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Un ángel de paso por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holas~

Lamento la demora, pero ya estoy aquí

Sigo viva~

XD

Espero disfruten del capítulo 

 

 

Rusia…

 

 

Suspiraba profundo antes de continuar. Miraba el hielo con profunda añoranza, pues no dejaba de recordar a su padre, sus abuelos, los Nishigori, a todos, pero ahora solo podía entrenar en soledad, acompañada solamente por Viktor. Tener a su progenitor cerca le daba lo mismo, incluso llegaba a ignorarlo muchas veces, pues nadie le quitaba el resentimiento hacia aquel patinador ruso de doble cara. Muchos pelearían por tener a tan aclamada estrella como entrenador, pero Elizabeth simplemente quería que alguien se lo llevara lejos por mucho tiempo y que la dejase en paz. A veces se sentía muy mal por tener aquellos pensamientos, creía que no debería ser tan cruel, pero no podía evitarlo. El problema se había acrecentado desde que tenía restricciones más rígidas que antes

Cuando Ely empezó a compartir la pista de hielo con algunas muchachas que compartían su afición por el patinaje, fue claro que se le hacía fácil entablar amistades. Elizabeth sabía cómo sonreír y ser amable, cualidad heredada por su papi y de la que estaba orgullosa. La pequeña se crió en un ambiente tan agradable que no tenía timidez alguna. Yuuri se había esforzado por criarla con una personalidad segura y eso se notaba con cada pequeña broma que ocasionaba que todas las niñas rieran en conjunto antes de volver a la pista, para seguir deslizándose con soltura. Viktor había sido dichoso de ver esa forma de actuar en su hija, por eso le había permitido seguir practicando con una maestra particular en un grupo grande… pero eso no duró mucho  

Ely sólo sabía inglés en un buen nivel, el ruso no era su fuerte y le era difícil acostumbrarse a todas las niñas que la acompañaban, pues Viktor no quiso que estuviera en un grupo mixto, pero lo logró. Tardó un poco en poder comunicarse con fluidez usando el idioma ruso, practicaba en la escuela y secretamente lo hacía en casa, pero no se rendía. Hizo muchas amistades y eso fue lo que se desencadenó el desastre. A pesar de todo el cuidado que tuvo, aún era muy pequeña y por eso no podía evitar cometer un error

 

 

—no puedo creer que tu padre sea Viktor Nikiforov

—lo es — rió bajito para no llamar la atención, pero no porque estuviera feliz de tener a Viktor como su padre, sino porque sus compañeras no se fijaron en el hecho de que, quien la recogía en las tardes en un auto de lujo, era… Viktor

—debe ser increíble

—¿te gusta Viktor?

—Elizabeth… yo adoro a Viktor — entonces todas las niñas se acercaban a preguntar y Ely se agobiaba, pero se aguantaba porque era necesario

—¿puedes conseguirme su autógrafo?

—¿podemos ir a tu casa alguna vez?

—quiero hablarle

—tendré que preguntárselo primero — sonreía con amabilidad. Ely compadecía a todos los que no conocían al hombre real, sino sólo a la figura famosa — no es tan fácil como creen

—¿y tu mamá? ¿quién es?

—es la persona más maravillosa del mundo — sonreía. Tal vez Viktor le prohibió mencionar a su papi, pero eso no quería decir que no podría decir que estaba orgullosa de él — pero no es un ella… es un él. Es mi papi

 

 

Eran con cosas simples como esas pláticas que logró ganarse la confianza de la mayoría y era muy agradable, porque podía pasar una tarde llena de risas. Una infancia bien forjada, en donde intentaba ser lo más feliz que pudiese, pero sin olvidar sus prioridades. Llegó el día en donde Viktor se retrasó, Ely tenía entonces tiempo de charlar con las niñas que esperaban a sus padres y pidió un favor. Su amiga más cercana aceptó, era así que la pequeña de cabello plata usó el celular ajeno. Un triunfo demasiado grande para ella, pues ese celular sí tenía acceso a redes sociales y a videos en línea. Se apresuró a buscar alguna pista, alguna cosa, un contacto, se sabía de memoria los nombres de todos y sólo fue cuestión de teclear un poco

Repitió aquello en algunas oportunidades, siempre que tenía presente que Viktor tardaría en recogerla, pues no quería que la descubriese, pues hace tiempo que entendió que el ruso jamás la dejaría contactarse con Japón. Se excusaba diciendo que su padre no le gustaba que se metiera en esas cosas para perder tiempo, así que no tenía un celular propio y necesitaba averiguar algo sobre un patinador que deseaba conocer. En una de las ocasiones logró ver el perfil de alguien que reconocía, pero claro, no se aguantó el grito emocionado, ni el festejo con sus compañeras y eso solo hizo que Viktor se diera cuenta, pues había llegado antes de lo esperado. Lo demás era historia, de nuevo privada de aparatos electrónicos que no fueran los que estaban en casa, los mismos que tenían restricciones a ciertas páginas. Además, le quitaron la única oportunidad de disfrutar la compañía de chicas de su edad en la pista. Estaba fúrica, pero no pudo hacer más

 

 

—necesito ver a otras niñas de mi edad

—eso puedes hacerlo en la escuela, Elizabeth

—¡no quiero volver a patinar sola! — se quejaba con los puños apretados mientras perseguía al mayor por la sala de su casa

—a partir de hoy, seré yo quien te entrene y patine contigo — su mirada azulina mostraba un enfado que Ely se acostumbró a ver — entiéndelo y acéptalo, jovencita

—me niego — no le tenía miedo a la seriedad de Viktor, lo enfrentaba — no quiero, no lo acepto

—pues no tienes nada más que eso ahora. O soy tu entrenador o no saldrás a patinar jamás

—eres cruel — se quejó con lagrimillas acumuladas en sus ojos, pero que se negaba a soltar — y así quieres que yo sea feliz

—te estoy protegiendo de malas influencias, los Katsuki y todo Japón es una de ellas. Soy tu padre y sólo velo por tu futuro

—tú no eres mi padre — estaba harta de las mismas discusiones. Conocía que el asunto era caso perdido — sólo eres Viktor

—basta de decir esas cosas, Ely

—¡sólo digo las verdades! — apretó los labios y se dio media vuelta para dirigirse a su cuarto

—¡Elizabeth!

—no quiero hablar contigo y tampoco estoy de humor para mirar a tu madre

—¡debes aprender a comportarte jovencita!

—lo haré cuando tú dejes de ser un CRETINO — y era la despedida antes del portazo que la separaba de aquel ruso

 

 

Viktor se volvió su entrenador personal, pues Ely no quería alejarse de lo único que le traía un poquito de felicidad en esa caótica estadía en el extranjero. Sólo se la pasaba con él sobre el hielo, era frustrante en ocasiones, pero no podía renegar de su entrenador, pues a pesar de todo… era bueno hasta cierto nivel. Su vida se resumía en un día a día con Viktor y con Irina, no le gustaba, pero no tenía más opción. Lo único bueno que veía a aquello era que a pesar de los berrinches que hiciera, jamás volvió a tener una agresión más. Viktor podía ser un idiota sin corazón, pero era una figura de autoridad absoluta en casa y el que dictaminó que Elizabeth era inmune a maltratos físicos. Irina jamás podría volver a levantarle la mano a Elizabeth, ni ella ni nadie, pues el propio Viktor mostró que jamás haría algo así o aprobaría de nuevo un comportamiento de ese tipo

La pequeña, ahora Nikiforov, vivía en vigilancia continua, acrecentada desde algunos incidentes en días como cualquier otro, pues encontrar un aparatito con internet no era tan difícil. Elizabeth seguía intentando comunicarse con su familia real, llegó al punto de contrabandear un celular a casa, pero claro, no salió tan bien como esperaba porque una de las sirvientas la descubrió. En otra ocasión, Yurio se había escabullido en la pista de patinaje en donde Elizabeth practicaba, buscando la mejor oportunidad de acercamiento y cuando Viktor salió a atender una llamada fue la oportunidad esperada

 

 

—mocosa, eres difícil de localizar, ¿sabías?

—basta de saludos y dime… ¿cómo estás? — Elizabeth no se sorprendió aquella vez, porque obviamente había percibido la presencia de un alfa cerca de sí

—vaya, vaya, has madurado un poco — sonrisa socarrona, postura relajada. Yurio no dejaba de seguir insistiendo en ayudar a esa mocosa con bellos ojos marrones

—leí unos libros — reía mientras se abrazaba a la cintura del rubio — además Viktor me enseña eso de ser alfa

—pero eres muy pequeña aún — le acariciaba los cabellos con cuidado, en un gesto de cariño que le nacía de alguna parte. Tal vez porque al ver a Ely recordaba a Yuuri — tienes mucho que aprender

—lo sé… ¿me ayudas, sensei? — se reía mientras sentía que metían algo en su bolsillo

—no hay tiempo Elizabeth — su seriedad salía a flote entonces, porque sabía que no podía triunfar sólo por pura casualidad — intenta buscar en internet los videos del katsudon — susurraba mientras escuchaba el resonar de unos pasos

—es difícil sino tengo… oh — palpó su bolsillo y reconoció el aparatito. Yurio al parecer no era idiota — lo haré

—primer video en la lista y que no te descubra pronto, mocosa

—¡¿qué haces aquí, Yurio?! — Viktor parecía haber ingresado con apuro. Instinto de alfa suponía Ely, pero no lo entendía bien, porque recién empezaba a diferenciar un beta y un omega

—¿acaso no puedo venir a ver a mi pupila, anciano estúpido?

—aléjate de mi hija

 

 

Yurio fue descubierto justo antes de que al menos entablara una conversación decente con aquella pequeña, pero al menos dejó un regalo disimulado. Ely vio la pelea de aquellos dos alfas y excusándose de no querer traumarse, huyó a la sección de los casilleros. Sabía que el ruso progenitor que tenía no era idiota, al menos no tanto, por eso tenía que ver el video con rapidez, tenía tiempo límite, el mismo que Yurio usara para detener a su compatriota en una pelea violenta, pues el sonido de golpes se percibía desde lejos. Elizabeth sólo tuvo que desbloquear el celular y presionar el video que se mostraba de fondo, el mejor regalo que podían darle. Se fascinó al ver a su papi en un kimono nuevamente, tocando aquella flauta con tanta pasión como recordaba, hasta sintió el escozor en sus ojos debido a las memorias dulces de su infancia.

Cuando Viktor la encontró, ella ya terminaba de leer aquellos hermosos créditos en donde el amor de un padre se revelaba en pocas líneas, el amor de una familia se mostraba en una imagen grupal de quienes sostenían un cartel que profesaba “te amamos, mi pequeña luz”. Quería ver más, sabía que debía haber más y fue por eso que incluso se escapó a los baños y se encerró en un cubículo. Tres videos elaborados, esos fueron los que pudo lograr ver, uno más bello que el anterior y supo que su papi jamás la iba a olvidar o dejar de intentar reunirse con ella. En su vida, no hubo momento más tierno que ese, incluso si no duró mucho, porque Viktor le quitó el único aparato que la enlazaba con Japón

Viktor se había vuelto como un carcelero desde aquel incidente, Irina era la jefa de la prisión y Ely era la condenada a cadena perpetua. La niña había hecho esa comparación tantas veces que ahora hasta le parecía gracioso. Se tuvo que acostumbrar simplemente a centrarse en su aprendizaje en el frío hielo y a la desconfianza que forjó en Viktor, pero lo valió. Se enfocaba en las clases de ballet en la que las niñas tenían prohibido el uso de aparatos electrónicos, obviamente esa fue una petición del grandísimo idolatrado señor perfección Viktor Nikiforov y tal vez un soborno de Irina ayudó. Una mente sana que estaba siendo enturbiada por dos adultos que no deberían hacer aquello, pero ya era tarde para recomponer ese error

Ely ya se dio cuenta del juego del par de personas que ahora eran sus tutores legales. No era tonta, le bastó con ver algunas películas, comprobar teorías, buscar información en internet y al final supo qué era la corrupción, cómo se hacía, por qué existía. Como fuere, ella les sacaría provecho y de paso se vengaría un poquito con sus travesuras, porque sabía que Viktor jamás le pondría ni un dedo encima, que la defendería a capa y espada, porque tal vez en el fondo sentía culpa de todo lo que le estaba haciendo a su hija. Una madurez adquirida debido a la tristeza de ser arrebatada de su cuna cálida

 

 

—vamos, Ely. Ya terminamos por hoy

—Un momento. Sólo una vez más, Viktor — Ely sonreía al ver la leve mueca del mencionado, adoraba eso, porque nunca, y lo podía repetir, NUNCA iba a llamarlo padre o algo por el estilo

—has progresado mucho en estos meses — suspiraba mientras veía a su hija intentar un salto más. El cabello recogido en un moño alto, la ropa un poco floja para movilidad, la mirada puesta siempre al frente, aquella resistencia casi anormal — felicidades

—gracias, supongo — decía mientras trataba de pararse de nuevo y seguir, pero sabía que ya no podía, estaba cansada — ya está. No puedo más

—tienes la resistencia de Yuuri — susurraba, pero su hija parecía leerle los labios o la mente

—me ejercitaba con papi. Corríamos en la mañana, jugábamos de camino a la escuela, en la tarde iba al ballet, hacía deporte, iba a la pista de hielo. Todos los días era una combinación de todo. Todo era divertido — decía acercándose al mayor y sonriendo como cualquier niña — fui muy feliz

—¿no puedes serlo ahora? — le dolía ver aquella felicidad en su hija, una felicidad que mostraba sólo cuando recordaba el pasado

—¿Por qué lo sería? — su tono de voz no cambiaba. Sonreía cual infante mientras saltaba hasta llegar al lugar donde se sentaba a retirar sus patines — no tengo motivos

—no digas eso, Ely

—¿eh? — decía alargando su expresión hasta quedarse sin aire — pensé que me dijiste que no debía mentir Viktor. Y como prometí ser buena niña, lo estoy haciendo… digo la verdad — balanceaba sus piernas bajo la atenta mirada del de cabellos similares a los suyos — no soy feliz aquí y la verdad ni siquiera quiero intentarlo — sonreía con diversión antes de empezar a quitarse esas cosas de su cabello, las que Viktor le colocaba para que sus mechones no le estorbasen si se caían

—¿puedo hacer algo para cambiar eso? — se acercaba a su hija, sentándose a su lado e intentando sonreír con cariño, eso a pesar de que se sentía triste al saber que su niña no era feliz a su lado

—darme internet, traerme a papi, devolverme a Japón, decirle a Irina que deje de rebuscar en mis cosas todas las tardes pensando que me estoy enviando cartas con Yuuri, mi papi — decía sin dejar de lado esa fingida naturalidad llena de felicidad, sonrisas, diversión y que escondían resentimiento profundo hacia su progenitor

—algo aparte de eso — respondía como en innumerables ocasiones. Perdía la sonrisa que le caracterizaba, de hecho, la había perdido desde que Ely empezó a comportarse de aquella forma. Pareciendo la niña más normal del mundo, pero diciendo todas esas cosas que le herían de alguna forma — eres mi pequeña hija, quiero hacerte feliz

—deja de ser mi entrenador

—No. Si te dejo con alguien más, buscarás contactar con… Japón

—ni siquiera te atreves a decir su nombre. Eso se ve mal, ¿te pesa la conciencia, Viktor? — sonreía mientras se calzaba sus zapatos de fina marca, con la ropa de la más alta calidad, con todo comprado en tiendas exclusivas y que, debía admitir, eran lindas, pero las quería arrojar lejos o venderlas. Tal vez cambiarlas por una sola cosa y esa era ver a su papi, aunque sea un solo día

—Elizabeth, deja de comportarte así conmigo — la admiraba levantarse y darle frente

—Viktor — permaneció balanceándose sobre sus propios pies — te odio — la sonrisa más brillante se mostraba con plenitud mientras, saltando, se alejaba de ahí. Ella dejaba atrás a un Viktor con las palabras muertas y el orgullo herido

—Elizabeth, decirle eso a tu padre es incorrecto — salido de su estupor, perseguía a su hija por el lugar, dirigiéndose a la salida en donde, seguramente, los siguientes en usar la pista esperaban

—¿quieres verme feliz? — dijo apretando los puños y parándose en la entrada donde muchas personas los miraban, pues Viktor era bien conocido y ella de alguna forma también — ¿harías lo que fuera, aparte de las prohibiciones? — sonrió elevando un poquito su voz

—si — dijo con una sonrisa porque sentía las miradas sobre si y debía aparentar esa fina imagen que hasta ese punto nadie logró destruir — dime mi Ely, ¿qué quieres?

—¿Me juras que lo harás? — Elizabeth actuaba con inocencia y Viktor supo que se condenó solo

—claro mi pequeña hija — vio a todos ponerle atención y trató de acercarse a Ely para que eso quedara entre ellos, pero Ely saltó feliz alejándose disimuladamente, como si todo eso fuera un festejo infantil cualquiera  

—¡genial! — Elizabeth conocía de la necesidad del ruso por mantener una imagen impecable, donde no mataría ni una mosca. Lo pensó por días, lo planeó y ahora lo aplicaría… debía triunfar — Viktor hará lo que yo diga, ¡lo prometió! — decía elevando sus manos con felicidad antes de girarse hacia el ruso

—dime, ¿qué quieres? — brillante expresión como cuando habla con la prensa

—retira la denuncia contra Tady. Sácalo de la cárcel y déjalo en paz — dijo con una sonrisa esplendida mientras caminaba balanceando sus brazos de un lado a otro, mirando a las personas que allí escucharon. Esos individuos seguramente escucharon de algo parecido en las épocas anteriores, noticias tal vez, pues todo el chisme relacionado con el ruso siempre era conocido — sácalo de aquel lugar y te prometo verle el lado bueno a la vida. Eso es lo que quiero

—Elizabeth — iba a soltar un enorme NO, pero vio las miradas posadas sobre sí. Quería enfadarse con su hija, reclamarle por pedir aquello, pero… las miradas, la promesa, su palabra, ¿qué hacer? — yo…

—vamos, me lo prometiste — presionaba, cambiando su carita alegre a una que entristecía de a poco — me mentiste entonces — dijo ya mirando al suelo y dejando sus brazos caer a cada lado, para después dar pasos hacia las personas que la veían — Viktor me mintió – dijo para que la escucharan mientras sus lágrimas empezaban a acumularse. En verdad le dolía pensar en su daddy… el mismo que estaba encarcelado en Japón

—Ely espera. Yo no puedo hacer eso — ¿Cómo su hija se enteró de eso? Seguramente pidió un celular de nuevo

—está bien — mencionó dejando sus lágrimas escapar y ganándose miradas curiosas — si Viktor mintió, está bien — salió del lugar con prisa, sin mirar al otro. Aun recordaba cuando encontró aquella noticia mientras usaba el navegador en las computadoras de la escuela… esa era su única vía libre de comunicación con el exterior. En la escuela, Viktor no tenía poder, al menos esperaba que jamás lo tuviera

—Ely espera. ¿No puedes pedirme otra cosa? — logró alcanzarla y levantarla en brazos. Caminó lejos para disimular la treta de su hija — no puedo hacer eso

—tú lo metiste ahí, ahora sácalo… puedes hacerlo — insistió con la voz quebrada

—¿cómo sabes que yo…?

—leí una noticia en un celular. No me puedes… encerrar en todo momento — dijo apretando la chaqueta del ruso y mirándolo con seriedad. Elizabeth iba perdiendo la sonrisa y mostrando sus lágrimas que, en esa ocasión, eran reales, salidas de su más grande dolor, porque cuando se enteró de aquello le dolió y mucho. La noticia en internet no estaba completa, era un artículo que encontró mientras jugaba en una de las computadoras de la escuela, colocando la última sección del buscador virtual — lo vi y era de Naya… yo la conozco, papi la llevaba a casa a veces

—no llores — verla llorar le hacía sentirse basura. El dolor de su hija opacaba su rabia ante la mención de ese beta, disminuía su rencor, sus plan de venganza. Todo su ser caía ante su hija — Ely no llores

—si lo sacas de allí, yo prometo comportarme bien… tratar de llevarme bien con Irina… y contigo — sollozó porque aún era una niña, una que trataba de portarse como adulta para darle la contra a la persona que la sacó de su casa

—lo que pides es mucho

—¿y lo que ganas es poco? ¿Es eso? — decía con calma limpiándose las mejillas y pidiendo con un empujón que la bajaran, pero en vez de eso solo recibía un abrazo desesperado por parte de Viktor

—quiero que al menos intentes adaptarte a tu hogar, que ya no pelees, que seas… una niña

—saca a Tadashi. Sácalo de esa prisión

—yo…

—HAZLO — le gritó removiéndose entre los brazos del que alguna vez fue su ídolo, ahora su entrenador y, aunque odiara admitirlo, su padre — ¡Hazlo!

—está bien — suspiró resignado. SI al menos tenía la esperanza de que su hija ya no lo odiara en demasía… valdría la pena

—y debes dejar que yo hable con él, para que me diga que salió

—jamás… ¿acaso no confías en mí? — Elizabeth negó con su cabeza y Viktor sintió una punzada en su pecho

—entonces déjame hablar con Naya, para que ella me diga si Tady salió de allí — dijo sin dejarse vencer — ella no me mentiría. Esa es la cosa que pido

—maldición — se quejaba sujetando sus cabellos, apretando los dientes y tratando de calmar su rabia — está bien… lo haré  

 

 

La pequeña entre lágrimas se relajaba, disfrutaba de su calma temporal y sonreía sin que nadie la viera, ocultando su rostro entre sus manos. En un intento de imaginarse que era a su papi a quien tenía tan cerca, se aferraba a Viktor en un abrazo desesperado. Lo había conseguido, nadie podría entender la tremenda felicidad que la estaba invadiendo. Logró reparar una de las cosas que no le habían dicho que estaba rota tiempo atrás, cuando la sacaron del país oriental. Logró proteger a la persona que siempre vio como su padre legítimo a pesar de que no llevara su sangre. Logró que su Tady no sufriera más y que su papi tampoco lo hiciera, en eso pensaba la pequeña

Ely sollozó porque estaba emocionada y a la vez porque estaba triste, desesperada. No quería ver a esas dos personas como su familia y aun así tenía que lograrlo, porque de esa manera podría ser capaz de manipular al ruso. Necesitaba tratar, al menos, de tener una vida pacífica y si las cosas salían bien, lograr que aparatos electrónicos le fueran cedidos. Elizabeth sabía que por medio de eso podía al menos dejar un mensaje, o que tal vez su papi intentara comunicarse con ella. Los videos eran la viva prueba de que su familia, sus raíces en Japón, trataban de mantener vivo el vínculo que formaban. Por ellos debía seguir siendo fuerte, sólo por ellos  

 

 

Japón…

 

 

Yuuri jadeaba. Lo hacía mientras terminaba de tocar la melodía elegida para su flauta traversa destinada al siguiente video. Su aire lo había abandonado en la última parte y estaba tratando de reponerse mientras se arrodillaba en el suelo. “River Flows in You” esa melodía fue difícil, demasiado para su condición física actual, pero expresaba la desesperación de su alma ante la lejanía de su hija y el deseo infinito por volver a tenerla junto a él. Escuchaba los aplausos de un par de personas, a parte de las trillizas, que habían pasado por allí y se habían quedado escuchándolo. Yuuri sonreía feliz porque al parecer salió bien, se sentía tranquilo porque liberó estrés mientras movía sus dedos sobre la flauta para su propia satisfacción y no solo por trabajo. Tal vez debió haber hecho eso antes

 

 

—¡YUURI! — ese grito sacó de su festejo a las trillizas, quienes casi dejan caer las cámaras que tenían para grabar los diferentes ángulos del azabache que usaba un kimono sencillo de color blanco con adornos de peces carpas — YUURI… YUURI, ¡YUURI! —  en el aire se movían los rizos negros de la persona que gritaba con desesperación y corría tan rápido como le fuese posible

—Naya — Yuuri entonces se levantó y sacudiéndose el leve rastro de polvo, sonrió caminando al encuentro de la chica un poco loca — no grites o te quedarás afónica — bromeó, pero no esperó que la chica casi lo arrojara al suelo cuando lo abrazó e intentó levantarlo en el aire, pero desistió porque aún estaba cansada y sin mucho aire

—yo… YO… ¡YUURI! — ni siquiera podía hablar y ya gesticulaba con sus manos

—cálmate Naya — se reían las trillizas mientras le cedían un poco de agua para que se calmara — ¿qué pasó?

—¿por qué nos asustas así? — Lutz miraba a la ex reportera formal con una mueca — me dará un infarto y aun no edito esto — decía mostrando su cámara

—yo tengo que darte una buena noticia — sonreía divertida al ver el rostro de Yuuri iluminarse levemente, pues hace mucho que no recibían buenas noticias

—son sobre… ¿Ely? — con emoción y a la vez con miedo, Yuuri dijo aquello, esperando a que la otra hablara

—si — sonrió y las trillizas empezaron a saltar emocionadas antes de bombardearla con preguntas simples

—¿qué pasó?

— espera, primero debo contarte la otra noticia — se palmeaba el pecho y soltaba una leve risa. Ella también estaba excitada por aquel asunto, feliz como desde hace tiempo no lo estaba. Más feliz que cuando le gritó a toda la prensa que era una mierda vendible a un alto precio y que por eso ella renunciaba a su trabajo formal y sería independiente. Ese fue un gran día  

—habla de mi hija primero — pidió Yuuri sujetando los hombros de Naya y zarandeándola un poco — dime, ¿qué es? ¿Qué sabes?

—¡hablé con ella en la mañana! — se reía abrazando al japonés — hablé con ella y me dijo que está bien, que te quiere. Le dije que la amas, que esperas verla pronto. Le deseé un feliz cumpleaños atrasado en nombre de todos. Le dije muchas cosas sobre ti con rapidez porque tenía tiempo límite — decía con las palabras apuradas — ella me dijo que Viktor le permitió esa llamada para verificar una noticia

—¿cómo que Viktor la dejó? ¿Y por qué no me llamó a mí? — decía con miedo de la respuesta. No le gustaba involucrar la palabra “Viktor” con las nuevas noticias  

—obviamente Viktor no quiere que hables con Ely — suspiró Naya y miró al azabache — pero lo importante es que ella te ama. Te mandó saludos, de hecho, mandó para todos, y dijo que no te preocupases. También dijo que hizo travesuras para lograr lo que te quiero contar después de que dejes de llorar — decía abrazando al azabache para reconfortarlo — calma, Yuuri

—lo siento — su voz se quebraba… era normal

 

 

¿Cómo no llorar? Su pequeña hija le había dejado un mensaje. Sea como fuere, al menos sabía que ella estaba bien, que hacía travesuras como cualquier niña de esa edad y que Naya logró decir todo lo que la familia quería transmitir. Ely ahora sabía que los Katsuki y Nishigori no hacían más que pensar en ella, que la amaban y que desearían estar a su lado en las fechas importantes.

Yuuri tardó unos largos minutos en terminar de sollozar incontrolablemente mientras sentía su cuerpo más ligero, más agradable de llevar. Saber de su hija era lo mejor que podía pasarle, eso calmaba su corazón destrozado y minimizaba sus temores. Estaba emocionado y sentía la vida más brillante. Esperaba llegar a casa y contarles a sus padres lo que Naya le decía mientras él se calmaba. La mujer relataba las cosas con simpleza, todo acerca de la corta conversación con Ely

 

 

—hay algo más que pasó y la razón por la que Ely me pudo llamar — sonrió Naya mientras captaba la atención de todos — Yuuri… escucha

—Naya, creo que no podré sorprenderme o alégrame más de lo que ya estoy — sonrió, pero guardó calma escuchando lo que a ex reportera le decía — dime

—¿recuerdas al hermano mayor de Tadashi? Ya sabes el alfa, abogado, buen mozo, que se cree el rey del mundo… el tal Ryu — reía divertida porque lo habían visto unas veces por allí desde que a la familia Osuma se le ablandó el corazón — ya sabes, él… al que acosaré si me tienta

—¿qué tiene que ver eso? — Yuuri aún se limpiaba las lágrimas

—adivina qué fue lo que logró — sonrió con misterio y picardía, pasando su mirada desde Yuuri hasta las trillizas, que con la boca abierta tal vez adivinaron aquello — adivina

—¿bajar la condena? — recitaron las tres

—¿Demostrar que Tadashi no es mala persona? — suspiraba Yuuri. Ya habían intentado de todo sin resultados positivos, ¿qué más podrán hacer?

—lo sacó… de allí — se reía Naya al ver que el azabache tardaba en reaccionar — logró cancelar esa condena. ¿Cómo lo hizo? — decía moviendo sus cejas de arriba hacia abajo en repetidas ocasiones — Ely… Ely chantajeó a Viktor con alguna cosa — se reía débilmente mientras veía la impresión en el japonés

—Ely… ¿hizo qué?

—no me dijo — sonrió con dulzura — pero al parecer tu hija es demasiado tenaz como para lograr esa hazaña. No se dejó engañar y de alguna forma se enteró lo de Tadashi

—no puede, ¿qué más sabe? — se asustó. Yuuri no quería que su hijita supiera todas esas cosas espantosas que Viktor les hizo

—al parecer nada grave — sonrió con comprensión — pero lo importante es que… liberarán a Tadashi mañana… y si no lo hacen. Yo misma haré el escándalo del siglo y Ely, como sea, se enterará

—mi niña… ¿qué ofreció? No quiero que sea infeliz — le aterraba esa posibilidad

—aprecia lo que tu hija hizo por Tadashi — sonrió Naya mientras palmeaba la espalda de Yuuri — además, Viktor es sobreprotector, eso dice la prensa. Ely ha salido en varias fotografías sonriendo… sabes que Viktor no dañaría a su pequeña hija

—lo sé… o tal vez no lo sé — dijo mordiéndose el labio mientras las gotas de sus ojos empezaban a resbalar nuevamente. Se había puesto sensible últimamente — pero me preocupa de todas formas… son dos contra uno… y mi Ely está en el nido de las víboras

—creo que se te pegó el hablar de Tadashi — sonrió Naya — mejor volvamos a tu casa. Seguro que alguien te espera allí

—si — se limpió las lágrimas y se permitió sonreír

—¡es verdad! ¡Oka-chan debe estar en apuros, ha perdido practica atendiendo esos casos! — se reía Lutz — vamos, ¡vamos!

—debes contarles a todos — sonrió Naya — y prepararte para ir por Tadashi… confía en que las cosas mejorarán Yuuri

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Antes de nada, debo disculparme por la demora en subir el capítulo, pero he tenido complicaciones con mi PC y con la universidad. Un horario apretado y exámenes, diablos, al menos ya logré dormir de lo lindo XD

Ahora vamos con el fic. Ya vimos que Ely es la encargada de hacerle pagar todo el mal a Viktor, lo hace sufrir de lo lindo con cada rechazo. Esa chiquitina tendrá que seguir siendo fuerte. Y eso me lleva a decir que… el karma a veces es mucho más macabro y sutil :v si me entendieron, genial, y si no… pos no shé. Ya veremos en los siguientes capis

Me di cuenta de que debería editar mis primeros capis en cuanto a errores ortográficos y de guión largo, pero me da flojera. ¿ustedes qué opinan? Si me dicen que es necesario lo haré

Eso es todo por hoy

Muchas gracias por leer~

Muchos besos~

 

PD: Sus reviews serán contestados poco a poco bbs

 

 

 


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