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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

 "Viktor envidió a Yuri Plisetsky con la libertad con la que gemía y chasqueaba la lengua cuando algo lo frustraba, ya que esa era la emoción que sentía el ruso en esos momentos. ¿A quién demonios se le había ocurrido que aquella tímida tortuguita llena de encantos por exponer había que dejarle dentro de su caparazón, obligándole a representar emociones que no eran las suyas? En vez de ello, Viktor optó por poner a prueba la elocuente flexibilidad de Yuuri.


-¿No es más divertido si lo haces tú mismo? -terció Viktor.


-Pero mi anterior entrenador... -replicó Yuuri, resistiéndose.


-¿Quién era tu entrenador, Yuuri?, preguntó Viktor como si no lo supiera ya.


En ese instante, sobrecogidos por un silencio artificial y a punto de ser rasgado, Yuuri y Viktor supieron que se habían convertido en la atracción principal para una decena de bañistas curiosos. Por alguna razón, había un padre tapándole los ojos a un niño, y un anciano rezando."


Yuuri y Viktor llaman a Celestino para preguntarle por la música del programa libre. Por su parte, Viktor también recibirá ayuda en forma de una llamada telefónica inesperada.  

La humedad del aire aun invadía sus pulmones, pesándole en el pecho junto con todos aquellos sentimientos que tanto se esforzaba por contener, mientras fingía estar simplemente recogiendo sus enseres de la taquilla. Cerca, su nuevo pupilo seguía pendiente de un tono de llamada que lo conectaría con más allá del Océano Pacífico; y aquella conexión era, para Viktor, algo que necesitaba más de lo que quería. 
 
La verdad sea dicha, a Viktor el tal Celestino nunca le había caído bien. Ni siquiera le impresionaban sus supuestos antiguos logros en el deporte en el que ambos habían invertido su vida, fácilmente rebatidos por el propio ruso en el inicio de su carrera. Si ya Viktor lo consideraba mediocre, esa impresión no había hecho más que cimentarse con todas las pruebas que Yuuri le había estado aportando.
 
Por si eso fuera poco para crear cierta tensión hacia el entrenador italiano, Viktor sospechaba que Celestino sabía algo de sus deslices en Sochi. Con unas pocas frases, aquel incompetente podía deshacer todo lo que Viktor había estado construyendo, no sólo desde el Grand Prix, si no durante toda su vida. De hecho, a la faceta más paranoica de Viktor le resultaba casi delirante que Celestino no lo hubiera denunciado ya. 
 
Sin embargo, por mucho que Viktor lo temiera y lo subestimara a partes iguales, sabía que debía contar con la información que este le suscribiera para poder dirigir el camino de Yuuri como Dios manda. Después de todo, en eso consistía la promesa que ambos se habían hecho. 
El sonido del teléfono descolgándose lo puso sobre aviso. Se acercó a Yuuri para escuchar la conversación. La voz al otro lado parecía sorprendida pero feliz. Aquello era una buena señal.
 
-¿Yuuri? ¡Ciao Ciao!- saludó alegremente el italiano.- No hablábamos desde el Grand Prix Final.
 
-¡Cuánto tiempo! -le correspondió Yuuri.
 
-Escuché que ahora te entrena Viktor... -comentó de improviso Celestino.
 
-¡Lo siento! -se disculpó Yuuri apresuradamente, como si se creyese autor de alguna secreta e insignificante traición. 
 
-¿Por qué te disculpas? -preguntó Celestino. El tono cantarín de su voz, deudor de su musical prosodia italiana, se ensombreció por unas notables preocupación y extrañeza. 
 
Aquel cambio radical dio pie a Viktor para intervenir. 
 
-¡Ciao, ciao, Celestino! -saludó Viktor con un cierto matiz más paródico que divertido.- Soy Viktor, su entrenador.
 
Viktor se encargó de recalcar aquella última palabra con un orgullo trivial y pasajero, tan sabiamente calculado que pasaría desapercibido ante cualquier observador descuidado. Un breve silencio reflexivo le esperó al otro lado de la línea. 
 
-¿Ahora juegas a entrenador en Japón? - terció Viktor sin abandonar su tono de voz inusualmente árido. -Déjalo ya.
 
¡Ahí estaba otra vez! La misma incredulidad que le había devuelto todo el mundo del patinaje. Viktor había sido alabado como patinador desde que empezara a competir en junior, hacía ya décadas. Su valía había sido probada sobre el hielo en infinidad de ocasiones, y siempre había sido reconocida. Pero, ahora que en el ocaso de su carrera decidía ponerse a entrenar a otros patinadores, no se topaba más que con reacciones de escepticismo y desprecio. ¿Por qué de pronto, todos daban por hecho que no estaba preparado para su nuevo cargo? ¿Por qué todos creían que estaba “jugando”? No importaba. Como ya hizo con anterioridad, sólo tenía que seguir demostrando de qué pasta estaba hecho. De esta manera, Viktor optó por ignorar a Celestino y atacar directamente la cuestión que le interesaba. 
 
-Oye, ¿por qué no dejabas que Yuri escogiera su música? -le acusó Viktor con una actitud fingidamente inocente.
 
Sin embargo, justo cuando creía que lo había puesto entre la espada y lapared, apresándole con todas aquellos indicios de incompetencia que creía haber amasado en su contra, Celestino sencillamente se limitó a sorprenderse ligeramente para luego defenderse sin una pizca de acritud o nerviosismo. 
 
-A menudo elijo la música de mis patinadores -explicó,- pero también dejo que ellos lo hagan. Yuuri me trajo una melodía solo una vez. Creo que la compuso alguien que conocía. No estaba mal, pero cuando le pregunté si creía que podría ganar con ella, Yuuri se echó atrás y me pidió que volviera a elegir por él. Yuuri nunca tuvo confianza en sí mismo. Le dije una y otra vez que confiara en sí mismo, pero...
Aquella autocomplacencia, terminó de irritar a Viktor, para quien Yuuri seguía siendo una víctima de la escasa mano izquierda de Celestino
 
“No le  puedes exigir a una flor que florezca cuando se lo ordenas. Tienes que regarla tú, idiota.” 
 
Harto de escuchar excusas, Viktor decidió cortar la conversación por lo sano. 
 
-Bien. Gracias. - le interrumpió.
 
Entonces, cuando Viktor creía que Yuuri iba a cortar, este volvió a hacer algo que lo sorprendió. 
 
-Disculpa, Celestino - dijo de forma atropellada pero con una determinación innegable en la mirada,-  Voy a redimirme en el próximo Grand Prix Final. 
 
A Celestino se le escapó una risilla de satisfacción mezclada con algo de la ternura que sentía por su ex alumno. 
 
-Quería oírte decir eso en el Grand Prix Final del año pasado – confesó.
 
Cuando Yuuri por fin colgó, esbozaba una gran y beatificadora sonrisa en su rostro que parecía querer derretir toda la tensión anteriormente acumulada. Era como si hubiera estado temiendo enfrentarse a su antiguo entrenador, como si, efectivamente, creyera que le hubiera traicionado o fallado. Aquellos sentimientos de filiación le resultaban un tanto extraños a Viktor, quien siempre había hecho lo que le daba la real gana, por mucho que considerara su relación con Yakov como algo que traspasaba lo profesional. 
 
-¡Qué bien! -suspiró Yuuri aliviado, confirmando la intuición de Viktor. -No me atrevía a llamarlo.
 
A pesar de ello, Viktor no podía sentir ninguna compasión por un Yuuri reconfortado. Más bien, prefería concentrarse en aquel abismo de incomunicación que volvía a abrirse entre ellos. Justo cuando creía que Yuuri empezaba a confiar en él, de repente resultaba que le había ocultado información, o le había contado una verdad a medias. Por si aquello no fuera ya de por si bastante exasperante, el japonés había dejado que Viktor hiciera el ridículo, echándole en cara a Celestino, cosas que en realidad este no había hecho. 
 
-Yuuuuri – le llamó sin ánimo de ocultar su ofuscación.- ¿Puedo oír la música que mencionó? ¿Por qué no me lo dijiste?  Soy tu entrenador, ¿no? 
 
-Sí, lo siento – se disculpó Yuuri, algo azorado, reconociendo su tropiezo.
 
Más tarde, y tal y como Viktor le había insistido, Yuuri le mostró la canción. Inmediatamente supo a lo que Celestino se refería. Indudablemente, el compositor la había compuesto con Yuuri en mente, pues había algo de él en la pieza, tal vez una cierta belleza ingenua y una melodía que resultaba al mismo tiempo taciturna y de una alegría esperanzadora. Sin embargo, para poder construir con ella una actuación que llegara al público, aquella música carecía de algo fundamental: no había clímax, ni impacto, ni teatralidad. 
 
La melodía era bonita, desde luego, pero parecía titubeante, como el mismo Yuuri antes de lanzarse a un salto mal encaminado. Sin intenciones claras de llegar a ninguna parte, su evolución terminaba por perderse en los mismos senderos circulares.  Viktor era incapaz de imaginar ninguno de los movimientos fluidos y elegantes de Yuuri plasmados en dicha canción.  No era, en definitiva, una canción ganadora. 
 
-Ya veo. Con que así suena- alcanzó a comentar con expresión comprometida. -Deberías plantearte otras posibilidades.
 
Viktor notó en seguida como su tibia reacción afectaba al ánimo de Yuuri, quién se sintió desacreditado en sí mismo. El joven japonés se enfocó en practicar la rutina de Eros, antes de seguir pensando en el urgente programa libre. Viktor, por su parte, se preguntaba hasta qué punto su nuevo protegido podía vivir a espaldas de aquel misterioso magnetismo que atraía al resto hacia él, como moscas a la miel. ¿Cómo podía alguien desconocer tanto de su propio encanto? 
 
La misma reflexión copó la mente aletargada de Viktor durante el resto de la jornada. La evolución de Yuuri, que hasta hacía un par de días parecía ir viento en popa, se había vuelto a estancar. Lo peor de todo era que, a diferencia de la anterior vez, Viktor no podía hacer nada para hacerle reaccionar. Tenía que ser él, el que se conociera a sí mismo, el que decidiera que quería mostrarle al mundo de sí mismo. Toda aquella inacción afectaba al optimismo del ruso, quién no podía entender menos las dudas de su pupilo, dotado como había estado siempre de esas ansias por encandilar al público. Frente a esto, el japonés prefería ocultarse al mundo, lo cual a Viktor, conocedor de todo aquel potencial de seducción, se le antojaba casi un crimen. 
 
Aquellos pensamientos seguían revoloteando por su mente, como abejas atareadas en un panal, cuando el timbre de su teléfono móvil lo sorprendió. Su sorpresa creció cuando leyó el nombre del contacto en la pantalla.
 
-¡Salut! -exclamó una voz familiar pero largamente olvidada.- ¿Cómo le va a mi casanova favorito?
 
-¿Chris? - se preguntó genuinamente Viktor sin salir de su ensimismamiento- ¿Cómo te va?
 
-Fabulosamente -respondió este.- Me estoy preparando para darle una paliza a tu chico en la pista,  y eso que cierta personita me tiene muy ocupado...
 
-Aquella vulgar insinuación pronunciado con un tono de voz tan meloso, exacerbó a  un envidioso Viktor.
 
-¿Cómo? ¿Te refieres a tu gato?- se burló taimadamente Viktor.
 
-Ja, ja – replicó Chris arisco.- Ríete cuánto quieras, pero yo por lo menos tengo pareja estable. Al menos que tengas noticias que darme... 
 
Viktor suspiró agotado. Conocía lo suficiente a Chris como para predecir sus ataques de ansías cotillas de abuela de pueblo, si bien había estado demasiado centrado en Yuuri como para acordarse de él. Ahora debía admitir su derrota ante él. Afortunadamente, Viktor podía confiar en que el suizo, a la hora de la verdad, y lejos de todas aquellas recriminaciones y peleas adolescentes; era ante todo un amigo. 
 
-Dime -insistió Chris con la impaciencia candente en la voz.- ¿Sigue siendo tan bueno en la cama como cuando te lo tiraste en Sochi?
 
-Pues, la verdad es que no lo sé -reconoció Viktor.
 
-¿Cómo? ¿Todavía no habéis....? -se escandalizó Chris.
 
-Me temo que así es -ratificó Viktor, intentando lidiar con su propia vergüenza y decepción.
 
-Pero... -repuso Chris, intentando no perder la esperanza.- Por lo menos os habréis besado, ¿no?
 
-Siento decepcionarte -contestó Viktor. 
 
-¡No me lo puedo creer! -exclamó Chris.- ¡Se me ha caído un mito! ¿Se puede saber que has estado haciendo estas semanas? 
 
La respuesta de Viktor fue tristemente automática. 
 
-Entrenarle. 
 
-¡Oh, merde! -susurró inconscientemente Chris.
 
-Chris, no le gustó. No hay nada que hacer. 
 
Un pesado silencio volvió a resonar al otro lado de la línea. Al tiempo, la voz de Chris volvió empañada de una plomiza e impactante seriedad. 
 
-Si tan seguro estás, ¿Como es que sigues ahí? No es como si no tuvieras más opciones.
 
-He hecho una promesa -replicó Viktor descuidadamente.
 
-¡Y una mierda! -bufó el suizo- ¡Como si tu palabra te hubiera importado alguna vez!
 
-¿Quieres que te diga la verdad? -preguntó Viktor con la rabia ascendiéndole por la garganta-¡Muy bien! ¡Te diré la verdad! No quiero irme. Quiero estar con él. Sé que es estúpido y que no tiene sentido, pero a veces creo que simplemente quedándome a su lado, soy feliz. Si así con él  para siempre, sólo animándole y conversando, sería más que suficiente.
 
-¡Mon dieu, Viktor! -exclamó Chris- Nunca pensé que te oiría decir algo tan bonito. Lo tuyo es mucho peor de lo que imaginaba. 
 
-Soy patético, ¿verdad? -rió Viktor. 
 
-¡No! ¡No lo eres! -negó Chris conmovido- ¡Escúchame! ¡No voy a permitir que te rindas tan fácilmente! ¡A ese chico le gustas! ¡Estoy seguro! Me reconcome el orgullo  admitirlo pero ese brillo en los ojos no sólo era por el alcohol.
 
-Me encantaría creerte – repuso Viktor.- Pero tendrías que verle. Cada vez que me acerco a él o me insinúo, huye despavorido como si yo tuviese la peste. Lo he intentado todo y no...
 
-Viktor -le interrumpió exasperado Chris,- ¿No habrás hecho “lo de siempre”?
 
-¿Qué es “lo de siempre”? -preguntó Viktor desconcertado.
 
-¿No te habrás lanzado sobre el chico, como haces siempre verdad? Ya sabes, tocándole, acercándote, poniendo esa voz tan sexy que sabes poner. 
 
La falta de respuesta le dio a Chris toda la confirmación que necesitaba. 
 
- ¡Ah, mon dieu! ¡Je ne peux pas y croire! (no me lo puedo creer) -resopló antes de carraspear y volver a hablar.- Viktor, voy a decirte algo que alguien tendría que haberte explicado hace mucho, mucho tiempo. Ese “método” de seducción sólo te funciona a ti porque estás muy bueno. Si el común de los mortales, hiciera lo mismo, no nos comeríamos ni una rosca. 
 
-Tú tampoco estás nada mal, Chris -rió Viktor. 
 
-¡Oh, por favor! ¡Yo soy divino! -rió Chris con indignación fingida- Pero, en serio, lanzarte a las bravas como te he visto hacer, te sirve porque eres guapo, famoso y la mayoría de la gente ya está deseando conocerte. Los demás solemos, no sé... ¡Conversar un poco antes de  ir  con todo!  Y, encima, el chico es japonés...
 
-¿Qué quieres decir con eso?, preguntó Viktor completamente fuera de onda.
 
-¿En serio no lo sabes? ¿Quieres decirme que te has largado a otro país por las buenas y ni siquiera te has molestado en investigar un poco la cultura? ¡Y eso es algo que cualquiera puede descubrir con un documental de viajes, maldita sea! A los japoneses no les gusta el contacto físico ni que invadan su espacio personal. 
 
-¡Conociéndote, me sorprende que el chico no te haya dado un puñetazo en la cara! 
 
La escena de Yuuri reculando cuando le tomó de la barbilla y le tocó el brazo cruzó por el recuerdo de Viktor como un relámpago. Ahora todo tenía sentido, todas y cada una de las veces que Yuuri había desviado la mirada y se había sonrojado tan deliciosamente. Y, a pesar de ello, algo en aquel rubor preconizaba que, tal y como Chris había advertido, el asiático no estaba del todo a disgusto con todos aquellos avances. Viktor se sintió tentado a creer. 
 
-Mira, Viktor -comenzó  a hablar Chris,- Me da la impresión de que esta vez se trata de algo mucho más serio e importante que un mero rollo de una noche. Te has enamorado de verdad, pero una relación profunda exige un esfuerzo especial. Debes intentar conocerle y hablar con él, ya sabes, no como un cacho de carne, si no como un ser humano...
 
-Me encantaría, en serio -suspiró Viktor.- Pero no sé cómo hacer para que se relaje a mi lado. La mayor parte del tiempo no sé qué espera ni qué piensa de mí. 
 
-¡Muy bien! -resolvió Chris- ¡Te voy a contar mi gran secreto! ¡La historia del pececito y la concha! 
 
-¿La historia del pececito y la concha? -se burló Viktor- ¡Parece un cuento de jardín de infancia!
 
-Es que me lo contaron en el jardín de infancia -explicó Chris.- Mi profesora estaba un poco preocupada porque intentaba hacerme amigo de las niñas, levantándoles la falda y esas cosas...
 
-No sé porqué, pero no me cuesta creerlo -repuso Viktor entre carcajadas.
 
-Verás, el pececito quería conocer a la concha porque esta guardaba una hermosa perla en su interior. Tú eres el pez y ese chico es la concha.
 
-Creo que puedo entender la analogía sin que me la expliques, gracias –dijo Viktor.
 
-¡Tú, calla y escucha! -continuó Chris- El caso es que cada vez que el pez se acercaba nadando a toda prisa para ver la perla, la concha se cerraba al instante, pero, un día, el pez tuvo paciencia y se fue acercando poco a poco, dejando que la concha confiara en él. Ese día , la concha dejó que el pez viera su perla.
 
-Toda esta historia me suena muy pornográfica – resopló Viktor impaciente.- ¿Cuál es la moraleja ?
 
-¡La moraleja es que si quieres que ese chico se abra a ti, debes dejarle tiempo y espacio para ello! Mantente en un segundo plano, ten paciencia y escúchale. ¿De acuerdo? Déjale ser él mismo. En este asunto, la estrella no eres tú. ¡Es él! 
 
-De acuerdo -concedió Viktor, algo agotado por la intensidad de su amigo.
 
-¡Así me gusta! -dijo Chris-  ¡Te dejo, que tengo que volver a entrenar! ¡Tú haz lo que te he dicho!
 
Antes de que Viktor pudiera abrir la boca para despedirse, Chris ya había colgado. El ruso se tumbó en su cómoda cama, sintiéndose todavía más abatido que antes y siendo pronto acompañado por la incombustible Makkachin.  ¿Con qué dejarle ser el mismo? Resultaba fácil decirlo cuando ni el mismo Yuuki parecía saber quién era en realidad. 
Notas finales:

Bueno, siento avanzar tan lentamente, aunque por lo menos ya sé como encarar el final del capítulo cuarto. Espero que este cap contenga suficientes detalles propios para resultar interesante. 

Además, tengo que avisar de que me acerco a una época oscura en mi trabajo, donde no voy a poder actualizar con la misma frecuencia. Voy a intentar que no sea así, pero no depende del todo de mi. Gomen.

Igualmente, me despido deseando que el fic les siga gustando, que tengo un buen fin de semana y poder volver a leernos con la mayor presteza.

¡Hasta la próxima y gracias por su apoyo, su lectura y las reviews! 

¡Besos!


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