PLAN-C
Estoy enamorado de mi padre. Siempre me ha gustado decir las cosas de frente y sin rodeos, desde que tengo memoria, él ha sido el centro de mi mundo. Nunca conocí a mi madre, murió cuando yo nací, pero nunca me hizo falta, mi papá siempre ha estado para mí en cada momento y cuando más lo he necesitado. A pesar de tener un trabajo demandante al ser oficial de la policía, jamás se perdió un cumpleaños, festival escolar, cita con el médico ni nada que estuviera relacionado conmigo. Ahora, a mis 18 años, estoy plenamente consciente de mis sentimientos por él, no es sólo simple admiración o cariño, lo que tengo dentro de mí y es el amor más grande y puro que una persona puede sentir, y tener que ocultarlo, es el peor castigo que me pudieron haber dado, pero no me arrepiento, amo a mi padre.
-Toc-toc. –Dije dando dos golpes a la puerta de la recamara de mi padre, eran las 9 de la mañana y en mi mano llevaba una bandeja con hot cakes y dos vasos de leche para que desayunáramos en la cama. Observé a mi papá, todavía seguía dormido, estaba acostado boca abajo, el pantalón de su piyama estaba algo bajo y se podía ver un poco de sus glúteos, y al dormir sin camisa pude observar su amplia espalda, a sus 44 años, mi padre poseía un cuerpo mucho mejor que algunos chicos de 20. Puse la bandeja sobre un buró y me subí a la cama con cuidado y le di un beso en la mejilla para despertarlo. –Despierta, papi hermoso. El desayuno ya está aquí.
-Buenos días, campeón. –Me saludó con una voz ronca, mientras se daba la vuelta para acomodarse, me encantaba contemplar su pecho y su abdomen mientras se estiraba, como dije, a pesar de que ya tenía algunas canas sobre su cabellera castaña, mi papá tenía un cuerpo envidiable. -¿A qué debo esta bella sorpresa?
-A nada en especial… -Comencé a rebanar los hot cakes en pequeños trozos triangulares y les unté un poco de miel. -…pero como el domingo es el día que ambos tenemos libres, quiero pasarlo desde temprano contigo, desde que fuiste ascendido a capitán hace unos meses casi no nos vemos, y eso no está bien. –Tomé unos trozos con el tenedor y se los di en la boca.
-Gracias, Ryan. –Abrió la boca y sonrió al sentir el buen sabor que tenían. –Tienes razón, hoy pasaremos todo el día juntos, ¿ya tienes algo en mente?
-Pues… lo llamo el “Plan-C”, Cine, Compras, Cena… todo incluido, bueno, no todo, faltaría la última “C” que es lo que hacen los novios luego de eso…. “Cog…r”. –Lo último lo dije como tartamudeando, pero mi padre río.
-Tú siempre con tus ocurrencias. –Me acarició la cabeza. –Te voy a robar tu “Plan-C” para aplicarlo con Jennifer, pero ese sí será el completo. –Mustié una sonrisa. Maldita Jennifer, siempre se tiene que meter en todo, la detesto. –Estuvo muy rico el desayuno, ahora me tengo que ir a bañar para poder aprovechar el día, sé muy bien lo que te tardas cuando vamos de compras.
-Si quieres nos podemos bañar juntos… como cuando era niño. Ya sabes, hay que ahorrar el agua, estamos viviendo en los últimos tiempos de la Tierra.
-Descuida, no me tardaré más de 5 minutos, el planeta estará a salvo otro día.
Se acercó a mí, y me dio un beso en la mejilla y una palmada en el hombro. Y así era la patética vida del pobre Ryan King, enamorado de alguien imposible, pero no me importaba, sabía que mi padre me amaba, aunque no de la misma manera.
Cuando por fin estuvimos arreglados nos dirigimos al centro comercial para hacer todas las actividades que teníamos planeadas, pasamos a la tienda de películas, mi padre es cinéfilo a morir, es tipo de los que comentan en el Facebook de Netflix para pedirles que agreguen más contenido a su catálogo. En fin, proseguimos luego fuimos al cine a ver una peli de terror, yo aprovechaba cada sobresalto que había para pegarme más a él, pero sólo me contestaba que esos efectos daban risa y no miedo, pero igual me abrazaba con toda su fuerza. Luego nos fuimos a uno de los restaurantes de mariscos más caros de toda la ciudad.
-Dicen que los mariscos son afrodisiacos, ¿sabías? –Le dije a mi padre mientras comía un poco de mi coctel. –Lástima que Jenny no se encuentra en la ciudad, pero imagino que a ti no te ha de faltar con quien hacerlo.
-Hijo, no me siento cómodo hablando de estos temas contigo, como chiste está bien pero… mejor cambiemos el tema.
-Oye, en primera… no me llames “hijo”, sabes que me choca. Y en segunda, sabes que conmigo puedes hablar de estos temas y de lo que sea, tú y yo nunca nos hemos ocultado nada, entiendo que antes nuestras pláticas eran de leche y galletas, pero ya soy un adulto, además… ¿quién mejor que mi propio padre para hablar de temas de sexo? ¿Acaso quieres que aprenda de sexualidad viendo el programa de “Caso Cerrado” como lo hacen los chicos que van a escuelas públicas?
-Me disculpo. –Mi padre me sonrió. –Es cierto, ya eres todo un hombre, es sólo que me cuesta dejar de verte como el pequeño niño que alguna vez fuiste.
Contrario a lo que pensaba, la charla se desvió a hablar sobre la graduación, buscar un empleo, tener un seguro dental, los adultos no hablan de esas cosas ¿o sí? Luego, fuimos a una tienda de ropa de ropa a comprarme algo, en ese instante se me ocurrió otro plan para poder ver el cuerpo de mi padre, entré al probador, me desnudé quedando sólo en bóxer, me miré al espejo, y admiré mis ojos verdes mientras acomodaba mi cabello castaño, luego grité...
-¡Papá! ¿Estás ahí? ¡Te necesito! –Mi padre me respondió desde afuera, pero rápidamente lo jalé y metí al probador, estábamos tan pegados en ese pequeño espacio. –Nada de lo que traje me queda, creo que no fue buena idea venir a comprar ropa luego de comer mariscos.
-Ok… iré a buscarte una talla más grande.
-No exageres, seguramente mañana me desinflamaré, no tiene caso gastar en ropa que me va a quedar grande mañana, pero por accidente me traje un pantalón y una camisa que son de tu talla, deberías probártelos, estoy seguro que se te verán muy bien.
-Bueno… iré a otro probador para---
-Yo te ayudo. –Fui desabotonando la camisa lentamente, botón por botón, luego deslicé mis manos sobre sus hombros suavemente para despojarlo de esta y la tiré al suelo, luego, sin dejar de verlo, desabroché su pantalón y bajé la cremallera, me hinqué, quedando mi rostro a la altura de su entrepierna y con delicadeza lo empecé a deslizar por sus piernas.
-Yo puedo con lo demás, gracias. –Él se vistió con la camisa color púrpura que había elegido, le resaltaba perfectamente los bíceps y los pectorales, y el pantalón ajustaba de manera perfecta sus glúteos.
Tomó su ropa y salió a cambiarse a otro vestidor. Me quedé sonriendo frente al espejo, si no hubiera sentido algo, no se habría alejado, tal vez existía la posibilidad de que mi amor fuese correspondido. Regresamos a la casa y me dispuse a ser malteadas de chocolate para tomar mientras veíamos una de las películas que mi padre había comprado, pero cuando llegué a la sala con las bebidas en las manos, él se notaba muy serio.
-Siéntate, Ryan. Tenemos que hablar. –Dejé las bebidas en una mesita frente a nosotros y me senté junto a él algo consternado. –No te asustes, no es nada malo, pero lo que dijiste en el restaurante me dejó pensando y es cierto, ya eres un adulto, y tenemos que hablar de estas cosas sin pena. –Se acercó a mí y me acarició la mejilla y cambió a un tono de voz más dulce. –Me he dado cuenta de tus aptitudes conmigo, la manera en que me abrazas y me besas, siempre me estás diciendo lo mucho que me amas y ahora finalmente lo entendí. –Mi corazón latía al máximo y seguramente debía tener la cara toda roja. –Lo importante aquí es que quiero que sepas que te amo mucho y acepto tus sentimientos…
-Papá… -Poco a poco fui acercándome a su rostro, sabía que el momento de un beso en los labios estaba cerca.
-Acepto que seas gay.
-¿Eh? –Me quedé seco.
-Yo no soy como esos padres que retan a sus hijos sólo por ser algo que es de lo más natural. Quiero que sepas que en mí tienes a un amigo en el que puedes contar para todo, jamás te juzgaré y estaré a tu lado hasta mi último día de vida lo prometo. –Suspiré. -¿Qué pasa? Te ves decepcionado. ¿Acaso dije algo que no debía?
-Te amo, papá. ¡Ven a darme muchos abrazos y besos! –Demonios, no era lo que esperaba, sé que es un amor imposible, estaba encantado de que mi papá me quisiera tanto, pero sentir sus abrazos y sus besos y saber que nunca me amaría de la misma forma que yo, me estaba volviendo loco.
Para mi mala suerte, el timbre de la casa sonó, arruinando el momento de cercanía que tenía con mi padre. Él fue a atender y la voz que lo saludó hizo que se me revolviera el estómago. Jennifer había llegado de imprevista. Al parecer, quería darle una sorpresa a mi padre, así que se apareció sin avisar. ¡Maldita inoportuna arrastrada! No sé qué le ve mi padre a esa flaca, estoy seguro que su cabello rubio no es natural.
-Amor, estábamos a punto de ver una peli, ¿te nos unes?
-Me encantaría, bebé. –Ay sí, “bebé”, ridícula, ya tiene 30, hablar así la hace ver como retrasada mental.
-Mejor lo dejamos para otro día. –Dije mientras observaba fijamente como escurrían las gotas de mi malteada. –Ustedes tendrán mucho que contarse, yo saldré a correr, necesito generar tantas endorfinas como pueda en este momento. –Subí a ponerme tenis y ropa deportiva, me puse mis audífonos y cuando iba a salir de la casa mi papá me dio las llaves del auto.
-Pasa a comprar cosas al supermercado, y no te apures, puede que si termine por completo el “Plan-C”.
Mi padre sonreía feliz, me dio un beso en la mejilla y volvió rápidamente con Jennifer. Sentí que el corazón se me rompía en mil pedazos, me quedé un rato llorando en la banqueta, pero en mi mente imaginaba todo lo que esa mujer le estaba haciendo a mi padre, como estaría poniendo sus sucias garras por todo su cuerpo. Respiré profundo, hice todo lo posible para calmarme, iba a correr y a relajarme para olvidar lo que estaba ocurriendo dentro de mi casa. Cuando me iba a subir al coche de mi papá, me di cuenta que Jennifer había dejado el suyo sin seguros. Pobre estúpida, le roban el auto y ella ni se entera por andar de cola fácil; lo abrí para ponerle seguros por dentro y pude ver una foto de ella y mi padre, estaban abrazados, sonriendo, se veían tan felices. Ya no resistí más, saqué un bate de béisbol del auto de mi padre, observé que no hubiera nadie cerca y con furia empecé a golpear y destruir el auto de esa arrastrada.
-¡Maldita! ¡Quiero que te mueras! ¡Él es sólo mío! ¡Mío!
Las lágrimas caían por mis ojos, pero no eran de tristeza, eran de la rabia inmensa que sentía por esa mujer. Esa maldita que se había empeñado en quitarme el amor del hombre que amo y lo estaba consiguiendo. De un momento a otro recobré mi cordura y me di cuenta que el auto estaba todo destruido. Me subí al coche de mi papá y salí a toda velocidad. Pero no me percaté de que alguien había visto todo lo que había hecho.
-CONTINUARÁ-