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TU, MI ALMA GEMELA. por Loraine Ishmouth

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Notas del capitulo:

hola!!! no quiero alargarme con las notas de autor así que ire al punto.

la guerra esta acabada en este cap, en el proximo cap explicaré lo que sucedio despues del retiro de todos y los estados de todos los personajes.

bueno a leer.

 

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-vaya, no pensé que usted tuviera ningún interés de hacer un trato conmigo- Marco dijo mirando al hombre mayor frente a el. El abuelo de Ace le miraba con desdén, casi con asco, pero al demonio no le importaba, los humanos no significaban nada para el, mucho menos sus insultos.

- van a asesinar a mi nieto ¿lo sabes, verdad?

- por supuesto- respondió el rey demonio sin sonreír- no esperas que me quede de brazos cruzados ¿cierto?, porque te aseguro que te mataría solo por insinuarlo.

- no esperaría menos de un demonio- casualmente esta declaración no la lanzó como un insulto- sin embargo, no puedes pelear con Sengoku al principio de la batalla.

-¿Por qué?- Marco levantó una ceja cuestionando al anciano-

- va a estar parado justo al lado del cuerpo congelado de mi nieto ¿de verdad piensas que va a esperar a la hora indicada si tratas de atacarlo al principio?

-…

- en cuanto te vea aparecer, va a romper a mi nieto en pedazos, solo para asegurarse de que no tengas oportunidad de salvarlo. Ya que eres el único que puede hacerle frente, no va a arriesgarse.

- ¿por qué me cuentas todo esto?- el demonio puso en duda la palabra del hombre- pensé que estabas de acuerdo con el ideal del gobierno mundial.

- estoy de acuerdo- dijo Garp- y no tendría piedad con los criminales… pero la familia… la familia es diferente ¿verdad? Aun odio profundamente que mi pobre nieto haya tenido que relacionarse con una criatura como tu… pero de eso a verlo muerto es muy diferente mi decisión.

Marco se sentó descuidadamente en una silla de madera vieja, frente al anciano.

-¿Qué sugieres entonces, humano?

- yo…

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Garp interceptó el golpe de Akainu con firmeza, mandando al almirante a retroceder una docena de metros. La estatua de hielo con la forma de su amado nieto estaba intacta y mientras el anciano permaneciera respirando, seguiría así.

No le importaría marcarse como traidor por el bienestar de su familia.

Marco lanzó su estocada hacia Sengoku, dándole de lleno en el estómago viendo como sangró profusamente antes de que la energía divina que corría por sus venas curara la herida.

Sengoku gruño en su contra, lanzándose al ataque, llevándose por delante a cuanto enemigo pudo ensartar en su arma para luego chocar violentamente contra Marco, destrozando su brazo derecho.

-tch…- el demonio simplemente hizo ese gesto irritado, dejando que su magia regenerativa hiciera su trabajo- malditos ángeles.

- deberías regresar a tu agujero lujuria ¡el mundo fue creado para que los justos vivieran en el!-

-¿justos? ¡¿Te parece justo lo que haces a nosotros?!- bramó el demonio, atacando con su otro brazo- ¡¿Quién eres tú para oponerte a él orden?! ¡Ace me fue dado por una razón! ¡Yo le fui otorgado por una razón, y tú lo sabes!

-¡no es verdad! ¡Ustedes solo están aquí para contaminar un mundo perfecto!

Bah, fanaticadas de un hombre loco. Marco dejó de intentar hablar con ese arcángel que  siempre había tenido esa ridícula obsesión con la justicia ¿quién sabe de dónde había salido?, El mundo no es justo y mucho menos perfecto. Hay maldad y bondad por igual en cada ser vivo.

Y así es como debe ser.

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Luffy se aferró a la pierna de Aokiji con fuerza, mordiendo violentamente al almirante. Dio unos pasos hacia atrás halando su mandíbula para desprender la extremidad de su lugar, viendo complacido como en vez de hielo, sangre caía sobre la tierra.

Al parecer el mago elemental solo podía mantener su forma intangible por determinado tiempo. Eso no significaba que dejaba de ser peligroso, pero ahora, en realidad podía dañársele lo cual era una gran noticia.

El almirante congelo la extremidad amputada, haciendo crecer un pie de hielo en su lugar.

- ¿Por qué luchan tan duro?- preguntó con curiosidad a Luffy cuando este destrozó la pierna para que no pudiera volver a unirla a su cuerpo-

- ¿no lucharías por aquellos que son preciados para ti?- Luffy respondió en cambio- no podemos simplemente abandonarlos, incluso si somos el “mal” también somos parte de este mundo.

Se negó a seguir hablando con el almirante. No había tiempo ni necesidad, su alma gemela estaba allí, entre el hielo de la habitación más profunda, esperando ser rescatado.

El cruce de golpes se volvió una batalla borrosa, donde  los enemigos daban y recibían furiosos ataques. De pronto, una enorme lanza de hielo atravesó al lobo.

- ¡Luffy!- Hancock gritó desde otro sitio en el campo de batalla tratando furiosamente de acercarse a él.

 -¡NO TE ACERQUES!- el hombre lobo gritó- ¡es mi batalla, Hancock!

Dejó que su cuerpo peludo se deslizara por la lanza de hielo, siendo atravesado, pero al mismo tiempo, acercándose al cuerpo de Aokiji.

Entonces enterró sus fauces en la cabeza ahora parcialmente descubierta, apretando firme y fuertemente.

Y la arrancó.

Ya no hubo regeneración de parte del almirante. Su cuello quedó cortado, rojo escarlata saliendo de su tráquea y la arteria mutilada de su cuello cayendo de rodillas y desangrándose con espasmos violentos y horripilantes.

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Nami corrió hacia su preciada alma gemela, examinándola de pies a cabeza, sus heridas se veían dolorosas y su alma cansada, pero estaba viva. Ella la tomó entre sus brazos  con delicadeza, besando su frente y comenzando la curación lo mejor que podía antes de romper el hechizo que las había aislado a la una de la otra.

- ese otro niño, tómalo también Zoro- Nami ordeno- es de las sirenas y lo hemos prometido.

Estaba cubierto con una capa raída de mago y ocultaba su cara, Zoro simplemente se lo hecho al hombro con un poco de delicadeza (no era tan bruto y sabía que probablemente estaba igual de herido que Sanji o la elfo de pelo azul)

Había muchos contenedores con gente congelada pero no se atrevieron a tocarlos. Hacía  falta mucha habilidad y magia para poder sacarlos de ahí sin destruir el cuerpo en el interior y ellos no podía arriesgarse y cometer una equivocación.

Corrieron de vuelta, sin darle una mirada a las celdas ahora vacías  volviendo al campo de batalla donde Mihawk peleaba contra Kizaru el mago de luz.

Mihawk atacaba al hechicero con su enorme espada negra, abriendo enormes tajos en la tierra y la piedra donde los golpes caían, mientras el mago indudablemente poderoso, le atacaba incesantemente con sus hechizos de luz destructiva.

Ambos se veían como la mierda.

Ninguno estaba dispuesto a rendirse.

Perona había quedado en el castillo, encargada de mantener a Shanks congelado  mientras Mihawk recuperaba la inmortalidad que le pertenecía.

-¡Ama no murakumo!- grita Kizaru y una masa de energía de luz, forma una espada brillante en su mano derecha

Mihawk ni siquiera se inmuta ante el arma aparecida en manos de su contrincante, contraatacando inmediatamente con Yoru. Bien sabe que los cuernos y las escamas de un dragón son de los materiales más duros y casi irrompibles de todos los mundos.

Pero el no solo quiere hacer una demostración de fuerza. Él no está peleando con otros dragones por el trono del más poderoso, esto no es honorable, y no lo satisface, una pelea contra el hombre que casi le quita lo más importante en su vida solo puede ser entendida como una venganza.

En el cruce de golpes la espada de luz se hizo intangible, golpeando el pecho de Mihawk, dejando un rastro de quemaduras y sangre, se impulsó hacia adelante, tratando e asestarle un golpe de retribución y consiguió darle una puñalada en el costado, haciendo al mago encogerse con un poco de dolor.

El báculo en la mano izquierda de Kizaru era el objetivo de Mihawk. La piedra roja brillante hábilmente fundida en la parte superior, contenía la magia del mismo dragón.

Siguieron chocando espadas y esquivando llamaradas y rayos de luz. En  definitiva podrían haber destruido toda la isla si no fuera por las limitaciones constantes por medio de barreras.

Había partes del cuerpo del dragón que se quemaron por la luz, ni siquiera la protección de sus escamas era suficiente para parar la potencia. La piel era roja y humeante en los puntos en los que había recibido el ataque.

El mago por cierto, también había sido herido gravemente, sus sangre fluía descuidadamente por su ropa y su piel, y su siempre relajada y desinteresada sonrisa había desaparecido, cambiada por un ceño fruncido y respiraciones agitadas.

Sabían que había llegado el momento del golpe final.

El ultimo choque de sus poderes derrumbo cualquier edificio a su alrededor, una mancha de tierra completamente desprovista de vida. Mihawk se derrumbó de rodillas, tratando de parar la hemorragia en su estómago y evitar que sus intestinos salieran de su lugar.

No había bloqueado ese último ataque.

Kizaru sonrió, al haber ganado la batalla.

-¿seré conocido… como el rey de los dragones ahora…?- dijo con su sonrisa fácil- me pregunto… estoy seguro de que la espada hecha con tu cornamenta será un accesorio interesante…

Mihawk dejó que riera y se burlara de en por unos momentos. Luego, desentrañando una de sus manos que trataba de mantener sus órganos en su lugar, dejó que el viejo mago diera una mirada al objeto en su mano brillando.

- que….

El almirante vio a su derecha, donde su báculo estaba partido en dos…

- no… ¡mi inmortalidad! ¡Devuel-!

Extendió su mano hacia su enemigo y vio como sus dedos se deshicieron,  consecuencias por vivir una vida que no le pertenecía.

Comenzó a secarse y deshacerse en pedazos. Su cuerpo comenzó a ponerse al día con su verdadera edad, ahora que la fuente de la cual se alimentaba su vida se había ido.

Pronto, no quedó nada más que un montículo hecho de la mescla entre las cenizas, la sal y la tierra.

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No muchas personas tenían realmente conocimiento sobre lo que eran exactamente los arcángeles y los señores demonios. Se sabía perfectamente que en el mundo no había ninguna criatura más fuerte que ellos y que tenían una función en específico…

Y un límite que no debían cruzar.

La pelea se había desarrollado hasta el punto en que los dos… ¿hombres? Nah, no eran hombres… ¿criaturas?  ¿Monstruos?... se habían transformado en cosas inhumanas, innombrables… casi recuperando aquellas formas iniciales que les fueran dadas al inicio de sus tiempos.

 Una mescla entre pájaro, dragón, jabalí… no lo sabían, solo podían distinguir por su monumental cornamenta que definitivamente era el señor demonio quien estaba sobre la otra igualmente deformada criatura alada, tratando de comerla.

Todavía había toques de humano aquí y allá, pero nada que pudiera realmente distinguirse bien.

El ángel y el demonio habían llegado demasiado lejos, sabían que ni siquiera ellos podrían detenerlos ahora, no sin llegar a ese mismo estado.

Afuera, por las pantallas de televisión, el mundo entero estaba horrorizado, mirando las figuras colosales que se enfrentan entre sí, envolviendo la tierra en llamas y luz.

Garp y Akainu continuaban la pelea, ignorando las llamadas de advertencia de los demás acerca de la peligrosa batalla de los líderes de ambos bandos.

El calor del magma fundido había empezado a hacer gotear la estatua y Garp se lanzó con todo el peso de su cuerpo, empujando a Akainu lejos del andamio, pero dejando a su nieto solo por un momento.

Cuando vio el error que había cometido, trato de levantarse y cubrir de nuevo la estatua, pero el meteorito de lava era más rápido que él.

La explosión llamó la atención de todos los presentes.

El anciano cayó de rodillas, negándose a creer lo que estaba pasando.

Marco ni siquiera volteó a  mirar, encarnizado en la lucha contra Sengoku.

Se lanzó hacia Akainu, reventando su mejor golpe en el pecho del hombre, oyendo un desagradable y mortífero “crack”  mientras clavaba su puño en el corazón.

Cuando, destrozado,  el abuelo se preparó para ver lo que había pasado una vez que la torre dejó de caer y la polvareda se disipó, una enorme cosa azul surgió de las cenizas, enroscada protectoramente en el andamio.

¿De donde era ese dragón azul?

Las escamas se contrajeron, regresando a su forma humana. Un hombre corpulento, de hombros anchos y sonrisa confiada se acercó, cargando el cuerpo descongelado de su nieto.

¿Cómo lo había hecho?

El niño estaba inconsciente, pero en perfectas condiciones.

-hey viejo- dijo el hombre- ¿sabes dónde están las salas de congelamiento? ¡Voy suuuper tarde ahora!

El anciano se abrazó al cuerpo de su nieto y señalo las instalaciones a la distancia, el enorme dragón de pelo azul sonrió y salió disparado.

Ni Marco ni Sengoku pararon su ataque. Estaban demasiado encarnizados, demasiado obsesionados por eliminar al otro, la guerra y los objetivos principales habían pasado a un segundo plano.  Todo lo que quedaba era la necesidad de muerte.

Marco hiso su camino hacia el corazón de Sengoku, sus garras cavaron en la forma de la criatura llena de plumas empujando la carne y lo huesos hacia un lado.           Al mismo tiempo, el arcángel empujaba su espada sagrada en su costado, tratando de serrucharlo en dos partes.

Los relojes de todo el lugar comenzaron a correr más lento. Todo el mundo podía ver como las motas de polvo caían al suelo con lentitud inquietante.

¿Qué estaba sucediendo?

Fuera, ante los transmisores, la gente del resto del mundo no notó nada. Se extrañaron eso sí, cuando todos los soldados y enemigos se paralizaron, comenzando a mirarse aterrados, como si hubieran visto algo aún más espantoso que la misma muerte.

Volviendo al escenario de la batalla, una especie de niebla gris ocupaba todo el lugar. Un ambiente pesado y tétrico les indicaba muy bien lo que pasaba.

Ellos se habían sobrepasado.

Marco y Sengoku estaban paralizados, habían dejado de pelear, congelados en una misma posición, e incluso las gotas de sangre se habían detenido.

Todo el mundo observó con sorpresa mal contenida, como se separaban el uno del otro dejando de pelear. Tan despacio que cualquiera pensaría que se movían así como si hubieran sido descubiertos por alguien haciendo cosas que no deberían.

En realidad así era.

El orden, como todo el mundo lo conocía, no era una criatura o ser con conciencia propia como algunos parecían creer. No era un “dios”, no era una “deidad”, era un conjunto de reglas que se habían establecido de alguna manera que nadie sabía, y protegían un orden establecido.

Reiniciando el mundo cuando las reglas habían sido rotas o dobladas más allá de los límites que se establecieron.

Comenzaron a volver lentamente a su forma humana. El retroceso fue lento y algo asqueroso, con los miembros gigantes retorcerse y contraerse para tomar las fuertes y normales formas que siempre habían tenido.

Pero por supuesto, con muchas más heridas.

El ambiente paralizado y tenso se rompió como una burbuja y todo el mundo comenzó a girar de nuevo. 

Notas finales:

espero que les haya gustado y que me apoyen con sus comentarios, son muy importantes para mi y estoy muy agradecida por ellos.

chau


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