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My unknown husband por frizzante gatto

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—¡Dios!—exclamó  Itachi, sin poder despegar su vista del fuego que había comenzado en un costado del escenario—. ¡Sasuke, tenemos que salir de aquí!

En los palcos arriba, abajo y alrededor de ellos, se había desatado una locura porque el público había percibido qué estaba sucediendo. Las personas forcejeaban, desesperadas, empujándose y corriendo en una salvaje lucha por escapar de esa trampa mortal. Algunas personas lanzaban gritos de horror, mientras otras bramaban y daban golpes tratando de abrirse camino a través del tumulto.

Sasuke vio el fuego en el escenario y comprendió que sería un milagro si lograban detenerlo. Los recipientes con agua que había arriba no parecían ser de mucha utilidad, a pesar de los esfuerzos desesperados que hacían los miembros del personal para apagar el fuego. Rojas llamas avanzaban arrastrándose por los paneles pintados y devoraban el telón de fondo, arrojando fragmento de escenografía enroscado y ardiendo sobre el escenario. En medio del humo y la lluvia de fuego, Sasuke pudo ver la silueta esbelta de Naruto que se arqueaba y se doblaba con un paño empado en la mano tratando de mantener a raya las llamas. Él sintió que el terror y la furia lo inundaban al ver que el kitsune se había quedado junto con los varones del elenco y del personal de mantenimiento para combatir el fuego.

—¡Maldita seas, Naurto! —gritó, aunque su grito se perdió en medio del rugido asustado de la muchedumbre.

La urgencia por llegar al menor barrió cualquier otro pensamiento consciente.

Salió corriendo del palco y se abrió paso hacia una de las dos escaleras gemelas que llevaban al vestíbulo principal del teatro, en la planta baja. Las escaleras estaban atiborradas de personas que se retorcían y gritaban. Itachi iba pisándole los talones, siguiendo al hermano menor que se precipitaba al medio de la confusión.

—Probemos de salir por la entrada lateral —jadeó Itachi—. Hay allí menos gente que en la de adelante.

—Tú ve por allí —le dijo Sasuke por encima del hombro—. Yo vuelvo dentro.

—¿Para qué? ¿Por Naruto? Él está,rodeado de una cantidad de personas que están en perfectas condiciones de cuidar de él. Cuando llegues al escenario, él ya estará fuera... ¡y es muy probable que tú quedes atrapado!

—Él no se irá —repuso Sasuke, manteniéndose cerca del pasamanos y empujando para poder avanzar unos pasos más.

El esfuerzo de seguirlo hizo resollar a Itachi.

—¡Cualquiera que sea lo bastante tonto para quedarse dentro de este horno se merece lo que pueda sucederle! —lanzó un taco al comprobar que su hermano no le prestaba atención. ¡Que me condenen si voy contigo! Yo no soy como tú: no hay en mí un ápice de heroico!

—Yo quiero que te vayas.

—No —replicó Itachi, indignado—. Con la mala suerte que tengo, tú morirás en el fuego y entonces... ¡seré yo quien deba cumplir el papel de hijo legítimo, responsable!¡Diablos, prefiero correr el riesgo aquí!

Sin hacer caso de las quejas de su hermano, Sasuke siguió bajando la escalera y saltó por encima del pasamanos cuando quedaban pocos metros para llegar. Itachi lo siguió hacia el medio de la multitud, en dirección a las puertas que daban al foso de la orquesta. Era casi imposible abrirse paso en medio del violento empuje de la turba, pero ellos se las ingeniaron, avanzando metro a metro, hasta que quedaron en el centro del infierno. En el aire vibraba el pánico descontrolado.

Al saltar sobre las filas de asientos en su afán por llegar al escenario, Sasuke pudo ver a Naruto. Vio que golpeaba las llamas con vigor, tratando de evitar que se extendieran a los telones. Los hombres de mantenimiento trabajaban cerca, retirando las piezas inflamables que formaban parte de la escenografía y volteaban los paneles para evitar que el fuego alcanzara la pieza del frente y los andamios de arriba. Sasuke sintió deseos de estrangular a su esposo por haberse expuesto a semejante riesgo y, tras avanzar con dificultad por el contorno del foso de la orquesta, trepó al escenario.

Medio ennegrecida por el humo y los vapores, Naruto golpeaba las llamas amarillas que corrían por el escenario, mientras fragmentos de ascuas le asaeteaban los brazos. Le ardía el aire en la garganta inflamada, que salía despedido de su boca en airados sollozos articulando una negación. No debía permitir que se destruyese el teatro, que significaba más para él de lo que había imaginado. Tenía vaga conciencia de la presencia de Neji cerca de su persona, debatiéndose como enloquecido para salvar lo único que le importaba. El castaño no podría sobrevivir si perdía el Capital, se quedaría allí, aunque el teatro ardiese hasta los cimientos.

La fatiga hacía temblar los brazos de Naruto; sentía que su cuerpo se balanceaba, succionado por las ráfagas de calor. Oyó que alguien, desde cerca, le gritaba una advertencia pero no interrumpió su batalla por sofocar las llamas, que habían comenzado a devorar uno de los telones laterales. De súbito, algo lo golpeó con fuerza en el centro del cuerpo, oprimiéndole la cintura y los costados hasta hacerle perder el aliento. Se encogió de dolor y de susto, y no pudo moverse para defenderse, pues alguien lo arrastró varios metros. Sintió un ruido crujiente y sibilante en sus oídos, que se mezcló con el pesado latido de su pulso.

Apartó de sus ojos un mechón de cabello empapado de sudor y, entonces, vio que el personal de mantenimiento había volteado el panel de la derecha del escenario. Naruto vio que había estado en el camino de su caída, y que una persona lo había sacado de un tirón de ese sitio, la misma persona que, en ese momento, estaba sacudiéndole la ropa y cuya mano iba descendiendo con golpes demoledores ensus piernas. Trató de librarse de ese alguien, tosiendo y respirando con dificultad, hasta que vio, con un estremecimiento de horror, que algunos fragmentos del telón de fondo ardiendo habían prendido fuego a su ropa.

Una vez que hubo extinguido el fuego en la tela de sus prendas, su salvador se enderezó y su semblante se irguió sobre el del menor, sombrío y enfurecido. Recortado contra un fondo de fuego y humo, parecía un demonio. El sudor hacía brillar su rostro niveo, su pecho se elevaba a impulsos de inhalaciones profundas y ávidas.

—Sasuke —dijo el rubio, sintiendo sus labios ateridos al pronunciar el nombre del azabache. Daba la impresión de que el mayor tuviese ganas de matarlo. Sus manos se cerraron como prensas, rodeándolo, y comenzó a arrastrarlo fuera del escenario, sin hacer caso de sus protestas.

—¿Menma? —oyó e que le llamaba Neji, desde muy cerca. El ojiperla hizo una pausa en sus esfuerzos por contener el fuego y entrecerró sus ojos hasta convertirlos en dos ranuras, al pasar la mirada del rubio al azabache—. ¡Por el amor de Dios, sáquenlo de aquí!

—Para mí será un placer —musitó el aludido.

Naruto hizo una mueca por el dolor producido por el modo en que lo sujetaba su esposo, pero se dejó sacar del escenario en dirección a la sala verde.

—Por aquí —pudo decir Naurto, hasta que lo acometió un acceso de tos. Lo guió por la parte de atrás del teatro, y sólo se detuvo cuando notó que había alguien más con ellos. Al volverse para ver, fugazmente, quién era, se encontré con un hombre que guardaba una asombrosa semejanza con Sasuke. No podia ser otro que su hermano—. ¿Lo... lord Itachi? —tartamudeó.

—Sí, es Itachi—confirmó Sasuke, impaciente—. Más tarde, tendremos tiempo para las presentaciones. Salgamos.

Naruto, demostrando, con una expresión ceñuda, su disgusto hacia la actitud autoritaria del Uchija menor, se encaminó hacia la puerta que daba a la calle. Estuvo a punto de chocar con una persona menuda que se precipitaba dentro. Era Kiba, que bullía de alivio, pánico y excitación, al mismo tiempo.

—¡Menma! —exclamó, agradecido—. Cuando advertí que no estabas afuera, supe que debía volver a buscarte... —se interrumpió al ver a los dos hombres altos, de cabello oscuro, que estaban detrás de su amigo rubio, y una sonrisa leve y graciosa iluminó su semblante—. Al parecer, ya has sido rescatado. ¡Ya veo que yo debería haberme quedado dentro del teatro, esperando a que me rescatasen a mí también!

Itachi se adelantó galante y le ofreció un brazo para escoltarlo.

—Le admiro, por haber tenido la sensatez de salir de inmediato, señorito...

—Inuzuka —respondió el canino, y su mirada intensa no perdió detalle de la elegancia del atuendo y de lo apuesto que era ese joven moreno—.Kiba Inuzuka.

—Lord Itachi Uchiha—dijo él, presentándose con ademán pomposo—. A su servicio, señorito Inuzuka.

Sasuke puso los ojos en blanco y dio un empellón a Naruto para hacerlo salir, donde el aire era fresco y puro. Irritado por lo brusco del trato, el rubio se apartó del azabache en cuanto sus pies se posaron en el pavimento.

—No es necesario andar cargándome como si fuese un saco de cebada —le reprochó el kitsune, entre dientes, sin prestar atención a las otras personas que merodeaban por la pequeña calleja, en la parte de atrás.

—Tendrás suerte si no hago algo peor contigo. ¡Mira que ponerte en peligro sin ningún motivo.!

—¡Yo quería quedarme! —replicó el blondo, vehemente—. Tenía que prestar toda la ayuda que pudiera. ¡Si ese teatro se hubiese quemado, a mí no me quedaría nada!

—Te quedaría la vida —señaló el moreno, en un tono que quemaba.

Otro acceso de tos le impidió replicar, aunque Naruto logró lanzarle una mirada furibunda, con sus ojos acuosos e irritados.

Al contemplar el rostro enrojecido de Naruto, sus mejillas manchadas de sudor y hollín,Sasuke sintió que parte de su enfado se desvanecía. Jamás había visto a nadie tan valiente y vulnerable al mismo tiempo. Se las ingenió para encontrar un pañuelo dentro de su chaqueta y, acercándose al menor, comenzó a limpiarle la suciedad para ver las tres marquitas que tenía en las mejillas.

—Quédate quieto —murmuró el Uchiha, rodeándolo con un brazo cuando el menor intentó apartarlo.

Un momento después, sintió que la rígida espalda del rubio empezaba a aflojarse. Naruto alzó un poco la cara para facilitar la tarea. Sasuke empleó una punta limpia de su pañuelo para secarle los ojos.

—Itachi—murmuró el menor de los uchihas , captando los intentos de su hermano por coquetear con el actor de cabello castaño que estaba cerca de ellos—, trata de encontrar a nuestro cochero en la parte del frente del teatro y dile que traiga el coche aquí.

—Sería más práctico conseguir un coche de alquiler —dijo Itachi , indudablemente sin ganas de alejarse de la compañía de Kiba—. Apostaría a que la calle del frente esté atestada de personas, caballos, coches... sería un milagro si yo encontrase...

—Tú ve y hazlo —interrumpió Sasuke, cortante.

—Está bien, está bien —dijo el mayor, y miró a Kiba con sonrisa esperanzada—. No te marches. No te muevas de aquí: pronto volveré.

Kiba le respondió con risillas afectadas, fingió que lo saludaba y se quedó admirándolo mientras el moreno se alejaba.

Naruto miró a su esposo con expresión inescrutable.

—No sabía que estarías aquí esta noche.

Después de la dura prueba por la que había pasado dentro, sus nervios estaban a punto de estallar; sin embargo, pese al peligro que había corrido y a la angustia por lo que todavía estaba sucediendo dentro, se sintió extrañamente reconfortado. Tuvo la impresión de que en el mundo no existía lugar más seguro que los brazos de Sasuke.

El suave pañuelo siguió moviéndose sobre su rostro en cuidadosas pasadas.

—No tuve tiempo de enviarte un mensaje —repuso Sasuke—. Fui a buscar a Itachi a

Warwickshire y volví a Londres tan pronto como pude.

El rubio se encogió de hombros, como si le resultase indiferente.

—Podrías haberte quedado en el campo. A mí no me importaba que regresaras.

— A mí me importaba: yo quería verte, sobre todo en tu noche de estreno.

Los labios de Naruto dibujaron una mueca amarga. La obra estaba en ruinas; el fuego había impedido lo que podría haber sido un paso significativo en su carrera. Y lo peor de todo era que el teatro y los sueños que en él se albergaban podrían quedar reducidos a cenizas antes de que acabase la noche.

—Todo un espectáculo, ¿verdad? —dijo el blondo, desalentado.

—Más de lo que hubiese esperado —admitió el azabache, con ligera sonrisa.

Sasuke parecía entender lo que el Namikaze sentía: el miedo y la dolorosa conciencia de que la vida nos tenía reservados esta clase de giros. Después del duro trabajo y del sacrificio que había puesto Naruto, no era justo que todo pudiese quedar destruido con tanta facilidad. El rubio contempló esos ojos negros con destellos- a veces- carmesí, impresionado por la calma y la fortaleza del Uchiha y por la intuición de que Sasuke no temía a nada. Esa noche, el moreno le había salvado la vida o, al menos, había impedido que sufriese daños. ¿Por qué se había arriesgado por su persona? Tal vez sintiera que le debía su protección porque, desde el punto de vista formal, era su esposo.

—Gracias —pudo decir Naruto—. Gracias... por lo que hiciste.

Sasuke recorrió la trémula curva de la mandíbula del contrario con su pulgar y con la yema de su dedo índice.

—No dejaré que nada malo te suceda, nunca.

Naruto sintió como si los dedos del moreno le quemasen la piel. Trató de bajar la cara pero Sasuke no se lo permitió. Dentro del blondo la emoción y las sensaciones se desplegaron y su cuerpo reaccionó al contacto contrario de manera instantánea. Sasuke iba a besarle. Naruto se sintió impresionado por lo mucho que lo deseaba, por lo intenso de la tentación de aflojarse, de entregarse a al otro. El rubio siempre había recelado de los hombres de fuerte voluntad pero, en ese momento, representaba un bendito alivio que el azabache se hiciera cargo de él.

—Tienes un sólido sentido del deber —susurró el kitsune—. Pero no es necesario que...

—Esto no tiene nada que ver con el deber.

Por la puerta del teatro se asomó otro rostro.

—¡Señorito Kiba! ¡Gracias a Dios! He estado buscándolo por todos lados .Está usted bien? ¿Se ha lastimado?

Al volverse, Naruto vio a Sai, el escenógrafo, que corría hacia Kiba y lo aferraba por los hombros, llevado por un impulso. Estaba sucio, manchado, un desgarrón en el hombro de la camisa. En conjunto, tenía la apariencia de un héroe.

—Estoy perfectamente bien —le dijo Kiba, sorprendido y complacido al verse objeto de tan ferviente admiración—. No tenía por qué preocuparse, Sai...

—No podía soportar la idea de que usted hubiese sufrido algún daño!

— Sai—dijo Julia, interrumpiendo sin poder contenerse—, ¿cómo está el teatro? ¿Qué está sucediendo dentro?

Sai respondió sin quitar el brazo con que rodeaba a Kiba; éste, por su parte, no parecía descontento con la actitud del contrario.

—Creo que ahora, el fuego está bajo control. Tengo entendido que algunas personas resultaron heridas en la desbandada que se produjo para salir del edificio pero, hasta el momento, no he oído hablar de ninguna muerte.

—Gracias a Dios —dijo Naruto, abrumado por el alivio—. ¿Eso significa que, después de algunas reparaciones, el Capital podrá abrir de nuevo?

—Más que unas reparaciones —respondió el escenógrafo, pesaroso—. Lo más probable es que hagan falta meses de trabajo... y sólo el diablo sabe de dónde saldrá el dinero. Yo diría que, por lo que resta de la temporada, estamos acabados.

—Oh —exclamó Naruto, preso de una extraña desorientación. Se sentía despojado de toda sensación de seguridad. ¿Qué ocurriría luego? ¿Neji decidiría suspender la paga de los actores por el resto de la temporada? Si bien tenía algunos ahorros, quizá no fuese suficiente para aguantar todo el tiempo que fuese necesario.

La voz alegre de Itachi interrumpió sus pensamientos cuando el muchacho reapareció en escena y dijo a su hermano:

—El cochero traerá el coche, hermano. En cuanto a mí, prefiero no esperar. Tengo ganas de beber algo fuerte y de tener a un mozo entre mis brazos.

Echó una mirada especulativa a Kiba, captando la indecisión en su semblante y la expresión de desafío y recelo del joven que lo tenía abrazado.

—El señorito Inuzuka no pertenece a esa clase de donceles.—dijo Sai, tenso, prolongando el abrazo con gesto protector.

En el rostro de Kiba se leían con claridad los pensamientos, mientras miraba, ora a uno de los hombres, ora al otro... Sai, tan sincero y esperanzado, y lord Itachi Uchiha, endiabladamente apuesto e irresponsable. Con movimientos lentos, se deshizo del brazo con que Sai lo tenía asido.

Cuando Naruto vio lo que Kiba estaba por hacer, sintió un hondo abatimiento. El castaño nunca había sido capaz de resistir a un apuesto lord, aun cuando fuese evidente que lo único que éste pretendía era una noche de entretenimiento en compañía. Naruto deseó para sí que su amigo no hiciera la elección equivocada. Itachi arqueó una ceja mientras observaba a Kiba, y en sus ojos brillaba una pícara incitación.

—¿Le gustaría acompañarme a una noche de diversión, bonito muchacho?

Kiba no necesitaba más invitación. Echó una mirada de pesar a Sai y se acercó a Itachi. Una sonrisa atrevida curvó sus labios y puso su mano sobre el brazo de él.

—¿Adónde iremos primero? —preguntó, haciendo reír al Uchiha mayor.

Él se despidió de su hermano con un murmullo y tomó la mano rígida de Naurto en la suya inclinándose sobre ella en demostración de galantería.

—Mis más respetuosos saludos, señor... Uzumaki —saludó, demostrando, con su actitud, que conocía bien la verdadera identidad de Naruto.

El rubio, molesto por su desfachatez, no respondió a su sonrisa.

El rostro de Sai permaneció inexpresivo, con su vista clavada en Kiba, que se alejaba con el moreno a buscar un coche de alquiler.

—Lo lamento —dijo Naruto en voz baja.

El escenógrafo asintió y compuso una breve sonrisa desesperanzada. Con la frente crispada,

Naruto lo vio volver al interior del edificio. Echó a Sasuke una mirada acusadora.

—Podrías haber dicho algo a tu hermano. ¡Él debería haber dejado a Kiba en compañía de ese hombre decente que sin duda lo quiere!

—El muchacho tuvo libertad para elegir.

—Bueno, pues ha hecho la elección equivocada. ¡Tengo grandes dudas de que tu hermano albergue intenciones honorables con respecto a él!

—Yo tiendo a coincidir con esa suposición —dijo Sasuke con sequedad—. En la mente de Itachi hay sólo una cosa, y tu amiguito ha dejado bien en claro que estaba muy dispuesto a complacerlo—y, al ver que se acercaba su coche, lo señaló con la cabeza en un gesto decidido—.Aquí está el cochero. Ven.

El mnor negó, automáticamente, con la cabeza.

—Debo volver a entrar para ver...

—Esta noche, ya no puedes hacer nada aquí. Ven: no me iré sin ti.

—Si estás pensando en repetir la actuación de la otra noche...

—Se ha cruzado ese pensamiento por mi cabeza —interrumpió Sasuke, con los ojos chispeantes de malicia—. Pero no pensaba insistir en ello. Si prefieres, no haremos más que beber una copa y conversar. Abriré una botella de un Armagnac francés de veinticinco años... es el mejor coñac que hayas probado jamás.

El ofrecimiento tenía su atractivo, por decirlo con levedad. No era el coñac lo que lo tentaba sino, más bien, la alarmante necesidad de contar con la compañía del moreno, con el consuelo que eso le brindaría. No estaba seguro de poder confiar en sí mismo estando cerca del Uchiha, y menos en su presente estado de ánimo.

—No debería.

—¿Tienes miedo de quedarte a solas conmigo?eh gatito! —preguntó el azabache en forma de reto.

Esto ya no era sólo un ofrecimiento: era un desafío. Naruto sostuvo la mirada directa de Sasuke y sintió que la temeridad se agitaba en su interior. La noche se había hecho trizas y tendría que enfrentar el mañana cuando llegase. Por el momento, un trago fortificante y la compañía de lord  Sasuke eran lo que más quería.

Fue hacia el moreno con pasos lentos.

 

—Estoy seguro de que después lo lamentaré.

 

Notas finales:

Gracias por leer y perdón las faltas de ortografía 


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