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Los tres caminos por MDValentine

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 ...

Shen colocó sus espadas sobre la mesa. Miró aquel plato de sopa perfecto en frente suyo. Pequeñas gotas de aceite de cerdo brillaban en la superficie, pero ya no tenía hambre. 

Humedeció sus labios conforme vagaba su mirada por la superficie de la mesa, pensando por un momento en la nada. No lo concebía del todo, pero Zed no era de hacer esa clase de bromas; menos sobre aquel tema, era cierto. 

Aquello era una herida mutua, lo único que compartían de momento. Respetuoso movió con el dorso de la mano el platillo y lo dejo reposando fuera de su alcance. Alzando la vista solo para encontrarse con la ajena. Cansada. La opresión en su pecho no cesó, por un momento dejó de medir las distancias, había algo más importante ahora que el maestro de las sombras. Algo más fuerte perturbaba el balance. 

Un verdadero obstáculo. 

Las distancias se acortaron y lo concibió en su misma mesa, frente a frente y mirando con cierto repudio el plato con cerdo. Un gesto algo descortés tratándose de un plato de comida, pero lejanamente familiar al provenir de él. Miró aún así el platillo con desdén mientras llamaba a la mesera. Cuando la mujer se halló a su lado sus facciones cambiaron, y ordeno su propio platillo, algo con verduras, Shen no le prestó tanta atención. El silencio volvió a hacerse presente, si era este incómodo no podía leerse en el rostro de Shen; de ahí nada podía sacarse. 

— ¿Qué harás? — 

Lo usual, es que ambos trabajasen juntos. No había nadie más en toda Runaterra que pudiese conocer al demonio dorado como ellos dos juntos lo hacían. La forma en que trabajada, sus preferencias, descifrar sus pistas. Kusho fue el que los guió. Trágicamente ellos eran los que restaban de aquel trío. Y ninguno parecía ceder. 

— ¿Qué podemos hacer? —Contraatacó Shen. Sabiendo de antemano la respuesta, prefirió no perderse en asunciones. 

— ¿Podemos? Já — Como si aquello fuera un Worax en medio del salón; Grande e inconcebible. 

—Acordamos reunirnos aquí—

—Acordamos reunirnos aquí porque…Gracias — Se dirigió a la camarera, de nuevo afable esta se despidió con una sonrisa. Zed se perdió en el vaho de su platillo, la idea del demonio dorado rondando por Jonia de nuevo lo había perturbado, incluso le había provocado arcadas el simple recuerdo del pasado; y ya en este punto de su vida él había visto de todo. Pero ya era tiempo de volver a comer. —Porque necesitabas saberlo — Retomo así— No porque crea que tengamos que trabajar en equipo.  

No hubo expresión, no había molestia, no había siquiera furia. Y eso enfureció en el fondo a Zed. Rodó los ojos y fue indulgente con su propio estómago, ya casi sintiéndolo pegado a sus costillas por el hambre que se cargaba encima.

Sabía que lo mejor era que trabajaran juntos. Pero aquella idea era la menos atrayente, al menos de momento. Consideraba que podía solo… 

—Además, tú tienes a tu propio equipo, tu “balanceado” triunvirato—  Ni siquiera si se metía con sus alumnos el otro reaccionaba, una coraza fría y dura; gruesa, que tardaría en perforar. Pero con las herramientas necesarias solo él podría. No estaba en sus planes de momento, aun así siempre que podía buscaba sacar de sus casillas al otro. —Aunque sabes que de nada servirán —

 Nada, fue como lanzarle un golpe a la pared. 

— ¿Qué tienes para mí? — 

—Información, está aquí mismo—

—Inconcebible…—

—No tiene miedo, vino a mi territorio, ¿y pretende salirse con las suyas…?— Bufo a lo bajo, limpiándose la boca— Ya lo veremos, pero a lo que iba…

 

◊◊◊◊◊◊◊

— ¡No soy una niña! — Reclamo la alumna, a su lado el joven yorddle aguardaba por su turno para hablar. Arrinconados en un escondrijo oscuro de la ciudad; salvaguardados de oídos ajenos asi se cercioró el mayor. El ímpetu de Akali era tremendo, recordaba aquel fuego y aquella necedad en otra persona. Mientras que Kennen era más apacible; benevolente y buen escucha, todo un observador.

—No lo es — Afirmó el más bajo de los tres. No, hacía mucho tiempo que habían dejado de ser niños, el orden los había despojado de la inocencia de la infancia. Pero…eso no implicaba que estuvieran preparados para aquello; Shen nunca lo estuvo. Deseó borrar las imágenes de su mente, y nada de lo que vio a partir de ese día se comparó al horror que las obras del demonio dorado consistían. El orden nunca te preparaba para eso. ¿Por qué ellos sí lo estarían? Cuando nunca pasó por su mente que aquella locura podría repetirse.

La mujer; la obra macabra de su pobre cuerpo en la posada lo llevó al pasado.

Eran fuertes, pero nadie era tan fuerte como para no ser inmune a la reacción en dominós que aquel evento causaría en ellos. Ese día, años atrás algo en él simplemente se apago, y lo que menos deseaba ahora; es que lo mismo ocurriera con sus compañeros. Su mirada fue tan fría como siempre, pero el débil sentimiento que se desató en la posada atrajo consigo uno más fuerte.

La mirada de un maestro decidido. 

—Lo sé, pero he dicho no. — fue rotundo.

Kennen cerró los ojos con fuerza, Akali golpeo la pared con el puño. Frustración, conocía esos sentimientos con solo leer sus expresiones; pero olvidaba como se sentía eso. No podía ofrecer consuelo, no había manera de ofrecerlo. Permitió que la joven pupila descargara su rabia, pataleando cualquier cosa que se hallara en el suelo y golpeando repetidas veces la pared, dirigiendo miradas infundidas de rabia a su maestro y esquivándolas cuando una muralla fría le respondía. Su decisión era irreversible. Nada lo haría cambiar de parecer. El joven a su vez se recostó de la misma pared que Akali golpeaba; cada uno compensaba lo que le hacía falta al otro.

— ¿Qué podemos hacer? —preguntó Kennen con voz queda, la idea de no ayudar en tal misión le desalentó, pero estaba seguro que Shen lo hacía por su bien.

—Continúen con sus deberes sagrados, podar el árbol y cazar al sol—

Akali enfrió sus emociones, y a paso fuerte volvió a posarse junto al Yorddle.

—¿Y si obtenemos información que pueda servirte? No la buscaremos—Era obediente, a regañadientes; pero seguía las órdenes de su maestro siempre—Solo si llegamos a escuchar algo al respecto, ubicaciones, sitios donde se halle—

— Solo si yo no estoy enterado de ellas, o yo no estoy en ese sitio, infórmenme, saben cómo hallarme—

—Sí — Fue la respuesta en unísono. 

Con un leve asentimiento el ojo del crepúsculo se marchó, solo ahora, en busca de las respuestas que habría tras las pistas que Jhin había dejado descaradamente solo para ellos dos; Shen y Zed.

◊◊◊◊◊◊◊

 

Se ¿Sentía? ¿Cómo explicarlo?, no sabía cómo, ahora, no sabía cómo poder hacerlo. Siendo muy sincero consigo mismo la noticia fue impactante para él. Luchó por años para cegar sus emociones, para borrar sus sentimientos. Y lo logró, a veces la lucha volvía y él siempre ganaba, algo en el pasado lo enseño a como ganar. Y no fue exactamente el suceso con Khada Jhin; aquella vez solo algo en él se apagó, como una vela en medio de una ventisca. 

Dejando la posibilidad de que en algún futuro, pudiese volver a encender su llama. Su lucha constante con sus propias emociones y su visión objetiva del mundo que lo rodeaba era algo igual de profundo; pero diferente a su modo. 

Justo ahora, no reconocía la sensación que lo embargaba, pero logró concernir que se sintió observado, y no observado por otra persona en ese preciso momento. No, más bien como si algo hubiese visto su alma, y supiese qué camino tomaría y que ahí encontraría eso; unos pétalos de loto. El poema que a medias reconoció ahí solo confirmo lo que ya venía desarrollándose en su mente.

 Acordó otra reunión con Zed.

 Un restaurante en medio del camino, casi intransitado, pero conocido por ser claramente una zona neutra para esa clase de encuentros. Supo que Zed accedió cuando lo vio llegar como dueño del sitio, arrimando vagamente la silla para sentarse de nuevo frente a frente. Shen guardaba en su puño derecho los pétalos, con el brazo izquierdo se preparaba para lo peor. 

—No creí que fuera necesario otra reunión... Tienes lo que necesitas— Podían hablar de cualquier cosa, dinero, negocios, tratados, trabajo. No importaba, las personas que atendían ahí habían aprendido a no escuchar por su propio bienestar. Y no le sorprendía en absoluto que no baje su tono de voz, ya lo confirmaba con su simple llegada en todo su esplendor de maestro de las sombras. 

Sin embargo, continuó frió como siempre. Abrió la palma con cuidado y depósito los pétalos. — Creo que tú necesitas estos, y yo necesito los que tú tienes—

 Zed torció la boca al ver aquellos pétalos, e imaginaba bastante bien de lo que se trataba; un cuerpo mutilado a las orillas de su territorio con un par de pétalos de loto a sus pies.

 — ¿Que te hace pensar que cargo con esa basura todo el tiempo?— Se giro solo para buscar a cualquier pobre alma que atendiera, pediría algo de té. Posiblemente aquella reunión se alargaría más de lo que le gustaría.—...Es tuyo este miedo, iracunda en nuestros corazones, te alzas hermosa…— Se detuvo—¿Eso dice algo para ti?— No tenía que recitar el poema completo para saber qué era lo que Shen traía. 

Apresurado un mesero se acercó al maestro de las sombras, asegurándose de complacerlo en lo que sea que pidiese, té, el dependiente casi corrió para cumplir con el pedido. Una vista al pasado y nadie excepto algunos se imaginaron a Zed en tal posición. 

Continuó con su fría coraza, por supuesto que reconocía lo citado. — Dice lo mismo que para ti, es aquel poema que recito en el festival de las flores, en ese momento Kusho lo descifro — Decir padre sería como invocar tormentas en ese momento. Referirse a él por su nombre continuaba siendo respetuoso.

Tiempo había sido desde que no escuchaba ese nombre sobre el viento, aunque en su mente se repetía con cierta frecuencia: Kusho.

Zed espero ver tristeza u odio en los ojos de Shen de tan solo llamarlo. Pero no hubo nada. Solo un hueco que comenzaba a incomodar. —Si sabes lo obvio, no sé a qué has venido. —

 No hubo réplicas, ni siquiera un bufido de fastidio, sus ojos se clavaban sobre él con la misma intensidad que con todos. —Esto solo me da más motivos para saber que tenemos que trabajar juntos— Pero sabe como es Zed, ha querido olvidar esos aspectos de él; pero son viejos hábitos. —Te pido que trabajemos juntos— 

—Y mi respuesta sigue sin cambios. No. No existe otra manera— Frunció el ceño ante aquel pensamiento, la idea de trabajar junto con él, como en el pasado, como aquella vez donde fueron un equipo.—Trabajamos mejor separados. Y yo no quiero estar cerca de tus estudiantes. Una deshonra a todo lo que supuestamente representan— culpar a los estudiantes era más sencillo que admitir que no soportaría estar de más tiempo junto con el hombre que tenía enfrente.

Aquello suena…débil.

Zed fue el que lo contactó desde un principio para verse en la isla, hogar antiguamente del kinkou; ahora ahí Shen se sentía un paria. Recordó aún si lo más importante de aquella tragedia; solo ellos dos serían los únicos capaces de acercarse a Khada Jhin. 

Un leve resoplido lo abandonó.—Ellos están fuera de esto, no están preparados, no lo estarán nunca, solo seremos tu y yo, y bien has dicho, somos los únicos que podemos acercarnos a él — 

No había otra forma. Sucumbirían por separado, se recurrirían amargamente cuando aquello se descontroló, y seguramente ese era el plan de aquel demonio.

 —El no espera que tu y yo trabajemos juntos desde un principio— Nadie esperaría simplemente que ellos trabajasen juntos ahora ni nunca…

 

La idea generalizada de que sus resentimientos eran abismales no era del todo cierta; pero tampoco errada. Para cualquier ajeno a ellos era difícil de medir. Para ellos, se media a veces en centímetros. 

No era la primera vez que se veían a los rostros desde la muerte del padre, el filo de sus espadas se habían cruzado en más de una ocasión, esperando que el hierro arrancara no solo carne de sus cuerpos. Es lo que seguramente muchos esperan de ellos; es lo que probablemente Jhin quería de ellos. Tenerlos cerca, al alcance de sus manos para atarlos a su antojo y hacer de ellos títeres en su teatro de marionetas.

 Es cierto. Shen incluso ahora se debate por dentro, todo es muy repentino. Pero es parte de su deber, el balance se encuentra en peligro. La rabia que puede sentir por Zed no es más que algo que no ha podido borrar de sí mismo; algo que podría nublar su juicio ahora, pero no sucede, es Shen el que insiste en que trabajen juntos.

—Tal vez, desees algo a cambio — propone.

 Aquello suena como un insulto para Zed. Incluso, alguien más escucha en el salon y nota de reojo como se esconde en dirección a la cocina, anticipa la reacción que él también espera; la indignación del maestro de las sombras. Es lenta, pero viene poderosa, cargada como siempre, lejana a lo que fue en un pasado. Sorbe lentamente de la taza de té hasta que se considera satisfecho con ella, y ahí sucede. De un golpe la deposita en la mesa, el pequeño florero decorativo tiembla, el le da poca importancia. La máscara se encuentra levantada y reposa en su cabeza, así que la mirada que recibe es de carne y hueso. 

Igual de penetrante, pero para Shen no es nada. 

—¿Y acaso crees que yo, necesito algo de ti?— Su risa tronó por el salón. Arrogante, hiriente tal vez, salpicada levemente por la ira. —Tengo todo lo que necesito, todo, no sé quién me crees acaso — 

—No pretendia ofrecerte nada monetario —

—¿Y entonces que pretendes ofrecerme?—

— A mi —

Ahora la risa fue más intensa. Como si eso fuera realmente un chiste, un dedo acusador lo señaló mientras se pasaba una mano por el pecho, inclinándose levemente hacia atrás en su silla.

—Tú, ¿por quién me tomas?— Se mofó con ansias el maestro de las sombras, mientras se tomaba el té de nuevo, sosteniéndolo con dureza entre sus dedos. —Creia que habias perdido el sentido del humor hace tiempo —

—Lo perdí —

—¿Y? — Insistió, ¿que ofrecería de sí mismo?— Creo que ese tipo de favores solo una mujer me los podría conceder no tu, el ojo del crepúsculo…

Shen se quitó la máscara, y giró el rostro, palmeando su mejilla como si fuera mármol, sus labios se movían, pero no había sentimientos ahí—Esto es lo que quieres, lo ansías más que yo, puedes golpearme todo lo que quieras, no me importa, puedes matarme al final de nuestra misión si eso es lo que quieres— 

El silencio se apoderó del salón.

—Es lo que te ofrezco al final de nuestro camino — 

—¿Tu vida?— Alega Zed, desconfiado. Sonaba demasiado desprendido de aquella propuesta, como si fuera tan fácil prometer y cumplir ante su palabra. 

—Si es lo que quieres, sí. Sin embargo. No te la regalaré tan fácil. Pelearé para defenderla, pero te ofrezco esa oportunidad— El maestro de las sombras quiso creer que existía un dejo de desafió ante aquella promesa, algo irreal, algo imposible. Sobre todo porque no hubo cambio alguno en sus facciones o en su tono de voz. Pero pensar en lo primero no costaba nada.

Zed se termina por recargar en su asiento por completo, daba la impresión de haberse relajado. —Mmm, suena tentador— Su sonrisa burlona se hace mostrar. —Qué tan desesperado debe estar el ojo del crepúsculo para pedirme, no. Rogarme ayuda...— 

—No te he rogado— Responde immutable Shen. Con su mirada ámbar fija en su rival.

 —Me das como tributo tu vida. Para mi eso es estar desesperado— No podía evitar hablarle con ese tono que muchos consideran hiriente. Deseaba llevarlo a su terreno, a su juego. Le encantaría ver a Shen perder la cabeza, que mostrará frustración… Pero eso no funcionó.

 

El ojo del crepúsculo solo se mantiene callado, pues no existe ninguna confirmación o rechazo en lo que su acompañante decía. Cualquier palabra que dijera considera que está de más.

 La sonrisa orgullosa de Zed se congela, poco a poco transformándose en una facción de frustración, hasta volverse uno de enojo. No soportaba el desinterés de Shen y tampoco lo soportaría para un viaje tan largo como el que estaban destinados a tener si tan solo decía que ‘sí’. 

—Mejor lárgate antes de que te maté por pisar mis territorios.— Escupe con frialdad sus palabras el amo de las sombras, tomando bruscamente su bebida, admirando por unos segundos el contenido, hasta que de forma iracunda lo tira al suelo.
Estaba de mal humor, solo Shen lograba sacarlo de sus casillas y hacerlo comportar cual crío malcriado.

 Un mesero joven corre asustado solo para levantar las piezas de cerámica que se esparcieron en el suelo ante el arrebato de ira de aquel ninja.
Ambos maestros de las artes ocultas se mantienen en silencio, sosteniendo las miradas, esperando a ver quien es el que cede al final. Resultando más agónico la labor del joven trabajador. 

—Esta bien— Resultando el ojo del crepúsculo el que acepta los términos de su ex compañero. Aceptando su derrota momentánea en aquella casa de té, más si algo quedaba de su antiguo yo, es que podía ser terco, si la causa así lo ameritaba.

 Y la causa de Jhin era más que importante para insistir una tregua con Zed.

De manera lenta, Shen se levanta de su asiento, recogiendo su máscara que había dejado sobre la mesa. Manteniendo su mirada en alto, indiferente a su alrededor. —Solo recuerda;  Que no lo atraparemos separados. Piensa en...— Iba a mencionar que pensará en lo mejor para Jonia. Nadie lo pensaría, pero Zed era demasiado devoto por el bienestar de su tierra natal.  

 

Pero se quedó a media oración.

 

El sonido de una explosión hizo que se pusiera en alerta.

 

Algunos cristales de la casa de té retumbaron por las vibraciones. Asustando a los empleados que corrieron a la cocina o se tiraron al suelo expectantes. Viejas costumbres que aún quedaban por el horror de la guerra contra Noxus. 

Zed se levanta igual, guardando silencio para saber de donde provino el ruido. Definitivamente fue cerca.

El sonido de un disparo hizo que helara la sangre de ambos maestros. Conocían a la perfección que arma producía que las balas rugieran más alto que los dragones, y con cierto temor, reconocían al dueño de aquella arma tan letal. 

Para el segundo disparo, tanto Shen como Zed ya sabía de donde provenían los disparos, haciendo que corrieran fuera del establecimiento y comenzara una carrera hacia un viejo lugar conocido.

El tercer disparo aceleró sus pisadas. El camino se cernía; llegar era difícil para los foráneo, pero nada difícil para aquellos maestros… Pero definitivamente los retrasaba. 

El cuarto disparo hizo que todo se volviera silencioso, como si el sonido se hubiera muerto por unos segundos, haciendo que todo fuera más irreal. Solo el latido de los corazones acelerados delataban que todo estaba pasando.

 

No hubo un quinto disparo, pero eso ya lo sabían. Habían llegado tarde.

 

Después de unos minutos agónicos, Shen y Zed llegaron a lo que antiguamente era el Kinkou, ahora conocido como la orden de la sombra.

Fue en cierto grado, impactante para Shen, llegar a lo que antiguamente fue su hogar, con columnas de humo saliendo de las viejas pagodas que formaban la estructura de la orden.

Nunca pensó volver y ver en ese estado a la orden. 

El torii que daba la “bienvenida” a la orden tenía un enorme hueco de bala en medio, destruido irremediablemente. Grandes pedazos de madera centenaria y enormes astillas caían, ocasionando sonidos huecos que estremecen a todos.

Muchos alumnos de la Orden de las Sombras se agrupaban para ayudar a apagar los incendios ocasionados por la explosión, pero había un enorme tumulto que se formó en la explanada mayor de la Orden. Afligidos rodeaban el cuerpo de un joven estudiante… La más reciente víctima del demonio dorado de Jonia. 

—Como siempre el ojo del crepusculo se equivoca.— Zed hace un movimiento rápido y feroz con su brazo, ocasionando que las enormes navajas que usaba como armas se mostrarán. —Aquel monstruo no espera otra cosa que tu y yo trabajemos juntos desde el inicio— 

Pareciera que Jhin supiera de la negación del maestro por trabajar en equipo. Como si lo conociera tan bien. Como si lo hubiera estudiado… Eso era una enorme posibilidad que asustaba.

Pero aquel ataque tan frontal tan solo era una invitación al juego, a la obra que estaba orquestando aquel demonio.

Una invitación que Zed no podía rechazar, ahora cegado por su ira.


—Maldición, está bien— Ruge enfurecido. —Lo cazaremos cuando el Sol se ponga—

Notas finales:

Continuara~ en el capítulo dos! Dejemnos un comentario si les gusta!


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