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My unknown husband por frizzante gatto

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Sasuke despertó lentamente y al encontrarse en una cama extraña se sintió confuso.

Desde la almohada, a su lado, emanaba el esquivo perfume de un doncel. Todavía medio dormido, apretó su cara sobre la tela de lino color crema. Entonces, volvieron flotando a él los recuerdos de la noche pasada y abrió los ojos.

Estaba solo en la cama de Naruto.

Naruto... nunca había sido más que un nombre para él, una sombra del pasado y, de pronto, se había tornado muy real. Vio una mancha de sangre en la sábana, y no pudo quitar su vista de ella. Sus dedos se movieron, inciertos, sobre la roja mancha. No había imaginado la posibilidad de que Naruto fuese virgen.** Nunca antes había conocido a una mujer o un doncel virgen, sino sólo maduros, con plena experiencia en todos los aspectos de la pasión. El sexo había sido siempre un retozo, un placer pasajero; no la transformadora experiencia de la noche anterior. Naruto era el único doncel en el mundo que sólo había pertenecido a él.

¿Por qué le había cedido a él ese privilegio que no había dado a ningún otro? Por cierto, él no era el primer hombre que lo había deseado. Despertaba el apetito carnal de todos los varones de Londres. Pensó en todas las razones lógicas posibles pero, habiendo entre ellas tantas preguntas sin respuesta, no se le ocurrió ninguna.

Quería tenerlo de nuevo en la cama, en ese preciso instante. El rubio era increíblemente bello, tan despojado de artificios, tan confiado... Quiso excitarlo y reconfortarlo y acariciarlo, quiso hacerle sentir cosas que jamás hubiese creído posible. Y, después, tenerlo abrazado durante horas mientras dormía, y custodiar su sueño.

De pronto, esta obsesión se había abatido sobre él, esta necesidad de verlo todos los días, todas las noches y, al mismo tiempo, con cada fibra de su ser supo que era un sentimiento permanente. Ya no podía imaginar el futuro sin el kitsune.

Sasuke apartó las sábanas y anduvo desnudo, de acá para allá, por el cuarto, recogiendo las ropas caídas. Se vistió deprisa y corrió las cortinas de un verde apagado para mirar por la ventana. Afuera todavía era temprano y el sol matinal comenzaba a ascender sobre las chimeneas y los altos tejados de la ciudad.

La pequeña casa estaba en silencio y el único ruido lo constituían los pasos de la doncella que cruzaba el vestíbulo de la entrada. Al ver a Sasuke bajando la escalera, la muchacha se sonrojó y lo miró con recelo.

—Milord —dijo—, si quiere un poco de té y algo para desayunar...

—¿Dónde está mi esposo? —interrumpió él con brusquedad.

La doncella retrocedió uno o dos pasos a medida que él se acercaba, sin saber si considerarlo un demente o no.

—El señora Uzumaki fue al teatro, señor. Tiene ensayo todas las mañanas.

El Capital. A Sasuke le irritaba que Naruto no lo hubiese despertado antes de marcharse. Pensó en seguirlo y enfrentarse con el blondo de inmediato. Tenían mucho de qué hablar. Por otra parte, tenía que ocuparse de ciertos asuntos, uno de los cuales, y no el menos importante, tenía que ver con Sakura. Miró, ceñudo, a la nerviosa criada.

—Diga al señor Uzumaki que me espere esta noche.

—Sí, milord —respondió la muchacha, retrocediendo mientras él iba hacia la puerta.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Había sido una mañana endiablada en el Capital. Naruto sabía que estaba actuando mal en el ensayo, y que Neji estaba exasperado a más no poder. Le costaba recordar su parte. Le resultaba imposible concentrarse en el personaje que debía representar o dar entrada a los parlamentos de los otros actores. Además de un dolor de cabeza que lo cegaba, sentía inflamada cada una de las partes de su cuerpo... y, por sobre todo, su mente estaba llena de imágenes de la noche pasada y de lo que había hecho.

En un momento de irreflexión, había cometido un terrible error. La sensación de estar con Sasuke había sido tan buena... Él se sentía solo, vulnerable; añoraba el placer y el consuelo que el azabache podía brindarle. Y, sin embargo, a la cruda luz del día, todo era diferente. Una terrible pesadez se había instalado dentro de sí, sus secretos se escapaban, huían fuera de su alcance antes de que pudiese recuperarlos. Ni el ambiente familiar del teatro logró serenarlo. Tal vez ahora Sasuke creyese que tenía

derechos sobre él. Era preciso que le dejara en claro que sólo se pertenecía a sí mismo.

—No cometas el error de pensar que no puedo reemplazarte—le advirtió Neji por lo bajo, mientras el rubio tropezaba torpemente en otra escena más—. Todavía no es demasiado tarde para que confíe esta parte a Kiba. Si no empiezas a demostrar cierto interés en lo que estás haciendo...

—Dale la parte a él, si quieres —replicó Naruto, lanzándole una mirada corrosiva—. En este momento, no me importa.

Neji no estaba acostumbrado a este tipo de rebelión y tironeó, distraído, de su cabello castaño. Sus ojos perlas echaron chispas de ira.

—Haremos la escena otra vez —dijo, entre dientes. Hizo un gesto imperioso a los otros actores que estaban sobre el escenario: Utakata, Kiba y el viejo Jiraya

—. Entre tanto, les sugiero que vayáis a la sala de espera y repaséis vuestras líneas. A estas alturas, no calificaría vuestras actuaciones más que un punto o dos por encima de la del señor Uzumaki.

En medio de algunas protestas, el pequeño grupo hizo lo que le decía, aliviado de poder escapar a la tensión que se vivía ese día en escena. Neji se volvió hacia Naruto.

—¿Lo hacemos? —preguntó el castaño con frialdad.

Sin decir palabra, Naruto fue hacia la izquierda, desde donde tenía que hacer su entrada.

En esa escena, los dos personajes principales, Chris y James, se hallaban en las primeras angustias del amor. Era de suponer que Chris, que había vivido protegido, estaba encantado con la libertad que le brindaba pasar por un criado. Por otra parte, le afligía sentirse atraído por un simple lacayo pero era incapaz de resistir el impulso de arrojar toda precaución al viento.

El rubio hizo su entrada esforzándose por expresar algo de la mezcla entre ansiedad e incertidumbre de su personaje... hasta que vio la alta y atractiva figura de James, que lo esperaba. Lanzó una carcajada de excitación y corrió hacia él para arrojarse en sus brazos.

—No creí que vinieras —dijo el ojiperla, haciéndolo girar alrededor, y dejando que los pies del kitsune tocaran el suelo.

Le apartó un mechon de la cara como si no pudiese creer que el rubio fuese de verdad.

—No quise venir —repuso Naruto, agitado—. Pero no pude evitarlo.

Con aparente irreflexión, el mayor se inclinó para besarlo. Naruto, por su parte, cerró los ojos sabiendo qué le esperaba. Lo habían besado muchas veces sobre el escenario, cada vez que una escena lo marcaba, tanto Neji como Utakata e, incluso, una vez, el Jiraiya, que hacía el papel de un anciano monarca casado con un novio joven y bello. Por muy apuesto que fuese Neji, sus besos nunca habían conmovido a Naruto. Los dos eran demasiado profesionales para que eso sucediera. No era necesario que sintieran algo para convencer al público.

Sintió que los labios de él tocaban los suyos pero, de repente, el recuerdo de la noche anterior apareció en su mente como un relámpago: el calor de la boca de Sasuke, la presión de sus brazos que lo apretaban contra su cuerpo, la pasión que lo había arrasado...

Naruto se apartó de Neji ahogando una exclamación y mirándolo, aturdido, mientras se tocaba los labios con los dedos temblorosos.

El personaje de James desapareció y en su lugar se vio la conocida expresión de Neji. El castaño estaba confundido y meneaba lentamente la cabeza. En su voz vibraba una nota de cólera:

—¿Qué demonios te pasa?

Naruto le dio la espalda y se frotó los brazos, agitado.

—i¿Acaso no tengo derecho a estar en un mal día, como cualquier otra persona?! Nunca eres tan áspero con los otros cuando tienen inconvenientes con una parte.

—Espero más de ti.

—Tal vez en eso consista tu error —replicó el blondo de inmediato. La mirada del Hyuga perforó la espalda de Naruto.

—Es evidente que sí.

El rubio inspiró una profunda bocanada de aire y se volvió hacia el mayor. —¿Quieres volver a probar la misma escena?

—No —respondió Neji con acritud—. Ya me has hecho perder demasiado tiempo hoy. Tómate la tarde libre; yo trabajaré con los otros. Y te advierto que sí, para mañana, no estás en perfectas condiciones, daré tu personaje a otro. Esta obra significa muchísimo para mí. Que me condenen si permito que alguien la estropee.

Naruto bajó la mirada, sintiendo el aguijón de la culpa.

—No te decepcionaré de nuevo. —Será mejor que no.

—¿Digo a los otros que vuelvan?

Neji asintió y, con el rostro inescrutable, le indicó por señas que se marchara.

Naruto lanzó un suspiro y salió del escenario hacia el lateral. Se masajeó las sienes y los ojos, tratando de disipar su dolor de cabeza.

—¿Señor Uzumaki?

Irrumpió en sus pensamientos una voz de hombre joven y vacilante.

Naruto se detuvo y miró a quien le había hablado: era Sai, un escenógrafo de talento excepcional. Armado de su pintura y sus pinceles, había creado algunos de los más bellos bastidores, piezas tridimensionales y telones de fondo que Naruto hubiese visto nunca. También otros teatros habían reconocido el talento de Sai e intentado arrebatárselo al Capital, obligando a Neji a pagarle un salario insólitamente alto para asegurarse sus servicios exclusivos. Sai había informado a Neji y a todos los demás trabajadores del Capital, haciendo gala de su habitual jactancia, que él bien valía lo que ganaba. Casi todos ellos estuvieron de acuerdo, para sus adentros.

Sin embargo, ese día la expresión engreída de Sai estaba ausente y su actitud era de inseguridad. Estaba en la sombra, llevaba en sus manos un pequeño envoltorio y su mirada era suplicante.

—Señor Uzumaki —repitió, y Naruto se acercó a él.

—¿Si Sai? —le preguntó el kitsune con cierta preocupación—. ¿Sucede algo malo?

El pelinegro alzó sus hombros y apretó con más fuerza el paquete.

—No exactamente. Quisiera pedirle algo... si no le molesta... —se interrumpió, lanzó un explosivo suspiro y su rostro agradable se crispó en una expresión de duda—. No tendría que haberlo molestado. Por favor, señor Uzumaki, olvídelo...

—Dígame —insistió el rubio sonriéndole para darle ánimos—. No creo que sea tan terrible.

Con semblante de trágica resignación, Sai le tendió el paquete envuelto en papel.

—Por favor, dé esto al joven Inuzuka.

Naruto aceptó el objeto que le tendía y lo sostuvo con cuidado.

--¿Es un regalo para Kiba? Si me disculpa por preguntárselo, ¿por qué no lo entrega usted mismo?

El rostro delgado del azabache se cubrió de rubor

—Todos sabemos que usted es el mejor amigo de la Kiba. Usted le agrada y él le tiene confianza. Si usted quisiera darle esto y hablarle en mi nombre…-

Naruto comenzó a comprender.

-Sai—preguntó con dulzura—, ¿acaso siente usted un interés romántico hacia Kiba?

El otro dejó caer la cabera y lanzó un gruñido afirmativo. Su evidente sinceridad conmovió a Naruto.

—Bueno, no me sorprende. El es un doncel atractivo, ¿verdad?

—Es el muchacho más adorable, más encantador que he visto jamás —barbotó Sai—.

Es tan maravilloso que no puedo armarme de suficiente valor para hablarle. Cuando él está cerca, siento mis rodillas como si fuesen de gelatina y no puedo respirar, casi. Y él, por su parte, no sabe que existo, siquiera.

Naruto sonrió con simpatía.

—Si conozco bien a Kiba, estoy seguro de que preferiría que usted lo abordase en persona...

—No puedo. Es demasiado importante. Ya he pensado en confesarle lo que siento,pero... él podría reírse de mí o compadecerme...

—No, yo le aseguro que él no es de esa clase —se apresuró a decirle Naruto—. Kiba se sentiría muy afortunado de que un hombre como usted se interesara por él.

El mas alto negó con la cabeza y cruzó y descruzó los brazos.

—Yo no soy un caballero elegante —dijo pesaroso—. No tengo ropas finas ni una gran mansión... y no tengo demasiadas expectativas. El no me querrá.

—Usted es un buen hombre y un pintor de maravilloso talento —replicó Naruto, como para darle confianza, aunque por dentro sospechó que tal vez tuviese razón.

Kiba siempre se había dejado convencer por brillantes promesas y obsequios tentadores. En los últimos años, habían pasado por su vida una sucesión de hombres hastiados que lo usaban para satisfacer sus propios placeres egoístas y luego lo abandonaban sin el menor remordimiento. Además, era preciso tener en cuenta el enamoramiento sin esperanzas que Kiba tenía por Neji, quien, por cierto, jamás pensaría, siquiera, en una relación con el canino. Kiba no había ocultado el hecho de que le atraían los hombres poderosos. Qué bueno sería que se enamorase de alguien como Sai, un hombre joven y sincero que, si bien no era rico, lo respetaba y lo amaba.

—Le daré su regalo a Kiba —dijo Naruto, en tono firme—. Y le hablaré en su nombre, Sai.

De algún modo, el semblante del azabache reflejó alivio y desesperación al mismo tiempo. —Gracias... aunque, de todos modos, es una causa perdida.

—No dé eso por seguro —dijo Naruto, tocándole el hombro a manera de consuelo—.

Veré qué puedo hacer.

—Que Dios lo bendiga, señor Uzumaki —dijo el mayor, y se alejó con las manos en los bolsillos.

Naruto se encaminó hacia la sala de espera, donde encontró a los demás actores ensayando por su cuenta. Les dirigió una sonrisa avergonzada.

—El señor Hyuga quiere que vuelvan al escenario. Lo lamento, pero creo que lo puse de muy mal humor. Les ruego que me disculpén.

—No es necesario que te disculpes —le aseguró el Jiraiya, y sus patillas se movieron al ritmo de su risa—. Todos tenemos nuestros días difíciles de vez en cuando, hasta una gran actor como tú.

Naruto sonrió agradecido e hizo una seña a Kiba mientras los demás salían de la sala.

—Ven aquí, un momento... tengo un regalo para ti.

-¿Para mí? —preguntó Kiba, frunciendo la frente—. No es mi cumpleaños.

—No es de parte mía sino de un admirador secreto.

—¡¿En serio?! —se asombró Kiba que, contento y halagado, jugueteó mostró una sonrisa—¿De quién es, Menma?

Naruto le tendió el paquete.

—Ábrelo y mira si puedes adivinar.

Kiba le arrebató el envoltorio, riendo de excitación, y desgarró el papel con infantil regocijo. Después de haber destruido varias capas de papeles protectores, las dos contemplaron con deleite el regalo. Era un pequeño y exquisito retrato de Kiba, con su piel luminosa, sus mejillas sonrosadas y una dulce sonrisa en sus labios. Era una interpretación idealizada, pues había representado su figura un poco más esbelta de lo que era en realidad, sus ojos un poco más grandes, pero no cabía duda de que era un retrato de Kiba. La habilidad y el talento del artista eran notables, y la obra resultante era un trabajo de delicados matices que captaba la esencia alegre del sujeto.

—Es maravilloso —murmuró Naruto, pensando que Sai podría tener un futuro en la pintura, más allá de la escenografía.

Kiba observó el retrato con evidente placer.

-¡Es demasiado bello para tratarse de mí! Bueno, casi.-

Naruto tocó con cuidado el borde del marco dorado.

—Es obvio que lo ha pintado alguien que te ama. Por completo perplejo, Kiba movió la cabeza.

-¿Quién puede ser?

Naruto le lanzó una mirada significativa.

-¿Conoces a algún caballero capaz de pintar algo así?

—A nadie por aquí, aunque... —Kiba estalló en una carcajada incrédulo—. ¡No me digas que se trata de Sai! Oh, por Dios, él no se parece en nada al tipo de hombre en quien yo suelo interesarme.

—Eso es verdad. Él es honesto, trabajador y respetuoso: bien diferente de los hombres disipados de quienes te quejas desde hace tanto tiempo.

—Al menos, ellos son capaces de mantenerme.

—¿Qué te dan ellos? —preguntó Naruto con suavidad—. ¿Algún regalo? ¿Una o dos noches de pasión? Después, desaparecen.

—Es que todavía no he encontrado al más apropiado.

—Tal vez, ahora sí lo hayas encontrado.

—Pero, Menma, es un escenógrafo...

Naruto miró a su amigo directamente a los ojos obscuros y rasgados.

—Sé bondadoso con Sai, Kiba; estoy convencido de que él te quiere de verdad.

El canino doncel se sintió incómodo y frunció el entrecejo.

—Le agradeceré el retrato.

—Sí, habla con él —lo animó Naruto—. Quizá descubras que te agrada. A juzgar por su obra, es un hombre de espíritu profundo; además, es bastante apuesto.

—Puede que tengas razón —dijo Kiba, pensativo. Echó una mirada más prolongada al retrato y se lo dio a Naruto—. No debo hacer esperar al señor Hyuga. ¿Tendrías la bondad de dejar esto en mi camarín?

—Claro.

Mientras Kiba se alejaba, Naruto cruzó los dedos. Una sonrisa irónica se extendió por su cara. El estaba convencido de que era un doncel mundano, cínico casi; sin embargo había una parte de él que era incurablemente romántico. Esperaba que

Kiba encontrase el amor en alguien que lo apreciara y no le importase cuáles fuesen sus defectos ni qué errores hubiese cometido en el pasado. Naruto reconoció con amargura que se sentiría mejor sabiendo que alguna otra persona era feliz en el amor, por más que su propia situación fuese desdichada.

Notas finales:

Aclaraciones:

** Los donceles - en este fic xD- pueden sangrar al perder la virginidad

La pareja es un poco -mucho- crack

Gracias por leer y perdón por la tardanza D:

 


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