Hacía poco, Naruto había recibido carta de su madre, Kushina, y sabía en qué preciso momento su padre estaría ausente de la mansión. El rubio mayor iba con frecuencia a Londres para asistir a reuniones en el club o encuentros con sus asesores financieros. Naruto podía visitar a su madre una vez al mes o cada dos meses; casi nunca desaprovechaba esa oportunidad de hacer el viaje de una hora en coche para visitar la casa de su familia. Nunca sabía en qué estado encontraría a su madre, pues su salud era irregular: a veces buena, a veces, mala.
Ese día, Naruto tuvo el gusto de encontrar a la peliroja sentada en su sala privada, con una ligera manta bordada sobre las rodillas. El cutis de Kushina estaba más luminoso que de costumbre, y su expresión era serena. Sobre el suelo, cerca de sus pies, había un cesto con una labor a medio hacer. Su madre abrió los brazos dándole la bienvenida, y Naruto se precipitó a abrazarla.
—Me quitas el aliento —exclamó Kushina, riendo, ante el fuerte apretón de su hijo—Caramba... creo que algo ha sucedido desde la última vez que viniste.
—Te he traído un regalo.
Abrió el cordón de su bolso, sacó el pequeño estuche y dejó caer un reluciente collar con un cristal hermoso.
—Fue un regalo que me hizo un admirador —dijo con indiferencia— He decidido que sería mucho más adecuado para ti que para mí.
Por mucho que le gustara la pieza, no podía conservarla. Quería deshacerse de todo aquello que le recordase a Sasuke.
—Oh, Naruto... —exclamó Kushina en voz queda, el obelisco azulverdoso brillar.
Pruébatelo — animó Naruto, sujetando el collar en el delicado en el cuello de su madre—. Ahí está: ahora siempre tendrás un pedacito de cielo, en cualquiera que sea la estación.
No debería aceptártelo —dijo Kushina, levantando su mano para tocar el delicado collar— Es demasiado valioso; si tu padre lo viese...
Él nunca se percata de estas cosas. Y si llegara a notarlo, puedes decirle que te lo ha dejado un amigo recientemente desaparecido—le aconsejó Naruto, mirando a su madre con sonrisa radiante— No rechaces mi regalo, mamá. Te va a la perfección.
—Está bien —dijo Kushina, su expresión se despejó, y se inclinó para dar un beso a su hijo—. Quiero que me cuentes de este admirador tuyo. ¿Es por eso que estás tan animado? ¿O es que el señor Hyuga te ha asignado el papel que deseabas en la nueva obra?
—Ninguna de esas cosas —respondió Naruto, mirando a su madre a los ojos, y sintiendo que sus mejillas se sonrojaban—. Yo... lo he conocido a él, mamá.
Kushina se quedó mirándolo, sin comprender hasta que, poco a poco, cayó en la cuenta. No tuvo necesidad de preguntar quién era “él”. Sus labios se movieron pero no emitió sonido.
—¿Cómo? —preguntó al fin, en un susurro.
—Por pura casualidad. Fue en una fiesta de fin de semana. Al oír su apellido, me volví y ahí estaba él. Él no sabe quién soy yo. No pude decírselo.
Kushina meneó lentamente la cabeza. Se veía el pulso latir en la fina piel de sus sienes. —Oh, Naruto —exhaló, en voz débil y atónita.
—Él me invitó a cenar —continué Naruto, sintiendo un alivio indescriptible al poder contar a alguien lo que había sucedido—. Para ser más preciso, fui obligado. Él le prometió al señor Hyuga una generosa donación al teatro a cambio de mi compañía, por eso accedí.
—¿Cenaste con lord Uchiha? -Naruto asintió con vigor.
—Sí, hace una semana, en su propiedad de Londres.
—Y no le has dicho...
La voz de Kushina fue perdiéndose hasta el silencio.
—No, no pude. Y él ni lo sospecha. Para él, no soy más que un actor en quien está interesado —dijo, y apretó con más fuerza las manos delgadas de su madre—. Sasuke dice ser soltero. Creo que se niega a reconocer nuestro matrimonio.
En el rostro de Kushina apareció una expresión de culpa.
—¿Qué opinas de él, Naruto? ¿Te parece atrayente?
—Bueno, yo... —titubeó Naruto, retirando las manos para juguetear con sus dedos--Cualquiera diría que es apuesto. Y, por cierto, es un hombre fascinante —sonrió contra su voluntad—. Pienso que tenemos muchos defectos comunes. Él es reservado y desconfiado y, al parecer, está resuelto a controlar cada aspecto de su vida de modo que nadie pueda hacer lo que su padre le hizo hace tantos años —sacudió la cabeza y lanzó una carcajada—. ¡No me sorprende que nunca haya querido conocerme! Creo que nunca piensa, siquiera, en Naruto Namikaze, salvo con la esperanza de que yo haya desaparecido de la faz de la tierra, de alguna manera.
—Eso no es verdad, Naruto-- replicó Kushina y, suspirando, apartó la cara y adoptó una actitud tensa e incómoda ante lo que estaba a punto de revelar—. Hace tres años, lord Uchiha vino a Hargate Hall** exigiendo saber dónde estabas. Nosotros, por supuesto, no le dijimos nada excepto que estabas fuera del país y que no teníamos contacto contigo. Desde entonces, nos han visitado cada tanto personas empleadas por él que estaban haciendo nuevas investigaciones relacionadas contigo. No te quepa duda de que lord Uchiha ha estado tratando de encontrarte.
Naruto la miró, confundido.
—¿Por qué... por qué no me han dicho que él estaba buscándome?
—No me pareció que estuvieses listo para enfrentar a Sasuke. Yo quería que tú decidieras el momento. Si alguna vez hubieses deseado conocerlo, podrías haberte acercado a él por tu propia voluntad. Y tu padre no quería que Sasuke te encontrase por temor a que reaccionaras de manera impetuosa y perdieses el título y la posición que él había logrado para ti.
Naruto lanzó una exclamación de frustración y se levantó de un salto.
—¡¿Es que no se van a cansar nunca de manipularme?! ¡Deberíais habérmelo dicho! ¡Yo no sabía que Sasuke quería verme!
—¿Qué diferencia habría habido? —Preguntó su madre en voz queda—. En ese caso, ¿habrías querido verlo?
—No lo sé. ¡Pero sé que tendría que haber podido decidirlo yo mismo!
—Siempre has tenido esa posibilidad —señaló Kushina—. Podrías haberlo conocido hace mucho tiempo, pero preferiste evitarlo. La otra noche misma tuviste la oportunidad de decirle quién eras y optaste por guardar silencio. ¿Cómo puedo yo saber qué es lo que tú quieres, si tú mismo no lo sabes?
Naruto se paseó, enloquecido, por la sala.
—¡Quiero ser libre de él! Mi matrimonio con Sasuke tendría que haber sido deshecho hace mucho tiempo. Estoy seguro de que él desea acabarlo tanto como yo, sobre todo después de lo que me ha dicho lady Haruno.
—¿Quién es lady Haruno? ¿Por qué la mencionas?
—Ella es la querida de él —respondió Naruto con amargura—. y afirma estar embarazada de él.
—Embarazada —repitió Kushina, impactada, aunque, por lo general, evitaba las palabras contundentes—. Oh... qué terrible complicación.
—En absoluto. La situación es muy sencilla. Voy a cortar todo lazo con Sasuke.
—Naruto, te ruego que no actúes de manera precipitada.
—¿Precipitada? Me ha llevado años tomar esta decisión. Pienso que nadie podría acusarme de que me he precipitado en nada.
—Has pasado demasiado tiempo evitando las consecuencias de tu pasado. Eludiéndolo a él —dijo la peliroja con fervor—. Tienes que enfrentar a tu esposo, al fin, decirle la verdad y resolver juntos la situación.
—Él no es mi esposo, puesto que yo jamás lo he aceptado como tal. Este mal llamado matrimonio no ha sido otra cosa que una farsa. No me resultará difícil hallar a un abogado que confirme su forma invalida y se lo notifique a lord Uchiha.
--Después¡¿qué?! ¿Así será por el resto de nuestra vida? ; tendré que verte en secreto el tiempo que me queda ¿Nunca intentarás hacer las paces con tu padre ni te decidirás a perdonarlo?
Al oír la mención de su padre, la mandíbula de Naruto se puso tensa. —Él no desea mi perdón.
—Aun cuando fuese así, tú tienes que dárselo; no por el bien de él sino por el tuyo —repuso Kushina, con sus ojos desbordantes de amor y de súplica—, ya no eres un muchacho rebelde, Naruto. Eres un doncel independiente, de fuerte ánimo, mucho más fuerte que el mío. Y aun así, no debes perder la parte amable de tu personalidad, esa parte tierno y compasivo. Si alimentas esa amargura dentro de ti, no sé qué será de tu vida. A pesar de todo, sigo teniendo los mismos sueños con respecto a ti, iguales a los que tiene cualquier madre con respecto a su hijo: que tengas un marido, un hogar y una familia...
—No los tendré con Sasuke—se empecinó Naruto.
—¿Hablaras con él, al menos?
—No puedo... —empezó a decir Naruto, y lo interrumpió una vacilante llamada a la puerta.
Era Shizune, una criada que había estado empleada en el hogar de los Namikaze desde hacía varios años. Era una mujer sin sentido del humor pero bondadosa, de rostro pequeño que recordaba al de un búho. A Naruto siempre le había caldo bien por su inalterable devoción a su madre.
—Señora —dijo Shizune en un murmullo a Kushina—, hay un visitante que pide ver a lord
Namikaze. Yo le he dicho que el señor no está en casa... entonces, ha preguntado por usted.
El semblante de Kushina reflejó preocupación. A causa de su mala salud, rara vez recibía una visita inesperada.
—No quiero perder el poco tiempo que tengo para estar con mi hijo —dijo——. Por favor, dile que venga más tarde.
—Sí señora, pero... es que se trata de lord Uchiha.
—¿Lord Uchiha está aquí? —preguntó Naruto, atónito. Tras el asentimiento de la criada, lanzó una sarta de obscenidades de tal calaña que las dos mujeres le miraron asombradas—. Él no debe saber que estoy en la casa —dijo, yendo hacia la habitación vecina, otra sala que pertenecía a la suite privada de Kushina—. Mamá, hazlo pasar y averigua qué quiere... pero no le digas nada de mí.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Kushina, evidentemente desconcertada.
—Voy a esconderme aquí, cerca. Por favor, mamá, no le digas nada... ahora no estoy en condiciones de adoptar ninguna decisión.
Naruto le sopló un beso y desapareció en la sala contigua.