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Cazadores del Mar Celestial por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

¡Buenas a todos! Sin que sirva de precedente, vengo rápidamente el primer capítulo. Supongo que tardaré algo más en colgar los siguientes, y también serán algo más cortitos que este que publico ahora. ¡Gracias a todos por leer y/o comentar!

Un chico de pelo morado abrió los ojos. Llevaba horas intentando dormir, se había hecho de día y todo. Pero no pudo. Ese día era el que, desgraciadamente, cambiaría su vida. Cumplía años. No tenía ni padre ni madre con quien celebrarlos, y desde hacía poco, tampoco a su tío, aunque seguro que sus amigos querrían hacerle un banquete en su honor, o algo parecido.

Pero no quería cumplir años. Cumplía dieciséis años ese día. Lo que significaba que tendría que empezar con el entrenamiento como soldado de la ciudad de Tirea… aunque probablemente acabaría en Argos. Tirea era muy pequeña comparado con la ciudad que le daba nombre a la región. La cuestión era que nada de eso importaba. No quería ir a la guerra. Ya sabía luchar, su padre y su tío le enseñaron pero… también cayeron en batalla. Simplemente sentía demasiada tristeza y sobre todo demasiado miedo para combatir.

Se levantó de la cama con pocas ganas y se miró en el estanque que tenía su casa. Él no tenía cara de guerrero. Quería ser pacífico, ser buena persona, no querer matar a nadie… ni morir. Le aterrorizaba el Inframundo, no quería perder la memoria ni vagar para siempre entre la niebla… que era lo que le esperaba en el Campo de los Asfódelos.

—¡Hey, cumpleañero! —le avisó alguien, desde el otro lado de la puerta—. ¿Estás en casa?

Se apresuró a abrirle la puerta a su mejor amigo. De pelo castaño y energía inagotable, ahí estaba, con una sonrisa en su cara… Tenma. O así le gustaba que le llamasen. Había una extraña tradición en la ciudad en la que, una vez se cumplían los diez años, los niños escogían su propio nombre, aunque no tuviera ningún sentido. Y el nombre anterior se olvidaba excepto para la familia.

—Hola Tenma… —Éste se apresuró a abrazarle y eso le animó, pero también sabía que estaba tan animado porque él también iba a luchar. Y él sí lo deseaba—. ¿Me has venido a buscar para ir a la academia militar, a que sí?

—Hikaru… Sé que no quieres luchar, pero… cambiarás de opinión. Kidou inventó una nueva forma de luchar hace poco.

Tenma cogió del brazo a su amigo y se dirigieron ambos hacia el centro, cerca del antiguo palacio, donde ahora había la academia militar.

—Espera Tenma, pero…

—¿Qué pasa?

—No quiero ir.

—Lo sé. Pero si no vamos voluntariamente, te vendrán ellos a buscar.

Quería aparentar seriedad, pero estaba escondiendo algo. Tenma era demasiado energético y sincero para ocultar algo o mentir. Se le daba fatal.

Se detuvieron de inmediato cuando vieron cruzar a la velocidad del rayo al mensajero de Tirea. Kazemaru. Hace unas semanas, él y Kidou habían ido a Delfos por algo que solamente los mayores sabían. Ahora volvía él solo. E iba directo al único edificio de piedra que había en la ciudad, la sala de reuniones del consejo de ancianos.

—¿Le habrá pasado algo a Kidou? —se preguntó en voz alta Hikaru.

—Nah, Kidou debe de estar volviendo a su ritmo. Probablemente no pudiera seguir el paso de Kazemaru. Es rápido como Atalanta. Ojalá algún día sea tan rápido como él.

Mientras hablaban, el peliplata desapareció de la vista de los jóvenes, así que Tenma volvió a tirar de su amigo como si fuera lo último que pudiera hacer en el mundo.

—¡Oye, oye! ¿Y qué pasa con…?

—Fueron al oráculo de Delfos a por una consulta, no pasará nada. No es la primera vez que lo hacen.

Hikaru volvió a quedarse en silencio, por lo menos más tranquilo. Tenma siempre conseguía eso de él.

Cuando llegaron a la academia, un edificio de piedra y barro reforzados con un patio enorme, Hikaru oyó ruidos dentro, de gente muy animada. Tenma llamó a la puerta, pero no se molestó en esperar a que le abrieran, simplemente entró, arrastrando a Hikaru con él.

—¡¡Muchas felicidades!! —gritaron todos al unísono.

Hikaru, sorprendido pero feliz (aunque podía habérselo esperado, pues era evidente), se abrazó a Tenma agradeciéndole la fiesta, y luego por los pocos amigos que tenía. Estaban, primero de todo, Ichiban y Hinano, con los que siempre compartía ratos muertos, porque solamente tenían un año más que él; y luego había invitados y conocidos de la academia, como Goenji y Midorikawa, entre unos pocos amigos y amigas más de la ciudad.

—¡Muchas gracias, chicos! Yo… no sé qué decir…

—La idea ha sido de Tenma —explicó Goenji, capitán de la guardia de la ciudad a la temprana edad de 27 años—. Pero los organizadores han sido Ichiban e Hinano. Son expertos en poner las cosas en orden.

Hikaru se siguió abrazando a gente, mientras escuchaba al rubio. Y luego se miró el enorme banquete que había preparado. Carne, fruta, vino (ahora que ya tenía edad)… Eso era un cumpleaños, y lo demás eran tonterías.

*  *  *

Kazemaru se precipitó hacia la sala principal, donde se encontraban los ancianos. Endou, uno de los mejores en la defensa de la ciudad, también estaba allí, precisamente. Esperó a que acabaran de hablar.

—… Argos quiere seguir con la guerra contra las ciudades del sur —explicó Endou—. Exige que entrenemos a más soldados para su ejército. Y nos amenaza con duras represalias si no lo hacemos. No creo que podamos sobrevivir mucho tiempo más por ninguno de los dos lados.

—Ya hemos perdido a demasiados hombres —habló uno de los ancianos—. Nuestros jóvenes se quedan huérfanos. Ya viste lo que pasó con la familia de Kageyama, es uno de los que se han sufrido más por la guerra que Argos está empeñada en ejercer contra las ciudades de las montañas. No entienden que la costa sur no está a su alcance.

—¿Y, entonces, qué? ¿Dejamos que Argos arrase nuestra ciudad? ¿Nos buscamos aliados contra ésta?

—Tenemos que convencerles de que acaben la guerra.

Entonces Endou dejó paso al mensajero para que hablara. Por un segundo, se miraron con un atisbo de sonrisa. Kazemaru tuvo que serenarse para hablar con claridad ante el consejo.

—El oráculo de Delfos transmitió, como siempre, un mensaje enigmático. La Pitia dijo: “La tormenta de estrellas llegará pronto. Luchad codo con codo con el gigante”.

Los ancianos, que iban susurrando entre ellos, se callaron al escuchar las palabras de Kazemaru. Estaban tan sorprendidos como Endou, aunque éste se mostraba más de acuerdo con lo que pensaba que transmitía. Algo que los ancianos no compartían.

—¿Apolo desea que sigamos luchando? —dijo sorprendido el que una vez instruyó tanto a Endou como Kazemaru en la guerra—. ¿Qué ha dicho Kidou de esto?

—Piensa lo mismo, que tiene que ver con Argos u otras ciudades. Pero no consiguió dilucidar qué quiere decir eso de la “tormenta de estrellas”. Dijo que tardaría más en volver. Quería que llegara yo antes.

—Probablemente cuando llegue nos podrá decir algo más al respecto —acabó Endou—. Por ahora, toca esperar. Volveré cuando Kidou vuelva.

Endou y Kazemaru se despidieron apropiadamente al consejo y luego se fueron. Kazemaru iría a su casa a limpiarse y a vestirse adecuadamente y Endou se dirigiría a la academia militar. El banquete de Hikaru debía haber empezado ya.

—Me alegro de que te encuentres bien, Ichirouta. Estaba preocupado. Has tardado más de lo que pensaba.

—Te tengo dicho que no me llames así fuera de casa… pero gracias. Kidou tuvo que parar varias veces a descansar durante el viaje. Estoy bien.

Estaban apenas a un metro, pero tenían ganas de abrazarse y dejarse llevar por la pasión… cosa que tardarían mucho en poder hacer. La capacidad que tenían por contenerse en público era buena, pero ese día tendría que ser digna de los dioses.

—¿Sabes cuánto tardará Kidou?

—Una semana más, probablemente. Dijo que iba a ver a un amigo suyo en Corinto.

—Eso está bien. Pensaba que tardaría más.

Se quedaron en silencio hasta que llegaron a casa de Kazemaru, que quedaba a medio camino.

—Nos vemos luego en la fiesta —dijo, mucho más animado, Endou. Con una sonrisa enorme le pasó un dedo por la nariz, cosa que hizo enrojecer al peliplata—. Me encanta lo susceptible que eres cuando hago estas tonterías.

—No te des aires porque tenga debilidades. Hasta luego. —Y le cerró la puerta en los morros. Aunque luego no pudo evitar sonreír, muy contento de ver de nuevo a Mamoru. Y estaba seguro que él también seguía sonriendo—. Maldito… me conoce demasiado.

*  *  *

Endou no se molestó en llamar a la puerta de la academia. Estaba abierta y el banquete había empezado ya, pero su entrada fue como si un dios rodeado de luz invadiera la entrada. Se plantó allí y dijo:

—¿Dónde está este cumpleañero? ¡Hay que darle un abrazo!

Todos se callaron por un instante, pero luego gritaron al unísono, felicitando a Hikaru de nuevo y algunos le pincharon para que se levantara, mientras que otros brindaban con sus anchas copas(1).

—Aay, Hikaru… cuánto has crecido. Eres todo un hombre ya. De pequeño siempre te escapabas solo al bosque y tus padres me regañaban porque te perdía de vista. Echo de menos tener que ir a buscarte por ahí.

—¡Ah, claro! ¡Ahora si me escapo te sientas a esperar a que vuelva! Eres un holgazán de cuidado…

Todos se rieron, mientras Endou le daba una colleja al cumpleañero.

—Ojalá Kidou hubiera llegado a tiempo, le encantan estos cumpleaños…

—Vamos, Endou, no te nos pongas sentimental, ¡que el vino se nos mezclará con agua y hoy no es buen día para sermones! (2) —dijo Goenji, rompiendo el silencio tristón.

—Tienes razón, ¡todos a comer!

La fiesta siguió como si nada. Varias amigas de Endou, Goenji y el resto de los mayores se acababan de sumar también (de hecho, Kazemaru entró silenciosamente a la fiesta en ese momento) y Aoi, gran amiga de Tenma, estaba machacando a éste y a Ichiban para que le dieran de una puñetera vez el mega-regalo al cumpleañero… aunque a todos les parecía evidente qué iba a ser. Aprovechando que Hikaru estaba distraído respondiendo a Hinano, los responsables del regalo se escaparon para traerlo. Aunque cuando Aoi tropezó con el borde del enorme escudo que llevaba y tiró la lanza al suelo, todo el mundo se giró en un silencio sepulcral.

—E-esto… ¡felicidades Hikaru! —dijo ella con toda la incomodidad posible.

—Aoi… —suspiró Tenma, con la mano tapándole media cara.

—Era inevitable… ¿tú sabes cómo pesa todo esto? —replicó Ichiban, que cargaba con la armadura de lino endurecido, un casco de bronce sin esa crin de caballo que sí tenían los mayores y una espada corta.

—Vamos, ven, ¡pruébate todo esto! —le espabiló Aoi, que aguantaba como podía. Tenma y Endou instigaron a todas las voces de la sala que lo hiciera.

Con paso bastante dudoso, Hikaru se acercó a sus nuevas armas. No le costó mucho ponerse la armadura, pues era muy ligera, pero tembló un poco al coger la lanza y el escudo. Era más miedo que falta de fuerza.

—¡Hala! ¡Realmente tienes aspecto de guerrero! —le halagó Tenma, sabiendo la poca gracia que le hacían las armas.

—Tu familia estaría orgullosa de ti —comentó Goenji.

—Bueno… gracias… —contestó Hikaru, con su timidez habitual.

—Sabemos que las armas no acaban de ser lo tuyo así que… te hemos traído algo más. El auténtico regalo —le anunció Ichiban, que volvió a desaparecer. Hablaba desde la sala de al lado—: Nos ha costado mogollón encontrar esto.

Tenma, Aoi e Hinano se pusieron al lado de su amigo, mientras esperaban impacientes al regreso de Ichiban. Éste volvió andando sin nada en las manos a parte de un pañuelo plegado. Todos lo miraron atónitos cuando entregó el pañuelo a Hikaru.

—¿Qué es?

—Ábrelo y verás.

Kageyama lo abrió con cierta desconfianza. Dentro había un colgante, una medalla de plata redonda con dos alas doradas grabadas en ella.

Sabía qué era.

—No puede ser… ¿Cómo habéis…?

—Ya te lo he dicho, nos ha costado muchísimo encontrarlo —dijo muy feliz el pelirrojo—. Se creía destruido, pero estaba escondido en las montañas que hacen frontera con el territorio espartano. ¡Casi nos buscamos la guerra!

—¡Estáis locos!

—Pero ¿qué es? ¡Enséñanoslo, caray! —se quejó Endou, con cara de niño.

Hikaru alzó las bridas de cuero del colgante y enseñó a todos la medalla. Todos se echaron atrás en sus sillas y empezaron a murmurar de asombro.

—Es… ¡el amuleto de Sísifo! —exclamó Midorikawa.

—Se dice que lo llevaba puesto cuando huyó del Inframundo y de la muerte —explicó Goenji, el único que estaba algo más tranquilo— y que lo perdió justo antes de que Hermes le capturara y fuera encerrado en el Tártaro (4).

—¿Qué quieres decir? —le preguntó Tenma. Él no había podido participar en la búsqueda del amuleto para despistar a Hikaru y que no se enterase de nada, así que él tampoco sabía nada del amuleto.

—Sísifo fue un tramposo, maestro de engaños y trucos. Engañó a la muerte. Pero engañar y huir son dos cosas distintas. El Amuleto Alado, como algunos le llaman, mantuvo a salvo a Sísifo mientras lo llevó puesto.

—En otras palabras —añadió Midorikawa—. Este amuleto es mágico. Le da a su portador la habilidad de prever el próximo paso de sus enemigos si están cerca. A Sísifo le ayudó a huir y vivir a su antojo durante años.

Hikaru conocía parte de la historia. Sabía que era de Sísifo, pero no sabía de todo el poder que tenía. Sus tíos siempre le contaban historias de Sísifo porque… bueno, era su antepasado. Lo que explicaba también la habilidad de su tío de planear estrategias de batalla.

—Ha vuelto a donde pertenece —dijo con tranquilidad Goenji. Él también lo sabía, así como el consejo de ancianos.

—¿Por qué? —quiso saber Hinano.

—Mi familia es descendiente directa de Sísifo —explicó Hikaru—. Tuvo otra línea de descendencia, además de la de Odiseo.

—¡Hala! —soltó Tenma—. ¡Tienes linaje heroico!

—Ahora se entiende todo —añadió Endou. Los otros le miraron curiosos—. La mala suerte de su familia también es culpa del propio Sísifo. Los dioses maldijeron todo su linaje por ir en contra del orden divino. Odiseo murió a manos de uno de sus hijos. Tu tío, tan experto en estrategia como él, cayó en batalla, dejándote a ti como único miembro vivo de la familia. ¡El Amuleto Alado podría significar la recuperación de tu linaje! ¡Es genial!

Y aunque el discurso había empezado deprimente, Endou acabó animando al resto a seguir con la fiesta. Hikaru se puso de inmediato el colgante y prometió a sus mejores amigos que jamás se lo quitaría. El amuleto dio efecto de inmediato, pues ya no le preocupaba tanto tener que entrar en batalla si estaba al lado de sus amigos.

*  *  *

Lejos de Tirea, en las montañas con la frontera espartana, dos vagabundos descansaron en una pequeña cueva. Uno de ellos se quitó la capucha, dejando entrever a su compañero ese pelo gris oscuro, algo rizado, que le llegaba al hombro. Empezó a buscar entre restos de lo que había sido una antigua zona de ofrendas, dedicada a un garabato donde se podía ver a un hombre arrastrando una gigante roca por una pendiente. Era el castigo de Sísifo.

—No está —dijo el chico de pelo gris, apenado, pero sin cambiar su tono de voz en ningún momento—. Ya se lo han llevado. Voy a necesitar de tu magia de nuevo. ¿Podrás?

—Si el portador es de tu linaje, sí —susurró el segundo chico, con la capucha aún puesta.

El mago trazó unos símbolos en el firme de la cueva, en la entrada. Luego empezó a hablar palabras ininteligibles a la luna, mientras el otro chico se ponía en el centro de los garabatos, delante de él, y acabó llamándola:

—… ¡Oh madre, señora de lo salvaje y la luna, Hécate Ctonia! (4)

Los símbolos empezaron a brillar con una luz verdosa y azul mientras el mago alzaba sus brazos para recibir el conocimiento que había pedido a la titánide. Esa luz de colores diversos envolvió al chico de pelo gris como un tornado e impactó en los ojos de color cian de su compañero mago. Éste absorbió toda la luz mágica hasta que los ojos brillaban en su totalidad de los mismos colores. Era como tener toda la luz de la luna a su servicio, pues iluminaba como una llama todo lo que tenía delante… pero debilitaba a su portador. El mago se arrodilló, cansado.

—¡Kirino! ¿Estás bien? —se alarmó el de pelo gris.

—No salgas del círculo —le replicó casi al instante, con muy mala leche.

El joven no se había dado cuenta de que los símbolos a sus pies aún brillaban. Solamente que los ojos de Kirino brillaban más. Se volvió a sentar, aun sabiendo lo que venía ahora.

—¡Agh! —se quejó el mago, dolorosamente.

Su espalda se torció hacia atrás, sus dientes se apretaron los unos contra los otros y los dos faros que tenía como ojos latieron con intensidad por un momento, hasta que se apagaron al fin.

—Shindou, del linaje de Odiseo. Tu primo lejano tiene el amuleto. Se encuentra en la ciudad de Tirea.

Entonces la luz de los símbolos se apagó y Kirino volvió a ser el de siempre. Su compañero de viaje le obligó a tumbarse dentro de la cueva para que descansase.

—Aun siendo hijo biológico de Hécate y teniendo poderes iguales a un dios, las posesiones de mi madre son dolorosas —sonrió Kirino mientras se acomodaba en la cueva—. Mañana estaré bien. Partiremos entonces.

—Está bien —sonrió Shindou, dejando que se recostase en su hombro.

 

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado :)

 

Notas:

 

(1): Esas “anchas copas” son los Kylix. Lo he puesto porque, si queréis, busquéis una imagen y compartáis conmigo lo jodidamente difícil de que debía ser beber vino de ahí sin derramar ni una gota XD. Aunque he resbalado en este caso, porque es una pieza de siglos más tarde… pero si cuela, cuela XD

 

(2): La broma de Goenji es algo probado: Los griegos mezclaban el vino con agua cuando tenían que hablar de cosas importantes, pero cuando era fiesta se lo bebían sin alterar, a palo seco. La broma de Goenji es que con el agua (el lloriqueo más bien XD) se alteraría el vino y no conseguirían emborracharse XD

 

(3): Sísifo fue castigado a cargar con una roca gigante en el Tártaro hasta la cima de una colina. Pero cuando llegaba allí, la roca rodaba hacia abajo de nuevo. Fue una idea que tuvo Hades para mantenerle ocupado y que no escapara de nuevo ni tampoco hiciera de las suyas con sus trucos. Y sí, algunos mitos dicen que fue padre de Odiseo, pero no todos. // Me he inventado el amuleto. En realidad Sísifo se ganó todo lo que se ganó por su inteligencia.

 

(4): Hécate no es una diosa olímpica, como Zeus. Es, podríamos decir, su prima lejana. Es hija de titanes (monstruosos) como los olímpicos, pero de otros titanes, así que se la llama “titánide”, para diferenciar de los dioses conocidos. “Ctonia”, que significa “de bajo tierra”, solamente es como… uno de los muchos apellidos o epítetos que tenía. // Con Hécate he sido juguetón. 400 años antes de cuando pasa esta escena, se trataba únicamente como “Madre Tierra” y 200 años después de la escena, como “hechicera, adivina, señora de los muertos y las brujas y la antítesis de la civilización, asociada a la luna…”. En esta historia, Hécate será un poco de cada, maga de la naturaleza y la adivinación. PD: Se dice que Hécate tuvo decenas de hijos, entre ellos el monstruo Escila, quien casi mata a Odiseo a bocados. Así que Kirino es solamente uno más.


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