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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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ChanYeol abre la puerta del copiloto del Audi 4 x 4 negro y subo. Menudo cochazo.
No ha mencionado el arrebato pasional del ascensor. ¿Debería decir algo yo?
¿Deberíamos comentarlo o fingir que no ha pasado nada? Apenas parece real, mi
primer beso con forcejeo. A medida que avanzan los minutos, le asigno un carácter
mítico, como una leyenda del rey Arturo o de la Atlántida. No ha sucedido, nunca
ha existido. Quizá me lo he imaginado. No. Me toco los labios, hinchados por el
beso. Sin la menor duda ha sucedido. Soy otra persona. Deseo a este hombre
desesperadamente, y él me ha deseado a mí.
Lo miro. ChanYeol está como siempre, correcto y ligeramente distante.
No entiendo nada.
Arranca el motor y abandona su plaza de parking. Enciende el equipo de
música. El dulce y mágico sonido de dos mujeres cantando invade el coche. Uau…
Mis sentidos están alborotados, así que me afecta el doble. Los escalofríos me
recorren la columna vertebral. ChanYeol conduce de forma tranquila y confiada
hacia la Southwest Park Avenue.
—¿Qué es lo que suena?
—Es el «Dúo de las flores» de Delibes, de la ópera Lakmé. ¿Te gusta?
—ChanYeol, es precioso.
—Sí, ¿verdad?
Sonríe y me lanza una rápida mirada. Y por un momento parece de su edad,
joven, despreocupado y guapo hasta perder el sentido. ¿Es esta la clave para
acceder a él? ¿La música? Escucho las voces angelicales, sugerentes y seductoras.
—¿Puedes volver a ponerlo?
—Claro.
ChanYeol pulsa un botón, y la música vuelve a acariciarme. Invade mis sentidos
de forma lenta, suave y dulce.
—¿Te gusta la música clásica? —le pregunto intentando hacer una incursión en
sus gustos personales.
—Mis gustos son eclécticos, BaekHyun. De Thomas Tallis a los Kings of Leon.
Depende de mi estado de ánimo. ¿Y los tuyos?
—Los míos también. Aunque no conozco a Thomas Tallis.
Se gira, me mira un instante y vuelve a fijar los ojos en la carretera.
—Algún día te tocaré algo de él. Es un compositor británico del siglo XVI.
Música coral eclesiástica de la época de los Tudor. —Me sonríe—. Suena muy
esotérico, lo sé, pero es mágica.
Pulsa un botón y empiezan a sonar los Kings of Leon. A estos los conozco. «Sex
on Fire.» Muy oportuno. De pronto el sonido de un teléfono móvil interrumpe la
música. ChanYeol pulsa un botón del volante.
—Park —contesta bruscamente.
—Señor Park, soy Welch. Tengo la información que pidió.
Una voz áspera e incorpórea que llega por los altavoces.
—Bien. Mándemela por e-mail. ¿Algo más?
—Nada más, señor.
Pulsa el botón, la llamada se corta y vuelve a sonar la música. Ni adiós ni
gracias. Me alegro mucho de no haberme planteado la posibilidad de trabajar para
él. Me estremezco solo de pensarlo. Es demasiado controlador y frío con sus
empleados. El teléfono vuelve a interrumpir la música.
—Park.
—Le han mandado por e-mail el acuerdo de confidencialidad, señor Park.
Es una voz de mujer.
—Bien. Eso es todo, Andrea.
—Que tenga un buen día, señor.
ChanYeol cuelga pulsando el botón del volante. La música apenas ha empezado
a sonar cuando vuelve a sonar el teléfono. ¿En esto consiste su vida, en contestar
una y otra vez al teléfono?
—Park —dice bruscamente.
—Hola, ChanYeol. ¿Has echado un polvo?
—Hola, JongIn… Estoy con el manos libres, y no voy solo en el coche.
ChanYeol suspira.

—¿Quién va contigo?
ChanYeol mueve la cabeza.
—Byun BaekHyun.
—¡Hola, Baek!
¡Baek!
—Hola, JongIn.
—Me han hablado mucho de ti —murmura JongIn con voz ronca.
ChanYeol frunce el ceño.
—No te creas una palabra de lo que te cuente KyungSoo —dice Baek.
JongIn se ríe.
—Estoy llevando a BaekHyun a su casa —dice ChanYeol recalcando mi nombre
completo—. ¿Quieres que te recoja?
—Claro.
—Hasta ahora.
ChanYeol cuelga y vuelve a sonar la música.
—¿Por qué te empeñas en llamarme BaekHyun?
—Porque es tu nombre.
—Prefiero Baek.
—¿De verdad?
Casi hemos llegado a mi casa. No hemos tardado mucho.
—BaekHyun... —me dice pensativo.
Lo miro con mala cara, pero no me hace caso.
—Lo que ha pasado en el ascensor… no volverá a pasar. Bueno, a menos que sea
premeditado —dice él.
Detiene el coche frente a mi casa. Me doy cuenta de pronto de que no me ha
preguntado dónde vivo. Ya lo sabe. Claro que sabe dónde vivo, porque me envió
los libros. ¿Cómo no iba a saberlo un acosador que sabe rastrear la localización de
un móvil y que tiene un helicóptero?
¿Por qué no va a volver a besarme? Hago un gesto de disgusto al pensarlo. No
lo entiendo. La verdad es que debería apellidarse Enigmático, no Park. Sale del
coche y lo rodea caminando con elegancia hasta mi puerta, que abre. Siempre es un
perfecto caballero, excepto quizá en raros y preciosos momentos en los ascensores.
Me ruborizo al recordar su boca pegada a la mía y se me pasa por la cabeza la idea
de que yo no he podido tocarlo. Quería deslizar mis dedos por su pelo alborotado,
pero no podía mover las manos. Me siento, en retrospectiva, frustrado.
—A mí me ha gustado lo que ha pasado en el ascensor —murmuro saliendo del
coche.
No estoy seguro de si oigo un jadeo ahogado, pero decido hacer caso omiso y
subo los escalones de la entrada.
Kyung y JongIn están sentados a la mesa. Los libros de catorce mil dólares no
siguen allí, afortunadamente. Tengo planes para ellos. Kyung muestra una sonrisa
ridícula y poco habitual en él, y su melena despeinada le da un aire muy sexy.
ChanYeol me sigue hasta el comedor, y aunque KyungSoo sonríe con cara de habérselo
pasado en grande toda la noche, lo mira con desconfianza.
—Hola, Baek.
Se levanta para abrazarme y al momento se separa un poco y me mira de arriba
abajo. Frunce el ceño y se gira hacia ChanYeol.
—Buenos días, ChanYeol —le dice en tono ligeramente hostil.
—Señor Do —le contesta en su envarado tono formal.
—ChanYeol, se llama KyungSoo —refunfuña JongIn.
—Kyung.
Christian asiente con educación y mira a JongIn, que se ríe y se levanta para
abrazarme él también.
—Hola, Baek.
Sonríe y sus ojos azules brillan. Me cae bien al instante. Es obvio que no tiene
nada que ver con ChanYeol, pero, claro, son hermanos adoptivos.
—Hola, JongIn.
Le sonrío y me doy cuenta de que estoy mordiéndome el labio.
—JongIn, tenemos que irnos —dice ChanYeol en tono suave.
—Claro.
Se gira hacia Kyung, lo abraza y le da un beso interminable.
Vaya… meteos en una habitación. Me miro los pies, incómodo. Levanto los ojos
hacia ChanYeol, que está mirándome fijamente. Le sostengo la mirada. ¿Por qué no
me besas así? JongIn sigue besando a Kyung, lo empuja hacia atrás y lo hace doblarse
de forma teatral.
—Nos vemos luego, bebé —le dice sonriente.
KyungSoo se derrite. Nunca antes lo había visto derritiéndose así. Me vienen a la
cabeza las palabras «hermoso» y «complaciente». Kyung, complaciente. JongIn debe
de ser buenísimo. ChanYeol resopla y me mira con expresión impenetrable, aunque
quizá le divierte un poco la situación. Me coge un mechón de pelo que se me ha
salido del flequillo y me lo acomoda. Se me corta la respiración e
inclino la cabeza hacia sus dedos. Sus ojos se suavizan y me pasa el pulgar por el
labio inferior. La sangre me quema las venas. Y al instante retira la mano.
—Nos vemos luego, bebé —murmura.
No puedo evitar reírme, porque la frase no va con él. Pero aunque sé que está
burlándose, aquellas palabras se quedan clavadas dentro de mí.
—Pasaré a buscarte a las ocho.
Se da media vuelta, abre la puerta de la calle y sale al porche. JongIn lo sigue
hasta el coche, pero se vuelve y le lanza otro beso a KyungSoo. Siento una inesperada
punzada de celos.
—¿Por fin? —me pregunta Kyung con evidente curiosidad mientras los
observamos subir al coche y alejarse.
—No —contesto bruscamente, con la esperanza de que eso impida que siga
preguntándome.
Entramos en casa.
—Pero es evidente que tú sí —le digo.
No puedo disimular la envidia. Kyung siempre se las arregla para cazar hombres.
Es irresistible, guapo, sexy, divertido, atrevido… Todo lo contrario que yo. Pero la
sonrisa con la que me contesta es contagiosa.
—Y he quedado con él esta noche.
Aplaude y da saltitos como un niño pequeño. No puede reprimir su
entusiasmo y su alegría, y yo no puedo evitar alegrarme por él. Será interesante
ver a KyungSoo contento.
—Esta noche ChanYeol va a llevarme a Seattle.
—¿A Seattle?
—Sí.
—¿Y quizá allí…?

—Eso espero.
—Entonces te gusta, ¿no?
—Sí.
—¿Te gusta lo suficiente para…?
—Sí.
Alza las cejas.
—Uau. Por fin Byun BaekHyun se enamora de alguien, y es Park ChanYeol, el
guapo y sexy multimillonario.
—Claro, claro, es solo por el dinero.
Sonrío hasta que al final nos da un ataque de risa a los dos.
—¿Esa blusa es nueva? —me pregunta.
Le cuento los poco excitantes detalles de mi noche.
—¿Te ha besado ya? —me pregunta mientras prepara un café.
Me ruborizo.
—Una vez.
—¡Una vez! —exclama.
Asiento bastante avergonzado.
—Es muy reservado.
Kyung frunce el ceño.
—Qué raro.
—No creo que la palabra sea «raro», la verdad.
—Tenemos que asegurarnos de que esta noche estés irresistible —me dice muy
decidido.
Oh, no… Ya veo que va a ser un tiempo perdido, humillante y doloroso.
—Tengo que estar en el trabajo dentro de una hora.
—Me bastará con ese ratito. Vamos.
Kate me coge de la mano y me lleva a su habitación.
Aunque en Clayton’s tenemos trabajo, las horas pasan muy lentas. Como estamos
en plena temporada de verano, tengo que pasar dos horas reponiendo las
estanterías después de haber cerrado la tienda. Es un trabajo mecánico que me deja
tiempo para pensar. La verdad es que en todo el día no he podido hacerlo.
Siguiendo los incansables y francamente fastidiosos consejos de Kyung, me he
depilado las piernas, las axilas y las cejas, así que tengo toda la piel irritada. Ha
sido una experiencia muy desagradable, pero KyungSoo me asegura que es lo que los
hombres esperan en estas circunstancias. ¿Qué más esperará ChanYeol? Tengo que
convencer a Kyung de que quiero hacerlo. Por alguna extraña razón no se fía de él,
quizá porque es tan estirado y formal. Afirma que no sabría decir por qué, pero le
he prometido que le mandaría un mensaje en cuanto llegara a Seattle. No le he
dicho nada del helicóptero para que no le diera un pasmo.
También está el tema de SeHun. Tengo tres mensajes y siete llamadas perdidas
suyas en el móvil. También ha llamado a casa dos veces. KyungSoo no ha querido
concretarle dónde estaba, así que sabrá que está cubriéndome, porque Kyung
siempre es muy franco. Pero he decidido dejarle sufrir un poco. Todavía estoy
enfadado con él.
ChanYeol comentó algo sobre unos papeles, y no sé si estaba de broma o si voy a
tener que firmar algo. Me desespera tener que andar conjeturando todo el tiempo.
Y para colmo de desdichas, estoy muy nervioso. Hoy es el gran día. ¿Estoy
preparado por fin? El dios que llevo dentro me observa golpeando impaciente el
suelo con un pie. Hace años que está preparado, y está preparado para cualquier
cosa con Park ChanYeol, aunque todavía no entiendo qué ve en mí… el timorato
Byun BaekHyun… No tiene sentido.
Es puntual, por supuesto, y cuando salgo de Clayton’s está esperándome,
apoyado en la parte de atrás del coche. Se incorpora para abrirme la puerta y me
sonríe cordialmente.
—Buenas tardes, señor Byun —me dice.
—Señor Park.
Inclino la cabeza educadamente y entro en el asiento trasero del coche. Kris
está sentado al volante.
—Hola, Kris —le digo.
—Buenas tardes, señor Byun —me contesta en tono educado y profesional.
ChanYeol entra por la otra puerta y me aprieta la mano suavemente. Un
escalofrío me recorre todo el cuerpo.
—¿Cómo ha ido el trabajo? —me pregunta.
—Interminable —le contesto con voz ronca, demasiado baja y llena de deseo.

—Sí, a mí también se me ha hecho muy largo.
—¿Qué has hecho? —logro preguntarle.
—He ido de excursión con JongIn.
Me golpea los nudillos con el pulgar una y otra vez. El corazón deja de latirme y
mi respiración se acelera. ¿Cómo es posible que me afecte tanto? Solo está tocando
una pequeña parte de mi cuerpo, y ya se me han disparado las hormonas.
El helipuerto está cerca, así que, antes de que me dé cuenta, ya hemos llegado.
Me pregunto dónde estará el legendario helicóptero. Estamos en una zona de la
ciudad llena de edificios, y hasta yo sé que los helicópteros necesitan espacio para
despegar y aterrizar. Kris aparca, sale y me abre la puerta. Al momento
ChanYeol está a mi lado y vuelve a cogerme de la mano.
—¿Preparado? —me pregunta.
Asiento. Quisiera decirle: «Para todo», pero estoy demasiado nervioso para
articular palabra.
—Kris.
Hace un gesto al chófer, entramos en el edificio y nos dirigimos hacia los
ascensores. ¡Un ascensor! El recuerdo del beso de la mañana vuelve a
obsesionarme. No he pensado en otra cosa en todo el día. En Clayton’s no podía
quitármelo de la cabeza. El señor Clayton ha tenido que gritarme dos veces para
que volviera a la Tierra. Decir que he estado distraído sería quedarse muy corto.
ChanYeol me mira con una ligera sonrisa en los labios. ¡Ajá! También él está
pensando en lo mismo.
—Son solo tres plantas —me dice con ojos divertidos.
Tiene telepatía, seguro. Es espeluznante.
Intento mantener el rostro impasible cuando entramos en el ascensor. Las
puertas se cierran y ahí está la extraña atracción eléctrica, crepitando entre
nosotros, apoderándose de mí. Cierro los ojos en un vano intento de pasarla por
alto. Me aprieta la mano con fuerza, y cinco segundos después las puertas se abren
en la terraza del edificio. Y ahí está, un helicóptero blanco con las palabras PARK
ENTERPRISES HOLDINGS, INC. en color azul y el logotipo de la empresa a un
lado. Seguro que esto es despilfarrar los recursos de la empresa.
Me lleva a un pequeño despacho en el que un hombre mayor está sentado a una
mesa.
—Aquí tiene su plan de vuelo, señor Park. Lo hemos revisado todo. Está listo,
esperándole, señor. Puede despegar cuando quiera.

—Gracias, Joe —le contesta ChanYeol con una cálida sonrisa.
Vaya, alguien que merece que ChanYeol lo trate con educación. Quizá no trabaja
para él. Observo al anciano asombrada.
—Vamos —me dice ChanYeol.
Y nos dirigimos al helicóptero. De cerca es mucho más grande de lo que
pensaba. Suponía que sería un modelo pequeño, para dos personas, pero tiene
como mínimo siete asientos. ChanYeol abre la puerta y me señala un asiento de los
de delante.
—Siéntate. Y no toques nada —me ordena subiendo detrás de mí.
Cierra de un portazo. Me alegro de que toda la zona alrededor esté iluminada,
porque de lo contrario apenas vería nada en la cabina. Me acomodo en el asiento
que me ha indicado y él se inclina hacia mí para atarme el cinturón de seguridad.
Es un arnés de cuatro bandas, todas ellas unidas en una hebilla central. Aprieta
tanto las dos bandas superiores que apenas puedo moverme. Está pegado a mí,
muy concentrado en lo que hace. Si pudiera inclinarme un poco hacia delante,
hundiría la nariz entre su pelo. Huele a limpio, a fresco, a gloria, pero estoy
firmemente atado al asiento y no puedo moverme. Levanta la mirada hacia mí y
sonríe, como si le divirtiera esa broma que solo él entiende. Le brillan los ojos. Está
tentadoramente cerca. Contengo la respiración mientras me aprieta una de las
bandas superiores.
—Estás seguro. No puedes escaparte —me susurra—. Respira, BaekHyun —añade en tono dulce.
Se incorpora, me acaricia la mejilla y me pasa sus largos dedos por debajo de la
mandíbula, que sujeta con el pulgar y el índice. Se inclina hacia delante y me da un
rápido y casto beso. Me quedo impactado, revolviéndome por dentro ante el
excitante e inesperado contacto de sus labios.
—Me gusta este arnés —me susurra.
¿Qué?
Se acomoda a mi lado, se ata a su asiento y empieza un largo protocolo de
comprobar indicadores, mover palancas y pulsar botones del alucinante
despliegue de esferas, luces y mandos. En varias esferas parpadean lucecitas, y
todo el cuadro de mandos está iluminado.
—Ponte los cascos —me dice señalando unos auriculares frente a mí.
Me los pongo y el rotor empieza a girar. Es ensordecedor. Se pone también él los
auriculares y sigue moviendo palancas.

Notas finales:


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