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My unknown husband por frizzante gatto

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Fatigado después de una noche de insomnio, Naruto se vistió y caminó hasta el Teatro Nuevo . A hora tan temprana de la mañana no había curiosos a la vista. Entró en el teatro y vio a Neji solo sobre el escenario. Tenía el rostro vuelto hacia el telón de fondo recién pintado y estaba observándolo Había algo en su postura que revelaba su preocupación por otros asuntos, que en su mente persistían pensamientos que nadie tendría el privilegio de conocer.

Al oír a Naruto que se acercaba al escenario, Neji volvió su mirada hacia el rubio y no demostró sorpresa al verlo llegar tan temprano. Lo ayudó, con mano firme, a subir a las tablas y luego lo soltó.

—Tienes un aspecto horrible —le dijo.

—No he podido dormir —explicó Naruto, obligándose a esbozar una sonrisa cansada— Me atormentó la conciencia

—Harías bien en librarte de tu conciencia para siempre —aconsejó el castaño—. Yo lo he hecho hace años; desde entonces, duermo cada noche como un recién nacido. —Debes decirme cómo lo has hecho —dijo el menor, bromeando a medias.

—En otra ocasión. Tengo algunas novedades —dijo el contrario, con expresión inescrutable— Llegó un mensaje para ti al Capital; hace unos minutos lo han traído aquí. Al parecer, alguien de tu familia está enfermo.

—Mi madre —dijo Naruto, en forma automática, percibiendo que la preocupación imprimía a su corazón un tamborileo acelerado.

—Creo que se trata de tu padre. No conozco los detalles.

—Mi padre... —repitió Naruto, moviendo la cabeza, confundido—No puede ser. El nunca se enferma, él...

Guardó silencio, con la mirada al frente sin ver, sintiendo que todas las palabras que pugnaban por salir eran inútiles. Debía de estar sucediendo algo muy malo pues, de lo contrario, Kushina jamás habría mandado a buscarlo. Le resultaba imposible imaginar a su padre enfermo, acostado en su cama. Durante su infancia, Naruto jamás lo había visto sufrir ni un simple resfriado.

—¿Estás pensando en ir a verlo? —le preguntó el hyuga, sin inflexiones en su voz.

—No puedo... no hay tiempo... mañana por la noche estrenamos la obra.

—Cancelaré la función de mañana por la noche. Estrenaremos el martes que viene, por la noche.

Desasosegado, Naruto contempló los intensos ojos perla de él. Neji jamás cancelaba una función, pues esa regla formaba parte de sus estrictos códigos.

—¿Por qué? —preguntó el blondo, en voz baja.

Él ignoró la pregunta.

—¿Podrás regresar el martes?

—Sí, creo que sí —respondió Naruto, conmovido por la inesperada bondad de su jefe—. En tu lugar, casi ningún otro director habría permitido que me marchara. Jamás habría esperado algo así.

Neji se encogió de hombros, restándole importancia.

—Si yo te obligara a quedarte, no estarías en condiciones de realizar una buena actuación.

—Podrías dar mi parte a Kiba —sugirió Naruto— Él la conoce toda. No hay necesidad de que suspendas la función de mañana por la noche.

—El papel es tuyo. Nadie podría hacerlo como tú. —Gracias, pero...

—Ve junto a tu padre.Trata de hacer las paces con él. Y vuelve pronto, o te reduciré la paga.

—Sí, señor —dijo Naruto, obediente, aunque el esfuerzo de Neji por parecer endurecido no lo engañaba. Le sonrió, agradecido

—Acabo de comprender que, en el fondo, eres un hombre bueno. Pero no te preocupes: no se lo contaré a nadie pues eso estropearía tu reputación.

Naruto emprendió el viaje de medio día a la propiedad Namikaze en el carruaje de Neji pintado de rojo oscuro; entre tanto, reflexionaba si debería haber informado a Sasuke que se marchaba de Bath. Le preocupaba la inquietante sensación que

debería habérselo confiado. ¿Estaría mal que deseara el consuelo que el azabache le brindaba? Sasuke podría comprender mejor que nadie los complejos sentimientos que abrigaba hacia su padre.

El recuerdo del tono amargo que había reinado en la despedida entre ambos le hizo encogerse y luego apretar las mandíbulas en gesto tozudo. Sasuke no le habría ofrecido su consuelo; lo más probable era que hubiese hecho algún comentario desdeñoso, diciéndole que bien podría arreglárselas solo con sus dificultades.Naruto pensaba que sería un hipócrita si estuviese repitiendo siempre lo mismo respecto de su libertad y su independencia y, después, recurrir al uchiha en busca de ayuda al primer problema.

A medida que el coche y los jinetes que lo acompañaban avanzaban por esa zona de colinas y se acercaban a la propiedad de los Namikaza, el apremio de Naruto se convertía en aprensión. Cayó en la cuenta de que tenía miedo de lo que podría encontrar en su casa familiar, de ver enfermo a su padre; estaba convencido de que su progenitor lo iba a echar de la propiedad en cuanto lo viese. La alta casa se encaramaba en las colinas como un águila oscura y espléndida, con sus torres que se elevaban hacia el cielo.

El vehículo se detuvo frente a la entrada principal. Un par de lacayos ayudaron a Naruto a bajar del carruaje, mientras otros sirvientes se ocupaban de los caballos y de mostrar al cochero dónde estaban los establos y la cochera. Antes de que Naruto hubiese llegado al primer peldaño, la maciza puerta se abrió y apareció en ella el mayordomo para recibirlo.

En pocos instantes, apareció Kushina que, sin hablar, estrechó a Naruto entre sus brazos.

—Mamá —exclamó Naruto, sorprendido, con su mejilla aplastada contra el lino azul plisado del vestido de su madre.

La salud de la peliroja siempre había sido muy inestable; sin embargo, Naruto nunca la había visto tan bien como en ese momento. De algún modo, su madre había hecho acopio de una fortaleza y de un propósito que no manifestaba desde hacía años. Todavía estaba demasiado delgada, pero los huesos ya no sobresalían en su cara y en sus ojos violeta se veía un brillo tranquilo. Al parecer, a Kushina le sentaba bien esta insólita situación en que su esposo la necesitaba a ella. Por una vez, él era el inválido y ella estaba a cargo de la dirección de la casa.

—Me alegra que hayas venido —murmuró Kushina—. Tenía miedo de que tus compromisos no te permitieran venir a visitarnos.

—¿Como está mi padre? —preguntó Naruto, mientras atravesaban juntos el vestíbulo de entrada hacia la escalera.

Daba la impresión de que la casa estaba amortajada; todo estaba silencioso y quieto hasta un punto que resultaba antinatural.

Kushina respondió con calma, aunque la ansiedad tensaba su rostro.

—Hace ya varios días tu padre tuvo que guardar cama a causa de una fiebre. Fue bastante grave, y el doctor dijo que ha debilitado todos sus órganos. No sabemos a ciencia cierta si va a vivir aunque ahora parecería que ha pasado lo peor.

—¿Se recobrará por completo?

—Según el médico, él nunca volverá a ser el mismo. La fiebre hubiese matado a un hombre menos fuerte que él. Minato necesitará cierto tiempo para recuperar sus fuerzas.

—Él no querrá verme —dijo Naruto, sintiéndose por dentro tan tenso como las cuerdas de un violín.

—Eso no es verdad. Ha estado preguntando por ti.

—¿Por qué? —preguntó, receloso—. Si él quiere repetir su opinión de que yo he arruinado mi vida y atraído la desgracia sobre la familia, yo ya soy consciente de...

—Dale una oportunidad —murmuró la mayor—. Naruto; tu padre ha pasado por una dura prueba y quiere ver a su único hijo. No sé qué quiere decirte pero yo te pido que te acerques a él con ánimo de perdonar.

Después de un titubeo, Naruto respondió:

—Lo intentaré.

Pesarosa, Kushina sacudió la cabeza.

—Si supieras hasta qué punto te asemejas a él. Yo estoy segura de que, a pesar de todo, tú lo quieres, pero no puedes hacer a un lado tu orgullo el tiempo suficiente para admitirlo.

—Por supuesto que lo amo —admitió Naruto, en actitud de desafío—, pero eso no borra las cosas que él me ha dicho y me ha hecho. El amor no impide que las personas se hagan daño.

Los dos guardaron silencio mientras subían la escalera. —¿Quieres refrescarte en tu cuarto? —le preguntó  Kushina.

—No, preferiría ver a mi padre de inmediato —respondió Naruto.

Estaba demasiado nervioso para esperar; su tensión crecía por momentos.

—Siempre y cuando mi padre esté lo bastante fuerte.

Kushina lo acompañó hasta la habitación de Minato.

—Naruto... —dijo ella con suavidad—, tienes que admitir el hecho de que las personas son capaces de cambiar. Incluso tu padre. Acercarse tanto a la muerte produce pavor.

Y yo creo que, en el caso de Minato, lo ha obligado a enfrentar ciertos sucesos de su pasado que él ha tratado de ignorar durante años. Por favor, sé bueno con él y escucha lo que tenga para decirte.

—Por supuesto. Mamá, no puedes pensar que voy a precipitarme dentro de su cuarto de enfermo y comenzar a lanzarle acusaciones.

Naruto se detuvo en la entrada y esperó a que entrara Kushina. La figura esbelta de su madre se recortaba contra la banda de sol que había logrado colarse entre las cortinas de color limón. Su madre se inclinó sobre el cuerpo delgado que estaba tendido sobre la cama, tocó el cabello de Minato y le habló con un murmullo.

Naruto observaba la escena, afligido por la ausencia de emociones en sí mismo. Su corazón estaba vacío y aterido, sin que lo agitasen la pena ni la ira. No podía convocar ningún sentimiento hacia su padre y eso lo desasosegada hasta lo más hondo.

Kushina levantó la mirada e hizo señas a Naruto para que entrase.     

Notas finales:

Perdón que sea tan corto D: el próximo será más largo 

Gracias :D 

Perdón sí hay alguna falta de ortografía 

¡Ah!


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