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My unknown husband por frizzante gatto

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Notas del capitulo:

Hola, quería recordarles que debido a la temática del Fic tve que hacerle algunos cmabios a los nombres de la obra "la fierecilla domada" - sólo se meciona - Bueno gracias

Aquí les dejo un link para ver como es el kimono de Naruto, lo trate de describir lo mejor que pude XD

http://imgur.com/hd8p2KB

___Parecería que él es un caballero elegante —dijo Kiba, acomodando sus piernas debajo del cuerpo al sentarse en la gastada silla de la sala de espera.


__No —repuso Naruto , pensativo—. Ese término da idea de un carácter despreocupado. Cosa que no distingue a Sasuke . Su actitud tiene algo de soberbia controlador y orgulloso a la vez.


—Fascinante.


Los dos donceles bebían de sus tazas de té y conversaban de manera relajada mientras esperaban a que las llamaran para el ensayo. Neji , y otros dos actores ocupaban el escenario en ese momento, tratando de superar un complicado bloqueo. Estaban ensayando La fierecilla domada, producción que Naruto disfrutaba especialmente porque era su primera oportunidad para desempeñar el papel de Kathet . A Kiba le habían asignado el papel del hermano menor.


Aunque a menudo Kiba y Naruto competían por los mismos papeles, se habían hecho amigos en los últimos dos años. Cada uno de ellos había llegado a reconocer que el otro poseía un talento diferente del de sí mismo. Había papeles más aptos para el talento cómico de Kiba mientras que, otros, requerían la mayor versatilidad que poseía Naruto. Entre ensayos y funciones, habían hablado acerca de su vida personal, de sus temores y ambiciones, aunque Naruto siempre cuidaba de no revelar demasiado su pasado.


¿Por qué esas cosas nunca me suceden a mí? —se quejaba Kiba, revolviendo el azúcar que había agregado al té. Era un goloso incorregible y luchaba todo el tiempo para mantener su cuerpo bien formado sin gordura excesiva—. Adoraría que me pretendiese un atractivo marqués que, por añadidura, fuese tan rico como Lord Uchiha. En cambio, lo único que consigo son hombres viejos y gordos que sólo quieren un rápido revolcón en la cama y, después, señalarme cuando estoy en el escenario y fanfarronear ante sus amigos.


Naruto lo miró con simpatía.


—Tú permites que los hombres se aprovechen de ti, Kiba y no es necesario. Eres guapo, tienes talento, ¡eres uno de los actores más populares de la escena londinense! No tienes por qué dar tus favores con tanta facilidad.


—Lo sé —respondió Kiba con un suspiro triste y jugueteando con sus mechones castaños. Se quitó una orquilla de su desordenado peinado y las volvió a colocar sin prestar demasiada atención a lo que hacía—. En lo que a los hombres concierne, no puedo evitarlo. ¡Yo no soy como tú, Naruto! Esa voluntad de hierro no es natural en un doncel. ¿Acaso nunca te sientes solo? ¿No añoras a veces la compañía de un hombre en tu cama, aunque solo sea para que te recuerde que eres doncel?


—A veces- admitió Naruto. Fijó su mirada en su taza de té, contemplando sus ambarinas profundidades—. Aunque, por lo general, logro reservar esos sentimientos para emplearlos en el escenario.


—Quizá yo debería intentar algo similar —dijo Kiba—. Después de todo, los hombres con quienes me relaciono no son otra cosa que sustitutos del que realmente querría.


Naruto lo miró con una mezcla de compasión y humor, pues sabía bien a quién se refería Kiba.


—Ya conoces la regla que se ha fijado el señor Hyuga con respecto a los actores. Por otra parte, no entiendo tu enamoramiento con él.


—¡Es más que un enamoramiento! Es un amor inextinguible. ¡Me cuesta entender que haya mujeres o cualquier doncel que no sientan lo mismo por él!


—El señor Hyuga dista de ser un hombre perfecto —dijo Naruto con amargura—. ¡Por Dios, pero si ya te he contado de qué manera me obligó a cenar con lord Uchiha! Tal vez Neji dé la impresión de ser un hombre de sólidos principios pero, en el fondo, no es más que un codicioso.


KIba desechó el comentario con un ademán.


__Todos los hombres tienen defectos. Además, él tenía razon:


cinco mil libras no es algo que se pueda desdeñar —dijo, y mordisqueó, con aire pensativo, una rebanada de tarta seca, bajándola con más té—. He oído decir que, en este preciso momento, hay una mujer viviendo en la casa del señor Hyuga: su última querida. Ella no le durará más de seis meses... nunca le duran más.


¡El señor Hyuga es tan contrario al matrimonio! Debe de haberle sucedido algo en el pasado... algo sombrío y doloroso...


Ante la expresión soñadora de su amigo, Naruto resopló por la nariz.


—Vamos, Kiba, te aferras demasiado a las ilusiones románticas. Yo hubiese creído que la vida en el teatro te habría curado de eso.


—No, al contrario, ¡lo ha empeorado! Si todo el tiempo tejes ilusiones románticas para otras personas no puedes impedir que te atrapen.


—A mí no.


—Tú estás hecho de hierro —dijo Kiba—. Y no sé si envidiarte o compadecerte


—comentó. Se incliné hacia delante y sus ojos negros se iluminaron de interés—.


Dime,¿ cómo vas a vestirte cuando cenes con su señoría?


—Con algo sencillo.


—No, no, no... ¡ponte algo que le haga saltar los ojos de sus órbitas! Algo que le haga secar la boca, dar vueltas la cabeza, palpitar el corazón...


—Como si él sufriese una horrible enfermedad -dijo Naruto, riendo.


—Tienes que ponerte tu kimono —dijo Kiba—. No voy a permitirte que lleves otra cosa.


—Lo pensaré.


Naruto levantó la vista, pues uno de los empleados de la casa apareció en la sala de espera y les informó que el señor Hyuga los llamaba a escena.


Después de días de ensayos, la función del viernes de La fierecilla domada fue soberbia. Naruto , tal como le había indicado Neji, puso todas sus energías en la resonante producción. En adaptaciones anteriores, habían presentado la historia diluida, transformándola en una especie de comedia ligera, despojándola de buena parte de su audaz humor. Neji le había devuelto todo eso, además de acentuar el aspecto físico que asombró y encantó al público. Resultó una obra lozana y vigorosa ante la cual, muchos críticos lanzaron clamores de disgusto y, otros, de deleite.


Neji hacía el papel del distinguido Petruchio, junto al endiablado Kathet de Naruto, los dos hacían aullar de risa al público con sus volcánicas batallas y lo reducían a un hechizado silencio en las partes más tiernas y tranquilas. Lamentablemente, al final de la presentación Naruto se sentía golpeado y dolorido. La obra exigía mucha entrega física, por ejemplo, en la parte en que Kathet trataba de atacar a Petruchio y éste lo sacudía de encima como si fuese una muñeca de trapo. Por muy cuidadoso que fuese Neji, a Naruto no le extrañó encontrar algunas magulladuras en sus brazos y en su torso.


Sin hacer caso de los repetidos reclamos a su atención, Naruto se encerró con llave en su camarín, se limpió la cara de sudor y maquillaje y se dio un concienzudo baño de esponja, empleando dos jarras de agua. Se puso perfume en la garganta, en el interior de los codos, y se concentro en la ropa que había llevado con él.


Había hecho caso de la insistencia de Kiba y decidido ponerse su kimono preferido. Estaba confeccionado en seda oriental, de tersa superficie surcada por dos cordones. Una naranja de intenso color y las franjas finales de color negro, con un corte que dejaban ver perfectamente su fino cuello.


Naruto se vistió con esmero y se miró en el espejo. Una suave sonrisa apareció en su cara. Fuera lo que fuese lo que sentía por dentro, lo tranquilizaba comprobar que estaba espléndido. El color naranja era de demasía su color favorito, le quedaba bien y acentuaba su aprariencia de un elegante zorro, producía una combinación espectacular con su pelo rubio; el collar de cuentas rojas hacía juego con el leve maquillaje que se había colocado en sus ojos destacando su hermoso color azul.


—Señor Uzumaki —se oyó la voz de una persona a través de la puerta—. ¿Puedo entrar a ocuparme de sus cosas?


Naruto abrió y dejó pasar a una muchacha rolliza que era una criada eficiente, que se ocupaba de sus trajes, mantenía el orden en el camarín y la ayudaba en una multitud de otras pequeñas cuestiones prácticas.


-He traído más flores.- menciono la doncella


—Puedes quedarte con ellas, si quieres —dijo Naruto.


El camarín ya estaba repleto de arreglos florales y su denso perfume llenaba el aire.


-¡Oh, pero éstas son tan bellas! Échele un vistazo, nada más


—dijo la joven acercando el imponente ramo.


Naruto lanzó una exclamación de placer al ver la profusión de lozanas rosas, desde el rosado más suave hasta el rojo encarnado, mezcladas con exóticas orquídeas y altas varas de espuela de caballero en púrpura y blanco.


—¿Quién las ha enviado? —preguntó Naruto.


—Dice "Sasuke".


De modo que las había enviado lord Uchija. Naruto sacó una de las rosas rojas más pequeñas del ramo. Jugueteó con sus pétalitos y llevó la pequeña flor hasta su tocador. Mientras que la joven se encargaba de recoger el traje de la obra, Naruto jugueteo con su cabello tratando de acomodarlo, dándose por vencido con la rebeldía de su pelo; sólo pudó hacer de lado su fleco y lo sujetó con una orquilla. Tras un instante de vacilación, Naruto quebró el tallo de la minúscula flor, envolvió la punta en un trozo de papel y la sujetó a su orquilla.


—Está preciosa —aseguró la joven — Debe de ser un hombre muy especial si usted se toma tanto trabajo, señor Uzumaki.


—Se podría decir que he estado esperándolo toda mi vida.


—Qué estupendo... —empezó a decir la muchacha, pero se interrumpió al ver las marcas oscuras en los antebrazos de Naruto y en el hombro desnudo; su cara redonda se crispó—. Dios mío, eso está muy feo.


Naruto contempló sus cardenales con expresión compungida.


—Me temo que no pueden evitarse. Me extraña no tener mas, después de los forcejeos que tenemos en el escenario el señor Hyuga y yo.


La doncella se apoderó de una pastilla de maquillaje facial de color carne, humedeció con agua las yemas de los dedos, frotó con ellos la superficie y luego esparció el color sobre los cardenales. Naruto se quedó quieto, observando el trabajo de la doncella con sonrisa complacida.


—Así, a duras penas se notarán.


-Gracias- contestó amistoso el de ojos azules


—¿Necesitará algo más antes de que guarde los disfraces? —-Sí... ¿podrías ir a ver si hay un coche esperándome fuera?


Pronto regresó la joven para informarle que, en efecto, había un vehículo en la parte de atrás del teatro, un elegante carruaje negro con adornos plateados, un par de jinetes acompañantes, y dos cocheros enfundados en libreas rojo oscuro.


Naruto sintió que se aceleraba el ritmo de su corazón hasta dolerle. Apoyó una mano en su pecho como si así pudiese calmar los violentos latidos y respiré hondo.


—Señor Uzumaki? En este momento, de pronto, parece usted enfermo.


Naruto no respondió. ¿Qué pudo haberlo llevado a pasar unas horas a solas con lord Uchiha? ¿Qué podrían decirse uno al otro... qué loco impulso lo había llevado a hacer eso? Hizo acopio de valor y aflojó los hombros que parecían haberse trepado hasta sus orejas.


Dio las buenas noches, a su doncella con un murmullo, salió de su cuarto de vestir y echo andar por el laberinto de las salas del teatro.


Cuando salió por la puerta de atrás, un reducido grupo de espectadores avanzó al encuentro de él e, incluso, algunos audaces se atrevieron a tocar su kimono y sus brazos protegidos con las mangas del mismo kimono. Un imponente cochero le ayudó a pasar por entre la multitud y llegar hasta el coche que la aguardaba. El hombre desplegó, con destreza, un peldaño para facilitar el ascenso de Naruto al interior del lujoso vehículo y cerró la puerta después de que se subiera el doncel.


Fue realizado con tanta rapidez que Naruto casi no tuvo tiempo de parpadear cuando ya estaba instalado en un asiento tapizado de terciopelo y de cuero blando.


Naruto vio a Sasuke sentado frente a él, un costado de su rostro como afilado por la luz de una de las lámparas del coche, y el otro sumido en sombras. Él le sonrió; su sonrisa tenía el peligroso encanto de Lucifer. Naruto se apresuró a bajar la vista, fijándola en su regazo. Mantuvo las manos unidas, quietas cuando lo que ansiaba, en realidad, era retorcer sus dedos entre sí para dar tienda suelta a su agitación.


Lord Uchija formaba parte de un mundo del que el rubio había estado huyendo desde varios años. El kitsune tenía el derecho, y hasta se podría decir que el deber de asumir el título y la posición que sus padres habían conseguido para él. Se había resistido a ello con toda su voluntad, movido por el resentimiento y, sobre todo, por el miedo a descubrir a qué clase de hombre había sido entregado. Naruto no quería dejar de odiar a Sasuke, no quería que sus defensas se debilitaran en modo alguno. A pesar de todo, su curiosidad lo había llevado a esto, además de la atracción que había entre los dos.


—Esta noche, ha estado extraordinario —le dijo Sasuke. Naruto parpadeó, manifestando su asombro.


—Eso significa que ha presenciado la función, ¿no? No lo he visto entre el público.


—Fue una actuación exigente para usted. —Sí, es agotadora.


Por un instante, se preguntó qué habría pensado el azabache del procaz intercambio entre él y Neji, sí se habría divertido como el resto del público o si le había desagradado. Algo debió de haber expresado su semblante porque el moreno se inclinó hacia delante y clavó en el rubio la mirada con sus desconcertantes ojos obscuros


—¿Qué? –Preguntó Naruto; llegando a la conclusión de que no tenía nada que perder cuando le preguntara.


Sasuke pareció sopesar con cuidado su respuesta y la pronuncio marcando las palabras:


—Yo no tengo derecho de desaprobar lo que hace usted sobre el escenario. La actuación es la profesión que usted ha elegido.


—¿No tiene usted sentimientos o pensamientos propios ? preguntó Naruto -En la parte cuando el Neji me besaba o me perseguía por el escenario y...


—No me agradó- dijo el Uchiha, y tuvo la impresión de que la respuesta se le había escapado antes de que pudiese contenerla. Su boca dibujó una mueca de desprecio hacia sí mismo. --Usted y Neji son demasiado convincentes en sus papeles.


Naruto tuvo la sensación de que Sasuke estaba tan sorprendido por esa admisión de celos de su parte como él mismo. Tan alarmado como halagadp, se echó hacia atrás hasta que sus hombros se hundiesen en el tapizado de terciopelo.


——No es más que una representación –dijo el blondo


—Yo ya los había visto antes actuar. Vosotros parecéis... diferentes- comentó Sasuke.


Naruto se puso ceñudo y fijó su vista en su regazo. Conocía el difundido rumor de que él y Neji eran amantes y también conocía la razón de esos rumores. Entre él y Neji en el escenario, se generaba una química especial, de esa clase que les hacía posible actuar juntos de manera tan convincente que ilusión y realidad se confundían con una perfección sin fisuras.


Sin embargo, esa extraña armonía que se daba entre ellos dos cuando actuaban juntos no podía ni debía extenderse más allá del escenario. Esa idea no había cruzado jamás por la cabeza de Naruto. Recurría a Neji como todos los demás, en procura de dirección, de guía, elogio y crítica, pero para ninguna otra cosa que no estuviese directamente relacionada con su carrera. No había, en la actitud del Hyuga, nada confortable, nada que invitara a la confianza o al más remoto atisbo de seguridad y calidez, siquiera. Era obvio que Neji jamás amaría a ninguna persona como amaba su teatro, ni se sacrificaría por persona alguna lo que era capaz de sacrificar a esos dioses gemelos que eran, para él, el arte y la ambición.


Quizá fuera ése, precisamente, el origen de la química sobre el escenario, porque ambos percibían que el otro sería incapaz de entregarse a otra persona. Eso brindaba seguridad, les daba la certeza de que no existiría entre ellos el riesgo del amor, el dolor, la desilusión, de que cualesquiera fuesen las emociones que se exhibieran sobre el escenario, cuando cayese el telón no quedaría nada de ellas.


Desde que había llegado a ser adulto Naruto había tratado de conformarse con la independencia que tanto valor tenía para él. Ah, si pudiera dejar de anhelar algo


más... Ansiaba que alguien le entendiese y lo quisiera, un hombre a quien pudiese entregarse por entero, sin temores ni dudas. Era su sueño más íntimo aunque detestaba confesárselo, incluso a sí mismo.


En ocasiones, se sentía como dividido en dos; una parte de él que deseaba aislarse del resto del mundo y la otra que ansiaba ser poseído y amado como nunca lo había sido en su vida. Su padre, con su forma de ser dominante, no tenía mucho amor que ofrecerle a nadie. Su madre siempre había sido tímida, había estado demasiado sumida en la sombra de su esposo para dar a Naruto la atención que un niño necesitaba. Y el constante ir y venir de sirvientes en el hogar de los Namikaze había impedido que Naruto entablase un vínculo fuerte con ninguno de ellos. El amor era algo más temido que deseado.


Naruto cobró conciencia de que había permanecido en silencio durante un lapso inusitadamente prolongado, y echó a Sasuke una mirada recelosa, temiendo que sus pensamientos se hubieran reflejado en su actitud.


—Ya casi llegamos —fue lo único que dijo el azabache en un murmullo que, sin saber bien por qué, le tranquilizó.


El coche, que circulaba por la calle Upper Brook, giró para ascender por el largo sendero que llegaba hasta la imponente mansión donde predominaban el blanco y el crema. Era una construcción fría, bella y perfectamente simétrica, de altas columnas griegas y un ancho pórtico que adornaba el frente. Desde la estructura central se abrían dos graciosas alas blancas en las cuales se veían hileras de resplandecientes ventanas de estilo pseudoclásico. Era por completo diferente de la lúgubre mansión gótica en la que había crecido Naruto.


Sasuke bajó el primero del carruaje y le tendió la mano para ayudarle a apearse. Con sus manos lo sujetó firmemente hasta que el kitsune tocó el suelo y, entonces, le ofreció su brazo. Mientras caminaba a su lado subiendo los anchos peldaños de mármol para entrar en la casa, Naruto tuvo aguda percepción de los duros músculos del antebrazo del azabache y de cómo éste medía sus largas zancadas para adaptarse a sus pasos más cortos.


Un mayordomo de rostro alargado los recibió y tomó el sombrero y los guantes de Sasuke. Lo que Naruto vio en el vestíbulo de entrada y en los cuartos que estaban más allá de éste, le asombró: cielos rasos a doce metros de altura, columnas antiguas, suelos revestidos con exquisitas losas en verde, azul y ámbar.


—Qué bello —exclamó.


—Sí —respondió Sasuke, aunque miraba al rubio y no al ambiente que los rodeaba.


—Muéstreme la casa —le pidió el kitsune, impaciente por ver más.


Sasuke lo complació, acompañándolo a través de diversos cuartos, deteniéndose para contarle la historia de algunos cuadros o de algún mueble. Era evidente que la familia Sasuke tenía gran aprecio por el arte. En muchos de los cielo rasos había medallones incrustados en los que se veían ángeles pintados con delicadeza, nubes y figuras mitológicas; además, en cada rincón había alguna rara escultura. Había paredes decoradas de dorado y blanco en las cuales se exhibían retratos pintados por Van Dyck y Rembrandt y paisajes de Gainsborough, Marlow y Lambert.


—Podría contemplarlos durante horas —dijo Naruto, mirando con deleite un muro con pinturas colgadas en él.


—Yo no suelo tener tiempo para disfrutarlas.


—Qué lo tiene tan atareado, milord? Me imagino que deben de ser todas sus inversiones y sus intereses comerciales.


—Hay muchas cosas de las que tengo que ocuparme —admitió el ojinegro, mientras miraba pensativo el Van Dyck que había ante ellos.


De súbito, Naruto se sintió mortificado por los indiscretos gruñidos de su estómago.


Apoyó una mano en el vientre.


-- Ahora caigo en la cuenta de que no he comido nada desde esta mañana- menciono el ojiazul


Una sonrisa tironeó de las comisuras de la boca del Uchiha —¿Vamos a cenar?- mencionó.


—Sí, estoy muerto de hambre.


Naruto se tomó otra vez del brazo del contrario y pasaron ante otros deslumbrantes cuartos llenos de obras de arte. Naruto sabía que hubiese sido mejor elegir un tema neutral de conversación, pero no pudo resistir a la tentación de sondearlo.


—Estoy seguro de que podría usted contratar a agentes de propiedad y administradores que se ocuparan de sus negocios, milord.


—Prefiero manejarlos yo mismo, en su mayor parte. —Le cuesta confiar en otras personas —observó el rubio.


—Es verdad —confirmó Sasuke —. En especial, cuando están en juego las finanzas de mi familia.


Naruto observó la línea inflexible de su perfil, sus cejas arqueadas en manifestación de moderada sorpresa. El azabache se preguntaba porqué habría de admitir semejante cosa ante el kitsune. Todos los miembros de la aristocracia, sin excepción, hacían creer que sus recursos monetarios eran ilimitados y que podían ser dilapidados sin ninguna preocupación.


Sasuke continuó, sin modificar la inflexión de su voz:


—Mi padre se ocupó, en persona, de los asuntos familiares hasta que cayó enfermo, hace ya varios años. Cuando yo me hice cargo del control de todo, descubrí que los Uchiha habíamos contraído una pesada deuda y que todos nuestros asuntos comerciales eran una ruina. Mi padre tenía inclinación por el juego; si alguna vez hizo una inversión provechosa, fue por pura casualidad.- siguió contando sin saber muy bien el porqué.


—Al parecer, usted ha beneficiado bastante a la familia desde entonces. Su padre debe de estar complacido al saber que usted ha cambiado la situación.


Sasuke se alzó de hombros.


—Él jamás admite haber estado equivocado con respecto a nada. No reconoce que ha cometido errores.


—Lo entiendo.


Pronunció las palabras en un susurro, pero Sasuke no podía saber hasta qué punto el rubio, en efecto, lo entendía. Como el blondo siempre había sospechado, los padres de ambos eran el mismo tipo de persona. El duque Uchiha , al igual que lord Namikaze, había tratado de controlar a su familia con mano de hierro. Cuando resultó evidente que era un mal administrador tanto de propiedades como de personas, había sacrificado el futuro de su hijo a cambio de una fuerte suma aportada por los Namikaze. Naruto sospechaba que hacía ya mucho tiempo Sasuke había decidido que nadie volvería a controlarlo nunca más. Sintió un impulso de simpatía por el azabache, hasta de hermandad, aunque estaba seguro de que, como marido, sería inflexible, desconfiado y remoto. Un marido bastante poco recomendable, al menos para él.

Notas finales:

Gracias por leer. Perdón por las faltas de ortografía y también muchas gracias a los que me regalan sus mensajes. Son un amor 


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