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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

 "Era cuando menos curioso: como si el propio Yuuri hubiera olvidado su verdadero yo. Como si a un príncipe apuesto y confiado le hubieses caído una maldición y, transformado en cerdito, hubiera olvidado quién había llegado a ser. Ahora le tocaba a Viktor revertir el encantamiento, si quería hacer de él un ganador.

-Como un hechizo para revertir en príncipe a un cerdo -susurró Viktor guiñando el ojo con astucia.

Los Nishigori se mostraron desconcertados ante tal extraña frase, pero Viktor no tenía tiempo para explicarle sus alegorías personales. Tenía trabajo que hacer."  


Viktor muestra los programas de Eros y Ágape a sus pupilos. ¿Recordará por fin Yuuri el Eros que le hizo sentir a Viktor aquella noche en Sochi?

  Pedaleando, Viktor sentía la humedad del océano inundarle las fosas nasales, justo como en casa. Sólo eran gente que hacía lo mismo que había hecho toda su vida, pero al otro lado del mundo. Pedaleando, era como respirar pero sobre una bicicleta. Del mismo modo que para correr debes respirar, sobre dos ruedas debes pedalear si quieres avanzar. 


El hielo era distinto, debías dejarte deslizar y confiar en que este no te rechazara como el polizón que eras. Así, Viktor se internaba en la vida de Yuuri, un intruso insospechado que dejaría su marca en él para siempre. Los rayos del sol naciente se acercaban titubeantes pero inexorables hasta los pintorescos corredores matutinos, para ponerse a jugar con los tonos oscuros del cabello de Yuuri. Viktor sonrío. 


Aquella mañana, Viktor se sentía optimista . Por fin tenía un plan y estaba impaciente por probarlo, cual niño con patines nuevos. Como si de un momento atorado en el tiempo, un glitch en la realidad, terminaron por alcanzar al mismo pescador con el que se topaban todos los días a esas horas. Un habitual más.


-¡Ohayou Gozaimasu! -saludó Viktor enérgico, aprovechando practicar las pocas palabras que estaba empezando a reconocer en japonés.


El pescador le respondió, por lo que Viktor se animó al constatar que su incipiente japonés no se había malogrado todavía.


Acto seguido, se volvió hacia un Yuri Plisetsky, con el ceño concentrado en la carrera. Viktor juzgó la expresión del adolescente demasiado apacible como para resultarle entretenida.


-¡Salúdale tú también, Yurio! -le instó.


-¡Yo no soy Yurio! -rugió el chico de forma casi automática.


Viktor se retorció de risa en sus adentros. Chinchar a Yuri era tan fácil como pulsar un botón y él sentía que podría estar todo el día pulsándolo, como un ratón de laboratorio adicto a una droga.


A su lado, el Yuuri japonés permanecía ajeno a su diversión, encerrado en una seriedad que al igual que un agujero negro parecía tragarse toda la luminosidad del ambiente. ¿Qué estaría sintiendo Yuuri en estos momentos, ahora que se iban a presentar las nuevas rutinas? ¿Sentiría ilusión, impaciencia por patinar, intriga... o tal vez tendría miedo? ¿Qué pensaría ese chico de él? Pero no había tiempo para comprobarlo o incluso planteárselo, pues la fachada del Ice Castle aparecía ya ante ellos. Tras ellos, Makkachin seguía siendo la perra más feliz sobre la faz de la Tierra.


 


Llegó el primero al centro de la pista, con la impaciencia y anticipación de un chaval en Nochebuena y aprovechó aquella desconcertante y casi inaudita ansiedad en preparar las pistas de audio. Gracias al cielo, al poco tiempo llegaron sus pupilos. Plisetsky se adentró en el hielo seguro y despreocupado con la certeza de que el terreno por el que se deslizaba ya le pertenecía, como un pequeño tigre en su jungla. Viktor quiso reír ante tanta arrogancia derrochada: más bien era un gatito callejero marcando su territorio, crispando su pelaje para parecer más grande de lo que era. 


A su lado, Katsuki avanzaba como un soldado en un campo minado. La incertidumbre danzaba en sus negros pero cálidos ojos, pero a esta le acompañaba cierta determinación a enfrentar lo que viniera, tal vez mezclada con algo de insana curiosidad. En cuanto los tuvo cerca, el campeón ruso supo que el momento de la verdad había llegado y endureció su rostro en consonancia.


-¡Muy bien, Viktor! -exigió Yurio.- Enséñanos ya los malditos programas. No tengo todo el día y quiero practicar.


El gatito volvía a ponerse furo, era de esperar, pero Viktor estaba demasiado concentrado como para ceder a sus provocaciones.


-Primero escucharéis la música -anunció.


En el preciso instante en que Viktor pulsó el botón de Play, una angelical voz infantil se abrió paso en la pista como una onda expansiva de luz. Poco a poco, la melodía fue formándose llena de matices cristalinos hasta asentarse como una catedral de notas suaves y preciosistas. Un niño cantor y un órgano eclesiástico: no había nada que conjuntase mejor con la imagen de Yuri Plisetsky que Viktor quería proyectar.


-La melodía tiene dos arreglos, basándose en dos temas distintos -explicó Viktor.- El amor en dos formas: Eros y Ágape. ¿Habéis pensado alguna vez en el amor?


Yuuri Katsuki negó de inmediato. “Claro que no”, concedió Viktor, “Como yo antes de conocerte.” Y sin embargo, Viktor no pudo evitar sentir cierta espinita en su corazón. “¿Ni siquiera después de conocerme tú a mí?”


-Bien -prosiguió un Viktor demasiado poseído por una repentina profesionalidad como para mostrarse afligido- ¿Qué sienten al escuchar esta música?


Yuuri cerró graciosamente los ojos, como si creyese que así percibía mejor la música, y contestó con cierto amaneramiento de catador profesional de vino.


-Es muy pura e inocente, como alguien que aún desconoce el amor.


A Viktor le encantó esa respuesta, especialmente viniendo de Yuuri. Era casi como si se describiese a sí mismo, o mejor dicho, aquel que el tierno japonés creía ser mientras mantenía sus verdaderos instintos a raya.


“Oh, solnyshko, a diferencia de esta canción, tú si que conoces el amor de verdad. Tú y yo lo sabemos.”


-No me gusta -le interrumpió descaradamente Plisetsky.- Esta imagen de inocencia me da ganas de vomitar.


La lengua de Yuri se movía obscenamente fuera de su boca, deformando su preciosa carita. En serio, ¿porqué hacía eso?


“Vulgar, simplemente vulgar”, se repitió Viktor a sí mismo.


Pero no era ninguna sorpresa que el chico quisiera manifestar su rechazo con tanto ahínco. Había llegado el momento de cambiar de tercio.


-Bien -dijo Viktor antes de pulsar el botón del mando a distancia.


Los exaltados violines de Eros rasgaron el sonido de la pista de hielo con una entrada tan magistral como abrupta. Viktor contuvo la respiración, aguardando la reacción de Yuuri. ¿La reconocería? Pero el japonés sólo echó la cabeza hacia atrás en un gesto reflexivo.


-Ahora parece una canción distinta -musitó.


-¡Viktor! -demandó Yuri con la rotundidad del niño caprichoso que era. -Quiero patinar con esta.


Y miró ferozmente hacia su antagonista, casi pretendiendo asegurarse de que este no se atrevería a plantear lo contrario. Lejos de dejarse irritar, Viktor optó por continuar su exposición.


-La primera se llama In regards to love, Ágape. El tema es el amor incondicional. La otra es In regards to love, Eros. El tema es el amor sexual. Haré que ambos patinéis que estos dos temas distintos. -Viktor endureció su mirada para aprovechar mejor cierta pausa dramática.- Ahora los asignaré.


Sin ningún tipo de piedad, incapaz de fingir su propia excitación, señaló a sus pupilos, quienes habían estado reaccionando tontamente ante la pieza musical que creían que les iba a tocar :


-¡Yuuri, patinarás con Eros! ¡Yurio, tú lo harás con Ágape!


Como el mismo Viktor había previsto, las reacciones negativas no se hicieron esperar, aunque el patinador ruso jamás osó adivinar que estas resultasen tan divertidas. Así, mientras Katsuki se llevaba las manos a la cabeza, Plisetsky hizo lo que mejor sabía hacer: gritar.


-¡Dame la otra! ¡Nos has emparejado mal! -gruñó- como si supiera algo de todo lo que había detrás de aquella decisión.


Aquello estaba dentro de lo esperado: a nadie le gusta que le saquen de su zona de confort, y, a pesar de ello, eso es lo que Viktor pretendía hacer y lo que ambos patinadores necesitaban para sacar a relucir todo su brillo, por mucho que decidieran ignorarlo. Y como era de esperar, Viktor ya se había preparado una buena explicación bajo la manga, que obligaría a sus pupilos a aceptar su plan:


-Haréis lo contrario a lo esperado. -respondió con resolución.- ¿Cómo vais a sorprender al público si no? Ese es mi lema.


Por otra parte, Viktor se estaba empezando a cansar de tanta queja y exigencia. Se había estado apretando bastante los sesos para diseñar unas coreografías que ni siquiera serían para él y todavía no había oído que alguien le agradeciese las molestias. En vez de ello, tenía que escuchar aquella irritante retahíla de llantos y protestas. El soberbio campeón supo que había llegado el momento de recordarles a esos lloricas quién estaba al mando.


-En realidad sois más corrientes y mediocres de lo que creéis -declaró sin alterarse y con su seductora sonrisa apenas crispada por un ceño algo tenso que apenas dejaba entrever su hartazgo real. -Deberíais ser más conscientes de vosotros mismos. Me sorprende que digáis que podéis escoger vuestra imagen. Para el público no sois más que un cerdito y un gatito. Si no alcanzáis el nivel acorde en una semana, no coreografiaré ninguno de los dos programas. -remató su amenaza con un dedo acusador para después terminar con una nota algo más agridulce que, en contraste, podía parecer casi motivadora. 


Guiñó el ojo, no sin antes recrearse en la exquisita complejidad de la expresión de terror que reinaba en la cara de sus supuestos alumnos.- Ambos sois admiradores míos. Sé que os las arreglaréis.


El primero en tomar el desafío fue el gallito de Yuri Plisetsky, como no podría ser de otro modo.


-Bien. Patinaré con Ágape- anunció con contundencia.- Mi debut como senior depende de ello. Más te vale darme un programa ganador.


Viktor consiguió no echarse a reír al comprobar la altanería inmerecida de aquel pequeño gatito con piel de tigre que se creía con derecho a exigirle y amenazarle. Puede que tuviera un talento asombroso, pero todavía tenía mucho que demostrar: concretamente, todo lo que Viktor había demostrado ya.


-Dependerá de ti que ganes o no -le aclaró sin poder evitar que un rictus de desdén contagiara su sonrisa.- Si yo hiciera este programa ganaría seguro.


Yurio emitió un gruñidito que evidenciaba su rabia y torpemente dio una patada al hielo. Viktor debía reconocer que por lo menos el chaval podía llegar a ser divertidísimo. A pesar de haber caído en la provocación del más mayor, el joven ruso parecía lejos de rendirse.


-Si gano, regresarás a Rusia conmigo -ordenó- Y serás mi entrenador. ¡Eso es lo que quiero!


“Por encima de mi cadáver.” , pensó Viktor. Pero, claro, una promesa era una promesa, y si lo que había llevado a Viktor a Japón eran sus planes de conquista, tal vez el inoportuno Yurio no fuera tanto una horma en su zapato como un instrumento del Destino para hacerle perder toda esperanza y evitar que perdiera más el tiempo. Sólo el transcurso de aquella semana diría qué hipótesis era la acertada.


-Claro -resolvió.


Plisetsky había dicho lo que él quería. Era algo casi natural en él: siempre terminaba reclamando lo que deseaba como si ya le perteneciese por derecho propio. En cierto modo, Viktor no se distanciaba mucho de esa misma actitud, pues antes de conocer a Yuuri solía conseguir lo que se le antojaba, eso sí, sin gritarlo a los cuatro vientos y con mucha más elegancia y soltura. Aun así, Viktor seguía con las tripas atenazadas por la intriga. Todavía faltaba desvelar el misterio más insondable de todos : ¿Qué quería Yuuri? Temiendo que el japonés no se atreviese a verbalizarlo nunca, Viktor no pudo reprimir el preguntárselo directamente.


-¿Y tú, Yuuri? ¿Qué querrías si ganaras?


Yuuri exhaló la frase como si de un tímido suspiro se tratara, un jirón de aire que apenas se atrevía a existir, pero, que pese a todo, existía. Tal era su humilde deseo.


-Comer Katsudon contigo -confesó con un danzante e inestable hilo de voz


Al principio, Viktor, creyó haber oído mal, especialmente por lo bajo del volumen. Sin embargo, un solo vistazo al rostro de Yuuri le bastó para darse cuenta de la seriedad del asunto. El deseo iba cobrando fuerza en él, podía verlo en la contracción compungida de sus cejas y el brillo estelar en sus ojos. Sus jugosos labios se habían torcido, iracundos, como jirones de cuero en un látigo.


-Quiero ganar y comer muchos tazones de cerdo -anunció con una firmeza inédita en él.


Viktor tuvo que parar unos instantes para reanalizar aquella propuesta. Recordó que aquel era el plato favorito de Yuuri, el mismo que le había hecho engordar, el mismo que le había ofrecido orgulloso a su llegada, y lo primero que Viktor le había prohibido. ¿Yuuri estaba diciendo que quería compartir aquel placer con él? ¿Yuuri le estaba declarando que quería, no sólo que se quedara a su lado, si no que compartiera con él lo que el japonés consideraba los mejores aspectos de su día a día? ¿De su vida?


-Así que patinaré con Eros -rugió Yuuri con furia indómita y un excitante rubor en las mejillas- ¡Daré todo el Eros que tengo para ofrecer!


Viktor notó como su corazón empezaba a latir, como si la fuerza y el arrojo de Yuuri lo hubieran revivido. Ahí estaba, ese fuego era un atisbo ínfimo de que el seductor borracho del que se había enamorado seguía ahí. Aún había una chispa de toda aquella pasión oculta en su interior.


- Estupendo -comentó sin poder ocultar la emoción en su voz.- Así me gusta.


“Ese es mi chico”


Las comisuras de los labios volvían a tirarle y sus mejillas le ardían. Si Viktor se hubiera mirado entonces a un espejo se habría avergonzado de la cara de idiota que Yuuri le hacía poner, pero estaba demasiado ocupado vislumbrando todos los posibles caminos que se le habían abierto como para pensar en nimiedades.


 


Viktor respiró hondo. Recordó que Minako lo había tildado de obvio cuando se trataba de Yuuri y él ante todo era un artista, en este caso, un actor. No podía permitirse el lujo de que Yuuri lo descubriera demasiado pronto. En aquellos instantes, su cometido era realizar el papel de entrenador y es lo que iba a hacer.


Respiró hondo y la turbación abandonó su mente con la exhalación, como si de una tormenta pasajera se tratara. Aun así, se planteó comenzar exponiendo la rutina de Ágape, ya que, no sólo no confiaba demasiado en la paciencia del irascible Yurio, si no que era la que menos le delataba emocionalmente. 


Con la gracia y resolución que lo caracterizaban, Viktor cruzó las pies a modo de presentación. En cuanto la música empezó a sonar, sus brazos se elevó hacia el cielo, otorgándole impulso para comenzar a deslizarse. Giró e impulsó sus brazos como si de una blanquísima y pura paloma se tratase. En el giro, sus manos se juntaron en un gesto de súplica, para después darse la vuelta y colocarse en una postura que emulaba tanto al rezo como a una espera inocente y confiada. 


A continuación, cogió inercia para enredarse en la marea de pasos y patadas, cambios de filos de la intrincada coreografía que había diseñado especialmente para poner a prueba la atención y la flexibilidad de su compatriota. De repente, paró en seco y elevó su devota oración a los cielos. Una vez terminada la coreografía, Viktor se sintió aliviado de poder salir de un papel con el que tenía tan poco en común.


-Algo así -explicó con entusiasmo- ¿Qué te parece?


-Sí, creo que lo tengo- respondió Plisetsky sin disimular su indiferencia.


Unos aplausos inesperados irrumpieron en la lejanía. Se trataba de Yuuko Nishigori, quién había decidido acompañarles.


-¡Asombroso! -exclamó- ¡Muy impresionante!


A pesar de la inmensa cantidad de cumplidos que había recibido a lo largo de su vida, Viktor sintió algo de candor al observar a la joven madre. Desde luego, se trataba de una chica encantadora y dulce. Tal vez fuese eso lo que ella y Yuuri tuvieran en común, además del patinaje.


-¡Oye!, -bufó Yuri desdeñoso- ¿Quién es esa chica?


Afortunadamente, Yuuri supo compensar aquel desagradable recibimiento con una considerada presentación:


-Trabaja aquí. Se llama Yuuko.


-Siento interrumpir vuestra práctica -se disculpó educadamente la joven con un brillo en los ojos que dulcificaba aún más su expresión.- Fue tan maravilloso que no pude evitarlo.


Si bien Viktor agradecía la amabilidad de Yuuko, esta no podía llegar en peor momento, pues le tocaba el turno a Eros. El momento de la verdad, en el que se concretarían tantos meses de trabajo y planificación, había llegado y su juez más temido y al que más quería impresionar, su amado y deseado Yuuri estaba observándole. Debía enfrentarse a tal momento con valor o desistir de su campaña de conquista.


-Bien, Yuuri, ahora vas tú -le avisó.


Después de todo, nada le dolería más que el que Yuuri no le prestara atención. Quería deslumbrarle.


Como hiciera tantas veces en sus ensayos personales, Viktor volvió a aquella majestuosa noche. Torció su cadera hacia el lado derecho, enfatizándolas, aunque sabía muy bien que aquella curva no podía competir con la sensualidad sutil de las de Yuuri. 


Alzó los brazos y retorció las muñecas dibujando aquellos arabescos circulares. Sus brazos rodearon todo su tronco hasta impulsarle hacia atrás. Con un gesto decidido,plantó la cuchilla en el suelo y luego volteó su mirada de su derecha al frente, atacando a Yuuri con su sonrisa más confiada y viril. 


La pobre Yuuko no tardó en caer fulminada al suelo, víctima de aquel impacto de libidinosidad que no iba dirigido a ella. Viktor no se inquietó. Las mujeres solían reaccionar así. ¡Pobres! Viktor continuó con su coreografía, unió los brazos para darse inercia a la hora de dar una patada a la izquierda y girar dando inicio a la singular secuencia de pasos que imitaba el zapateado y los ademanes del flamenco, con aquella hipnótica complejidad de giros y palmadas. 


Viktor se concentró en la ejecución de la misma como nunca, intentando seducir a Yuuri como este le había seducido a él, de tal manera que cuando terminó fue corriendo a comprobar la reacción de su querido espectador. Para su temor, en el rostro del japonés se dibujaba una expresión de pura tensión. ¿Qué significaba eso? ¿No le había gustado? Viktor se sintió como un niño pequeño que, temeroso y esperanzado a partes iguales, le muestra un dibujo a su maestro favorito.


-¿Qué te ha parecido? -espetó.


-Pues...-titubeó Yuuri antes de responder con sincero pudor- Fue muy erótico.


Viktor respiró aliviado. Que Yuuri considerara su actuación erótica, y a él por extensión, era justo lo que él pretendía provocar.


-¿Verdad?


Una vez sorteado el escrutinio de Yuuri, habría que pasar a cuestiones técnicas. Viktor debía adaptar el programa a las capacidades atléticas de su pupilo.


-¿Qué cuádruples podrás hacer en la competición?


-El toe-loop -respondió Yuuri visiblemente afligido- He hecho el salchow entrenando, pero nunca compitiendo. ¡Creo que puedo hacerlo si lo intento! Así que...


Vaya. Aquello era muy limitado. Cuando observaba los programas anteriores de Yuuri, Viktor había terminado tan fascinado por sus piruetas y la belleza de sus movimientos que no había reparado en cuan escuetos eran los saltos. ¿Qué había estado haciendo Celestino con ese chico? A pesar de que la cuestión eran alarmante, Viktor realmente sentía que en ella no residía el verdadero problema.


-Bien, practica lo básico -resolvió Viktor.- Empezaré con Yurio. No te enseñaré nada que no puedas hacer ahora. ¿Cuántas veces metiste la pata en una competencia?


Tal y como Viktor pronosticó, Yuuri no reaccionó. Incluso con aquel vano esfuerzo de ponerle celoso, de herir su orgullo, el japonés simplemente esbozó aquella mirada perdida tan descorazonadora de quien está tan acostumbrado a pensar que no es lo suficientemente bueno, que ya lo ha interiorizado como una verdad ineludible. No había en él ni pizca del espíritu combativo de antes.


-Eres capaz de ganar. ¿Por qué no demuestras tu habilidad? -preguntó sinceramente Viktor.


Yuuri, consciente de su propia debilidad, no pudo si no bajar su rostro, avergonzado.


-Seguramente sea porque me falta confianza, admitió.


-Exacto – confirmó Viktor.- Mi trabajo consiste en devolverte la confianza.


Exactamente, ahí residía la raíz del problema, con todas aquellas dudas coartando y sepultando su verdadero potencial, aquel atractivo siniestro del que sólo Viktor había sido testigo. Si bien no se podía negar que el tipo era encantador, aun con aquella actitud pudorosa hasta la náusea; y que, ciertamente, Viktor le estaba cogiendo cariño; en cierto modo, el ruso sospechaba que tras aquella rede de timidez distante residiera su verdadero amor: la bestia parda de puro deseo y lujuria. Su labor de sentido enamorado y entrenador insincero no era otra que liberarla y mostrarla al mundo.


“Dime, Yuuri. ¿Cómo puedo llegar hasta ti? ¿Qué hechizo debo utilizar? ¿Un beso, tal vez?”


 


Viktor no se dio cuenta de cuánto se había acercado hasta que ya fue demasiado tarde. Tan sólo podía pensar en aquellas labios de cereza cuyo tacto y sabor recordaba tan dolorosamente bien. En su locura momentánea, supo que no podía besarlos, así que se contentó con acariciarlos con el pulgar. La piel dorada refulgió con el color carmesí de la fruta madura. La reacción del japonés fue sencillamente exquisita.


-Nadie en el mundo conoce tu verdadero Eros -le susurró con la voz quebrándose de pura lascivia.- Puede ser una faceta muy atractiva que tú ni siquiera conozcas. ¿Me lo podrías mostrar pronto?


En el momento en que fue consciente de cómo sonaba, Viktor sintió vergüenza por haberse comportado de un modo tan desesperado, pero sólo Yuuri le había hecho sentir semejante grado de desesperación. Le costaba controlar su deseo de tocarle, su cuerpo parecía hecho a la medida del suyo como si encajaran a la perfección. Sin embargo, él seguía estando demasiado cerca, mientras que las retinas del japonés se veían temblorosas y huidizas y esos labios seguían siendo tan, pero tan suaves.


“No te acerques. No te pases de la raya”, le susurraba su conciencia, “ Si te vuelves a propasar, lo perderás y esta vez será para siempre.”


Nunca como entonces, la enclenque voluntad de Viktor agradeció tanto la interrupción de Yuri Plisetsky.


-¡Viktor!-chilló- ¿Me ibas a enseñar primero a mí, no?


-Bien -contestó Viktor antes de volver a dirigirse a Yuuri para darle sus últimas recomendaciones.- Bueno, Yuuri. Piensa largo y tendido qué es Eros para ti.


“Por favor, recuérdame. Recuerda aquella noche. No pudo ser sólo importante para mi.”


Puede que el japonés aún estuviera algo turbado cuando lo dejó en pos de Yuri, pero lo que Viktor jamás admitiría es que tiempo después, en cuanto pudo permitirse un receso, el orgulloso campeón ruso huyó al excusado para serenarse.  

Notas finales:

En fin, esto es embarazoso. Muy embarazoso, diría yo... He actualizado un cap posterior, olvidándome de actualizar primero este... He intentado solucionar el despiste en la medida de lo posible. Intentaré avisar en próximas actualizaciones, aunque la gente que leyó la actualización de ayer ,se va a hacer un lío... 

Lo siento en el alma. Prometo que no va a volver a pasar. 


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