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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

"-Nadie en el mundo conoce tu verdadero Eros -le susurró con la voz quebrándose de pura lascivia.- Puede ser una faceta muy atractiva que tú ni siquiera conozcas. ¿Me lo podrías mostrar pronto?

En el momento en que fue consciente de cómo sonaba, Viktor sintió vergüenza por haberse comportado de un modo tan desesperado, pero sólo Yuuri le había hecho sentir semejante grado de desesperación. (...)

“No te acerques. No te pases de la raya”, le susurraba su conciencia, “ Si te vuelves a propasar, lo perderás y esta vez será para siempre.” (...)

-Bien -contestó Viktor antes de volver a dirigirse a Yuuri para darle sus últimas recomendaciones.- Bueno, Yuuri. Piensa largo y tendido qué es Eros para ti."

Yuuri por fín le dice a Viktor qué es Eros para él, pero la respuesta no le va a gustar al ruso... 

Viktor empezaba a pensar que los conceptos “sensualidad” o “amor sexual” y “desaparecer como si te evaporarás como un mal sueño al llegar el día, como el rocío a media mañana” debían de estar alguna forma, extraña y misteriosa, vinculados en la mente del japonés. Después de recibir sus instrucciones, Yuuri hizo lo que Viktor menos esperaba y lo que más podía sacarle de quicio: volver a dejarle a solas con Yurio.
 
 El reflejo de la luz tardía sobre el hielo empezaba a menguar, señal de que el día moría y Yuuri ni siquiera había vuelto a practicar los saltos, algo que necesitaba como el comer si quería estar a la altura dentro de tan solo una semana. 
 
Mientras tanto, Plisetsky había hecho gala de su habitual y gigantesca destreza al aprenderse a la perfección los pasos de su nueva coreografía. Por desgracia para el joven ruso, se trataba de una perfección robótica. Había algo que no terminaba de fluir en la armonía y la fluidez de los pasos que el adolescente daba, algo que afectaba al aura que se iba creando o más bien a la falta de la misma. Resultaba un ejercicio perfectamente ejecutado pero que resultaba totalmente metálico, incapaz de transmitir ninguna emoción. No hacía falta decir que aquella carencia perjudicaría a la puntuación artística en una competición real, por lo que Viktor se vio impelido a detener aquel perfecto desastre: 
 
-¡Para! ¡Para! -ordenó al muchacho.- Hay algo que no encaja.
 
Como era lógico, dado su carácter soberbio de niño prodigio, la crítica hirió el amor propio del joven rubio. 
 
-Lo hago como me enseñaste, ¿no? -replicó, incapaz de pensar que hubiera en el patinaje algo más que los méritos atléticos.
 
¿Cómo podría explicarle a alguien tan joven, que nunca había tenido ningún problema superando las expectativas de los adultos, hasta el punto de no esforzarse, lo que era conectar con uno mismo, incluso con aquellas parte que ni sospechabas que existieran;  y con un personaje?
 
-Tal y como lo estás haciendo, tu ambición es demasiado evidente- explicó torpemente Viktor .- No veo en tus movimientos ni rastro de Ágape, el amor incondicional. Está bien tener confianza, pero este programa no es para mostrarla. 
 
Viktor suspiró con seriedad y suspicacia. Con lo fácil que sería que Yurio se acordase de su númerito en la pensión Yuutopia. Sólo tenía que atreverse a ser él mismo, en su forma más delicada e indefensa, pero, claramente el inexperimentado entrenador dudaba de ser capaz de guiarla hasta dicha forma. Sus temores fueron confirmados en pocos segundos. Obviamente, el adolescente no había entendido nada. 
 
-Tú siempre has patinado con una confianza aplastante- respondió Yurio extrañado.- ¿Qué es Ágape para ti? 
 
“No se trata de mi, chico, si no de ti”, tuvo ganas de protestar Viktor. Y sin embargo, con esa última pregunta, el muchacho había conseguido arrinconarle.
 
 “¿Que qué es Ágape para mí? Ni pajolera idea, chaval. Es una palabra griega que suena bien... y ya.”
 
A pesar de ello, Viktor contaba con años de experiencia camelándose a la prensa y dando la vuelta a las preguntas más insidiosas, por lo que no le fue difícil inventarse una milonga. 
 
-Trata de los sentimientos, no puedo expresarlo con palabras- terció Viktor.-¿Estás pensando en eso mientras patinas? ¡Eres muy gracioso, Yurio!
 
Viktor sabía, gracias sus demasiadas interacciones que no había mejor manera de acallar y neutralizar a alguien tan orgulloso como Yuri Plisetsky que atacar su ego, grácilmente y como quién no quiere la cosa. Y ahí estaba, una vez más, el niño se había callado. 
 
Aunque, había algo en lo que Yurio tenía razón, por mucho que le pesase reconocerlo. Viktor no podía exigirle que hiciera algo que él ni siquiera sabía cómo explicarle. 
Por desgracia, la principal explicación por la que Viktor no le daba más explicaciones sobre Ágape, es que, a decir verdad, él fue realmente puro, pues a la edad de Yuri ya estaba lleno de resentimiento, oscuridad y desdén eficientemente ocultos tras el elaborado velo de gracia, elegancia y una gran y reluciente sonrisa falsa. 
Pero, aún con todo, algo tenía qué hacer con el chico, y lo único claro que tenía el gran campeón, aunque vagamente, es que el más joven tenía que ponerse en contacto con sus emociones más profundas. Viktor pensó con rapidez. ¿Qué se podía hacer en Asia que ayudase a reflexionar sobre uno mismo? ¡Claro! ¡La meditación!
 
-Vayamos a un templo-propuso Viktor. 
 
Convencer a los monjes budistas de que adiestraran a Yurio en las prácticas básicas de la meditación fue mucho más fácil de lo que había imaginado. Así mismo, el victorioso ruso aprendió esa tarde que algunas ramas del Budismo Zen azotan a sus discípulos con varas de madera para evitar que estos se duerman mientras meditan. Lo desconocía, pero aceptó la idea con gratitud. 
Después de todo, siempre resultaba satisfactorio contemplar a un yo más joven y prometedor ser golpeado múltiples veces,  retorciéndose de dolor en consecuencia. Cuando Viktor presintió que el joven estaba a punto de rebelarse, juzgó apropiado volver a Yuutopia a tomar un buen baño. 
 
Allí se encontraron con Yuuri todavía más apático e introvertido de lo habitual, lo que enervó e intrigó aún más a Viktor. Creía haberle dado una tarea relativamente fácil, sólo tenía que encontrar aquella fuente interna de puro magnetismo que yacía en su interior. Después de todo aquel hermoso monstruo seguía dentro de él. ¿Por qué le costaba tanto transformarse en algo que ya era? Sólo tenía que ser él mismo, aunque bien juzgado, esa era la misma dificultad a la que tenía que enfrentarse Yurio y tampoco estaba consiguiendo buenos resultados. 
 
El propio Viktor se sintió tentado a dejarse llevar por la apatía, pero en su fuero interno sabía que esa sería la derrota final. Si quería ser un entrenador digno de sus talentosos patinadores, debía prepararse para saber motivarles en cada momento. Además, ni él podía soportar el nivel de depresión que ocasionaba verlos flotar en las aguas termales como dos medusas moribundas, sin sentirse afectado. 
 
Tenía que hacer algo para animarlos, sobre todo cuando Yuuri se apartaba el cabello de la frente con tanta delicadeza mostrando aquella frente tan amplia, mona y redondita, aderezada con una mirada melancólica que parecía perderse en el fondo del estanque. 
 
-Oye- le llamó Viktor, exhibiendo por enésima vez su espléndida desnudez.- Tómame una foto para subirla a Internet.
 
A pesar de la buena, o tal vez no tan buena, intención, el contemplativo rostro de Yuuri se fragmentó  en un mueca de incomodidad.
 
-Lo siento- se disculpó Yuuri diligentemente antes de exponerle los motivos que tenía para negarse.- La gente no puede tomarse fotos en el baño.
 
-¿En serio? -exclamó Viktor desconcertado.
 
En fin, aquello resultó en otra misión fallida más por llegar, aunque fuera de forma tangencial, hasta el corazón del esquivo asiático. Supuso que tendría que esperar a que los frutos del Eros maduraran, si bien estos parecían estar demorándose en hacerlo. 
 
Ni siquiera la suculenta cena que la madre de Yuuri les había preparado con tanto mimo, ayudó a levantar un poco los ánimos. Siento testigo de cómo sus aprendices, se recostaban patéticamente sobre la mesa, como si les hubieran sorbido el alma, Viktor se preguntó si terminarían todos los días igual de abatidos. Al no obtener respuesta de sí mismo, el hambriento ruso prefirió centrarse en saborear su voluptuoso Katsudon.  
 
Lo que si que no pudo aventurar es que, en aquel preciso momento, el que su lengua se embadurnaba con la gelatinosa y suave textura del huevo, mientras sus dientes hacían crujir el empanado para revelar la dulzura del cerdo, sería el mismísimo Yuuri quién le indigestaría la comida. 
 
Como si de un reflejo programado se tratase, el japonés se incorporó tan violenta como inesperadamente, con todas aquellos destellos estelares y enfervorecidos repujando sus oscuros ojos de puro entusiasmo.
 
-¡Ya sé! -gritó alzando su puño en señal de victoria.- ¡Los tazones de cerdo! ¡Eso es Eros para mí!
 
Al instante, Viktor, sencillamente quedó congelado, con el frío mordiente de un carámbano de hielo atravesándole el pecho. Todavía le costó unos cuantos instantes enterarse del todo, de lo que Yuuri acababa de decir y cuando lo hizo no pudo sentirse más humillado. 
Literalmente, nadie le había rechazado con tanta virulencia en sus largos veintisiete años de vida, aunque Yuuri, enternecedor y despiadado a partes iguales, parecía esforzarse en romper sus propios récords. 
 
Con todo lo que Viktor lo había ansiado después de que el propio japonés decidiera abordarlo con tan hermosa, perfecta, delicada pero igualmente voluptuosa obscenidad, con todo lo que Viktor se había esforzado  por transmitirle por medio de su programa lo que Yuuri había significado para él esa noche, como había cambiado sus parámetros del amor, el sexo y la belleza para siempre despojándole de todo lo que creía saber; al final el dulce y ingenuo asiático había confundido la lujuria con la gula. 
 
¡Y ahí estaba él, completamente destronado por el Katsudon, aguardando inútilmente que Yuri se perdiera en él, como lo hacía con aquel plato!  En su disculpa, había que mencionar que el japonés se dio cuenta muy pronto de lo inadecuado de su comentario. 
 
-¡Perdón!-balbuceó.- No dije eso.
 
Viktor intuyó que aquel era un momento decisivo. Por mucho que en lo personal le doliese y , hasta cierto punto le insultase, la decisión creativa, su deber como entrenador era respaldarla, si así conseguía que su pupilo se sintiese más cómodo con el concepto que le había impuesto. 
 
-Bien, haremos eso- concluyó Viktor, luchando por disimular su profundo malestar.- Es único, me gusta. 
 
Por desgracia y casi irremediablemente, el inoportuno Yuri Plisetsky no pudo aguantarse las ganas de burlarse.
-¿En serio?- preguntó con una risilla maliciosa.
 
Acto seguido, Yuuri se levantó el rubor encendiendo su rostro otra vez, aunque en esa ocasión no se trataba de aquel adorable sonrojo que cubría sus inflamadas mejillas al rechazar los avances de Viktor, si no de un rojo más oscuro, más tenebroso. El joven asiático salió de la habitación lanzando excusas en su huida. Al parecer, de repente tenía mucha prisa por salir a correr, seguramente para exorcizar toda la imperiosa vergüenza que le había poseído.  
 
Por desgracia, toda la elegancia y buenos modos que Viktor había adquirido en su vida, le imposibilitaban el escapar de aquella manera tan liberadora. 
Notas finales:

Mis planes de escritura para Semana Santa no han salido para nada cómo quería. No he tenido tantas oportunidades para sentarme a escribir cómo había pensado y cuándo lo he hecho, me ha salido un cap de 10 páginas que he tenido que segmentar... ¡¡jskfakfshañfhañ!!

En fin, espero que a pesar de la lentitud con la que avanza la historia, aún haya gente que siga disfrutando con el fic. A todos aquellos que seguís fielmente el fic, pienso compensaros con actualizaciones más suculentas en breves. 

¡Muchas gracias por leer y nos leemos pronto!


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