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Polaris por Yori Kibara

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William corrió como pudo hacia el punto en que debía encontrarse con el hombre ruso. Una vez en el sitio se desplomo sobre el barandal de aquel puente, intentando recobrar el aliento. De primera vista, parecía haber llegado tarde, pues no había un alma en el lugar, sus ojos de zafiro buscaron en todas direcciones hasta detenerse en un extraño bulto abandonado en el mismo barandal a pocos metros de él.

 

Se acercó con cautela, solo escuchaba el eco de sus pasos en el concreto de aquel puente, incluso la noche parecía haber enmudecido ya que ni siquiera un grillo perdido hacia música en la obscuridad. Una vez frente al objeto, vio con claridad que se trataba de un enorme crisantemo rojo como el vino, completamente abandonado junto a las colillas de un par de cigarros que parecieran haber muerto hace varios minutos.

 

El castaño entristeció al pensar que Mikhael había estado ahí esperándolo pero al final se rindió. Y de la misma manera inconsciente, lo justifico, diciéndose a si mismo que entendía la principal razón por la que se rindiera, esa razón era que él mismo no valía la pena. Rompiéndose a sí mismo el corazón en ese momento, pensó en llorar, pero no tendría caso hacerlo, según su mente, esto estaba destinado a pasar pero él simplemente quiso aferrarse a la esperanza de que fuera diferente con aquel hombre.

 

Pasaron varios minutos, él permaneció en silencio en aquel puente -necesito un cigarrillo- susurro para sí mismo. Se sentía a sí mismo en un funeral y tenía la necesidad de fumar, aun cuando el en realidad ni siquiera supiera hacerlo. Aquella imagen de los funerales le quedo impregnada en la cabeza tras la muerte de algún familiar en su infancia. Los adultos fumaban y bebían café frente a un ataúd cerrado al que jamás le permitieron acercarse. Esta vez estaba ahí, a mitad de la madrugada, en silencio, frente al cadáver expuesto de una hermosa flor y su agonizante corazón cesado de esperanzas bajo la lánguida luz de una lámpara. Se sentía romperse de nuevo y el alcohol comenzaba a hacer estragos gracias al frio, hasta que por fin decidió alejarse de aquella escena y correr de la misma manera en que llego, hasta su apartamento.

 

Una vez dentro, tan pronto la puerta cerró detrás de él y recargo su espalda dejando caer su peso hasta quedar sentado en el suelo, un par de lágrimas rodaron de sus ojos traicionándolo completamente y que más daba, ya estaba solo.

 

-¿pero qué esperabas Will?- su voz entrecortada hacia obvio su dolor -¿porque aun...?- El sonido de sus propios sollozos se vio interrumpido por el chocar de un cristal en la barra de la cocina. Un poco nervioso se acercó rápidamente a la cocina para encontrar a Mikhael hurgando el congelador por un hielo más para su vaso, creyó que su mente le jugaba bromas de pésimo gusto.

 

-Lamento la invasión. La puerta no tenía seguro y- Mikhael fue silenciado por un repentino puñetazo a la quijada que venía de William.

 

-¡¿qué haces aquí?!- Las lágrimas llenaban sus ojos -¡¿Crees que simplemente puedes volver a mi hogar, sonreír en disculpa y ya?!-

 

-awh, de acuerdo -¡lo sé lo sé! tranquilo- el ruso ya esperaba ese golpe, aunque no creería que William golpeara con esa fuerza -si me dejaras explicarte te lo agradecería mucho-

 

-¿quieres que escuche explicaciones o excusas?-

 

-sabes, esto fue totalmente distinto en mi mente...-

 

-¿esperabas que corriera a tus brazos?-

 

-bueno... no precisamente correr-

 

El castaño lanzo un puñetazo más, tomando de sorpresa al pelinegro -idiota... idiota- El ruso permitió que William liberara todo el coraje que había guardado sin defenderse una sola vez, hasta que el castaño cayo en sus brazos cansado y sollozando -...se real -por favor... se real-

 

-¿terminaste?- pregunto Mikhael en total seriedad, eso sacudió al castaño haciéndolo apartarse -Es mi turno...- William cerro los ojos esperando las represalias de lo que acababa de hacer, por un momento pensó en lanzarle la culpa al alcohol pero sabía que no había remedio y solo quedaba esperar a que el ruso le regresara los golpes. Pensó para sí mismo que tampoco se defendería, sería lo justo.

 

Mikhael tomo rápidamente su barbilla y beso sus labios con cuidado, deslizando sus dedos hacia su cuello. William se había asustado al contacto de sus dedos pero abrió los ojos en sorpresa al sentir esos labios que había extrañado tanto y sin más devolvió el beso con una ligera desesperación, sus ojos buscaron los del ruso, sin embargo algo se clavó en su pecho al percatarse de que el pelinegro lo besaba con los ojos cerrados, cual adolescente, totalmente insensato e indefenso. Y aunque su cabeza le dijera que no era prudente su corazón le grito que saltara en esa insensatez, cerrando también sus ojos dejándose llevar por el ruso.

 

Mikhael por su parte sabía perfectamente que este acto marcaría para siempre su rendición ante ese castaño, con ese beso le confesaba cuanto le había necesitado mientras estaba lejos y sin percatarse lo abrazo como si tuviera en sus manos el más hermoso y delicado cristal. Estando tan cerca el calor que el castaño emitía era para el ruso como una hoguera cuando siempre había sentido tanto frio.

 

William tuvo que apartarlo para romper el beso, falto de aire y algo tembloroso.

 

-lo siento- Mikhael intento disculparse sonrojándose ante el sincero rostro de William -aguanto bien la respiración ¿no?- el castaño asintió avergonzado.

 

-perdóname -los golpes -yo -no estaba pensando claro- William titubeaba frotándose los brazos.

 

Mikhael negó con la cabeza -fuiste muy claro, pero seguramente yo lo fui también... ah quien diría que no golpeas como una chica con esa delicada piel de princesa- dejo escapar una risa suave apenas doblado de dolor. En el rostro de William se pintó una mueca de cierto disgusto al comentario que en seguida se desvaneció en una sonrisa.

 

-Loto me prometió que llamarías, pero nunca lo hiciste... pensé-William fue interrumpido por el ruso, quien había presionado suavemente sus fríos dedos en los suaves labios del castaño.

 

-No vine aquí a balbucear excusas- el semblante de Mikhael se tornó serio y el castaño asintió, con ese gesto el ruso aparto los dedos de su boca y se dirigió hacia el vaso con vodka que descansaba en la barra de la cocina bebiendo el líquido transparente de un trago.

 

-¿Qué fue lo que hiciste todo este tiempo?- pregunto genuinamente curioso el castaño, dejando de lado que tuvo noches en que no logro dormir, preocupado por él.

 

-Intentaba arreglar lo que paso, pero para ser honestos... es más complicado de lo que creí- Mikhael sonreía.

 

-Eso quiere decir que te iras de nuevo, ¿huh?- William se sirvió un trago, sin embargo no lo bebió. Su mirada se perdía en el brillo que bailaba de hielo en hielo, su mente se preparaba para la siguiente despedida y no comprendía cómo había permitido que su corazón se sobre emocionara con esa pequeña visita de cortesía.

 

-si... así es- Mikhael hizo una pausa seria -no sin antes embriagarme contigo y tener sexo desenfrenado, para después emprender la graciosa huida antes de que el sol despunte... está escrito en el manual del espía ruso- Sonrió irónico mientras servía de nuevo en su vaso y giro el rostro para ver la cara del castaño.

 

William despertó de su trance parcial al escuchar esas palabras, su mirada juzgaba al ruso entre no saber si sonreír o enfadarse por la ironía cruda del pelinegro.

 

-¿qué?- El ruso bebió un sorbo pequeño del vaso dejando escapar un suspiro -Alexei debe tener razón, soy todo menos gracioso-

 

-no sé quién será, pero si tiene razón- Respondió William un poco enfadado -¿En verdad solo a eso viniste hasta aquí? Porque siendo honestos, ya había bebido un poco antes de que tu llegaras y ciertamente no soy resistente al alcohol...- El castaño se acercó peligrosamente a los labios del ruso sin tocarlos, apegando su cuerpo delgaducho al rodear el cuello de Mikhael con sus brazos. Respiraba despacio mirando sonrojado los hermosos orbes azul gris que lo miraban asombrado y apenado.

 

El ruso quedo inmóvil ante la repentina cercanía de William, sus mejillas debieron enrojecer tanto como los tomates maduros. Sin embargo sabía que el castaño estaba tomándole el pelo, se sentía un poco estúpido, aunque... ese sería sin duda un lado de William que no creía posible que existiera, un lado coqueto, sensual que lo estaba provocando; aun si fuese falso, estaba funcionando, sus labios querían acercarse a besar los del castaño, estaban tan cerca... sus manos querían acariciar la piel de esa cintura debajo de aquella camisa azul pálido... pero debía despertar, volver a la realidad.

 

Esta vez quien soltó la carcajada fue el castaño, mientras se apartaba del ruso -¿qué? ¿Tu "manual del espía ruso" no explicaba los detalles importantes de esta parte?-


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