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My unknown husband por frizzante gatto

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Cuando Naruto regresó la mañana del martes, el elenco y el personal de Señor Engaño se reunieron en el Teatro Nuevo. Todos se sintieron gratificados al ver el que el ensayo resultaba animado y fluido. Ni aun Neji , el eterno perfeccionista, pudo ocultar su satisfacción. Dedicó unas frases de elogio al conjunto y los despidió temprano, de modo que tuvieran tiempo sobrado para descansar y prepararse para la función de estreno de esa noche.

Naruto no pudo menos que notar que algo había sucedido a Kiba durante su ausencia.

El canino actor parecía despedir chispas y emanaba de él un aire de juvenil impaciencia. Mientras aguardaba a recibir el pie que le indicaría su entrada, Kiba miraba con picardía a Sai y coqueteaba descaradamente con él. Sai, por su parte daba muestras de haber perdido por completo el interés en Ino y concentraba toda su atención en Kiba. Cada vez que los dos estaban cerca, el aire que los rodeaba crepitaba de tensión amorosa.

En cuanto terminó el ensayo, Naruto arrinconó a Kiba y lo miró con expectante sonrisa. —¿Y bien? —Quiso saber—. Entre tú y Sai ha ocurrido algo durante mi ausencia, y yo tengo que enterarme.

Una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Kiba.

—He llegado a la conclusión de que estabas en lo cierto. Merezco estar con un hombre que me aprecie. Una noche, ya tarde, después de que la compañía había cenado en el hotel, me acerqué a Sai, le susurré unas palabras dulces al oído y se derritió como mantequilla. ¡Él me ama, Menma! A Sai no le importa quién soy yo ni lo que haya hecho y cuando le pregunté cómo era posible que sintiera eso, él me ha dicho que me ha amado desde el primer momento que me vio. ¿Puedes creer que un hombre me diga a mí cosas como ésas?

—Claro que puedo —repuso Naruto, realmente encantaddo—. Estoy contento de que, por fin, hayas tenido la prudencia de elegir a alguien que no se aproveche de ti —hizo una pausa y contempló atentamente a Kiba—. Pero, ¿qué quedó de tu enamoramiento del señor Hyuga?

—Ha desaparecido por completo —respondió Kiba, inclinándose más hacia el rubio y diciéndole, con aire conspirativo—: Ya que me lo preguntas, te diré que el señor Hyuga es como un pescado frío. Nunca entregará su corazón a nadie —su mirada acertó a caer sobre Sai, que estaba ajustando una parte de la escenografía y su expresión se iluminó—. Esta tarde, Sai y yo iremos a ver qué hay en los puestos de libros, y luego haremos una parada en una pastelería para comprar pan de jengibre. Ven con nosotros, Menma: por lo que veo, me parece que necesitas un poco de diversión.

La idea de pasearse entre pilas de libros era muy tentadora.

—Gracias —dijo Naruto, con una sonrisa que iba creciendo—. Tal vez vaya con vosotros.

—Señor Uzumaki, quisiera conversar unas palabras con usted.

Neji interrumpía la conversación con su habitual brusquedad, llevándose aparte a

Naruto para hablar en privado. Kiba sonrió y fue hacia Sai.

Naruto miró a Neji con aire inquisitivo. Aquel día, horas antes, lo escueto de su saludo y el hecho de que él no le hubiese preguntado por la salud de su padre lo habían asombrado. Se habían metido de lleno en la cuestión del ensayo y había dado por supuesto que Neji estaba muy atareado o que no le interesaba tener noticias de su vida personal.

La brillante iluminación del teatro proyectaba reflejos de fuego en el cabello de Neji y hacía que sus facciones pareciesen más angulosas que de costumbre.

—¿Cómo está tu padre? —pregunté sin preámbulos.

—Mucho mejor, gracias.

—¿Y que hay de las diferencias entre vosotros? ¿Habéis resuelto alguna?

Por alguna razón, el rubio vaciló antes de responder, preso de la sensación de que era un tema demasiado íntimo para comentarlo abiertamente. Pero él ya le había confesado antes sus secretos y sabía que podía confiar en su discreción.

—Sí, en verdad fue así. Mi padre lamenta lo que ha hecho y ha expresado su deseo de repararlo. Hasta me ha proporcionado el medio de conseguir una anulación, si así lo deseara.

En los ojos del Hyuga apareció una chispa de interés.

—¿Qué decidirás?

Naruto imagino volver a enfrentarse a Sasuke y una tensión extraña, casi agradable, le oprimió el estómago.

—No lo sé —respondió, y se formó un profundo ceño en su frente—. Una parte de mí no quiere otra cosa que reunirse con él, decirle cuánto lo amo, y que él es digno de cualquier sacrificio, y la otra parte quiere aferrarse al teatro de tal modo que todo lo demás se pierda. Jamás imaginé que sería tan difícil hacer una elección.

—Hay otras posibilidades —dijo Neji, con expresión enigmática.

¿Cuáles?

—Quizás hablemos de esto otro día.

Perplejo, Naruto se quedó rrnirando a Neji que se alejaba y una breve carcajada asomé a sus labios. Era muy característico de Neji eso de lanzar una afirmación misteriosa y luego marcharse. Era un consumado hombre del espectáculo; sabía exactamente cómo captar la atención de cualquier público y cómo retenerlo.

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Naruto se desplazaba lentamente entre los puestos de libros al aire libre, gozando con la fragancia picante del aire mezclada con el olor del cuero y el polvo de los libros.

Algunos textos eran nuevos, otros usados, pero todos encerraban la tentadora promesa de mundos nuevos en los que era posible internarse y huir de la realidad. Sus compras aumentaron hasta convertirse en una desgarbada torre de libros que se balanceaba peligrosamente en sus brazos. Kiba y Sai tenían menos interés en el mateirial de lectura que en ellos mismos. Se reían y susurraban, intercambieando miradas significativas y caricias ocasionales que, a juicio de ellos, nadie podía ver.

Naruto ya había decidido que tenía suficientes libros cuando uno más, de cubierta roja y dorada, atrapó su vista; él abrió el grueso volumen. Mientras hojeaba las primeras páginas, oyó cerca de él una voz vagamente familiar. Prestó atención y observó hasta que vio al que hablaba.

El corazón de Naruto dio un vuelco cuando una figura alta y oscura apareció ante sus ojos a pocos metros de él; era un hombre de cabellos renegridos e impactante perfil de nítido contorno. “Sasuke”, pensó de inmediato, pero no era su esposo sino el hermano menor de éste, Itachi. No parecia muy entusiasmado con los libros que lo rodeaban; decía a un acompañante que no podía ver que ya era hora de marcharse.

—Tenía la intención de hacer cosas mucho más interesantes que mirar libros —dijo, irritado—. Hermano, ¿todavía no has visto suficiente de estos malditos objetos?

De modo que Sasuke estaba allí. La mirada de Naruto voló por su alrededor y localizó de inmediato la inconfundible figura de su esposo. De alguna manera, la intensidad de su mirada debió de haberlo traicionado, pues el Uchiha menor se volvió con un súbito movimiento y lo miré directamente. Al instante, un brillo de reconocimiento relució en sus ojos. A ciegas, Naruto se volvió otra vez hacia la mesa de libros sintiendo que su corazón golpeaba, desordenado, dentro del pecho. Sostuvo la pesada pila de libros junto a su cuerpo y aguardó, con los ojos semicerrados, preguntándose si Sasuke se acercaría a él. Poco a poco, percibió su presencia detrás de suyo, muy cerca aunque sin tocarlo, y sintió su. El azabache le habló en un susurro que logró dominar el bullicio de la feria de libros, y su voz le recordó la íntima conversación de la última noche pasada juntos.

—¿Cómo resultó tu visita a Buckinghamshire?**

Naruto quería mirarlo de frente pero sus pies parecían haber echado raíces en el suelo.

Estuvo a punto de dejar escapar un nervioso flujo de palabras. De algún modo logró contenerlas y respondió con calma.

—Mi padre había contraído una fiebre. En cuanto lo supe, fui a verlo.

—Tu padre —repitió él, en tono de asombro—. Yo supuse que se trataba de lady Kushina…

—No, en realidad, ella está muy bien. Está cuidando a mi padre, que ahora está mucho mejor. Él y yo hemos llegado a una especie de tregua.

Naruto sintió que la mano de él en su brazo le hacía girar de cara a él. El blondo cedió, sin soltar el montón de libros. El onix profundo de los ojos del mayor era discernible; su expresión era remota.

—Me alegro por ti- dijo Sasuke en voz baja- Hacia tiempo que debía haber sucedido. Sin duda, habrá sido un alivio para él, igual que para ti.

—Sí —dijo Naruto, sintiendo que le faltaba la respiración mientras lo miraba.

¿Por qué tenía que ser tan devastadoramente atractivo? ¿Por qué tenía que parecer tan serio y melancólico? ¿Por qué era tan difícil resistir a la profana tentación de lograr que esa boca firme adquiriese esa apasionada suavidad que conocía tan bien? Quiso soltar los libros, aferrar sus grandes manos cálidas y atraerlas hacia su cuerpo.

Lo deseaba, tenía hambre de él... y el moreno no le proporcionaba ningún indicio de sentir lo mismo.

—Yo... lamento no haberte dicho que me iba, pero hubo muy poco tiempo...

—No importa —dijo el Uchiha como al descuido, tendiendo sus manos hacia los libros que el menor llevaba en sus brazos—. ¿Me permites que los lleve?

—No, gracias.

El rubio retrocedió un paso, aferrando con fuerza su carga.

Sasuke aceptó con un breve cabeceo, como si hubiese estado esperando su negativa.

—Tengo algo que decirte —dijo, en tono práctico—. Esta noche me marcho a Londres. Hay asuntos que he dejado demasiado tiempo sin atender.

—Ah —exhalé Naruto, con sonrisa que aparentaba indiferencia. A el azabache no le serviría descubrir en él signos de su súbita decepción, de la sensación de vacío que se había filtrado en cada uno de sus nervios y de sus fibras—.

—¿Verás a Sakura? —preguntó, impulsado por algún demonio interior. —Eso espero.

La brusca respuesta no dejaba lugar a posteriores comentarios. Las preguntas bullían dentro del rubio y Naruto se sintió presa de una corrosiva ansiedad. ¿Qué ocurriría entre Sasuke Sakura? Tal vez, el moreno intentara alguna clase de reconciliación y, desde luego, Sakura la aceptaría. Ella lo recibiría de nuevo de buena gana, y empezarían a trazar planes para la vida que compartirían con el hijo que esperaban.

Naruto se esforzó por apartar de su mente las flamígeras imágenes y preguntó en voz quedada:

—¿Regresatás a Bath?

El azabache titubeó, mientras le sostenía la mirada al más bajo.

—Sí tú quieres

“¡Sí!”, gritó su corazón, pero la indecisión lo paralizó. Sólo atinó a mirarlo, mudo.

—Maldita sea —musitó él—. ¿Qué quieres de mí, Naruto?

Antes de que el rubio pudiese responder, oyó la voz animada de Kiba que, en un tono mitad acusador, mitad bromista decía, cerca de allí:

—Me sorprende que aún recuerde mi nombre, milord... Había dicho con mucha claridad que yo sólo sería un capricho pasajero.

Para consternación de Naruto, Itachi había descubierto a Kiba entre los puestos de libros y no había demorado en acercarse a él. Al volverse, Naruto observó la escena que se desarrollaba ante sus ojos: Itachi contemplando a su compañero actor con maliciosa admiración, la postura de audaz desafío de Kiba, y la crispada virilidad de

Sai, que caminaba hacia ellos a zancadas. Era inminente que se desatara una riña. Naruto odiaba la posibilidad de que semejante escena pudiera causar daño al incipiente romance entre Kiba y Sai.

—Por favor —dijo Naruto, volviendo la mirada en forma instintiva hacia Sasuke, en procura de ayuda—, no permitas que tu hermano provoque problemas.

Sasuke no demostró simpatía alguna.

—No los habrá, a menos que tu pequeño amigo, con su cerebro de mosquito, anime a Itachi.

Naruto maldijo por lo bajo. Itachi, con sus azarosos impulsos, iba a arruinar las perspectivas de Kiba. El Uchiha mayor apaciguaría el orgullo herido de su amigo por medio de audaces avances y lo dejaría de nuevo cuando la seducción hubiese acabado. Y, entonces, Sai no querría saber nada más de Kiba.

Itachi sonrió al castaño y sus ojos negros echaron chispas de irresistible encanto.

—Por supuesto que recuerdo su nombre, mi dulce. Recuerdo eso y mucho más. He venido a Bath porque le echaba de menos a usted y a sus numerosos encantos.

Era evidente que Kiba no podría resistir unos halagos tan francos.

—¿Ha venido a Bath sólo para verme? —preguntó el canino menor, dubitativo.

—Por Supuesto que sí. Aquí no hay ninguna otra atracción.

Sai terció en la conversación, echando a su rival feroces miradas; fue como si un bonito perro mestizo desafiara a un peripuesto perro de raza.

—Ahora, Kiba está conmigo. Váyase, y no vuelva a molestarlo.

Con aire divertido, Itachi dirigió su réplica al propio Kiba.

—¿Estoy molestándolo, tesoro?

Allí, entre los dos hombres, Kiba se balanceaba mientras miraba, ora a uno, ora al otro. Como si probara, se acercó un poco hacia Sai.

—Ahora estoy con Sai —murmuró, en un tono que distaba mucho de ser seguro.

Era un pequeño paso, pero Sai no necesito más.

Aprovechó esa magra ventaja y, atrayendo con brusquedad a Kiba hacia él, le estampó un rotundo beso en los labios. El castaño se echó a reír ante la osada demostración, y Sai lo levantó en el aire y se la echó al hombro. Provocó con ello algunos chillidos e incontrolables risas e hizo que todos los que estaban en el mercado se diesen vuelta para contemplar a esos dos, mientras Sai se llevaba a Kiba a cuestas.

—Vamos, espere... —protestó Itachi , comenzando a seguirlos. Pero pronto Sasuke lo tomó por el brazo impidiéndole hacerlo. —Encuentra a otra paloma con quien divertirte.

Itachi vaciló, con la vista fija en la pareja que se alejaba. —Tú sabes que a mí me atrae el desafío —dijo, pesaroso.

—Déjalo en paz —dijo Sasuke—. Ya has causado suficientes problemas. Además, esta noche viajas a Londres conmigo, ¿recuerdas?

Itachi refunfuñó y asintió. Recuperé rápidamente su previo buen humor y lanzó una mirada maliciosa a Naruto, y luego a Sasuke.

—Y tú recuerda el consejo que yo te he dado a ti —dijo, haciendo un guiño, antes de marcharse él también.

Naruto se volvió hacia Sasuke.

—¿Qué consejo?

—Él me dijo que a los donceles les agrada ser conquistados y seducidos.

Naruto hizo una mueca.

—Tu hermano tiene mucho que aprender con respecto a las donceles.

—Parece que tus amigos te han abandonado. ¿Quieres que te acompañe a algún sitio?

Naruto negó con la cabeza y murmuró un rechazo.

—De aquí a la posada hay apenas unos pasos.

—Tú me alejas con una mano y me llamas con la otra. Alguien podría decir que estás burlándote de mí, señor Uzumaki.

—¿Eso piensas de mí?

—Pienso que eres la persona más enloquecedora que he conocido—repuso el azabache, acariciándolo con la mirada aun cuando su acento burlón hiriese los oídos de Naruto—. Decide pronto qué quieres Kitsune. Pronto, mi paciencia tiene límites.

 

Lo dejó ahí, entre los puestos de libros, su rostro delicado, ceñudo.

Notas finales:

ACLARACIONES

** Recuerden que es el nombre de en donde está la casa de los padres de  Naruto. 

Gracias por leer 


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