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Cachorros por Tenshi Lain

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Cachorros.


By Tenshi Lain

Notas en negativo:

-Los personajes de YU-GI-OH! son propiedad de Kazuki Takashi, solo los utilizo porque ADORO el SetoXJoey.

-Esta Historia contiene Shonen Ai, si no te gusta, ya sabes donde está el botón para salir, si te gusta ¡disfrútalo!

Cap. 2

En la pantalla del ordenador había una pequeña ventanita que decía "en proceso de búsqueda. Por favor, espere." Sus dedos tamborileaban sobre la superficie de la mesa mientras repasaba unos dossieres.

Llamaron a la puerta.

- Adelante - dijo sin apartar la mirada del bloque de folios.

- Disculpe señor Kaiba - en la puerta apreció su secretaria con una media sonrisa para expresar que sentía la interrupción - pero tiene una llamada por la línea uno.

Kaiba frunció el ceño. La línea uno solo la usaban tres personas. Descolgó el auricular y le hizo un gesto a la secretaria para que regresara a su puesto.

- ¿Si?

- Hola Seto - dijo la voz alegre de su pequeña.

- Kari ¿ocurre algo?

- No, nada grave, pero quería pedirte una cosita chiquitita.

- ¿Qué "cosita"? - preguntó recargándose en el sillón y esperando.

- Veras... es que el tío Yugi ha recibido un nuevo juego, de uno de sus amigos de Bélgica...

- ¿Y?

- ¿Puedo ir a la tienda a verlo? También irán Chiho, Atsume, Mika-chan y Mamoru...

- No - dijo con tono cortante.

- ¿Por que? - protestó.

- Ya sabes que entre semana no se sale con los amigos - dijo con tono firme.

- Pero si solo será un ratito - rogó con tono meloso.

- He dicho que no.

- Oh, por favor, por favor, por favor... - pidió con tono desesperado.

- Que no.

- Por favor, por favor, por favor, por favor... - seguía diciendo sin dejar que el otro dijera nada.

Seto suspiró con fastidio, mientras se masajeaba la sien, detestaba que hiciera eso. Porque cuando por fin aceptaba la negativa, estaba de morros el resto del día. Tanto él como Joey, habían llegado al acuerdo de no mimarla en exceso, para evitar que se convirtiera en una caprichosa consentida, pero en algunas ocasiones era algo muy difícil de cumplir.

El mantra de la niña se interrumpió de golpe, haciendo que el CEO saliera de su ensimismamiento. Se escucharon unas voces de fondo y luego otra voz que conocía de sobras.

- ¿Kaiba?

- Yami - dijo con un deje de fastidio. Ahí venía la caballería.

- ¿Por qué no la dejas venir? Estaremos en la tienda y después llevaré a cada uno a su casa.

- No puede salir entre semana - repitió el joven moreno.

- Venga ya. Solo es una tarde, no hay nada malo.

- Estoy a su cargo mientras su padre no está y YO decido si es malo o no - escuchó al ex faraón suspirar.

- No le pasará nada en la tienda - dijo -, jugará con sus amigos, merendará y después la llevo a casa. No hay más. Antes de las siete la tienes allí... y por aquí me dicen que para mañana no tienen deberes.

El ordenador dio un pitido indicando que ya había terminado la búsqueda y por el tamaño del archivo de seguro que no acabaría de trabajar hasta después de las nueve y media. No tenía sentido que Kari se pasara toda la tarde sola en la mansión...

- Está bien, puede ir - al otro lado de la línea se escucharon gritos de victoria, de seguro estaba allí toda la cuadrilla expectante -, pero a las siete en casa.

- Descuida Kaiba.

- Y otra cosa Yami - dijo con tono seco -, no permitas por nada del mundo que ese tal Mamoru, les deje probar a ninguno sus "inventos". Ya tuvimos bastante con el monopatín.

- Ja, ja, ja - rió el faraón alegremente - no te preocupes por eso. Se escuchó a alguien decir algo, pero no supo que y al momento...

- ¿Seto?

- Si.

- Muchas gracias - dijo Kari con voz dulce que hizo sonreír al CEO -, no trabajes mucho.

- Hasta luego.

- Hasta luego.

Y la comunicación se cortó. Dejó el auricular en su sitio y abrió el archivo en el ordenador.

Tuvo una ligera sensación de deja vù, no era la primera vez que hacía aquello...

FlashBack +

Había sido dos días después de encontrar a Joey en el centro comercial. También estaba en su despacho (para variar) y el ordenador acababa de encontrar la información que buscaba.

Había estado investigando sobre lo que había estado haciendo el cachorro en los años que no se habían visto, pero no había encontrado en que momento podía haber llegado la pequeña a su vida.

Gracias a sus conocimientos informáticos, pudo colarse en la base de datos del instituto de Ciencias Gráficas en la que había estudiado. Le sorprendió ver que Joey era de los primeros de su promoción. Buenas notas, trabajos magníficos... tenía un don innato para la fotografía. También descubrió que había ganado varios concursos de fotografía y que gracias a ello un famoso fotógrafo le había ofrecido que trabajara con él.

Sin embargo, después de que Joey partiera de viaje con el profesor, se perdía su pista por más de un año.

La siguiente información que se sabía del rubio, era su regreso a la ciudad de Dominó, hacía menos de dos meses con la niña.

¿En que momento Joey habría conocido a la madre de su hija?

Bueno, eso no importaba, porque al parecer Joey no tenía ningún tipo de contacto con ella. Sin embargo la curiosidad le pudo y buscó en el censo de la ciudad.

Resultado de la búsqueda: cero. La niña no había nacido en Dominó. Buscó en la prefectura y tampoco tuvo éxito. Amplió el radio hasta hacerla nacional y seguía sin resultados. O la niña no estaba censada, cosa que dudaba puesto que hoy en día todos los niños eran registrados nada más nacer o bien la pequeña había nacido en el extranjero.

La segunda opción tenía más sentido, puesto que Joey había estado viajando por diversos países. No era algo tan descabellado que la pequeña fuera el fruto de una noche desenfrenada y que después la madre no hubiera querido saber nada y se la endosó a él.

- Mira que te gusta meterte en líos - murmuró Seto para si.

- ¿A quien le gusta meterse en líos? - dijo una voz a su lado que lo sobresaltó.

- Mokuba antes de entrar, se llama.

- Lo he hecho, pero estabas demasiado ensimismado para darte cuenta.

Seto frunció el ceño disgustado con la contestación, pero sabía que tenía razón.

- ¿Qué te trae por aquí? - preguntó el mayor de los Kaiba cerrando la ventana del buscador cuando vio que Mokuba se inclinaba para mirar la pantalla. No tenía ganas de ponerse a dar explicaciones.

- ¡Ah, es verdad! - dijo el pequeño sentándose en uno de los sillones y borrando la mueca de disgusto ante el hecho de que su hermano no le dejara ver lo que hacía - Esta tarde me encontré a Yugi...

- ¿Encontraste? - dijo con tono escéptico.

- Bueno, en realidad fui hasta la tienda a visitarle - confesó, sabía que a su hermano no le gustaba que fuera con él, pero Seto ya hacía tiempo que había desistido de su intento por mantenerlo alejado de aquellos locos.

- ¿Aun sigue en pie?

- Si - dijo sin hacer caso del tono sarcástico - y ¿a que no adivinas quien estaba allí?

- Yami - contestó Seto mientras apoyaba la cabeza en una mano.

- Yami siempre está - dijo Mokuba.

- Tristán.

- Se fue a Osaka para entrar en el cuerpo de policía - le recordó.

- Pues Tea - dijo como si fuera obvió.

- Hace como dos años que se fue a vivir a Nueva York.

- Dilo de una vez y no me hagas adivinar más - pidió cansado del juego.

- Joey.

Los ojos de Seto se abrieron en sorpresa, aunque bien pensado era lógico.

- ¿Y a que no sabes que? - preguntó entusiasmado. Seto ya lo sabía, pero Mokuba parecía tan ilusionado con la idea de ser el primero en contárselo que solo dijo:

- ¿Que?

- ¡Ha sido padre! Tiene una niña pequeña preciosa tendrías que verla.

- "Ya la he visto" - dijo para si mismo - ¿Ese irresponsable con un bebé? No quiero ni pensarlo.

- No seas así, además Joey está muy cambiado. Muy serio y maduro, casi ni lo reconoces.

- Eso suena muy extraño, pero ya dicen que el tiempo cambia a las personas...

- Y tanto - comentó el pequeño con voz ensimismada, como si estuviera recordando algo -. Por cierto, este viernes hemos quedado de ir a cenar a casa de Yugi...

- Pues no regreses muy tarde - dijo Seto volviendo a centrar su atención en la pantalla.

- Bueno es que había pensado... - empezó a decir con tono inseguro.

- ¿Quedarte a dormir? - adivinó el CEO - bueno siendo viernes por la noche, no pasa nada, pero el sábado quiero que llames...

- Lo prometo - dijo Mokuba emocionado y salió del despacho como una exhalación.

Era curioso que un chico que ya iba al instituto se emocionara como un niño por cosas tan poco importantes como el hecho de celebrar una "fiesta de pijamas". Al menos esperaba que esta vez a ninguno se le ocurriera la brillante idea de comprar ginebra. Claro que la resaca que Mokuba había tenido después de aquella dichosa fiesta con sus compañeros de clase, de seguro lo habría dejado escarmentado... o eso esperaba.

El viernes por la noche, Kaiba llegó temprano a casa. La reunión no había sido tan larga como esperaba y antes de las nueve, ya había terminado.

Nada más llegar fue directamente a su habitación. Estaba cansado, tenía muchas horas de sueño que recuperar y pensaba aprovechar.

Al momento de entrar en el cuarto, el teléfono que había en la cómoda se puso a sonar. Lo cogió con desgana.

- ¿Si?

- Hermano, soy yo - dijo Mokuba.

- ¿Ocurre algo?

- No, no es nada malo, pero necesito que me hagas un favor.

- ¿Un favor, cual? - preguntó el mayor mientras se quitaba la chaqueta.

- Me he dejado un paquete en el cuarto ¿podrías traerlo aquí a casa de Yugi?

- ¿Un paquete?

- Estará encima de mi escritorio, hasta luego - y Mokuba colgó antes de que Seto pudiera reprochar nada.

- Pero este niño... - murmuró mirando el auricular con el cejo fruncido.

Suspiró resignado. Ya era muy tarde para pedirle a algún empleado que fuera a llevarlo, así que decidió que lo mejor era ir en persona. Se quitó el traje y se puso ropa algo más informal. Unos pantalones azul oscuro, un jersey negro y una cazadora abrigada. Fue a la habitación de su hermano en busca del condenado paquete, lo encontró sobre el escritorio. Era una bolsa de papel verde sin ningún logotipo, tan solo un lazo de color dorado.

Bajó y fue al garaje, tomó las llaves del mercedes negro y se puso en camino. No le hacía ninguna gracia ir a casa del "dúo dinámico" pero no tenía otra opción. Mokuba no le había dejado negarse. En veinte minutos, ya estaba frente a la pequeña tienda de juegos. No había cambiado mucho con el tiempo, estaba igual que la primera vez que la vio. La misma fachada, el mismo rótulo, la misma puerta... tan solo los juguetes del escaparate eran diferentes.

Aparcó el coche y se dirigió a la entrada de la casa, que quedaba a la derecha de la de la tienda, con el paquete en mano. Desde fuera se escuchaban voces y risas, parecía que hubiera un regimiento allí dentro a juzgar por el jaleo. Llamó al timbre y esperó mientras exhalaba un suspiro.

Se escuchó a alguien corriendo hacia la puerta y al momento esta se abrió.

- Buenas noches Kaiba - dijo un risueño Yugi - pasa, pasa...

- No es necesario. Solo he venido a traerle esto a Mokuba...

- No seas bobo, pasa - dijo Yugi metiéndolo en casa sin que el otro se diera cuenta de cómo lo había hecho.

Lo siguió por el pasillo hasta la sala de estar, en donde venían carcajadas.

- Mirad quien ha venido - anunció Yugi.

- ¡Hermano! - exclamó Mokuba acercándose - muchas gracias por traérmelo.

Kaiba observó a su alrededor, en un lado del sofá estaba Yami. Este se limitó a inclinar levemente la cabeza a modo de saludo y Seto le correspondió del mismo modo. También estaba el señor Moto, el cual se acercó a estrecharle la mano.

- Vaya, hacía mucho que no te veía. Tienes buen aspecto - le dijo con la misma amabilidad que caracterizaba a su nieto.

- Gracias - dijo intentando ser cortes -. Tengo que irme...

- ¡Pero si acabas de llegar! - protestó Mokuba - Quédate un rato, anda...

- Mañana tengo cosas que hacer.

- Pero si es sábado - dijo Yugi -, anda quédate al menos un rato.

Kaiba iba a volver a negarse, pero las palabras murieron en sus labios al ver aparecer a cierta persona por la entrada del corredor.

- ¡Hombre, Kaiba! - dijo Joey alegremente mientras rebuscaba en una bolsa que había sobre una silla - no sabía que también vendrías tú.

- No era algo que tuviera en mente - dijo con simpleza intentando recuperarse de la impresión que le había causado ver al rubio allí.

Al instante entró una mujer de cabellos oscuros, ojos violetas y rostro agradable con la niña de Joey en brazos. La pequeña iba mordisqueando su puño con algo de desesperación.

- Tranquila peque, te estás babeando toda la manga - le dijo Joey quitándole la mano de la boca y poniéndole el chupete en su lugar. La niña protestó, pero volvió a relajare al sentir el chupete entre sus doloridas encías.

- Angelito, te duele mucho ¿verdad? - dijo la mujer dándole un beso en la mejilla - Yugi también lo pasó muy mal cuando empezó a dentar. Se tiraba a morder lo primero que veía. Recuerdo una vez...

- ¡Mamá, por favor...! - protestó Yugi al ver que su madre se disponía a contar intimidades de su infancia.

- Vale, vale. No digo nada, pero no sé por que te avergüenzas, son cosas normales - dijo la mujer, mientras le pasaba la pequeña a su padre.

Joey le dirigió una sonrisa burlona a Yugi al verlo tan sonrojado. La señora Moto le había contado muchas de las anécdotas relacionadas con la infancia de su amigo mientras este agachaba la cabeza sonrojado.

- Venga no es para tanto - dijo Yami intentando calmar a su aibou de su bochorno.

- Cambiemos de tema ¿si? - pidió el joven Moto.

Todos rieron alegremente y al final Yugi también lo hizo. Seto observaba la escena en silencio. Había una atmósfera tan cálida y acogedora en aquella casa... tan distinta a la que él conocía, en la que había crecido.

- ¿Te quedas a cenar? - preguntó la señora Moto a Seto amablemente.

- Bueno yo...

- Claro que sí - exclamó Mokuba antes de que su hermano acabara la frase. Seto lo miró primero sorprendido, y luego serio. No quería quedarse a cenar ¿por qué Mokuba...?

- Estupendo - dijo la señora Moto - Yugi, papá ¿me ayudáis?

- Yo también la ayudo... - se ofreció Joey, dejó a su pequeña en brazos de Yami y fue con los demás a la cocina.

La niña observaba fascinada al ex faraón, sin quitarle los ojos de encima. Yami la observaba con una leve sonrisa en los labios, se puso serio de pronto y acercó la cara hasta quedar muy cerca de la de la niña.

- mmmm... ¡bu! - dijo de pronto y la pequeña se echó a reír alegremente ante las fiestas que le hacían.

- Déjame cogerla - pidió Mokuba extendiendo los brazos.

- Con cuidado - dijo Seto viendo a la niña en alzas.

- Ya lo sé - contestó Mokuba.

Yami se la pasó y Mokuba la dejó sentada en su regazo. La pequeña seguía mordisqueando su chupete aun mirando a Yami, pero al final su mirada se dirigió hacía Seto. Se lo quedó mirando con la misma fijeza que a Yami y de pronto se echó a reír.

- Me parece que le haces gracia - comentó Mokuba divertido.
Seto no contestó al comentario, tan solo observó como la niña seguía riéndose cada vez que lo miraba.

- ¿Qué le estáis haciendo? - preguntó Joey al salir un momento de la cocina.

- Nada, pero me parece que Kari encuentra muy gracioso a mi hermano.

- ¿Ah, si?

- Joey ven un momento... - llamó Yugi desde la cocina. El rubio volvió a entrar. La niña seguía mirando con atención al CEO y este empezaba a incomodarse.

- ¿Por qué te mirará con tanto interés? - preguntó Mokuba.

- A saber - dijo Yami encogiéndose de hombros.

Seto estiró el brazo para coger la bebida que le habían dado y la pequeña se echó hacia delante intentando cogerlo. El moreno la miró sorprendido.

- Quiere que la cojas - dijo Yami divertido.

- ¿Yo?

La pequeña estiró los bracitos hacia delante y abrió y cerró las manos algunas veces.

Mokuba sonrió y se la pasó a su hermano mayor. Seto la cogió con cuidado y la sentó en su regazo. La pequeña seguía sin quitarle los ojos de encima.

Tenía los mismos ojos de su padre, su mismo pelo e incluso su misma risa. Era como si nadie más a parte de Joey hubiera intervenido en su creación "Que tontería - se dijo el CEO al darse cuenta de su último pensamiento -, para hacer un bebé hacen falta dos".

- Venga, a la mesa - llamó la señora Moto saliendo de la cocina con una gran fuente en sus manos.

Todos se encaminaron hacia el comedor. Kaiba aun llevaba en brazos a Kari la cual estaba encantada.

La mesa estaba ya puesta, los cubiertos, los platos y las fuentes con la comida lista para ser servida. A un lado había una vieja trona, que Seto pensó que probablemente había pertenecido a Yugi. Fue directo a ella dispuesto a dejar sentada en ella a la niña, pero la pequeña empezó a protestar asiéndose con todas sus fuerzas al jersey del CEO.

- Me parece que te ha cogido cariño - bromeó Yami divertido con la escena.

- Kari ven - dijo la señora Moto estirando las manos, pero la pequeña le giró la cara sin soltar su agarre.

- Me parece que es tan terca como su padre - rió el abuelo Moto.

- Tendrás que quedártela en brazos - dijo Joey sin encontrar otra opción.

- ¿Como? - preguntó Kaiba incrédulo por lo que acababa de escuchar.

- Si la obligamos a sentarse en la trona, se pasará la cena llorando. Así que... - dijo Joey encogiéndose de hombros.

Kaiba miró a los demás que parecían estar deacuerdo y después a la pequeña que seguía cogiéndolo con fuerza. Suspiró resignado y se sentó cerca de la trona por si la niña al final cedía de su capricho.

Los demás también tomaron asiento. Joey se sentó a su lado ya que tenía que darle la cena a su hija. Le puso un gran babero blanco con un gatito azul estampado y con paciencia empezó a darle la papilla de cereales. Todos empezaron a cenar y a charlar animadamente, hablando de temas triviales o contando anécdotas que les habían pasado últimamente.

Kaiba solo escuchaba a medias la conversación que su hermano mantenía con Yugi a su derecha. Porque a su izquierda había algo que lo tenía desconcertado. En su regazo tenía sentada a la pequeña Kari, a la cual sujetaba con el brazo izquierdo por la cintura mientras su padre le daba de comer.

- Y aquí viene el avión... - decía Joey haciendo que la cuchara "volara" hacia su boca. La niña se hizo hacia delante con la boca abierta y la pescó con una sonrisa -. Siento que tengas que hacer de trona, Kaiba.

- No pasa nada - dijo el moreno mientras partía con el tenedor un trozo de la patata asada que se había servido.

No le costaba nada comer con una sola mano, en más de una ocasión había estado con una mano en el teclado del ordenador y la otra en los cubiertos. Además, así tenía una buena excusa para estar cerca de su cachorro.

El resto de la cena pasó con normalidad. Incluso se podría decir que Kaiba la disfrutó. La compañía era agradable, la conversación amena, la comida deliciosa... no encontraba nada a lo que ponerle pegas.

Cuando la señora Moto empezó a sacar el café con algunos dulces, la pequeña Kari ya estaba dando cabezadas y refregándose los ojitos llenos de sueño.

- Está que se cae - comentó Mokuba con una sonrisa.

- Es que ya pasa de su hora de dormir - dijo Joey poniéndose en pie. Kaiba le pasó a la pequeña, que no opuso resistencia al traspaso de brazos, pero seguía sujetando firmemente su jersey.

- Kaiba ¿qué le has dado? - preguntó Yami divertido - parece que la tengas enamorada.

El moreno no hizo ningún comentario, no tenía ganas de ponerse a discutir con el espíritu.

- Bueno, ya que no te suelta ven - dijo Joey conduciéndolo hacia las escaleras que subían.

Llegaron al primer piso en el cual habían cuatro puertas, se dirigieron a la segunda y Joey abrió. Era un dormitorio mediano y no muy decorado. Seguramente era un cuarto de invitados. El mobiliario lo conformaban un armario empotrado en la pared de puertas correderas, una cama junto a la ventana y un moisés con ruedas justo al lado.

- La señora Moto es muy amable, nos ha cedido este cuarto hasta que encuentre un piso.

- ¿Estás viviendo aquí? - preguntó Kaiba pensando que era el mejor momento para obtener información de su cachorro. Dejó a la pequeña en la cama y Joey empezó a cambiarle la ropa.

- Solo es temporal. Es muy difícil encontrar apartamento en esta ciudad. Pero mañana tengo que ir a ver un par y con un poco de suerte la semana que viene ya tendremos piso.

La niña ya tenía puesto el pijama. El rubio la volvió a coger en brazos e intentó dejarla en el moisés, pero la niña se espaviló y protestó.

- sssh... es hora de dormir - susurraba Joey mientras mecía a la pequeña entre sus brazos lentamente.

Kaiba observaba la escena sentado en la cama fascinado. Ver a Joey tarareando una nana a su pequeña con los ojos cerrados, mientras se balanceaba lentamente en el mismo sitio, era la escena más tierna que jamás había visto.

El rostro del rubio reflejaba tanto cariño y amor... algo en esa escena le hizo revivir un recuerdo que el creía olvidado desde hacia mucho...

No debía tener más de siete años, era de noche y se había desvelado. Se levantó de su camita y fue hacia la cocina a por un baso de agua. Al regresar, se fijó en que había luz en la habitación de sus padres. Se acercó con curiosidad y asomó la cabeza por la puerta. Su madre dormía en la cama dando la espalda a la puerta. Y al otro lado de la habitación, junto a una cuna, estaba su padre en pie, con su nuevo hermanito en brazos. El hombre mecía a Mokuba con cariño con el rostro lleno de ternura...

El mismo rostro que tenía Joey en aquellos momentos.

Finalmente la pequeña se durmió del todo y Joey la dejó en su cunita bien tapada y le dio un beso en la frente. Dejó junto a la mesilla de noche un Walky-baby encendido y le hizo un gesto a Seto para que los dos salieran.

Tras echar un último vistazo a la habitación, cerró la puerta.

- Siento haberte molestado tanto esta noche - se disculpó Joey.

- No pasa nada - contestó Kaiba con su habitual tono frío. Miró a Joey de reojo aun con aquella extraña sensación en el pecho. En verdad, Joey se veía muy diferente a como lo recordaba de su época de estudiantes. Sin embargo el cambio le había sentado bien. Muy bien.

- ¿Ya está dormida? - preguntó la señora Moto al verlos entrar.

- Como un angelito - respondió el rubio dejándose caer en una silla.

- ¿Mañana también iras temprano al estudio? - preguntó Yugi mientras les acercaba una taza de café a los recién llegados.

- No tengo alternativa, si quiero la tarde libre - dijo Joey con una sonrisa.

- Ese hombre para el que trabajas es un tirano - dijo el abuelo Moto muy serio.

- Pero paga bien - dijo Joey con desgana dando un sorbo al café y poniendo cara de disgusto -. Le falta azúcar...

Seto tenía el azucarero al lado y casi sin darse cuenta se lo acercó.

- Gracias - dijo el rubio cogiendo el recipiente.

- Por muy bien que pague, trabajas demasiado - insistió Yugi.

- No te apures, en cuanto encuentre un empleo mejor le mandaré a paseo - dijo Joey seguro, dio un sorbo a su café con los ojos cerrados. Al abrirlos algo de cansancio y resignación se reflejaba en ellos -. Pero hasta entonces tengo que tragar.

Todos se miraron entre ellos con cara seria, estaba claro que a ninguno de ellos le gustaba que Joey trabajara en aquel lugar.

- ¡Casi me olvido! - exclamó Mokuba, rompiendo la tensa atmósfera. Fue hasta el salón y regresó con el paquete que Seto había llevado - Si después de hacer venir a mi hermano para que lo trajera, no te lo doy...

- ¿Un regalo? - dijo Joey sorprendido al ver el paquete en sus manos.

- Venga, ábrelo - lo animó Mokuba expectante.

El rubio desenvolvió el paquete y encontró dentro dos conjuntitos de ropa para su niña. Un pijama que era de color natillas con un perrito dormido sobre una nube bordado en el pecho. Y el otro un pantaloncito azul con una línea celeste en los bordes y una sudadera azul clara con los puños y el cuello en azul oscuro.

- Son preciosos - dijo Joey con una sonrisa.

- Creo que son de su talla, pero si no, puedes cambiarlos.

- No, creo que le vendrán bien - dijo midiendo las mangas con las manos -. Pero no tenías porque molestarte...

- No es molestia. Además Kari es la primera niña que tiene alguien de la pandilla. Es casi... como una sobrina - todos se hacharon a reír.

- Yo me voy ya - dijo Kaiba poniéndose en pie -. Gracias por la cena.

- ¿No te quedas un rato más? - preguntó Mokuba algo apenado.

- Mañana tengo cosas que hacer - dijo con tono que dejaba claro que no se iba a quedar.

- Está bien - dijo Mokuba resignado -. Te acompaño al coche.

- Buenas noches - se despidió el mayor de los Kaiba.

- Buenas noches -dijeron todos. Lo último que Kaiba vio antes de salir, fue la sonrisa de cierto rubio.

Una vez los dos hermanos estuvieron en la calle, el mayor encaró al otro.

- ¿A que ha venido todo esto?

- No se de que me hablas - dijo Mokuba con voz inocente. Seto lo miró con el ceño fruncido.

- Mokuba... me haces venir para traer un regalo que podrías haberle traído cualquier día y me haces quedarme a cenar...

- No me digas que no te lo has pasado bien.

- Ese no es el punto ¿por qué me has hecho venir?

- Creí que te gustaría volver a ver a Joey - dijo tras unos segundos de silencio con seriedad.

Kaiba no contestó de inmediato. Siempre había tenido la sospecha de que sentía algo más que rabia por el rubio, pero no imaginaba que su hermano también se hubiera dado cuenta.

- Buenas noches Mokuba. No te vayas a dormir muy tarde.

- Descuida Seto - dije el menor. El coche arrancó y se perdió calle abajo. Suspiró cuando lo vio desaparecer tras la esquina -. Pero mira que eres terco hermano...

Continuará...

Muchas gracias por leerlo. Los reviws están contestados en la sección de reviws (Es la primera vez que los contesto así, no sé si estará bien hecho >.<)

Por cierto este fic también lo tengo subido en Fanfiction.net por eso a mucha gente le suena haberlo leido antes ^-^

Ja ne!


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