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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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Notas del capitulo:

*Escena sexual.

ChanYeol recorre su estudio de un lado a otro pasándose las manos por el pelo. Las dos manos… lo que quiere decir que está doblemente enfadado. Su férreo control
habitual parece haberse resquebrajado.
—No entiendo por qué no me lo has dicho —me riñe.
—No ha salido el tema. No tengo por costumbre ir contando por ahí mi vida
sexual. Además… apenas nos conocemos.
Me contemplo las manos. ¿Por qué me siento culpable? ¿Por qué está tan
rabioso? Lo miro.
—Bueno, ahora sabes mucho más de mí —me dice bruscamente. Y aprieta los
labios—. Sabía que no tenías mucha experiencia, pero… ¡virgen! —Lo dice como si
fuera un insulto—. Mierda, Baek, acabo de mostrarte… —se queja—. Que Dios me
perdone. ¿Te han besado alguna vez, sin contarme a mí?
—Pues claro —le contesto intentando parecer ofendido.
Vale… quizá un par de veces.
—¿Y no has perdido la cabeza por ninguna persona? De verdad que no lo
entiendo. Tienes veintiún años, casi veintidós. Eres guapo.
Vuelve a pasarse la mano por el pelo.
Guapo. Me ruborizo de alegría. Park ChanYeol me considera guapo. Entrelazo
los dedos y los miro fijamente intentando disimular mi estúpida sonrisa. Quizá es
miope. Mi adormecida subconsciente asoma la cabeza. ¿Dónde estaba cuando la
necesitaba?
—¿Y de verdad estás hablando de lo que quiero hacer cuando no tienes
experiencia? —Junta las cejas—. ¿Por qué has eludido el sexo? Cuéntamelo, por
favor.
Me encojo de hombros.
—Nadie me ha… en fin…
Nadie me ha hecho sentir así, solo tú.
Y resulta que tú eres una especie de monstruo.
—¿Por qué estás tan enfadado conmigo? —le susurro.
—No estoy enfadado contigo. Estoy enfadado conmigo mismo. Había dado por
sentado… —Suspira, me mira detenidamente y mueve la cabeza—. ¿Quieres
marcharte? —me pregunta en tono dulce.
—No, a menos que tú quieras que me marche —murmuro.
No, por favor… No quiero marcharme.
—Claro que no. Me gusta tenerte aquí —me dice frunciendo el ceño, y echa un
vistazo al reloj—. Es tarde. —Y vuelve a levantar los ojos hacia mí—. Estás
mordiéndote el labio —me dice con voz ronca y mirándome pensativo.
—Perdona.
—No te disculpes. Es solo que yo también quiero morderlo… fuerte.
Me quedo boquiabierto… ¿Cómo puede decirme esas cosas y pretender que no
me afecten?
—Ven —murmura.
—¿Qué?
—Vamos a arreglar la situación ahora mismo.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué situación?
—Tu situación, Baek. Voy a hacerte el amor, ahora.
—Oh.
Siento que el suelo se mueve. Soy una situación. Contengo la respiración.
—Si quieres, claro. No quiero tentar a la suerte.
—Creía que no hacías el amor. Creía que tú solo follabas duro.
Trago saliva. De pronto se me ha secado la boca.
Me lanza una sonrisa perversa que me recorre el cuerpo hasta llegar a…
—Puedo hacer una excepción, o quizá combinar las dos cosas. Ya veremos. De
verdad quiero hacerte el amor. Ven a la cama conmigo, por favor. Quiero que
nuestro acuerdo funcione, pero tienes que hacerte una idea de dónde estás
metiéndote. Podemos empezar tu entrenamiento esta noche… con lo básico. No
quiere decir que venga con flores y corazones. Es un medio para llegar a un fin,
pero quiero ese fin y espero que tú lo quieras también —me dice con mirada
intensa.
Me ruborizo… Madre mía… Mis deseos se hacen realidad.
—Pero no he hecho todo lo que pides en tu lista de normas —le digo con voz
entrecortada e insegura.
—Olvídate de las normas. Olvídate de todos esos detalles por esta noche. Te
deseo. Te he deseado desde que te caíste en mi despacho, y sé que tú también me
deseas. No estarías aquí charlando tranquilamente sobre castigos y límites
infranqueables si no me desearas. Baek, por favor, quédate conmigo esta noche.
Me tiende la mano con ojos brillantes, ardientes… excitados, y la cojo. Tira de mí
hasta rodearme entre sus brazos. El movimiento me pilla por sorpresa y de pronto
siento todo su cuerpo pegado al mío. Me recorre la nuca con los dedos, enrolla mi pelo entorno a sus dedos y tira suavemente para obligarme a levantar la cara.
Está mirándome.
—Eres un chico muy valiente —me susurra—. Me tienes fascinado.
Sus palabras son como un artilugio incendiario. Me arde la sangre. Se inclina,
me besa suavemente y me chupa el labio inferior.
—Quiero morder este labio —murmura sin despegarse de mi boca.
Y tira de él con los dientes cuidadosamente. Gimo y sonríe.
—Por favor, Baek, déjame hacerte el amor.
—Sí —susurro.
Para eso estoy aquí. Veo su sonrisa triunfante cuando me suelta, me coge de la
mano y me conduce a través de la casa.
Su dormitorio es grande. Desde los ventanales se ven los iluminados rascacielos
de Seattle. Las paredes son blancas, y los accesorios, azul claro. La enorme cama es
ultramoderna, de madera maciza de color gris, con cuatro postes pero sin dosel. En
la pared de la cabecera hay un impresionante paisaje marino.
Estoy temblando como una hoja. Ya está. Por fin, después de tanto tiempo, voy a
hacerlo, y nada menos que con Park ChanYeol. Respiro entrecortadamente y no
puedo apartar los ojos de él. Se quita el reloj y lo deja encima de una cómoda a
juego con la cama. Luego se quita la americana y la deja en una silla. Lleva la
camisa blanca de lino y unos vaqueros. Es guapo hasta perder el sentido. Su pelo
cobrizo está alborotado y le cuelga la camisa… Sus ojos grises son audaces y
brillantes. Se quita las Converse y se inclina para quitarse también los calcetines.
Los pies de Park ChanYeol… Uau… ¿Qué tendrán los pies descalzos? Se gira y me
mira con expresión dulce.

Abre el primer cajón y saca una caja de condones. Me mira fijamente.
—Tienes que estar preparado —murmura—. ¿Quieres que cierre las persianas?
—No me importa —susurro—. Creía que no permitías a nadie dormir en tu
cama.
—¿Quién ha dicho que vamos a dormir? —murmura.
—Oh.
Madre mía.
Se acerca a mí despacio. Está muy seguro de sí mismo, muy sexy, y le brillan los
ojos. El corazón se me dispara y la sangre me bombea por todo el cuerpo. El deseo,
un deseo caliente e intenso, me invade el vientre. Se detiene frente a mí y me mira
a los ojos. Oh, es tan sexy…
—Vamos a quitarte la chaqueta, si te parece —me dice en voz baja.
Agarra las solapas y muy suavemente me desliza la chaqueta por los hombros y
la deja en la silla.
—¿Tienes idea de lo mucho que te deseo, Byun BaekHyun? —me susurra.
Se me corta la respiración. No puedo apartar mis ojos de los suyos. Alza una
mano y me pasa suavemente los dedos por la mejilla hasta el mentón.
—¿Tienes idea de lo que voy a hacerte? —añade acariciándome la barbilla.
Los músculos de mi entrepierna se tensan con infinito placer.
El dolor es tan dulce y tan agudo que quiero cerrar los ojos, pero los suyos, que me
miran ardientes, me hipnotizan. Se inclina y me besa. Sus labios exigentes, firmes y
lentos se acoplan a los míos. Empieza a desabrocharme la camisa besándome
ligeramente la mandíbula, la barbilla y las comisuras de la boca. Me la quita muy
despacio y la deja caer al suelo. Se aparta un poco y me observa.
—Baek… —me dice—. Tienes una piel preciosa, blanca y perfecta. Quiero
besártela centímetro a centímetro.
Me ruborizo. Madre mía… ¿Por qué me dijo que no podía hacer el amor? Haré
lo que me pida. Me agarra el pelo, me despeina y jadea cuando ve el resultado.
—Me gustan los castaños —murmura.
Mete las dos manos entre mis cabellos y me sujeta la cabeza. Su beso es exigente,
su lengua y sus labios, persuasivos. Gimo y mi lengua indecisa se encuentra con la
suya. Me rodea con sus brazos, me acerca su cuerpo y me aprieta muy fuerte. Una
mano sigue en mi pelo, y la otra me recorre la columna hasta la cintura y sigue
avanzando, sigue la curva de mi trasero y me empuja suavemente contra sus
caderas. Siento su erección, que empuja lánguidamente contra mi cuerpo.
Vuelvo a gemir sin apartar los labios de su boca. Apenas puedo resistir las
desenfrenadas sensaciones —¿o son hormonas?— que me devastan el cuerpo. Lo
deseo con locura. Lo cojo por los brazos y siento sus bíceps. Es sorprendentemente
fuerte… musculoso. Con gesto indeciso, subo las manos hasta su cara y su pelo
alborotado, que es muy suave. Tiro suavemente de él, y ChanYeol gime. Me
conduce despacio hacia la cama, hasta que la siento detrás de las rodillas. Creo que
va a empujarme, pero no lo hace. Me suelta y de pronto se arrodilla. Me sujeta las
caderas con las dos manos y desliza la lengua por mi ombligo, avanza hasta la
cadera mordisqueándome y después me recorre la barriga en dirección a la otra
cadera.
—Ah —gimo.
No esperaba verlo de rodillas frente a mí y sentir su lengua recorriendo mi
cuerpo. Es excitante. Apoyo las manos en su pelo y tiro suavemente intentando
calmar mi acelerada respiración. Levanta la cara y sus ardientes ojos grises me
miran a través de las pestañas, increíblemente largas. Sube las manos, me
desabrocha el botón de los vaqueros y me baja lentamente la cremallera. Sin
apartar sus ojos de los míos, introduce muy despacio las manos en mi pantalón, las
pega a mi cuerpo, las desliza hasta el trasero y avanza hasta los muslos arrastrando
con ellas los vaqueros. No puedo dejar de mirarlo. Se detiene y, sin apartar los ojos
de mí ni un segundo, se lame los labios. Se inclina hacia delante y pasa la nariz por
el vértice en el que se unen mis muslos. Lo siento junto a mi miembro.
—Hueles muy bien —murmura.
Cierra los ojos, con expresión de puro placer, y siento como una sacudida.
Extiende un brazo, tira del edredón, me empuja suavemente y caigo sobre la cama.
Todavía de rodillas, me coge un pie, me desabrocha la Converse y me la quita,
junto con el calcetín. Me apoyo en los codos y me incorporo para ver lo que hace.
Jadeo, muerto de deseo. Me agarra el pie por el talón y me recorre el empeine con
la uña del pulgar. Es casi doloroso, pero siento que el recorrido se proyecta sobre
mi ingle. Gimo. Sin apartar los ojos de mí, vuelve a recorrerme el empeine, esta vez
con la lengua, y después con los dientes. Mierda. ¿Cómo puedo sentirlo entre las
piernas? Caigo sobre la cama gimiendo. Oigo su risa ahogada.
—Baek, no te imaginas lo que podría hacer contigo —me susurra.
Me quita la otra zapatilla y el calcetín, y después se levanta y me quita los
vaqueros. Estoy tumbado en su cama, en calzoncillos, y él me mira
detenidamente.
—Eres muy hermoso, Byun BaekHyun. Me muero por estar dentro de ti.
¡Vaya manera de hablar! Es todo un seductor. Me corta la respiración.
—Muéstrame cómo te das placer.
¿Qué? Frunzo el ceño.
—No seas tímido, Baek. Muéstramelo —me susurra.
Muevo la cabeza.
—No entiendo lo que quieres decir —le contesto con voz ronca, tan empapado
de deseo que apenas la reconozco.
—¿Cómo te corres solo? Quiero verlo.
Muevo la cabeza.
—No me corro solo —murmuro.
Alza las cejas, atónito por un momento, sus ojos se vuelven impenetrables y
niega con la cabeza como si no pudiera creérselo.
—Bueno, veremos qué podemos hacer —me dice en voz baja, desafiante, en un
tono de amenaza exquisitamente sensual.
Se desabrocha los botones de los vaqueros y se los quita despacio sin apartar los
ojos de los míos. Se inclina sobre mí, me agarra de los tobillos, me separa
rápidamente las piernas y avanza por la cama entre ellas. Se queda suspendido
encima de mí. Me retuerzo de deseo.
—No te muevas —murmura.
Se inclina, me besa la parte interior de un muslo y va subiendo, sin dejar de
besarme, hasta mi ropa interior.
Ay… No puedo quedarme quieto. ¿Cómo no voy a moverme? Me retuerzo
debajo de él.
—Vamos a tener que trabajar para que aprendas a quedarte quieto, nene.
Sigue besándome la barriga y me introduce la lengua en el ombligo. Sus labios
ascienden hacia el torso. Me arde la piel. Estoy sofocado. Por un momento siento
mucho calor, luego frío, y araño la sábana sobre la que estoy tumbado. ChanYeol se
tumba a mi lado y me recorre con la mano desde la cadera hasta el pecho, pasando
por la cintura. Me observa con expresión impenetrable y me rodea suavemente el miembro con la mano.
—Encaja perfectamente en mi mano BaekHyun —murmura.
Mete el dedo índice por la goma de mis calzoncillos, lo baja muy despacio y deja mi miembro al aire. Me
endurezco bajo su insistente mirada.
—Muy bonito —suspira admirado.
Y el miembro se me endurecen todavía más.
Me chupa suavemente un pezón, desliza una mano por mi miembro, y con el
pulgar rodea muy despacio la punta. Gimo y siento que una dulce
sensación me desciende hasta la entrepierna. Oh, por favor, suplico
para mis adentros agarrando con fuerza la sábana. Cierra los labios alrededor de
mi otro pezón, y cuando lo lame, casi siento una convulsión.
—Vamos a ver si conseguimos que te corras así —me susurra.
Y sigue con su lenta y sensual incursión. Mis pezones sienten su hábil lengua y sus labios, mientras una de sus manos se ocupa de mi pene, encienden mis terminaciones nerviosas hasta el punto de que
todo mi cuerpo gime en una dulce agonía, pero él no se detiene.
—Oh… por favor —le suplico.
Tiro la cabeza hacia atrás, con la boca abierta, y gimo. Siento las piernas
entumecidas. Maldita sea, ¿qué está pasándome?
—Déjate ir, bebé —murmura.
Me aprieta un pezón con los dientes, produce más presión con sus falanges
y me dejo caer en sus manos. Mi cuerpo se agita y estalla en mil pedazos. Me besa
profundamente, metiéndome la lengua en la boca para absorber mis gritos.
¡Dios mío! Ha sido fantástico. Ahora ya sé a qué viene tanto asombro ante mi
reacción. Me mira con una sonrisa satisfecha, aunque estoy seguro de que no es
más que gratitud y admiración por mí.
—Eres muy receptivo —me dice—. Tendrás que aprender a controlarlo, y será
muy divertido enseñarte.
Vuelve a besarme.
Mi respiración es todavía irregular mientras me recupero del orgasmo.

Notas finales:


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