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Apariencia confusa por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Espero que disfruten de la actualización~

 

 

Al llegar al pueblo, Yuuri solo soltó un largo suspiro y se aferró a la pequeña bolsa que Viktor le había dado para que guardase sus cosas o plantas que recogía en el camino. Viktor lo tomó de la mano como en la mayoría del trayecto hasta allí, sonrió para darle valor, un susurro de confianza y guió al menor entre la gente. Las miradas se posaron instantáneamente en el azabache de ropas sencillas, quien cargaba una cerbatana, adornos con pocas plumas, mostraba un sonrojo sutil y mirada temerosa.

Yuuri empezó a sentir pánico, le abrumaba tener a tantas personas extrañas mirándolo. Se ocultó detrás del de cabellos platinados o hasta de Yurio en ocasiones, todo para evitar a quienes se le acercaron por curiosidad. Estaba muy asustado, nunca vio más allá a su pueblo, o a los extranjeros que su padre y exjefe aceptaron en la comunidad. Yuuri estaba perturbado al escuchar a tantas personas hablar en idiomas diferentes, vestir ropa diferente, actuar de forma diferente. Cuando lo rodearon para hacer preguntas, se quejó en un susurro mientras apretaba los brazos de Viktor para pedir ayuda y el mayor se la dio, abrazándolo protectoramente. Yurio y los demás colaboraron de forma un poco diferente, alejando a los curiosos y permitiendo que Yuuri respirara tranquilo

 

 

-¿cómo lograron traer uno?

-¿es de la comunidad central? Nunca lo había visto sin su gente

-¿puede contarnos de su pueblo? ¿Qué hacen? ¿Por qué no contactan con el exterior?

 

 

Para la gente del pueblo era normal preguntar un montón de cosas de una sola vez, pero Yuuri no iba a responder nada, nunca rebelaría nada de su familia a algún extraño. Por eso Viktor se llevó al azabache a la primera hostal que vio, encerrándose en una habitación y calmando a un tembloroso Yuuri que se negaba a soltarlo. El ruso entendía el miedo a lo desconocido que tenía aquel muchacho, aunque eso parecía un chiste puesto que Yuuri trataba con serpientes y arañas mortales, pero al parecer los humanos le daban más miedo que nada. Aunque el método para alejarlo de los problemas fue muy divertido. “Yuuri solo mírame a mí” le susurraba acariciándole las mejillas y juntando sus frentes para evitar que su Yuuri tuviera un ataque o algo así. Le dio besos en la nariz, en las mejillas y al final, el propio Yuuri lo besó en los labios, rodeándolo en un abrazo y aferrándose con fuerza mientras pedía que no lo dejara allí, que no dejara que se lo llevaran a una nueva comunidad porque quería estar con él. Viktor lo escuchaba y fue la cosa más tierna que vivió

A Viktor le tomó tiempo calmar al azabache en totalidad, fue paciente y sincero en cada frase que emitía en susurros para Yuuri. Sentado en aquella cama, mantenía a Yuuri entre sus brazos, acariciándole la espalda, deslizando sus dedos por las mejillas del pequeño azabache temeroso, tomó la mano ajena, le dio besos con ternura y entrelazó sus dedos para compartir calor en un simple tacto. Allí se mantuvo, sin medir el tiempo, incluso hasta cuando los otros vinieron a ver en qué situación se encontraban. Yuuri se había quedado dormido en algún momento y Viktor solo lo observaba con calma a su pequeño tesoro. Era maravilloso tenerlo tan cerca, parecía un sueño y no quería que se esfumara cuando despertase, por eso Viktor no cerró los ojos para envolverse en la inconciencia

 

 

-llamaré  a un médico después – Emil ayudaba a Viktor a colocar a Yuuri en la cama. Tal vez el cansancio del jovencito se debía a todas esas situaciones ocurrentes en tan poco tiempo

-pero Yuuri es su propio médico – sonreía Viktor al ver al azabache arrugar su nariz entre sueños

-no seas celoso hasta ese nivel – criticaba Georgi, admirando las rústicas curaciones en uno de los brazos descubiertos del azabache durmiente – un médico solo lo revisará, no te lo va a quitar

-no estaba pensando en eso – se quejaba Viktor pero era mentira, los celos le envolvían con solo pensar en cualquier persona que se atreviera a tocar a su Yuuri

-cayó de un acantilado, podría tener más daños. No seas infantil Viktor – se quejaba Yurio golpeando la cabeza del de cabellos plateados

-lo sé… está bien – suspiraba resignado mientras acariciaba la mejilla de Yuuri y escuchaba la risita de Emil

 

 

El desenlace de esa situación era previsible. Yuuri se negó rotundamente a que alguien con una bata blanca y con algunas cosas metálicas muy extrañas en una maleta, se le acercara. No quiso saber de ese hombre que decía ser médico y se encerró en el baño hasta que el extraño se fuera. Yuuri tenía su carácter, cumplía con sus leyes a pesar de que estar lejos de su comunidad lo volvía libre de ellas, a veces hacia cosas que nadie podría imaginarse.

Viktor se tardó una tarde entera en explicarle los beneficios de ser tratado por un especialista, pues resultó que Yuuri se negaba a dejarse curar por  otra “curandera”, la cual, él no certificara adecuada en el conocimiento de la naturaleza. Yuuri, por sí mismo, seguía cambiando sus vendajes rústicos, preparando su medicina cuando le dolía algo y cosas por el estilo. En verdad fue difícil convencerlo de acudir a un buen médico en ese pueblo, donde la única clínica bien equipada tenia a un solo especialista atendiendo y era el mismo al que Yuuri no le otorgaba el permiso para tocarlo

 

 

-será bueno que te revise, Yuuri. Aún cojeas, quiero saber si tienes una lesión grave – Viktor lo llevaba de la mano. La gente allí ya se había calmado un poco al tercer día de estadía de Yuuri, así que no se atrevía a acercarse, pues sabía que no les iban a responder nada  

-no quiero – aún se quejaba, pero le hizo una promesa a Viktor y la iba a cumplir. Dejaría que alguien más viera por su salud – yo sano

-te duele al caminar, no me mientas Yuuri – decía en forma de regaño y el azabache solo hacía una leve mueca para proseguir caminando junto al ruso

-gente mirarme como a una araña – se quejaba cuando veía a los niños apuntarle y a un par de personas tratar de acercarse, pero Yurio los miraba feo y se alejaban

-tienes un novio bastante complicado, es un fastidio llevarle la contraria – se quejaba Yurio mirando al mayor de los tres – por cierto… nunca supe cuántos años tienes

-tampoco yo – Viktor sonrió al mirar al azabache – Yuuri, ¿cuál es tu edad?... nas, tany nas – explicaba y Yuuri asentía al entenderlo

-mi arvan naiman

-¡cómo que dieciocho! – se quejaba Yurio, pero Yuuri solo sonreía en respuesta – Viktor… te fijaste en un mocoso, ¡le llevas diez años de edad!... ¡hasta suena ilegal!

-wow, me sorprendí – Viktor miraba al azabache a su lado, pero la impresión le duró poco. Entre esa gente no lograba ver la diferencia de edad, así que pensó que Yuuri ya tendría unos veinticinco años, pero eso era lo de menos

-con razón es tan terco e insoportable, aun no madura

-mi Yuuri es adorable – defendía Viktor con simpleza, pues cada detalle que Yuuri le mostraba era más encantador que el anterior – ¿Yuuri? – preguntó cuándo sintió el jalón en su mano, signo de que Yuuri dejó de caminar – ¿qué pasa?

-Ey Yuuri, ¿por qué te detienes? – gruñía Yurio, pues no era de su agrado estar acompañando a la parejita a la revisión médica. En ese momento podría estar alistando todo para su viaje a la ciudad y al aeropuerto pero Viktor lo jaló a esa situación. Yurio quiso ir con Emil a hacer los trámites legales, puesto que sacarle los papeles a un nativo no era cosa fácil y hasta eso sería más agradable que estar viendo al par de melosos en sus cursilerías – muévete, quiero acabar con…

-¡YUURI! – esa voz dejó helado al rubio. Conocía a la perfección el tono, la potencia y se giró con velocidad para certificarlo

-no puede ser…

-Otabek – susurró Yuuri soltando la mano de Viktor y retrocediendo de inmediato – NO… ¡KHOL BAIKH! – negó con sus manos mientras empezaba a tener pánico

-¡¡YUURI, TA ZUGTAJ CHADAKHGÜI BOLNO!! – el ceño fruncido del nativo guerrero dio alerta a los rusos, quienes no sabían cómo diablos reaccionar

-¿qué haces aquí? – se quejó Yurio al entender el enfado de Otabek pero no le dieron respuesta verbal

 

 

Yuuri no se esperó a una charla amena con su amigo de infancia. Ni bien Otabek dio un paso, Yuuri salió corriendo como desquiciado entre las calles de ese pueblo, inclusive olvidándose del dolor que le azotaba en una de sus piernas. Otabek no se quedó atrás, arrojó las pocas cosas que tenía en las manos y corrió en dirección del que huía. El guerrero gritaba algo en amenaza y ni siquiera se fijó en quien empujó para abrirse paso, solo se concentraba en perseguir al azabache que tampoco se detenía a pedir ayuda, solo movía sus pies en pánico. Yuuri jadeaba cuando ya veía la entrada del pueblo, la misma que le daba inicio a la selva de donde el provenía. El azabache herido no se detuvo a escuchar los gritos de esa voz que conocía desde hace años, solo se lanzó al verde contenido de la selva para seguir corriendo en busca de cualquier cosa que lograra salvarlo de aquella situación… porque Otabek era parte del pueblo, porque Otabek era un guerrero que hacia cumplir las leyes, porque Otabek lo iba a matar si lograba alcanzarlo. Esa era la ley y se cumpliría al pie de la letra

Yurio había caído con dureza después de que Otabek lo empujó contra Viktor cuando apartaba a quien se interpusiera en su camino para comenzar con la persecución, todo fue tan rápido que no sabía qué demonios pasó. Viktor se había levantado primero, mirando al rubio en pánico y pidiéndole una traducción, porque esa frase no la entendió. “Dijo que Yuuri no podría escapar” susurró Yurio levantándose tan rápido como pudo y aclarando su cabeza. Dos cosas les llegaron a los rusos, primero que Yuuri era un desterrado y la otra, que la comunidad ya lo había dado por muerto e incluso condenado a muerte, entonces eso conllevaba a que Otabek perseguía a Yuuri con las más negras intenciones.

Yuri y Viktor corrieron con prisa sin importarle los cuchicheos de la gente al ver esa escena tan rara entre dos nativos, de los que poco conocían. Los rusos se apuraron en su carrera en la misma dirección en la que vieron a los nativos desaparecer, porque sabían que con solo segundos de diferencia, una desgracia podría llevarse a cabo. Viktor sentía su adrenalina fluir por su sangre, aligerando su cuerpo y volviéndolo veloz en la carrera, porque en su mente solo estaba el rostro de Yuuri. Ni siquiera quiso pensar en la posibilidad de volver a perder a su pequeño  

 

 

-¡Yuuri! ¡Más vale que te detengas! – Otabek soltaba un jadeo cuando ya estaban zigzagueando entre la maleza de la selva madre que los vio nacer

-¡fuera! ¡No quiero escucharte!... ¡Soy libre ahora! – reunió todo el aire posible para decir aquello, pero su cuerpo pedía oxígeno, volviendo su cuerpo en extremo pesado. Pero se negaba rotundamente a detenerse – ALÉ… JATE – gritaba mientras sentía el escozor en sus ojos

-¡sabes qué debo hacerlo! – soltaba mientras agarraba su cerbatana y sacaba los primeros dardos a usar – ¡YUURI DETENTE!

-NO LO HARÉ – saltaba entre las ramas caídas y se agachaba evitando las hojas en su camino. Yuuri corría con demencia sin sentir nada en sus pies, a pesar de que ya se clavó algo que le hizo recordar que en la selva había insectos rastreros y peligroso – aléjate

-Yuuri… no hagas esto más difícil – Otabek miraba a su presa y seguía en su debate mental mientras apuntaba la cerbatana y se detenía – YUURI – gritó antes de soltar el aire con potencia y dejar que el dardo tomara trayectoria

-NO – escuchó el silbido y apenas pudo agacharse para evitar la munición. Admiró el dardo incrustado en un tronco y soltó un gemido lastimero – NO MORIRÉ AQUÍ – gritó antes de empezar a correr de nuevo

-NO QUIERO HACER ESTO – decía con furia y a la vez impotencia, pero no podía traicionar a los suyos. Corrió al entender que falló en su objetivo y cuando ya tenía cerca a Yuuri, se detenía para apuntar y disparar – no quiero – susurraba con dolor mientras volvía a la persecución

 

 

 

¿Alguien podría entender el dolor que ellos pasaban? No podían, porque no entendían la relación que ellos forjaron. Nacieron y crecieron en un mismo pueblo, compartieron juntos su infancia, adolescencia, poca adultez. Hicieron travesuras juntos, se apoyaron y salvaron entre ellos. Por todas esas vivencias, nadie más que ellos entendía lo doloroso que era ese momento. Yuuri corría en zigzag evitando los dardos, Otabek se forzaba a correr con agilidad y encontrar tiempos para disparar. Ambos tenían algo en común y no era el cansancio en sus extremidades por el esfuerzo, sino las lágrimas que de sus ojos brotaban y resbalaban por las mejillas mientras se internaban en la selva inhóspita.

Discutían entre gritos, se caían y levantaban pero eso de alguna forma debía terminar porque el uno era un guerrero y el otro una presa. Un solo dardo bastó como para que Yuuri cayera y rodara en una leve bajada en la selva, golpeándose con dureza contra un árbol. Jadeó con dolor al sentir el dolor en su piel, en sus músculos, en garganta y pecho, intentó levantarse pero no pudo y terminó gateando para tratar de seguir corriendo. Yuuri estaba desesperado, trataba de huir pero el veneno en la cantidad perfecta detenía sus movimientos y la parálisis llegaba de repente

 

 

-Yuuri, ¡deja de huir! – jadeaba Otabek, quien lanzaba la cerbatana lejos y agarraba los cortos cabellos de Yuuri

-no… no me rendiré – jadeaba mientras sus sollozos se detenían para ser gemidos de dolor al ser arrastrado y arrojado a un lugar sin maleza. Yuuri sintió tierra húmeda en su espalda y como el dardo fue retirado de un solo tirón

-ya no puedes moverte – dijo mientras agarraba las manos de Yuuri, las cuales aún intentaban defenderse – te esfuerzas y eso solo hace que el veneno se riegue más rápido en tu sistema  

-Otabek… ya soy libre… no quiero perder mi libertad – sollozaba sintiendo como sus dedos dejaban de responderle correctamente y de a poco, sus manos cedían – no… por favor

-debo matarte – soltaba mientras limpiaba el sudor de su frente y rostro con las manos mientras peinaba sus cabellos hacia atrás – debo… Yuuri debo – soltó un jadeo debido a que estaba conteniendo las lágrimas, pero era inútil – yo… lo…

-no lo hagas – suplicó cuando sus brazos ya perdieron fuerza y cayeron a un lado de su cabeza, no tenía fuerzas – no… por favor

-¡Yuuri! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo mataste?! – protestaba mientras se sentaba sobre el vientre del azabache más bajito y lo miraba – no debiste… no…

-por favor – sentía el dolor en su pecho debido al miedo. No quería perder su vida, pero tampoco quería ver el dolor en los ojos de su amigo

-no puedo – sollozó mientras sus manos atrapaban el delgado cuello de su “presa” – no puedo dejarte ir… estas desterrado. Las órdenes son... son las de matarte – sus dedos ya sentían la piel y la sangre que corría por las venas. No quería hacer aquello, pero era su deber

-por favor... ya no soy de la aldea – jadeó cuando su cuello fue elevado un poco y empezaba el apretón en el mismo – no…

-lo sé – Otabek cerró sus ojos, perdió fuerza y sus lágrimas empezaron a caer mientras empezaba a presionar con sus dedos – lo sé Yuuri – se quejaba mientras miraba esos orbes marrones conectar con los suyos – lo siento

-Otabek – soltaba con dificultad sintiendo su aire anularse y con esfuerzo lograba que sus manos obedecieran para sostener las de Otabek en un vano intento por liberarse – Ota… bek... no

-matarte – susurró con culpa mientras apretaba el cuello ajeno. Sus lágrimas empezaban a caer en las mejillas de su presa, pero aun así no se detenía. El rostro de Yuuri se deformaba en una mueca que demostraba la asfixia y el cuerpo del mismo se empezaba a convulsionar en una clara muestra de autodefensa – Yuuri lo siento – pedía mientras sus manos se cerraban más y suplicaba porque todo terminara rápido – lo siento

-Otabek – susurró apenas mientras ascendía las manos hasta las mejillas del moreno y lloraba. Yuuri entendía las leyes de su gente, entendía los mandatos y entendía el dolor de Otabek, a quien veía como su hermano – libre – susurró sintiendo ya llegarle la inconciencia y su cuerpo desesperado por aire. Con una de sus manos agarró las mejillas de Otabek con toda la fuerza que tenía, con la otra agarraba el brazo que lo estaba matando. Arañó la piel ajena y soltó un largo gemido de dolor mientras abría su boca en un vano intento de captar aire

-Yuuri – susurró juntando sus frentes y sintiendo la contracción en el cuerpo debajo del suyo – no puedo – de un solo brusco movimiento soltó al jovencito. Otabek escuchó como Yuuri tosía sin parar tratando de retomar su aire – ¡¡no puedo!! – se quejaba agarrándose el cabello con fuerza y lanzando un sollozo de arrepentimiento – no… no… mi hermano no

-¡entonces no lo hagas, idiota! – un rubio llegaba al fin y con fuerza dada por la desesperación, tacleó al nativo, de tal forma que logró separarlo de Yuuri – NO LO HAGAS, ¡MALDITO OTABEK!

 

 

Viktor llegaba poco después, su cuerpo y mente estaban llenos de pánico por lo ocurrido. Cuando vio a Yurio alejando a Otabek, él solo corrió hasta quien tosía sonoramente. Viktor ayudó a su lindo Yuuri, sujetándolo y acunándolo en brazos mientras verificaba que tomara el suficiente aire, que respirara y para convencerse a sí mismo de que tenía a su pequeña joya aún viva. Vio las marcas rojas en el cuello de su pequeño, sintió la rabia llenarle, pero no podía pensar en nada más que no fuera en Yuuri. Yurio por su parte, peleaba con el guerrero, le gritaba, lo retaba, y no lo dejaba levantarse del lugar, no quería arriesgarse

Viktor vivió momentos de terror mientras trataban de hallar pistas del lugar a donde corrieron los nativos. Cuando escucharon de lejos la forma en como hablaban los fugitivos, un poco de calma lo embargó, cosa que fue en vano cuando vio a Otabek encima de su Yuuri, intentando quitarle el aire y terminar con su vida. Nunca había sentido más miedo que en ese momento y ahora lloraba cuando su Yuuri lo abrazó desesperado mientras seguía tosiendo aun. Quería matar a Otabek, pero no podía soltar a su pequeña joya así que le delegaba el placer a Yurio. El ruso rubio había dejado a Otabek debajo de si mientras le gritaba miles de cosas y lo golpeaba a puño cerrado para que reaccionara. Otabek parecía no querer defenderse y recibía la agresión en silencio, sin siquiera moverse o abrir los ojos y eso al rubio no le gustaba

 

 

-¡Otabek! ¡Responde algo maldita sea! ¡No eres solo una marioneta! ¡¿No me dijiste que Yuuri era como tu hermano?!

-lo es – respondió con calma cuando sintió que el otro terminó de desquitarse – Yuuri hermano – dijo agarrando el puño del rubio y sentándose con Yurio encima de si – por eso

-¡¿por eso qué?! ¡Idiota! – se quejaba intentando que lo soltara, pero se quedó callado al ver las lágrimas descender por las mejillas ajenas… nunca vio a Otabek tan frágil – ¡responde!

-no matar Yuuri – susurró con dolor – traicionar míos… no a hermano  

-¿y qué se supone que debo decir ahora? – se quejaba impresionado por las lágrimas de aquel hombre que se suponía no debía tener emociones. Yurio siempre vio en el rostro neutral del guerrero, sólo un par de veces una ligera sonrisa, pero ahora Otabek lloraba amargamente… y eso le dejó perplejo

-lo siento – susurró mientras cubría su rostro y trataba de parar su agonía – Yurio… lo siento

-Beka imbécil – se quejó y al verlo tan frágil sólo se le ocurrió abrazarlo. Imitó lo que hacía Viktor con Yuuri – maldita sea, no sé cómo tratar contigo Beka – se tragó todos los insultos que tenía, solo por confortar al grandote, porque sabía que el guerrero ya no intentaría algo estúpido

 

 

Viktor no quería saber nada de Otabek, se negaba a hablar con quien estuvo a punto de quitarle su más preciada joya. No quería escuchar explicación alguna mientras caminaba de regreso al pueblo, ignoró a quien lo seguía, no los miró y simplemente tomó a Yuuri en brazos para empezar el retorno. Yurio en cambio, retrasó su paso siempre sosteniendo la muñeca del guerrero, tampoco hablaba, solo lo regañaba con la mirada, pero el otro no respondía. Otabek había vuelto a su neutralidad pero con esa mirada dolida y las muestras de las lágrimas derramadas, la agresión no había sido fácil para nadie

 Viktor se llevó a Yuuri hacia la habitación que usaban ambos, no habló con nada, incluso ignoró el saludo de Emil, quien apenas acababa de llegar a la hostal. El ruso mantenía al azabache en sus brazos, incluso cuando se sentó en la cama solamente lo consolaba con caricias, tratando de que olvidara el horrible suceso. Pero Yurio no se iba a quedar así. El rubio sabía que las lágrimas de Otabek tenían una razón, que había algo detrás de aquel lío y con calma se atrevió a preguntar. Yuri no iba a dejar a Otabek en medio de esa selva o de la calle, se lo llevó consigo a su habitación y al igual que Viktor lo cuidó hasta que el otro se calmara y pudiera explicar

Otabek había llegado al pueblo para comprar provisiones, le habían confiado la tarea de traer sal, condimentos e instrumentos para tratar la tela. Cuando vio a Yuuri, estuvo en una encrucijada personal. Terminó escogiendo sus deberes con la comunidad como cualquier buen guerrero y  por eso ocasionó la persecución, incluso arrojó todas las cosas que compró y no tenía idea de que hacer en ese momento. Su pueblo dictaba que un desterrado jamás volvería a su tierra, pero también decía que cualquiera que volviese a ver al desterrado tenía la obligación de darle muerte. Yurio golpeó la cabeza del moreno para hacerlo entrar en razón, diciéndole que no debía mancharse las manos de esa forma, pero claro, nadie entendería las enseñanzas dadas en la aldea y que todos los nativos tomaban como suyas

 

 

-traicionar familia – susurró Otabek mirando al rubio cuando terminaron las palabras y el silencio incómodo los había acompañado por varios minutos

-¿por qué? ¿Por dejar a Yuuri vivo? Pues valió la pena, ¿o no? – el rubio fruncía su ceño mirando de frente a Otabek

-si – susurró volviendo a tomar esa expresión seria y neutral – traidor también

-sus jodidas leyes me tienen harto – gruñó bajito mientras pensaba en algo. Suspiraba profundo y se acomodaba el cabello al entender la situación – pues te matarán también, eso según lo que  me has explicado

-sí, morir… pero Yuuri vivo… Yurio llevárselo lejos – dijo parándose y enfrentando al rubio – yo regresar a familia

-NO SEAS IDIOTA – le reclamaba agarrándolo de los hombros con furia – ¿y tú crees que te voy a dejar ir a buscar tu propia muerte? Eres idiota… ¡ni siquiera has pensado en mentir, Beka!

-no, mi honor

-ME VALE MADRES TU HONOR, es más importante tu vida – trataba de controlar su enfado o su salvajismo, pero obviamente era difícil tratar con esos nativos

-Yurio

-alístate. Tú te vienes conmigo – dijo golpeándole el hombro y apartándose un par de pasos

-¿qué?

-ya llevamos un nativo, llevar otro no será problema

-no ir… Yuuri… yo traicionarlo

-¿y tú crees que no te va a perdonar? Si es como un caramelo derretido – fruncía su ceño y hacía una mueca de asco – ¡¿acaso no lo viste llorar por ti?! – se quejaba con una mueca de desagrado total – pero que te conste que Yuuri es de Viktor y ahora tú me perteneces – apuntó al guerrero con su dedo. Ya no quería ver más muertes, él cuidaría de ese grandote, no lo dejaría perecer

-salvarme… entonces mi vida ser tuya – hablaba con calma mirando al rubio, quien tardó tres segundos en darle sentido a esa frase dicha con tanta seriedad que hizo sus mejillas encenderse

-¡no lo digas con esa cara!

-no entender

-¡no estoy celoso ni nada! – se quejó ocultando su avergonzada expresión – No me interesa tu relación con Yuuri y tampoco me alegra que me ofrezcas tu vida… eres libre de hacer lo que te venga en gana, ¡yo sólo te doy opciones! – habló con histeria – ahora solo cállate y quédate aquí. Iré a hablar con los demás

-Yurio

-NO ME DIGAS MÁS O TE PONDRÉ ALGO EN LA BOCA PARA QUE TE CALLES, BEKA

-Yurio – su expresión no cambiaba, entendió todo lo que el otro le decía y solo quería decir algo para completar esa especie de pacto

-¡¿QUÉ?!

-gracias – sonrió levemente mirando al rubio

-NO SÉ QUÉ LES PASA A USTEDES – dijo antes de azotar la puerta y retirarse de la habitación. Tenía las mejillas rojas y maldecía entre dientes. Esos nativos siempre lo hacían enfadar y perder la serenidad  

 

 

No fue muy difícil hablar del tema con los demás, a pesar de que Viktor era el que infantilmente se negaba a hablar de Otabek, pero como todos supusieron Yuuri no pudo enfadarse con el guerrero. Un alma noble siempre lo sería, y Yuuri había crecido con la compasión tatuada en su piel. Todos vieron al azabache hablar con Otabek durante un largo rato, siendo el guerrero quien se disculpaba de rodillas y al final vieron a Yuuri sonreír mientras abrazaba al de múltiples tatuajes distintivos en la piel.

Uno era el único recuerdo que el otro tenía de la aldea, ambos traidores a sus creencias, ambos desterrados, ambos fugitivos y ambos luchando por vivir, todo eso era lo único que podría describirlos. Viktor tardó un poco en perdonar al guerrero, pero siendo Yuuri quien usaba la palabra “hermano” para referirse a Otabek, al final terminó aceptando. Así que dos nativos ahora dejarían a su madre selva para pasar a ingresar a las ciudades infestadas de cosas extrañas

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Ando ocupada con mi universidad, así que casi me olvido de que aun no sigo escribiendo el final jajjaja 

Tardaré un poco en actualizar el siguiente capítulo, espero me comprendan ^^

Muchos besos y gracias por sus reviews~


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