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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

 "Era un ser complejo, sensible, bondadoso hasta el punto de resultar cruel, tan vulnerable y sensible que no podía albergar mayor fortaleza, para nada inmaculado, pero era precisamente ese exclusivo amasijo de imperfecciones lo que lo hacía tan encantador, lo que lo hacía tan especial. De todas la gran masa de gente que había conocido a lo largo de su vida, Viktor podía afirmar con contundencia que nadie se asemejaba a Yuuri, tal era su rareza."


 


Yuuri y Viktor consiguen encontrar la pieza correcta para el programa largo y empiezan a entrenar la coreografía... con problemas capilares de por medio... 

-¡Por favor, enséñame todos los saltos que sepas hacer! 
 
No era una petición cualquiera. Viktor conocía la determinación de Yuuri, la había presenciado antes, pero su aparición errática e inusual siempre terminaba por llevárselo por delante, como si de una tormenta solar se tratara. Parecía mentira que aquel fuera el mismo chico que horas antes estaba rehuyendo de él y de sus propias responsabilidades. La sensatez que aún permanecía, acallada y arrinconada , en el cerebro de Viktor, le susurraba que tal vez debería estar algo enfadado todavía con él, algo receloso. 
 
Sin embargo, el ruso ya se sabía completamente vulnerable con respecto al  incandescente brillo cósmico que irradiaban los ojos de Yuuri cuando este ya estaba decidido, aquellos breves pero portentosos destellos de fortaleza. ¿Cómo resistirse a darle lo que le pedía si se lo pedía con tanto convencimiento? Los ojos furibundos y oscuros de Yuuri se habían convertido en una red en la que, sencillamente, quería dejarse caer. 
 
Durante los siguientes días, Yuuri siguió desprendiendo esa luz rabiosa de pura concentración. No es que los saltos fueran su especialidad, no habían llegado a serlo de forma milagrosa en tan pocas sesiones, pero la fortaleza renovada con la que siempre se levantaba tras cada aparatosa caída siempre lo colmaba de una inesperada admiración. 
 
Tal y como los comentarios de Yuuko y sus anteriores observaciones pronosticaban, Yuuri era un monstruo de pura resistencia que podía pasarse horas sin tomar un sólo descanso. Sólo patinaba, patinaba, saltaba, se caía y se volvía a levantar como en una especie de carrusel maldito, sin perder un gramo de frescura ni mostrar un sólo signo de cansancio. Tal eran los frutos de un entrenamiento incesante y casi obsesivo. 
 
Por su parte, Viktor se esforzaba por no ofrecer una imagen opuesta a la de su devoto pupilo. La combinación paradójica de una excesiva facilidad que nunca le había obligado a tanto sumada al peso de todos los años de su carrera de éxito empezaban a hacer mella en un cuerpo que parecía querer traicionarlo.  No tardó en tener que agarrarse a la valla que delimitaba la pista para no caer de bruces contra el hielo.
 
¡Viktor, por favor, déjame hacer ese otra vez! -le pidió, casi exigió, Yuuri con sus mejillas de cereza está vez encendidas por la llama del esfuerzo y el sudor embadurnando su frente, con el énfasis subrayado de sus cejas de bordes espesos. 
 
Pero aquel que fuera en otros tiempos no tan lejanos un orgulloso campeón, simplemente no estaba en condiciones de concederle ningún deseo; le bastaba con el reto de respirar con normalidad.
 
-¡Wow! -jadeó Viktor intentando enmascarar inútilmente su desesperación.- Ya van miles de veces. 
 
-Solo es la decimotercera -se quejó Yuuri.
 
-Llevo un tiempo pensándolo -admitió Viktor, mientras se agachaba a quitar algo de escarcha de sus patines,- Tienes mucho aguante.
 
-Al menos tengo eso – se lamentó quedamente Yuuri.
 
Viktor aprovechó la incómoda posición de su rostro, casi boca abajo, para ocultar la leve irritación que le había provocado aquel inoportuno comentario. Con el paso del tiempo, había empezado a desarrollar una cierta “alergia” a la constante tendencia de Yuuri de despreciarse a sí mismo. Claro, el pobre y mediocre Yuuri sólo tenía eso, sólo tenía la capacidad de poner contra las cuerdas a un campeón olímpico, pero eso no era para nada motivo de autoreconocimiento ni regocijo personal. 
 
-Dijiste que los nervios de una competencia te hacían dar hambre. -rebatió Viktor.- No has sufrido ninguna lesión grave y eres más joven que yo...
 
Estaba inmerso en su propio rumiar, cuando lo sintió: un dedo acusador e indicioso posándose, haciendo diana en la parte más vulnerable y descubierta de su cuero cabelludo: un talón de Aquiles cuya existencia a penas empezaba a reconocer. 
 
El vergonzoso descubrimiento contaba con apenas unos días, cuando apesadumbrado otra vez por los insistentes desplantes de su amado alumno, Viktor había vuelto a recurrir a un cada vez menos comprensivo Chris. 
 
-¡Ni que te hubiera visto la calva! - se burló  el suizo una vez.
 
Al oír aquella palabra tabú, Viktor notó como la sangre se le retiraba  lentamente de las venas, como si su cuerpo, consciente de pronto de su propia caducidad, se fuera preparando él solo para el embalsamiento.
 
-¿Qué calva? -preguntó Viktor con el pánico asomándole en las cuerdas vocales.
 
-¡Tranquilo! -intentó calmarle Chris. - Es algo insignificante: sólo un huequecito de nada en la coronilla.... nada que llame la atención. 
 
-¿Tengo una calva en la coronilla? -musitó Viktor cada vez más alarmado.- Sabía que últimamente estaba más quebradizo...
 
-¡No pasa nada! -exclamó histriónicamente Chris para ocultar su propia ansiedad ante su metedura de pata.- ¡Eres un hombre alto, no creo que él la haya visto! 
 
Vikto no recordaba mucho más de aquella traumática conversación, tal vez porque Chris se diera mucha prisa en despedirse, dejando a Viktor más devastado de lo que se lo había encontrado o tal vez porque no había dicho nada de igual contundencia. El todavía atractivo ruso tan solo alcanzó a  maldecir su  propia herencia: siempre pensó que había heredado el pelo de Ella y no de Él. 
 
Y ahora su peor defecto, la prueba irrefutable de su pérdida, había quedado expuesta ante la vista, y el tacto,  de la persona cuyo juicio más temía. 
En cuestión de segundos, Yuuri retiró el dedo, avergonzado, posiblemente por su propio atrevimiento.
 
-¡Lo siento! -chilló- ¡No pude evitarlo!
 
-¿Tanto peligro corro ya? -preguntó un debilitado Viktor, tapándose el pelo.
 
Yuuri se apresuró a tranquilizarle de una forma tan forzada como poco eficaz que a Viktor no pudo si no recordarle al torpe consuelo de Chris.
 
- ¡No, no! ¡Todo está bien! 
 
El peso de aquellas disculpas desalmadas e indeseadas era justo el golpe de gracia que el abatido cuerpo de Viktor necesitaba para claudicar definitivamente. El otrora campeón notó como las fuerzas le abandonaban del todo. 
 
-Me muero -declaró.-No puedo recuperarme. 
 
Hacía años que Viktor había adquirido el hábito de dormir desnudo. Era como si aquel norteño, hijo del hielo nunca tuviera suficiente frío. Después de todo, sabía de buena mano que incluso de niño, su cuidadora tenía que volver a colocarle el pijama. Para el ruso siempre había habido algo reconfortante y sensual en el tacto directo de las sábanas.
 
Le gustaba su cuerpo, estaba orgulloso de él por mucho que comenzara a fallarle; y de todas las agradables con las que este le agasajara. Que muchos de sus antiguos amantes hubieran valorado positivamente la inmediatez pragmática de aquella decisión, sólo resultaba un factor más. Igualmente, el calor del pegajoso verano japonés había estado recientemente internándose en su cama sin ser invitado, por lo que la desnudez seguía siendo la opción más recomendable ante tal inclemencia. Así que, cuando Yuuri irrumpió en su habitación, Viktor estaba, naturalmente desnudo. 
 
El ruso no tuvo tiempo de vestirse, ni hubiese sentido el impulso de hacerlo, pues se hallaba confinado en las profundidades de un sueño oscuro y ciego, cuando notó un peso extraño desplazándose por su cama. 
 
-¡Viktor, escucha! -le ordenaba un voz familiar y querida. 
 
El chillido emitido por su fiel Makkachin, que yacía a sus pies, terminó de despertarle. Sí, Yuuri había irrumpido en su cuarto, se había subido a su cama y había pisado a su perra. No tenía importancia, Makkachin estaba casi tan enamorada del japonés como él mismo. Lo perdonaría en cuestión de segundos.  En cuanto a la equívoca situación de Yuuri invadiendo su dormitorio, Viktor, ni siquiera al estar todavía preso por los fantasmas del sueño, no sentía la más remota tentación de malinterpretar las intenciones del joven asiático a su favor. Más bien, sería justo decir que no tenía ni idea de qué quería. Entonces vio el portátil en las manos del chico, se acordó de aquella pieza de música insípida y los pensamientos empezaron a organizarse en la enmarañada mente de Viktor.
 
-La música está lista- anunció un frenético Yuuri, para más confirmación.
 
Yuuri le colocó diligentemente los auriculares en los oídos, presintiendo quizás que Viktor tuviera la consciencia todavía demasiado entumecida como para hacerlo por sí mismo. Sin embargo, en cuanto la melodía comenzó, Viktor supo qué hacer: cerró los ojos instintivamente para centrarse en sus detalles. La música no tardó en agradecer la cortesía, con una infinidad de matices y texturas que no aparecían en la primera versión. 
 
Era obvio que era la misma pieza pues la tonada central, algo simple y esquiva, seguía ahí. Sin embargo, ya desde el comienzo se advertía un cierto doble juego en las traviesas notas del piano que iba complicándose y desplegándose progresivamente, evolucionando conforme la canción avanzaba. Comenzaba con una ligera cascada de teclas que comenzaban a sonar de una manera algo tímida pero insistente, en un ciclo que parecía pretender extenderse, arremolinarse, hasta el infinito. Sin embargo, un serie de notas dispares dispuestas de forma estratégica avisaban de una cierta ascensión oculta en aquel remolino aparentemente interminable. Entonces una nota sonaba algo más discordante, forzando a una ligera pausa que anunciaba el temido cambio de giro. 
 
A continuación, el peso de la música parecía caer con una contundencia imprevista sobre las teclas, casi imprimiendo la melodía en ellas, mientras que aquellas notas que parecían perdidas en aquella evolución ascendente, pretendían crear una melodía secundaria, que iba añadiendo lentamente nuevos matices a la pieza, contestando a aquel juego de notas inicial. Ahora, este último permanecía como telón de fondo, mientras la nueva concatenación de sonidos emprendía su discurso complementario, como las gotas de lluvia retumbando dulce pero implacablemente en la tierra, envueltas en el torbellino inicial. 
 
La melodía volvió a cambiar haciéndose más vivaz, más atrevida, pero sin perder en ningún momento la dulzura inicial. Así mismo, frente a la celeridad de las notas más agudas, algunas notas graves parecían haberse colocado en la partitura para anclar aquel pájaro musical a la tierra, como queriendo evitar que esta echara a volar. Este duelo casi titánico entre el vuelo y el suelo dotaba a la melodía de una solemnidad y densidad recién adquiridas, el mismo duelo que tenía lugar cada vez que un patinador se atrevía a desafiar las leyes de la gravedad y saltaba. 
 
Una vez más, las notas agudas parecían rebelarse contra esta imposición y dejaron de disponerse de forma circular, para simular puntadas dadas con destreza sobre el tejido musical, haciendo avanzar la pieza, como una hoja afilada que corta el hielo. La aparición sagaz y dinámica de los violines acrecentó aquella sensación de movimiento.
 
El estribillo inicial volvió a repetirse pero en esta ocasión el ritmo parecía algo más pegajoso, teñido de una determinación que se había ido fraguando durante todo aquel viaje sonoro. Entonces, las teclas se volvieron contestatarias y volvieron a introducir un nuevo discurso de intenciones, casi imponiendo su presencia, decididas a dejar claro que estaban ahí para quedarse.  Había dramatismo en ellas, con una alternancia casi teatral entre los agudos más excelsos y mimados y los graves más rotundos.  
 
Un sonido grave de teclas volvió a irrumpir en aquel espectáculo musical, anunciando un nuevo giro de los acontecimientos.  Las notas se volvieron tímidas otra vez, como si algo las hubiera hecho renegar de su excelsa exhibición, si bien su sonido no había perdido brillo, es más, su prolongación en el tiempo, su aparición discreta y contemplativa  las asemejaba al destello romántico y etéreo de lejanas estrellas, el mismo firmamento que invadía la mirada de Yuuri en los momentos de verdadera emoción. 
 
Poco a poco, como si fueran retomando la inercia perdida, las notas fueron acelerándose y la melodía inicial volvió a caer renovada como el agua incesante de una cascada. Y una vez más: la contundencia, determinación, dignidad desaparecidas retornaban con la fuerza de un coloso que se levanta tras haber tropezado. Una floritura enérgicamente delicada quería anunciar ese hecho, y nuevos matices, delicados y preciosistas, como las fluctuaciones de los rayos solares inundaron la pieza. El torbellino nunca se había ido, sólo iba ascendiendo más y más en un arrebato cada más orgulloso y poderoso. Todos los pasajes, los cambios de secuencia se iban combinando en aquel impresionante giro final, y cuando la melodía alcanzó su cenit terminó de desvanecerse, retornando a su sincera timidez inicial, como si tanta belleza y derroche nunca hubieran existido. 
 
Era como una flor que iba abriéndose progresivamente a los rayos del sol, para después de haber desplegado toda su fragante belleza, ir cerrándose poco a poco. Era un patinador tímido pero talentoso, que iba avanzando en el hielo, que se caía  para volver a levantarse con fuerzas y orgullo renovados, arrebatándole el aliento a un público que en inicio lo había menospreciado. Era Yuuri: tímido, delicado, pero sutilmente poderoso, digno, siempre profundamente hermoso. Viktor sólo pudo sonreír con el calor de la emoción, y no de la humedad ambiental, azotándole irremediablemente las mejillas. 
 
Al día siguiente comenzaron a planear la coreografía. Ambos se lanzaron sobre la pieza como si de un regalo de cumpleaños envuelto se tratara. De hecho, Viktor a penas pudo volver a conciliar el sueño después de la determinante visita de Yuuri. Inspirado como había quedado, miles de posibles combinaciones de giros y movimientos acudían a su mente, decididas a perfilar las formas más bellas de Yuuri. De esta forma, y muy lejos de estar cansado, Viktor llegó a la pista con la mente desbordada de ideas. 
 
-Si quieres más impacto -le sugirió a Yuuri, libreta en mano,- ¿qué tal si el último salto es toe loop cuádruple?
 
-¿El último salto? -preguntó Yuuri como si le costara asimilar esa posibilidad. 
 
“Claro que sí. Yuuri no sólo es delicado. ¡Es fuerte! Por eso, es hermoso” 
 
-Creo que podrás hacerlo con tu aguante -determinó Viktor plenamente convencido.- ¿No quieres? -le preguntó con travieso desafío.
 
Afortunadamente y por primera vez desde que comenzaron a patinar juntos, ambos estaban de implicados y emocionados. 
 
-¡Lo haré!, prometió Yuuri enfervorizado y envalentonado a partes iguales. 
 
Viktor sonrió travieso. Simplemente era demasiado débil frente a aquellos momentos en los que el japonés se decidía a exhibir su verdadera fuerza. ¡Yuuri se volvía tan peligrosamente sexy entonces!   Viktor ardía en deseos de mostrárselo al mundo. 
 
-Bien -replicó Viktor justo antes de acordarse de algo fundamental.- ¡Ah, sí! ¿Cambiaste el tema musical? 
 
Yuuri se le quedó mirando con una cierta melancolía satinada de pudor. Aquellos ojos que se habían mostrado ardientes y arrogantes como antorchas, ahora se mostraban como brasas apagadas. 
 
-Pues...-comenzó a explicarse titubeante.
 
Viktor no se desesperó. Sabía que debía procurarle sólo un pequeño empujón, hacerle saber que estaba seguro a su lado. 
 
-¿Cuál es? -insistió dulcemente.
 
-El tema es acerca del amor -empezó a decir Yuuri todavía temeroso, pero ganando confianza conforme pronunciaba la frase. 
 
Viktor recibió aquel jarro de agua fría con toda la entereza que pudo reunir. ¿Es que acaso Yuuri lo hacía a posta? 
 
“Este niño quiere volverme loco.”  
 
Pero no, no debía ser injusto o darse por aludido, era lógico que tras el aprendizaje que Eros había supuesto para el japonés, este decidiera seguir por esa senda. Estaba demostrando ser un aprendiz aplicado y debía recompensarle por ello. Pero, ¡Dios! ¡Lo quería tanto! Sonrió, ocultando su desazón en el extremo de sus labios.  
 
-Es el mejor tema posible- le alabó.- Perfecto.
 
Yuuri sonrió de puro alivio al escuchar tan reconfortante respuesta. Era una reacción tan pura y transparente, que Viktor no pudo evitar enternecerse. 
 
-¡Bien, terminemos con esto!, le apremió, a lo que Yuuri asintió obediente. 
 
De esta forma, la coreografía de Yuuri empezaba con él en mitad de la pista. Permanecía en esos momentos de espera iniciales, con la vista baja, solo y vulnerable pero secretamente concentrado en germinar. A continuación, levantaba sus brazos hacia el cielo como quien eleva una plegaria, y a continuación, giraba y se abría al público: como una flor bajo los rayos del Sol. 
Notas finales:

Empezaré diciendo que no me siento tan convencida de este cap como el anterior. Creo que esta vez escribí más cansada y se nota... supongo que la inspiración no es para siempre XD

A pesar de todo, espero que les guste y que puedan seguir disfrutar de este fic que avanza a ritmo de tortuga. 

Por si fuera poco, dudo que la seman que viene pueda actualizar Ç.Ç 

En fin, muchas gracias por su apoyo, por sus reviews y lo más importante de todo: por seguir leyendo. 

¡Que tengan un buen fin de semana! ¡Nos leemos! 


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