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AMOR Y VIDA por Korosensei86

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Notas del capitulo:

 "De pronto, el plan oculto de Yuuri se le había vuelto evidente hasta lo ridículo: no iba a ir a lo fácil y no sólo por probarse. Yuuri estaba dando lo mejor de sí para llegar hasta Viktor. Era un mensaje directo para él. Si en el vídeo donde interpretaba Stammi Viccino, pretendía imitarle, ahora su objetivo no era sólo ponerse a su nivel, si no superarle. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral con la contundencia de un rayo.

 

“Si Yuuri posee tanto carisma, ¿no le gustaría enfrentarlo un día en la pista?” "

 


Viktor ya sabe cómo resolver el conflicto que mantiene con Yuuri, pero para lograr lo que se propone tiene que conseguir que la situación se ponga de su parte. Para que eso ocurra, deberá echar mano de toda sus armas de seducción y sus maquivelismos. ¿Lo conseguirá?

El esplendor cegador de un flash no es algo que todos puedan manejar. Gracias a su herencia materna, Viktor había heredado una cierta predisposición genética para ello, por lo que no le resultaba difícil llegar a poner poses y saludar. Sin embargo, su flamante y victorioso pupilo parecía algo más abrumado. A Viktor lejos de molestarle, le encantó la forma que tenía de arrugar la nariz como un cerdito. Bueno, ya que volvían a la carga, tendría tiempo  para enseñarle a lucirse. En el momento presente, la tentación era demasiado fuerte. 
 
-¿Nos tomas una foto con este celular? -pidió tras sacar su propio teléfono y poner en las manos del  cámara que tenían más cerca. 
 
¡Viktor! -se quejó Yuuri en voz baja.- ¿No ves que este hombre está haciendo su trabajo?
 
El fotógrafo río afable. 
 
-No se preocupe. -le calmó este sonriente.- No es molestia alguna, y le aseguro que no saldrá borrosa, je,je. Por cierto, felicidades por su actuación.
 
La amabilidad de ese desconocido hizo que Yuuri se relajara sólo un poco. 
 
-Gra, gracias. -respondió todavía cabizbajo, esbozando una sonrisa, mientras apretaba su peluche de sushi en su regazo. 
 
Encantador. 
 
-Disculpen, ¿podrían...?- dijo el fotógrafo acompañándose de un gesto de mano.
 
-Oh, sí, claro. -concedió rápidamente Viktor, quien aprovechó para estrechar con más firmeza a Yuuri entre sus brazos. 
 
Entonces, tras ese último flash, Viktor notó un pitido en los oídos. ¿Había alguien enfadado con él? Pudiera ser que hubiera olvidado algo importante. ¡Ah, claro! ¡Esa música era la del programa largo de Chris! Bueno, no se le podía pedir que estuviera pendiente de todo, ¿o sí? Viktor creía haber cumplido de sobras después de su dilatado vistazo a su programa corto, y sin embargo, había un suizo muy cabreado con él, en medio de la pista. A pesar de la distancia, su infantil cara de enojo era casi un poema satírico. Casi podía oírle chasquear la lengua. ¡Que se fastidiara! En aquellos momentos estaba demasiado ocupado con su chico como para prestarle atención. 
 
“¿Qué ocurre, mon ami? ¿No estarás celoso?”
 
Como si el propio Chris quisiera responderle, tomó el salchow con tan poca inercia que terminó en sencillo. Al parecer, la vida estaba hecha de estos pequeños momentos de placer. 
 
-Allez! (Vamos) -empezó Viktor a animarle, no sin cierta ironía. 
 
Que el adorable y bondadoso Yuuri le siguiera, completamente ajeno a su sarcasmo, no era algo que Viktor pudiera controlar.El rostro atribulado de Chris ante tan inesperado animo de quien segundos antes estaba ignorándole con total educación, hizo que su rostro brillara como un farolillo carmesí. En un giro cambió esa sorpresa abochornada, por dosis extra de indignación. Él mismo. Al menos, parecía que aquella provocación lo había despertado, pues acto seguido hizo un triple axel de la nada.  De esta forma,  Chris terminó su programa con algo de seguridad, si bien estaba lejos de representar una amenaza para Yuuri.  Tenían que dejar el banco pronto. Sin embargo, a continuación ocurrió algo que hizo que Viktor agradeciera haberse quedado en el Kiss and Cry un poco más , una de esas pequeñas alegrías de las que estaba hecha la vida. 
 
-¡¡CHRIS!!
 
La voz de Minako-sensei retumbó en el estadio, con la firme propuesta de reventar algunos tímpanos. A pesar de ello, no sólo no ensordeció al patinador suizo, si no que este, que evidentemente la recordaba de aquella cena previa al programa corto,  sorteó la lluvia de peluches y otros presentes para llegar hasta ella. 
 
En cuanto estuvo cerca de la valla, Minako exhibió una  frondosa y llamativa corona de rosas rojas, que en seguida colocó en la cabeza de Chris. Viktor sólo podía suponer lo que Chris podría haberle dicho a Minako, pero por la expresión aquella ex bailarina, profesora y camarera, la pobre mujer ya estaba preparada para morir en paz.  
 
Viktor tenía que dirigirse a los pasadizos donde los photocalls improvisados y los reporteros los esperaban ansiosos. Y así, mientras dejaba sitio a Chris y a su séquito, hombretón misterioso incluido, Viktor no podía dejar de pensar en lo curiosa que era la vida y lo misterioso y acertado de sus entresijos. Y es que, unos cuantos años antes, era él quién llevaba una corona de rosas azules  que se oponía como en espejo cromático a aquellas tan rojas. Y es que el que lo saludaba en las gradas era aquel niño de mejillas rollizas y cabello ensortijado que hace unos instantes deleitaba a las masas. 
 
Tal y como Viktor había previsto, una decena de  reporteros estaban aguardándoles y se dirigieron hacia el potencial ganador como moscas a la miel. La ganadora de la contienda fue una señora entrada en carne y años, quien, a pesar de ello, se le podía atribuir cierto estilo y saber hacer. Su cabello rubio bien peinado en una exuberante pero contenida media melena, su mirada sabia y ladina  enmarcada en unos escuetos anteojos, y la astuta manera en que combinaba su atuendo y su maquillaje fueron la carta de presentación que Viktor necesitó para decidir dejar a su chico en aquellas buenas manos. 
 
Su plan de escape consistió en esperar al momento adecuado, en el que tanto Yuuri como la entrevistadora estuvieran demasiado pendientes el uno del otro como para preocuparse por su ausencia.  No es que le gustara la idea de escaquearse de aquella manera tan burda, pero tenía trabajo que hacer. 
 
“Es hora de que tomes el escenario principal. El mundo entero te espera.”
 
Eso es, tanto su vuelta al patinaje como su relación con Yuuri dependían de su pericia en esos momentos. Comenzó a recorrer aquellos pasadizos llenos de recobecos prefabricados a paso apresurado, con su objetivo en mente.  Entonces, tras una de las esquinas el sonido de las protecciones de unos patines golpeando el suelo se hizo evidente. 
 
Un rápido vistazo le bastó para confirmar sus sospechas. La mirada casi aristocrática de Yuri Plisetsky parecía servirle para abrirse camino entre los presentes, mientras Yakov y Lilia lo cuidaban, uno a cada lado imponiendo con su actitud respeto hacia su protegido, como si de los secuaces de un jefe mafioso se trataran. 
 
En cierto modo, Viktor debería haber dudado, haber temido un lógico rechazo. ¡Pero era Yakov! Todos sus años de caprichos y manipulación le habían enseñado que aquel supuesto troll sólo era como un enorme osito de peluche que había aprendido a gruñir. Y con esa idea en mente, salió de su escondite para dirigirse a él. 
 
-¡Yakov! -le persiguió.- Necesito hablarte.
 
-¿Ahora mismo? -se quejó el pobre hombre.- Hazlo después. Casi le toca a Yuri. 
 
Pero Viktor no podía esperar, no cuando su Vida y Amor estaban en juego. 
 
-Lo siento pero tiene que ser ahora.- exigió Viktor con dulzura.- Es que voy a volver a competir y te necesito como entrenador.
 
Los gruñidos no se hicieron esperar. Es más, la cara de Yakov parecía a punto de reventar, como un globo demasiado inflado. 
 
-¡¿Qué?! ¡¿Vas a regresar?!
 
Viktor no se inmutó, ya sabía cómo lidiar con su genio. 
 
-Sí, pienso hacerlo en el nacional ruso.- explicó.
 
Mientras hablaba, Viktor no pudo obviar la forma pausada en la que Plisetsky se quitaba los auriculares, y sobre todo su sincera cara de miedo y estupor. Era una respuesta orgánica, totalmente alejada de su apostura engreída e irritada. Así, evidenciando su palpable desesperación, Yurio exigió su atención, tomando a  Viktor del hombro.  
 
-¿Significa eso que el tazón de cerdo se retirará?- gritó el joven. 
 
Viktor hizo un esfuerzo por no sonreír demasiado. Afortunadamente, Plisetsky había reaccionado exactamente como él pretendía. Era un momento clave: debía manejar la información con la precisión de un cirujano. 
 
-Si lo hace, depende de él. -replicó, recreándose en la calma propia de quién controla la situación.- Dijo que decidiría cuando acabara el Grand Prix Final. 
 
Y ahí estaba Yurio: boquiabierto, bloqueado por su propio terror, desprovisto de su punzante léxico habitual y sus agrestes maneras: desnudo. Esta vez la sonrisa de victoria fue demasiado difícil de ocultar y Viktor se permitió un gesto discreto, antes de sellar la vulnerabilidad del joven con un abrazo inesperado. Después de todo, y por mucho que prefiriese morir antes que admitirlo, el pequeño Yurio siempre había sido un sentimental. 
 
“No olvides lo que deseas. Es hora de despegar.” 
 
...De regresar a la pista...
 
-Tú tampoco quieres  que se retire, ¿verdad? -susurró tiernamente Viktor. 
 
Porque Viktor comprendía que detrás de los insultos y las miradas airadas, sólo había un niño que ansiaba que su admirado hermanito mayor se fijara en él. 
 
-Cuento contigo, Yurio.- afirmo un rotundo Viktor.- Eres el único que puede hacer que se quede. Por favor, demuéstrale porqué debe hacerlo. 
 
Yakov, que conocía sus artes de zorro plateado, se apresuró en separar al adolescente de Viktor y se lo llevó sin mediar palabra, pero, a juzgar por la mirada confusa del adolescente, la idea ya había sido implantada en su cerebro. 
 
“Haz realidad tus sueños. Eres el único que puede hacerlo. Vive tu propia vida.”
 
Viktor no volvió al lado de Yuuri después de aquel sucio truco. Quería que el japonés presenciara la actuación de Yuri Plisetsky sin la contaminación de su presencia, así que se ocultó entre bambalinas, como la bruja malvada, aunque no por ello menos divina, que sabía que era. Aunque, en ocasiones, las artes malignas podían utilizarse para un bien mayor, ¿verdad? 
 
“Baila por tu sueño. Canta tu propia canción.”
 
Igualmente, Viktor esperaba que Yuuri no se preocupara mucho por su falta, que el compañerismo y el amor por el patinaje propios del nipón  lo llevaran a dejar su búsqueda y venir a las gradas. Aun así, no podía dejar de buscarlo con la mirada entre los rostros de miles de desconocidos. 
 
“Lo siento, Yuuri. Sé que dije que respetaría tu decisión, pero me temo que yo también soy un poco egoísta.”
 
Mientras tanto, Otabek Altin  se veía impresionante y magnífico en escena, como una sólida torre de alabastro y lapislázuli. 
 
“Haz, juega y descubre al máximo. Sigue tu propio camino y ve mucho más allá.”
 
Y conforme,  la actuación del kazajo iba llegando a su épico final, Yuri Plisetsky fue aproximándose a la pista con la mirada aguerrida de un ángel castigador. Parecía el mísmisimo San Miguel con su mítica espada de fuego recorriéndole todo el traje. Viktor contuvo la respiración, impaciente por observar si los hados se pondrían por fin de su parte. 
 
“Este es tu comienzo, este tiempo es para ti.” 
 
 En pleno fragor de las puntuaciones de Otabek, Plisetsky se vio obligado a adentrarse en la pista y Viktor empezó a preocuparse.  Entonces una amada y reconocida voz se abrió paso entre el clamor del auditorio.
 
 
-¡Yuri! ¡Dabai! -gritó su Yuuri a lo lejos. Saberlo presente  tranquilizó a Viktor, sólo un poco. 
 
-¡Yuri! ¡Dabai! -bramó también Otabek desde el Kiss and Cry como si temiera quedarse atrás, y Plisetsky indicó su aprobación en la lejanía por medio de su dedo pulgar. 
 
De esa forma, quizá al saberse contemplado por los pródigos ojos de Yuuri Katsuki, Yurio se expuso ante la mirada de la audiencia con una pose tan regia como sacrificada.  
 
Cuando las primeras notas surgieron apasionadas de los altavoces, Plisetsky empezó a moverse como una llamarada incendiaria sobre el hielo. Poco después, inició su lista de saltos con su famoso Salchow, el cual, como no podía entenderse de otro modo, le salió a pedir de boca.  Aterrizó abriéndose en un gesto expositorio, casi a modo de majestuosa reverencia ante un público que ya lo adoraba.  A continuación, el adolescente comenzó a alargar  sus flexibles piernas de garza en un espiral, para justo después, saltar en un triple axel. Se esforzaba por elevar los brazos hacia el cielo como una pequeña candela recién encendida, para luego voltear sobre sí mismo en un ademán rabioso. 
 
De pronto, la música se atemperó, y justo después, también lo hizo Plisetsky, paseándose por la pista como si quisiera que el espectador tuviera tiempo de admirar su estampa. Sin embargo, la tensión en su rostro no engañaba. Era obvio que  el muchacho se debatía en su mente por algo, y aquella sospecha de Viktor, se plasmó en la realidad al poco tiempo, cuando Yurio levantó al público de sus asientos con un triple flip. De este modo, un concentrado Viktor pudo apreciar cómo Yuuri Katsuki observaba admirado al joven de mirada esmeraldina. ¿Era demasiado temprano para creer que el plan estaba saliendo bien? 
 
Entonces aquella hermosa ave flamígera quiso volar demasiado cerca del Sol, tal vez en un exceso de orgullo y vehemencia. De forma completamente inesperada, Plisetsky cayó en el sencillo toe-loop. Apenas tuvo importancia. Se levantó enseguida de sus cenizas como el fénix pubescente que era y se dio prisa en disimular su desliz con otra bella pirueta que sólo un cuerpo a medio formar como el suyo podía ejecutar. Un día más, Yuri Plisetsky seguía siendo una criatura llena de gracia que valía la pena admirar sobe el hielo. Pero también estaba lleno de fiereza, y así lo demostró desquitándose con la extraña y furiosa sucesión de un salchow y un toe-loop en los que aterrizó con los brazos alzados y una soltura casi terrorífica. 
 
“Sigo siendo el mejor”, parecían querer gritar sus pasos. 
 
Que aquella “amenaza” iba dirigida a Yuuri Katsuki era obvio hasta rallar en lo vulgar. Como si no hubieran quedado ya lo suficientemente claro, el joven reafirmó sus intenciones con la copia de la combinación de cuádruple y doble toe loop de Yuuri. Viktor lo entendió al segundo: Si Yuuri le había respondido a él con su programa libre, Yurio respondía a Yuuri con el suyo, puesto que también Yurio estaba dando lo mejor de sí para retener a alguien a quien quería. Por último, como si saltará a un torbellino de fuego, terminó su contestatario programa con la misma combinación de Yuuri. Un axel triple, seguido de un loop sencillo, y por último un triple salchowt acabaron por firmar aquella declaración de guerra. 
 
Yurio lo había rugido sobre la pista: no iba a dejar que su mejor oponente se rindiera y Viktor aprobó  desde su escondrijo, el buen trabajo que el muchacho había hecho. Igualmente, se percató de la sonrisa orgullosa de Yakov, así como las inauditas lágrimas de una conmovida Lilia. 
 
¿Alguna vez, mientras Viktor todavía estaba en el hielo, lo habrían mirado así? Ahora que Viktor había estado en el otro lado, quería creer que sí. 
 
Yurio dio fin a su apabullante rutina, jadeando exhausto y echándose a llorar como el niño que todavía no había dejado de ser, liberándose así de toda la presión acumulada. En ese momento, cuando todo lo que se había arriesgado había sido finalmente rescatado,  Viktor resolvió reunirse con su Yuuri, quien no había dejado de admirar al triunfal adolescente. Era hasta emotivo pensar que el pobre Yurio había cumplido de esa insospechada manera su más inconfesable objetivo: acaparar la atención de Yuuri para sí mismo. 
 
 
El himno ruso retumbaba en el auditoria un año más por la final del Grand Prix. Viktor suspiró decepcionado. ¡Qué lástima! ¡Le hubiera encantado averiguar cómo sonaba el de Japón! A decir verdad, no es que aquello molestase del todo a Viktor, sobre todo cuando su chico sonreía desde el segundo lugar del podio con semejante beatitud. ¡Pero eso era algo que jamás le contaría al interesado! ¡Ni muerto! 
 
Siendo sinceros, aquel había sido el mejor desenlace posible: Yuri Plisetsky le había arrebatado el oro a Yuuri por apenas unas miseras décimas. ¡Y la maldita mano sobre el hielo tenía la culpa de todo! ¡Si es que lo sabía! Sin embargo, gracias a la inesperada de Yurio, aquel príncipe tardío del patinaje que era su Yuuri Katsuki tenía razones para volver a la pista, y eso, en sí mismo, ya merecía ser celebrado. 
 
Y de esta forma, Viktor quien otrora degustara las exquisitas mieles del podio, se contentaba con haber sido testigo de un logro todavía mayor por parte de su adorado pupilo: haber conquistado el miedo, redimiéndose del fracaso y conquistándose a sí mismo.  Y bueno... al propio Viktor también, ¿no? 
Cercano a los comentaristas, Viktor oyó como Morooka comentaba algo con tono triunfal. 
 
-Oui, c'est une magnifique victoire.- reafirmó Lambiel.- Aprés la finale de l'an dernier, personne n'aurrait pu imaginer qu' il nous montre une performance tellement extraordinaire. (Sí, es una victoria magnifica. Después de la final del año pasado, nadie podría haber imaginado que nos mostraría una actuación tan extraordinaria.)
 
Viktor asintió con la cabeza. No podía estar más de acuerdo, ni sentirse más orgulloso.
 
Una vez terminada aquella gran fiesta del patinaje, las masas satisfechas fueron disipándose lentamente, arrebatando poco a poco todo aquella pompa y boato que se había recreado durante aquellas  espectaculares jornadas. Cada cual volvía a su casa. Así, en otro de sus arrebatos de singular ternura, Yuuri, quien minutos antes se paraba orgulloso sobre el podio, se acercó titubeante al mostrarle la medalla a su entrenador.
 
-No es de oro, pero...- tanteó. 
 
Viktor se había prometido ser bueno, pero con Yuuri en semejante actitud, tan adorable como provocadora, simplemente no podría evitar sacar a luz su lado malévolo. 
 
-Si no es de oro, no se me antoja besarla.- replicó caprichoso.
 
La reacción de Yuuri fue casi instantánea. La pobre criatura se echó a temblar, completamente a la merced del ruso. Viktor aprovechó aquel hueco que se había abierto en su defensa para cercarlo aún más. 
 
-¡Tenía tantas ganas de besar tu medalla de oro, Yuuri!- se quejó con voz falsamente lastimosa.- Soy un fracaso como entrenador. 
 
Avanzó hacia el incauto japonés, hasta empujarlo contra la valla, con la espalda incómodamente doblada. Lo estaba conduciendo hacia dónde Viktor quería, tanto física como metafóricamente. 
 
-Yuuri, ¿qué me sugieres? - planteó Viktor con una voz que pasó de ser juguetona para volverse pretendidamente sensual.- Algo que me emocione... 
 
Y en aquel momento, en el que Yuuri tragaba saliva, Viktor captó aquel brillo travieso cruzar las pupilas oscuras, cual cometa en una noche de verano. 
¿En qué acabas de pensar? -insistió Viktor amorosamente. 
 
La respuesta siguió la tónica habitual en Yuuri, primero dubitativa y luego arrasadora.
 
-Bueno, pues... -balbuceó. 
 
En un abrir y cerrar de ojos, Yuuri frunció el ceño y sacando a relucir toda su fortaleza oculta, arremetió contra Viktor empujando a ambos al suelo. Pronto, Viktor se vio, sin comerlo ni beberlo, sentado a la fuerza y abrazado por un apasionado Yuuri. Hasta la medalla había salido despedido en aquel arrebato. 
 
-¡Viktor! -pidió Yuuri con arrojo.- ¡Acompáñame en el patinaje competitivo un año más!- De un gesto decidido, Yuuri utilizó los brazos para deshacer el abrazo y separarse de Viktor, quedando ambos cara a cara. Desde esa corta distancia, a Viktor Yuuri se le antojó un fiero león a punto de rugir.- ¡Esta vez ganaré el oro!-prometió. 
 
Viktor dejó pronto la sopresa para pasar a exhibir un pícaro entusiasmo, pues a pesar de todas sus maquinaciones, las reacciones de Yuuri siempre se salían de sus gráficos. ¡Sí señor! ¡Ese era su chico! ¡Su principe encantador, su amante feroz, su seductor hechicero, su solnyshka, su travieso aventurero, su tierno cerdito, su amor!
 
-¡Muy bien! ¡Pero continúa! -exigió, juguetón, el ruso. 
 
-¿Eh?- preguntó desconcertado Yuuri por aquel súbito cambio de humor. 
 
Ante la falta de replica inmediata, Viktor aprovechó la confusión de su patinador favorito para recoger la medalla de plata, entre risillas de genuina felicidad. 
 
-No creas que ser competidor y entrenador a la vez será pan comido para mí. -le avisó Viktor sonriente,  mientras le colocaba la medalla a un desorientado Yuuri.- Para compensármelo, tendrás que volverte pentacampeón como minuto.- reclamó con una expresión altanera, a la espera de cualquier acción por parte de Yuuri. 
 
El japonés se contentó con tomar la medalla con la totalidad de su mano derecha, como si el tacto de aquel frío metal le devolviera a la realidad de todo lo que habían conseguido juntos, y emocionado ante aquella perspectiva, enormes y redondas lágrimas cayeron de sus aquellos ojos humedecidos y pulidos como resplandecientes topacios. Era la primera vez que Viktor no se incomodaba al ver llorar a alguien. De hecho, Yuuri, con todo lo que era, no podía estar más hermoso que entonces, mientras sonreía entre sollozos. 
 
-Sí.- concedió el amado joven nipón con voz entrecortada. 
 
Y era así como sobre una promesa cumplida se cimentaba una nueva, con toda la esperanza que aquello contenía. Así, Viktor Nikiforov consiguió justo lo que siempre había querido. 
Notas finales:

Bueno, aunque estos días han sido de locura, al menos me tranquiliza haber podido actualizar como Dios manda. 

 

Ya hemos terminado prácticamente toda la acción del anime. ¡No puedo creer que haya sido capaz de novelizar 12 capítulos! La verdad es que me siento bastante orgullosa de estar llegando hasta el final, no la tenía todas conmigo cuando me planteé esta monstruosidad... 

En cuanto al uso del monólogo interior de Otabek, decidí guardarlo aunque es algo que Viktor no debería saber,  ya que en el propio anime lo utilizan para imprimirle ritmo e intensidad a las escenas en las que sí sale el personaje y no sólo queda muy bien, si no que además creo que se adecua a lo que Viktor siente entonces. 

 

En fin, ya queda muy poco para terminar, y agradezco de veras el esfuerzo de la gente que sigue estando aquí. Muchas gracias por su paciencia, espero que el final del fic les siga agrandando. 

Sin más que decir, que les vaya muy bien, que los estudiantes tengan mucha suerte, y nos vemos en el cumpleaños de Viktor. 


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