Cross se sentó detrás del escritorio color caoba donde permanecía intacta una montaña de papel por terminar. Sin embargo los apiló y acomodo en una esquina para apoyar su frente con pesar sobre sus manos entrelazadas.
La puerta de su despacho se abrió dejando entrar a un moreno con un parche cubriendo su ojo.
— ¿Cómo te fue? —Pregunto esperanzado
—El mocoso no quiere salir —Contesto sentándose en una silla frente a él.
Kaien suspiro preocupado. Zero llevaba encerrado en su habitación desde que Yuki y Kaname se habían ido de la academia. Ya había probado todas sus opciones para hacerlo salir. El hambre, la sed, Lily, e incluso había mentido cruelmente acerca de que su condición vampírica podría ser revertida pero solo recibió un triste y miserable “Déjame solo"
Se le había roto el corazón al reconocer el tono de voz en que lo había dicho. Zero le contesto de la misma manera él día en que lo conoció y lo acogió bajo su alá. Había perdido todo: su familia, su humanidad, su hermano y ahora a Yuki.
Su Zero estaba sufriendo.
Su niño...
Su último recurso había sido Yagari aunque al principio tuviera susdudas. Él Cazador al enterarse de la condición del albino quiso arremeter dentro y sacarlo a la fuerza, sin embargo se lo impidió advirtiéndole que eso lo empeoraría y que si no encontraba otra manera de hacerlo no le daría paso.
—Sería más fácil sí...
—He dicho que no—Dijo Kaien molesto, viendo entre sus cabellos al hombre recargado en él respaldo de la silla, con un pie sobre su otra pierna.
Completamente despreocupado.
Si tan solo pudiera mostrar un poco más de interés por Zero...
Era tan frustrante verlo de esa manera mientras el albino soportaba el dolor dentro de aquellas paredes y ellos sin saber exactamente quién o qué fue lo que lo había regresado al estado del que con mucho esfuerzo lo sacaron. Y Yuki ya no estaba ahí para él, ella ahora era una vampira sangre pura. La especie que kiryuu-kun tanto odia.
Su Zero se estaba rompiendo.
Kaien frunció el ceño angustiado.
—Él no es de cristal, Cross
— ¿Cómo...? —Hablo sorprendido. ¿Cómo fue que adivino lo que pensaba?
—A veces eres tan fácil de Leer —Respondió Toga a su pregunta— Él es fuerte, para eso fue entrenado.
—Pero aun así...
—Es un cazador
— ¡Esto no tiene nada que ver con ser un cazador! —Exclamó furioso, golpeando a mano limpia la madera y colocándose de pie.
Yagari se quedó en su sitio ligeramente sorprendido. Muy pocas veces había visto al hombre de tal manera. Cross jadeaba hecho fiera con los ojos atravesándole la cabeza.
Era como un dragón encandecido protegiendo a su cría.
Él aire del atardecer entro en la habitación azotando ligeramente las ventanas contra la pared. Los cabellos de Kaien bailaron sobre su rostro oscurecido para después fulminar al hombre con su mirada avellana. Él sol lo ilumino haciendo que sus mechones cenizos brillaran al igual que sus ojos en un hermoso dorado.
Yagari lo miro expectante por unos breves segundos para después alzar la mano hacia sus mejillas. Kaien se apartó de él pelinegro y este entre cerro los ojos tomando su cara con brusquedad.
Él cazador de un ojo acercó sus rostros hasta que las puntas de sus narices se tocaron. Las mejillas de Cross eran suaves, y se abultaban en un tierno puchero comparado a sus ojos asesinos. Si no tuviera él conocimiento de un cazador y fuera un humano común y corriente no habría podido divisar la preocupación asomarse en sus dos joyas.
—Cross —Susurro sobre sus labios. El director de la academia transformo su rostro en una mueca llena de dolor y tristeza.
—Zero, él...
—Lo sé —Interrumpió Yagari. Él confiaba en ese chico— Estará bien, Kaien
Solo alcanzo a rozar sus labios cuando un estruendo previno desde la segunda planta. Ambos corrieron rumbo a la habitación de Zero la cual fue reducida a escombros y cristales por todo el espacio. La puerta de madera colgaba de un peldaño y por dentro la ventana, la pared. Todo se había esfumado. Incluido Zero.
La cama estaba destrozada, con las sabanas yendo a parar al piso.
Cross, temblando y sintiendo que todo le daba vueltas se apoyó sobre Yagari, quien estaba completamente blanco como una hoja mirando con ojos idos el arma en él suelo.
Él sol que segundos atrás hacia resplandecer a un hermoso ángel, ahora iluminaba la Bloody Rose con crueldad.
***
Kuran se apoyó en él escritorio con brusquedad, sosteniéndose con fuerza la zona del corazón y anhelante de recuperar la respiración. El órgano palpitaba tan fuerte que él mismo creía a punto de estallar, con una increíble sed de sangre trasluciéndose en sus ojos. Las ventanas. No. Todo objeto hecho de material frágil había explotado como una bomba a su alrededor.
¿Qué rayos ocurría?
Él teléfono colgando del escritorio timbro aún vivo. Él castaño lo miro, escuchándolo una y otra vez hasta que por fin callo su estridente tono. No había apartado la vista del aparato cuando de nuevo comenzó a timbrar, esta vez decidiéndose a tomarlo.
Antes de responder dio una enorme bocanada de aire.
— ¿Diga?
Del otro lado de la línea tardaron en responder haciéndolo fruncir el ceño.
—Kaname-Kun
— ¿Director?
— ¿Tienes un momento para mí?
Kaname escucho extrañado la voz temblorosa. Esto es nuevo.
—Por supuesto...
El director suspiro ¿Aliviado?
—Kaname-kun, Necesito tu ayuda... Zero...
Al escuchar el nombre del cazador se relamió los labios y la sangre de sed aumento. Frunció el ceño ante sus acciones desvergonzadas. Era una sangre pura con la corona justa en su cabeza, así que su comportamiento libidinoso de ahora como él de semanas atrás era inaceptable y temía que su descontrol haya traído consecuencias que no estuvieran dentro de sus planes.
— ¡Zero desapareció!
Y él escritorio voló en pedazos.
***
Mientras en otro lugar el cielo nocturno era ocultado por él manto oscurecido de las nubes. Él bosque en penumbra era iluminado por la blanca luz azulina de los rayos a lo lejos y las primeras gotas de agua golpearon él cristal de la casa moderna hasta resbalar, y dar cavidad a otras más. Dentro de una habitación se encontraba el albino recostado, siendo observado por un pelinegro y un rubio platino en el marco de la puerta.
—Es hora —Comento el de cabellos claros a su compañero
Ambos hombres pudieron escuchar un nuevo latido inundar la habitación, tan pequeño y silencioso, mezclándose al mismo ritmo palpitar que el de su madre despertando en la cama. Zero se llevó una mano a su garganta mientras en su boca dos caninos se asomaron mortíferos y letales en busca de una piel suave a la que hincarse.
—Tengo sed
*
*
*