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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

"-¡Ya sé! -gritó alzando su puño en señal de victoria.- ¡Los tazones de cerdo! ¡Eso es Eros para mí!

Al instante, Viktor, sencillamente quedó congelado, con el frío mordiente de un carámbano de hielo atravesándole el pecho. Todavía le costó unos cuantos instantes enterarse del todo, de lo que Yuuri acababa de decir y cuando lo hizo no pudo sentirse más humillado. Literalmente, nadie le había rechazado con tanta virulencia en sus largos veintisiete años de vida, aunque Yuuri, enternecedor y despiadado a partes iguales, parecía esforzarse en romper sus propios récords."

Tras los continuos desplantes de Yuuri, Viktor se va de juerga solo para deshagarse. 

La mañana llegó inamovible, y Viktor, aún con el corazón y el ego magullados, tuvo que levantarse para  cumplir con su recién adquirido deber de entrenador. En el pasado, el ruso platino había utilizado sus fracasos emocionales para desquitarse y centrarse con más intensidad en el patinaje. Sin embargo, compartir pista con la persona que más se había esforzado en rechazarle en lo que llevaba de trayecto vital, no hacía más que acrecentar su malestar hasta el punto de  romperle los nervios. 
 
¡Y a tan sólo unos metros de él, Yuuri Katsuki se deslizaba tal y como era él: hermoso, dulce y demoledor! 
 
-¡Yuuri! -le corrigió.- Imagínate enredándote con el huevo. Piensa en el tazón de cerdo. 
 
Viktor se sentía totalmente ridículo diciendo eso en voz alta, pero si así ayudaba a Yuuri a reconectar con su propia sensualidad, simplemente lo haría. Aquel era el poderoso efecto que Yuuri Katsuki tenía en él.  A pesar de ello o tal vez precisamente por ello, Viktor se sintió repentinamente aliviado de cambiar y entrenar a Yurio. 
 
Los días de aquellas semana, que en la mente de Viktor se habían presentado tan lejanos y largos, fueron desdibujándose en su horizonte temporal. Los chicos se esforzaban, cada uno a su manera, reincidiendo involuntariamente en sus respectivos fallos. Yuri seguía sin fusionarse emocionalmente  con su programa. Su representación no iba más allá de la de un autómata bien programado. Observarlo insistir en su perfecta danza, distante y anticlimática, insoportablemente sosa, se había vuelto una actividad abrumadamente tediosa para un Viktor que disfrutaba la expresión personal y artística  como una de las facetas más señaladas e ineludibles de su trabajo. 
 
-¿Vamos al templo?- volvía a concluir con su barbilla pesadamente cincelada por su reflexivos dedos.
 
-¡Dímelo si lo estoy haciendo mal! -exigió un exasperado Yurio.
 
Pero, tal y como le había explicado la primera vez, sus fallos eran demasiado abstractos, demasiado íntimos como para que Viktor pudiera corregirlo con palabras. Yurio debía empezar a encontrar y plasmar su propia esencia en su baile. No era como los problemas con la técnica que sí se podían describir con un vocabulario especializado y detallado. De hecho, la técnica del adolescente era pavorosamente correcta.
 
No era así con Yuuri, cuyo éxito en los saltos parecía haberse convertido en un factor aleatorio. Si al menos, el japonés hubiera entendido el tema de su programa, Viktor ya estaría más que satisfecho, pero ni siquiera era así, y se limitaba sesión de práctica a seguir escenificando, cual robot, posiblemente el anuncio de comida más pornográfico del que el ruso había sido testigo. Simplemente dolía ver un joven tan sensual y candoroso, tan especial, convertido en algo tan banal e hilarante como un mero tazón de cerdo, por muy disfrutable  que fuera su sabor.
 
Y pese a todo, aquel fulgor aventurero que avistaba en los ojos del moreno, justo antes de fallar estrepitosamente, no le permitía darse por vencido con él. 
 
Todavía le quedaba algo de margen antes de que el escaso tiempo que él se había dado le forzara tomar una decisión que no quería tomar. Quizás su deber para con Yuuri, en tanto que entrenador, era no tanto exigir que él comprendiera sus coreografías al vuelo, si no comprenderle Viktor a él y sus motivaciones como patinador. Pudiera ser que Viktor tuviera que estudiar el concepto Katsudon con más profundidad, aunque también sería posible que la privación del sexo ocasional hubiera terminado de pudrirle la cabeza. 
 
A pesar de lo estúpido que se sentía, Viktor fue fraguando a escondidas y en los rincones más recónditos de su mente, aquellos que siempre escapaban al escrutinio, nunca demasiado exhaustivo de su conciencia, su atesorado plan de escape. Lo repasaba mentalmente a la vez que atestiguaba  los lentos pero constantes avances, posiblemente tardíos e insuficientes para su gusto. Por el momento, se limitaba a esgrimir su pose reflexiva mientras visionaba el Ágape de Yurio una maldita vez más. Por suerte, la frialdad desangelada que exhalaba su perfecta ejecución técnica, le volvió a dar una excusa más que perfecta para que Viktor pudiera actuar según sus caprichos.
 
-Unas cascadas vendrán bien.- señaló.
 
-¿Unas cascadas? -repitió Yurio intentando no hervir de ira.
 
Viktor, por supuesto, ignoró a conciencia la tangible hostilidad del muchacho.
 
-Sí, ya sabes-continuó Viktor.- Las típicas cascadas para purificar cuerpo y mente. Como en Karate Kid... Yuuri, ¿Podrías acompañarle e indicarle dónde queda? Mejor, ve tú también. Te vendrá bien para tonificar las piernas. Igual así no te caes tanto.
 
Yuuri puso la expresión típica atribulada de aquel que recibe un compromiso que no ha pedido, pero como buen japonés, no abrió la boca en contra del encargo con el que Viktor había querido cargarle. No era sólo que la parte malvada y rencorosa de Viktor había estado persiguiendo un oportunidad para castigar a Yuuri un poquito por lo del dichoso Katsudon, si no que a efectos prácticos, era vital mantener al asiático ocupado y fuera del mapa mental de Viktor. Sólo así, Viktor podría empezar a desalojarlo de su mente y volver a pensar con claridad. 
 
Cuando por fin se aseguró de que sus demandantes discípulos se habían marchado, Viktor no perdió tiempo en internarse en las profundidades de Hasetsu, las mismas que sólo había conseguido avistar  lejanamente en sus paseos con Yuuri.  Regodeándose en su añorada libertad, cual gato doméstico que se escapa de vez en cuando de su cómodo hogar para vivir aventuras, Viktor levantó la mirada hacia el sanguíneo anochecer. El fresco aire marino le llenaba los pulmones de sal y ganas de correr. ¿Cuánto tiempo hacía que no se divertía? Desde Sochi, seguramente, pues el ingrato japonés había estado obsesionándolo desde entonces.
 
 “Bueno, vayamos a darnos un homenaje en forma de gastronomía local.”
 
Conforme las estrellas fueron haciendo acto de presencia en un despejado firmamento que iba adquiriendo atrevidas tonalidades viólaceas, Viktor se adentró en las callejuelas plagadas de tenderetes y bares tradicionales, con el aplomo aristocrático de quién cree que el lugar le pertenece. No en vano, había hecho sus pesquisas, aun aprovechando su naciente y dudoso japonés, así como el oscilante inglés de Mari. 
 
Al parecer, a parte del famoso y aclamado Katsudon de Hiroko Katsuki, la otra gran especialidad de la zona era el Nagahama Ramen, una sopa de fideos hecha a base de carne de cerdo. En contra de lo que el propio Viktor sospechaba de sí mismo, el objetivo de la escapada no era sólo degustar las especialidades locales sin la continua compañía de sus alumnos, recordándole sus responsabilidades, si no también el de conocer a Yuuri, a través de los platos con los que había crecido. 
 
Tal vez así, pudiera entender de dónde venía esa pasión de Yuuri por la comida, tan exacerbada que le había llevado a elegirla como su Eros frente a Viktor. Así, tal vez, Viktor podría estar en disposición de entender porqué Yuuri se empeñaba tanto en rechazarle. 
 
El caldo, suave y salado, se adentró en las entrañas, provocando con su fluir un auténtico río de puro calor hogareño. El toque picante de las verduras, así como la refrescante quemadura que le producía el sake, descendiendo por su garganta contribuían a agrandar esa reconfortante sensación de puro contraste. Sintió cómo los fideos, tiernos por dentro y duros al morder, abrasaban lenta y sensualmente sus labios y fue casi inevitable acordarse de los fragantes besos de Yuuri en el ascensor. 
 
A lo mejor, el travieso asiático hubiera desarrollado su improvisada técnica sorbiendo fideos como aquellos. Por ahora, a falta de poder degustar los labios de Yuuri, si este alguien día volvía su permiso, claro; Viktor se afanaba en dar cuenta de aquel sabroso y exótico ramen. 
 
-¡Vkusno! -exclamó Viktor vigorosamente, más por los labios que por el ramen. 
 
En cierto modo era algo triste y solitario beber y comer completamente solo, como él lo estaba haciendo. Le hubiese gustado pedirle a Yuuri que le acompañara. De ese modo, podría explicarle detalles que se le escapasen a un ruso,  de esa fascinante cultura nipona que tanta curiosidad estaba empezando a generar en Viktor. Los farolillos rojizos y de otros colores empezaban a flotar junto con las luces eléctricas en la inmensidad negra del crépusculo, como si de estrellas mundanas se trataran.
 
Sí, le hubiese encantado que Yuuri estuviera a su lado allí mismo, conversando y riendo, explicándole los detalles de cada plato. Pero, ¿habría querido acompañarle si se lo hubiese ofrecido? ¡Por supuesto que no! Habría huido con la excusa de alguna obligación o tarea familiar o habría esbozado en su redondito y precioso rostro aquella expresión de conejito acorralado que a Viktor tanto deleitaba y fastidiaba a partes iguales.  Con el objeto de combatir la humedad de la noche y parte de su propio calor interno, Viktor ingirió con voracidad eslava un par de vasos más de sake, ante el aplauso de las gentes del lugar. 
 
¿A quién quería engañar? Yuuri no le quería. No le deseaba como Viktor a él, ni le había aguardado durante meses como un idiota. Posiblemente, ( y esto era algo que no podía negar, que, de hecho, tenía muy presente) el japonés recordara aquella noche caótica, que para Viktor  había sido tan especial y reveladora; con más asco que fascinación. Esa era la razón más sencilla para tanto rechazo, y, por lo tanto, la más lógica. El chico simplemente no estaba interesado. Era una experiencia nueva, pero debía asumirla antes de hacer más el ridículo. 
 
Así mismo, era de esperar que el chico no fuera quién decía ser y que incluso lo sedujera para que diera un empujón a su carrera. Eso explicaría sus pasmosos cambios de personalidad. En ese caso, Viktor sólo le habría estado siguiendo el juego, para que, cuando el premio se pusiera candente, el chico sólo le hiciera continuar por pura provocación y tentación, como un burro que persigue una zanahoria que nunca va alcanzar.
 
 Era por eso por lo que el chico, se esforzaba en poner aquellas caritas tan arrebatadoras y lindas ante los avances de Viktor, para luego escapar despavorido. Pretendía mantenerlo interesado pero sin comprometerse, y lo conseguía. Así de estúpido se sentía Viktor en aquellos momentos, cuando devoró sin piedad unos pinchitos de shitake, regándolos con varios vasos más de sake con hielo. 
 
En ese sentido, la llegada del rebautizado como Yurio, más que una intrusión, tal vez fuera un rescate del destino, una oportunidad para enmendar su camino y volver a Rusia con algo de dignidad. Lo mejor que podía pasarle, y lo que probablemente ocurriría, dada la diferencia de nivel técnico;  es que Plisetsky ganara el encuentro y retornaran juntos a la Madre Patria, olvidando de esa manera una relación que nunca llegó a nacer. 
 
Pero, entonces, ¿Por qué secretamente tenía tantas ganas de que ese tal Yuuri Katsuki, que sólo unos meses antes no significaba nada para él, saliese victorioso? ¿Por qué razón quería tan caprichosamente permanecer en Japón? Se conocía lo suficiente como para suponer que no era sólo por la exhuberante gastronomía local. 
 
“Estás enamorado hasta las trancas”, le susurró pícaramente la voz de Chris desde su memoria. 
 
Se había enamorado, posiblemente, de forma genuina por primera vez en toda su vida. Pero él, con conspiración o sin ella, no le quería. Su cabeza empezó a tambalearse de forma familiar, con el exceso de líquido amenazando por desbordársele por los lacrimales. Antes de perder, la poca vergüenza que le quedaba, determinó que lo mejor sería acudir al único lugar de Hasetsu donde podría hablar con libertad.  Pagó al amable tendero, más que satisfecho con su generosa consumición, y controlando su propio tambaleo, se levantó, dirigiéndose al bar de Minako.
 
Le costó encontrar el sitio de nuevo. Dada su actual confusión mental, era fácil predecir, incluso para sí mismo, que así sería. A pesar de ello, terminó internándose en el pequeño local cubierto de madera. Su entrada, sin embargo, no fue tan grácil como de costumbre. Se tropezó con un pequeño desnivel en la entrada y su traspiés casi le hizo incrustarse en la barra. Una alarmada Minako le saludó con la mayor apertura de ojos que su rasgada mirada podía permitirse. 
 
-Buenas noches- logró articular.
 
-¿Viktor?- preguntó ella notablemente preocupada.- ¿Cómo demonios has terminado así? 
 
-Tú eres la camarera -replicó Viktor irónico.- Seguro que tienes una buena teoría al respecto.
 
-Por favor.- suplicó Minako.- Dime que no has dejado que Yuuri te vea en este estado.
 
-¡Claro que no! - bufó Viktor irritado.- ¿De verdad crees que sería tan imbécil? ¡Lo he mandado por ahí con el Yuri rubio! ¡Oye! ¡Ya que estás, ponme una buen vodka! ¿Tenéis vodka en Japón? ¿Eh? ¿Lo tenéis?
 
Viktor no fue consciente de lo tonta que sonaba su risilla de borracho. En su deformada mente, sonó casi intelectual y sofisticada. Tampoco se percató  de la condescendencia maternal con la que Minako lo observaba casi perder el equilibrio sobre un maltratado taburete. 
 
-Mejor te pongo un buen café -determinó la ex bailarina.
 
-¡Vamos! ¡¿Un café?! ¡Los japoneses no sabéis beber! -rió Viktor.
 
-Eso será -escupió Minako de forma sarcástica.
 
-Oye, Minako. Tú decías que conocías a Yuuri desde pequeño- recordó frágilmente el ruso.- Dime, ¿de qué va? ¿Cuál es su rollo? 
 
Si Viktor hubiera tenido sus sentidos a punto y no abotargados por su propia intoxicación, se habría dado cuenta de lo mucho que la preguntita, y más concretamente el tono en qué esta había sido planteado, había ofendido peligrosamente a su interlocutora. 
 
-Yuuri no va de nada y no tiene rollo- respondió Minako fríamente.- Él es tal y como se muestra y punto. Si hay una persona sin máscaras o dobles intenciones, esa es Yuuri Katsuki, para bien y para mal.
 
-Pues es curioso que lo digas porque yo llevo tiempo intentando adivinar quién es esa persona - rió Viktor violentamente- ¡Y no tengo ni idea! En fin- dijo alzando un vaso invisible,- ¡Brindemos por el deseo y por la lujuria! ¡Por sus preciosas caderas y por el par de ojos castaños más vibrantes que he visto en mi vida!
 
Entonces, al interiorizar las palabras de Minako, Viktor se sintió de pronto culpable: por haber dudado de la moralidad y la sinceridad del pobre Yuuri, por haberse atrevido a enfadarse con él como si no tuviera derecho a rechazarle. Pero eso no hacía que su amor no correspondido doliese menos, si no, más bien, se daba el caso contrario.
 
-Aunque – la voz de Viktor empezaba a entrecortarse, como afectada por un error de transmisión.- Puede que tengas razón. Tal vez debería darme por vencido...
 
-Viktor, querido- inquirió Minako sorprendida ante el fulminante cambio de tema, combinado con el todavía más vertiginoso cambio de ánimo.- ¿Qué quieres decir?
¡Él no me quiere y ya está!- proclamó Viktor antes de desbordarse sobre la barra del bar.- ¡Y nunca lo hará!
 
-¡Ay, Dios mío!- exclamó Minako alarmada por la incontrolable situación.- Creo que sí voy a servirte ese café y llamaré a Toshio para que venga a recogerte. 
 
-No, por favor- suplicó Viktor moqueando y temblando por la violencia del llanto, con el rostro oculto entre sus brazos cruzaso.- No llames a nadie. No quiero que me vean así.
 
Minako comenzó a acariciarle el pelo con compasión casi maternal.
 
-A ver, te refieres a Yuuri, ¿no?- le consoló una Minako aún algo confusa- ¿Dices que no te quiere? ¡No tienes ni idea de lo que dices! Si supieras... ¡Si hay alguien este mundo que te adora ciegamente, ese es Yuuri! 
 
-No me lo creo- contrapuso Viktor enfurruñado.- ¡Me desprecia! ¡Todo lo que hago le asusta!
 
-Eso es porque es un chico tremendamente inocente y un poco torpe para estas cosas -argumentó Minako entre susurros.- ¿Sabes que con veintitrés añazos nunca ha salido con nadie? Sólo tienes que tener un poco más de paciencia con él. 
 
-Si espero más, saldré ardiendo- repuso Viktor con una cómica indignación que casi sacó una sonrisa a Minako.- No sé si mi cuerpo podrá aguantar mucho más.
 
-Entonces deberías contarle todo esto- le recomendó Minako.- Dile cómo te sientes. Te aseguro que le harías muy feliz, si lo supiera.
No- negó Viktor.- Huirá otra vez. Siempre lo hace.
 
-Viktor, por favor- le imploró Minako con dulzura- Prométeme que le explicaras a Yuuri cuáles son tus sentimientos. ¿Se lo confesarás, verdad? 
 
Viktor no tuvo fuerzas para negarse otra vez, pues poco a poco la voz de Minako empezó a tornarse en un eco lejano hasta dejar de oírla. 
 
A la mañana siguiente, Viktor se encontró inexplicablemente metido en su cama, si bien contaba con algunas acertadas teorías sobre cómo había llegado hasta ahí. Sintió su cabeza a punto de reventar cuando el gong habitual de la campana budista sonó en la lejanía, con la malvada intención de golpear cruelmente todas su neuronas. 
 
No era la primera resaca de Viktor, ni mucho menos, pero si estaba siendo especialmente aparatosa. Para terminar de empeorar la situación, su delicado y fino cabello casi plateado se había enmarañado de las maneras más creativas durante la noche, por lo que Viktor pasó por ciertas dificultades para adecentarlo, sin demasiado éxito. 
 
Por fortuna, la digestiva y nutritiva sopa de miso de mamá Hiroko consiguió asentarle el estómago lo suficiente como para notarse con fuerza para entrenar. Cuando llegó, se topó con la curiosa escena de el normalmente egoísta y competitivo Yuri Plisetsky enseñando el salchow a un menos dotado pero mucho más dedicado Yuuri Katsuki. 
 
-¿Qué estabais practicando?- preguntó Viktor con la lengua todavía apelmazada.
 
Al percatarse de su presencia, su alumnos giraron el gesto comprometidos, como un par de críos escondiendo una travesura en curso, y fingieron ensayar sus respectivas rutinas. Un pequeño golpe más para el ego de Viktor: ni siquiera entonces era imprescindible. 
Notas finales:

Bueno, en primer lugar me gustaría disculparme con la gente que sigue el fic al día. A pesar de lo mucho que aprecio vuestra fidelidad, os perjudiqué sin querer, cuando olvidé publicar "Lidiando con la tentación", antes de la primera parte de este cap. Si tenéis tiempo, os invito a que lo leyáis y si no, al parecer la historia se entiende bien igualmente. Siento haber cometido un despiste tan gordo. Intentaré estar atenta en el futuro y no hacer estas cosas...

Además, escribí esta parte de madrugada pq YOLO. Si he cometido algún otro error o despiste no duden en avisarme. 

En cuanto al fic, nos encaminamos al enfrentamiento de las "Aguas termales" y sólo voy a decir que tengo toneladas de Eros preparadas para la semana que viene. XDDD

Igualmente, espero que sea de su agrado y muchas gracias por seguir leyendo el fic y por comentar. 

Nos leemos el próximo viernes para más suculentas actualizaciones que espero que terminen de subsanar los errores de esta extraña Semana Santa. 


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