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Koi No Yokan por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

Y cada día
estoy aprendiendo acerca de ti,
las cosas que nadie más ve.
El final aparece demasiado rápido;
como soñar con ángeles
e irse sin ellos…
Ellos estarían tan enamorados de ti
Como lo estoy yo.
 

Angels – The xx

 

La siguiente vez que Minato lo ve, han pasado unos cuantos meses y sabe que ya no volverán a ser “extraños” el uno para el otro. Él no ha cambiado mucho; aún es arrogante y confiado, indiferente a los obstáculos que quieren atravesarse en su camino, pero se le ve mucho más cansado.

Sus padres, tutores y consejeros familiares han decidido poner en marcha el plan de boda, esperando que abone, en un futuro próximo, a la toma del poder del gobierno japonés.

Fugaku reacciona cortésmente a la indomable ira del otro por no querer contraer matrimonio con una persona que no conoce. Atesora el retrato del joven Namikaze que le ha sido entregado en honor a las nupcias a contraer, lo sigue testarudamente por todo el palacio hasta encontrar un lugar donde puedan hablar y emplea su curiosa serenidad para contarle acerca de su anhelo de querer a un compañero de vida como el rubio.

Pero no es suficiente. Minato es receloso con él, queriendo evadirle como a la plaga, sin mostrar intenciones de atender la galantería del Uchiha. Él está seguro de que todo el afecto que Fugaku le muestra no es más que una pantomima que camufla la verdadera intención del clan de los samurái: obtener poder político.

Minato no necesita esa falsedad, comprende que el matrimonio entre ellos dos hará el futuro más sencillo para ambos clanes, es una estrategia tan simple como efectiva, por lo que Fugaku no tiene que fingir que realmente quiere quererlo, pero…

Cuando los labios del moreno acarician el dorso de su mano al momento de despedirse y los ojos de ambos se encuentran bajo la luz del crepúsculo, los dos sienten que se miran con auténtico fervor.

Minato es atacado por un ígneo cosquilleo en la piel de sus mejillas y rápidamente esconde la mano entre los pliegues sedosos de su vestimenta, justo en el instante en que Fugaku lo suelta y se retira con su obsequio.

Todavía está molesto con /t o d a/ la situación y por supuesto que está furioso con el Uchiha por su atrevimiento, pero no puede dejar de pensar en la vaga sonrisa que llevaba el otro dibujada en sus labios, pecaminosamente llenos. Minato contempla su silueta alejándose en la distancia, mientras se convierte en una figura cada vez más pequeña y se siente libre de pensar que Fugaku no es más que una gota en el océano… pero le gusta que se mueva con la fuerza de un tsunami.

 

 

_ _ _

 

 

 

Después de eso, Minato tiene muchas oportunidades para verlo mientras los días pasan y la revolución vibra a su alrededor y todos quieren participar en ella. Fugaku cada vez se deja percibir más taciturno, es cierto, pero juntos, coincidiendo en su propio espacio y tiempo, por fin se reconocen ajenos a los impulsos de vida y de muerte que no cesan de existir.

Ambos continúan siendo educados en sus responsabilidades debido a la importancia que cobrarán sus posiciones en el futuro, pero aunque sea por breves momentos consiguen escaparse del mundo.

Es en una de esas tardes cuando Minato mira a Fugaku con nuevos ojos, bajo la serena marcha de la tormenta que se aproxima a cubrir todo el horizonte.

Han estado entrenando en un combate cuerpo a cuerpo, alejados de las miradas de los curiosos y disfrutando de la camaradería que va creciendo entre dos amigos que comparten gustos e ideas afines. Habrían continuado hasta caer rendidos de cansancio de no ser por la nebulosa majestad que despliega su mar de perlas y los obliga a buscar refugio.

Fugaku le toma de una muñeca y lo guía hasta una pequeña glorieta construida oportunamente en los amplios campos de entrenamiento de los Uchiha, como diseñada para una situación así.

Ya protegidos del agua aunque no del frío de la ropa empapada, Fugaku extrae de entre sus pertenencias un haori y lo coloca sobre los hombros del joven Namikaze en absoluto silencio. Minato lo nota firme aún en la vergüenza que se extiende altanera en las mejillas del Uchiha, así como lo nota con una mirada suave y la más diminuta sonrisa tirándole de la comisura de la boca, como felicitándose mentalmente por haber preparado la prenda de antemano.

Eso es suficiente para derrumbar la muralla de suspicacia que Minato ha edificado tan cuidadosamente alrededor de sí mismo. Pronto fulgura un alegre firmamento en sus ojos, lo más vívidos zafiros conocidos en la tierra del sol naciente. Ahora sabe que el otro no es tan frío y compuesto como pretende mostrarse.

No, no es ningún rayo de sol, pero definitivamente hay luz en él.

 

 

_ _ _

 

 

El tiempo sigue transcurriendo sin que lo noten, porque durante ya muchos días y noches han elegido mantenerse escoltados por la compañía mutua.

Es un día de reposo para los demás, pero ellos trabajan definiendo el procedimiento de reclutamiento militar que les permitirá afianzar a los Namikaze y a los Uchiha como los titulares del poder aristocrático y civil.

 

Juntos, han dialogado con múltiples expertos y han logrado la mejora de la tecnología militar, así como el apoyo de las instituciones civiles y religiosas que, al tanto de los movimientos revolucionarios e impresionados por la lógica aplastante del joven diplomático, han formado coaliciones con los dos clanes para obtener los servicios de guardia privada para su propia protección, asegurando su apoyo al shogunato.

Mediante la reforma económica y política que dirigen los Namikaze y la descentralización del poder comandada por los Uchiha contra los patéticos ejércitos del emperador pusilánime, los sueños de ambos clanes ya no se ven lejanos. Son una realidad.

Y muchos de estos incomparables logros se deben a los dos genios que crecen y maduran uno al lado del otro, en perfecta armonía, preparados para convertirse en los líderes que anhelaban ser.

 

Esta es una noche que trae consigo el pesado rocío del sueño que los está invitando a ambos a descansar, en la que Minato despega sus ojos de la carta de un importante señor feudal y voltea a ver a su compañero por enésima vez.

Es un dulce soplo de la brisa nocturna lo que le hace darse cuenta de que está enamorado de Fugaku. Y sabe perfectamente que está enamorado del otro, no porque el suelo se estremece bajo sus pies y el corazón le late desbocado dentro del pecho, sino porque está perfectamente en paz con eso. Porque cuando lo mira y se ve reflejado en lo más oscuro de aquellos ojos negros, siente que la vida es el perfume que exhala la tierra después de una tarde lluviosa, deliciosa e imperecedera en sus recuerdos.

Sí, el tiempo ha continuado su incansable marcha y Minato sigue fijando la mirada en esa tensa figura, disciplinada, de facciones cada vez más cinceladas y duras, que no eran ni serían nunca un rayo de sol.

Pero eso está bien.

Simple y sencillamente porque Fugaku es su infinito rayo de sol, y a su lado, se regocija en el sentimiento de una aurora que se despliega dentro del templo de su cuerpo y se sabe arrullado por su calor. Y con esa sabiduría, él se siente completo y satisfecho con su porvenir.

 

 

_ _ _

 

 

La fortaleza, que ha tardado cuatro años en ser construida, a partir de esa noche será el hogar de los nuevos esposos y ha sido bautizada con el nombre de “El Palacio del Takamanohara”, la alta llanura del cielo donde residirán para siempre el día y la noche.

Es allí, en ese lugar y en ese instante, donde Fugaku le sostiene la mirada a Minato, encontrándose desnudos en aquel retiro cercado de flores y de hierbas de un aroma suavísimo, con las extremidades entrelazadas entre las sábanas arrugadas.

El Uchiha, que se estaba acostumbrando a ver lo peor de las personas conforme participaba en cada batalla, por primera vez desde hace mucho tiempo, logra ver el mundo como Minato lo ve: medio lleno, más que medio vacío.

Es Fugaku, en esta ocasión, quien tiende la mirada sobre la belleza que descansa sobre su lecho nupcial, con su piel sonrojada y los cabellos húmedos por el nerviosismo.

Fugaku no mira un manantial insuperable de perfecciones, como muchos poetas se vanaglorian de llamar a su compañero. Para él, Minato es mucho más; él lo hace contemplar el espectro completo de los más vibrantes colores, un arcoíris tan poderoso que es capaz de cubrir la negrura de su espíritu y darle nuevas luces para amar y cuidar.

Él sabe que Minato es y será el único que podrá extraerlo de sus propias tinieblas y mostrarle lo que realmente significa ver. Solo Minato es capaz contemplar las estrellas con tanto amor, que no teme a la oscuridad que las rodea.

Cuando Fugaku lo siente entre sus brazos, arqueado contra su cuerpo y unido a él en tan apacible sombra, tan solitaria y tan sagrada, es cuando encuentra su refugio, su santuario… su hogar.

 


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