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Polaris por Yori Kibara

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Yukiko se dirigía al cuarto donde había dejado al par de tortolos la noche anterior. Se preguntaba si su plan había funcionado, si eso habría pasado. Bien su pensamiento no era enteramente sobre el sexo en sí, pero tenía fe en que los acercaría de una manera definitiva, no sin tener en cuenta por supuesto que toda moneda lanzada al aire, tiene dos caras. Bien su atrevimiento había logrado desnudar las almas de esos dos y conseguido que se mostraran el uno al otro dejándoles claro que debían estar juntos... o en su defecto, los separaría para siempre. Era una especie de pensamiento poético Freudiano la que Yukiko había desarrollado a lo largo de los años con base a sus propias experiencias.

 

-Arriesgado. Por supuesto, pero estas cosas de sentimientos siempre lo han sido... ¿no?- Hablaba consigo mismo intentando convencerse de que había sido el mejor curso de acción, mientras llegaba a la puerta. Se detuvo antes de tocarla y se mantuvo silencioso delante de ella, aun dudaba, no quería saber nada si es que su plan había fallado... Fue apenas un minuto, pero le pareció eterno y al final decidió solo dejar una nota por debajo de la puerta que leía "ve al jardín de atrás".

 

Yukiko se arregló la ropa mientras iba directo a la terraza del segundo y último piso del edificio, si tuviera que ser franco, vestir de hombre era más cómodo, pero pensaba que su tamaño sumado al tipo de ropa, no lo hacía lucir bien. Llevaba puesta ese top de licra negra sin mangas y cuello alto que tanto le gustaba, el pantalón marrón semi-ajustado de los únicos dos que tenía, un abrigo ligero y corto de color negro, y para terminar el juego un par de guantes negros que tenían los dedos descubiertos. Al llegar a la terraza lo primero que vio fue a Mikhael que se encontraba recargado sobre el barandal fumando un cigarrillo. Fue extraño, el pelinegro no fumaba, excepto cuando estaba hasta el cuello de problemas y no encontraba solución, obviamente este no era el caso, al menos el pequeño nipón no creía que lo fuera.

 

-¿Compartes?- Le dijo tranquilo mientras se recargaba en el barandal junto a él. El pelinegro no dijo nada solo le cedió el cigarrillo.

 

Después de un incómodo silencio y de que Yukiko casi se terminara el cigarrillo, Mikhael por fin hablo mientras le arrebataba el cigarrillo al pequeño de la mano. -¿Qué demonios te pasa Yuki?... ¿Porque lo hiciste?- exhalo pesadamente la última bocanada del cigarrillo.

 

-Intentaba ayudarte. Aceptarías que te enamoraste perdidamente del niño o que fue un completo error traerlo contigo y lo devolverías a su mundo- Escucharon los gritos salvajes de una mujer y bajaron la mirada, la terraza tenía una vista perfecta del jardín de atrás donde William estaba siendo entrenado por una bella rubia que tenía el cabello atado en una coleta baja y vestía con ropa justa.

 

-No sabía que Nina estuviera en la ciudad- Dijo el ruso calmado.

 

-Están buscándote, Nina no es la excepción, pero puedo decirte que ella no quiere hacerte daño... de hecho aún tiene la esperanza de que vuelvas con ella algún día- el pequeño nipón trenzaba su cabello desde su nuca y ato el final del tejido con una liga.

 

El ruso dejo escapar un suspiro pesado. Mirando con atención a William siendo presionado por Nina, eso le recordó su "dulce" infancia en los campos de entrenaniento en Siberia.

 

_ _ _ _

 

Los primeros días fueron difíciles para aquel pequeño recién llegado, había niños más grandes que él, más fuertes que él y por supuesto más entrenados. Y lo peor era, que lo habían separado de aquel chico que era como su hermano mayor, el único que podía defenderlo había sido llevado a otra orilla del planeta.

 

Después de un par de semanas logro defenderse de ellos y la sensación de dominarlos, volvió a encender de una manera bizarra la luz de sus ojos. No solo los vencería físicamente, también los rompería mentalmente, uno a uno.

 

Y exactamente así ocurrió, en el proceso logro hacer creer a algunos que era su amigo, otros lo etiquetaron de enemigo y las peleas no tenían fin, mientras la mayoría consideraba prudente solo alejarse de el para evitarse los problemas. Y así se pasó sus días, utilizando a quienes lo permitían, peleando con quien lo provocaba, pero por la mayor parte, solo.

_ _ _ _

 

Yukiko sabía que Mikhael no estaba más con él, sus ojos estaban clavados en la nada. Pensó que quizás recordaba los tiempos en que fue pareja de Nina, ninguno de los dos quiso contarle porque no había funcionado así que fue lo único que pensó podría pasar por su cabeza.

 

-Debo bajar o Nina va a lastimarlo- Interrumpió los pensamientos de Mikhael el pequeño hombre -Pero antes, quiero saber que ocurrió anoche-

 

El ruso parpadeo volviendo al hoy -No lo sé, no lo recuerdo... Y ve ya, porque si le rompe un hueso, yo le partiré tres a Nina-

 

Yukiko sonrió -¿no vas a venir? les alegrara mucho verte-

 

-no- La respuesta de Mikhael fue rotunda y dejo a Yukiko sorprendido.

 

De pronto hubo un silencio en el jardín que hizo que ambos abrieran los ojos y bajaran la vista pensando lo más negativo que sus mentes podían evocar.

 

Para su sorpresa, William había logrado someter a Nina y acababa de dejarla inconsciente dejándolos boquiabiertos de asombro y haciéndolos correr camino al jardín.

 

William se encontraba de rodillas junto a la chica asustado acariciando su mejilla intentando despertarla.

 

-¡Nina!- Yukiko corrió a auxiliar a la rubia. William corrió hacia Mikhael, pero se contuvo de acercarse demasiado y solo se quedó frente a él.

 

-¿qué fue lo que hiciste?- pregunto Mikhael algo extrañado de la distancia tan prudencial que William le guardaba.

 

-Ella no paraba y yo solo me defendí- el castaño dio un paso hacia atrás.

 

La mirada de Mikhael no podía recordar lo que había pasado en la noche, no podía deducirlo tampoco y en definitiva no iba a preguntarle. Eso le molestaba y nunca fue bueno escondiendo su enojo.

 

-¡Esta bien! Ella está bien- gritaba Yukiko sonriente desde el piso a un lado de la rubia -Mikha, tu eres el alto aquí ¿puedes ayudarme a llevarla a la habitación?- el ruso asintió sin decir una palabra, quitándole la vista a los zafiros de William.

 

Yukiko se acercó a William dándole unas palmadas suaves en la espalda -¿cómo lograste quitarte a Nina de encima? ella es muy ruda, nos ha pateado el trasero algunas veces- y dejo escapar una risa suave -no me dijiste que sabias pelear niño-

 

William tomo del brazo a Yukiko y lo detuvo -necesito hablar contigo- le dijo en voz baja. El pequeño nipón endureció su expresión al ver que el castaño hablaba muy en serio y asintió con la cabeza. Mikhael continuo hacia la habitación sin darse cuenta, de cierto modo aun le preocupaba Nina y eso lo distrajo lo suficiente para ni siquiera notara que William y Yukiko tomaron otra dirección.

 

Una vez en la habitación, recostó a Nina en la cama y la reviso. Por suerte todo estaba en orden, solo dormía, pero estaba intrigado en como William había conseguido defenderse con éxito de ella y comenzaba a pensar que el castaño le ocultaba algo sobre el que quizás era más importante de lo que parecía.

 

Mientras tanto, William y Yukiko tomaban asiento cerca de la barra dentro del bar y pedían algo de beber. El castaño desconfiaba así que Yukiko retiro sus manos cuanto le fue posible.

 

-precisamente de esto quiero hablar Loto... ¿porque diablos drogas todo lo que tocas? ¿Cuál es tu problema? Mikhael me conto de Kioto. Fue un caos y no lo entiendes o no te importa- William hizo lo que pudo por no levantar la voz, pero estaba molesto. Yukiko había puesto a Mikhael en una mala situación y aunque pareciera envuelto con un gran listón de regalo para el castaño, no era la manera en que quería acercarse al ruso y por lo tanto no aceptaría que siguiera repitiéndose -Es tu hermano ¿no?- agrego al final intentando apelar al lado protector del nipón.

 

-Déjame pensar esto claramente... ¿Tú crees que todo el mundo ha vivido cómodamente y ha tenido la educación y las vivencias que te vuelven a ti un buen señorito, excelente persona y ciudadano modelo DuEtoile?- El nipón le dio un buen trago a su bebida -Tu eres el que no encaja aquí niño... Mikha y yo nos adoptamos mutuamente como hermanos porque no teníamos a nadie más. Vivimos cosas que ningún niño o adolescente debió vivir y eso nos hizo crecer de maneras muy distintas. Nuestro criterio dista mucho del que cultivaron tus tutores en ti... diría que tus padres, pero si no estoy mal informado, técnicamente ellos no te criaron- Sonrió, fue un insulto indirecto intencional y habría logrado su objetivo. Justo donde debía golpear.

 

William quedo en silencio, sus intenciones nunca fueron ser desconsiderado con ninguno de los dos. Simplemente estaba molesto con el pequeño nipón, simplemente quería decírselo de frente y arreglar el problema. Pero ¿cómo podría arreglarlo? ¿Cómo solucionarían sus problemas un par de espías que se conocen de toda la vida? ¿Cómo?

 

El nipón siempre disfruto de atestiguar los estragos de sus palabras, que se convertían en misiles certeros siempre que él lo quería y siempre lograban el daño que deseaba causar. Pero para su sorpresa, pensaba que se había excedido un poco con el castaño, después de todo, el no pertenecía al mundo en el que estaba intentando encajar y no tenía la experiencia ni la pericia que se necesita para vivir en él. Dejo escapar un suspiro en esperanza de que liberase esa sensación, esto era nuevo para él, nunca se había preocupado por nadie más que por su pequeño hermanito y por el mismo.

 

-Vamos al jardín- interrumpió William, decidido y con palabras secas en los labios -quieres saber cómo le gane a la chica ¿no? déjame mostrarte- Y termino su bebida de un trago -Y para hacerlo más divertido apostemos-

 

-¿apostar? ¿Te parezco un apostador?- Yukiko levanto la ceja, no entendía lo que el chico tramaba, pero le seguiría el juego -pues no soy apostador, pero tienes toda mi atención... ¿qué es lo que quieres ganar DuEtoile?- Lo miro desafiante con sus hermosas amatistas, golpeteando melódicamente sus dedos en la barra.

 

-Confianza... Incondicional y absoluta confianza... Si gano, quiero eso de ti... así no habrá necesidad de ponerle tus drogas a todo lo que se pueda ingerir- agito su vaso en el aire hacia la mesera para que lo llenara de nuevo -¿qué dices?-

 

-¿Y si yo gano?- jugueteaba un dedo en el borde de su vaso, sonriente, seguro de la victoria. William se encogió de hombros -¿Te alejarías de Mikha si pierdes?-

El castaño casi se ahoga con el trago –Por supuesto que no, pide algo razonable… yo no te pedí imposibles-

 

-No te ofendas niño, pero no tienes nada que pueda interesarme de momento. Aunque… si aún quieres apostar, estoy dispuesto. Sin embargo, si gano… mi premio se mantendrá en espera, lo cobrare cuando y como lo crea necesario ¿trato?- y el pequeño nipón le tendió la mano. El castaño dibujo muecas de disgusto en su rostro -Algo posible. Lo prometo- agrego Yukiko en seguida al ver ese rostro.

 

El ojiazul accedió y estrecho la mano de Yukiko. Terminaron sus tragos y se dirigieron tranquilamente de regreso al jardín que se volvería de ahora en adelante el lugar de entrenamiento de William.

 

Una vez ahí, Yukiko se posicionó y embistió en contra del castaño sin dudarlo un solo segundo. William retrocedió un par de pasos e intento repeler los múltiples golpes, codazos, patadas y rodillazos que el pequeño nipón le arrojaba sin mucho éxito; si algo debía reconocerle es que su propio tamaño significaba una increíble ventaja en velocidad, nadie lo creería de no verlo. Y bien, “la muchachita” que había conocido la noche anterior se había esfumado por completo, no era frágil, en lo absoluto así que una vez que lo tiro al suelo decidió por fin, defenderse.

 

El nipón sonreía, saboreándose la victoria en los labios. William se puso de pie algo aturdido pero se preparó y arremetió contra el pequeño. Para mala suerte de Yukiko, le acababa de dar al castaño una breve oportunidad de analizarlo, pero fue suficiente para tener en cuenta su velocidad, fuerza y en la extraña manera en que prefería utilizar de más sus cortas piernas. Le llevaría aun tres intentos más al ojiazul, para lograr derribar a Yukiko, pero lo había logrado. Sin embargo, cometió el típico error de novato: creer que la pelea había terminado ahí. El pequeño nipón se lo quitó de encima con facilidad y lo sometió con fuerza, William no entendía de donde la sacaba, pero sin duda, no podría liberarse. Un último puñetazo se clavó en el pasto a centímetros del rostro de William, Yukiko espero a su reacción, la pelea no pararía hasta que alguno de los dos se rindiera o perdiera el conocimiento.

 

-¿Supongo que… me rindo?- Dijo William entre jadeos, el nipón lo soltó en cuanto escucho esas palabras y se levantó de encima suyo.

 

-¿Quién… te enseño eso?- Yukiko no pudo mantenerse de pie y cayo de rodillas al suelo, quejándose apenas. Llevaba su mano derecha a su costado del lado izquierdo muy adolorido.

 

William se asustó y fue en seguida a ayudarlo torpemente. Los nervios le ganaban y no podía hablar claramente, lo único que pudo pasar por su cabeza fue llevar a Yukiko a la habitación, buscar a Mikhael… buscar ayuda. Las amatistas del nipón se apagaron rápidamente y el castaño solo lo levanto y llevo en brazos hasta la habitación donde se encontraba Mikhael, conversando con la bella rubia, ya despierta y ciertamente muy feliz de verlo, mientras el ruso repelía sus brazos.

 

William casi soltó a Yukiko al ver la escena que tenía en frente, pero reacciono de inmediato y lo sujeto de nuevo. El ruso estaba tan sorprendido que olvido repeler a Nina y ella se aprovechó para abrazarlo, pero el despego sus brazos sin más y rápidamente atendió a su pequeño hermano mayor, recostándolo en la cama prácticamente haciendo a un lado a la rubia.

 

-¿Primero Nina y ahora a Yuki?- pregunto Mikhael sin mirar directamente a William -¿dónde aprendiste a defenderte así?- termino de revisar a Yukiko, casi le rompe unas costillas, por suerte solo fueron los golpes, pero el torso le lucirá golpeado por un lo menos una semana.

 

-yo -lo lamento. No quise hacerles daño solo -no se detenían y -yo no supe que más hacer- comenzaba a llenarse de nervios, pero los golpes que había recibido empezaban a cobrarse factura, su camisa se teñía de rojo sobre el roce de la bala que Mikhael había intentado cerrar en su departamento. La mancha era considerable, equivalía perfectamente al mareo que estaba sintiendo, sin mencionar el hilo de sangre que caía de su labio roto y una pequeña herida sobre su ceja derecha, sin embargo no había notado nada de eso, estaba nervioso y algo asustado sobre lo que pudieran pensar sobre el después de esas pequeñas peleas -estará bien -¿verdad?- se acercó un poco torpe.

 

Mikhael tomo a William por la cintura, justo a tiempo pues estaba por caerse y lo miro preocupado. El castaño se sentó en el borde de la cama, liberándose casi en seguida de los brazos del ruso, quien lo miro entristecido. Se culpaba a sí mismo, no solo por no recordar lo que había sucedido en la noche sino por la creciente posibilidad de que el "incidente" de Kioto se hubiese repetido en esa misma habitación. Y si así fuera, explicaría perfectamente porque William no quería que lo tocara, aunque no explicaría porque el castaño no había simplemente optado por irse y dejarlo todo así. En cualquier caso debían hablar, pero lo primero y más importante era, atenderlo, y esta vez, con Nina ahí, una atención más eficiente era segura.

 

William cerro los ojos y su peso lo empujó hacia adelante donde Mikhael lo sostuvo de caer -Nina, ¿puedes ayudarme con esto?- más que una pregunta, el tono de su voz era tan blando como una súplica y eso fue lo último que William alcanzo a escuchar claramente.


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