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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

Viktor y Yuuri se enfrentan a la Copa Rostelcom, decididos a no dejarse avasallar por aquellos que ponen en duda su amor y dedicación. ¿Les saldrá todo bien? 

Viktor se aseguró de que los cordones quedaran bien apretados. De esta manera, se evitaba que un patín suelto le hiciera resbalar. Se trataba de una precaución básica y era su deber tenerla en cuenta, de modo que Yuuri pudiera patinar en condiciones. El entrenador levantó la mirada en lo que fue una continuidad de negros hasta llegar a los ojos de Yuuri. Lo observó orgulloso, sabedor de todo lo que su pupilo y amante era capaz de hacer. 
 
Quiso hacerle saber cuanto confiaba en su desempeño, la seguridad absoluta de que era un gran patinador y le ofreció una contundente sonrisa de apoyo. Los ojos de Yuuri se agrandaron ligeramente, las cejas se espaciaron en una expresión que ya era de por sí de apabullante confianza. Allí estaba: el oscuro príncipe seductor capaz de arrasar la pista y los corazones. Viktor se alegró de verlo de vuelta, tanto él como Yuuri lo necesitaban. Había demasiadas bocas que acallar. 
 
La jornada había comenzado con una calma tal que Viktor casi había cometido el descuido de relajarse. El primero en actuar había sido el coreano Seug Gil Lee. Había ejecutado su rutina de mambo con una corrección que irradiaba una frialdad tal que no podía dejar de evocar una cierta contradicción con la danza elegida. Desde luego, Viktor podía entender cómo hasta los jueces y, por supuesto, los espectadores se habían quedado absolutamente descolocados por la actuación del asiático. Ante la falta de estímulo artístico y como medida preventiva por los nervios de Yuuri, Viktor lo llevó a los pasillos del estadio. 
 
Por desgracia, no pudo prever que se toparían con uno de los gallitos más ruidosos de la competición. Viktor sabía teóricamente que Jean Jacques Leroy, quien insistía en darse a conocer con el tonto sobrenombre de J.J, había participado con él en algún evento del año pasado. La verdad es que, encerrado en sí mismo y en su patinaje, a penas había sido consciente del canadiense, por mucho que este se esforzara en lo contrario, con sus continuas provocaciones. Al parecer, su expresión de estar encantado de conocerse no se había relajado ni un poco de un año para otro. Viktor se sorprendió sintiendo algo de auto recriminación al pensar que en su juventud él obraba de un modo similar, si bien se reconfortó en la vaga creencia de que él al menos había aportado cierta elegancia a esa actitud. Afortunadamente, Viktor no estaba solo en su  fingida ignorancia del canadiense. Plisetsky tampoco se mostraba muy cómodo con su presencia. 
 
El estruendo de un público conmovido les llegó como los últimos retazos de una ola que en su cresta ha atravesado demasiado recorrido. 
 
-¿Habéis oído? -preguntó J.J con tono burlón, interrumpiendo su propio calentamiento. ¿Eso que ha hecho con los ojos es un guiño?- Emil también clavó un cuádruple loop. ¡Aplaudan!
 
Para cualquier observador de la escena, era más que obvio que J.J no quería felicitar a su rival, más bien intentaba ridiculizar su éxito.  Yuuri quién había estado concentrado en sí mismo gracias a los tapones de los oídos se dio cuenta del alboroto y se los quitó para intervenir.
 
-Disculpa. No te oí- le contestó cortésmente.
 
Pero el objetivo de las atenciones de J.J no era ni mucho menos Yuuri, cosa que demostró al acercarse a Viktor, despreciando las amables palabras del japonés como si este ni siquiera se encontrase ahí. A Viktor le dieron ganas de asestarle un puñetazo a J.J que le borrara para siempre esa estúpida sonrisa de suficiencia. Nadie le hacía un desplante así a su Yuuri y salía indemne. Afortunadamente, se recordó a sí mismo su papel y que debía combatir la vulgaridad canadiense con su caballerosidad eslava, aun cuando J.J se había detenido a una proximidad realmente tentadora.
 
-Hiciste lo mismo en tu exhibición del año pasado, ¿no? ¡Quiero verte de nuevo! -exclamó con un histrionismo reflejado en la tensión de su rostro. 
 
Aquel supuesto comentario adulador era un desafío en toda regla, un desafío pacato e infantil en el que Viktor no estaba dispuesto a caer. Le habían llegado de rumores de que el tal Jean Jacques Leroy había estado diciendo por ahí que Viktor se había retirado por miedo a competir con él. En su momento, se había reído a mandíbula batiente, pero ahora realmente le daban ganas de incrustar la cara del tipo en el hormigón del estadio.
 
-No lo recuerdo -escupió Viktor con fría pero controlada hostilidad.
 
-¿¡Eeeeeh!? -contestó un incrédulo J.J incapaz de reconocer una derrota verbal. 
 
Ciertamente, la irritante actitud del canadiense le había ayudado a percatarse de que aquella no era desde luego sólo una batalla por clasificarse para el Grand Prix, ni siquiera una batalla contra los homófobos rusos. Era una batalla contra todos aquellos que se creían con el derecho a decirles cómo vivir su vida, aun sin tener ni idea de la misma.
 
Entonces, el momento presente y  a instantes de que su chico saliera a pelear, una tonada atronadora que parecía haber poseído a la audiencia, obligó a Viktor a interrumpir sus reflexiones. 
 
“Viktor! Viktor!!”, rezaban como si repitieran el cántico de alguna siniestra secta. El excampeón no se dejó engañar por aquel elogio. Sabía que lo que pretendían era hacerle volver al patinaje, que dejase a ese japonés desconocido que no significaba nada para ellos en su tosco esquema de las cosas y volviera a ser  la estrella que ellos querían que fuera. Incluso se podía entender aquellos falsos ánimos como una manifestación absolutamente deliberada de desprecio  hacia el patinador que estaba a punto de salir a la pista: un descarado insulto para Yuuri. 
Sin embargo, aun siendo consciente de todo aquello, Viktor entendía que no podía hacer mucho al respecto. Se dedicó a disfrutar de la atención recibida del mejor ánimo que pudo, correspondiendo al público con visibles saludos. 
 
De pronto, un doloroso tirón en su cuello le obligó a girar el rostro. Cuando se quiso dar cuenta, su rostro estaba a milímetros de Yuuri, quien le había tirado de la corbata, en una ruda demanda de atención. Su olor tibio de arena, piedra y agua le sacudió el cerebro, entumeciéndolo, solo para después pasar a ser acariciado por el suave y oscuro terciopelo de su voz. 
 
-Mi actuación ya comenzó, Viktor -le recordó.
 
Viktor sintió como aquel familiar burbujeo eléctrico en el espinazo volvía a incomodarle. Sólo Yuuri conseguía desequilibrarle de esas maneras. 
Tienes razón- reconoció Viktor ,tan arrepentido como deleitado, tanto que a penas cayó en lo imprudente del gesto de Yuuri hasta tiempo después. 
Por entonces, los nacarados y sedosos labios de Yuuri estaban demasiado cerca como para que el ruso pudiera concentrarse en nada más, al igual que esa rojiza lengua saltarina que su atrevido pupilo se empeñaba en utilizar para hablar. 
 
-Descuida. -le aseguró- Le mostraré mi amor a toda Rusia.
 
Y antes de que Viktor pudiera recuperarse, o llegar incluso a entender aquella críptica declaración de intenciones, Yuuri se alejó para internarse en el hielo, dejando a su entrenador ansiando más.
 
“¿Qué vas a hacer el qué?”, fue a penas capaz de preguntarse Viktor, abotargado por la imprevista y efectiva seducción de Yuuri. 
 
Así, mientras este se preparaba para comenzar su rutina, la maltrecha razón de Viktor luchaba por hacerle regresar a su papel de entrenador. De este modo y quizá por lo mucho que había llegado a conocerlo en esos meses, fue capaz de percibir cierto titubeo en su caminar por la pista. En cierta manera eso le tranquilizó, pues en esas circunstancias  un Yuuri provocador podría resultar muy peligroso. Por otro lado, con toda la presión que había sobre él, teniendo que patinar con un público, y posiblemente unos jueces, que ya se habían posicionado de entrada en contra de él, era más que entendible que Yuuri estuviera nervioso. Pese a ello, mientras supiera comportarse y controlar su ansiedad, Viktor no tenía ninguna duda del buen hacer de su protegido. 
 
Las primeras y sinuosas notas de Eros comenzaron a fluir por los altavoces, y Yuuri ejecutó los pasos con la precisión habitual. Llegados a ese punto, Viktor nunca hubiera sospechado que Yuuri osaría introducir un peligroso y original nuevo elemento. El corazón casi se le salió por la boca cuando su pupilo le lanzó un beso al jurado.  El ambiente se congeló, si bien la parte más malévola de Viktor quiso proferir en carcajadas, especialmente al contemplar la cara de pánfilos que se le había quedado a los jueces. 
 
“Niño travieso.”
 
A partir de allí, el programa se desarrolló con una limpieza ejemplar que provocó que Viktor, lejos de estar en guardia, acrecentara su entusiasmo hasta cotas de efervescencia infantil. Al poco tiempo, se encontraba sonrojado como una jovencita con su dedo índice delicadamente colocado sobre sus labios, como si se hubiera olvidado que lo había dejado ahí, esperando secretamente por más sorpresas por parte de Yuuri. 
 
“Yuuri es de los que se motivan cuando juegan de visita”, observó para su regocijo, “Sea como sea está en su mejor forma.”  
 
Y es que había determinación, incluso arrogancia desprendida en sus pasos, de aquel que se sabe juzgado y lejos de amilanarse decide devolver el desafío a sus jueces. A Viktor se le revolvió dulcemente el estómago al recordar las consecuencias de la pasión de Yuuri sobre su persona: el seductor, el desinhibido pavo real, el oscuro hechicero. Era difícil ignorar a este último ante la limpieza casi sobrenatural de sus piruetas. El programa estaba avanzando tan rápido que a Viktor no le dio tiempo a temer los saltos, aunque realmente hubiera sido una emoción totalmente innecesaria. 
 
No sólo el axel triple fue ejecutado con una elegancia ejemplar, si no que clavó el salchow de tal manera que parecía que aquel salto siempre hubiera sido su especialidad en vez de uno de sus mayores escollos. El público no tuvo más remedio que rendirse a sus pies y aplaudir embravecido. Viktor, por su parte, no podía estar más encantado, pues Yuuri parecía haber dejado atrás todos los titubeos anteriores para convertirse en aquel que su admirado entrenador sabía que podía ser y que siempre debió haber sido. 
 
-¡Yuuri! Amazing! -exclamó Viktor desde las vallas, sin conseguir reprimir la amplia sonrisa que dominaba su rostro.
 
Porque Viktor, entonces más que nunca antes, no podía apartar la mirada. Definitivamente, el patinaje de Yuuri se había convertido en una pulida obra de arte. El final llegó de improviso para el ruso, con la abrumadora respuesta del público y el calor residual de sus mejillas, ardiendo de emoción a pesar del frío. Alzó los brazos sintiendo la satisfacción recorrer sus nervios ante tal maravillosa e incuestionable actuación. 
 
Viktor corrió hacia el Kiss and Cry. Se moría de ganas de recibirlo como se merecía, de acurrucarlo en sus brazos, mostrarle lo orgulloso que estaba por lo que Yuuri acababa de hacer. En medio de la emoción y el golpeteo constante de su corazón contra su caja torácica, lo vio llegar agotado tras la repentina relajación tras la tensión del combate, con el rostro enrojecido por el esfuerzo y el contraste entre el frescor del hielo y su agitada temperatura corporal. 
 
-¡Yuuri! ¡Fue perfecto! -insistió con la voz reblandecida por la pasión. 
 
Subitamente, Viktor sintió algo a su lado, algo mucho más delicado y pequeño que él pero que reclamaba su presencia a puro golpe de aura. Se giró instintivamente para percatarse de que se trataba ni más ni menos que de Yuri Plisetsky.  Lejos del niñato insufrible y creído que Viktor siempre había visto en él, en esa ocasión el adolescente desprendía algo magnífico, casi regio, en su forma de estar en el mundo; tal vez el orgullo supremo de saberse poseedor de una belleza más elevada, que esta vez no se vea embarrada por tontas muecas e infantiles rabietas. No había forma  de intelectualizar aquel fenómeno, de catalogarlo o explicarlo racionalmente. Era algo que sobre pasaba lo físico, un estado de animo. Viktor había oído rumores acerca de que la ex mujer de Yakov lo había ayudado en el adiestramiento de Yuri, una noticia que había recibido con cierto desinterés, si bien en ese instante la mano de Lilia era más que visible en el adolescente. 
 
-Apártate, cerdo -ordenó Plisetsky sin necesidad de elevar el tono de voz. 
 
Tanto Viktor y Yuuri obedecieron, fascinados como estaban ambos por aquel porte soberano que emanaba el muchacho. Era evidente que la crisálida había empezado a abrirse para dejar paso a una nueva criatura realmente espectacular. 
 
-¿Ese es el verdadero ágape de Yurio? -atinó a preguntar Yuuri asombrado, mientras los pasos de Plisetsky hacia el hielo resonaban altaneros.
 
-¡Genial!¡Qué bien! -exclamaron ambos al unísono como si sus almas se hubieran conectado.
 
Tal y como les correspondía, Viktor y Yuuri subieron al palco para recibir las puntuaciones, que lejos de ningún inconveniente fueron casi excelentes, reflejando el perfecto desempeño de Yuuri en la pista y su continua evolución: 109.97, lo que representaba una nueva marca personal. 
Viktor aprovechó la buena noticia para tener una oportunidad de abrazar a Yuuri, de poder celebrar aquella hazaña de la manera más física que se podía permitir al estar todavía en público. Pero Viktor no podía engañarse a sí mismo: eso no era suficiente, para nada. 
 
Ya que la prensa no podía entender con palabras todo aquel volcán de emociones que el exquisito patinaje de Yuuri le hacía sentir, el excampeón se sentía en la imperiosa necesidad de hacer algo que les diera qué comentar. Además, el atrevimiento de Yuuri en la pista le había hecho ponerse un poco rebelde y travieso. Tomó entre sus manos el pie derecho de su amado, amparado por el oscuro y apretado patín y lo levantó con cuidado. 
 
Tenía que mostrarle el mundo lo mucho que lo amaba, a él y a su dueño, las muchas alegrías que aquella mezcla de hueso y carne le había regalado, así que lo besó, ante el asombro de los asistentes y la incomodidad conformada de Yuuri. Total, eso no podía ser peor que saltar sobre él y besarle delante de todo el mundo, ¿verdad? Pero mandaba el mensaje adecuado. 
 
Entonces, algo pareció desviar la mirada acalorada de Yuuri de él: Yuri Plisetsky los estaba observando. 
 
-¡Yurio! -lo saludó Yuuri efusivamente- ¡Dabai! 
 
Los ánimos en ruso parecieron descomponer a la pobre criatura, así que Viktor simplemente no podía quedarse atrás, si bien luego lamentó haber estado a punto de golpear a su Yuuri por no tener en cuenta su cercanía. 
 
-¡Ánimo, Yurio! -gritó Viktor. 
 
De esta forma, Plisetsky entró en el hielo con un desgañitado espíritu nada adecuado para su presentación. A pesar de la perfección técnica de sus pasos, era fácil ver una cierta rigidez ortopédica en sus deslizamientos, por lo que no fue ninguna sorpresa que se cayera en el primer salto. Necesitaba soltar tensión. Así, el muchacho se repuso rápidamente y se levantó con una frialdad y decisión dignas del paradójico veterano que era. El resto de lo que pudieron ver de la rutina fue llevada a cabo sin fallos, lo que hizo las delicias de los aficionados locales, si bien Viktor no pudo dejar de apreciar lo incómodo que todavía se veía a Yurio en aquel papel. 
 
A Viktor le hubiera encantado quedarse a analizar a aquel prometedor rival, pero, como era costumbre en ella, la prensa se apresuró en molestar. Esta vez, Viktor insistió en dejar que Yuuri se enfrentara solo a las bestias, pero manteniéndose cerca de él para poder actuar si la situación lo requería. De esta forma, vieron las puntuaciones de Yurio por las pantallas y pudieron comprobar con alivio como este quedaba segundo, justo por detrás de Yuuri.  Este último recibió la noticia, con una mezcla de costernación y júbilo expresada en otra de esas dulces caritas que sólo Yuuri era capaz de poner. En lo que respecta a su eterno observador, Viktor no cabía de sí de orgullo y de amor. No albergaba dudas al respecto: su chico se lo merecía todo. 
 
Sin embargo, ni siquiera él estaba tan ciego de amor como para darlo todo por sentado. Aún quedaba un último competidor, y si bien J.J a veces actuaba como si quisiera atraer puñetazos de la misma forma que los cuerpos celestes atraen asteroides, no se podía negar que el muy cretino tuviera talento. Este innegable hecho se manifestó en cuanto pisó la pista. 
 
Así, nada más empezar la empalagosa melodía de auto tributo con la que patinaba, J.J conectó dos triples, con la gracia y los ademanes de un trapecista circense. A tal combinación le siguió un triple axel ejecutado con una altura de infarto. Viktor lo tuvo claro: J.J era otro maldito saltador, un patinador técnico que compensaba su falta de expresión artística con su comportamiento histriónico y vanidoso. En cada uno de sus pasos se podía observar una grandilocuencia y narcisismos que lejos de ser reprimidos eran explotados con descaro. Ni siquiera la pirueta más vertiginosa le impedía guardar su amplia e irritante sonrisa, más aún cuando el público perdió todo recato y empezó a corear el estribillo de la canción. 
 
Viktor se sentía saturado de tanto “J.J Style”, hasta el punto de querer dejar de observar la rutina. ¿Alguna vez durante aquellos años en los que se había sentido imbatible, en los que un mero gesto hacía que los espectadores se derritieran, había llegado a ser tan capullo?  Pero, los pasos del canadiense eran sólidos y seguros y eso podía ser muy, muy peligroso. Más valía seguir mirando. 
 
Entonces, Viktor notó la ausencia de Yuuri. ¿Cuándo se había alejado de su lado? Como era comprensible, Viktor dejó de presenciar la rutina de J.J para buscar a su pupilo. Lo encontró poco después, en un discreto rincón, hablando por su teléfono móvil. La expresión de su rostro lucía tan devastada que Viktor notó que se le congelaba la sangre en las venas. ¿Qué demonios podría estar ocurriendo para que pusiera una cara semejante? 
 
El público volvió a rugir en las gradas. Viktor supo más tarde que J.J había conseguido arrebatarle la primera plaza a Yuuri, cosa que en aquellos momentos no podía importarle menos al ruso. Era prioritario saber qué le ocurría a Yuuri, no sólo como su entrenador si no porque lo amaba. Antes de que Viktor pudiera decir nada, este se volvió hacia él con una decisión casi iracunda.
 
-¡Viktor! Regresa a Japón ya mismo -le ordenó de inmediato.- Mañana enfrentaré el programa libre yo solo. 
 
Al ruso le costó algo de tiempo procesar lo que acababa de oír. ¿A qué venía de pronto esa exigencia? ¿Por qué quería que regresara? ¿No se suponía que lo quería a su lado? 
-¿Cómo? ¿Qué dices, Yuuri? -balbuceó confuso- ¿Por qué dices que tengo que volver a Japón? 
 
Intentó acercarse a Yuuri. Para tranquilizarle, intentó tocarle el brazo, pero este se retiró con violencia.
 
-No pierdas el tiempo preguntándome y vete-insistió con voz quebradiza.
 
Como si aquel extraño gesto no fuera suficiente, Viktor pudo comprobar como el cuerpo del japonés empezaba a temblar sin que este fuera capaz de reprimirlo. Era más que obvio que algo malo había ocurrido y que Yuuri se acababa de enterar por una llamada de su familia. Viktor sintió una punzada de ira ¿Es que a caso que todo saliera bien, tan bien como Yuuri se merecía, era demasiado pedir? Pero no tenían tiempo para berrinches. Optó por acercarse más lentamente.
 
-¿Qué ha pasado, Yuuri? -le susurró, mientras le cogía de las manos. 
 
A Viktor casi se le rompe el corazón cuando Yuuri por fin le obsequió con una mirada de profunda empatía.
 
-¿Te acuerdas de los manjuus que tanto le gustan a Makkachin? -comenzó a hablar con la voz todavía inestable.- ¿Que le tenemos prohibido que se los coma porque le pueden sentar mal?- Viktor asintió, invitando a Yuuri a continuar su relato.- Pues, Mari me acaba de llamar y me ha dicho que … no sé cómo ha podido ocurrir... pero que se debieron de descuidar y Makkachin se comió un montón.... y está  mal, muy mal. 
 
La imagen de su fiel perrita acurrucada en la entrada de su piso en San Petersburgo, levantándose encantada para recibirle a su llegada a casa, atravesó su mente como un rayo, quemándole por dentro. La firmeza del suelo se tambaleó ligeramente, pero debía ser fuerte por Yuuri.
 
-Lo siento mucho, Viktor, lo siento muchísimo -dijo Yuuri con un nudo en la garganta.
 
-¡No es culpa tuya! -se apresuró a decir Viktor.- Ni tuya, ni de tu familia, ni de nadie. Son cosas que pasan. Tienes que entenderlo, y también que no puedo abandonarte así como así para ir a verla. Tengo una obligación para contigo.
 
-¡No! -rugió de pronto Yuuri, provocando sin pretenderlo la atención de los presentes- ¡Eres tú el que no lo entiende! ¡Tienes que ir ahora, porque si no, es posible que no puedas despedirte de ella! ¡Créeme, siempre te preguntarás que habría pasado de haber llegado a tiempo, de haber estado con ella cuando se fue! ¡No quiero que tú también pases por eso!
 
Algo en esa última frase avivó las neuronas de Viktor. Un recuerdo fugaz de una conversación traspapelada por el tiempo se hizo brutalmente clara. 
 
-¿Que yo también...? ¿Esto es por tu perrito? -aventuró Viktor- ¿Esto es por... Vicchan? 
 
-Yo no estuve allí por él, porque estaba demasiado ocupado con el Grand Prix. Y luego, voy, y ni siquiera me sale bien. ¿Irónico, no? Nunca pude agradecerlo todo lo que hizo por mi, como me consolaba su presencia: cuando me caía en el patinaje, cuando los otros chicos se burlaban de mi por practicar un deporte de chicas, cuando tuve que decidir irme a Detroit. Eso es algo con lo que tengo que vivir en mi conciencia, pero no tiene porqué ocurrirte lo mismo a ti. Todavía estás a tiempo, vete. 
 
Es cierto: Yuuri es incapaz de pensar sólo en sí mismo. Esa era una parte integral de aquella belleza holística que Viktor tanto amaba. 
 
-Yuuri te agradezco que pienses en mi -se sinceró Viktor.- Pero no es posible. ¿Cómo demonios quieres que te abandone y me vaya así, por las buenas? ¡Soy tu entrenador! ¡Mi deber es estar contigo mañana y cuando me necesites!
 
-Pero ...- insistió Yuuri- ¡Debes regresar! 
 
-Te estoy diciendo que no puedo -replicó Viktor.
 
Viktor suspiró hondamente, colocando la mano bajo el flequillo, para aliviar el súbito merme de su paciencia. No imaginaba que Yuuri pudiera ser tan testarudo. Giró la mirada para distraerse, procurando guardar fuerzas para continuar con un debate que prometía ser largo y agotador. Y, entonces, se topó con Yakov, quién junto con Lilia, estaba, como era de esperar, acompañando a Plisetsky. No tardó mucho en darse cuenta de que la solución de sus problemas estaba justo frente a él. Ante la certeza de que  Yuuri no pararía hasta verlo encaminarse hacia el aeropuerto, Yakov era la respuesta a sus plegarias. Fue corriendo a hablar con él, con el plan todavía bajo construcción en su cabeza. 
 
-¡Yakov! ¡Menos mal! -exclamó sin atisbo de malicia en su lengua, completamente sincero en su alegría por ver a su antiguo mentor.- Eres el único entrenador para mí.
 
Yakov no pareció conmoverse ni un poco cuando Viktor puso sus manos sobre sus hombros. 
 
-¿Qué pasa? -se burló incrédulo.- ¿Quieres regresar? 
 
Viktor decidió no perder energías ofendiéndose por aquella reacción tan cínica y fría por parte de aquel que había sido como un padre. Más bien, le pareció lógica y dentro de lo esperable. En ese entonces ya podía entender hasta qué punto había decepcionado a Yakov, abandonando su carrera de aquella manera, después de tanto esfuerzo y paciencia invertidos. De hecho, apenas podía mirarle a los ojos de la vergüenza que le daba pedirle aquello, pero debía hacerlo. Después de todo, ese era su deber como entrenador de Yuuri, y no le estaba mal empleada aquella pequeña humillación, por la bravuconería ignorante con la que encaró el puesto en su momento.  Tragó saliva, bajó la cabeza y continuó.
 
-¿Podrías ser el entrenador de Yuuri sólo por mañana?
 
Como supo poco después, al resto de los presentes le sorprendía tanto aquella decisión como a él mismo. Un poderoso grito de sorpresa inundó el lugar. 
Notas finales:

¡Hola gente! ¿Qué tal todo? Yo, por mi parte, estoy dándolo todo para dejar el máximo posible de fic escrito, ya que, nuevamente no sé cuánto tiempo tendré para escribir a partir de Septiembre.

Intentaré seguir en la medida de lo posible con las actualizaciones semanales, pero nunca se sabe. 

Muchas gracias por sus palabras de ánimo de la semana pasada y por su paciencia para con este fic enorme, que poco a poco se encamina a su fin (Sólo 3 capítulos de anime más, FUCK YEAH!!! Ç.Ç) 

En fin, espero que este capítulo les guste. 

¡Que pasen una buena semana y muchos besos!


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