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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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—¿Y cómo llegaste a ser así?
—¿Por qué cada uno es como es? Es muy difícil saberlo. ¿Por qué a unos les
gusta el queso y otros lo odian? ¿Te gusta el queso? La señora Jones, mi ama de
llaves, ha dejado queso para la cena.
Saca dos grandes platos blancos de un armario y coloca uno delante de mí.
Y ahora nos ponemos a hablar del queso… Maldita sea…
—¿Qué normas tengo que cumplir?
—Las tengo por escrito. Las veremos después de cenar.
Comida… ¿Cómo voy a comer ahora?
—De verdad que no tengo hambre —susurro.
—Vas a comer —se limita a responderme.
El dominante ChanYeol. Ahora está todo claro.
—¿Quieres otra copa de vino?
—Sí, por favor.
Me sirve otra copa y se sienta a mi lado. Doy un rápido sorbo.
—Te sentará bien comer, BaekHyun.
Cojo un pequeño racimo de uvas. Con esto sí que puedo. Él entorna los ojos.
—¿Hace mucho que estás metido en esto? —le pregunto.
—Sí.
—¿Es fácil encontrar a personas que lo acepten?
Me mira y alza una ceja.
—Te sorprenderías —me contesta fríamente.
—Entonces, ¿por qué yo? De verdad que no lo entiendo.
—BaekHyun, ya te lo he dicho. Tienes algo. No puedo apartarme de ti. —Sonríe
irónicamente—. Soy como una polilla atraída por la luz. —Su voz se enturbia—. Te
deseo con locura, especialmente ahora, cuando vuelves a morderte el labio.
Respira hondo y traga saliva.
El estómago me da vueltas. Me desea… de una manera rara, es cierto, pero este
hombre guapo, extraño y pervertido me desea.
—Creo que le has dado la vuelta a ese cliché —refunfuño.

Yo soy la polilla y él es la luz, y voy a quemarme. Lo sé.
—Come.
—No. Todavía no he firmado nada, así que creo que haré lo que yo decida un
rato más, si no te parece mal.
Sus ojos se dulcifican y sus labios esbozan una sonrisa.
—Como quiera, señor Byun.
—¿Cuántas personas? —pregunto de sopetón, pero siento mucha curiosidad.
—Quince.
Vaya, menos de las que pensaba.
—¿Durante largos periodos de tiempo?
—Algunas sí.
—¿Alguna vez has hecho daño a alguna?
—Sí.
¡Maldita sea!
—¿Grave?
—No.
—¿Me harás daño a mí?
—¿Qué quieres decir?
—Si vas a hacerme daño físicamente.
—Te castigaré cuando sea necesario, y será doloroso.
Creo que estoy mareándome. Tomo otro sorbo de vino. El alcohol me dará
valor.
—¿Alguna vez te han pegado? —le pregunto.
—Sí.
Vaya, me sorprende. Antes de que haya podido preguntarle por esta última
revelación, interrumpe el curso de mis pensamientos.
—Vamos a hablar a mi estudio. Quiero mostrarte algo.
Me cuesta mucho procesar todo esto. He sido tan inocente que pensaba que
pasaría una noche de pasión desenfrenada en la cama de este hombre, y aquí
estamos, negociando un extraño acuerdo.
Lo sigo hasta su estudio, una amplia habitación con otro ventanal desde el techo
hasta el suelo que da al balcón. Se sienta a la mesa, me indica con un gesto que
tome asiento en una silla de cuero frente a él y me tiende una hoja de papel.
—Estas son las normas. Podemos cambiarlas. Forman parte del contrato, que
también te daré. Léelas y las comentamos.

NORMAS

Obediencia: El sumiso obedecerá inmediatamente todas las instrucciones
del Amo, sin dudar, sin reservas y de forma expeditiva. El sumiso aceptará toda
actividad sexual que el Amo considere oportuna y placentera, excepto las
actividades contempladas en los límites infranqueables (Apéndice 2). Lo hará con
entusiasmo y sin dudar.

Sueño: El sumiso garantizará que duerme como mínimo
siete horas diarias cuando no esté con el Amo.
Comida:Para cuidar su salud y su bienestar, el sumiso comerá frecuentemente los alimentos incluidos en una lista
(Apéndice 4). El sumiso no comerá entre horas, a excepción de fruta.

Ropa: Durante la vigencia del contrato, el sumiso solo llevará ropa que el Amo haya aprobado. El
Amo ofrecerá al sumiso un presupuesto para ropa, que el sumiso debe utilizar.
El Amo acompañará al sumiso a comprar ropa cuando sea necesario. Si el Amo
así lo exige, mientras el contrato esté vigente, el sumiso se pondrá los adornos que
le exija el Amo, en su presencia o en cualquier otro momento que el Amo considere
oportuno.

Ejercicio: El Amo proporcionará al sumiso un entrenador personal
cuatro veces por semana, en sesiones de una hora, a horas convenidas por el
entrenador personal y el sumiso. El entrenador personal informará al Amo de los
avances del sumiso.

Higiene personal y belleza: El sumiso estará limpio y depilado
en todo momento. El sumiso irá a un salón de belleza elegido por el Amo cuando
este lo decida y se someterá a cualquier tratamiento que el Amo considere
oportuno.

Seguridad personal: El sumiso no beberá en exceso, ni fumará, ni tomará
sustancias psicotrópicas, ni correrá riesgos innecesarios.

Cualidades personales: El sumiso solo mantendrá relaciones sexuales con el Amo. El sumiso se comportará
en todo momento con respeto y humildad. Debe comprender que su conducta
influye directamente en la del Amo. Será responsable de cualquier fechoría,
maldad y mala conducta que lleve a cabo cuando el Amo no esté presente.
El incumplimiento de cualquiera de las normas anteriores será inmediatamente
castigado, y el Amo determinará la naturaleza del castigo.

 

Madre mía.

 

—¿Límites infranqueables? —le pregunto.
—Sí. Lo que no harás tú y lo que no haré yo. Tenemos que especificarlo en
nuestro acuerdo.
—No estoy seguro de que vaya a aceptar dinero para ropa. No me parece bien.

Me muevo incómodo. La palabra «puto» me resuena en la cabeza.
—Quiero gastar dinero en ti. Déjame comprarte ropa. Quizá necesite que me
acompañes a algún acto, y quiero que vayas bien vestido. Estoy seguro de que con
tu sueldo, cuando encuentres trabajo, no podrás costearte la ropa que me gustaría
que llevaras.
—¿No tendré que llevarla cuando no esté contigo?
—No.
—De acuerdo.
Hazte a la idea de que será como un uniforme.
—No quiero hacer ejercicio cuatro veces por semana.
—BaekHyun, necesito que estés ágil, fuerte y resistente. Confía en mí. Tienes que
hacer ejercicio.
—Pero seguro que no cuatro veces por semana. ¿Qué te parece tres?
—Quiero que sean cuatro.
—Creía que esto era una negociación.
Frunce los labios.
—De acuerdo, señor Byun, vuelve a tener razón. ¿Qué te parece una hora tres
días por semana, y media hora otro día?
—Tres días, tres horas. Me da la impresión de que te ocuparás de que haga
ejercicio cuando esté aquí.
Sonríe perversamente y le brillan los ojos, como si se sintiera aliviado.
—Sí, lo haré. De acuerdo. ¿Estás seguro de que no quieres hacer las prácticas en
mi empresa? Eres bueno negociando.
—No, no creo que sea buena idea.
Observo la hoja con sus normas. ¡Depilarme! ¿Depilarme el qué? ¿Todo? ¡Uf!
—Pasemos a los límites. Estos son los míos —me dice tendiéndome otra hoja de
papel.

LÍMITES INFRANQUEABLES
Actos con fuego.
Actos con orina, defecación y excrementos.
Actos con agujas, cuchillos, perforaciones y sangre.
Actos con instrumental médico ginecológico.
Actos con niños y animales.
Actos que dejen marcas permanentes en la piel.
Actos relativos al control de la respiración.
Actividad que implique contacto directo con corriente eléctrica (tanto
alterna como continua), fuego o llamas en el cuerpo.


Uf. ¡Tiene que escribirlos! Por supuesto… todos estos límites parecen sensatos y
necesarios, la verdad… Seguramente cualquier persona en su sano juicio no
querría meterse en este tipo de cosas. Pero se me ha revuelto el estómago.
—¿Quieres añadir algo? —me pregunta amablemente.
Mierda. No tengo ni idea. Estoy totalmente perplejo. Me mira y arruga la frente.
—¿Hay algo que no quieras hacer?
—No lo sé.
—¿Qué es eso de que no lo sabes?
Me remuevo incómodo y me muerdo el labio.
—Nunca he hecho cosas así.
—Bueno, ¿ha habido algo que no te ha gustado hacer en el sexo?
Por primera vez en lo que parecen siglos, me ruborizo.
—Puedes decírmelo, BaekHyun. Si no somos sinceros, no va a funcionar.
Vuelvo a removerme incómodo y me contemplo los dedos nudosos.
—Dímelo —me pide.
—Bueno… Nunca me he acostado con nadie, así que no lo sé —le digo en voz
baja.
Levanto los ojos hacia él, que me mira boquiabierto, paralizado y pálido, muy
pálido.
—¿Nunca? —susurra.
Asiento.
—¿Eres virgen?
Asiento con la cabeza y vuelvo a ruborizarme. Cierra los ojos y parece estar
contando hasta diez. Cuando los abre, me mira enfadado.
—¿Por qué cojones no me lo habías dicho? —gruñe.

Notas finales:


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