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Juguetes sexuales. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Ensalada y pastel, para una alimentacion balanceada.

Robert habia tenido esperanza de que todo terminara; que lo ejecutaran al dia siguiente o que alguien descubriera las humillaciones a las que lo habia sometido el coronel, que lo detuviera, que lo cuestionara.

Pero pronto se desvanecieron. A media mañana  Fasmember le envio de comer y beber con una vieja esclava que en absoluto se compadecio de el. Apenas y probo bocado, pero cuando solicito agua y jabon para lavarse fue complacido con malos modos. Se sentia sucio: esas marcas en su piel, que otra persona lo viera asi, tan expuesto, humillado.

A mediodia Fasmember fue a comer con el y lo obligo a engullir comida, que permaneció en su estomago a su pesar, pues el tambien habia luchado el dia anterior. No quiso dirigirle la palabra; no sabia si seria para mejor o para peor, pero tampoco se atrevia. Y lo embargaba una profunda tristeza al pensar en Forbes, muerto por ahí, su querido, el único con quien habia disfrutado esos culpables placeres, esos actos que, ahora la confirmaba, solo con amor eran agradables.

Aun estaba el sol en lo alto, en la tarde, cuando su raptor regreso. Todavia se oian los ruidos de un campamento activo, despierto, cuando el desplego una serie de objetos extraños, que despertaron su curiosidad: una zanahoria, un pepino, un platano verde, un palo de madera, uno de goma, uno de porcelana, de metal… estos últimos mas anchos, extraños, poco funcionales, pues eran muy cortos para servir de arma. Y los extendia sobre la cama, reforzando su creencia de que estaba loco, mas cuando rebusco en sus baules, buscando algo mas, que resulto ser un palo mas largo, como al doble de los otros, y unas canicas, o balitas de metal, curiosamente huecas y resonantes, unidas por un hilo que parecía metalico tambien.

Fasmember habia alineado todos esos objetos con la esperanza de que Robert reconociera alguno, supiera o imaginara para que se usaban. Pero nada; habia una candida curiosidad, extrañeza, en su carita, y nada mas.

Bueno, sonrio torcidamente, ya se encargaría el de enseñarle para que servían. Agrego un gran cigarro cubano y una pistola descargada a la colección de objetos extendida sobre la cama, la mano cerca de la barbilla mientras ojeaba una ultima vez la habitación, pensando en que podría agregar.

¡Por supuesto! Una vela. Fue por mas a la despensa, de diferentes tamaños. Trajo tambien una jarra de crema dulce, de hacer pastel, y caramelos con forma y sabor de cereza, además de cuerdas, de las mas suaves y delgadas que encontró. Reviso que su puñal estuviera bien escondido en la caña de su bota y regreso a su habitación.

Sorprendio a la nenita dejando rápidamente el consolador de dos cabezas en su lugar. Vaya, le gustaban grandes.

Lo miro poner las cosas sobre la mesa, los objetos fálicos alineados con los otros: menuda variedad de cosas que le iba a meter por el culo a esa ricura. La comida la dejo sobre la mesa y enfrento sus ojos bellos, recelosos. Se habia envuelto con las sabanas; una a modo de toga, otra doblada como capa. ¿Seria friolenta? Un buen pedazo de hielo seria excelente manera de calosfriarlo, pero por desgracia no tenían.

-Podemos hacerlo del modo fácil, o del difícil: o abres las piernas y eres una niña buena, o te amarro y de todos modos te hago lo que quiero.

Lucia afrentado, temeroso, estupefacto. Tenia miedo, pero entereza tambien, y lo enfrento:

-No tiene ningún derecho, las convenciones de guerra… ni las morales…

Se interrumpio al oir su risa.

-Tengo el derecho del vencedor, del mas fuerte. Eres mi presa, yo te capture.

-¡No soy su esclavo!

-¿No lo eres? A fines practicos me perteneces.

-Lo que hace es inmoral, aberrante… ni aunque yo fuera mujer se justificaría: las violaciones son condenadas por su gobierno tambien.

-No eres mujer… - repitió Fasmember, acariciando su mejilla con la mirada e intentando hacerlo con su mano. Al retraerse Robert se enfado – No lo eres, asi que deberías quejarte menos: un poco de polla en el culo y pareces doncella ultrajada.

Robert se ofendio por sus palabras.

-Es usted un pervertido, un degenerado, un depravado que…

Lo callo apretándole las mejillas, obligándolo a alzar la cara.

-¿Depravado, he? Vas a satisfacer mis deseos, todos, los mas sucios, lo quieras o no, zorrita preciosa.

Le solto la cara y le arranco las sabanas. Forcejearon por ellas, pero Robert termino desnudo, encogiéndose y cubriéndose púdicamente con las manos. Se acerco a el, acorralándolo hasta donde llego el largo de la cadena.

-¿Te dije que tu agujerito parecía el de una chica? Sonrosadito, pequeño, lampiño, suave…

Le decía las palabras al oído, las obsenas palabras que dichas asi eran mucho mas inquietantes.

-… apretado, caliente, mmmojado… Me extraño tanto que no tuvieras otro; habría adorado follarte por los dos lados.

-¡Depravado!

-Nunca has estado con una chica, ¿verdad? – su cara le dijo todo lo que necesitaba saber. – Ni falta te hace. – solto una carcajada – Tu naciste para que te dieran por el culo, tu precioso y apretado culo.

Robert veía sus peores temores confirmarse: el tambien era un pervertido, un degenerado, y le saltaba a la cara.

-Cuando aprendas a gozar de la polla, no vas a querer que te la saquen.

Lo miro, horrorizado, pues habia experimentado eso mismo con Forbes. El hombre se le fue encima, se protegio el rostro con las manos, pero se hinco a sus pies: libero su tobillo de la cadena, lo sobo, lo beso, se sigio de largo por su pierna, acariciándola, adorándola, hasta arriba.

Su pierna era proporcionalmente larga, preciosa. La miro hacia arriba, adorándola. Su dama ideal, con cosita entre las piernas: un precioso, proporcionado, pene; bolitas sedosas. Llevo su boca ahí, quiso que cooperara, pero el chico rehuia, se negaba a su destino.

Lo cargo por sus abundantes nalgas, sobándolas, alzándolo para que quedaran cara a cara, apropiadamente. Robert se abrazo de el instintivamente, para no caerse, Fasmember lo beso. Robert se negó, no quería, no con el, no asi.

Le pellizco las nalgas, lo cargo a una silla, lo sento. Con ayuda de un palo y las cuerdas le amarro las piernas, separadas lo bastante para caber entre sus rodillas, donde habia ajustado el palo.

Robert no sabia porque hacia eso, pero no podía ser nada bueno. Sin embargo, fue tan rápido, que no pudo hacer nada. Amarro sus muñecas, juntas, dejando un trozo de cuerda para amarrarlo a uno de los soportes del dosel. Estaba ahí en la cama, y algunos de esos objetos habían resbalado hasta tocar su piel.

Fasmember se desnudó, dejando el puñal bajo la cama. Su imponente erección se meneaba de un lado a otro, firme, dispuesta, lubricada en la punta.

Robert se sintió aliviado cuando el coronel no se le fue encima a violarlo, sino que se acomodo entre sus piernas. Se las empujo contra el torso, exponiéndolo mas… Se sonrojo intensamente al adivinar lo que le haría, un segundo antes de sentirlo. Su lengua; mojada, salivosa, obsena. Deleitandose entre sus nalgas como un cerdo en un plato de trufas. Todavia le dolia adentro, las caderas, pero al menos eso no dolia. No. Era vergonzozo, humillante, pero estaba lejos de doler. Demasiado lejos.

Su respiración se acelero. Era mas bueno que Forbes, para su sorpresa. Mas bueno; su lengua era mas agresiva, violenta. Se apresuraba mas en entrar, pero se sentia bien. Tan bien. No quería tener una erección, pero la tuvo. Cuando Fasmember alzo la cara para tomar aire la vio y sonrio malévolamente.

Le mostro la lengua, la deslizo por en medio de sus bolitas y regreso al agujerito. Si no estuviera rozado, lastimado, juraría que era virgen; tan estrecho que apretaba su lengua, delicioso.

Masajeaba sus pompas con suavidad, sus muslos, escuchaba sus ruiditos entrecortados: no fallaba, con las nenas, darles lengua. Era lo que mas les gustaba, a las muy zorras.

Acaricio las bolitas con la yema de los dedos, recorriéndolas: se sentían mas redondas, tensas. Su lengua no dejaba de moverse en ese tentador agujerito; adentro, afuera, rodeándolo. La nenita ahogaba gemidos, su florecita palpitaba, le encantaba sentirla en torno a su lengua. Sobaba sus bolitas, mas y mas tensas, lo penetraba con tanta saliva que sus mejillas se sentían mojadas entre esas otras mejillas. Su polla dolia, reclamaba atención, pero estaba tan entusiasmado en lo que hacia, disfrutándolo tanto, que la ignoro. Valiente hombre seria si no podía aguantar un poco de dolor.

La nenita se retorcia, se tapaba la boca, de nuevo. Estaba tan reprimida, tan… adoraría lo que iba a hacerle.

La sintió correrse; esos deliciosos apretones, esas bolitas tan duras. Fue por la crema y las cerezas y le embadurno todo el interior de las nalgas, coronando su obra con uno.

Robert se extraño de que le pusiera comida ahí. ¡Oh, era tan cerdo! Realmente comia de ahí, ¿acaso no le daba vergüenza? A el le daba, y eso que no podía hacer nada por evitarlo. La crema se sentia rara, fría, extraña. Los toques de su lengua, caliente y entusiasta, abriéndose paso a través de ella, no eran correctos, no deberían agradarle. Trato de pensar que solo le gustaba sentirse limpio y no con todo… eso ahí. Jadeo al sentir una bolita dura, y luego la lengua, la bolita y la lengua…

La bolita debía ser una de las cerezas de caramelo que estaban en el plato. No le gustaba su contacto, quien diría que algo tan pequeño se sentia tan grande ahí. Y cuando comenzó a derretirse, por la saliva, se sentia extraño y pegajoso. Fasmember le hacia tantas cosas en su culito, tantas que no se hubiera imaginado que podian hacerse, sentirse.

Fasmember cogio otro caramelo, lo chupo y lo coloco exactamente arriba de la estrellita de Robert, que coloreada por el otro caramelo, parecía tener sangre de nuevo. Robert lo cerraba tanto que presionaba con su dedo, pero no entraba. No estaba presionando en serio, pero era divertido hacer fuerza con un solo dedo. Mas saliva, sobaditas con la bolita, y, en un descuido, para adentro.

Robert grito y trato de expulsarla, pero Fasmember la sostuvo. Quedo a medio camino, sobresaliendo la mitad con el rabito de su circulito brilloso, abierto justo a ese tamaño, apenas mas grueso que su dedo. El sumia la cerecita y Robert la empujaba. Era un divertido juego, excitante, ver como la cereza iba y venia, a veces totalmente adentro, a veces casi afuera. Se la metio, y la mantuvo adentro con su dedo. La nenita chillaba, creía que le habia dicho que no le metiera comida adentro, pero no estaba seguro: estaba tan abstraído en su jueguito que hasta se habia olvidado de su polla.

Acerco su lengua, rodeo su dedo, saboreando el dulzor de cereza. Sustituyo el dedo con su lengua, encontrando mas sabor; el calor, la saliva, la estaban derritiendo. Dejo asomar la bolita roja y la volvió a meter con su lengua. Se llevo la mano a la polla; incluso el tardaba en recorrerla, con su mano grande. Se la jalaba, jugaba con la cerecita. Cuando ya era muy pequeña la dejo salir, saboreando todo el dulce de tan dulce lugar, y cuando ya solo sabia a su piel deliciosa, se incorporo.

El coronel confederado miraba los objetos que tenia al lado. Robert jadeaba, sin creerse la de veces que se habia corrido. Pero ahora vendría lo feo, sospecho con temor, viéndolo coger el palo de porcelana, con punta redondeada, completamente liso.

Para que iba a usarlo comprendio de golpe, cuando pensó que era casi tan blanco como una…

-Nooo – suplico - ¡No!

Una cosa era que lo violara y otra los objetos, que usara objetos. ¿Cómo podía sentir placer usando objetos? Era tan pervertido, tan antinatural.

Se apretó, aunque dolia. Su hoyito resistio. Se sentia horrible esa cosa fría, lisa. Le pego, ensalivo el objeto, pero aun asi resistio.

Fue por crema, intento usar la crema para metérselo, pero escurria mucho hacia la cama. Se veía bien, sabia bien. Sigio lamiendola; de sus nalgas, del falo cerámico. Lo deslizaba sobre su piel, hacia el centro. Lo picoteaba. Era divertido verlo resistir. Tanta crema, tanto semen, embarrado por ahí.

Pero cuando se canso de su fantasia fue por el aceite. Aceito bien el falo, aceito bien su dedo, lo metio forzando la entrada en su culito, y otra vez, y otra vez. Ya que el aceite corria hacia afuera de su agujerito, en medio de las protestas de la nenita, la penetro con el falo.

Fue glorioso: su punta redondeada, su superficie lisa, se deslizaron por facilidad dentro de esa carnita lubricada. El agujerito rosado, brillante, se cerraba en cuanto se lo sacaba, para volver a presentar ese instante de resistencia a la penetración. Calibrar la fuerza que usaba para vencer su resistencia y para empujarlo adentro era fantástico; mas fuerza para meter, se deslizaba mas fácil.

Habia visto muchas veces como su falo se deslizaba dentro de una nena, pero no tan de cerca. No asi de gloriosamente cerca, en el culo de una, un culito delicado, rosado, que nada tenia que pedirle a una vagina. Incluso mejor, de cierto modo, a su manera. Habia leído que por ser redondo, el ano era mucho mejor compañero del pene; a el le parecía que era muy excitante. Se veía hermoso y se sentia mejor; el de este chico, en particular, este precioso coronelito yanqui con cara de niña, modos de niña y tan… adorable.

Le beso el interior de los muslitos, golpeándose con el palo con que se los separaba. Amarrado se veía lindo, ya probaría otras formas de amarrarlo, mas artísticas, como en los tratados japoneses.

Se veía tan hermoso, tan excitante. No parecía dolerse mucho del palo en su culo. Lo saco y lo arrimo a su polla, para confirmar lo que ya sabia, que era mas pequeño.

Bueno, si ya no se quejaba de un falo falso, uno verdadero debería hacerlo sentir mejor. Se lo metio, bombeando sin comedimiento. Se sentia genial. Apretado, delicioso: no sabia como la nenita podía llorar, tensarse. ¿Acaso era tan tonta que no se daba cuenta que oponiéndose lo hacia peor? Bueno, el no era un jodido profesor. Sus lagrimas lo excitaban. El recuerdo del palo, entrando y saliendo, lo excitaba. Se salio de el. Robert contuvo la respiración, agitado: ya sabia que no iba a ser para mejor. No lo fue. Cogio un pepino y se lo metio. Un pepino.

Luego un platano: Robert se sentia tan avergonzado. Nunca podría volver a comer esas cosas. Era tan humillante, doloroso. El platano aguanto poco el vigoroso ritmo de Fasmember, lo sustituyo con una vela. Ver ese lastimado agujerito, totalmente rozado, penetrado por esa colección de objetos era fascinante. Fascinante. No se cansaba de verlo, como el platano, la vela, la pistola se perdían en su cuerpo, devorados por su agujerito. Podia meterle lo que fuera, lo que quisiera, y la nenita lo recibiría.

Se masturbo, embistiéndolo vigorosamente con la pistola: lo veía sangrar, lo oia sollozar. “¡Lastimalo, lastimalo!”; le gritaba su vena sadica. Mordio sus muslitos separados, dejándole marcados sus dientes. Se habia tambien lastimado por forcejear con las cuerdas, con el palo. Saco la pistola y metio su polla. Fabuloso que era penetrarlo, pero disfrutaba mas meterle cosas. Cogio el consolador metalico, se lo acerco a la boca. La beldad se negó, pero estaba a su merced: no dejo de molestarla, pasándosela sobre los labios, sobre las mejillas… sobre el pecho.

Se apuro a correrse, embistiéndolo tan duramente que parecía que lo iba a partir. Se lo follaba como una bestia, sin comedimiento. Su placer llego, intenso, viendo sus lagrimas. Apenas acabo de dejarle el ultimo chorro dentro se salio de el, todavía duro, y trato de regresar el semen mezclado con sangre a su lugar con el consolador plateado.

 

***

 

Forbes volvió en si cuando ya era noche cerrada. En su expresivo rostro se dibujaba todo el cansancio y desconcierto que sentia. Le dolia todo, ¡a el! Lo ultimo que recordaba era haber acudido al auxilio de Robert: luchaba contra un soldado de infantería y apenas podía mantenerlo a raya desde lo alto de su caballo. Apreto las grupas del suyo y acudió en su auxilio, pero luego, mientras derribaba a otro infante que quería atacarlo desde atrás, el maldito tramposo, algo paso.

Se sintió como si lo hubiera golpeado un rayo, asi de fuerte y duro: desde el hombro y por toda la espalda. Todavia dolia, y a eso habia que aumentarle lo de la caída: debio caer inconciente, porque todo su hermoso cuerpo le dolia.

¡Su rostro!, pensó asustado. Pero no habia ni una superficie brillante donde vérselo: todo estaba sucio, oscuro. Hogueras a lo lejos y ruido de hombres trabajando, como la cosecha, cuando arrastraban y apilaban enormes sacos. Se palpo el rostro con las manos, aliviado de no sentirse ningún corte, solo un verdugón en el lado izquierdo de la mejilla, debido seguramente a la caída.

Su sable estaba cerca, ensangrentado. Se agacho para recogerlo y casi profirió un grito al ver unos dedos ahí cerca, como gusanos. Iuuugh; debio cortárselos al que quería atacar a Robert por detrás y luego algo lo golpeo, seguramente un ataque de artillería.

Robert: ¿Dónde estaba? Busco frenético entre los muertos que tenia ahí cerca, alegre y desesperado cada que no lo encontraba en alguno. No estaba muerto, pero ¿Dónde estaba? Su querido Robert, pequeño, precioso, indefenso a pesar de ostentar un rango mayor que el suyo. Meditaba sobre la conveniencia de llamarlo a gritos cuando vio figuras acercándose. Se hecho al piso y pelo oreja.

-Malditos yanquis de porquería – bufo uno - ¿Por qué tenemos que sepultarlos?

-Porque el coronel lo ha ordenado. – replico el otro, igualmente cansado – Aunque ya me gustaría ver al coronel cumpliendo sus ordenes.

Solto el otro una risa ironica.

-Ya te crees tu eso: a estas horas debe estarse despachando a una pollita.

Y no sabia cuanta veracidad habia en sus palabras.

Los dos confederados cogieron el cadáver mas cercano, lo llevaron casi arrastrando entre ambos a cerca de las hogueras, y lo hecharon a una de las fosas. Un escalofrio recorrio la espalda de Forbes: ese era el ruido de pesados costales. Muertos, pobres muertos; tipos menos inteligentes y graciosos que el, que no habían tenido tanta suerte o sido tan hábiles en el combate.

Al menos su Robert estaba bien: no estaba muerto ni en peligro inminente. Si habia sido tomado prisionero, como oficial no lo estaría pasando tan mal. Incluso era posible que anduviera por el bosque cercano, libre pero cansado, buscándolo quizá, incapaz de regresar a sus líneas sin el.

El corazón se le lleno de ternura al pensar en Robert, pero el estomago gruñía. Se acerco, sigiloso como gato al umbral de luz despedido por una de las hogueras, y robo el morral de provisiones de algún soldado. Horribles provisiones confederadas, pero le quitaron el hambre. Bebio agua de un riachuelo cercano, volvió a acercarse a la luz para robar un par de mantas (una de almohada, una para cubrirse) y se durmió en un lecho de hojas secas como el hombre rudo que era.

 

continuara...  
Notas finales:

¿Logrará Forbes rescatar a Robert, como el caballero en brillante armadura que es? 

Descubralo la proxima semana

Kiitos!


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