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Salvador por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a todos los que han leído, aquí regreso con un nuevo capítulo. Espero y sea de su agrado.

 

Ante el dolor, nuestro primer pensamiento es la inverosímil necesidad de que el tiempo avance rápido, para que dicho dolor termine por perderse en su vorágine. Pero como muchos otros – como la mayoría de ellos – hay dolores que jamás se irán.

 

 ••

 

Las siguientes horas no estaban muy claras en su mente. Se sentía mareado, los pies le pesaban y dolían, no tenía la menor idea de dónde se encontraba ni cuánto había caminado, siendo prácticamente arrastrado por el soldado de cabellos largos. Su brazo era fuertemente sujetado por esa mano de metal que – de alguna manera – seguía fascinándole, giró su cabeza observando sobre su hombro, estaba oscureciendo, y la ciudad había dejado de verse hacía bastante tiempo ya, ¿qué habría sucedido con Hank Pym? Maldito científico. Tony apretó sus puños, con la latente necesidad de buscar algún culpable a la muerte de Jarvis… tan sólo recordar su cuerpo inerte le erizaba la piel, y lo arrastraba por zonas lúgubres de su corazón, transmitiéndole un profundo dolor. Quería llorar, pero no era el momento. Regresó su vista donde llegaban sus ojos: la ancha espalda de aquel imponente hombre, era consciente de que si existía un culpable a la muerte de su único e invaluable amigo eran ellos. Esos soldados vestidos de negro, mercenarios que iban por la vida quitándose del paso a aquellos que les estorbaban, no sabía de qué, pero debía ser algo importante como para cometer un atentado en una institución tan publica y prestigiada como era el MIT. Y luego otra parte más pútrida le decía que si Pym tenía a asesinos detrás suyo era porque no estaba haciendo bien las cosas. No importaba quién tuviera la razón, quiénes eran los héroes o los villanos en esa carnicería, necesitaba que cayeran, y descubrieran el dolor que él experimentaba. No iba a dejar que la memoria de la única persona que le dijo que lo quería, que lo quería genuinamente, terminara bajo escombros.

 

Detuvo sus pasos en seco, apretando tanto sus puños que sus nudillos se tornaron blancos, sus ojos húmedos por todo el llanto contenido se volvieron afilados, enfrentando aquellos pares de azules tan fríos… tan bellos en realidad.

El soldado sintió el tirón en el brazo cuando Tony se detuvo, girando para enfrentar y si era necesario, dejarlo inconsciente para que pudieran continuar. Tony todavía seguía siendo un niño con una estatura un poco por debajo del promedio, delgado y pálido, a pesar de su piel naturalmente tostada, la niñez no lo había abandonado todavía, pero Bucky tuvo que admitir que podía ser tan intimidante como cualquier hombre curtido en combate, quizá se debía a su mirada profunda, la cual oscilaba siempre entre marrones y dorados, tan particulares, tan hermosos.

Tony apretó sus labios, entornando más sus ojos, expectante a los movimientos de mayor, quien estático como estaba, parecía desnudarlo, analizando cada célula suya. No le temía, lo estaba ayudando a escapar pero;

 

—¿Hacia dónde nos dirigimos?—el soldado no dijo nada, con sus ojos fijos en él. Tony tuvo un deja vú de aquel primer encuentro. Quería quitarle esa mascara y ver realmente su rostro—, ¿me recuerdas? Porque yo a ti sí.

 

Comenzaba a pensar que no era casualidad que cada vez que se encontraba en peligro, el soldado esté implicado en ello. Un asesino para el mundo. Un héroe para él. Bucky soltó su brazo cuando se dio cuenta que no huiría, que necesitaba respuestas, las cuales él muy probablemente no tendría. No sabía por qué lo hacía, pero había algo en ese niño que le recordaba una vida distinta. Difícil era entre tanto desorden, rescatar recuerdos en su mente, pero ahí estaban, pinceladas de colores sobre el lienzo gris y  nefasto que era el Soldado de Invierno.

Había una franja que dividía al cielo entre el agonizante día y una noche poblada de estrellas, sin rastros de las nubes que vagaron horas atrás. Ese contraste producía un juego de luz y sombras en el rostro del adolescente, una mueca en sus labios. No, no era una mueca, esos labios temblaban, luchando con la imperiosa necesidad de llorar, de quebrar la dureza de sus facciones y mostrar el rostro del niño asustado. El soldado estiro su mano, Tony dio un paso hacia atrás, cauteloso, todo tan lento e incómodo.

 

—Te recuerdo.

 

Tony sintió un escalofrío bajando por su espalda, la voz del soldado se escuchaba apagada detrás de esa mascara, debatiéndose entre la frialdad de su alter y la agonía del hombre que era, encarcelado dentro de su propia mente. Claro que Tony no tenía cómo saber eso, pero sentía que algo en su voz buscaba darle un mensaje. No eran sus palabras, eran la crudeza de su timbre. Estaba tan confundido.

 

—¿Quiénes eran esos hombres? ¡¿Por qué permitiste que asesinaran a Jarvis?!—Y así como una ráfaga, la confusión dio paso a la rabia y el dolor abierto aún en su pecho.

 

Se acercó el paso que había retrocedido, avanzando dos más, quedando a un palmo del hombre, debiendo elevar su vista para mantener el duelo de miradas, con el cuerpo temblándole de impotencia. Sabía que no tenía oportunidad contra ese hombre ¡maldita sea que lo sabía! Pero no por eso se acobardaría, quería respuestas y si debía luchar por ellas, lo haría. Jarvis lo valía.

 

—Hydra ordenó eliminar a Hank Pym. Esa era nuestra misión.—El viento sacudió un poco los cabellos del soldado. Y Tony abrió sus ojos aterrado.

 

HYDRA.

 

Había escuchado de esa organización sanguinaria. Las historias que se decían entorno a ellas y el Capitán América. Joder que su padre estaba lleno de folders con el nombre de Hydra impreso. Reportes que mantenía bajo llave, con respecto a invasiones y desmantelamientos en bases en Italia, Alemania, Rusia y casi toda Europa. Tony sabía de ellas, porque era un niño curioso y nada lo detenía cuando quería algo. Dichos folders pertenecían a las misiones del Capitán América y sus Comandos Aulladores. Tony sabía por su padre, que el sacrificio del héroe de América sirvió para que Hydra dejara de existir, entonces ¿qué hacían allí?

 

El terror volvió a envolver cada parte de su cuerpo.

 

—Tú… tú eres uno de ellos,—tragó con dificultad pero no se apartó de dónde estaba—¿Por qué me ayudas? Escuche muy bien cuando gritaron que no querían testigos ¡Por qué lo haces!

 

Y un aplastante silencio se instaló.

 

Bucky buscó desesperadamente saber la respuesta. Ni él mismo comprendía por qué lo hacía. Pero algo en su pecho tenía la necesidad de hacerlo, de proteger a ese niño, que todas sus dudas terminarían si se entregaba a él. Aunque dicho termino le escocia la espina dorsal.

Tony escuchó un suspiro escapar de la máscara, antes de congelarse por el miedo, cuando los brazos del soldado se movieron al fin. Pero su destino no fue él, sino la máscara que arrancó de su rostro, dejando expuesto al hombre. Dejando a Tony petrificado de la impresión.

 

No lo podía creer.

 

Seis años atrás, cuando vio al soldado por primera vez, algo en sus ojos le dijo que conocía al hombre de algún lado, que había visto esa mirada naufragante. Y esa misma sensación lo embargó horas atrás, cuando volvió a descubrir esos ojos magnéticos. Ahora lo entendía bien. No había conocido al hombre, por supuesto, pero había escuchado demasiadas historias y había visto infinidad de imágenes como para reconocerlo al instante. Aquel fantasma de un pasado que no conocía pero que creció bajó sus historias e influencia. De aquellos hombres que defendieron no a una nación, no a un ejército. Defendieron un ideal, guiados por la persona del corazón de oro; Steve Rogers. Esos hombres estaban en la memoria de los que pudieron estrechar sus manos – como su padre – siempre en un pedestal de heroísmo y humanidad. Porque crecer con historias del Capitán América había sido su cruz.

 

En la sala de su casa se hallaba un gran cuadro, de marco fino y bordes dorados, el cual resguardaba una fotografía digna de ser observada: Era su padre estrechando la mano del Capitán, a su lado se hallaban todos los hombres que seguían al héroe. Tía Peggy se había sentado un día con él, señalando a cada uno de esos hombres, hablándoles de lo valientes y leales que fueron. La mayoría de ellos siguieron con sus vidas, siendo hombres de familia, otros habían muerto… ese día los ojos de su tía habían brillado al hablar de Steve, y fue ese mismo día que escuchó por primera vez la historia del hombre que había estado al lado del Capitán desde sus inicios, el hombre que empujó a que la historia del héroe naciera; el Sargento James Buchanan Barnes.

 

Otro gran hombre que había perdido la vida. O eso se creía.

 

Era él, con cabellos largos y una barba creciente, pero se trataba de Barnes. Tony parpadeó dejando escapar un gemido de puro asombro, ante los ahora confundidos ojos del mayor.

 

—Sargento Barnes.

 

Apenas escuchar aquel nombre, algo en Bucky hizo clic, como si una enorme y pesada caja al fin cediera a su oxidado y roído candado, abriéndose para dejar escapar una consciencia, dándose de lleno con la vida que le habían arrebatado. Las piernas le fallaron, cayendo de rodillas, con las manos sobre la tierra, incapaz de contener el dolor en su pecho, los gritos lejanos… revivir la sensación de la nieve cortando su rostro a medida que su cuerpo caía libre por el precipicio, con las montañas transmitiendo los ecos de la voz de Steve llamándolo. Cerró sus ojos como en ese instante, entregando su vida al inminente destino final que le esperaba debajo.

Tony se llevó una mano a su boca con los ojos desencajados y el rostro desfigurado cuando James dejó escapar un grito espeluznante, cayendo al suelo, sin que sus extremidades pudieran sostenerlo más, abrazándose a sí mismo, murmurando palabras en un idioma que no entendía. La noche había caído por completo ya.

Tan conmocionado que no vio venir cuando James tomó uno de sus tobillos provocando que cayera de cola al suelo, arrastrándolo hasta tenerlo acorralado debajo de su cuerpo. Las manos de Bucky se situaron a cada lado de sus hombros y sus rodillas trabaron las del menor, la respiración era pesada y llevaba hasta su rostro. Tony contuvo el aliento, era una posición sumamente incómoda para él, pero sabía que el soldado no tenía ninguna intención de hacerle daño. No de ese modo.

 

—James—volvió a repetir el castaño, ahora con suavidad. Su pecho contrayéndose con exagerada efusividad.

 

—Ese… ese es mi nombre—deshacerse del nudo en su garganta le era imposible, sentía su voz quebrada y los ojos asustados del menor no ayudaban en mucho—; ¿cómo sabes mi nombre? ¿Me conoces?

 

—Mi padre te conoce, era… es amigo tuyo, supongo.

 

—¿Quién? ¡¿Quién es tu padre?!—las manos del soldado ahora presionaban los hombros de Tony con algo de brusquedad, se sentía desesperado por recordar más, con la esperanza de escuchar aquel nombre…

 

—Howard Stark.—Los ojos de Bucky oscurecieron.

 

Iba a abrir su boca nuevamente cuando un sonido inconfundible para él se escuchó. El suelo vibraba a causa de las camionetas pertenecientes a Hydra. Rodó quitándose de encima de Tony, quien suspiro de alivio, se acuclilló detrás de unos pastizales, observando hacia donde provenía el ruido de los vehículos. Estaban cerca. Observó su brazo de metal, empuñando su mano repetidas veces, maldiciendo. Sabía que le habían colocado un chip de rastreo. Tanteo el antebrazo, hasta que lo sintió, apretó los dientes, ante la atenta mirada de Tony, sacó una pequeña navaja, el niño contuvo el aliento pálido, Bucky curvó sus labios, fue algo inconsciente pero en cuanto vio su rostro asustado, le recordó a un pequeño conejo acorralado, tuvo que sonreír por la comparación. Con un movimiento certero atravesó su brazo, eliminando así el chip.

 

—Nos han seguido hasta aquí, debemos escapar ahora—James se incorporó observando a su alrededor, su mejor vía de escape era seguir por el bosque. Con suerte llegarían a alguna casa y podría tomar un auto.

 

—No creo que pueda seguir corriendo—Tony frunció el ceño.

 

—Si te quedas aquí morirás, ya te he dicho, no tendrán contemplaciones contigo, sobre todo si eres hijo de Stark.

 

Tony apretó sus labios. Las dudas se acumulaban en su cabeza.—Debemos regresar, comunicarme con mi padre, él te ayudará estoy seguro, incluso Tía Peggy estará feliz de verte.

 

—¿Peggy? ¿Hablas de Peggy Carter?—Tony asintió, sonriéndole por primera vez, una luz de esperanza se encendió en el soldado. Quizá y él…

 

El sonido de las camionetas era cada vez más fuerte. No tenían mucho tiempo, había conseguido eliminar el chip, pero eso no detendría a Hydra. Nada lo hacía. Sin pensarlo, tomó a Tony en sus brazos, cargándolo entonces en su espalda, sujetó sus piernas y comenzó a correr, la mejor opción que tenían era hallar un lugar donde poder pasar la noche, esperando que los agentes de Hydra volvieran a la base. Con eso tendría tiempo de llevar al niño a su casa, asegurarse de que no muera.

 

Esa era realmente su misión a partir de ahora.

Tony se aferró lo mejor que pudo de los hombros del soldados, algo aturdido por todo lo vivido ese día, la falta de alimento y los golpes recibidos. Se preguntaba cómo es que ese hombre todavía tenía energías suficientes para correr de aquella manera, no parecía cansarse, siquiera agitado. Una pequeña luz a su izquierda los alarmó, de manera casi inconsciente, Tony envolvió sus brazos alrededor del cuello del mayor, temiendo que a pesar de todo los hayan encontrado.

 

—Es un granero.—James habló susurrante, ambos se relajaron al divisar al fin el amplio galpón. La casa de quienes seguramente serían sus dueños estaba bastante alejada como para que los descubrieran.

 

James depositó con cuidado a Tony en el suelo, mientras forzaba la entrada. Observó el perímetro asegurándose que nadie estuviera ahí, para luego ingresar detrás del menor, cerró la puerta, apoyando su frente a esta. Sólo ahí largó todo el aire contenido en un suspiro de alivio. La cabeza le dolía horrores, estaba tan exhausto de todo. Apretó sus puños, dejándose arrastrar hasta sentarse en el suelo frío. Ser consciente de quien era y de lo que había hecho le revolvía el estómago.

Tony se acercó a él con cautela, sentándose a su lado. Permanecieron en silencio por un periodo que ninguno supo contabilizar, ambos sumergidos en sus propios pensamientos, el dolor de sus cuerpos cansados, el dolor de sus almas, James había arrebatado tantas vidas sin ser dueño de sus propias manos, e indirectamente era culpable de la muerte de ese hombre por el que Tony lloraba en silencio. Se sentía un completo desgraciado.

 

—Lo siento.

 

El castaño desvió su vista poblada de lágrimas, encontrándose con esa mirada rota del soldado. Era un hombre muy apuesto, en su salvaje aspecto todavía se podía ver la bondad que le hablaron sobre él. Movió su mano, pero la dejó a mitad de camino, apoyándola sobre la mano del otro, no era ni remotamente bueno para consolar ni hacer sentir bien a las personas.

 

—¿Por qué estás con ellos?

 

—Ellos me han utilizado  como un arma por años… controlan mi mente, es más complicado que eso, pero…

 

—Entiendo—Tony volvió su vista al frente, suspirando mientras limpiaba las lágrimas con el dorso de su mano,—Tía Peggy me habló de ti, de esa misión en la que perdiste tu vida, bueno, al parecer no fue así. Después de eso el Capitán América venció a Hydra para vengarte…—Tony sonrió y James sintió un tirón en el pecho—solía decirle que tú me parecías mejor héroe que el propio Capitán, tal vez lo hacía sólo para molestar a mi padre, lo admira tanto que…

 

Tony calló de repente. Bucky tensó todo su cuerpo a la sola mención de Steve. Desde que nombrara a Peggy había estado ansioso por saber de su amigo. Algo le decía que sabía de él, que esa información estaba en su cabeza, pero como todo lo demás, era un desorden imposible de rearmar, pequeños fragmentos que lo mantenían cuerdo, con la consciencia de ser James Barnes y no el Soldado de Invierno, pero mucha de esa información seguía turbia, nublada por años de tortura. Una mierda en verdad.

 

—Steve, él…

 

—Está muerto—Bucky apretó sus parpados. Tony no se arrepintió de la crudeza en su voz. Esa espina estaba enterrada demasiado profundo en su ser como para evitar sentir el dolor del pinchazo, recordando los ojos brillantes y orgullosos de su progenitor al momento de nombrar tan sólo el nombre del hombre que eclipsó la posibilidad de ser cercano a Howard. Teniendo que vivir bajo la sombra de su leyenda.—Aunque no me sorprendería que se levantara de su tumba para sorprendernos con su presencia… al igual que tú.

 

—Todo sería mejor sí me hubiera quedado en mi tumba…

 

—Pero que estés vivo es una oportunidad para arreglar lo que sea que hayas hecho antes…

 

Bucky volvió a observar al joven a su lado, su rostro estaba demacrado por la fatiga, se escuchaban a sus tripas quejarse por el hambre, tiñendo las mejillas de carmín, y aquel sentimiento volvió a apretarle el pecho, estaba mal, muy mal. Se incorporó buscando algo para calmar el estómago de Tony, sólo hallando un recipiente que contenía agua, probó un poco, estaba limpia y fresca por la fría noche, tomó un cuenco que  estaba a un lado y lo llenó con el líquido.

 

—Bebe.

 

—¡No beberé agua para animales!—su estomagó volvió a gruñir. Se estiró refunfuñando mientras tomaba el cuenco entre sus manos y lo vaciaba de un solo trago.

 

James se acomodó de nuevo a su lado, con la vista fija en la puerta del granero—Intenta dormir, yo vigilaré, debemos partir en cuanto amanezca.

 

Tony no opuso mucha resistencia, todo lo ocurrido había drenado sus fuerzas, cansado y herido en cuerpo y alma. Cerró sus ojos, deslizando con suavidad su cabeza, hasta encontrar apoyo en el hombro de James. Ahí, en su calor, encontró la manera de descansar. James se mordió el labio, tratando de no pensar en el calor que su contacto le produjo.

Notas finales:

Hasta aquí por ahora. Espero no les haya sido aburrido, fue un capítulo más de transición, dejando que estos dos convivan un poco más xD

Gracias por leer, será hasta el próximo capítulo.


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