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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

 "Era hasta cierto punto aterrador rendirse ante una realidad tan apabullante, pero Viktor ya no podía vivir sin Yuuri. (...)Era algo más que un mero estado sentimental, era biología, Viktor necesitaba a Yuuri para respirar. "


Yuuri y Viktor llegan a Barcelona para darlo todo en el Grand Prix Final. Como aún quedan unos días para el gran evento, Viktor aprovecha que el hotel tiene piscina para ir a relajarse y darse un chapuzón...

Anochecía tarde en Barcelona. Viktor podía jurar que no serían antes de las séis cuando los últimos retazos violetas, rojos y naranjas terminaron por evanescerse tras la muerte agónica y lenta de otro agotador día de viajes. Conocedor como era de las debilidades de su protegido, Viktor consideró prudente llegar temprano a la cosmopolita urbe catalana que muchos confundían peligrosamente con la capital cultural de España. 
 
Sabía que Yuuri caería fulminado por los excesos físicos del viaje y el jet lag. No se equivocó: en cuanto hubieron realizado el check in, almorzado y ordenado el equipaje, en cuanto Yuuri llegó siquiera a rozar las sábanas, entró en un profundo sueño de esos de los que sólo se entra con una rueca y sólo se sale con un beso. A estas alturas, Viktor creía que ya se habría acostumbrado a la estampa de un Yuuri durmiente y sin embargo, debía admitir ante sí mismo que aquel era un espectáculo del que nunca tendría suficiente. Algunos viajaban kilómetros para contemplar los glaciares, la aurora boreal o cataratas de renombre. Él tenía a Yuuri y el lindo ronquido porcino que en ocasiones escapaba de sus labios entre abiertos. 
 
Era muy halagador, y a esta cierto punto, inmerecido que Yuuri se relaja tanto en su presencia. A Viktor todavía no podía creerse que Yuuri le perdonara hasta tal punto después del modo bizarro, abrupto y profundamente condenable en que empezó su relación. ¿De verdad era justo que Yuuri confiara así en él?  ¿Acaso después de todo lo experimentado de su mano, de todas las marcas visibles o invisibles  que el ruso había había ido dejando por aquel cuerpecillo, Yuuri pensaba que podía dormirse al lado de Viktor sin que él no sintiera la más mínima necesidad de volver a corromperlo?  Por fortuna para Yuuri, aquellos meses de convivencia habían surtido el efecto de una suerte de amaestramiento en Viktor. Así, en cuanto el japonés cerraba sus poblados párpados, Viktor sabía que empezaba su larga guardia. Viktor se sentó a su lado, vigilándolo amorosamente, mientras observaba como el cielo barcelonés iba destiñendo su azul invernal en una variada paleta de colores. 
 
En esos momentos de contemplación, Viktor llegó a agradecer el haber reservado una habitación doble con vistas a la ciudad. En su día, Viktor hubiese optado por la habitación superior con terraza que aquel altísimo y selecto hotel ofertaba. Después de todo, Yuuri nunca había estado en Barcelona, y Viktor no quería que se perdiera ninguna de sus encantos. Sin embargo, su pupilo había determinado ser más precavido con los gastos por lo que Viktor, si bien no tenía ningún problema en pagar por él, decidió no discutir. Finalmente, y en contra de toda predicción por su parte, Yuuri había tenido razón: las vistas a la ciudad desde el Hotel Princess eran hermosas y más que suficientes.  Viktor sonrió al recordar su fervor e insistencia. Últimamente, su tímido y sensible japonesito estaba francamente irreconecible. No sólo insistía con verdadero fervor en sus ideas, si no que llegaba a mostrarse mandón. Le costaba trabajo recordar cómo en el pasado había dudado tanto al perfilar sus actuaciones. Sin embargo, a Viktor todavía se le hinchaba el pecho de orgullo cuando pensaba en aquella trémula mañana en el hielo, cuando Yuuri, a última hora, quiso cambiar su programa. 
 
-¿También pondrás el cuádruple en el programa corto? -preguntó Viktor entonces incapaz de creerse lo que había oído. ¿Qué le había dado a ese chico de pronto? ¿A caso el tibio resultado de la Copa Rostelcom no le había espabilado ya lo suficiente? Era tiempo de asegurar las bases y pulir defectos , no de conseguir ninguna hazaña.- Casi nunca lo clavas, ni siquiera al practicar.
 
El sol que entraba por los ventanales brilló con furia en los ojos de Yuuri cuando este asintió sin un ápice de rendición.  
 
-Pero aún tengo tiempo de pulirlo -repuso Yuuri, cerrando el puño en un gesto contundente.- Forzar mis límites se volverá la motivación que necesito en la final- Se acercó un poco más a él, inclinándose con ímpetu, como si luchara por convencerle y apoyó su puño cerrado en su corazón. Sí, Yuuri estaba compartiendo su pasión.- ¿Quieres verme? ¿No, Viktor? Clavando un cuádruple flip con un grado de ejecución superior a 3...
 
Viktor jamás lo había visto hablar con tanta seguridad sobre nada. Sólo había una salvedad: el titubeo valiente y exhibicionista de una declaración de amor frente a las cámaras niponas. El escalofrío de pura energía que le invadió le azuzó y le instó a abrazarle. 
 
-¡Claro! -exclamó Viktor extasiado.
 
Y es que daba igual las resistencias que Viktor pusiera: Yuuri siempre se salía con la suya, manteniendo al ruso en aquellas etéreas redes de ternura y emoción continua. En el ensueño y la predigistación de un descubrimiento inabarcable, Viktor sólo pensaba en ir destapando más capas de Yuuri. 
 
Pero ahora Yuuri dormía y la tarde se deslizaba perezosamente por el reloj. Por mucho que mirar a Yuuri fuera encantador, no era algo que colmara sus ganas de actividad. Además, creía recordar que el hotel tenía una lujosa piscina en la azotea. No estaría mal dar unos largos, mientas su cuerpo semi desnudo se bañaba en las incipientes luces de neón. Y por mucho que fuera Diciembre, estaban en la cálida y paradisíaca España, cuyo tímido invierno no sería nada para alguien acostumbrado a la gélida estepa rusa. Con este aguerrido atrevimiento y tras haber comprobado que Yuuri estaría bien en su ausencia, Viktor se dirigió al último piso, donde se desnudó con la inocencia que aquel se cree por encima de los designios climáticos.  No tardó mucho en darse cuenta de su error: en cuanto Viktor, cubierto escasamente por su bañador, salió al exterior, fue recibido por una punzante puñalada de frío. La verdad se dibujó en su mente con una claridad casi transparente: en España, en invierno, también podía hacer frío... y mucho. Era culpa suya por haberse dejado cegar por todas aquellas estampas playeras de sangrías, paellas, flamenco y olé. 
 
Pese a las ganas que tenía de volver a dentro corriendo, su malherido orgullo eslavo le hacía creer que ya había llegado demasiado lejos para rendirse. Se zambulló en la piscina, mientras glaciales puñaladas le perforaban los músculos, tensándole el cuerpo de frío. Sin embargo, el agua, por el mero hecho de serlo, tenía ante todo una calidad maternal, adaptable, que se ciñó amorosamente a Viktor, limpiándole de todas las impurezas que solían emponzoñar su mente. Allí, flotando en el agua, bajo arriba y solo, meciéndose lentamente, protegido por su lecho acuático, sólo estaba él. Era la primera vez que Viktor se alejaba de Yuuri desde lo de Makkachin, pero ahora no había ni un átomo del amargor de entonces, pues en ese instante autoregalado de soledad, sentía que por fin podía ser él, sin mentiras ni excusas: Él flotando en la fluidez controlada de la piscina. 
 
“A veces debes darte vacaciones en las que puedas ser tú mismo, lejos del ajetreo cotidiano.”, reflexionó , “Hacer silencio en tu mente y encontrar tu verdadero ser.”
 
Se sorprendió a sí mismo por su inesperado brote de espiritualidad ¿Cuánto tiempo hacía que se sentía tan en paz? Hacia tiempo, él era capaz de encontrarse solo sin problemas, pero carecía por completo de la claridad actual. Por aquella época, había un cierto ruido de fondo,una especie de pitido discordante y constante que no le dejaba tranquilo. ¿Qué había cambiado en su vida para que esa sensación  de infatigable tensión le abandonara? 
 
La primera respuesta fue que su vida había cambiado. Había dejado el patinaje, después de años dedicado a la causa. Su mente que había estado plagada de ideas, conceptos, estéticas, coreografías, melodías y el lejano aunque reconfortante eco de los aplausos, se había vaciado de todo aquello dando paso a una consciencia del día a día y nuevos placeres tan humildes como sinceros. Pero, ¿cómo había conseguido desengancharse de la efervescente adrenalina que la alta competición hacía correr por su torrente sanguíneo? 
 
La segunda respuesta fue Yuuri. Su amor no fue sólo el calmante que su espíritu necesitaba. El amor había sido para él , ante todo, un maestro. Le había enseñado cosas de sí mismo que ignoraba : hasta qué punto era capaz de arriesgarlo todo por un destello de pasión; lo mucho que necesitaba volcar su afecto en otro ser humano en vez de dejar que este se pudriera dentro de él; a confiar en otro persona hasta llegar a ser él mismo; quitarse aquella máscara, pintura de guerra con la que se enfrentaba al mundo hostil; que podía ser alguien muy distinto y mucho más decente y generoso de lo que siempre le habían hecho ser.  Yuuri le había devuelto parte de su pureza original. Le había hecho sentirse vivo y dado razones por las que seguir vivo.
 
“Al alejarme del patinaje, me vienen dos palabras con L a la cabeza: “Life” y “Love”... Vida y amor.”
 
Viktor abrió sus ojos aguamarina para adentrar su visión preclara en el nebuloso crepúsculo urbano. 
 
“Son cosas que he descuidado por más de veinte años.”, concluyó. Entonces, un irritante cosquilleo en la nariz lo sacó de su estado de clarividencia. El estornudo le hizo volver a la realidad tan inesperada como grotescamente.  
 
“Barcelona también es fría en invierno.”, se recordó al mismo tiempo que dos viscosos ríos de mocos corrían repugnantemente por su nariz. Sí, por mucho que se empeñara en mostrar su glamour ante seguidores, periodistas y rivales, Viktor seguía teniendo un cuerpo humano, con todos sus poco  refinados pero necesarios procesos. Lo único que le podía consolar en aquellos momentos de patetismo era no ser observado, algo que se demostró falso pocos segundos después. 
 
-Creía que sólo un ruso sería tan idiota como para usar la piscina en estas fechas al igual que yo- sentenció una voz demasiado conocida tras de sí.
 
Sin demasiadas ganas, más por la conformidad de no tener ya nada que ocultar que por educación o intuición, Viktor se giró para encarar a su interlocutor. Llevaba una ligera pero insinuante bata de seda azul marino, así como una gafas de sol igualmente inútiles en la noche declarada. Su mano derecha, apoyada a su voz en su sugerente caderas, sostenía un par de copas de cristal, mientras que la izquierda soportaba el peso de una botella de champán.
 
-Y acerté – determinó el suizo.
 
-¡Chris! 
 
-¡Hola, entrenador Viktor! -saludó coquetamente para después suspirar contrariado de su amigo eslavo.- ¡Y yo quería bañarme desnudo!
 
Viktor sonrió escéptico. Aquella sólo era otra de las clásicas estratagemas de Chris para provocar y hacerse el interesante. Lo mejor que se podía hacer cuando se ponía así de tonto era seguirle en la broma hasta que él mismo decidiera parar. 
 
-No te contengas –le animó Viktor.- Incluso te tomaré fotos.
 
Chris esbozó una sonrisa casi felina, si bien Viktor lo conocía lo suficiente como para intuir un brillo triste opacado por las gafas de sol. No, poco importaban las armas que Chris tuviera a su disposición. Viktor nunca podría darle la atención que este requería de él. Cuanto antes se deshiciera el suizo de aquella ilusión sin sentido, mejor para él. 
 
-¡Oh! ¿No me digas? -río el suizo, con el peso de la melancolía lastrándole la voz.- Pues no se hable más. No todos los días tienes al gran Viktor Nikiforov como fotógrafo personal. 
 
Viktor salió de la piscina sólo para tomar su teléfono móvil, aguizonado por las bajas temperaturas, mientras Chris se concentraba en preparar las copas de Champán. Ni corto ni perezoso, Chris se afanó en mostrar sus encantos. Se deshizo de la bata y adoptó una pose que acentuaba las curvas de su cincelado cuerpo: sentado con el cuerpo girado hacia la cámara, con la mano de la copa hacia delante, una pierna estirada y la otra replegada. Para su segunda instántanea, Chris optó por una mirada traviesa y despistada que emergía por encima de las gafas. 
 
Era innegable que Chris era muy hermoso a su manera: masculino, descaradamente sexual, orgulloso de su cuerpo hasta la indecencia. Muchos lo considerarían objetivamente atractivo con aquel cabello dorado y ensortijado que se oscurecía notablemente en la raíz creando un vistoso costrante y esos ojos soñadores, genuinamente verdes que se oponían a la rudeza viril de su recortada perilla; y Viktor se consideraba entre ellos. Chris había crecido muy bien. 
 
Podía ser casi imposible reconocer en aquella replica de portada de revista gay al niño que fue cuando lo conoció: un mozalbete rechoncho con aspecto de querubín clásico, con su pelo rizado y las mejillas encendidas de casta admiración preadolescente. No le costaba reconocer que lo primero que le llamó la atención de él era el brillo de sus ojos esmeralda cuando le miraba con fervor, y en agradecimiento por tanta devoción, lanzarle una rosa resultó un acto casi orgánico.  Con el tiempo aquel niño se convirtió en un compañero dentro y fuera de la pista, y más ocasionalmente en un estupendo compañero de juegos, un confidente en quién volcar parte de su sexualidad prohibida. 
 
Y, si bien el sexo con Chris no dejaba de ser francamente interesante, sus ansías leoninas por devorarle dejaban a Viktor vacío y agotado. Chris lo deseaba con una intensidad desesperada, absorbente, casi homicida, muy distinta a la generosa entrega de un Yuuri que sabía dosificar su impredecible pasión con dulzura. No, Chris nunca había sido lo que Viktor necesitaba y aquello había quedado muy claro entre ambos hacía ya tiempo. El disgusto duró poco al suizo, quién supo trasladar la intimidad fuera de las sábanas. Por su parte, Viktor lo quería sinceramente a su manera,  como a una de las pocas personas con las que podía desnudar su alma. De hecho, se alegra sin reparos de que Chris hubiera encontrado una pareja que le amara de la manera que él no podía. A pesar de ello, Viktor estaba tan acostumbrado al continuo cortejo del suizo y a sus zalamerías que no podía evitar preguntarse qué quedaba de aquella enterrada pasión.
 
-Ahora que te fuiste, soy uno de los mayores -se quejó Chris con el amaneramiento victimista de una diva envejecida. Vació su copa de un trago.-  Y apenas tengo veinticinco.
 
Ante la falta de respuesta de Viktor, Chris siguió chapoteando, agitando el agua como un pavo real en pleno baile. 
“ Hoy en día, Chis es sexy dentro y fuera de la pista, pero cuando lo conocí en el Campeonato Europeo, era un niño que aún corría por los campos suizos.”
 
Chris chapoteó un poco más, emulando a veces las posturas de natación sincronizada que pese a ser vistas en televisión le resultaba del todo desconocida, ante un curioso Viktor que intenta no burlarse por respeto a su amistad. Finalmente, Chris salió de la piscina, tirando de la toalla de Viktor para pretender secarse. 
 
-¿Ya te has cansado de hacer el tonto? -preguntó Viktor con cinismo.
 
-¡No estoy haciendo el tonto!- protestó Chris  sin abandonar su teatralidad.- Sólo estoy nadando envuelto en mi sensualidad. El antiguo Viktor lo habría entendido.
 
-¿El antiguo Viktor? -repitió el ruso divertido.
 
-Sí -insistió un provocativo Chris, sentándose en la hamaca de su izquierda.- El Viktor al que le gustaban las fiestas, el alcohol, el sexo sin compromiso, las relaciones sin futuro... 
 
-¡Ah! - continuó Viktor- ¿Te refieres al Viktor de antes de Yuuri?
 
-Eso es -confirmó Chris señalándole con la copa vacía- ¡El Viktor pre-Yuuri! ¡Lo llamaremos VPY a partir de ahora!
 
-¡Chris! -rió Viktor.- Parece que lo prefirieras a él antes que a mi nuevo yo.
 
-¿Eso crees? - se extrañó Chris- Para nada, mon ami. Sinceramente, te veo un poco menos idiota, o mejor dicho, igualmente idiota pero de otra manera.
 
-Wow -terció Viktor.- Ahora viene la parte en la que me explicas porqué te soporto.
 
-Pues porque soy tu único amigo, el único que te aguanta cuando te da por llorar por teléfono desde Japón...
 
-¡Yo no lloraba por teléfono! -le interrumpió Viktor avergonzado.
 
-Y la persona responsable de que hoy en día puedas estar en este hotel retozando con tu petit choux (literalmente pequeña col, mote cariñoso) japonés.- continuó Chris, no sin antes esgrimir una sonrisa maliciosa.- Por cierto, ¿qué tal con ton petit ami (literalmente amiguito, pero quiere decir amante o novio)?
 
Viktor fue consciente de lo mucho que a Chris le molestaba la cara de imbécil redomado que era capaz de poner con sólo pensar en Yuuri, pero no podía evitar ponerla, ni siquiera con el dolor acumulándose en los carrillos.
 
- Él es... increíble. -suspiró Viktor.
 
-¿No me digas? -se quejó Chris.- ¡Dame detalles! 
 
-¿Qué quieres que te diga? -respondió Viktor, jugando con la copa.- Casi me cuesta encontrar palabras para explicar cómo me hace sentir. 
 
-¡Oh, qué romántico! -bufó Chris.- ¡Pues esfuérzate! Sinceramente tenías mucho más vocabulario cuando me llamabas a deshoras desde Japón. Esperaba una compensación por mi paciencia de amigo fiel. 
 
-¡Está bien!- se rindió Viktor. -Él es alguien muy especial, mucho más de lo que ni tú y yo podíamos llegar a sospechar cuando lo conocimos. De hecho, casi me arrepiento de haber intentado hacerle caer en mis redes de una forma tan superficial y vana.
 
-¡Has madurado! -anunció Chris impaciente- Felicidades. Ahora, sigue.
 
-Es dulce, inocente pero no del todo -describió Viktor.- Puede ser alguien muy puro, muy generoso. Se preocupa mucho por los demás, por eso tiene miedo de decepcionar a la gente. A veces, parece que sólo es un chico miedoso y vulnerable, pero al minuto siguiente se convierte en la persona más valiente que conozco. Cuando se concentra, cuando se tranquiliza tiene una fortaleza inquebrantable. Es como un príncipe, guerrero y hermoso. Es mucho más apasionado de lo que parece y siempre se guía por sus sentimientos, tanto que a veces puede volverte loco. Nunca sabes qué puede pasar por esa cabecita loca. Es como un misterio, pero al mismo tiempo se las apaña para hacerme sentir seguro, fuerte e importante, que quiera protegerlo. Él... me anima a ser mejor persona. 
 
-Eso es precioso -reconoció Chris.- Pero, aún no has hablado de lo que más curiosidad me da... ¿Qué tal el sexo? ¿Al final has conseguido ...?
Viktor guardó un ligero silencio, regodeándose en la cara de anticipación y ansías de Chris.
 
-Después de la Copa de China- confirmó Viktor,- y después hemos practicado varias veces ya. Él...aprende muy rápido.
 
-Eso podría sonar decepcionante -comentó Chris.
 
-No, para nada -terció Viktor.- ¿No te dije que era apasionado y generoso? Pues en el sexo también. Él es pura entrega, sin reparos. Nadie me había abrazado con tanta firmeza. 
 
Viktor se percató de cómo tras los ojos de Chris asomó un monstruo de un verdor todavía mayor. El último comentario había contrariado el ego del suizo, reabriendo viejas suturas. 
 
-Vamos -se jactó él.- Que se queda quietecito mientras se lo haces todo.
 
-Nada más lejos de la realidad, mon ami- rebatió Viktor mientras sorbía algo de champán.- Como te he dicho antes, ha aprendido a hacerme muchas cosas. Él es dulce y cariñoso pero también muy divertido. Ahí dónde lo ves tan inocente, ya sabe exactamente qué hacer para tenerme en la palma de su mano. ¡Y te aseguro que siempre lo consigue! ¡Me vuelve verdaderamente loco!
 
-Desde luego -observó Chris- No hace falta que lo jures. Oye, tengo frío. ¿Por qué no vamos a saludar a tu solnyshka y así entramos en calor?
Viktor arqueó las cejas reticente.
 
-Creí haberte dicho hace tiempo que no quería más tríos -le recordó.
 
-¡Por favor! -se indignó Chris.- ¡Siempre tienes que pensar mal de mí! ¡Sólo quería saludarle! Es la pareja de uno de mis mejores amigos, después de todo. 
Eso espero -escupió un Viktor escéptico.- Ahora bajamos, pero antes...¡Un selfie!
 
Así, Viktor zanjó la discusión estirando coquetamente la pierna y poniendo morritos mientras su colega emulaba la pose. 
 
Paradójicamente, el azote del frío fue mayor cuando entraron en el hotel, debido al contraste entre la acogedora calidez de la calefacción y la frigidez que envolvía el cuerpo de Viktor. Enseguida, sus dientes empezaron a castañear irremediablemente, al ritmo con el que el ascensor bajaba cada planta. En un intento por recobrar su calor corporal tanto Chris como Viktor se refugiaron en sendas toallas que, pese a todo, no podían estar más húmedas. Conforme se fueron acercando a su habitación, Viktor fue deduciendo qué tipo de calor le hacía falta. 
 
Efectivamente, sólo aquella escasa hora que había pasado en la azotea, en la más dudosa de las compañías, le bastaba para echar en falta a su amor. Su impaciencia, urgida por el deseo y el implacable frío, le llevaron a abrir la puerta de una patada, sin delicadeza alguna. Al otro lado, un adormilado Yuuri los observaba sin comprender del todo la escena que presenciaba. 
 
-¡Yuuri! -le urgió en japonés- Samui! Samui! Samui! Ofuro irete yo! (¡Qué frío! ¡Prepara la bañera!)
 
-Yuuri -pidió Chris.- ¿Podrías preparar café?
 
-¿Seguías dormido? -preguntó Viktor extrañado.
 
Y como si quisieran despertar del todo al pobre japonés, o en su intento matarlo de un susto, los dos terminaron saltando sobre él. 
 
-¡Ah! ¡Estáis congelados! -se quejó Yuuri escandalosamente cuando ambos patinadores le abrazaron sin compasión- ¡No me toquéis! ¡Ninguno!
 
-¿Ninguno? - imploró Viktor- Jo, Yuuri. ¡Eso me parte el corazón!
 
-Es muy calentito -ronroneó Chris, mientras se aferraba a Yuuri- Ahora te entiendo porqué te gusta abrazarlo. ¿Te estás sonrojando? ¡Qué mono! Parece un peluchito.
 
Viktor sintió como un sabor amargo subía por su garganta hasta una lengua que se moría por chasquear. Sabía que Chris aprovecharía para hacer las suyas. 
 
-Viktor, ¿por qué no te vas a dar un baño? -propuso el suizo, mientras le acariciaba los labios a un confundido Yuuri- Yo me quedaré cuidando de tu chico.
 
Por su parte, Yuuri miraba a Viktor buscando con la mirada algún apoyo del ruso que le permitiera salir de aquella extraña diatriba. 
 
-Te agradezco el detalle, pero creo que nos las podemos apañar solos -le guiñó el ojo a Yuuri, quién pareció aliviarse ligeramente por el gesto.- Mejor, ¿me acompañas en el baño, Yuuri?
 
-Sí -respondió el japonés deseando tomar la mano que Viktor le ofrecía, pero Chris tenía otros planes.
 
Lo abrazó comprimiéndole los brazos, como una boa, para después lamerle el cuello con lujuria y alevosía, mientras aprovechaba para levantarle la sudadera. Yuuri chilló asustado y excitado ante el contacto. 
 
-¡Oh, qué voz tan bonita! -ronroneó Chris.- ¿Es la misma voz que usas para seducir a Viktor?
 
-Chris -rugió Viktor, apenas capaz de contenerse- ¡Déjalo en paz! 
 
-Vamos, ¿No te apetece compartir tu juguete? Como en los viejos tiempos...
 
Chris besó la carnosa y acalorada mejilla de un Yuuri superado por los acontecimientos.
 
-Él no es un juguete -sentenció Viktor cada vez más celoso.
 
Chris ajeno a la rabia de su amigo, deslizó sus sucias manos por la silueta de Yuuri hasta llegar a palparle el trasero.  Yuuri gimió avergonzado. 
 
-Vaya, esto parece en mejor forma que nunca -rió Chris.- Será por el nuevo entrenador.
 
-¡Viktor! -pidió Yuuri con la voz entrecortada. 
 
-¡Qué cuerpecito tan delgado y lindo! -comentó- Me pregunto si todos los japoneses serán así...
 
Entonces, Chris intentó terminar de exponer el pecho desnudo de Yuuri y Viktor simplemente no pudo más. Amarró parte de la tela de la sudadera para tirar de Yuuri hacia él. Aprovechando su grito de sorpresa, Viktor introdujo su lengua en la boca abierta del muchacho, acariciando con furia cada uno de sus recovecos hasta dejarlo sin aire.  Lo abrazó igualmente con fuerza, procurando que siguiera separado del suizo. 
 
-¡He dicho que lo dejaras en paz! -repitió Viktor con firmeza.
 
-¡Sólo estábamos jugando! -se defendió Chris.- Aunque eso ha sido muy apasionado. No me importaría ver más. Me conformo con veros a los dos...juntos.
 
-¿De verdad? -preguntó Viktor con un tono juguetón.
 
Yuuri se giró hacia Viktor escandalizado y asustado, ante la perspectiva de que este aceptara ser observado en un acto de intimidad. 
 
-Claro -insitió Chris intrigado.- Quiero ver si es verdad que el pequeño Yuuri tiene tantas habilidades como dices.
 
-¿Qué se supone que le has dicho? -susurró Yuuri casi histérico.
 
-No te preocupes, solnyshka.
 
Acto seguido, Viktor siguió besando a un Yuuri que, conforme fue profundizándose el abrazo, fue abandonando su reticencias, casi como si hubiera olvidado la molesta presencia de Chris. Llegó a jadear cuando Viktor se retiró. De esta forma,  cuando Viktor le miró a los ojos se topó con un brillo cómplice pero también aventurero. Yuuri confiaba en él pero también quería saber hasta dónde quería llegar Viktor. Este no tardó en arrebatarle la sudadera, para después girar a Yuuri hacia Chris, quien los observaba goloso. 
 
Sin dejar de desafiar al suizo con la mirada, Viktor mordió las tiernas y diminutas orejitas de Yuuri, mientras sus manos se deslizaban traviesamente por su pecho, jugando con sus sensibles y rugosos pezones. Como era de esperar, Yuuri empezar a jadear incontrolablemente, meneando suavemente sus caderas, asentadas en el regazo de Viktor. Su ojos, por contra, permanecían cerradas de pura vergüenza. Viktor sabía que, desde un punto de vista meramente carnal, Yuuri estaba lista para que le quitara los pantalones y empezara a jugar con otras partes más meridionales de su cuerpo. El pequeño montículo que se elevaba entre sus piernas daba fe de ello. 
 
-¡Se acabó la función! -anunció Viktor.
 
Chris que había estado mirándolos completamente obnubilado, pareció despertar abruptamente de un sueño demasiado hermoso.
 
-¡Oh, vamos! -se quejó.
 
Pero Viktor no tuvo misericordia de él. Lo tomó con fuerza del brazo y empezó a empujarle fuera de la habitación ante las risas de Yuuri y del propio Chris, quién, como era costumbre en él, no se tomaba la exclusión muy en serio. 
 
-¡Somos amigos! -le recordó Chris, resistiéndose. 
 
-Sí, exacto -contestó Viktor, sonriendo forzosamente y  asiendo el pomo de la puerta.- ¡Por eso mismo no te estoy dando un paliza!
 
-¡Hasta luego, tortolitos!- se despidió Chris aferrándose al vano de la puerta con un gesto teatral, y como si todos sus atrevimientos anteriores - ¡Ha sido un placer, Yuuri!
 
-Lo mismo digo -replicó Yuuri con amabilidad. 
 
Gracias a aquel irritante y completamente innecesario gesto, las ganas de Viktor por perder de vista al suizo y por lo tanto sus impetú al echarlo se incrementó. Un decidido empujón le sirvió para separar a su pegajoso amigo del sagrado cuerpo de su amante. 
 
Incluso con Chris lejos de su vista, Viktor se sentía hervir de rabia y no sólo hacia su amigo, sino también hacia sí mismo. Sabía perfectamente cómo era Chris: las fronteras sexuales y morales que para muchos eran infranqueables para él no lo eran tanto. Viktor siempre había admirado su capacidad para vivir en consonancia con su verdadera esencia, pero también era consciente de que muchas veces el suizo tendía a ignorar las limitaciones de los otros, imponiendo su propia libertad. Por si esto fuera poco, fue con Chris con quién empezó a babear estúpidamente en Sochi por Yuuri. Era él quién lo había catalogado como de “gran potencial” y “culito prieto” como si el adorable y valeroso Yuuri no pudiera ser otra cosa que un cuerpo deseable. En sus celos, Viktor prefería ignorar que él también había coreado, o incluso generado, esas valoraciones. 
 
Y, sin embargo, el ver a Yuuri con el torso al aire, tumbado sobre su cama, sonriendo timídamente, sin un ápice del miedo que antes parecía atormentarle, le hizo olvidar su enfado. 
 
-Pensé que no se iría nunca -confesó Yuuri, sonriendo tímidamente, mientras volvía a ponerse la sudadera. 
 
-Yo también -dijo, avanzando felinamente hacia él.
 
-¿Qué ha sido eso? -preguntó Yuuri todavía confuso.
 
-Chris... siendo Chris -explicó Viktor mordaz.- Siento que te haya asustado.
 
Fue hasta demasiado fácil para Viktor abrazarlo, cuando meses antes el sólo rozarle resultaba una utopía. 
 
-Ha sido raro -confesó Yuuri entre sus brazos.
 
-Tendría que haberle cortado antes. -se culpó Viktor todavía resentido consigo mismo.
 
-No pasa nada -le aseguró Yuuri, sumergiendo su desordenada cabecita aún más en el pecho desnudo de Viktor.- Chris me cae bien, aunque a veces puede ser un poco “europeo”. 
 
-¿Europeo?- rió Viktor.
 
Yuuri levantó la mirada, ensanchando el abrazo lo suficiente como para que Viktor pudiera contemplar aquellos relucientes lagos nocturnos a través de los anteojos. 
 
-Pegajoso -aclaró el japonés, por lo que Viktor soltó una sonora carcajada. 
 
Entonces, el ruso recordó el tentador rubor que había encendido el rostro de Yuuri como un melocotón maduro.  Aprovechó el abrazo para posar la mano en la sensible curva de la espalda. 
 
-Pues no parecías pasarlo tan mal -le susurró.- Cuando Chris te metía mano delante mío y hablaba de lo sexy que eres. 
 
Le dio un beso en la frente y notó maravillado como el cuerpo de Yuuri vibraba por el contacto. 
 
-No, yo no...- se apresuró a desmentir Yuuri.
 
Entonces, ante la ancha sonrisa de suficiencia de su entrenador y amante, Yuuri hizo una curiosa pausa. Aun con la mirada adormecida por el desfase horario, Viktor pudo comprobar por el salvaje brillo de sus ojos, que su chico se había percatado de algo. Parpadeó grácilmente tras los descolocados cristales. 
 
-¿No estarás celoso, verdad? -preguntó casi ingenuamente, como si él mismo no terminara de creerse lo que proponía.
 
La pregunta se clavó en la mente de Viktor como un dardo certero, hasta tal punto que, viéndose descubierto incluso ante sí mismo, no pudo reaccionar. Se quedó congelado como un ordenador sin conexión.  
 
-¿En serio? - exclamó Yuuri sonriendo con escepticismo.- ¡Qué infantil, Viktor!
 
La boca del entrenador se retorció en una tensa sonrisa, mientras sus ojos destellearon de rabia y vergüenza mal disimulada.
 
-Tienes razón- contestó.- La próxima vez  debería dejar que Chris te manosee delante mío  ¿Verdad, cerdito? 
 
Acto seguido empezó a torturar a Yuuri a base de cosquillas y frías caricias furtivas, ante las que el japonés apenas podía defenderse. 
 
-¡No!- se resistió Yuuri.- ¡Yo no he dicho eso! 
 
-¡Te castigaré! -se jactó Viktor caprichosamente.- ¡Te voy a hacer todas esas cosas que Chris quería hacerte! 
 
Entonces, al tumbar a Yuuri en la cama, estando Viktor encima de él, pudo apreciar la férrea expresión de confianza y calma que este le dedicaba. 
 
-Eso es lo que no entiendes -le aclaró con dulzura.- Yo sólo puedo hacer esas cosas con Viktor. 
 
Aquella sabia sonrisa, hizo que Viktor se relajara al instante. Era estúpido haber dudado de Yuuri. Después de todo, a esas alturas, ya le había demostrado más sinceridad y lealtad que muchas de las personas que había conocido. E incluso, cuando Viktor se sentía responsable por el ataque de Chris, Viktor sabía que en el fondo, Yuuri no era ni mucho menos tan inocente e incapaz de defenderse como aparentaba. En aquel momento, sin embargo,  lo único realmente relevante es que Yuuri estaba bajo él, visiblemente relajado y dispuesto a pesar de lo desfavorable de su posición. 
 
-¡Muy bien! -anunció Viktor encantado- ¡No se habla más! 
 
Entonces, cuando Viktor se disponía a devorar a un Yuuri más que apetecible, un molesto picor invadió su nariz. Tuvo el tiempo justo para girar la cara y no estornudar encima de su pobre amante.
 
-Deberías ir a darte un baño caliente -le recordó Yuuri amorosamente.- Antes de que te de un pasmo.
 
-¿Qué?- preguntó Viktor mocoso y aturdido.-¿Ahora? 
 
-Sí -insistió Yuuri, colocándole el dedo índice en la nariz juguetonamente.- Ningún patinador quiere que su entrenador le pegue un resfriado.
Viktor quiso protestar, pero encontró un argumento mejor.
 
-¿Y te apetecería acompañarme? -sugirió torridamente mientras le besaba el cuello.
 
Pero Yuuri no tuvo reparos en rechazarlo con una facilidad casi cruel.
 
-No -repuso volviendo a golpear la nariz de Viktor con el dedo.- Nada de sexo antes de las competiciones. Es una regla que inventaste tú mismo. 
 
Y así, Viktor volvió a estar a remojo por segunda vez en el mismo día. El cambio era considerable. La enorme bañera de la habitación era inmensamente más cómoda y cálida que la  inhóspita piscina de invierno. Y a pesar de ello, la ausencia de Yuuri supuraba de las alicatadas paredes como el propio rocío del vapor condensado. Viktor se sentía solo. En cierto modo, su cuerpo, acostumbrado al onsen, no comprendía la inmersión en el ardiente líquido sin tener al japonés cerca. Se había convertido en un hábito demasiado placentero, pero Yuuri, haciendo gala de su desconcertante habilidad para la crueldad inesperada, se lo había negado.  Rebelándose contra su soledad, Viktor chapoteaba en la bañera como un pato furioso.
 
Entonces, el ruido del picaporte girando lo sacó de su tonto desahogo. Al otro lado de la puerta, apareció Yuuri, y un Yuuri que conocía muy bien, el mismo Yuuri que si bien no era capaz del todo de mirarle de frente, ostentaba un tímida sonrisilla de diablo, combinada con un reguero carmesí en los incandescentes pómulos y nariz, que lo volvía loco. Era un Yuuri que había tomado la curiosa decisión de quitarse los mismos anteojos sin los que apenas podía ver. 
 
-¿Qué haces? -río adorablemente Yuuri.
 
Viktor se retiró el flequillo mojado del rostro, peinándoselo elegantemente hacia atrás antes de retarle con su mejor sonrisa. Yuuri ya había sido testigo de demasiadas facetas de su patetismo personal y Viktor no estaba dispuesto a que viera más. 
 
-Me baño como querías -respondió.- ¿Y tú?
 
Yuuri se tomó el brazo izquierdo timidamente antes de contestar. 
 
-He pensado que igual necesitarías que te alguien te limpiara la espalda -arguyó. 
 
Viktor arqueó las cejas con expectación.
 
-Te agradezco el detalle, milyj, pero es posible que para ello te haga falta desnudarte y meterte en el agua conmigo. ¿No te parece? 
 
Un brillo oscuro cruzó por los ojos ya de por sí azabachados de Yuuri, mientras bajaba el mentón con la sumisión aparente de un corderito.
 
-No creo que haga falta- se negó en vano.- Puedo hacerlo desde fuera.
 
Viktor se incorporó ligeramente, acercándose un poco más al japonesito. Por mucho que le hubiese dado por jugar a aquel extraño juego, ambos sabían qué había venido a hacer. Sí, Yuuri nunca había sido tan inocente . Tal vez, sólo era bueno fingiéndolo, incluso ante sí mismo. Viktor sacó la pierna derecha para rozar ligeramente el pantalón del pijama de Yuuri, dejando un húmedo rastro tras de si.
 
-¿Tú crees? - ronroneó clavando su mirada en el asiático como las garras de un predador en una presa.- Sería una pena que te mojaras ese pijama tan calentito y cómodo. 
 
Yuuri se mordió el labio deliciosamente antes de contestar. Ante los ojos de su complacido entrenador, el tímido patinador se fue transformando en la voluptuosa criatura que Viktor conocía tan bien. 
 
-Tienes razón- jadeó Yuuri.
 
-¿A esto has venido, verdad? -ronroneó Viktor.- ¿A que sí , krasavich? ¿A que sí, mi niño travieso? 
 
Acto seguido, el japonés deleitó a Viktor con un improvisado pero no por ello menos emocionante strip tease. Primero se quitó la sudadera, de modo que las tenues luces del baño se deslizaran escurridizas por su límpido, estrecho pero fibroso pecho. Poco después, los pantalones se dejaron caer por el sinuoso tobogán que conformaban las sutiles caderas, los apetecibles y apretados muslos y las cinceladas pantorillas. Sólo unos humildes calzoncillos separaban a los hambrientos ojos de Viktor de la ansiada desnudez total de Yuuri, y estos no tardaron en caer. En cuanto eso ocurrió, el ruso tuvo la caballerosidad de ofrecerle su mano para evitar que tan hermosa criatura se resbalara. 
 
-Ven -le ordenó suavemente.
 
Así, aunque el agua empezaba a volverse tibia, Viktor sintió un calor renovado, al sentir a Yuuri sentado en su regazo, completamente abierto de piernas, con sus golosos labios entreabiertos. Aquella vista había comenzado a endurecerle la entrepierna, se colaba traviesa entre las apretadas y jugosas nalgas de Yuuri. Y, aunque Viktor ardía de ganas de abalanzarse sobre su encantador amante, fue Yuuri quién comenzó el baile, lamiendo los labios del ruso hasta arrebatarle un beso. El sabor de la lengua de Yuuri era dulce y ácido al mismo tiempo, como un chicle de fresa, como la  trastada de un niño, pero las vigorosas vibraciones que trasmitían no tenían nada de infantil. Viktor rugió desbordado cuando le mordió el labio, intentando degustar aquella ansiada chuchería. Tanto es así, que no pudo sorprenderse más cuando su miembro se coló sin preaviso en las cavidades de Yuuri. 
 
La súbita estrechez le atenazó como un látigo de placer inesperado, subyugando su razón por completo. Sin lugar a dudas, había sido Yuuri, quien distrayéndole astutamente con aquel esplendido beso, se había empalado a sí mismo, aprisionándole en aquel húmedo y gozoso agujero de carne. Era cierto que Yuuri aprendía muy deprisa, pero aquellas mañas no eran nada que Viktor le hubiera enseñado. Tampoco es que tuviera quejas. Viktor se apresuró a amarrar sus manos a la exquisita cintura de Yuuri para aventurarse dentro de su cuerpo con mayor afán, a lo que el japonés respondió arqueándose deliciosamente y comenzando su trote. Por su parte, Viktor no pudo evitar saciar su apetito, mordiéndole uno de esos suaves y tersos hombros, tras lo cual trazó un camino de violentos besos que culminaron en el tentador hueco del cuello. Al mismo tiempo, se dedicó a manipular los sonrosados y sensibles pezones como los botones de un dispositivo desconocido, ante lo cual, Yuuri iba llenando el vaporoso aire del cuarto con su lúbrico llanto. 
 
Entonces, sus miradas se cruzaron como dos hogueras que se comunican y unen, y bajo esa expresión de diablillo totalmente entregado al sexo, Viktor creyó vislumbrar una mueca de dolor. A pesar del lujo, la bañera era demasiado estrecha como para que Yuuri pudiera desplegar sus encantos con total comodidad. Viktor sintió un lejano atisbo de responsabilidad resonar en su silenciada conciencia. Ya estaban incumpliendo una regla que se estableció por el bien de Yuuri. No podía pedirle más, debía velar por su bienestar. Luchando contra su propia lujuria, asió ambas manos a la cadera de Yuuri, obligándole a levantarse. Yuuri también protestó y lo miró confuso en busca de tan extraño giro de los acontecimientos.  Antes de seguir, debía hacerle sentir seguro y contar con su conformidad. Le besó en la mano para después atraerlo hacia si. 
 
-Levántate y date la vuelta -le susurró al oído con voracidad.
 
Ni siquiera la exagerada iluminación de la habitación pudo opacar el brillo pícaro que nadaba en la mirada de Yuuri. Obediente, Yuuri emergió de la bañera como una exótica y sensual criatura marina y se colocó frente a la pared, apoyando sus manos en ella y exhibiendo desvergonzado el desquiciante arco de su espalda. Viktor, en un gesto casi ingenuo, paseó la yema del dedo índice por   la curva de la columna de Yuuri para después separarle las piernas y comenzar a mordisquear desde atrás sus fibrosos y apetecibles muslos. 
 
Como si comprendiese sus perversas intenciones y ante el flaqueo de sus propias piernas, un sollozante Yuuri se dejó caer hacia delante, elevando su castigado trasero. Ante aquella reacción, Viktor, anhelante y punzante, para sostenerlo en aquella provechosa postura y terminar lo que habían empezado. Todo el ser de Yuuri se abrió dulcemente cuando Viktor volvió a entrar en él con la contundente precisión de una estocada. Sin embargo, el ruso sospechaba que las fuerzas renovadas no eran tales. 
 
Era algo que venía sospechando: si bien la resistencia y la energía juvenil de Yuuri, unidas a su cada vez más dilatada experiencia estaban convirtiéndole en un amante  infatigable, a quien un envejecido y estrujado Viktor se las veía y deseaba para satisfacer.  Por si fuera poco, Yuuri se había despertado después de una saludable y larga siesta, mientras él seguía agotado después de un largo día. Y estaba a punto de llegar a su límite. Sabiamente, cada vez más ahogado en las gloriosas entrañas de Yuuri, Viktor reconoció que tenía que hacer algo para acortar los tiempos de aquel hermoso monstruo. Delicadamente, tomó el hipersensible glande de Yuuri y empezó a masajearlo, quien se tensó como un arco a punto de dispararse, apretando aún más si cabe a un torturado Viktor. 
 
-¡Oh, Viktor! -gimió.- ¡Más!
 
Y Viktor no tuvo ningún problema en cumplir sus demandas. Cuanto antes lo empujara hacia su propio éxtasis  antes podría extinguir aquel incendio que estaba a punto de consumirle. Cuando Yuuri se derramó por fin en sus manos, exhausto y tembloroso, Viktor supo que podía dejarse ir. Su mente se llenó de un blanco tan puro y espeso como el propio líquido que pugnaba por escapar de su interior. En sus brazos, un agotado pero feliz Yuuri insistía en besarle, al tiempo que el agua de una necesaria ducha los despojaba de toda vulgaridad carnal, dejando solo la integridad de su amor. 
 
En aquel momento, envuelto en la satisfacción póstuma y la dicha que la mera existencia de Yuuri le procuraba, Viktor no podía saber que en la mesilla de noche, su móvil vibraba. Chris le había mandado un mensaje que rezaba lo siguiente:
 
“Pásalo bien con tu japonesito en mi honor, mon chéri. Ya me lo agradecerás más tarde que te lo haya puesto a tono.”  
 
Cuando Viktor lo leyó se sintió dividido entre las ganas de lanzar el aparato contra la pared y echarse a reír. Después de todo, para bien o para mal, Chris siempre sería Chris. 
Notas finales:

Bueno, aquí termina todo lo que tenía adelantado de mi empacho de escribir veraniego. A partir de aquí, sí que no sé cuando voy a volver a escribir. Reconozco que me está costando mucho dejar de escribir para ponerme a estudiar (se me parte el alma Ç_____Ç, quiero escribir todos los viernes, ¡¡¡maldita sea!!!), pero vamos, que puedo seguir actualizando semana a semana como que puedo pasarme dos semanas sin actualizar o un mes. No lo sé.

Tenía muchas ganas de llegar a esta parte porque ...¡Me encanta Barcelona! No soy de ahí (de hecho soy de una ciudad que está prácticamente en medio de Madrid y Barcelona), pero he ido muchas veces. Es casi como una capital otaku en España, por la cantidad de tiendas que tiene y el famoso Salón del Manga, además de que tengo amigos en esa ciudad a los que me encanta visitar. Dejando de lado el tema del independentismo (en el que no me voy a meter, ya que este no es el sitio ni el momento) y el reciente atentado, es una ciudad preciosa. Mis sitios favoritos son la zona de Plaza de España y Montjuic (es la parte de las torres cuando Viktor y Yuuri gritan ¡Perfecto!) y el Parque Grüel (donde hablan Yurio y Otabek). Incluso estuve en la catedral gótica donde Viktor y Yuuri intercambian los anillos en una excursión del instituto. Esa catedral está relativamente cerca de Continuará!, una tienda de cómics que visité por primera vez en otro viaje de estudios de mi último año de insti cuando nos dejaron tiempo libre. En fin, tengo un montón de recuerdos de Barcelona y me encantó poder reconocerlos en el cap 10 de la serie. Eso sí, teniendo en cuenta que mientras se emitía la serie, en España hacía una temperatura de 6 grados que con la niebla daba sensación térmica de bajo cero, me enfadó y me hizo mucha gracia que Viktor decidiera darse un chapuzón. ¡En España en invierno hace frío, copón! XD

Bueno, dejo de escribir tanto, y voy a lo importante: Muchas gracias una vez más por su apoyo al leer el fic y por sus comentarios. Espero de corazón que les siga gustando. Muchos besos y abrazos y que pasen un buen fin de semana.


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