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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

  "-Sólo se me ocurrió esto para sorprenderte más de lo que tú me sorprendiste a mí.

En el momento en el que Yuuri aceptó aquella tontería de excusa, sus ojos se llenaron de vida, perfecto complemento para su preciosa sonrisa y el más delicado rubor.

-¿En serio?, rió Yuuri.

Y, entonces, mientras el público todavía enloquecía y Viktor ayudaba a Yuuri a levantarse, el ex campeón, supo que estaba perdido, sin absolución alguna, que no había nadie en ese mundo a quién pudiera amar más que a ese chico. "

 

Tras la espectacular recuperación de su pupilo, Viktor acompaña a Yuuri a su habitación. ¿Logrará el ruso salir de allí? 

Las luces de la ciudad se colaban por las ventanillas del taxi, bañando el indiferente y cansado perfil de Yuuri. Tras el espectacular “desliz” de Viktor, ambos fueron juntos a recibir las puntuaciones, que fueron buenas, bastante buenas, pero no lo suficientemente altas como para superar a Phichit Chulanont. De esta forma, Yuuri pasaba a una nada deleznable segunda plaza y se aseguraba la plata, por delante de Chris. Una pena, desde luego, pero todavía quedaban ocasiones para que Yuuri pudiera brillar al máximo. Poco a poco, la pareja tuvo que lidiar con todos los asuntillos propios de estos eventos. Viktor y su habitual don para la provocación pasiva, no perdió tiempo en interrumpir en cada una de las entrevistas que Yuuri tuvo el valor de conceder.
 
-Ahora que Yuuri puede hacer un cuádruple flip -señaló Viktor cuando nadie le había preguntado.- sé que ganará la copa Rostelcom y clasificará para el Grand Prix Final. Espero con ansias ir a Rusia como su entrenador.
 
Oh, casi podía oír los dientes de Plisetsky rechinar, así como a toda la Santa Madre Patria retorcerse por la osadía de su  antiguo campeón. ¡Que se fastidien, su chico es el mejor! 
 
Luego, llegó la ceremonia de entrega de medallas y Yuuri estuvo radiante recibiendo su plata, aunque los dos sabían en el fondo que un oro hubiera combinado mucho mejor con su piel morena. Una lástima, una verdadera lástima, pero no se podía negar todo lo que Yuuri había superado, todos los miedos que había vencido sólo a base de esfuerzo y valor. Eso era algo que no se premiaba con ninguna medalla y Viktor lo sabía bien. 
 
Sin embargo, en cuanto todo el bullicio fue apagándose, también lo hizo el entusiasmo de Yuuri, quien volvió abruptamente a su antigua actitud tímida y ausente. Incluso entonces, en el taxi de vuelta al hotel, Yuuri insistía fastidiosamente en no hablarle. Todo aquello resultaba triste para el ruso, después de todo lo que habían compartido en aquel viaje, pero no podía negar que observar el perfil taciturno de Yuuri siempre era algo hermoso en sí mismo.
 
Entonces, en una fracción de segundo, Yuuri tuvo el descaro de girar levemente el rostro para mirarle de soslayo. Viktor le sonrío y Yuuri, furiosamente sonrojado hasta las orejas, se dio prisa en volver a centrar su mirada en el aparentemente apasionante recorrido de Shanghái en coche. Viktor suspiró. En serio, ¿cómo podía ser aquel chico tan tremendamente adorable? 
 
-Viktor- se atrevió a hablar el japonés de pronto, todavía sin mirarle.- ¿Hoy he estado bien, verdad?
 
-Por supuesto -le respondió dulcemente Viktor, enternecido por el sincero pudor de Yuuri- Has estado increíble. Estoy muy orgulloso de lo que has logrado hoy.
 
-Entonces -farfulló Yuuri,- ¿ya no soy un “cerdito”?
 
Viktor se sorprendió por la mención de Yuuri, pero mucho más por la memoria casi felina de este para los agravios. No sabía que se había tomado aquella pequeña broma tan a pecho. Desde luego, tendría que tener cuidado de no ofenderle más en el futuro. 
 
-Claro que no -aseguró Viktor tajantemente.- Te has convertido en todo un príncipe. Eres un espectáculo para la vista. Quitas el hipo.
 
Yuuri rió ligeramente, con aquella risilla tímida que sonaba a arrollo.
 
-Gracias, Viktor, dijo.
 
Viktor notó como algo cálido tocaba sus dedos. Era la mano de Yuuri que buscaba la suya en la oscuridad del taxi nocturno. Y, Yuuri, al otro lado del taxi se empeñaba en realizar aquel acto sin atreverse todavía a mirarle. Como no podría ser de otro modo, Viktor aceptó aquel gesto y entrelazó los dedos de Yuuri con los suyos, procurando reafirmar aquel leve y precario contacto, mientras se concentraba en el paisaje nocturno.
 
Pronto, el taxi llegó al hotel y Viktor tuvo que despedirse momentáneamente del calor de Yuuri, para bajar del vehículo. El silencio volvió a ser la ley, tanto mientras atravesaban el hall como cuando se encerraron juntos en aquel ascensor tan endiabladamente estrecho. Aún así, Yuuri, se las apañó para colocarse en el extremo más alejado de él. Viktor, quien podía distinguir el fulgor carmesí de sus mejillas a través del espejo, no necesitaba más señales. El chico estaba molesto, incómodo. Seguramente no se esperaba lo que pasó antes en el hielo, y que varias televisiones a nivel internacional, la japonesa incluida por supuesto, inmortalizaran el momento tampoco era de gran ayuda. 
 
“Dale tiempo, dale tiempo”, le sugería su conciencia. Pero Viktor estaba empezando a impacientarse. Quizá algún día de aquellos volvía a cometer otro error, volvía a emoborracharse y echársele encima, volvía a tocarle de una manera indebida. Pero debía mantenerse firme y con la cabeza bien fría, por el bien de Yuuri, por el bien de su carrera. 
 
El timbre que anunciaba que habían llegado al piso requerido, casi lo sobresaltó. Carraspeando levemente, intentando salvar la situación, Viktor dejó salir a Yuuri primero, posando su mano en su espalda, en un ademán inconsciente de caballerosidad. Que Yuuri se tensara más ante ese ligero toque no pasó desapercibido al ruso, menos todavía cómo este le miraba otra vez de soslayo con sus gruesas y expresivas cejas elevadas en una expresión acongojada. De todas las veces que Yuuri se había comportado de un modo indescifrable, esta era la más rara de todas. 
Sin darle mucho importancia, Viktor lo acompañó por el pasillo, varios pasos por detrás de él, clavando la vista en el suelo y levantándola de vez en cuando para comprobar que su pupilo no había echado directamente a correr. Viktor no pudo evitar sentirse algo contrariado. Entendía la incomodidad de Yuuri, pero tampoco merecía tanta suspicacia, ¿o sí? 
 
Yuuri sacó, algo tembloroso, la llave electrónica de su habitación. Las manos se le agitan al punto de verse obligado a repetir la acción varias veces, pero la puerta se abrió de todos modos. 
 
-Bueno -empezó a despedirse, Viktor.- Ha sido un día duro. Descansa mucho, Yuuri. Te lo has ganado de sobra.
 
Viktor reculó para dirigirse, solo y triste, a su cuarto, pero no pudo llevar a cabo dicho propósito. Una fuerza, salida de la nada, lo tomó del brazo, impulsándole hacia el interior de la habitación de Yuuri.  Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que el que lo había empujado no era otro que Yuuri en su versión más atrevida y rabiosa.
 
El beso fue rudo y torpe. Casi parecía que los labios de Yuuri habían tropezado cómicamente con los de Viktor y los golpeaban sin piedad. Era como aquella noche en Sochi, Yuuri siempre se mostraba desesperadamente torpe al principio, hasta que se dejaba guiar. Viktor se echó hacia atrás, levantó el rostro del japonés por la barbilla y separó sus jugosos labios de cereza con la lengua. Poco a poco fue internándose en aquella boca de sabor agridulce y con otra lengua ansiosa con la que jugar. Yuuri se aferró a su abrigo cuando Viktor entrelazó ambas, agradeciéndole la nada discreta caricia. 
 
Pronto Yuuri, quién ya había recordado las reglas del juego, empezó a tomar la iniciativa, abrazando la lengua de Viktor con la suya, restregándose contra  el  reverso de esta, dejándole casi sin aire. Por su parte, Viktor osó morderle el labio inferior a Yuuri ligeramente, estirándolo en su retirada, como si quisiera alargar todo lo posible el disfrute de aquella travesura. Volvió a internarse en aquella sabrosa cavidad, pero se les estaba agotando el aire a ambos, era tiempo de soltarse. 
 
Yuuri se le adelantó casi brutalmente, empujándolo, apartándole de él la distancia de sus brazos. Había un fulgor casi esquizofrénico en su mirada, por la que asomaban algunas tempranas lágrimas.
 
-Yo -balbuceó el asiático todavía recuperando el aliento- yo... ¿te gusto?
 
-¿Cómo? -contestó Viktor confuso por la repentina pregunta.
 
Escuchó ruido de tacones. La puerta seguía abierta. Viktor alargó la mano para cerrarla. No era conveniente que curiosos innecesarios los molestaran en esos controvertidos momentos, pues el rostro de Yuuri brillaba como un farolillo chino, de un rojo poderoso e incandescente absolutamente encantador.
 
-Que si yo... -volvió a titubear Yuuri  a penas capaz de mirar a los ojos a Viktor- te gusto, porque tú me gustas mucho, muchísimo, y yo no sé qué pensar. A veces creo que vas a hacer algo, a besarme, pero te vas.  Luego, el otro día cuando te emborrachaste me dijiste que yo era precioso pero al día siguiente dijiste que eso no significaba nada y yo no sé qué creer. Y ahora, me besas delante de toda esa gente y no tengo ni idea de qué pensar... ¿Es porque te gusto yo o sólo mi patinaje? -Los brazos con los que Yuuri los separaba empezaron a tambalearse y perder fuerza.- Porque, de todas formas, ¿cómo ibas a fijarte en alguien como yo, que soy tan poca cosa? Tú eres guapísimo, una estrella... Podrías tener a quién quisieras... pero luego haces todas esas cosas y no sé qué pretendes... Así que si estás jugando conmigo...
 
Con la mente aún aletargada por el elixir almibarado que Yuuri le había dado a probar, Viktor todavía tenía dificultades para procesar bien lo que acababa de oír. ¿Qué le estaba diciendo aquel muchacho? ¿Que le quería? Debería alegrarse, y francamente, una parte de sí, se sentía liberada. Sin embargo, la acusación, proferida concretamente por Yuuri, de ser poco claro en la expresión de sus sentimientos, cuando precisamente Viktor había estado esforzándose tanto por no ofenderlo, le pesaba como la presión de una olla a punto de explotar.
 
Viktor tomó a Yuuri de sus brazos con fuerza, obligándole a ceder, para después abrazarlo y besarlo con ansiedad. Se aseguró de no dejar nada de aquella boca tentadora sin recorrer y lamer. Cuando se apartó, un jadeante Yuuri había dejado de ofrecer resistencia alguna. 
 
-¿De dónde sacas esas ideas? - gritó Viktor- ¿Quién eres tú para decirme en quién tendría que estar interesado? ¡Que eres poca cosa, dices! ¡Odio cuando haces eso! ¡Cuando te infravaloras! ¿Tienes idea de cómo hace sentir eso a la gente que te quiere? ¡ Porque, sí, te quiero, Yuuri Katsuki! ¡Maldita sea, eres el ser humano más bondadoso, valiente, divertido e increíblemente sexy que he conocido jamás, y algún día de estos vas a volverme loco! ¡Me muero por abrazarte y por besarte y tú sólo me apartas! Pero luego me pones esas caritas y yo... desde luego que yo sí que no sé qué piensas de mi. Dime- dijo Viktor con voz tristemente ronca, mientras le acariciaba la mejilla- ¿qué tengo que hacer para que te fijes en mi y me dejes amarte?
 
Yuuri parpadeó unos instantes, al tiempo que procesaba todo lo que Viktor acababa de confesarle, para después apartar la mirada timidamente.
 
-Yo ya me he fijado en ti, Viktor -susurró Yuuri.- Llevo fijándome en ti toda mi vida. Eres mi héroe.
 
-Lo sé -replicó Viktor torpemente.- Tu madre me ha enseñado los pósters.
 
La expresión recatada de Yuuri se transformó en otra de sus variadas y conocidas muecas de terror. 
 
-¿¿CÓMOOO??
 
-Y también me enseñó tus fotos de pequeño -añadió Viktor que estaba disfrutando como un niño de aquella situación.- Eras toda una ricura, por cierto.
 
-¡PE-PERO!  
 
-Tranquilo -le dijo Viktor al oído sensualmente, justo antes de empezar a repartir ligeros besos por sus redondas mejillas.- No estoy enfadado. Me alegra tener un fan tan lindo y apasionado.
 
-Entonces- retomó el tema Yuuri timidamente- ¿Me quieres? 
 
Viktor volvió a levantar la barbilla de Yuuri con el dedo índice de la mano izquierda. Casi podía notar su sonrisa canina tirándole de las mejillas, mientras observaba como los brillos en los ojos de Yuuri refulgían rabiosamente. 
 
-Oh, solnyshko -dijo Viktor con la voz envuelta en miel- No es que sólo te quiera. Estoy total y locamente enamorado de ti, como nunca lo había estado de nadie más. Me has seducido por completo.
 
Y acto seguido, volvieron a besarse, con más necesidad todavía, como si cada segundo que sus labios pasaran sin rozarse fuera un segundo de agonía para ellos. Yuuri comprendió pronto la situación, aferrándose a la espalda más ancha de Viktor para profundizar aún más si cabe la fricción de sus cuerpos. Viktor, por su parte, empezó a acariciar más partes del vibrante cuerpo de Yuuri. Sus manos consiguieron escabullirse bajo la ropa, palpando la cadera y la ligera curva de aquellas caderas que había añorado, mientras besaba el cuello de un sollozante Yuuri. ¡Oh, sus manos encajaban en ellas como si las hubieran diseñado para él! Pero entonces, un travieso Yuuri se puso de puntillas para mordisquear pícaramente el lóbulo izquierdo de Viktor y el maldito hormigueo que le subía por el espinazo hizo que el ruso perdiera el poco seso que le quedaba. 
 
No pasó mucho tiempo sin que los dos terminaran rodando por la cama de Yuuri. Simplemente no podían parar, había mucha hambre que saciar, mucha energía que soltar. Viktor, quien se sentía entusiasmado y bendecido ante la posibilidad de besar y abrazar por fin a Yuuri, como un niño suelto en un parque de atracciones abierto solo para él, tiró salvajemente su abrigo y su chaqueta al suelo.  Mientras tanto, tal vez por puro instinto, Yuuri había tenido la deferencia de abrir sus piernas para dejarle espacio cuando lo abrazara. Y Viktor aprovechó de lleno la cortesía. 
 
Se echó sobre Yuuri, con la prudencia justa para procurar no aplastarlo en su fiebre, y quitándole las gafas delicadamente, para después depositarlas en la mesilla de noche. Yuuri lo abrazó y lo recibió con un tierno beso, un simple pero muy sugerente choque de sus labios que hizo que Viktor quisiera rugir. Viktor empezó a profundizar el beso y al poco tiempo sus lenguas empezaron a danzar juntas otra vez, despertando aquel frenético tacto cada vez que se enlazaban. Sin darse a penas cuenta de ello, Viktor se había atrevido a levantar ligeramente la ropa de Yuuri, para dejar paso a sus manos, ávidas de volver a recorrer aquella tersa piel dorada, como si lo redescubriera. Mientras tanto, Yuuri estaba comenzando a jadear ruidosamente y a balancear sus maliciosas caderas, rozando por entero a un enloquecido Viktor. El ruso no perdió el tiempo y deslizó sus dedos por la suave curva del joven y luego fue descendiendo hasta aferrarse a las firmes nalgas. Yuuri gimió animosamente en respuesta. 
 
Sus bajos instintos le notificaron que ambos estaban a listos, sobre todo a juzgar por las dolorosas elevaciones  que se erguían entre ellos. Viktor se preparó para desnudar del todo al muchacho, pero entonces algo volvió a empujarlo. Viktor miró confuso a su alrededor para percatarse que se trataba otra vez de Yuuri que ahora lo miraba apurado y avergonzado. 
 
-Yo -comenzó a hablar con voz entrecortada por la reciente pasión- Tengo que ducharme.
 
-¿Qué? -atinó a preguntar Viktor.
 
Pero no obtuvo respuesta. Yuuri se levantó rapidamente, dejando a Viktor con la palabra en la boca y sin atreverse si quiera a mirarlo. En cuestión de segundos, el ruso, aún atolondrado, escuchó efectivamente cómo Yuuri abría la llave de la ducha para dejar el agua correr. 
 
Viktor se sentó sobre la cama de Yuuri, atusándose el cabello y recolocándose la ropa, sintiéndose totalmente ridículo. Era lógico, no iba a ser tan fácil. Con Yuuri nunca lo era. Pero, ¿por qué le hacía aquello? ¿Por qué le convencía de que podía tocarle, se le confesaba de una manera tan ingenua y enternecedora, lo atrapaba para después soltarle, dejándole cada vez más confuso y perdido? Puede que fuera un capullo en Sochi, pero no se merecía aquello. Estaba perdiendo el tiempo de la manera más estúpida. Debería largarse de allí si dar explicaciones, y más después de tan torpe rechazo. Pero los minutos pasaban, el sonido del agua seguía sonando mientras un agradable aroma a jabón penetraba en las fosas nasales de Viktor, y este continuaba ahí, sin saber muy bien porqué. 
 
Por fin, Yuuri salió del baño con un aspecto perversamente carnal. Iba prácticamente desnudo, con unas pocas y coquetas gotas de agua descendiendo impúdicas por su tostada piel; envuelto en el mullido albornoz del hotel que dejaba ver sus torneadas piernas, y con el pelo mojado, peinado hacia atrás. Era como si pretendiese darle a Viktor el empujón final y lanzarlo definitivamente al abismo de la locura. Por si fuera poco, el dulce japonesito pretendía continuar jugando a hacerse el inocente. 
 
-¿Qué ocurre, Viktor?- preguntó- Pareces tenso. ¿He, he tardado mucho?
 
-Yo- exhaló Viktor- Creo que debería marcharme.
 
-¿Qué? -preguntó Yuuri preocupado- ¿Por qué?
 
Viktor miró a Yuuri a los ojos. Parecía que el chico era sincero cuando decía no entender lo que estaba pasando, así que Viktor volvió a tomar aire y los restos de su agonizante paciencia para explicarle la situación.
 
-Verás, Yuuri -comenzó a hablar- Me gustas muchísimo, me vuelves loco y tengo muchas ganas de acostarme contigo. He esperado un largo tiempo para poder hacerlo. He sido paciente pero si tú, no quieres...quiero decir que lo entiendo. Ha sido un día muy duro, estarás agotado y puede que sea demasiado pronto para ti. Lo entiendo, pero si realmente no quieres tener sexo conmigo, deberías decírmelo claramente, en vez de dejar que yo me haga ilusiones porque...
 
Viktor dejó de hablar en cuanto notó que Yuuri caminaba hacia él hasta sentarse a su lado y poner su mano encima de la suya. El chico tenía una expresión entre apurada y compasiva en su rostro que terminó de descolocar al ruso.
 
-Viktor -le explicó Yuuri con ternura y cierta culpabilidad.- En Japón, tenemos la costumbre de bañarnos antes de tener sexo, por respeto a nuestro compañero.
 
-¿En serio?- exclamó un sorprendido y avergonzado Viktor.
 
-Sí -confirmó Yuuri sonrojado- Yo también tengo muchas ganas de-de acostarme contigo. Por eso, quería estar limpio para ti. 
 
-¡Oh, Yuuri!- rió Viktor aliviado para después abrazarle- ¿Por qué no me lo dijiste antes?
 
-No sabía que no lo sabías -admitió Yuuri sonriendo y pasando su mano por la nuca antes de volver a mirar a Viktor.- Aunque mentiría si dijese que no estoy un poco asustado. No tenemos ni vaselina ni condones y yo, bueno, seguro que se me da muy mal y no quiero que te aburras por mi culpa. 
 
Yuuri volvió a poner esa carita atribulada y ruborizada que tanto deleitaba a Viktor. Dios, si no se callaba pronto, Viktor volvería a saltar sobre él como un lobo sobre un indefenso y lindo corderito. Pero, no debía, tenía que mantener el autocontrol, por Yuuri. Ya que este había decidido al fin agradarle con su compañía, Viktor debía agradecérselo con una experiecia que valiera, no como el vergonzoso ataque de Sochi. Tenía que compensárselo, tenía que conseguir que se relajara, para que pudiera ser él mismo y disfrutar, y Viktor iba a cuidar muy bien de él. 
 
-Yo tengo condones en mi cartera- ofreció un resuelto Viktor.
 
-¿En serio? -preguntó Yuuri descolocado.
 
-Claro -repuso Viktor, encantado de volver a provocar al pudoroso Yuuri- Es de sentido común. ¿Tú no? Y ni se te ocurra decir que vas a aburrirme. Eres la persona más sensual y apasionada que conozco. Convertiste los tazones de cerdo en algo sexy, ¿recuerdas? Tú nunca vas a dejar de sorprenderme, ¿de acuerdo? En cuanto al lubricante...
 
Viktor empezó a bucear con la mirada por la habitación. Seguro que había algo que podían utilizar. De pronto, cayó en la cuenta de que no había pasado por su habitación y de que los artículo que portaba como entrenador de Yuuri seguirían allí. Se levantó veloz a buscar en su bolsa, para después sacar el ansiado bote.
 
-¿Qué te parece un poco de sexo carísimo y súper exclusivo? - dijo mostrándole a Yuuri la vaselina de Channel y guiñándole un ojo. 
En cuanto la reconoció, la preciosa risa de Yuuri retumbó por la habitación como una espléndida cascada. Viktor, quien sólo podía pensar en lo mucho que lo amaba, regresó raudo a su lado. 
 
-Entonces- volvió a preguntar- ¿Está bien? ¿Quieres hacerlo?
 
Yuuri asintió delicadamente con la cabeza y después miró a Viktor a los ojos con aquel para de ojos brillando intensa y encantadoramente. 
 
-Sí, Viktor. Por favor, hazme tuyo. 
 
Viktor se mordió los labios extasiado. Sintió como el vientre le burbujeaba de pura emoción, mientras le abrazaba.
 
-¡Oh, solnyshko! -exclamó- Si me lo pides así, vas a conseguir que te devore.
 
Yuuri se quedó mirándole con aquellas preciosas mejillas ardiendo, expectante. Viktor decidió empezar por un clásico beso. Primero rozó los labios de Yuuri levemente, sin invadirle, hasta que notó que el japonés empezaba a vibrar de anticipación. A continuación pulsó con sus labios los de Yuuri, posando delicados besos, hasta que el poco precavido muchacho entreabrió su pequeña boca para dejar escapar uno de sus adorables ruiditos. Las lenguas volvieron a unirse en un ritmo frenético, encantadas de reencontrarse, de manera que Viktor no se separó de Yuuri hasta estar seguro de estar a punto de ahogarse en él. Viktor empezó a abrir el albornoz de Yuuri, lentamente, para poder contemplar aquellos hombros preciosos y redonditos con los que llevaba soñando desde aquel fatídico incidente en los vestuarios. Decidió dar cuenta de ellos. Primero, repasó la tersa ondulación con las yemas de sus dedos. A continuación, se detuvo en la curva del cuello que cubrió de pequeños besos y mordisquitos y luego lamió y mordió aquellas erosionadas y voluptuosas cimas, atrapando con su lengua algunas irreductibles gotas de agua en el proceso. Tal y como Viktor había sospechado, la piel, salada y dulce a partes iguales, como el arroz, olía ligeramente a jabón, pero sobre todo a Yuuri, a una mezcla de sol, arena y piedra mojada. En lo que respecta a este, ante todo aquella atención, Yuuri reaccionó con un gritito embriagador. Por si no fuera poco, Viktor repitió la operación con el hombro derecho. 
 
-¡Oh, Krasavchik (precioso)! -exclamó Viktor conmovido, tras darle un beso en su amplia y perfecta frente.
 
Viktor volvió a ensanchar el albornoz de Yuuri, de modo que ahora el pecho de Yuuri, estrecho, fibroso y dorado, quedaba expuesto. Desde luego, desnudar a Yuuri era como abrir un regalo de cumpleaños. Cubrió la zona recién descubierta con más besos y lametazos. Viktor quería hacerlo bien, quería disfrutar de él, poco a poco, deleitándose con cada jirón de piel, como quien degusta un postre esperado por largo tiempo. Entonces, Viktor se topó con un par de pezones  rosados y delicados, y su lengua no pudo evitar la tentación de jugar con ellos. Yuuri, arqueó su espalda, ocasión que Viktor aprovechó para pasar su mano por aquella sublime curva. Los jadeos del japonés  retumbaron atrevidos por la habitación. Viktor estaba encantado, le congratulaba comprobar que el Yuuri sobrio era mucho más sensible y mucho más estimulante que el Yuuri ebrio. Además, la luz de la que disfrutaba, le dejaba ver todas y cada una de sus fantásticas y diversas reacciones.
 
- Tranquilo, milyj (cariño)-rió Viktor- No hemos hecho más que empezar. 
 
Entonces, como si quisiera vengarse de él, Yuuri le tomó por la corbata, obligándole a mirarle, mientras con un movimiento pendular, lograba que sus partes íntimas se encajaran lascivamente.
 
-¡Tú también! -casi ordenó con una mirada encendida y fulgurante aquel pequeño demonio nipón. 
 
Y acto seguido se aferró a su la camisa como si quisiera arrancársela. 
 
-Tranquilo, milyj.- repitió Viktor encantado, mientras desabrochaba su camisa, antes de que Yuuri la destrozara. 
 
En ese mismo instante, Yuuri puso los ojos en blanco y soltó otro fascinante gemido, solo que esta vez Viktor ni siquiera le estaba tocando. Por fortuna, esta vez las neuronas del ruso fueron rápidas.
 
-¿Solnyshko?- probó Viktor todavía sorprendido por sus propias conclusiones.
 
-¿Mmmm? -gimió Yuuri, subyugado por el placer. 
 
-Yuuri- se atrevió a preguntar Viktor- ¿Te excita que te hable en ruso?
 
Yuuri esbozó una expresión cautiva y avergonzada totalmente arrebatadora, para después girar su rojísima cara. 
 
-Es.... sexy-admitió.
 
-No pasa nada -rió Viktor- A mí también me encanta cuando hablas en japonés -a continuación, Viktor se colocó justo a la altura del oído de Yuuri- ¿Sabes, lyubimij (querido)? 
 
-¡Viktor! -se quejó un extasiado Yuuri.
 
Viktor volvió a descender con otra cadena de besos, mientras iba enumerando todos los piropos y tratamientos amorosos rusos que pudo recordar. Disfrutaba enormemente el contemplar cómo Yuuri iba retorciéndose de amor con cada uno de ellos. Por increíble que pareciera, Yuuri también se iba relajando y dejándose llevar progresivamente. 
 
-¡Oh, lyobov moy! (amor mío) -susurró picaramente- ¡Daragoj! (querido)  ¡Malysh! ¡Krasavchik moy!
 
Por su parte, Yuuri había entrado en acción, acariciando la espalda de Viktor, mordiéndole el cuello de tanto en tanto, y pasando sus finos y certeros dedos por el blanquecino cabello. Finalmente, Viktor se atrevió a abrir del todo el dichoso albornoz, para sorprenderse otra vez más con su contenido. Volvió a morderse los labios. Yuuri había tenido el detalle de dejarse puestos los calzoncillos, tal vez para que pudiera quitárselo él. Antes de ello, Viktor se centró en los poderosos y añorados muslos que tomó con cada mano  para separar aún más las piernas de Yuuri. Así mismo, se apresuró en recorrerlos a base de más pequeños mordiscos.
 
-¿Qué tenemos aquí? -canturreó Viktor, jugando con la goma, antes de besarle el ombligo. Una ardiente y diabólica idea se fue fraguando en su pérfida cabeza, conforme admiraba el hinchado bulto que se levantaba dolorosamente bajo la tela. Había un cierto favor que tenía que devolverle a aquel pequeño diablillo desde la noche de Sochi. Así, de un fuerte tirón, terminó de desnudar a un indefenso Yuuri, quien llegó a incorporarse algo asustado. 
 
-¿Viktor? -preguntó este.
 
-Shh -le calmó Viktor, acariciando su miembro erguido e inflado.- Escucha, Yuuri. A partir de aquí las cosas se van a poner serias. Si no te gusta algo de que lo te hago, por favor, dímelo. ¿De acuerdo? 
 
Yuuri asintió, atribulado y excitado a partes iguales. Viktor volvió a centrarse en el abdomen el cual, una vez liberado de la molesta tela dejaba escapar todo el aroma de Yuuri, revigorizante y depravado,  reconcentrado en esa parte de su anatomía. Viktor comenzó restregando lentamente su lengua contra la punta, como un niño que prueba una golosina nueva, ansioso pero cauteloso. A continuación, se deslizó por toda su extensión, como si quisiera reafirmar la imponente erección. Yuuri empezó a temblar. Entonces, Viktor levantó la mirada y supo que este se había tapado la boca y cerrado los ojos, en actitud virginal. Viktor le tomó otra vez por la barbilla, y le besó en la frente.
 
-No, solnyshko, no -le riñó con dulzura- No apartes la mirada. No eres el único con derecho a pedirlo. 
 
Así, Viktor volvió a envolver el glande de Yuuri con su lengua, para justo después ir tragándoselo poco a poco. Un sonoro gorjeo surgió de la garganta de Yuuri, y Viktor se sintió sinceramente halagado, aunque no tanto como cuando levantó su mirada para clavarla en la de su enloquecidoy obediente amante. Con rauda destreza, Viktor se incorporó solo para abrir el bote de vaselina, sin dejar de acariciar la sensible virilidad de Yuuri. El pobre muchacho, se tensó irremediablemente cuando Viktor introdujo el primer dedo. 
 
-¿Te duele? -tuvo la delicadeza de preguntar. 
 
Yuuri negó con la cabeza. 
 
-Sólo es raro -jadeó-, pero no pares, por favor. 
 
-Sus deseos son órdenes -suspiró Viktor.
 
Conforme fue ensanchando el delicado interior de Yuuri, Viktor retomó el miembro de este. Lo besó con ternura para después lamerlo libidinosamente. Yuuri le correspondió arqueando la espalda,  y agitando sus portentosas caderas en un baile tan incontrolable como lascivo. Encantado con todas esas hermosas reacciones, Viktor terminó de devorar a Yuuri, acomodándolo entre las carrillos y la lengua, al mismo tiempo que insertaba el segundo dedo. El ritmo de las caderas se aceleró vertiginosamente y el enfervorecido muchacho soltó otro precioso gritito. Viktor probaba a Yuuri en toda su extensión, desde el frágil y ácido glande, a la gruesa y picante base. Sin embargo, pronto dirigió su atención hacia otras partes del eufórico muchacho igualmente interesantes. 
 
“Veamos, han pasado mucho meses, pero juraría que el punto estaba más o menos por...¡aquí!”
Un orgulloso rugido resonó en los oídos de Viktor, seguido de un adorable ronroneo. 
 
-¡Viktor! -le llamó Yuuri, completamente poseído por todas las placenteras sensaciones que le acosaban.
 
-Sí, lyobov moy -contestó Viktor con la voz inundada de lujuria.- ¿Te gusta? 
 
-Ummm, ¡Viktor! -a penas llegó a contestar Yuuri con la respiración agitada- Me siento muy extraño...pero... me gusta. ¡Es genial! ¡No pares! 
 
Aquella fue la señal final para Viktor. Volvió a devorar vorazmente el miembro de Yuuri, al tiempo que tres dedos lo penetraban y se cebaban con aquel pequeño botoncito de su interior. Una vibración más que características subió por la espalda de Yuuri. No tardó en desbordarse en la boca de Viktor, quien saboreó encantado su espesa y cálida esencia. 
 
-¡Viktor! ¡Viktor! -le llamó Yuuri entre jadeos. 
 
El ruso acudió a la llamada, besándole la frente.
 
-Lo sé, lo sé, krasavchik -le consoló.
 
-Viktor, ¿te lo has tragado? -preguntó Yuuri escandalizado.- ¡No, escúpelo!
 
-¿Por qué, mi amor?- replicó Viktor cariñosamente.
 
-¡Es asqueroso! 
 
-No, solnyshko -le aseguró Viktor, besándole la mano caballerosamente.- Nada que venga de ti puede resultarme asqueroso. 
 
Y volvió a besarle en los labios, para que probara su propio sabor, mientras ambos se unían en un profundo abrazo. En él, Viktor notó no sólo su imperiosa y demandante erección, si no la nueva e incipiente de Yuuri. Viktor estaba gratamente impresionado, la resistencia y la rápida recuperación eran cualidades que Yuuri no sólo aplicaba al patinaje. 
 
-Todavía no hemos terminado, mylij- le advirtió, atusándole el pelo, para después terminar de desnudarse.  Una vez hecho esto, volvió a abrazarse apasionadamente a Yuuri, que le correspondió con un juguetón lametazo en los labios. 
 
-Yo- titubeó Viktor- creo que voy a meterla. ¿Está bien?
 
-Por favor -respondió Yuuri extasiado. 
 
-Mi dulce y travieso niño, mi príncipe- ronroneó Viktor, ante tan buena disposición. 
 
Para entonces, Yuuri había abandonado sus reservas y se comportaba del modo apasionado y hedonista que Viktor siempre había sospechado. Sin embargo, en su fuero interno, Viktor debía reconocer que él también estaba asustado. Temía no ser capaz de controlarse y terminar haciéndole daño o peor aún, no respetando sus deseos, por lo que cuando se aventuró a entrar en el joven, procuró ser lo más gentil y delicado que pudo. 
 
Buscó el condón, arrepintiéndose de no haberlo acercado antes al lecho, pues le atemorizaba la idea de que una vez alejado de él, su adorable Yuuri desapareciera como un sueño demasiado hermoso como para ser real. Raudo, volvió junto a él,  al tiempo que abría el envoltorio y se quitaba los pantalones. Respiró hondo cuando se lo ponía, controlando el temblor casi adolescente de sus dedos, mientras Yuuri lo miraba curioso y admirado o nervioso, impaciente tal vez, como si Viktor estuviera realizando un ritual prohibido. 
 
Tomó el muslo derecho para levantar al japonés y asentarse lo más cómodamente dentro de él.  Lenta pero firmemente, la punta se abrió paso por Yuuri, al tiempo  que  un océano de calidez, hospitalidad y firme pero lúbrica estrechez le invitaban a adentrarse cada vez un poco más. Viktor resopló embriagado. La vaselina había funcionado a las mil maravillas, sobre todo cuando constató que Yuuri se estaba mordiendo los labios con avidez, para después volver a encorvarse, exigiendo con sus caderas un contacto más pronunciado. Era imposible negarse a semejante petición, especialmente cuando el interior de Yuuri empezó a apretarle con ahínco. Viktor no tardó mucho en ceder y zambullirse completamente en su japonés. 
 
Una profunda ola de satisfacción y efervescente placer, le anegaron como una ola majestuosa. Rugió al saberse dentro.
 
-¿Estás bien? -preguntó tiernamente Yuuri.- Tienes una cara muy rara.
 
Viktor rió. Incluso entonces Yuuri era incapaz de preocuparse sólo de sí mismo. Lo besó por enésima vez. Posiblemente nunca se cansaría de besarle.
 
-¡Esa debería ser mi frase! -rió Viktor- ¿Y tú, lyobov moy? ¿Estás bien?
 
-Duele un poquito -reconoció Yuuri con voz temblorosa.- Pero estoy bien. ¡Oh, Viktor, te estoy sintiendo mucho! 
 
Entonces empezaré a moverme -anunció Viktor.- Si te sientes mal...
 
-¡Te lo diré!- le interrumpió Yuuri risueño.- Vamos, Viktor- le susurró estrechándose con picardía- No soy una muñequita que se pueda quebrar así como así. 
 
Al sentir el interior de Yuuri, cerniéndose imperiosamente sobre él, primero  comfortable y atrayente pero después opresivo, como demasiadas mantas en invierno, algo se desconectó en la mente de Yuuri. Privado de cualquier escrúpulo, así como de cualquier resto de su maltrecha razón, balanceó sus caderas para inmiscuirse impúdicamente en las atrayentes profundidades de Yuuri. Pasó poco tiempo hasta que Yuuri empezó a acompañarle en aquel baile delirante, hasta el punto de que ambas caderas llegaron a acompasarse. Poco después, Viktor logró impactar contra el punto flaco de Yuuri, a lo que el japonés respondió con un sonoro gorjeo de placer. Por si esto no fuera lo suficientemente disfrutable  para Viktor, Yuuri también optó por entrecruzar sus tonificadas piernas, dulce pero enérgicamente, tras la espalda de su entrenador, por lo que el contacto se intensificó maravillosamente. 
 
-Yuuri -gimió Viktor, obnuvilado por el placer que lo enloquecía- ¡Te amo! 
 
Acto seguido y aferrándose con amabas manos a los muslos de Yuuri, se dedicó afianzar cada una de sus envestidas, haciéndolas más decididas y efectivas, abusando de un lugar en particular.  Yuuri volvió a ronronear hasta casi alcanzar el llanto.
 
-¡Yo también te amo! -lloró Yuuri- ¡Oh, te amo, Viktor!
 
Continuaron así un tiempo, quizá unos cuantos minutos, uniéndose para después alejarse el uno del otro, en un ciclo tan absurdo como deleitable, parándose a veces solo un poco para besarse, acariciarse o morderse, y luego volver a empezar. En esas breves pausas, casi imperceptibles en la continuidad del vaivén, a Viktor le pareció sentir en sus sienes el palpitar amalgamado de ambos corazones que durante unos segundos se aunaban convirtiéndose en una única entidad. 
 
Pero aquel ciclo demente no podía sostenerse para siempre, sobre todo con la insistente y golosa fricción que el interior de Yuuri ejercía sobre el ruso.  Entonces, cuando Viktor vio aquella mirada febril, rebosante de lujuria en los ojos de Yuuri, así como sintió aquel clamoroso temblor en sus caderas, supo que había llegado el momento de dejarse llevar en una última y espectacular explosión. Se vació por completo en Yuuri, mientras la esencia del chico le salpicaba y manchaba el ombligo. Ambos gimieron hondamente, mientras Viktor se retiraba agotado,  de Yuuri, por miedo a dejarse caer sobre él, y terminar de aplastarle. Sin embargo, pronto ya se había acurrucado a su lado como un gatito esperando mimos. 
 
Viktor a penas podía creer lo que acababa de ocurrir. Se había vuelto a acostar con Yuuri, su Yuuri, y él decía que lo quería, que lo amaba. ¡Qué curiosa era la vida, que te da aquello que ansías, sólo cuando te resignas a darlo por perdido! Después de todos esos meses de dudas, de desesperación y espera, ahora estaba retozando a su lado, tras haber experimentado uno de los encuentros más plenos y satisfactorios de su vida. Le peinó aquel desastroso cabello oscuro, contemplando sus relucientes mejillas, rojas como la fruta madura, preguntándose en vano, si acaso habría en el mundo una criatura más perfecta y hermosa que aquella junto a la que yacía. Yuuri le sonrió, con sus ojos repletos de luces chispeantes.
Eso, eso...-intentó decir con la respiración todavía afectada.
 
-¿Ha estado bien, verdad? -continuó Viktor, temeroso de que esa no fuera la respuesta que Yuuri buscaba.
 
-Sí -afirmó Yuuri.- Ha sido genial.
 
Me alegro de que te gustara- le susurró Viktor, regodeándose en su ego y besándole el hombro- ¿Sabes? Si te sigue apeteciendo, podríamos ir a por otra ronda. 
Por desgracia, todo lo que Viktor obtuvo como respuesta fue un gracioso ronquidito. Después de una noche en blanco y  un día de altibajos y emociones a flor de piel, la imperiosa fuerza del sexo había terminado de agotar al pobre Yuuri. Viktor, conocedor de primera mano de todo aquello, se limitó a besarle una vez más en los labios y abrazarle hasta quedarse él también dormido. 
 
A la mañana siguiente, su amante todavía estaba ahí, y lo saludó con una radiante sonrisa llena de amor, de la que Viktor a penas se consideraba merecedor. 
Notas finales:

Bueno, al fin el largamente esperado lemon. Espero que les haya gustado y que esté a la altura de las expectativas. Estaba un poco preocupada por él cuando lo escribí, la verdad. Lo repasé varias veces e incluso se lo pasé a una amiga de confianza para le diera su visto bueno. XD 

No me podía ir de vacaciones sin irme de vacaciones, y es que me voy a Japón durante dos semanas, en las que, evidentemente, no voy a poder actualizar. Del mismo modo, abandono la mañana del 31. Si alguien me manda algún mensaje después y tardo en responder ya sabe a qué se debe... Mi intención es volver a actualizar el 18 de agosto, ya que seguramente ya habré superado el jet lag para entonces, pero no prometo nada.

Por lo demás, muchas gracias por seguir apoyando este fic y por su paciencia, y sin más que decir...¡Besos y abrazos! ¡Nos vemos a mediados de Agosto!

 


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