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School Ghost por Mashet_Engel

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~º»[*School Ghost*]«º~
~º»[*]«º~
Suspiró, como venia haciendo cada 5 minutos desde que dejaron la estación de trenes en Cambridge, unas horas atrás.
Ahora, parado frente a ese antiguo edificio de piedra que fungía como el edificio principal de una escuela particular del condado de Cambridgeshire, es que se preguntaba que seria de él a partir de ahora.
- Vamos.  Muévete, Minos –
Ante su hesitación a dar un solo paso más, su hermano mayor, aquel que lo había traído a esta escuela, lo apremió a dejar de pensar en tonterías y emprender la marcha.
Radamanthys era el nombre de su hermano, quien había intercedido por él ante su padre cuando lo expulsaron de la anterior escuela.  Era un rubio de frió trato pero Minos estaba plenamente conciente de que se había arriesgado ante su padre para darle una segunda oportunidad.
Cosa que Minos agradecía, pero de la cual no estaba plenamente de acuerdo. 
Dudó.  Por alguna extraña razón, esa escuela le producía escalofríos y unas enormes ganas de regresar por donde había llegado.  Pero no tenía opción.  Era eso o la correccional de menores.
- Pero… -
- Que? –
El rubio pareció perder la paciencia.  Las muchas horas de viaje le habían dejado una terrible jaqueca que amenazaba con hacerle entrar en un lapso de mal humor.  Lo único que quería hacer, era dejar a su conflictivo hermano ahí y marcharse.
Minos bajó la vista hacia las maletas que descansaban a sus pies.  De nada le valía enzarzarse en una pelea verbal con el único que aun estaba dispuesto a ayudarlo.  A su muy particular manera, pero lo ayudaba.
Aun con la certeza de que se arrepentiría de no haberse negado, tomó la maleta más pequeña y comenzó a caminar rumbo a la entrada.
- Nada –
Radamanthys suspiró.  A el tampoco le agradaba nada dejar a su hermano ahí.  Pero Minos les había dado muchos problemas y la única manera de ayudarlo había sido esa.  La de alejarlo de la agitada vida de Londres.
Alejarlo de Londres y de su padre, quien había jurado que esa era la ultima escuela de donde lo expulsaban.
El rubio dejó las maletas a cargo de un conserje y siguió a su hermanito quien ya había penetrado el edificio.  Lo alcanzó en el pasillo principal, encontrándolo absorto en la contemplación de una placa dorada.
Radamanthys se acercó a él, viendo por sobre su hombro aquello que atraía la atención de su hermano.
La placa, cuyas letras plateadas sobresalían en el pulido fondo dorado, rezaba.
Vertoren Geist
Preparatoria particular
“Disciplina, Entereza y Dedicación”
Fundada en 1446
Minos contuvo sus ganas de reír.  Ahora caía en cuenta del por que lo habían aceptado ahí. 
- Así que una escuela de abolengo.  Nuestro padre no encontró un lugar más lejos al cual mandarme? –
Radamanthys sonrió.
- Si.  Pero dado tu impresionante historial delictivo, esta es la única en la que te aceptaron –
El peliplateado tuvo la decencia de ruborizarse, aunque realmente no se sentía cohibido ante el comentario de su hermano.
Caminaron hasta la estancia de maestros, desembocando en un estrecho pasillo que los conduciría a la oficina de la directora.
Dos estudiantes salieron corriendo del despacho de la directora, casi chocando con ellos.  La única secretaria del lugar los saludó y se ofreció a ayudarlos.
Radamanthys tomó la palabra.  Tenían cita con la directora del lugar.
No los hicieron esperar mucho en la sala.  La secretaria los anunció rápidamente y pronto, la directora estuvo lista para atenderlos.
Minos entró con cierto recelo al elegante despacho.  No le agradaban los directores, hombre o mujer daba lo mismo.  Petulantes y quisquillosos.
La directora, que no aparentaba más de 45 años, se levantó del mullido sillón giratorio que ocupaba, al verlos entrar.  Muy amablemente les dirigió una sonrisa y su mirada se detuvo durante largos minutos en los azules ojos de Minos, quien comenzó a sentirse incomodo ante el exceso de atención por parte de esa castaña mujer.
Pero la directora solo le sonrió y les señaló un par de sillas tapizadas, frente a su escritorio.
- Buenos tardes, señores.  Tomen asiento, por favor –
Ambos hermanos así lo hicieron.  Durante unos minutos, la directora inspeccionó unas hojas que se hallaban sobre el escritorio en una carpeta azul.  Minos intuyó que se trataba de su historial académico. 
Y así se lo confirmó la mujer al terminar de leer.
- Debo decir que es el historial más….  Interesante que hubiera leído anteriormente –
Radamanthys carraspeó.  Minos solo agachó la cabeza.  Sabía que era una vergüenza para su familia.  Pero a él poco o nada le importaba lo que pudieran pensar ese amasijo de tontos.  Lo único que le dolía era que su hermano mayor sintiera vergüenza de él.
- Creo que ya habíamos hablado de eso por teléfono, señorita…. –
- Ellen.  Señora Ellen Stumpelton – Aclaró la directora ante la pregunta no explicita del rubio – Y si, señor, ya habíamos hablado de eso por teléfono.  Solo quiero que esto quede claro para su hermano –
Su mirada se dirigió hacia Minos, quien quería que esa entrevista absurda terminara de una vez.  Estaba plenamente seguro de que lo rechazarían.  Y eso le hacia abrigar esperanzas de no separarse de su hermano.
Más sus planes nuevamente serian frustrados.
- Robo de material químico.  Distribuyó drogas entre sus compañeros.  Extorsión de maestros.  Prostitución.  Destrucción de propiedad privada.  Falsificación de firmas para permisos.  Posesión y consumo ilegal de alcohol y marihuana.  Agresión y vandalismo y si a eso le agregamos que estuvo involucrado sexualmente con al menos un profesor de cada una de las escuelas que pisó…………  A mi me parece que es un poco delicada su situación –
Dejó la carpeta sobre el escritorio con un golpe seco.
- Más que delicada, su situación es precaria.  Solo le diré una cosa, joven Minos, yo no soy muy tolerante.  Espero que guarde buen comportamiento o me veré obligada a tomar medidas mucho más drásticas que simplemente expulsarlo.  Fui lo suficientemente clara? –
Aun en contra de su voluntad, Minos tragó en seco.  Ese seria un año muy largo.
~º»[*]«º~
- Entonces te veré durante vacaciones de invierno –
Minos no dijo nada.  En esos momentos se sentía incapaz de abrir la boca sin soltarse a llorar.
Se había jurado que no lo haría.  Debía ser fuerte ante su hermano mayor y no romper con lo único que le quedaba como consuelo.  Su orgullo.
Sabía que su hermano repudiaba que la gente llorara.  El rubio creía firmemente que las lágrimas eran signo de debilidad.  Siempre le había dicho que el llorar no solucionaba nada, que debía ser fuerte y enfrentar las consecuencias de sus actos.
Pero la única consecuencia que realmente le afectaba, era la despedida de ese frió rubio que siempre había estado ahí para él.
Cerró los ojos fuertemente, deseando que esa despedida no se extendiera más de lo debido o, irremediablemente, se soltaría en un llanto incontrolable que ocasionaría una reprimenda por parte de Radamanthys.  No quería decepcionarlo con eso también.
Pero el suave toque de una mano sobre sus cabellos lo hizo voltear.
Radamanthys se había acercado a él sin que lo notara y ahora le pasaba cariñosamente la mano por el largo cabello plateado.
- No te preocupes, encontrare la forma de que nuestro padre acepte que regreses a Londres –
Minos sonrió, agradecido por la inusitada muestra de ternura por parte de su hermano.  Pero estaba seguro que eso solo fue una mentira para aplacar sus nervios.  Su padre jamás consentiría que regresara a Londres.  Suficientes problemas le había dado ya, para que no hubiera aprendido la lección.
Y así de repentina como llegó, la caricia vio el final y su hermano volvió a hacer gala del frío distanciamiento que lo caracterizaba.
Minos se descubrió echando de menos el toque de sus manos y el calor que le proporcionaron.
El rubio no dio tiempo a más, lentamente abordó el automóvil que lo esperaba, sin dirigirle ni una mirada más a Minos, quien tarde se percató de que se marchaba.
El auto arrancó antes de que pudiera decir algo más y enfiló hacia la entrada de la escuela.
El peliplateado solo se quedó parado, aun aturdido por todo eso.  Levantó una de sus manos y la agitó en señal de despedida hacia aquel que se alejaba sin voltear atrás.
- Adiós hermano –
Y mientras el auto negro de su hermano se perdía de vista, Minos no pudo evitar el derramar unas lágrimas.
Por primera vez, en toda su corta vida, se arrepentía de haberle dado problemas a su familia.
~º»[*]«º~
Cerró la puerta con un sonoro golpe.
Se sentía de mal humor por todo lo que había pasado.  Horas antes, aun conservaba la esperanza de que la directora no lo admitiera en la escuela.  Pero gracias a las influencias de su padre, quien de seguro había pagado una obscena cantidad de dinero para cerrar algunas bocas, ahora se encontraba atrapado en ese lugar.
Se acercó a su cama, la que utilizaría a lo largo del año que le quedaba para terminar la preparatoria, y se tiró en ella con displicencia.
No le gustaba llorar.  Eso lo hacia sentirse tonto y dependiente.  Pero en ese momento lo único que sentía era unas intensas ganas de dejar que sus lágrimas fluyeran libremente y así deshacer el nudo que le oprimía el pecho.
Dio una vuelta sobre si mismo, quedando de costado sobre la cama.  Era cierto que se sentía solo, tan cierto como lo era que no le agradaba llorar.
Su mente vagó entre los jirones de recuerdos que aun conservaba.  Momentos felices que aun no lograban desaparecer del todo de su memoria.  Días que no regresaran jamás.
Bostezó largamente.  El cielo comenzaba a oscurecerse, lo que ocasionaba que la habitación fuera quedando lentamente en penumbras.
Estaba a punto de sucumbir al sueño, cuando lo escuchó.  El suave murmullo de unas risas.
Abrió los ojos, encontrándose con que todo estaba sumido en penumbras.  Lentamente se incorporó, sintiéndose muy cansado.
Pero el ruido que lo había despertado consiguió hacerle sentir curiosidad.
Aun no se había topado con alguno de los que serian sus compañeros de clases y debía reconocer que deseaba conocerlos.  Tal vez con un poco de buena compañía su ánimo se levantaría para bien.
Con ese pensamiento en mente se levantó dispuesto a bajar rumbo a los comedores.  Estaba plenamente seguro que ahí encontraría un poco de vida.
Antes de ir muy lejos, su pie chocó con un objeto pesado, yendo a parar de bruces en el suelo.
- Maldita sea!!!!! –
Se quejó, ante el dolor que le provocó la caída.  Con cuidado de no volver a tropezar, se levantó y prendió la luz.
Una caja de cartón marrón había sido la culpable de que el duro piso lo recibiera.  Maldijo por lo bajo su suerte.  Al parecer ese día nada le saldría bien.
Se disponía a salir cuando notó algo curioso en la escena.  Regresó sobre sus pasos y observó mejor la habitación
Esa habitación, como todas las demás del internado, estaba diseñada para alojar a dos estudiantes.  Pero cuando él entró, unas horas antes, la habitación parecía completamente vacía y ahora las dos alas del lugar parecían ocupadas.
Deslizó la mirada por el rededor, percatándose de que el acolchado que cubría el lecho había sido cambiado por uno nuevo.  Eso le provocó curiosidad.
Según le habían informado, estaría solo en esa habitación, pues la directora le dejó muy en claro de que no admitiría visitas nocturnas a las habitaciones de sus compañeros, ni a la suya.
Aun sin creerse aquello, paseó la mirada por toda la estancia encontrando aquí y allá signos inequívocos de la presencia de artículos personales de alguien más.  Se acercó al armario empotrado a la pared y lo abrió.  Múltiples abrigos, chaquetas, pantalones y sacos del uniforme se encontraban colgados en perchas de madera.
Olían a pasto, a ceniza y a lodo, cosa que le provocó nauseas, pero todo parecía limpio y en perfecto estado.
Con la cabeza llena de interrogantes, salió al pasillo.
Le tomó un poco de tiempo encontrar a alguien.  Un prefecto paseaba por ahí, cerciorándose de que todas las puertas estuvieran bien cerradas.  Minos lo interceptó en uno de los pasillos secundarios cuando el hombre se disponía a salir por la puerta de servicio.
- Hey, oiga!! –
Llamó el peliplateado.  El hombre volteó y no ocultó lo desagradable que le causaba ser interrumpido por un estudiante.  Tenia mejores cosas que hacer que atender caprichos de niños mimados.
- Que quieres? –
Fue la hosca respuesta del señor, lo que provocó una mueca de inconformidad por parte de Minos.
- Tengo un problema con mi habitación.  Se supone que estaré solo en ella, pero alguien más metió sus cosas –
El hombre rió mordazmente y se cruzó de brazos.
- No estas en un hotel de cinco estrellas.  Yo no acomodo a los estudiantes, eso le corresponde a la directora.  Si tienes una queja, áselo saber a ella, a mi no me molestes –
- Oiga.  Usted es el prefecto, por lo tanto tiene la obligación de ir a echar un vistazo –
El hombre resopló.  Por eso es que no le agradaba tratar con niños ricos.  Agitó una mano y accedió a los reclamos de Minos.  Esa era la mejor manera de deshacerse de los impertinentes mocosos.
- Ok, ok.  Cual es tu habitación? –
- La cuatro –
- Vamos a ver –
El prefecto echó a andar por el pasillo en dirección a la habitación mencionada.  Minos lo seguía de cerca, con una ancha sonrisa por haber logrado sacar a ese hombre de sus casillas.
Cuando llegaron, el prefecto entró rápidamente, encendió la luz y contempló todo.  Minos se quedó parado en el marco de la puerta, no muy atento a lo que sucedía adentro.
Pero el prefecto se giró hacia el con una mirada furiosa.
- Que te crees mocoso?  Tengo mejores cosas que hacer que perder mí tiempo con tonterías tuyas –
Y salió hecho una tromba.
Minos a penas tuvo tiempo de hacerse a un lado y evitar ser arrollado por ese energúmeno.  Ni siquiera intentó detenerlo, pero eso no evitó que le hiciera una seña obscena con el dedo medio.
- Maldito cabrón!! –
Entró a la habitación, descubriendo el motivo por el que se había molestado aquel prefecto.
La habitación estaba limpia y, a excepción de sus cosas, completamente vacía.
Un escalofrío lo recorrió. 
- Pero que dem…? –
Corrió al armario que había revisado momentos antes y lo abrió de golpe.  Estuvo tentado a desmayarse.  El armario estaba completamente vacío.  Ni una sola prenda se encontraba adentro.
Antes de que el miedo hiciera presa de él, recordó algo que estaba pasando por alto.  Las novatadas.
La escuela no era muy grande y seguramente los demás estudiantes ya debieron de haberse enterado de su llegada.  Eso es lo que había sido.  Solo una broma de sus compañeros.
Ya discernido el misterio y con plena seguridad de todo, es que sintió a la rabia inundando sus venas.
- Estúpidos infames!!  -
Dio un paso hacia atrás y sus pies chocaron nuevamente con la caja marrón.  En un arranque de coraje, pateó a la indefensa caja hacia el otro extremo del cuarto.
- Deberían enseñarte buenos modales –
La voz lo sobresaltó.  Giró rápidamente hacia la puerta descubriendo a un chico de su edad parado a escasos metros de él. 
- Quien demonios eres? –
- Tu compañero de habitación –
Minos abrió la boca, pero no dijo nada.  El chico le sonrió picaramente y Minos sintió que se ruborizaba y eso lo hizo sentir incomodo.  Desvió la vista de los rojos ojos del chico y la centró en las manos de este.
El pelinegro traía un atado de ropa limpia y Minos se dio cuenta de que era la misma ropa que había visto en el armario.
- Se supone que estaré solo –
El pelinegro rió quedamente.  Se adentró en la habitación y comenzó a colgar la ropa en las perchas.
- Eso también me dijeron a mí – Se volteó y lo miró de arriba abajo – Mi nombre es Aiacos.  Cual es el tuyo? –
- Minos –
Aiacos se acercó nuevamente a su nuevo compañero de habitación.  Ese chico le gustaba.  Una de sus manos viajo hasta la pálida mejilla de Minos, depositando una suave caricia.
- Encantado de conocerte, Kyarameru –
Y lo besó.  Un beso lento al principio que poco a poco fue cobrando fuerza.  Minos en un principio no se resistió.  El moreno lo besaba de tal forma que era imposible no sentirse atrapado por él.  La vaga idea de estar siendo absorbido quiso colarse entre su mente, pero pronto cayó en cuenta de que estaba permitiendo que un total desconocido lo besara.
Aunque se sentía a gusto con el beso y el moreno también le había gustado, se obligó a separarse.  Tenía la respiración entrecortada.  Un beso fabuloso, sin duda alguna.
- Que demonios haces? –
Aiacos se encogió de hombros.
- Te beso –
Minos se ruborizó de coraje.  Ese tonto solo estaba jugando con él.
- Estúpido.  Pierdes tu tiempo si crees que seré tu diversión –
Y muy dignamente se dirigió a la salida.  No se quedaría a seguir siendo el bufón de ese tipo.  Pero la voz de Aiacos lo detuvo momentáneamente.
- No lo pierdo.  Solo lo invierto.  Serás mío –
- Muérete!!! –
Y las carcajadas divertidas de Aiacos se escucharon aun por sobre el sonido de la puerta al azotarse.
~º»[*]«º~
“Es hermoso…”
“…  Muy pálido”
“…  Me agrada”
“Jajaja”
“Lo queremos con nosotros…”
“Se los garantizo”
Los susurros lo despertaron. 
Se incorporó lentamente en su cama, volteando hacia todos lados.  La habitación estaba fría y, fuera de él y su compañero que dormía placidamente, no había nadie más.
Al menos nadie más que contara con una presencia física.  La sensación de que varias personas estaban ahí presentes lo hizo temblar.
Podía sentir su aroma.  Olían a pasto y agua estancada.  A brizna y a luna.  Escuchaba sus quedas respiraciones.  Sentía los suaves movimientos que hacían al desplazarse de un lado a otro de la habitación.  Los había escuchado nítidamente unos momentos atrás.
Un golpe lo hizo saltar en la cama, volteó y se dio cuenta que era la ventana que se encontraba abierta y era balanceada por el viento.
En la cama continua, Aiacos parecía dormir profundamente.
Tentado estuvo a hablarle y decirle lo que escuchó.  Pero le dio vergüenza que el moreno se fuera a burlar de él y su miedo.  A fin de cuentas, no estaba seguro si lo había escuchado realmente o solo estaba soñando.
Nuevamente se tiró en la cama, cerrando los ojos para intentar dormir, pero el chirrido de la puerta al ser abierta lo hizo incorporarse de nuevo.
La pálida luz de una de las lámparas del pasillo proyectaba una línea luminosa en el suelo.  Minos comenzó a temblar, presa del miedo.
Una melena azul oscuro se asomó por la puerta y Minos se vio contemplando un par de esplendorosas esmeraldas.  El chico, que no parecía mucho mayor que él, le sonrió y lo llamó con la mano.
Minos se vio tentado a meterse bajo las sabanas y cerrar los ojos fuertemente.  La impresión de estar viendo un fantasma no se le desaparecía.
“Ven”
Susurró el chico de la puerta.
Minos se levantó, a un no muy convencido de estar haciendo lo correcto.  Pero el muchacho realmente no parecía un fantasma.
Tardó unos minutos en lo que se calzaba los zapatos y cuando alzó la vista, el chico ya no estaba en la puerta, aunque esta aun permanecía abierta.
Con el corazón latiéndole frenético en el pecho, salio al pasillo.
La luz hirió sus ojos momentáneamente.  Los cerró un momento en lo que se acostumbraba a la brillante luz del pasillo.  Cuando los abrió, el peliazul estaba unos metros más allá de donde se encontraba él.
El chico le sonrió y echó a correr.  Minos lo llamó, con la esperanza de que se detuviera y le dijera que es lo que quería.
- Espera!! –
Y corrió detrás de él por todo el pasillo.  El peliazul le aventajaba por algunos metros y se le perdió de vista al dar una vuelta en uno de los pasillos subsecuentes.
Minos aceleró el paso y casi choca con la puerta de madera de la entrada.
El aire frió de la madrugada lo golpeó al salir.  Tiritó unos instantes, mientras que buscaba con la mirada al chico que lo había hecho salir a esas horas.
El patio estaba relativamente en penumbras, iluminado solamente con unas escasas farolas diseminadas por aquí y por allá.
Minos estaba a punto de regresar sobre sus pasos, cuando el chico entró nuevamente en su rango de visión.
- Oye!! –
Gritó el peliplata.  Pero el de ojos esmeraldas echó a correr en dirección norte, hacia una de las fuentes del patio.  Minos lo siguió.  Sentía curiosidad por el motivo que tendría su desconocido compañero para estar corriendo a esas horas y con ese frió.
Cerca de unos matorrales, el peliazul frenó su carrera y se agazapó entre unos arbustos semi altos.  Minos frenó cerca de él.
El chico se mantenía en cuclillas y con la cara escondida entre las rodillas.  El peliplata se agachó para estar a su altura y estiró una mano, intentando tocarlo.  Una luz detuvo sus acciones al darle de costado sobre la cara y herir sus ojos.
- Que haces afuera? –
Al alzar la vista descubrió que la luz provenía de una lámpara de mano.  El prefecto lo encaraba desde unos metros alejado de él.
- Mi compañero… -
Comenzó a explicar Minos, pero se detuvo al ver que el prefecto había desviado la vista hacia el lugar donde estaba su compañero y abría muy grande los ojos, aparentemente asustado por algo.
El prefecto dejó caer la lámpara y gritó.  Un grito de horror y pánico.  Minos volteó hacia el chico a su lado, quien se había incorporado, y los verdes ojos brillaron con intensidad antes de que todo fuera solo oscuridad para él.
~º»[*]«º~
Y nuevamente abrió los ojos.
No recordaba mucho de lo que había pasado, pero la imagen de unos brillantes ojos verdes seguía nítida en su memoria.
- Ya despertaste –
Esa voz no logró sobresaltarlo esta vez.  Reconocía a quien pertenecía.
Su compañero de cuarto se encontraba sentado a su lado en una silla de plástico azul.  Minos sonrió por reflejo y al ver la sonrisa con la que le correspondió Aiacos, sonrió más abiertamente.  El chico ya no le parecía tan mal compañero.
Alguien carraspeó y atrajo la atención de Minos.  Del otro lado de la cama, se encontraba el peliazul que lo había hecho salir de su habitación la noche anterior.
- El es Saga –
Aiacos hizo las presentaciones.  Minos miró un poco desconfiado al peliazul.  No le agradaban las bromas y la que ese chico le había jugado, realmente había sido muy pesada.
Saga se levantó del lugar que ocupaba y se acercó a Minos.  Una mueca avergonzada se pintaba en su rostro.
- Lamento lo que pasó.  Solo quisimos jugarte una novatada.  No creí que fueras a resultar lastimado –
Minos suspiró, entendía todo eso.  Por mucho que le molestase, entendía que era por regla el jugarle bromas pesadas a los nuevos.
- No te preocupes.  Ya olvídalo –
Saga sonrió.  Ya arreglado todo no tenia nada más que hacer ahí.  Se despidió cortésmente de los dos chicos y salió de la enfermería.
Aiacos no había dejado de observar a Minos.  Minos volteó a verlo y su mirada chocó con los intensos rubíes del pelinegro.
- Que? –  Preguntó Minos, sintiéndose un poco cohibido por la intensa mirada de Aiacos.
- Ya te sientes bien? –
Fue la pregunta que descolocó a Minos.  No había sido para tanto, y aunque lo hubiera sido, no esperaba que Aiacos se preocupara por él.  Lo que había esperado eran burlas por haberse desmayado.
- Ya estoy bien.  No te preocupes –
Aiacos asintió, aparentemente satisfecho por la respuesta.  Se levantó de su asiento y se encaminó a la puerta por la que había desaparecido el peliazul momentos antes.
Antes de salir completamente, volvió a mirar a Minos.
- Te veo en clases? –
Minos sonrió.  El moreno resultaba muy tierno con su preocupación.
- Claro –
Un nuevo asentimiento de cabeza, y el moreno salió de la habitación.
~º»[*]«º~
- Que flojera!! –
Bostezó el pelinegro.  Minos, sentado en una de las incomodas sillas de la cafetería de la escuela, lo miró sonriente.
Aiacos daba la apariencia de haberse desparramado en la silla de plástico naranja.  Más que un estudiante, parecía un preso.
El de ojos rubí abrió los ojos y dio un salto en su asiento.  Minos se sorprendió por ese acto, pero no dijo nada, solo se limitó a reír tenuemente.
- SHURAAAAAA!!! –
Aun por sobre el ruido de los múltiples estudiantes que abarrotaban la cafetería, un chico de corto cabello negro escuchó el estridente llamado.
Minos curioseó la escena.  Aun sin localizar a aquel a quien su amigo llamaba a gritos. 
Varios chicos se acercaron a ellos.  Aiacos se levantó y saludó a uno de ellos de una forma tan cariñosa que Minos sintió una punzada de celos.  Abochornado por eso, trató de ocultarse detrás de la lata de jugo que tomaba.
Aquel a quien Aiacos había nombrado como Shura, reparó en el peliplata.
- Hey.  Quien es tu amigo? –
- Su nombre es Minos y es mi amante –
Ante las palabras del pelinegro, Minos escupió ruidosamente el jugo. 
- Yo no soy tu amante!! –
Todos los presentes en esa mesa, para ese entonces ya varios de los chicos que venían con Shura habían tomado asiento, rompieron a reír.
Aiacos solo le sonrió predatoriamente y le acarició un mechón de cabello.
- Pero lo serás –
Shura empujó a Aiacos para que tomara asiento a la diestra de Minos, sentándose él después a su izquierda.
- Tu eres el nuevo, no?  Yo soy Shura y este de aquí – Señaló a uno de los muchachos de largo cabello esmeralda que peleaba con otro por una pieza de pan – Es Afrodita.  El que tiene cara de psicópata es Death Mask, no preguntes del por que del apodo –
- Yo no soy ningún psicópata!! –
Reclamó el de corto cabello azul, pero fue desdeñado por Shura quien siguió con las presentaciones.
- El del extraño cabello lila es Mu –
El mencionado levantó la mano a manera de saludo.  Saludo que fue correspondido por Minos
-  Y ya conoces a nuestro inquieto amigo Aiacos –
Shura le pasó una mano por el hombro a Aiacos y Minos se preguntó si no habría algo más entre esos dos.
Estaba a punto de preguntarles, cuando un muchacho se detuvo ante ellos. 
- Que horror.  El chistecito de la broma me costara una semana de detención –
Saga, que era quien había llegado, tomó asiento entre Death Mask y afrodita, terminando con el pleito que tenían esos dos por el pan al quitárselos y metérselo en la boca.
Afrodita comenzó a lloriquear por su pan, pero Shura le extendió su pieza para que se callara y lo dejara escuchar a Saga.
- Que te dijo la directora? –
El peliazul se encogió de hombros.
- Que tendré que ayudar al maestro de deportes después de clases durante toda una semana –
Pero ya no pudieron platicar mucho más, el timbre de ingreso a clases sonó.  Todos se levantaron para dirigirse a sus respectivos salones.  Antes de irse, Shura volteó hacia Aiacos.
- Tu amante me agrada.  Llévalo a la reunión de hoy –
- Que no soy su amante!! –
Pero Shura no le hizo caso, solo soltó una larga carcajada y siguió a sus demás amigos.  Minos volteó hacia Aiacos, quien tenía una sonrisa en el rostro, y lo fulminó con la mirada.
- No sigas diciendo que soy tu amante –
- Oh, vamos, kyarameru.  Tarde o temprano te convertirás en mi amante.  Comienza a hacerte a la idea - 
Rió el pelinegro.
Ambos chicos dejaron atrás la cafetería y se dirigieron a su salón.  Antes de que Aiacos desapareciera por el pasillo, Minos lo jaló de la manga de su chamarra.
- Que es eso de la reunión? –
- Todos los martes nos reunimos en una capilla que esta cerca de aquí.  Te divertirás –
Y desapareció al dar una vuelta en el pasillo.  Minos solo se quedó parado unos instantes.  Tenia curiosidad por saber que clase de reuniones se gastaban esos inquietos chicos.  Pero eso lo terminaría averiguando si se decidía a ir a la supuesta reunión.
Aunque le parecía una mala idea, concluyó que no le haría daño ir.
~º»[*]«º~
La capilla se elevaba contra el oscuro cielo tachonado de estrellas, recortando el manto nocturno como una cuchilla de piedra antigua.
Minos suspiró y se encogió en su abrigo.  Había sido una completa locura seguirles la corriente al pelinegro y a sus dementes amigos.  Si la directora se llegaba a enterar de su incursión nocturna, era muy seguro que lo expulsarían o peor aun, lo mandarían a la correccional de menores.
Pero ya era muy tarde para arrepentirse.
- Tranquilo.  Nadie se enterara que saliste de la escuela –
Aiacos le golpeó fraternalmente el hombro, instándolo a entrar a la capilla.  Minos solo volvió a suspirar y siguió a ese moreno que intuía le traería más de un problema.
Adentro de la capilla el frió no se sentía tan inclemente.
Los muchachos que le fueron presentados esa mañana en la cafetería ya se encontraban ahí, sentados en círculo, y se turnaban para fumar de un cigarro.
Una densa nube de humo se cernía en torno a ellos.  Una primera inalada y Minos se percató de que fumaban marihuana.
- Que bien que pudieron llegar.  Empezábamos a pensar que decidieron quedarse solos en su habitación –
El comentario, proveniente de Shura, logró hacer ruborizar al peliplateado.
Aiacos sonrió, no dándole mucha importancia a lo dicho.  Jaló a Minos y lo hizo sentarse en una esquina, muy cerca de él.
Una plática trivial comenzó.  Comentarios aquí y allá sobre diferentes maestros y las ideas que tenían para sacarlos de quicio.  Hasta que Saga tomó la palabra y propuso contar historias de terror.
- Que comience quien lo propuso -  Fue la sugerencia de un Death Mask poco interesado en la plática y mucho muy interesado en besuquear a Afrodita.
Saga carraspeó, más para darse tiempo para pensar que decir, que para aclararse la garganta.
- En las noches…  La escuela se llena de susurros que nadie sabe de donde viene –
Mu estalló en carcajadas.  Esa era una de las más patéticas y repetitivas historias de terror que hubiera escuchado.  Más Minos no pensaba lo mismo, él había escuchado los murmullos de los que hablaba Saga.
- Yo no he escuchado otra cosa que no sea tus ronquidos, Saga –
El peliazul miró de mala manera a su amigo.  Un puchero se formó en sus labios.
- Yo no ronco –
- Cuando estas despierto -  Acotó Death Mask.
Todos rieron.  Esa era siempre la manera en que lograban callar a su amigo.  El porro de marihuana llegó hasta Aiacos.
- Yo si he escuchado los murmullos –
Todos guardaron silencio al escuchar a Minos.  Unos solo voltearon a verse entre ellos, como Mu y Saga, otros, como Death Mask, sonrieron de manera descreída.  Aiacos agachó la cabeza, apunto de matarse de la risa.  Afrodita hizo una bomba con el chicle que traía en la boca.  Y Shura abrió la boca, era el único que si se había interesado en lo dicho por Minos.
- Bromeas? –
- No.  No bromeo.  Los escuche justo antes de que Saga apareciera –
Aiacos ya no aguantó, estalló en risas.  Mu, Saga, y Death Mask lo corearon.  Afrodita miró a Shura y este solo frunció el ceño.  Minos pareció perdido unos instantes.  No sabía que había dicho que les causo gracia.
Shura se estiró y le tocó el brazo.
- Es un edificio viejo.  Guarda muchos ecos.  A veces estas en el extremo norte y puedes escuchar lo que dicen los del ala sur –
Death Mask le quitó el porro a Aiacos.  Dio una profunda calada, expulsó el humo y dijo.
- Lo mas probable es que sea un par de estudiantes follando en alguna habitación – Hizo una pausa, su mirada se dirigió a Minos y acotó con voz lúgubre – O quizás sea los espíritus de los frailes muertos –
Mu le golpeó la cabeza y aprovechó para robarle su cerveza.
- El único ruido que se escucha en las noches son los gemidos de Afrodita cuando te lo follas –
Y las risas estallaron de nuevo.  Afrodita sonrió, le mandó un beso a Mu y sacó un pack de cervezas.  Shura, ya con cerveza en mano, se volvió hacia Minos.
- Ya sabes la historia del internado? –
Minos dio un sorbo a la cerveza que le habían dado. 
- El internado tiene historia? –
Ante su pregunta, Shura se giró hacia Aiacos.
- No le has contado la historia de la escuela? –
El moreno solo se encogió de hombros, le dirigió una mirada pervertida a Minos y acotó.
- Me interesa más contarle los lunares que tiene en el cuerpo que una historia para niños –
Minos se ruborizó, mientras todos estallaban en risas de nueva cuenta.  La marihuana que habían estado fumando comenzaba a nublarles la razón.
Aun entre el barullo que armaban, la voz de Shura se dejó escuchar claramente.
- Cállense!!  Solo por que eres nuevo te la contare – Tomó aire un momento, se aclaró la garganta y comenzó su relato - En esta capilla murieron un grupo de chicos que estudiaban en nuestra escuela.  De eso ya hará unos veinte años –
Todos guardaron silencio.  Un silencio que incomodaba a Minos.  Temía preguntar, las historias de terror no eran su fuerte.  Le hacían tener miedo.  Carraspeó, tratando de aclarase la garganta y al fin preguntar.
- Como murieron? –
Antes de que Shura pudiera responder, Mu se le adelantó.
- En un incendio –
Shura le aventó una lata vacía al de cabello lila, no le gustaba que lo interrumpieran cuando hablaba.  Pero el proyectil cayó lejos de donde se encontraba Mu.  Death Mask encendió un nuevo porro y lo fue pasando.
- Eso no es cierto.  Mira, se maneja la historia del incendio para ocultar lo que realmente pasó –
El cigarro llegó hasta Minos, quien quiso negarse, pero la mirada que le dedico Aiacos, una mirada retadora, lo hizo decidirse a darle una fumada.
Contuvo el humo en sus pulmones por unos momentos, para después expulsarlo y preguntar.
- Y que pasó? –
Saga le quitó el cigarro y le dio una calada.  Shura meditó unos instantes, tratando de acordarse completamente de la historia.
- Un profesor los asesinó.  Una noche, muy parecida a esta, el grupo de chicos se escabulló de la escuela para reunirse aquí, siempre lo hacían, se sentaban en un círculo como nosotros, bebían y fumaban marihuana como nosotros……  Pero una noche, un maestro los siguió.  Estaba harto de que esos muchachos le gastaran bromas pesadas.  Así que los espió durante un tiempo.  Cuando se dio cuenta de que tenían la costumbre de salirse de la escuela los martes en la noche y reunirse aquí, tomó una de las hachas de incendios y los siguió.  Dicen que los descuartizo completamente y que los gritos de los chicos alertaron a toda la escuela.  Pero que cuando llegaron ya era muy tarde.  La sangre salpicaba las paredes y les fue imposible reconocerlos.  Solo encontraron pedazos de ellos.  Pero…  Desde esa noche, dicen que se escuchan los gritos de los chicos descuartizados -  Hizo una pausa, como esperando reacción alguna en Minos – Y sabes que es lo mas aterrador? –
- Que? –
Pero Shura no contestó.  Su mirada se desplazó de los ojos de Minos, hacia un punto a espaldas de este.  Abrió mucho los ojos y ahogó un grito.
Minos volteó, asustado por lo que veía su compañero atrás de él.
- BUUUUUUUUUUUU!!!!!!!!!!!!!!! –
- AHHHHHHHHH!!!!!!!!! –
Y las risas estallaron.  Death Mask se había colocado a sus espaldas y gritó justo cuando Minos volteó.
El corazón parecía querer salírsele del pecho.  Realmente lo había asustado.  Con la furia palpitándole en las sienes, encaró a su chistosito compañero.
- Imbécil!!! –
Intentó golpearlo, pero Aiacos se lo impidió al atraerlo hacia su pecho y abrazarlo fuertemente.
- Tranquilo.  Solo fue una broma –
- YA CALLENSE!! –
Shura alzó la voz, haciendo que todos guardaran silencio.  Se giró hacia Minos y le sonrió.
- Fue una broma, novato.  Realmente eso no pasó.  La verdadera historia es más estúpida.  Resulta que los chicos si murieron aquí, pero todo fue por que realmente eran unos imbéciles –
- Que fue lo que realmente pasó? –
Shura suspiró.  Varios de los ahí presentes sonrieron tontamente y otros, como Death Mask, estallaron en carcajadas.
- Se suicidaron.  Se drogaron hasta que el cerebro dejó de funcionarles bien y se suicidaron en grupo –
Minos soltó una carcajada al escuchar esto ultimo.  Realmente era una historia patética.
- Que idiotas.  Que esperaban?  Llegar al cielo? –
Aiacos rió quedamente y su risa rebotó en el oído de Minos, provocándole un erizamiento de vellos y casi una erección.  El moreno pasó la punta de la lengua por el lóbulo y le susurró a su oído, al tiempo que lo mordisqueaba suavemente.
- Yo si quiero llegar al cielo.  Me llevas? –
Minos giró la cabeza para observarlo por sobre su hombro.  El rostro de Aiacos estaba muy cerca del suyo, tanto que su tibia respiración chocaba contra su mejilla, y una sonrisa adornaba sus labios.
Esos labios que le parecían terriblemente antojables.
Se le abrió un hueco en el estomago y miles de mariposas comenzaron a aletear, provocándole cosquillas y un sentimiento calido.
Estaba a punto de descender el rostro y besar al pelinegro, cuando reclamaron su atención.
- Hey, tórtolas, que la reunión aun no termina –
Minos tomó una de las latas vacías y se la aventó.  Tardaría mucho en olvidar el incidente.  Pero Death Mask la esquivó con facilidad y regresó su atención al grupo.
Aiacos rió un momento y su risa le erizó nuevamente los vellos a Minos.  Ese pelinegro le resultaba tan sexy.
Un beso fue depositado en su oído y unas manos se colaron por dentro de su abrigo.  Minos se retorció entre los brazos de Aiacos, preso de una súbita ola de calor.
- Déjalo –  Le susurró Aiacos.
Minos acercó aun más su rostro, incitando al moreno a que lo volviera a besar.  Aiacos no se hizo del rogar y dejó un rastro de dulces besos en su mandíbula y cuello.  Sus manos, rápidas y urgentes, se colaron por dentro de la playera de Minos y acariciaron la suave piel de su abdomen.
Minos abrió los ojos, no supo en que momento los había cerrado, y recorrió los rostros de los demás, esperando ver que se hubieran dado cuenta de lo que hacían él y Aiacos.
Pero todos se encontraban muy concentrados en alcanzar un poco del cigarro de marihuana que habían encendido.  Aiacos volvió a acariciarlo y se acercó para susurrarle nuevamente.
- Te parece si nos vamos?  Me gustaría seguir con esto en privado –
Minos lo dudó unos instantes, pero luego se decidió.  El moreno le gustaba mucho, demasiado, y no desperdiciaría la oportunidad de tenerlo.  No importaban las consecuencias.  El gusto nadie se lo quitaría.
El peliplata se levantó y le sonrió.
- Me parece buena idea –
No dijeron nada más, ni siquiera se despidieron de los demás.  Solo se tomaron de las manos y salieron de la capilla con rumbo a su habitación
~º»[*]«º~
Murmullos, risas, ecos de pasos y voces llamándose.
Eso fue lo que lo despertó.
A su lado, abrazado fuertemente a su cuerpo, se encontraba Aiacos, completamente dormido.  Por un momento quiso despertarlo, pero, la certeza de que sabia quienes eran los culpables de los ruidos, lo hizo decidirse a salir y encararlos.
Muy probablemente, los nuevos amigos que tenía habían fumado marihuana hasta que el cerebro se les embotó.  Y ahora intentaban asustarlo.  Pero él ya había aprendido su lección.
Con sumo cuidado de no despertar a Aiacos, salió del lecho.  Recogió su ropa del suelo, esa ropa que le había sido prácticamente arrancada del cuerpo en un arranque de lujuria.  Sonrió para si, mientras contemplaba el rostro dormido de su pareja.
Dejó un suave beso en la frente de Aiacos y salió al pasillo.
Aiacos abrió los ojos, a tiempo para verlo cerrar la puerta.  Una sonrisa macabra adorno sus labios.  Pronto.
Minos salió al pasillo.  Las lámparas de aceite ardían tenuemente, inundando el pasillo de sombras atemorizantes.  Minos agudizó el oído, esperando captar las voces que lo habían despertado.  Pero era inútil, el pasillo permanecía en silencio.
Avanzó en línea recta, pretendiendo llegar al final.  Sospechaba que Shura y los demás estaba escondidos en alguna de las habitaciones.
Pero no lograba escuchar nada.  Una puerta a su espalda se cerró de manera violenta.  Minos dio un salto y se pegó a la pared.  Pero no había sido nada.  El pasillo seguía solitario.
- Shura? –
Susurró, comenzando a pensar que no había sido buena idea la de salir solo.  La lámpara de aceite que se encontraba cerca de él crepitó.  Minos ahogó un suspiro.  Se despegó de la pared y echó a andar rumbo a la habitación de la cual había salido.  Solo alcanzó a dar unos cuantos pasos, cuando la certeza de que en el pasillo había algo discordante se abrió paso en su cerebro.
Dio media vuelta, muy lentamente.  Sus músculos estaban entumecidos por el miedo.
La lámpara de aceite, colgada de una pequeña percha, volvió a crepitar.
Un sudor frió lo invadió.  La iluminación del pasillo consistía en lámparas electrizadas, no en lámparas de aceite. 
Varias carcajadas rebotaron en el oscuro pasillo, seguidas de pasos y puertas azotándose.  Minos abrió los ojos y gritó.  Las cortinas de las ventanas que daban al Jarrín se abrieron de improvisto y una luz matinal entro a raudales.
Sobrecogido de espanto, Minos solo atinó a acurrucarse entre una puerta.
El aire entró, agitando sus plateados cabellos.  Movimientos y pisadas.  Voces irreconocibles.  El sonido de un silbato a lo lejos.  La certeza de estar siendo observado.
Tenía el rostro enterrado entre sus rodillas.  No quería ver.  No quería alzar la vista.  Pero la sensación de una mirada clavándosele lo hizo alzar la cabeza.
Una chica, de largo y lustroso cabello negro, yacía parada a escasos metros de él, observándolo con los ojos muy abiertos.
Minos sollozó y la visión desapareció unos instantes para después ser sustituida por los espectros de varios estudiantes rondando por el pasillo.
Chicos aquí y allá.  Un maestro salió y gritó para apresurarlos.  Su grito rebotó en la cabeza de Minos.  Se llevó las manos a los oídos, para no escuchar nada más.
Presa del terror, se levantó rápidamente y corrió.  Los fantasmas estaban por todos lados.  El los pasillos, al abrir las puertas.  En los casilleros.  No se dio cuenta de que corría en dirección opuesta a la habitación.  En su afán de huir de esa locura de entes vagando, llegó hasta las escaleras.
Bajó, sintiendo que las piernas le fallarían de un momento a otro.  Llegó al pasillo de salones y una campana sonó.  El ruido lo hizo detenerse.  Las puertas de los salones se abrieron de golpe, con un estrépito infernal.  Cientos de fantasmas, de espectros y almas en pena salieron al pasillo donde se encontraba.  Pasando a su lado, atravesándolo, no percatándose de su presencia.
Pero Minos si los veía.  Los escuchaba.  Sentía su fría presencia agitar el aire al pasar cerca de él.
Una chica lo atravesó, la fría sensación le puso los vellos de punta a Minos.  Retrocedió, sintiendo que entraría en shock de un momento a otro.  Su espalda chocó contra una puerta, abriéndose ésta por el golpe y haciéndolo caer al suelo.
Intentó pararse, ponerse en pie y correr fuera de ese infernal lugar.  Pero antes de levantarse, unos brazos lo tomaron por los hombros.
Gritó, creyendo que era uno de esos aterradores fantasmas.
- SUELTAMEEEE.   SUELTAMEEEEEEEEEEEEE!!!!!! –
- Tranquilo –
La suave voz lo hizo enfocar la vista.  Aiacos se encontraba frente a él, sosteniéndolo dulcemente.  Minos sollozó y se dio cuenta de que todo había vuelto a la normalidad.  No fantasmas, no luz, seguía siendo de noche.
Se abrazó fuertemente al moreno, ahogando sus sollozos en su pecho.
- Fue horrible.  Había fantasmas por todos lados.  Iban y venían.  Fue espantoso –
- Tranquilízate.  Todo esta bien, no hay nada que temer –
Intentó consolar Aiacos, pero algo es su voz hizo que Minos temiera aun más.  Lentamente se separó del moreno, levantando la cabeza para observarlo mejor.  Lucia pálido.
Minos abrió la boca, no queriendo creer lo que ahora se le revelaba.  Sus manos se soltaron del cuerpo de Aiacos para levantarlas hacia su rostro.
Estaba frió.  Helado.  Un hálito de muerte se extendía a su alrededor.  A espaldas de Aiacos, Shura y los demás aparecieron.  Minos notó el cambio en sus rostros.  El aroma a lodo y pasto putrefacto.  La palidez enfermiza de su piel y se estremeció.  Ahora entendía todo.
Centró sus ojos en Aiacos, aun si querer creer lo que pasaba.
- Estas frió –
Aiacos suspiró.  La hora de la verdad había llegado.
- Es normal.  Tu también lo estas –
- Como lo estamos todos nosotros -  Acotó Shura.
Un par de lágrimas rodaron por las mejillas de Minos.
- Que esta pasando? –  Alcanzó a balbucear, aun presa del desconcierto y el terror.
Aiacos intentó volver a abrazarlo, pero Minos se separó de él, cosa que el moreno resintió.  Shura agachó la cabeza.  Fue Saga el que alzó la voz.
- Estamos muertos.  Al igual que tu.  Desde la primera noche que me viste –
Una risa nerviosa escapó de la garganta de Minos.
- Muertos…  Estamos muertos…  Muertos…  Somos fantasmas…  Muertos –
Echó la cabeza hacia atrás y emitió una carcajada espectral, mientras seguía repitiendo incansablemente.
“Muerto……  Estoy muerto”
En el pasillo.  A la luz del medio día.  Una chiquilla de largo cabello negro, no podía apartar la vista de la visión espectral de las almas en pena de varios de los fantasmas que vagaban por la escuela.
~º»[*]«º~
“Despierta”
Abrió los melados ojos.  Por un instante no reconoció el lugar donde se encontraba.
El verde pasto se extendía a su alrededor y un suave viento mecía sutilmente las ramas de los árboles.
Todo olía a barro.  A barro y a agua estancada.  Tal vez producto de las anteriores lluvias.
Deslizó la mirada por todo el lugar, pudiendo distinguir a lo lejos una capilla ruinosa que se erguía entre un grupo de confieras como un monumento al pasado.
Comenzó a caminar, tomando como vía la dirección hacia la capilla.  Le llamaba poderosamente la atención el lugar.  Nunca lo había visto con anterioridad y a estas alturas, comenzaba a pensar que todo era un sueño.
Pasó un aglomerado de frondosos árboles y dio vuelta a su izquierda detrás de una enorme roca negrusca.  Antes de seguir su camino, tuvo el impulso de voltear hacia atrás.
Y así lo hizo.  Se detuvo unos momentos, muy impresionado por la figura que se encontraba de pie a escasos metros de donde se encontraba.
Minos.
Su pequeño hermano.  Sano y salvo parado frente a él.
Deseó que todo eso no fuera un sueño y que su hermano realmente hubiera despertado.  Las lágrimas se le agolparon en los ojos.  No lo resistió más y corrió al encuentro de aquel que se moría por ver despierto.
Minos extendió los brazos y recibió a su rubio hermano, quien comenzaba a sollozar.
- Tranquilo.  Todo está bien –
Pero radamanthys sabia que no todo estaba bien.  Dos semanas había pasado desde que lo llamaron con urgencia del colegio de Minos.
En un principio, la certeza de que su hermano nuevamente se había metido en problemas lo irritó, pero ya después, cuando llegó hasta la escuela, se enteró que su hermano tuvo un accidente y se encontraba en coma.
Nadie pudo decir que fue lo que le había pasado.  La única persona que lo vio esa noche, había sido un prefecto que solo atinaba a decir que la oscuridad se lo tragó.
Cosa que hacia que radamanthys se preguntara seriamente sobre su salud mental.
Pero el misterio aun no se había podido resolver y los doctores que examinaron a Minos habían concluido un paro cerebral.
Fulminante y certero.  Eso lo había puesto en coma.
Tardó unos cuantos minutos en recobrar la compostura, no recordaba la última vez que había llorado de esa manera.  Minos, mientras tanto, se entretenía en alborotar las hebras doradas que adornaban la cabeza de su hermano.
Cuando se sintió mas tranquilo para poder enfrentar la azul mirada de Minos, fue que levantó la cabeza.  Encontrarse de frente con la esplendorosa sonrisa de su hermanito lo desarmó.  Ahora es que se daba cuenta de lo tanto que lo quería.
Pero Minos tenía prisa.  El tiempo le estaba contado.  No podía desperdiciarlo.
Con suavidad deshizo el abrazo al que lo sometía el rubio y levantó su mentón para dejarle un ligero beso.  Un beso que sabía a despedida.
“- Te querré siempre, no lo olvides.  Pero mi tiempo terminó.  Soy feliz…  Se tú feliz –“
Con esas últimas palabras fue que súbitamente despertó.  Un sudor frió le bajaba por la columna vertebral, erizándole los vellos de los brazos y la nuca.
Se preguntó a que había venido ese sueño.  Un regusto amargo aun le quedaba en la boca y la clara sensación de los labios y manos de su hermano permanecían nítidamente en su piel. 
Una corriente de aire frío inundó la habitación de hospital donde estaba, haciéndole sentir que un alo de muerte se extendía por doquier.
Aun antes de voltear, supo con certeza lo que encontraría.
El cuerpo de Minos aun permanecía en la misma posición en la que había estado esas dos semanas, no se había movido ni un ápice.  Pero una palidez extrema se había adueñado de su piel.
Radamanthys sintió que las piernas no lo sostendrían más.  Cayó de rodillas ante la cama de su hermano.  Con sus últimas fuerzas, presionó el botón de las enfermeras y un angustioso sollozo escapó de su garganta.
Minos había muerto y lo ultimo que había hecho, fue despedirse.
~º»[*]«º~
- Listo para la eternidad? –
Y los fuertes brazos del moreno rodearon su cintura, haciéndolo sentirse protegido.
- Completamente listo.  Nos vamos? –
Un asentimiento de cabeza y Aiacos sonrió dulcemente al sentir los delgados dedos de Minos enredarse con los suyos.
Ahora todo estaba bien.  Su pequeño amante había roto cualquier lazo que lo ataba al mundo real y ya solo le pertenecía a él.  Por entero.
Minos inclinó la cabeza para poder capturar los labios del de piel canela, quien inmediatamente respondió al beso con inusitada pasión, enredando su lengua a esa deliciosa intrusa que no pidió permiso para entrar.  No lo necesitaba.  Ellos eran uno solo.  A partir de ahora y para siempre.
~º»[*Fin*]«º~

Muchas gracias por leer.
He aquí el fic que escribí para el ficsonton especial de Hallowen que se llevo a cabo en uno de los foros del miarroba.  Espero que les haya gustado.  Muchas gracias por todo.
Criticas, dudas, sugerencias a mi correo.
Ya saben que todos sus comentarios son bienvenidos.
angelscaptorsgens@hotmail.com
See you.  Al rato.

 


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