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Apariencia confusa por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Bueno casi me olvido de actualizar 

Espero lo disfruten ^^

Para los que no me conocen... siempre hago historias que a veces tienen giros de 180 grados, así que... aquí está su giro especial 

 

 

Viktor solo logró ver cómo alguien caía al suelo, luego Yuuri golpeaba a su captor y sacaba algo debajo del mantón que usó para clavarlo en el hombro al enemigo. La azabache corrió alejándose del otro, se debía separar porque ya la habían tocado demasiado y no podía ser arrastrada fuera de su comunidad. Un soplo a la cerbatana y otro extraño caía al suelo. Pero los otros dos atraparon a Yuuri antes de que volviera a la seguridad del grupo de mujeres que la protegerían.

Antes de que alguno pudiera ayudarla, la azabache se removió con fuerza, luchando por sí sola, era sin duda alguien aferrándose a la idea de libertad. Fue golpeaba en el rostro, en esas mejillas ahora sucias de lodo. La arrastraban y Viktor corrió en su ayuda, pero escuchó algo rasgarse… ¿o se imaginó aquello?... El mantón que la azabache portaba fue desprendido de un solo jalón rudo, por parte de su actual captor. El desconocido agarró a Yuuri por la cintura, la azabache le dio un cabezazo certero para liberarse, pero la derribaron casi enseguida. Intentaron tomarla de las piernas, de las manos, del cabello largo que tenía y en el movimiento de forcejeo, Yuuri terminó siendo despojada de su ropa superior… silencio, mucho silencio para ser normal… ningún ruido cuando Yuuri se levantó

 

 

- ¡A KHUURAMCH EDGEEGCH! – gritó el enemigo mientras mostraba una leve sonrisa y enseguida corrió en dirección de Mari,  quien lloraba viendo a su hermana menor siendo agredida por el que aún estaba de pie

-¿cómo que falsa? – susurró Georgi, pero se calló cuando Yuuri se levantó lanzándose encima del enemigo y peleando cuerpo a cuerpo con golpes certeros y hábiles

-MARI… CORRE – gritó Yuuri entre el forcejeo. La azabache estaba desorientada, ni siquiera se fijaba en su apariencia, sólo le importaba la seguridad de su hermana. Se levantó buscando su cerbatana sin importar la desnudes que descubrió su torso

-¡qué diablos! – gruñó Yurio que vio todo aquello pasar como en cámara lenta – ¡no tiene pechos!

-tal vez es planita – dijo Emil ya en shock, porque debajo del mantón… sólo había pequeñas bolsas que cayeron mostrando plantas y algo como palillos de madera, recipientes. Debajo de la tela que cubría los pechos de todas las mujeres de la tribu… sólo había… una persona que estaba dispuesta a matar al que la agredía

-¡YUURI! – gritó Mari al ver a su hermano tomar el cuchillo y clavarlo en su atacante – ¡Yuuri! ¡Üüniig büü khii! – pero fue tarde… Yuuri apuñaló al mencionado y la sangre le salpicó como en una escena de terror. Mari rogó a Yuuri que no hiciera nada más… pero fue opacada por el grito de alguien de su familia. Los refuerzos llegaban

-Yuuri – susurró Viktor y cuando los hombres de la comunidad llegaron para terminar con los desconocidos restantes, corrió hacia la azabache. Yuuri había caído junto al cuerpo sangrante del enemigo que acababa de apuñalar – Yuuri… ¿estás bien? – no la tocó, no sabía si hacerlo  era correcto… pero la veía y estaba en shock

 

 

El enemigo se desangraba bajo la atenta mirada de las mujeres de la comuna y poco después, los hombres de la tribu llegaban tras haber vencido a los demás. Gritaron cosas mientras sus cerbatanas acababan con los pocos enemigos que escapaban hacia el río. Otabek apareció en medio de la nada, acabando con uno de los hombres que en un acto final iba a atacar al grupo de mujeres, pero que Yurio intentó detener.

El guerrero nativo se interpuso entre el atacante y el ruso rubio, recibiendo la lanza en su costado. La sangre brotó manchando el suelo pero el guerrero logró su cometido, evitar la muerte de alguien inocente. El ruso estaba agradecido y a la vez asustado, eso no era real… eso solo pasaba en las películas… y aun así todo eso, en verdad estaba pasando. En cuanto Otabek terminó de acabar con el enemigo, Yurio solo pudo correr a socorrer al azabache… era lo menos que podía hacer en agradecimiento.

La victoria se dio en unos instantes y el pánico terminó. Las mujeres se relajaron, los niños corrieron hacia sus padres, el jefe llegaba a ver si todas estaban bien… Mari lloraba, las demás mujeres se quedaron en silencio… y Hiroko estaba destrozada, ni siquiera se movió de su lugar, solo pudo extender sus manos como intentando agarrar a su segunda hija

 

 

- ¡Gutaadag! – cuando el actual jefe llegó y vio a Yuuri lleno de sangre, sin ropa cubriendo la piel de su pecho, enfureció – ¡GUTAADAG! – gritó levantando su arma y señalando a Yuuri – ¡edgeegch tolbo ügüig vaina!

-¿qué dice? – dijo Viktor cuando Emil lo detuvo antes de que tocara a Yuuri – ¿por qué la maltratan? – decía en desesperación cuando vio al jefe acercarse con mala actitud a su pequeña Yuuri que se mordía el labio. Viktor fue sujetado por el castaño con fuerza para que no interviniera, mientras el jefe agarraba los cabellos de la azabache y la arrastraba hasta empujarla al suelo ante los demás hombres que llegaban

-deshonor – dijo Emil sin creer lo que veía – Yuuri es el deshonor de su familia… lo que dicen es… “la curandera se ha manchado” – Emil soltó una risa nerviosa pues tampoco estaba entendiendo lo que pasaba… estaba en shock desde que vio el cuerpo desnudo de Yuuri, uno que mostraba que… no era ella – Te lo dije Viktor… ella es sagrada, la han tocado…

-y han descubierto su cuerpo – dijo Georgi uniéndose a Emil para sostener a un Viktor que en cualquier momento iría en rescate de la… del azabache – las curanderas son mujeres de los jefes… son puras y nunca quitan vidas… al parecer Yuuri ha roto muchas reglas hoy

-¡pero fue por defenderse! – se quejó el ruso mayor mientras suplicaba que lo soltasen pues su Yuuri estaba siendo pateada y empujada entre los hombres

-eso no quita el hecho de que sea un hombre – dijo Yurio entendiendo algunas cosas de las que gritaban los guerreros y el jefe – Otabek… ¿puedes explicarme? – miró a su acompañante, pues mantenía a Otabek a su lado para apretarle la herida deteniendo un poco el sangrado

-Yuuri – susurró el azabache – sucio – completó mientras se separaba de Yurio. Lo miró un momento, la melancolía invadía esos ojos marrones del guerrero “sin emociones”… tal vez no perceptibles. Se levantó encaminándose hacia los demás, a paso firme sin inmutarse cuando el jefe de su comunidad golpeó la mejilla de Yuuri con tanta fuerza que lo hizo caer con violencia

- ¡Yuuri!

- detente Viktor… esto es asunto de ellos – Yurio solo miraba mientas levantaban a Yuuri para arrojarlo al siguiente hombre, quien con una dura bofetada hacia caer al azabache nuevamente – vaya… Yuuri no era mujer, sino un hombre – suspiró, pero sintió cierta dicha cuando vio a Otabek negarse a dar el maltrato que los demás aplicaban  – esto parece grave

-pero solo lo culpan por haberse manchado de sangre – decía Georgi que concentrado interpretaba las diversas acusaciones – eso es raro

-¡suéltame Emil!… no dejaré que lo maltraten más – pero su boca fue cubierta por las manos de Georgi que negaba sutilmente y Viktor seguía luchando para zafarse… solo le importaba su Yuuri en ese momento

 

 

Y a pesar de estar en desacuerdo con el accionar de los hombres con respecto a Yuuri, como si no fuera uno de ellos, no podían intervenir, solo quedarse callados o tal vez solo empeorarían la situación.  Yurio se forzaba físicamente a detener a un Viktor que se removía cada vez que un golpe llegaba a Yuuri, un golpe de un varón guerrero a un frágil cuerpo que solo servía para curar a su familia. Finalmente tuvieron que amordazar y atar al ojiazul para que se quedara quieto, pues ellos no tenían voz ni voto en esto. Emil se concentraba en cada palabra que los nativos decían, estaba apretando sus puños porque todo seguía y ninguna de las mujeres allí presentes decía nada. Georgi miró a Hiroko y ésta solo agachó su cabeza. Suplicó con la mirada para que Mari hablara… pero ella lloraba en silencio… ¡qué alguien dijera alguna cosa!

Yuuri tampoco decía nada mientras los hombres de su propia comunidad, a los que cuidó con esmero, lo maltrataban. El ahora azabache se mantenía callado mientras era arrojado por el suelo. Le arrancaron los collares y adornos, lo sujetaron de los cabellos con fuerza para elevarlo. En un solo movimiento, ese largo cabello que con la luz brillaba, fue cortado y dejó de ser una larga trenza ocasional. Viktor intentó reclamar al ver aquello, pero era imposible… no podía moverse y Yurio lo mantenía así. Yuuri sólo agachaba la cabeza igual que las demás mujeres… era malditamente absurdo que aprobaran un maltrato exagerado. ¿Por qué lo hacían? ¿Qué hizo que fuera tan grave? ¿No tenía derecho a defenderse? ¡Era su propia familia la que lo despreciaba! ¡¿POR QUÉ?!

Aunque todos lloraban el maltrato no cesó, incluso Otabek estaba parado con los demás hombres, con una expresión de dolor y negándose a golpear a la deshonra de la tribu, pero manteniendo su papel. Incluso los jefes, anterior y actual, se veían con la mirada cristalina pero fúrica… porque… según Emil, acaban de perder a una de sus principales mujeres. Todos estaban sufriendo porque Yuuri, a pesar de haber nacido como uno de los contados hombres destinados a ser curanderas, era importante y especial. Viktor empezó a derramar lágrimas al ver como el mechón arrebatado de su adoración era balanceado para después ser arrojado al suelo y pisoteado con asco. No podía ir hasta allí y abrazar a Yuuri para susurrarle que todos esos insultos eran falsos, que no escuchara nada… no podía ir a rescatar a la persona más hermosa que en su vida conoció

 Según la explicación rápida de Mari, quien se acercó a revisar las heridas de los cuatro, solo mujeres debían nacer del lecho de las curanderas, y cuando un hombre nacía por error, se lo trataba como una mujer más. Los hombres en esa descendencia estaban destinados a olvidar su masculinidad, se los veía como mujeres, se comportaban como una curandera en todo sentido, cumplían esa función toda su vida. En ese caso, Yuuri había nacido marcado a un destino lleno de ataduras, leyes, principios mucho más rígidos que las demás y estaba destinado a solo ser la sombra de la mujer que sí se casaría con el jefe sucesor. En esa ocasión Yuuri velaría eternamente por su hermana y si Mari moría… él tomaría el lugar como curandera y enseñaría a las sucesoras de tan especial cargo. Un hombre que sería transformado en mujer, que sería intocable, un secreto eterno que nunca debía ser contado a un extraño, un tesoro único, alguien que jamás podría romper una de las reglas. Y como si fuera poco una curandera nunca podría quitar la vida de alguien o sería tachado de traidor, ese día Yuuri incumplió muchas leyes y por eso estaba siendo tratado como la deshonra de la tribu. Confuso, pero fue al menos una buena explicación rápida para los extranjeros. Todo eso mientras Yuuri era atado con los brazos hacia atrás y amordazado con extrema fuerza

Viktor quiso intervenir pero no podía, ya suficientes problemas tenía Yuuri, quien una y otra vez era acusado de traer deshonor a su familia. El azabache fue maltratado, obligado a caminar siendo guiado por una cuerda en su cuello y llevado a rastras a la antigua aldea. La llovizna solo dificultó el traslado, donde el azabache cayó innumerables veces porque las cuerdas que ataban sus tobillos se enredaban constantemente. Al llegar al sitio donde las cabañas mostraban evidencias de la lucha, Yuuri fue empujado con más ahínco hasta que lo arrojaron a la mitad de la comunidad quemada, justo cerca al lugar en dónde Yuuri colaboró infinidad de veces en la preparación de la comida familiar.

El fuego fue disipado por la lluvia que empezaba  a caer un poco más fuerte y eso opacaba un poco los reclamos de todos en la aldea al ver a su “curandera” con el pecho descubierto, con sangre manchando sus manos y tela que aún lo cubría. Algunas mujeres lloraban, los niños eran ocultos en las cabañas aun en pie. Hiroko se abrazaba a su hija al ver a su único hijo siendo abofeteado por el jefe actual. Era una escena dolorosa porque lo único que hizo Yuuri, fue defenderse y defender a los suyos, pero las leyes eran leyes y Yuuri nunca debió revelar su identidad, ni mancharse con sangre ajena

Los cuatro extranjeros no pudieron decir nada, ni siquiera preguntar cuando llegaron a la comunidad, porque no se los permitieron. Viktor aún seguía con las manos atadas, sujetado por Yurio y obligado a permanecer detrás de los otros dos que se aguantaban el dolor de ver aquello. Por respeto a esas costumbres, y al propio Yuuri, se les prohibió usar una cámara para detallar la angustia en la deshonrada curandera. Ellos respetaron eso, lo hicieron sin reclamar nada, tampoco es como si tuvieran ganas de detallar esa barbaridad

 

 

-Otabek – Emil había logrado acercarse al mencionado para hablar entre susurros mientras se esperaba que la lluvia disminuyera un poco su fuerza – ¿qué pasará ahora?

-ir a cabaña – dijo con voz serena empujando al castaño – no ver

-pero Yuuri… ¿no se puede salvarla… es decir, salvarlo? – susurró pero la mirada melancólica del azabache tatuado le respondió

-es tu deber – afirmó Yurio acercándose al guerrero y viéndolo asentir – pero te niegas a golpearlo… ¿eso no es malo para ti? ¿No te tacharán como traidor? – el rubio estaba preocupado, ya vio mucha violencia en un solo día y creía firmemente que Otabek no merecía castigo parecido al de Yuuri

-no importa – habló con seriedad mirándolo – Yuuri… hermano… vivir por él

-cierto – Emil sonrió – le debes tu vida

-¿qué? eso no sabía – Yurio miró a Otabek como recriminándole el que no le contara eso, puesto que se habían vuelto cercanos en esos meses. Un entrenador y un ruso con afán de aprender

-irse – habló limpiándose las gotas de lluvia y caminando hacia el jefe de la comunidad

-vamos Yurio – Emil jaló a Yurio para ir a ayudar a Georgi que había casi tenido que cargar a Viktor hacia la cabaña – seguro que Viktor no está quieto

-normal si ves a la persona que adoras siendo golpeada, atada e insultada – suspiró el rubio

-espero que Otabek haga algo – suspiró Emil – o perderán a su mejor tatuadora – bromeó aunque ni siquiera él tuvo fuerza para reírse de su propia broma – lo siento… no es hora de bromas

-estás en shock – Yurio se agarró el cabello – es normal

-debiste pedirle antes, que te hiciera el tatuaje que querías

 

 

Yuuri fue atada como a cualquier enemigo, un par de esos aún estaban en una esquina de la aldea. Soportó la lluvia sin protección alguna, incluso la sangre se quitó de su cuerpo debido a la cantidad de agua que cayó sobre su cuerpo. Después del castigo físico, del llanto del cielo, de las miradas dolidas de todos, fue obligado a salir de la aldea caminando sobre sus rodillas. Caminaría cuando ya estuvieran fuera de los límites, se trasladaría por la selva siendo escoltada por seis hombres y cumpliría con un destierro sin opción a reclamo. Los demás en la aldea se encargarían de quitar al enemigo muerto o de deshacerse de los que aún seguían con vida y empezarían con las restauraciones las cabañas, así como cuidar de los heridos.

Pero los ajenos a la comunidad, esos cuatro extranjeros, guiados por su curiosidad siguieron a los escoltas de Yuuri, uno de ellos era Otabek, siendo el mejor guerrero cumplía con su labor de escoltar al jefe. Georgi acordó en que Viktor mantendría sus manos atadas, guardando silencio total y siempre detrás de él porque no querían tener un muerto más en ese día. Caminaban a una distancia prudente al azabache, pues Otabek se dio cuenta de que los seguían pero no dijo nada, tal vez no tenía ni fuerzas para eso. Yuuko se les unió en esa travesía, pues Yuuri era como su hermanita y quería saber lo que con ella ocurriría. La castaña, aun llorosa, les explicaba el proceso y les servía de guía entre tanta selva. El castigo a un deshonor de esa especie era el destierro, según la castaña, el jefe debía dejar a Yuuri lejos de la aldea y asegurarse que jamás pudiese volver. Entonces ellos irían a presenciar el destierro, tal vez así podrían ir por Yuuri después y guiarlo hasta algún lugar seguro.

Caminaron mucho, hasta que incluso la lluvia paró en totalidad y Yuuko se quedó callada en cierto punto, porque estaban espiando mientras la ceremonia se llevaba a cabo. Si los descubrían estarían en problemas graves, tanto como para ser desterrados también, al menos Yuuko sí lo sería. Yuuri se mantenía con la cabeza gacha, nadie podía ver la expresión que tendría pero suponían que al igual que Yuuko, lloraba en silencio. El camino se alargó por horas hasta que llegaron a un límite marcado por la propia naturaleza. Un acantilado que fue tallado por un río que por miles de años lo hacía más profundo. Allí seria abandonado Yuuri, dejado a su suerte en esa selva inhóspita. Solo allí el silencio se rompió, porque el jefe habló con seriedad

 

 

-¿sabes lo que has hecho, Yuuri? – el jefe mantenía la calma a pesar de que aún tenía rastros de lágrimas dolorosas. Le quitó la mordaza al azabache para que le respondiera – esto me duele más de lo que te imaginas

-discúlpame… pero si no lo hacía… Mari moriría y con ella nuestra sucesión – su voz estaba en el mismo tono de siempre. Cuando fue capaz de hablar, Yuuri también levantó su rostro… las lágrimas inexistentes sorprendieron a más de uno

-lo sé y te lo agradezco – el jefe sonrió sutilmente al ver la seguridad de Yuuri, él sabía mejor que nadie la valentía de esas mujeres

-cuida de Mari, mi hermana lleva en su vientre a la futura curandera – el azabache sonrió al pensar en eso… esperaba que su sobrina tuviera un futuro mejor que el de las demás – es una lástima que yo no haya nacido mujer – suspiró pero mantuvo su tono dulce, amable, mirando a todos con cariño

-hubieses sido una gran esposa – halagó uno de los hombres

-dulce, amable, sabia – Otabek miró a Yuuri y le dedicó las últimas palabras, tal vez – Yuuri… gracias

-te salvé la vida porque sabía que tu futuro era proteger a nuestra gente – el pelinegro se quedó mirando a Otabek – fuerte, de voluntad de hierro… sin miedos, por eso el tatuaje de leopardo te lo cedí a ti… días de diseño en esa piel valieron la pena

-una mujer perfecta – suspiró el jefe – desterrarte es un desperdicio Yuuri

-no menosprecie a mi hermana – sonrió divertido, pues sabía que no era el caso – ella es digna, hermosa, inteligente y de carácter firme… cosa que a mi tal vez me faltó detallar

-Yuuri, tú pudiste traer al mundo a mis hijos también – sonrió el jefe mientras cortaba las sogas de las manos del azabache – en verdad lamento que hubieses sido obligada a matar a alguien… tus manos nunca debieron ser tocadas por la sangre enemiga

-hice lo que debía hacer – dijo frotándose las muñecas – ¿puedo pedirles una cosa? – los hombres asintieron casi de inmediato – quiero ser tratado como un hombre – sonrió divertido levantando sus manos al aire, sonriendo al ver el cielo despejado que aún tenía al sol como maestro – al menos desde ahora… ya que fui deshonrada, sólo me queda esa pequeña satisfacción… ya no soy una mujer, sino un hombre

-un hombre que podría haber dado la descendencia de la familia principal – sonrió uno de ellos – es una lástima, mi querido Yuuri

-Ey, no llores por mí – el azabache permitió que cortaran las últimas sogas que se enredaban en su cuello – porque ahora… ya no soy parte de sus vidas  

-estamos solos – sonrió el desconocido que acarició la mejilla de Yuuri – y ahora puedo tocarte. Hay que darse un leve gusto a pesar de la situación

-al menos le ves el lado bueno – suspiró Yuuri mirándolos a todos y luego dándoles una reverencia – fue un placer servirles

-disculpa el maltrato, pero sabes cómo es – el jefe acarició los cabellos de Yuuri con más cariño del que debería

-estaba preparado – dijo levantándose, dejando que los hombres allí tocaran sus mejillas, sus manos, su cabello ahora cortado sin estar bien definido – ahora si me disculpan, no me gustan las despedidas tristes

-¿quieres que nos demos vuelta? – dijo Otabek que tomó la mano de Yuuri sintiendo la calidez que tatuaron su piel

-solo si quieren – sonrió pero ellos negaron – entonces… me iré ahora – dijo para empezar su caminata. Yuuri se veía tan calmado ante eso… pero todos sabían que le dolía dejar a su familia – cuiden de mi madre, hermanas y futuras sobrinas – dijo mientras se colocaba en el filo del acantilado y se acomodaba los leves mechones que traía encima – adiós – una espléndida sonrisa les fue brindada… una gotita salió de pronto… era la pena inevitable

-no… no puedo – susurró Otabek y estiró su mano en dirección de la azabache – no puede irse así… espera

-¡Yuuri! – fue la última palabra que el jefe dijo al ver la sonrisa brillante que Yuuri les cedió antes de verlo desaparecer – ¡YUURI! – gritó pero ya no podía hacer nada y sus piernas le fallaron al igual que a los demás. Quienes solo pudieron agachar sus cabezas y soltar un gemido adolorido porque acaba de desaparecer un miembro demasiado importante de su familia – Yuuri… buen viaje

 

 

Los que estaban escondidos entre las grandes hojas verdes de la selva se quedaron de piedra mientras observaban aquello. El lenguaje sencillo que usaron los nativos les permitió entender todo y jamás creyeron que alguien que se iría, podría sonreír de forma tan hermosa. No pudieron ni respirar cuando Yuuri de pronto empezó a caminar lejos, sintieron su corazón detenerse cuando el azabache se paró en ese filo… erguido ante el vacío. Mucho menos pudieron reaccionar cuando el propio Yuuri dejó que su cuerpo se dejara llevar por la gravedad y se arrojara hacia atrás. Cayó. Yuuri había caído de ese filo marcado y después de solo segundos dejaron de ver a esa persona. Todo fue demasiado rápido y repentino… esa sonrisa brillante se mantuvo, pero un par de lágrimas brillaron antes de esa desaparición

Viktor se quedó con la boca abierta y con las manos estiradas, como si de esa forma lograse agarrar a Yuuri antes de que el vacío lo envolviera… pero no pudo. Nadie hubiese podido evitar aquello. Yurio cubrió los ojos azulados de Viktor un segundo después de que Yuuri saltara del acantilado y tapó la boca del mayor para que no gritase alguna cosa que los delatara. Yuuko había hecho lo mismo pues su compañero de aventuras ya no estaba en ese mundo y su llanto doloroso debía morir como sus memorias de ese día. Georgi se había quedado mudo, Emil continuaba negando en silencio… no podía simplemente terminar así

Yurio soltó a Viktor después de un rato, porque… si él mismo estaba afectado no sabía cómo estaría Viktor… quien… ¡Dios!... Ellos nunca habían visto a una persona suicidarse. Y eso era lo que vieron hace poco, un suicidio. Tirarse del acantilado sin aviso alguno era un suicidio, la altura del mismo condenaría a cualquiera, incluso si en la base había una selva espesa de grandes árboles. Yuuri se había dejado caer sin siquiera pensarlo un poco y aun no podían asimilar aquello… ¿eso era el destierro? ¿Suicidio y no solo exilio?...  Uno de los hombres reaccionó y susurró algo que hizo a los demás sacudir su cabeza para regresar a la realidad. Otabek fue el primero en moverse, buscando algo entre las pocas cosas que tenía atadas a su cintura. El azabache abrió un contenedor pequeño, se acercó al acantilado junto con los demás, para sentarse en el borde, proceder a tomar el contenido y estirar sus manos. Muchos pétalos fueron soltados, caían al vacío que ahora acunaba a Yuuri también. Era una ceremonia hermosa a pesar del cruel destino que la curandera sufrió

Después presenciar cómo cada hombre decía algo simple, se levantaba y procedían a retirarse del lugar, el grupo que seguía escondido dejó salir sus emociones. Estaban solos, aun mirando el filo del acantilado, podían darse el lujo de llorar cuanto quisieran porque nadie lo sabría. Yuuko cubrió su boca con las manos y empezó a sollozar, golpeando su frente con el suelo, negaba, sufría, protestaba. Georgi y Emil estaban en shock y el silencio reinó como nunca, porque todo pasó demasiado rápido. Viktor en cambio no se quedó allí, cuando estuvo libre, su mirada había perdido brillo, las lágrimas cayeron solas y a paso calmado se acercó al último lugar donde vio a Yuuri. Yurio se mantuvo junto a él, era un apoyo mudo… todos suponían que en ese momento Viktor era el que más afectado estaba, podría hacer locuras

Viktor miraba al vacío que el acantilado representaba, un abismo enorme que terminaba en un verde tapiz formado por los árboles y a lo lejos apenas se veía en río que atravesaba esa zona. Saltar de allí era una condena segura de muerte… Era inentendible, en esa mañana Yuuri reía mientras cocinaba para todos después de tomar su té matutino. Les habló para unirse en el desayuno, cuidó de Hiroko, jugó con los niños, mostró ese brillar infinito en su iris marrón… actuó como un líder, protegió a las mujeres y niños, luchó como nunca para defender a los suyos… y al final… ¿así terminaba el deshonor? ¿Con una muerte tan fría como esa? ¿Con un destino tan cruel? Pero esa era la ley en esa comunidad recóndita entre la selva… no era nada suyo, no era la sociedad que conocían… así que no podían decir nada… Solo sentir el dolor que la muerte de Yuuri les provocó

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Sus reviews me animan mucho, pues creí que nadie se arriesgaría a leer esta pequeña locura. Pensé que hice un mal trabajo, pero ustedes me han subido el ánimo. Los responderé este fin de semana sin falta ^^

Esta fanficker adora hacer historias un poquis locas, a pesar de que al final, por meterse en la piel de los personajes, termine llorando como magdalena y se deprima... lo hago todo con el corazón XD

Seguiré esforzandome por ustedes

Muchos besos~


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