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Simpatía por el Diablo por Annika Blomkvist

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Notas del capitulo:

¡Hola nuevamente! Después de mucho he vuelto dispuesta a continuar esta historia. En verdad lamento la tardanza.

Capítulo VIII

The hand of fate

Parte II


The hand of fate is on me now

It pick me up and it kicked me right down

Kicked me right down

Kicked me right down

(The Rolling Stones)


I


—...es que esto es inaudito, ya le dije a George que se pusiera inmediatamente en contacto con Systems Security para contratar un investigador privado y reforzar la vigilancia del edificio, ya sabía que ese Eckersley era un vengativo e iba a buscar la forma de jodernos —Vincent despotricaba sin cesar en la oficina de su hijo—. Los de seguridad aún no han dado con el paradero de ese espía pero no nos deten…

Mientras el mayor de los Phantomhive continuaba quejándose respecto el supuesto espía, Ciel sólo veía pensativo la fotografía de sí mismo que estaba sobre el escritorio de madera color ébano de su despacho. Aún seguía teniendo aquella sensación de vacío y nostalgia, y no entendía porqué, pero en su fuero interno había una certeza de que esa persona que tenía su foto no se trataba de ningún espía, sino de alguien que podría darle todas esas respuestas que inconscientemente desde hace tiempo estaba buscando.

—Padre, haz lo que consideres necesario. Si logran conseguir al supuesto espía que lo traigan ante mí, me gustaría hacerle unas cuantas preguntas… —interrumpió Ciel pensativo.

—¿Para qué quieres ensuciarte las manos interrogándolo tu mismo cuando otro puede hacer ese trabajo por ti?

—Tengo mis motivos —suspiró Ciel—. Ahora si me disculpas, debo prepararme para otra reunión a las 2 de la tarde, ¿Tú no ibas a supervisar unas mercancías en la sucursal de la juguetería que está en West End?

—Sí, ya voy tarde —se resignó Vincent mientras le echaba un rápido vistazo a su reloj de pulsera—. Nos vemos esta noche en la cena, Lizzie nos invitó a tu madre y a mí.

Tras unas breves palabras de despedida, Vincent salió apresurado de la oficina de su hijo. Ciel simplemente volvió a ver la foto sobre su escritorio y suspiró cansado, aquel vacío estaba matándolo. Se asomó por el ventanal transparente que estaba tras su escritorio y lamentó que aquel día soleado se viera arruinado por la nube gris particular que últimamente lo acompañaba.

¿Por qué sentía que algo le faltaba? ¿Por qué siempre tenía la sensación de estar viviendo la vida de otro?


Alois se encontraba en la azotea del edificio que estaba frente a Funtum Enterprises. Con unos binoculares especiales espiaba a Ciel y Vincent Phantomhive, que se encontraban reunidos en la oficina del primero, discutiendo un tema aparentemente muy importante, aunque más bien parecía un monólogo de Vincent ya que Ciel parecía sumido en sus pensamientos mientras observaba algo que estaba sobre su escritorio.

Aquel inmenso edificio tenía ventanales de cristal transparente que cubrían toda su fachada, dejando al descubierto el interior de las oficinas, salas, cubículos y pasillos de aquella potencia económica que era Funtom Enterprises. Algunas oficinas tenían cortinas para darle más privacidad a sus ocupantes, pero la gran mayoría quedaban expuestas a los ojos de los curiosos. Para fortuna de Alois, la de Ciel era una de esas.

Llevaba rato espiando. Después de su huida, se instaló cómodamente en aquella azotea y después de estar observando durante una hora la aburrida reunión de negocios, vio como, una vez concluida, Vincent y Ciel se encaminaron a discutir otros temas, y por las gesticulaciones que hacía el mayor, Alois comenzaba a sospechar sobre qué iban a hablar.

Pensaba que Ciel iba a dejarse llevar por su padre e iba a preocuparse por el supuesto espionaje empresarial, pero le sorprendió ver como éste ignoraba al mayor y se concentraba en observar algo sobre su escritorio. Posiblemente la foto que se me cayó, pensó Alois.

El rubio seguía sin recordar completamente su vida -o sus vidas anteriores-. Tenía algunos flashbacks, pero seguía sin conseguir detalles, nexos o recuerdos precisos de momentos específicos. Así que prácticamente estaba trabajando con las pocas memorias que tenía, más lo que había sido relatado por Spears y Sutcliff, hecho que seguía sin convencerle, ya que aquella historia podría ser nomás que recuerdos amañados y contados a su conveniencia, omitiendo partes que pudieran ser cruciales para él o que pudieran ser comprometedoras para los Shinigamis.

Sin embargo, ¿qué otra opción tenía? Al parecer había sido parte de su culpa que estuviese aquel desequilibrio entre el mundo humano y sobrenatural, era su deber ponerle fin a aquello de una vez por todas. Según Spears esta era la última oportunidad, debía tomarla, intentar cumplir su misión y convertirse en un Shinigami Élite. Era su mejor opción.

Alois vio cómo aquella reunión entre padre e hijo concluía y Vincent se retiraba de la oficina dejando a Ciel solo, quien una vez sin el mayor aprovechó de lanzar un vistazo a la ventana, apreciando el paisaje urbano de la City de Londres, el corazón financiero de la ciudad.

Al ver por fin aquel rostro de frente, Alois notó de inmediato aquella mirada de tristeza profunda que cargaba Ciel.

Sintió un poco de lástima por él, entendía a la perfección esa sensación de que te faltaba una pieza, de que tus pensamientos y recuerdos no te pertenecían realmente, de que eras un tercero invadiendo el cuerpo de un huésped apto, cual parásito.

Así se sentía constantemente, como un invasor, y a pesar de que ahora era un ser sobrenatural, no podía evitar sentirse de esa forma. Suponía que en algún punto de su inmortal vida llegaría a acostumbrarse y se volvería frío y calculador como Spears.

El rubio observó a través de los binoculares cómo Ciel volvía la espalda al ventanal nuevamente y se encaminaba hacia una sala de juntas a tener otra aburrida reunión de negocios. Aquello le parecía poco interesante, así que dio por concluida la jornada de observación de ese día. Lo mejor era seguir investigando y revisando los documentos que le habían dado Spears y Sutcliff. Aús existían muchos cabos sueltos que debía atar antes de buscar a Claude.

—En fin, hora de largarse de aquí —musitó Alois mientras guardaba los binoculares y recogía las carpetas que había colocado en el suelo mientras espiaba. Sin embargo, algo llamó su atención, y era un pequeño papel cuadrado que se salió de una de las carpetas. Lo tomó y se fijó que estaba escrito con una caligrafía elegante y simplemente decía:

Epping Forest

51°42′00″N 0°07′00″E

¿Qué demonios significaba aquello? Sabía que ese era un bosque muy visitado que quedaba en las afueras de Londres, pero ¿por qué en una de las carpetas estaba esa dirección? Volvió a revisarlas una por una, para ver si había información extra, pero se decepcionó al no encontrar más nada. Otra duda también lo invadió: ¿ese papel en cual carpeta estaba, en la de Ciel, Sebastián o Claude?

—Desvístete y colócate la túnica. Tenemos algo de prisa —apremió Edgar Redmond a Alois. El rubio lo hizo sin rechistar, aquel momento lo había esperado con ansias, por fin iba a terminar aquel ciclo eterno de reencarnaciones.

Mientras se desvestía, no pasaron desapercibidas las miradas lascivas que le dirigió el "vizconde Druitt", no obstante, un ruido muy fuerte que provino de afuera puso en alerta a Redmond y a Druitt.

—¿Pero qué demonios...? —Redmond se asomó por la puerta, pero una enguantada mano lo tomó por el cuello y lo sacó con violencia de la habitación.

—¿Edgar? ¿Qué está pasando? —Druitt intentó cerrar la puerta antes de que aquel sujeto irrumpiera en el cuarto, pero fue demasiado tarde, aquella enguantada mano también lo arrastró fuera de allí.

Alois presenció todo horrorizado, ¿qué rayos había sido todo eso? Él era el próximo. Comenzó a temblar.

La puerta se abrió con lentitud y entró a la habitación alguien que Trancy detestaba a más no poder. Aquello tenía que ser una broma.

—¿Qué haces aquí, Sebastián? ¿No te cansas de jugar nunca?

—No tenemos mucho tiempo, joven Trancy. Le tengo una propuesta muy interesante —la sonrisa del demonio se ensanchó al decir esto.

Espera un momento, ¿qué ha sido todo eso? Alois sacudió su cabeza con violencia y perdió el equilibro durante una milésima de segundo. Aquel recuerdo invadió su mente de repente y supo que se trataba de su última reencarnación. Sabía que era muy importante, pero, ¿por qué exactamente?

Volvió a dar vueltas en su mente a ese momento en el que estaba con Redmond y el vizconde Druitt en aquel cuarto lúgubre, pero no podía recordar más allá después del instante en que Sebastián irrumpe en la estancia. ¿Será que el demonio lo había asesinado posteriormente a esa breve conversación? ¿Cómo iba a ser eso posible si él se había suicidado y por eso era un Shinigami? ¡Eso es! Por supuesto, mi suicidio, pensó Alois.

Allí estaba la clave del asunto, Sebastián posiblemente lo había forzado a suicidarse. El demonio sabía que él se iba a convertir en Shinigami y que el ritual se iba a arruinar, sin embargo, ¿qué sentido tenía eso? ¿No quería Sebastián que todo se solucionara para consumir el alma de su contratista?

Volvió a echar un vistazo a las coordenadas que estaban en el trozo de papel, esperando conseguir alguna respuesta. Quizás si se dirigía a esa dirección iba a obtener lo que estaba buscando, aquella caligrafía tenía que haber sido de alguno de los dos demonios, de eso no tenía dudas. El problema radicaba en que si esa nota había sido escrita por Claude, lo más probable es que aquello se tratara de una trampa. También si el emisor era Sebastián, de igual modo existían riesgos, ¿que tal si los dos demonios estuvieron aliados en secreto durante la última reencarnación? No lo veía como algo probable, ya que sabía del desprecio mutuo que existía entre Claude y Sebastián, pero aquel caso era diferente, y situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, ¿no?

¿Qué hacer? Alois caminaba en círculos en medio de la azotea, debatiéndose que decisión tomar. Por un lado lo más sensato era cumplir su asignación tranquilamente y dejar atrás los cabos sueltos sin resolver de su vida pasada y hacer lo que le fue encargado por Spears y Sutcliff, no obstante, tampoco veía nada de malo en buscar más información sobre su vida humana, ¿qué mayor consecuencia podía haber en ello? Además, ahora era un Shinigami, y si se trataba de una trampa, estaba en capacidad de hacerle frente a Claude. Después de todo, de igual modo debía asesinarlo. No estaría incumpliendo ninguna norma.

Es más, ¿que tal si el mismo Spears había puesto ese papel en una de las carpetas para guiarlo al sitio donde debía buscar a Claude? El rubio estaba cada vez más convencido de que su nueva misión era ir hacia Epping Forest a ver qué encontraba allí.

Apretó contra sí las carpetas y se impulsó para saltar de edificio en edificio, con el bosque en mente, decidido a desentrañar más cosas de su pasado de una vez por todas…


II


—¡Estás demente, demonio! ¿Qué gano yo con todo esto? ¿No ves que no quiero seguir con esta pesadilla por más tiempo?

—¿A quién pretende engañar, joven Trancy? Puedo ver claramente cuánto le aterra la muerte, y cómo se estremece con tan sólo pensar que sus ojos no volverán a abrirse nunca más —dijo Sebastián en un susurro apenas audible—. Tan joven, tan vivaz, ¿así es como quiere terminar? ¿Así quiere ser recordado? ¿Como un débil mortal que fue utilizado por seres sobrenaturales para sus propios fines? ¿No le gustaría tener realmente el control por primera vez y decidir los límites entre la vida y la muerte…? —susurró el demonio muy cerca del oído del rubio—. ¿Tener igual o más poder que Claude Faustus? ¿Poder aplastarlo y hacerle pagar todos sus desprecios?

—Pues, y-yyo —Alois titubeó, y Michaelis sonrió maliciosamente. El demonio sabía que estaba ganando la batalla…

Trancy en menos de diez minutos estaba en el bosque, revisó nuevamente las coordenadas e hizo sus cálculos mentales para dirigirse a la locación exacta. Se sentía muy ansioso y no dejaba de sobresaltarse en todo momento, temiendo que aquello fuera una trampa y el enemigo estuviese escondido detrás de algún arbusto.

Epping Forest en su área recreativa tenía una vegetación poco espesa y árboles pequeños. Había muchas zonas abiertas cubiertas de césped donde las personas acampaban o hacían picnic; no obstante, Alois debía ir hasta la parte densa del bosque, en donde los árboles eran tan altos que cubrían por completo el cielo, y apenas unos rayos de sol lograban colarse a través de ellos.

El recorrido le tomó otros 10 minutos más, hasta que por fin la vegetación comenzó a ser más espesa y la temperatura mucho más fresca. Sacó su pequeña guadaña por precaución, y comenzó a mirar con ansiedad a su alrededor, esperando algún ataque, ya que desde hacía rato escuchaba ruidos entre los arbustos; que si bien podría tratarse de algún animal, no podía estar completamente seguro.

Finalmente, llegó hasta la ubicación indicada en el papel, y se sorprendió al ver los restos destruidos de una cabaña, cubierta por enredaderas y otras malezas que se fueron abriendo paso en la estructura. El rubio no detectó ninguna presencia extraña en la zona, así que decidió acercarse con cautela.

La madera de la cabaña estaba mohosa y podrida, lo cual era indicativo de que en cualquier momento aquella construcción podría derrumbarse. Alois se preguntaba cómo es que había durado tanto tiempo sin colapsar completamente.

Se acercó lentamente y observó detenidamente cualquier detalle que le pudiera ser de utilidad, pero unas pisadas a su derecha lo alertaron, y sin pensárselo dos veces, se abalanzó con su guadaña sobre una figura que se acercó hacia él.

Pero la figura dio un ágil salto hacia la izquierda, esquivando a Trancy resueltamente.

—¿Estás loco, mocoso? ¿No sabes que jamás te debes abalanzar así sobre una dama? —chilló indignado Grell Sutcliff, mientras arreglaba su traje—. Tus habilidades de lucha son un asco, por cierto. No sé cómo Will cree que realmente puedas enfrentar a Faustus.

—¡¿Estabas siguiéndome, Sutcliff?! ¿Por qué rayos no me dijiste nada? ¡Casi muero del susto! —gritó Trancy, indignado también—. ¿Qué haces aquí? ¿Tú pusiste esa nota en una de las carpetas?

—Creí que habías detectado mi presencia. En serio todavía hay mucho trabajo que hacer contigo —suspiró cansado el pelirrojo—. Y sí, fui yo quien puso esa nota en tu carpeta. Will no debe saber esto, esta reunión es extraoficial, ¿podrás dejar este pequeñito secretito entre nosotros? —Grell le guiñó un ojo al rubio y sonrió pícaramente.

Alois en respuesta arrugó la nariz.

—No entiendo nada de esto. ¿Viniste a darme las respuestas que necesito de mi pasado antes de continuar esta misión suicida?

—Sí —respondió Grell poniéndose muy serio de repente, sorprendiendo al menor, quien no esperaba que el pelirrojo fuese a darle respuestas.

Sutcliff suspiró cansado de nueva cuenta y comenzó con su explicación. —La noche de tu suicidio hace 50 años fue cuando íbamos a hacer el ritual definitivo para acabar con el desequilibrio originado por Undertaker. Bueno, mejor dicho, por el Shinigami Nº 136649, nunca supimos su verdadero nombre, siempre se identificó con su número de registro, algunos lo llamaban "el zorro plateado".

—Tiene sentido su apodo —interrumpió Alois—. Porque vaya que fue astuto y supo joderlos a todos.

—En fin, eso no es lo importante aquí —gruñó el pelirrojo al verse interrumpido—. El asunto es que cuando ya casi íbamos a terminar con todo, el maldito Sebastián Michaelis volvió a ir en contra de lo acordado, cambiando por completo nuestros planes…

—Es un demonio, ¿qué más se podía esperar de él?

—¡Déjame terminar! —chilló Grell—. En serio eres peor que Ronald. En fin, días antes de concretar ese ritual, yo ya sabía que no se iba a finalizar —Sutcliff lanzó una mirada retadora al rubio al ver que iba a ser interrumpido de nuevo—. Porque hice un trato con Michaelis, en el que accedí ayudarlo a "salvar" a su mocoso a cambio de cierta información que nos ayudará a encontrar a alguien que puede terminar con este desequilibrio. Ya que al parecer lo de los rituales nunca iba a ser 100% efectivo.

—¿Y por "alguien" te refieres a Undertaker? ¿No está muerto?

—Según Michaelis, no. Él tuvo contacto con Undertaker en esa última reencarnación y además…

—¿Y le creíste? ¿A un demonio? ¿Eres estúpido o qué? —se burló Alois. El pelirrojo gruñó exasperado.

—¿Sabes qué mocoso? Me parece que no vas a seguir siendo muy útil para esta misión —Grell sacó su motosierra y sin previo aviso apuntó al menor con ésta.

—Vamos, Grell, cálmate, sólo bromeaba, prometo no interrumpirte más.

—Olvídalo, ya no pienso perder mi tiempo contigo explicando nada. Entrega esta carta a Phantomhive, y vuelve aquí mañana, a la misma hora. No busques a Claude, ni mucho menos asesines a Ciel, todavía no —enfatizó el Shinigami al tiempo que bajaba su guadaña y extraía de uno de sus bolsillos un sobre blanco.

El rubio con cierto temor se acercó hasta el mayor y tomó la carta rápidamente, para luego tomar cierta distancia, de al menos unos 3 metros lejos de Grell. Alois se moría de ganas por saber todo lo que había pasado, pero a veces su impulsividad le jugaba malas pasadas. —Ehhmm… Grell? —atinó a decir el rubio lentamente—. En serio lamento haberte interrumpido, pero sólo necesito saber una única cosa. Algo que me ha estado atormentando. ¿Sebastián me indujo al suicidio? ¿Él lo tenía planeado desde hacía tiempo? ¿Yo estuve de acuerdo con ese plan?

—Demasiadas preguntas, mocoso. Sólo te responderé una —dijo el pelirrojo con suficiencia—. Sebastián te manipuló para que te suicidaras. Eso es lo único que puedo decir por ahora. Ven mañana y si te comportas apropiadamente te daré más detalles. Ah, y cuando le entregues ese papel a Ciel, puedes contarle acerca de su pasado si te hace preguntas al respecto.

Sutcliff se impulsó y trepó hasta las gruesas ramas de un árbol, y después comenzó a alejarse saltando de árbol en árbol, dejando al rubio más picado que nunca por la falta de información.

Alois se maldijo por ser tan impulsivo, y observó con curiosidad la carta, tenía unas ganas terribles de leerla, pero se contuvo y simplemente sacudió su cabeza en negación. Tomó impulso y comenzó a correr a máxima velocidad por el bosque, ahora con la nueva tarea de encontrar a Ciel.

Aquello se le hacía tan extraño, si esto no iba a funcionar para arreglar el desequilibrio ¿por qué debía buscar a Ciel o a Claude? ¿No era mejor que iniciaran una búsqueda de Undertaker si es que supuestamente estaba vivo? ¿Undertaker realmente aceptaría colaborar para acabar el desequilibrio? ¿No había obtenido al final lo que deseaba? ¿Revivir para siempre a los Phantomhive en un bucle infinito?

Notas finales:

¡Gracias a quienes dejaron comentarios y por leer!

Cuídense y manténganse a salvo en sus casas!

Nos leemos pronto :)


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