postura antes de sacar una pequeña ocarina de su bolsillo — es poco, pero ya es algo — decía entregándoselo a su pequeña — un regalo adelantado, mi pequeña

—es más de lo que quise — sonreía con emoción mientras acunaba aquella pequeña cosita contra su pecho — muchas gracias

—Ely, ya es hora de irnos — Viktor entonces aparecía y veía a aquel hombre que sonreía mientras se despedía besando la mano de su hija — vamos, es hora — seriedad en su voz, pues era una clara advertencia para que aquel beta se alejara de su preciada joya

—¡mira lo que el señor me regaló! — pero Elizabeth ignoró la advertencia. Volvió a ser la animada muchachita, pues tenía que fingir que nada raro había pasado. Ese encuentro era su secreto. Hablaba con emoción mientras levantaba la ocarina — hoy ha sido mi día de suerte

—gracias — Viktor sonreía hacia su hija para después mirar al muchacho y levantar una ceja. No confiaba en ese tipo, pero al contrario de su actitud, el muchacho asentía levemente y con un ademán de su mano se despedía —oye… tú — pero sólo vio que, a paso calmado, ese pelinegro volvía a meterse por el pasillo en conjunto con otros dos hombres más que habían aparecido por allí

—debe disculparlo — la atención entonces era robada — es coreano, por ende, es bastante reservado — justificaba el director de aquella orquesta, despistando a Viktor — pero le encantan los niños. Él es una buena persona

—¿en serio? — Viktor sonreía como hacía siempre — ¿cuál es su nombre?

—Baek — el director dijo eso con tanta naturalidad que el asunto quedó zanjado ahí

—es agradable — Ely entonces sonreía en complicidad del director, ya entendió lo que pasaba ahí — ahora, vámonos Viktor. Tengo hambre

 

 

El director había accedido a una súplica de su pianista, lo hizo porque jamás vio tanta desesperación en uno de sus dirigidos. El pacto fue fingir que Tadashi era coreano, darle tiempo para hablar con la pequeña hija del conocido patinador, darle un nombre falso y demás. No cabía duda que tener buenos amigos traía beneficios en los momentos más críticos. Ely entendía de esas cosas, por eso fingió no saber nada y por el contrario estaba más interesada en hablar de su pequeño regalo que en otra cosa, después de todo, ese pequeño artilugio que Tadashi le dio era el amuleto del japonés para las presentaciones. Algo tan preciado debía ser admirado.

Ely entonces se prometía a sí misma, concentrarse en lo siguiente que tenía que hacer, la entrevista antes de su siguiente presentación. La pequeña juraba que se iba a divertir de lo lindo en aquel evento. Nadie sabía su plan maléfico, además, aún era una adolescente y vengarse era una de las cosas que no se iba a prohibir hacer. Iba a hacer quedar mal a Irina en frente de todos los periodistas, porque esa mujer tenía que pagar por haber dado una entrevista donde ni siquiera tuvo la decencia de decir que Yuuri era su otro padre, es más, lo despreció como antiguo patinador y eso… significaba guerra

 

 

Interés… por alguien

 

 

Desde que había conseguido ver a Tadashi, Ely estaba de mejor humor del habitual. Eso fue apreciable, pero obviamente los dueños de casa no se sorprendían, pues los cambios repentinos de Elizabeth eran el pan diario en casa. Entendían que la jovencita estaba entrando a aquella etapa donde se define a sí misma, esa era la excusa que quisieron creer para soportar toda afrenta de la jovencita.

Los problemas para entablar una amena convivencia se dieron desde la llegada de la pequeña, no había cambiado mucho en esos años, pero los Nikiforov jamás supieron aceptar que la culpa era de ellos mismos. Elizabeth por su lado adoraba ser justificada, así no tenía problemas en armar berrinches cuando deseara, aunque claro, ese comportamiento se lo reservaba exclusivamente en casa, porque fuera de esta ella no tenía tensiones ni excusas para comportarse infantilmente

 

 

—está rico — sonreía cuando compartía ese desayuno con las dos empleadas de la casi “mansión”. Se habían mudado a una casa mucho más grande hace años, adoró eso porque tenía su cuarto privado con todo lo necesario para considerarlo un mini-departamento — es la única razón para no tener una cocina en mi habitación

—gracias, señorita — sonreía la cocinera, Alena, quien servía más zumo de naranja a la jovencita

—yo creo que debería desayunar con su abuela y padre — comentaba la ama de llaves, quien hacía la limpieza completa — no es normal que prefiera desayunar con nosotras, además es muy temprano para que usted se levante

—otra vez con eso — sonreía divertida — me gusta más desayunar con ustedes. Así no peleo con nadie y aprovecho los nutrientes de este rico tocino.

—señorita Elizabeth… ¿puedo preguntar por qué se lleva tan mal con su abuela? — el pacto de las empleadas era que no debían intervenir en la vida privada de sus jefes, la propia Irina lo dictaminó, pero obviamente la curiosidad ganaba — yo… no tiene por qué contestar

—Irina seguro les prohibió preguntar — sonreía sin preocupaciones mientras se acomodaba uno de sus mechones platas — tranquilas, yo no diré nada si ustedes no me desobedecen

—eso suena aterrador

—es porque es una amenaza — Elizabeth miró a ambas empleadas y sonrió con amabilidad — ustedes dos… saben que no soy mala persona, pero si me enfado no me va a temblar la conciencia y haré que las despidan

—lo dice en serio — sonrió nerviosamente la cocinera — hemos cambiado dos veces de ama de llaves, así que cuida tu puesto Tiana — la mencionada se tensó entonces, pero la risita de Ely las sacó de su estupor

—Tiana… te lo dije cuando llegaste, la única regla es que mi armario es intocable. Sólo lo limpiarás cuando yo te vea, así que por lo demás está bien, incluso pueden contarle a Irina todo lo que digo, no tengo problema con eso

—señorita Elizabeth, deje de asustar a Tiana — Alena suspiraba, sabía que el único defecto importante de la menor de los Nikiforov era esa temible mirada autoritaria que de vez en vez mostraba — creo que ninguna de las dos queremos perder nuestro empleo, así que la regla se cumplirá

—genial entonces — la menor volvía a su fase despreocupada mientras devoraba su desayuno, movía la cabeza de vez en vez y platicaba de cosas sin sentido. Era normal, pero en esa ocasión ella tenía una duda — Tiana… ¿escuchaste de qué hablaban Irina y Viktor ayer?

—no

—Tiana — advirtió la adolescente y fue Alena quien le hizo una seña a la mencionada para que hablara — dime lo que escuchaste, por favor

—su padre saldrá con una mujer hoy en la tarde, creo que se llamaba Yulenka

—perfecto — la malicia en la voz juvenil hizo que las empleadas se tensaran — tranquilas, prometo que no perderán su empleo — sonrisa amable, sincera, angelical, pero que escondía una amenaza aterradora. Tal vez era una de las cosas que heredó de su progenitor ruso

 

 

Elizabeth había sido consciente de que Viktor había sufrido por la separación de su destinado; a su forma extraña, pero lo había hecho. Ocasionalmente, a hurtadillas, lo veía con su laptop revisando videos en medio de la sala hasta que la madrugada, en una de esas veces logró descubrir que era la presentación en aquella competencia donde su papi y Yurio peleaban por el oro. Ely se había sorprendido por aquello, pues era raro que después de haber casi arruinado la vida de alguien, esa persona siguiera admirando evidencias virtuales de la persona a la que le hizo tanto mal. La jovencita entonces hizo de todo para verificar que Viktor sufría en silencio, era así que lo escuchaba suspirar mientras ella hacía alguna pequeña imitación de la coreografía de su papi. Saber aquello fue su base para creer que tal vez, muy en el fondo, Viktor no era tan malo o que estaba loco; como fuese, era extraño

La forma en que Viktor actuaba decía que estaba dolido con Yuuri, normal porque el ruso tenía el orgullo y el ego por el cielo. Elizabeth estaba consciente de eso, por eso cuando preguntaba por asuntos como, si en verdad existió amor entre los destinados que alguna vez compartieron su vida, tenía como respuesta un «eso se acabó. No quiero hablar de eso». Si de verdad Viktor amó a su papi, o si aún lo hacía, no tenía importancia, pues solamente contaban las demostraciones de odio incondicional que el ruso solía dar. Era mucho daño como para perdonar, además, el propio Viktor parecía no querer ser perdonado y cada vez se portaba más imbécil en cuando el nombre “Yuuri” era sacado a flote. Por eso y muchas razones personales, la jovencita adoraba fastidiar al único alfa de esa casa

En una de sus tantas peleas, Ely había jurado que haría de la vida de Viktor un averno solitario, amenaza que no fue tomada en cuenta en muchas ocasiones, pero que no debía ser despreciada. La heredera de esos hermosos cabellos plateados sabía conseguir lo que se propusiera, por eso, cada vez que una mujer u hombre entraba en la vida sentimental de Viktor, ella lo mandaba a volar al poco tiempo. No importaba quien fuera, Ely solía tomar a esa persona tan ingenua como objetivo instantáneamente y lo demás era simplemente arruinar los planes de su progenitor. Elizabeth solía tomar ese asunto como su retribución a la sociedad, porque obviamente nadie merecía tener como pareja a Viktor, quien era simplemente un niño caprichoso que podía destruir a cualquiera simplemente por satisfacción personal… a cualquiera, excepto a dos personas: a su madre y su hija

 

 

—hola — sonreía amablemente cuando “por casualidad” aparecía en frente de dos adultos que caminaban por una de las calles de Moscú, su actual ciudad de residencia

— Viktor… no sabía que tenías una cita — no fue difícil salirse de casa tras pelear con Irina. Ya tomó práctica para eso, además, ya tenía la edad suficiente como para salir sola… aunque desafortunadamente no tenía el poder para viajar sola y sin autorización de sus tutores, sino ya se hubiera escapado a Japón hace mucho. A eso se sumaba que no tenía ahorros, porque todo se administraba por Irina y le daban una mensualidad limitada

—¿Elizabeth? — el ruso arqueó una ceja al admirar a su pequeña allí completamente sola, porque por más que buscó, su madre no dio pista y ningún “acompañante” estaba presente — ¿cómo es que tú…?

—Viktor es irresponsable — decía elevando su dedo índice al cielo y balanceándolo como si estuviera regañando a un niño — mira que olvidarse de recogerme después de la película que fui a ver con mis amigas

—¿película? — el de cabellos platas negaba — Ely, tú no…

—¿no me vas a presentar a tu amigo? — sonreía mientras saludaba con su mano al desconocido, estrechándola con un poquito de fuerza — es muy bonito, por sobre todo su cabello negro… olvidé que a Viktor le gusta los morochos, ¿eres extranjero? ¿asiático?

—italiano — sonreía un poco aturdido por las muchas palabras de la pequeña — es un placer, tu padre me estaba contando de ti — un omega, Ely lo supo con sólo olerlo de lejos. Uno joven, quizá unos diez años menos que Viktor — ni nombre es Ricardo

—¿eres el nuevo conquiste de Viktor? — dijo casi instantáneamente y de reojo vio al ruso mayor golpear levemente su frente — es el tercero en menos de dos meses. Sí que es rápido

—Elizabeth — advirtió Viktor, ya entendió el juego — no mientas. Ya estás demasiado grande como para esos juegos

—lo sé, disculpa… olvidé nuestro pacto — sonrió divertida mientras se alejaba del chico que ya quedó con la duda en la mente. Ella le sonreía con amabilidad y el muchacho se sonrojaba levemente — y si… soy alfa por si lo dudas

—yo no pensaba en eso — se excusó de inmediato, elevando sus manos como para protegerse. Algo en esa mirada marrón le daba… un poquito de miedo

—me mirabas raro, como si quisieras averiguarlo — se reía al ver que triunfó en su pequeña intimidación visual. Le costó mucho aprender a hacer eso — tranquilo, yo no muerdo. Viktor creo que sí, todos sus novios terminan teniendo una marca después de todo

—¡Elizabeth! ¡ya basta! — suspiró profundamente antes de acercarse a su hija y tomarla por el brazo — discúlpame, pero creo que por hoy no podremos salir — miró a Ricardo y este con una sonrisa negó

—está bien, será en otra ocasión — el mencionado miró a la adolescente y sonrió — parece que te gusta meter a tu padre en líos. Lamento haber parecido una amenaza, no quería que fuera así

—me descubriste — sonrió Ely soltándose del agarre de Viktor — eres bueno, pero te equivocas… yo no te veo como una amenaza, te veo como una presa

—vámonos señorita, deja de decir tantas tonterías. Disculpa, Ricardo… te llamaré luego — tiró del brazo de su hija para alejarse. ¿Cuántas veces habían pasado por eso? Ya hasta conocía la rutina, Ricardo era historia

—cuídate de Viktor, es mi consejo~ — Elizabeth alcanzó a decir aquello antes de que el ruso la cargara al hombro, como si fuera un costal — ¡bájame! Sabes que odio que hagas eso, Viktor — se quejaba entre pataleos

—esto se llama venganza, Elizabeth — dictaminaba mientras apresuraba su paso — tú arruinas mis citas y yo te avergüenzo frente a los desconocidos 

—entonces — decía golpeando la espalda de Viktor — si Viktor sale con alguien, también yo puedo hacerlo

—claro que no

—¡llamaré a Yurio! ¡Saldré con él! — reclamaba con fuerza mientras intentaba que la soltaran — ¡me casaré con él! ¡lo juro!

—¡eso jamás!

—entonces tú nunca saldrás con nadie. ¡No te lo voy a permitir!

—entiende que tengo derecho a una pareja — decía con seriedad sujetando con fuerza las piernas de su hija — te guste o no, yo buscaré a alguien con quien compartir mi vida.

—me dará pena quien te acepte

—mi vida no gira alrededor de Yuuri si eso es lo que estás pensando, Elizabeth. Quítate esa loca idea de la cabeza. Ya basta de arruinar mis citas solamente porque quieres que yo regrese con tu…

—NO QUIERO ESO — gritaba llena de furia — lo único que quiero es que jamás vuelvas a dañar a alguien. No mereces ser feliz destruyendo la vida de otra persona

—yo no haría algo así

—ni tú mismo lo crees… ¡bájame, Viktor!

 

 

Vínculos forzados….

 

 

La relación de Elizabeth con su abuela nunca fue buena. Tal vez pudo haber una pequeña esperanza para que su convivencia hubiese sido perfecta. Tal vez, de no ser porque apenas llegó a Rusia, aquella mujer hizo hasta lo imposible para que Ely la odiara.

Al llegar, Irina analizó de pies a cabeza a la pequeña, como examinando imperfecciones. En esa época las mejillas de Ely destacaban un poquito, dándole un toque bastante bonito por su leve redondez, mucho más cuando se sonrojaban y eso fue lo que desencadenó todo. «Te pareces al japonés, no sólo tienes sus tendencias a engordar, sino esos ojos que nada tienen que ver con el linaje de los Nikiforov» Ely recuerda eso a la perfección, también recuerda la rabia que le dio escuchar aquello, no porque la dijeran gorda, hasta pudieron decir que era fea, pero insultar sus ojos -el color que heredó de su papi- eso sí era pasarse de la raya. Esa vez, Ely le dio frente a Irina, diciéndole que sus ojos, al igual que los de su papi, eran bellos, que se disculpara. Esa fue la primera discusión seria que tuvieron y a partir de allí sus diferencias de opinión estallaron como si aquel incidente hubiere sido la chispa que detonara la dinamita

Ely podía ser inocente, amable y risueña, pero también era terca, decidida y por sobre todo era de difícil control cuando la hacían enojar. Irina cometió su primer error allí, no se disculpó, no se retractó, y las comparaciones seguían, los insultos también, las cosas se ponían tensas hasta el punto que Ely entre lágrimas supo gritarle a la mujer que era despreciable. Cualquiera bajo el efecto de una constante comparación y humillación estallaría de forma agresiva, Ely lo hizo entre gritos y cosas que lanzó. Todo se destruyó entre ese par 

Irina fue despreciada por la pequeña casi instantáneamente, ni siquiera pudieron tener un mes relajado al inicio y después las cosas se desfiguraron al punto en que cada día había una nueva discusión. Viktor no hizo nada para reparar aquello porque, mal o bien, Irina se lo buscó y se dedicaba siempre a priorizar a su hija. Elizabeth le reconocía eso al ruso, el hecho de defenderla por sobre todas las cosas, por mantenerla en prioridad por sobre Irina en la mayoría de ocasiones. La jovencita apreciaba que Viktor intentara no discutirle, consentirla como solo él sabía hacer y esforzarse para ganarse el cariño que ella tenía escondido. Pero el ruso jamás supo romper la barrera que la pequeña forjó, la evidencia más grande de aquello era que, incluso en esa época, Elizabeth nunca le dijo “papá” por voluntad propia a Viktor y eso para un padre era un dolor constante

 

 

—iremos a la entrevista. Alístate, Elizabeth

—sí, un momento Irina — decía con desgano mientras dejaba de balancear sus piernas en el aire y se levantaba de su cama

—¿cuántas veces te he dicho que me llames abuela o inclusive nana o bab? — como siempre se mostraba elegante, altanera y con una mirada escrutadora

—Irina, no tengo tiempo para discutir contigo — suspiró mientras empezaba a guardar las cosas y a alistar la ropa que se pondría. Un bonito vestido color rosa era el elegido, sólo se lo pondría porque Viktor se lo dio… Elizabeth no lo odiaba, Viktor siempre se portó bien con ella, por eso al menos en esas ocasiones le daba la satisfacción de ser obediente — ermitaña Irina, debo cambiarme — decía para molestar a la anciana, a la que las arrugas ya le estaban dando forma de pasa

—apúrate

—si — suspiró nuevamente mientras empezaba a despojarse de la ropa que usaba en casa — ¿podría salir? no me gusta que estén en mi habitación mientras me cambio — refunfuñaba mientras doblaba su suéter y lo dejaba a un lado

—¿qué es esto? — pero la mujer se había adelantado con rapidez y tomado algo que estaba escondido entre los cuadernos de la más joven — esto…

—¡suéltalo! ¡Es mío! — se quejó, pero Irina fue más rápida y tiró de la hoja impresa — Irina, devuélvemelo

—¿qué haces tú con esto? — miró acusadoramente a su nieta mientras mostraba la imagen impresa. Una en donde Yuuri se veía de más joven, usando el atuendo de su programa libre con la melodía de “Yuuri on ice” — ¡contesta!

—es una foto de mi papi — respondió intentando quitarle la fotografía que tanto trabajo le constó conseguir, pues revisó todo el maldito internet a disposición para hallar la perfecta. Una imagen en donde una leve sonrisa marcaba a su progenitor — ahora, ¡devuélvemela!

—tu único padre es Viktor — caminó con gracia lejos de la adolescente y antes de que la otra la enfrentara, usando sus dedos, rasgó aquella imagen. No una, ni dos, sino hasta que los pedacitos de papel fueran tan pequeños que pudo desparramarlos en el pasillo

—… — se quedó viendo aquellos trocitos de papel por un momento, respirando agitadamente por el leve ejercicio que hizo. No podía creer que algo así pasara — ¡IRINA! — Ely no se aguantó. Irina ya hizo muchas cosas para manchar el buen nombre de su papi sin recibir un escarmiento digno, pero ahora, quitarle la única alegría que tenía fue simplemente el colmo — ¡DETENTE AHORA MISMO! — casi nunca usaba su voz de mando, no le gustaba porque sentía que sometía a las demás personas, pero en esa ocasión adoró ser alfa

—Elizabeth — intentó regañarla, pero sus piernas le temblaron. Maldijo quedito al escuchar los pasos presurosos de su nieta y acabó por verla enfrente de si

—he perdido el mínimo respeto que te tengo, Irina — su voz se tornó rígida, dura, seria, severa. Elevó su mano completamente abierta — esto fue el colmo — con potencia la descendió contra la mejilla de la mujer que superaba la edad de Hiroko, su única y verdadera abuela — ¡ya no más! — reclamó antes de repetir el castigo en contra de esa mujer

—¡Elizabeth! — Viktor había escuchado el escándalo, era cosa de cada día y se había acostumbrado a ir a detener a ese par, pero ahora que llegó, veía aquello. La mano de su hija abajo, su cuerpo tenso, respiraba con dificultad y su madre, su madre con el rostro de lado y aquella marca roja — ¡¿qué haces?! — se apresuró a llegar hasta Elizabeth y alejarla de Irina

—¡tu madre acaba de romper algo preciado para mí!... YA BASTA, NO LA SOPORTO — se quejó mirando a su padre y retrocediendo — DILE QUE NO VUELVA A ENTRAR A MI CUARTO

—¡no es justificante para que le hayas levantado la mano!

—se lo merecía — dijo con las lágrimas queriendo salir de sus ojos — no me ha dejado tener ni un solo recuerdo de mi papi, ni de mi familia, ni siquiera de Japón — a paso firme se alejaba mientras soltaba todo lo que tenía dentro — JAPÓN FUE MI PAÍS NATAL — gritó con frustración — tú y ella me han prohibido reconocer mis raíces, me han dado encierro, me han dado desdicha y prohibiciones, pero por sobre todo… ME NIEGAN QUE ADMITA QUIEN ES MI PAPI

—¡cállala! — se quejaba Irina salida del shock inicial

—rompió la única imagen que logré obtener de Yuuri Katsuki con su más hermoso atuendo. No me vengas a reclamar nada — les decía con rabia levantando su voz — NO QUIERO VER A NADIE… MUCHO MENOS A ESA BETA — azotó su puerta con tanta fuerza que el cuadro del pasillo cayó y las ventanas cimbraron. Ese era el enfado de Elizabeth

—más te vale ponerle un alto a tu hija — reclamaba Irina con la voz firme mientras frotaba su mejilla — ahora… vas a tener que castigarla severamente, Viktor

—no — miró de refilón a su madre — primero, tú deberás disculparte

—¿qué?

—mi hija — dijo con enfado — no puedes hacerle nada a mi hija y eso incluye la prohibición de entrar a su cuarto

—¿te estás escuchando Viktor? Si no fuera por mí, tu hijita se habría salido de control hace tiempo y ese omega se la hubiese llevado

—tenemos que hablar, mamá — fue lo único que dijo antes de caminar hacia su sala

—no puedo creer que dejes a tu madre por debajo de una mocosa altanera como lo es tu hija

—pues créelo, madre  

 

 

La jovencita se apoyó en su puerta, sus lágrimas brotaron al ver los pedacitos que lograron quedar en su cuarto, se mordió el labio para no sollozar mientras escuchaba como fuera de ahí Viktor e Irina discutían. Se cubrió los oídos y dejó aflorar su dolor. Aquella electricidad que rondaba su pecho, subía a su garganta hasta cerrarla y le brotaba a través de las lágrimas que como pequeñas perlas escapaban de sus ojos. Se quejó en sollozos tan bajos que sólo ella los escuchaba, se obligó a no gritar debido a la frustración y sólo se quedó pegada a la pared, sentada en el suelo, con las piernas flexionadas. Quería tanto sentir el abrazo cálido que le brindaba una sensación de paz, pues en su memoria aún estaba fresco el recuerdo del aroma de su papi 

Al sentir los pasos de un padre, que tal vez venía a disculparse o a regañarla, actuó con rapidez y tomando las almohadas estuvo lista. En cuanto Viktor entró a su cuarto, porque a propósito dejó la puerta sin seguro, ella arrojó sus municiones una por una, con suficiente fuerza para que ese hombre saliera. Era su pequeña forma de decirle a Viktor que era un idiota al igual que Irina. Cerró su puerta, colocó los seguros y la atrancó con la cadena, pues no quería ver a nadie. Encendió la radio y la puso al máximo volumen para no escuchar nada que no fuera la primera canción que en la radio se entonara. Sabía que estaba siendo infantil, pero quería serlo, quería hacer una pataleta, quería que el mundo se calmara un ratito hasta que ella lograra reponerse.

Le dolía mucho el haberse criado lejos de su país natal, dejando su vida, familia y amigos allí Fue duro sentir esa inmensa soledad, pero si al menos hubiese podido haber llamado a su papi o algo por el estilo, seguramente hubiese logrado estar más tranquila. Se arrepentía mil veces de haber tomado la mano de Irina, aquella que parecía ser un ángel que simplemente la llevaría de paseo y en la tarde la devolvería a casa… no, no fue así, Irina le mintió. En ese momento recordaba las palabras que le aseguraron que después de ese viaje “corto” vería a su padre… pero al padre al que Irina se refería era a Viktor y a nadie más. Elizabeth entonces entendió que fue muy estúpida al haber sido cegada por la sonrisa de los Nikiforov, aquella dulce y encantadora, aquella sonrisa que ella poseía también.

Elizabeth se lamentó un buen rato, llorando, hipando, pero terminó por calmarse. Se acomodó en su cama observando la fotografía que Tadashi le había dado en secreto y la misma que ella guardaba en dentro de su escondite en el armario cuando estaba en casa, pues al salir siempre la llevaba en su pecho. Acarició la fotografía con sus dedos, admirando las nuevas caritas. Reconocía a las personas que habían crecido, a todo lo que se había unido a esa familia, eran muchos en esa foto, pues no sólo los Katsuki sonreían, se incluía a los Nishigori, los novios, los prometidos, los casados, no podía darles nombres porque no sabía nada acerca de cómo los integrantes fueron creciendo mientras ella no estaba. Un cachorrito estaba al pie de esa imagen, uno blanco, afelpado y eso la hizo reír. Ella siempre quiso uno de esos, pero nunca se lo permitieron, porque… quién sabe por qué

 

 

—Elizabeth, al fin sales. Estaba empezando a preocuparme — Viktor entonces se acercaba a su hija, abrazándola con cuidado, como si le tuviera miedo al rechazo — hija mía

—quiero irme de aquí — dijo con serenidad, mientras ya vestida y lista, trataba de recomponer su expresión y maquillar levemente la evidencia de su llanto — no quiero verla

—es tu abuela, hija mía

—yo soy tu hija, tal y como dices — reclamó alejando la mano que acunaba su mejilla — pero tú y yo sabemos que viviríamos en paz de no ser por ella

—lo siento, pero no la voy a dejar

—lo sabía — suspiró — entonces no quiero que vuelva a entrar a mi cuarto. Son MIS cosas, es MI vida y ella NO tiene derecho a intervenir

—está bien. Ya hablé de eso con ella — dijo soltando el aire y enterneciendo la mirada antes de querer abrazarla, pero Ely se apartó

—llegaremos tarde. Es hora de irse, Viktor — ni siquiera lo miró. Sólo restregó una última vez su ojo derecho y caminó con porte y elegancia como le enseñaron

—¿tenías una foto de Yuuri? — suspiró Viktor, sintiendo el doloroso rechazo. Años con aquel dolor en el pecho, hasta el punto en que se preguntaba si en realidad algún día eso cambiaría

—si — respondió con calma, sintiendo los pasos de su entrenador detrás de ella — se veía hermoso. Leve sonrisa, facciones finas, brillo en sus ojos… si no me hubieras prohibido usar internet pude haber conseguido más de esas imágenes y pegarlas en mi cuarto como papel tapiz

—No lo hagas

—el hecho de que hayas hecho hasta lo imposible por perderlo, no me involucra — respondió con seriedad, por primera vez conectando con los ojos de Viktor — es mi papi, es mi recuerdo, es MI inspiración

—tienes la mirada de Yuuri — dijo con amargura, entrecerrando sus ojos, mostrando aquel arrepentimiento, dolor, angustia que Ely vio por algunos años. Tal vez ella fue la que creó eso en esa mirada de su viejo padre, porque si… Viktor había envejecido bastante, las arrugas que adornaban la frente y la comisura de sus ojos eran evidencia, leves, pero evidencia, al fin y al cabo — puedes tener una foto de él. Ya no te lo prohíbo

—gracias — se emocionó por aquello, sonriendo con sinceridad y tentada a abrazar a ese hombre, pero se controló — eso alivia un poquito mi corazón… ahora si me permites, huelo a tu madre afuera. Seguro que está enfadada, me mirará feo y apuntará al auto para que me suba

—la conoces bien — Viktor trató de sonreír, pero falló y sólo hizo una mueca

—¿cómo no hacerlo? — dijo con ironía —Irina es predecible, hasta sé que ahora estará polveándose la mejilla para ocultar la evidencia del golpe — miró al mayor con el ceño fruncido — Irina no se va por tu causa, Viktor. Te chantajea emocionalmente y eso me enferma, ¿sabes?

 

 

Elizabeth no miró a su abuela, ni siquiera debería pensar en esa mujer como su abuela, pero seguramente era costumbre, así debía llamarla en las entrevistas y a Viktor le decía padre, pero evitaba mencionarlos lo más posible. Era entonces que se puso a pensar en algo que de pronto le sacudió su cabecita y miró a su padre, que estaba conduciendo. «Viktor, ¿puedo tener acceso a internet sin prohibiciones de ciertas páginas en casa? Así puedo buscar imágenes de mi papi» dijo aquello con inocencia, ignorando a su abuela. Su padre ya le había permitido una cosa, pedirle una más no le haría daño por completo. Entonces Viktor asintió, Ely sonrió emocionada y como recompensándolo, besó la mejilla del ruso con cariño. Manipulación, eso le enseñó Irina, ahora que se aguante. Y como extra estaba aquella estúpida entrevista planeada por Irina, allí se iba a atrever a lo que nunca pudo, esperaba que saliera bien y si no, pues al menos se desquitaría un poquito

 

 

Acto final…

 

 

Ely sonreía ante las cámaras, se había acostumbrado a eso desde hace años, pues al inicio también acompañaba a Viktor en sus entrevistas. Los reporteros preguntaban algunas cosas de su vida, entrenamiento, familia -la Nikiforov claro estaba- ella sólo se limitaba a responder algunas cosas mientras que Viktor asumía el rol de representante en lo demás. Nada fuera de lo normal desde que empezó a debutar en las competencias profesionales. Ely ya había dado su temática para esa fecha, “la infancia” y era por eso que su programa corto era una coreografía con la tonada de Sailor Moon, pues cuando escuchó esa canción le gustó, así de simple y el programa libre sería con “Let it go”.

Elizabeth se reía cuando los comentarios llegaban en contra de su decisión, pues ya era bastante “grandecita” como para coreografiar eso, pero Viktor la apoyó y desvió la atención de sí. Era agradable saber que su progenitor tomaba su trabajo en serio, la ayudaba cuando era necesario. Ely comentaba también, el tener buenos recuerdos de su infancia y ahí la cosa se puso seria. Irina siempre le decía que no dijera más de lo debido, que su vida empezó con su llegada a Rusia y la dulce Ely le había hecho caso hasta ese punto, porque debía complacerlos para obtener algo a cambio… pero su época rebelde llegó.

Los periodistas le preguntaron cuál hubiese sido su otra opción para patinar. De inmediato todos formaron sus teorías, pero Ely tomó el control con una sonrisa divertida mientras interactuaba con los periodistas. Mencionó que consideró elegir un tema acorde a una melodía con orquesta sinfónica, aunque también comentaba que quería hacer una presentación con canciones que le recordaran a sus padres. Una melodía nostálgica como “set fire to the rain” de Adele… y las preguntas surgieron solas… era el momento de brillar

 

 

—es una canción muy bonita, supongo que es especial en todo sentido — ataques por desconocidos, así lo veía Elizabeth

—mis padres solían cantarla cuando jugaban en medio de los quehaceres domésticos — sonreía ampliamente y Viktor se tensó, pues las miradas se dirigieron a él

—no sabía que disfrutara de esas canciones, señor Nikiforov

—cuando uno está relajado disfruta de muchas cosas — ni lo negó ni tampoco lo confirmó. Viktor sólo intentaba desviar el tema — mi hija siempre…

—perdóneme… pero yo no me refería a Viktor — sonrió Ely captando la atención y acercando el micrófono hasta dónde ella estaba sentada. Empezaba el drama

—es verdad, somos dos padres. Mi hija se refiere a quien le heredó esos lindos iris marrones — Viktor trató de desviar el tema con la tonada final, pero la sonrisa de su hija le daba mala espina — Elizabeth también quería participar en un evento de exhibición, aunque no sé si lo autorizarán

—¿con que tonada lo haría?

—con… — pero Viktor fue interrumpido

—con la canción que me recuerda a mi padre — sonrió Ely y las miradas se posaron en ella — una que hace que me sienta orgullosa, la que es mi inspiración — cuando alguien iba a mencionar alguna de las composiciones de Viktor, Ely hizo un ademán con su mano y agarró el micrófono — la canción de mi padre… Yuuri on ice — Ely quería carcajearse porque al girar un poquito la cabeza, vio a su abuela detrás de “telón” con los labios separados por la impresión

—oh… es verdad. Su padre es Yuri Katsuki quien usó esa melodía para su programa libre — sonrió una de las reporteras. Obviamente había personas que querían sacar el tema al aire, pero que siempre se vieron privadas de ese privilegio — tal vez su padre Viktor se sienta celoso por ello… después de todo, todas las coreografías de Elizabeth son dedicadas a su padre, es decir a usted — mencionó mientras miraba al ruso de cabellos platinados

—mi niña usa mis canciones para todo, es normal que me las dedique — era cierto, Ely siempre decía, «esto lo hago en nombre de mi padre» o «dedicado a mi padre» — pero ahora es… — trató de atraer el micrófono para sí, así como la atención de todos, pero…

—perdone mi reiterada interrupción — Ely entonces le quitó el micrófono a Viktor y sonrió como advertencia de no detenerla — pero yo nunca me refería a Viktor cuando mencionaba a mi padre

—cierto, pudo haberse referido al señor Katsuki Yuuri — respondía un periodista — ¿entonces sus coreografías eran dedicadas a Viktor o a Yuuri? O tal vez los alternaba disimuladamente para que nadie se pusiera celoso

—no es verdad — la sorpresa se dio y las miradas en Ely sólo la hacían sonreír más y más — Viktor Nikiforov es mi entrenador, y mi progenitor… llevo su sangre, PERO — levantó su voz para atraer la atención aún más — a los únicos que reconozco como mis padres son Katsuki Yuuri… y… Osuma Tadashi — el silencio se sumió en la sala. Ely sentía las miradas de Viktor e Irina sobre ella, pero poco le importó — ellos fueron, son y siempre serán mis únicos padres

—pero… cómo que…

—Viktor ganó mi custodia al yo tener nueve años, pero nunca lo vi como a mi padre — sintió como Viktor intentaba callarla al sujetarla por un brazo, pero ella cambió de mano el micrófono y continuó — él es sólo mi entrenador. Mi abuela Irina me dijo que jamás revelara el secreto de mis dedicatorias, pero no creo que esté bien seguir mintiendo, yo no hago eso — dijo con inocencia y el silencio seguía — siempre dediqué esas canciones a mis dos padres, quienes me criaron con amor y empeño. De quienes aprendí a apreciar el patinaje, la música y por, sobre todo, la única familia que tuve

—nadie sabía de eso. ¿podría explicarse mejor, señorita Nikiforov? — claro, todos ya estaban entusiasmados por la revelación

—los Nikiforov me sacaron de mi casa cuando descubrieron de mi existencia. Me arrebataron mi apellido pues inicialmente yo era una Katsuki y…

—¡suficiente! — Viktor entonces había salido del estupor y tiró de Ely para que se levantara — nos disculpamos, pero debemos retirarnos

—¡espere, Viktor! Necesitamos saber más

 

 

La preguntas llovieron de repente, todos estaban impresionados por las palabras de la joven patinadora. Las cosas se salieron de control y Elizabeth sonreía mientras miraba a Irina casi estallar de la furia. La adolescente entonces se zafó del agarre de Viktor, quien aún luchaba para acallar las preguntas de todos y dejándolo para que la prensa lo rodeara, ella se fue detrás del telón a sabiendas de que su abuela sucumbiría a la furia. Como supuso, aquella mujer la agarró del brazo y lanzó reclamos bajos. Elizabeth la provocó un poquito más, con palabras reales, como que jamás renunciaría a ser una Katsuki y la cosa llegó por sí sola

La mano de Irina se levantó, golpeó la una mejilla y enseguida la otra. A Elizabeth le dolió, lo admitía, pero eso hizo que alguien -que se escapó de la sección destinada para los periodistas- diera un clic con su cámara y captara el momento. Ely quería dañar a esa mujer, deseaba vengarse de esa familia por esos años de soledad forzada. La jovencita tropezó “accidentalmente”, cayendo al suelo, dramatizando y soltado un par de lágrimas dolidas. Las conclusiones de la prensa fueron inmediatas, una niña que fue sacada de su hogar y además era maltratada por la abuela… como cereza del pastel, Ely mostró su rostro lloroso y pronunció un firme «help me» doloroso

Ese día fue uno de los mejores de su corta vida. Ely había triunfado por sobre los Nikiforov y con sólo unos minutos arruinó la reputación que ellos desearon conservar como fuese

 

 

Risas…

 

 

En Japón, la entrevista era admirada por todos los allegados de la pequeña Ely. La televisión era de los pocos medios que podían usar para ver a su niña florecer, no se perdían nada y gracias a eso, ahora mismo Mari se reía como loca incluso despertando a su pequeño retoño al que trataba de calmar, pero seguía riéndose escandalosamente, hasta que tuvo que ceder el cuidado del pequeño, al padre. Hiroko reía bajito, Toshiya ya brindaba por el valor de su nieta. Las trillizas lo grabaron todo y lo harían viral con un conjunto de imágenes humorísticas. Yuko casi se moría ahogada, Takeshi trataba de revivirla. Minako golpeaba la mesa con fuerza mientras pedía dos botellas para festejar. Todo eso mientras la pequeña Ely rebelaba su origen con orgullo. Tadashi y Yuuri estaban sólo mirando la pantalla con una sonrisa, su pequeña era fuerte, pero estaba un poco loca por revelar eso de repente. La prensa la acosaría como nunca y, aun así, se sintieron dichosos de ser mencionados por aquella dulce pequeña. Su pequeña.

Todo era risas, emoción, alegría, pero cuando vieron la imagen de la agresión por parte de Irina hacia Elizabeth, vino la furia. Muchos gritaron a la pantalla, ya se posteaba cosas en las redes sociales. Naya llamaba diciendo que haría historia con eso y solicitaba imágenes de alguna cosa de la familia con Irina, porque ella misma la usaría para un reportaje a lo grande. Yurio se levantaba lleno de furia –pues había ido a Japón por vacaciones- y llamaba para insultar a Viktor por dejar que agredieran a su hija. El caos nació con sólo esas imágenes

 

 

—parece que debimos ir a Rusia lo más antes posible — la voz serena de Yuuri escondía su indignación

—así es — Tadashi apretaba el puño con furia al ver aquella imagen, mientras que Yuuri se mantenía con calma

—Ely a aprendido a mentir y a sobreactuar — suspiraba Yuuri, pues notó claramente esas lágrimas exageradas, un poquito falsas, pero no la iba a recriminar. Ely tenía todo el derecho de desquitarse, pues suponía que Irina se lo ganó a pulso

—pero la sorprenderemos. Debemos confiar en que luchará por un tiempo más — Tadashi se obligó a calmarse mientras acomodaba al pequeño cuerpo que volvía a dormir y sostenía con su brazo libre

—sí, lo sé — Yuuri suspiraba mientras admiraba el violín en sus manos — le daremos una sorpresa como sea, aunque sea improvisada

—alguien me debe un favor — sonreía Tadashi — entonces… hay que regalarle algo a Ely

—¿qué tramas?

—ella hará el espectáculo en Inglaterra — sonreía el castaño mientras marcaba un número en su celular. Yuuri lo miraba con curiosidad, pero simplemente esperaba, porque sabía que Tadashi podía salir con locuras ocasionales — ¿ni-sama? ¿Recuerdas el favor que me debes?

—el que me debe un favor eres tú — refunfuñaba alguien desde el otro lado de la línea

—¿y lo de tu esposa no cuenta? — claro, Tadashi sabía negociar. Era cosa de familia

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Vengo a confesar que me costó mucho corregir esto, porque andaba con pereza. Pereza justificada, pues ahora mi horario en la universidad me absorbe hasta los sábados, los mismos que antes usaba para escribir y editar mis fics, peor ahora llego exhausta. Ha sido muy duro mantenerme despierta mientras hacía la corrección y aún mblicar historias, ver sus reacciones en cada capítulo, leer sus comentarios y responderlos cuando se puede. En fin… creo que esto me mantiene cuerda en un mundo de estrés

Ahora con el fic… ¿Extrañaban a Yuuri? Pos tendrán a Yuuri en el siguiente capítulo

¿Cómo interpretan el dolor de Viktor? ¿Suficiente castigo? Recuerden que ahora Ely tiene catorce años, así que han sido AÑOS de rechazos, peleas y desprecios… duro, demasiado duro

¿alguien dijo reencuentro? XD

Nos veree falta otro fanfic… pero saben, lo hago porque me gusta pumos en la siguiente semana~

Muchos besos~

L@s ama: Krat

 


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