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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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Notas del capitulo:

*Escena sexual.

Limpia mi abdomen con una delicada toalla y me pregunto, ¿de dónde la ha sacado?
Se lame un dedo, deslizando una mano hasta mi cintura, mis caderas y la posa en mis partes íntimas. Introduce un dedo por la ropa interior y lentamente comienza a trazar círculos alrededor de mi entrada. Cierra los ojos por un instante y contiene la respiración.
—Se ve que estás muy apretado. No sabes cuánto te deseo.
Introduce un dedo dentro de mí, y yo grito mientras lo saca y vuelve a meterlo.
Me frota el pene con la palma de la mano, y grito de nuevo. Sigue
introduciéndome el dedo, cada vez con más fuerza. Estoy tan centrado en el placer que no me doy cuenta cuando ha añadido otros dos, sintiendo el ardor que aquello provocaba. Gimo.
De repente se sienta, me quita el boxer y lo tira al suelo. Se quita también él
los calzoncillos y libera su erección. ¡Madre mía! Alarga el brazo hasta la mesita de
noche, coge un paquetito plateado y se mueve entre mis piernas para que las abra.
Se arrodilla y desliza un condón por su largo miembro. Oh, no… ¿Cómo va a
entrar?
—No te preocupes —me susurra mirándome a los ojos—. Tú también te dilatarás poco a poco.
Se inclina apoyando las manos a ambos lados de mi cabeza, de modo que queda
suspendido por encima de mí. Me mira a los ojos con la mandíbula apretada y los
ojos ardientes. En este momento me doy cuenta de que todavía lleva puesta la
camisa.
—¿De verdad quieres hacerlo? —me pregunta en voz baja.
—Por favor —le suplico.
—Levanta las rodillas —me ordena en tono suave.
Obedezco de inmediato.
—Ahora voy a follarle, señor Byun —murmura colocando la punta de su
miembro erecto delante de mi entrada—. Duro —susurra.
Y me penetra bruscamente.
—¡Aaay! —grito.
Al hacerlo, siento una extraña sensación en lo más profundo de
mí, como un pellizco e intento soportarlo aunque sea un poco. Se queda inmóvil y me observa con ojos en los que brilla el triunfo.
Tiene la boca ligeramente abierta y le cuesta respirar. Gime.
—Estás muy cerrado. ¿Estás bien?
Asiento con los ojos en blanco y agarrándome a sus brazos. Me siento lleno por
dentro. Sigue inmóvil para que me aclimate a la invasiva y abrumadora sensación
de tenerlo dentro de mí.

—Voy a moverme, nene —me susurra un momento después en tono firme.
Oh.
Retrocede con exquisita lentitud. Cierra los ojos, gime y vuelve a penetrarme.
Grito por segunda vez, y se detiene.
—¿Más? —me susurra con voz salvaje.
—Sí —le contesto.
Vuelve a penetrarme y a detenerse.
Gimo. Mi cuerpo lo acepta… Oh, quiero que siga.
—¿Otra vez? —me pregunta.
—Sí —le contesto en tono de súplica.
Y se mueve, pero esta vez no se detiene. Se apoya en los codos, de modo que
siento su peso sobre mí, aprisionándome. Al principio se mueve despacio, entra y
sale de mi cuerpo. Y a medida que voy acostumbrándome a la extraña —algo dolorosa— sensación,
empiezo a mover las caderas hacia las suyas. Acelera. Gimo y me embiste con
fuerza, cada vez más deprisa, sin piedad, a un ritmo implacable, y yo mantengo el
ritmo de sus embestidas. Me agarra la cabeza con las manos, me besa bruscamente
y vuelve a tirar de mi labio inferior con los dientes. Se retira un poco y siento que
algo crece en lo más profundo de mí, como antes. Voy poniéndome tenso a medida
que me penetra una y otra vez. Me tiembla el cuerpo, me arqueo. Estoy bañado en
sudor. No sabía que sería así… No sabía que la sensación podía ser tan agradable.
Mis pensamientos se dispersan… No hay más que sensaciones… Solo él… Solo
yo… Ay, por favor… Mi cuerpo se pone rígido.
—Córrete para mí, Baek —susurra sin aliento.
Y me dejo ir en cuanto lo dice, llego al clímax y estallo en mil pedazos bajo su
cuerpo. Y mientras se corre también él, grita mi nombre, da una última embestida
se queda inmóvil, como si se vaciara dentro de mí.
Todavía jadeo, intento ralentizar la respiración y los latidos del corazón, y mis
pensamientos se sumen en el caos. Uau… ha sido algo increíble. Abro los ojos.
ChanYeol ha apoyado su frente en la mía. Tiene los ojos cerrados y su respiración
es irregular. Parpadea, abre los ojos y me lanza una mirada turbia, aunque dulce.
Sigue dentro de mí. Se inclina, me besa suavemente en la frente y, muy despacio,
empieza a salir de mi cuerpo.
—Oooh.
Es una sensación extraña, que me hace estremecer.

—¿Te he hecho daño? —me pregunta ChanYeol mientras se tumba a mi lado
apoyándose en un codo.
Me coloca el mechón del flequillo hace la derecha. Y no puedo evitar esbozar
una amplia sonrisa.
—¿Estás de verdad preguntándome si me has hecho daño?
—No me vengas con ironías —me dice con una sonrisa burlona—. En serio,
¿estás bien?
Sus ojos son intensos, perspicaces, incluso exigentes.
Me tiendo a su lado sintiendo los miembros desmadejados, con los huesos como
de goma, pero estoy relajado, muy relajado. Le sonrío. No puedo dejar de sonreír.
Ahora entiendo a qué viene tanto alboroto. Dos orgasmos… todo tu ser
completamente descontrolado, como cuando una lavadora centrifuga. Uau. No
tenía ni idea de lo que mi cuerpo era capaz, de que podía tensarse tanto y liberarse
de forma tan violenta, tan gratificante. El placer ha sido indescriptible.
—Estás mordiéndote el labio, y no me has contestado.
Frunce el ceño. Le sonrío con gesto travieso. Está imponente con su pelo
alborotado, sus ardientes ojos grises entrecerrados y su expresión seria e
impenetrable.
—Me gustaría volver a hacerlo —susurro.
Por un momento creo ver una fugaz expresión de alivio en su cara. Luego
cambia rápidamente de expresión y me mira con ojos velados.
—¿Ahora mismo, señor Byun? —musita en tono frío. Se inclina sobre mí y
me besa suavemente en la comisura de la boca—. ¿No eres un poquito exigente?
Date la vuelta.
Parpadeo varias veces, pero al final me doy la vuelta. Me desliza la mano desde la espalda hasta el trasero.
—Tienes una piel realmente preciosa —murmura.
Mete una pierna entre las mías y se queda medio tumbado sobre mi espalda.
Siento la presión de los botones de su camisa mientras mientras me besa en el hombro.
—¿Por qué no te has quitado la camisa? —le pregunto.
Se queda inmóvil. Acto seguido se quita la camisa y vuelve a tumbarse encima
de mí. Siento su cálida piel sobre la mía. Mmm… Es una maravilla.
—Así que quieres que vuelva a follarte… —me susurra al oído.
Y empieza a besarme muy suavemente alrededor de la oreja y en el cuello. Me
levanta las rodillas y se me corta la respiración… ¿Qué está haciendo ahora? Se
mete entre mis piernas, se pega a mi espalda y me pasa la mano por el muslo hasta
el trasero. Me acaricia despacio las nalgas y después desliza los dedos entre mis
piernas.
—Voy a follarte desde atrás, BaekHyun —murmura.
Con la otra mano me agarra del pelo a la altura de la nuca y tira ligeramente
para colocarme. No puedo mover la cabeza. Estoy inmovilizado debajo de él,
indefenso.
—Eres mío —susurra—. Solo mío. No lo olvides.
Su voz es embriagadora, y sus palabras, seductoras. Noto cómo crece su
erección contra mi muslo. Y cómo mi miebro vuelve a estar erecto.
Desliza los dedos y me acaricia suavemente la entrepierna. Siento su respiración en la cara mientras me pellizca lentamente la
mandíbula.
—Hueles de maravilla.
Me acaricia detrás de la oreja con la nariz. Frota las manos contra mi cuerpo una
y otra vez. En un instinto reflejo, empiezo a trazar círculos con las caderas, al
compás de su mano, y un placer enloquecedor me recorre las venas como si fuera
adrenalina.
—No te muevas —me ordena en voz baja, aunque imperiosa.
Y lentamente me introduce el pulgar y lo gira acariciando las paredes de mi
vagina. El efecto es alucinante. Toda mi energía se concentra en esa pequeña parte
de mi cuerpo. Gimo.
—¿Te gusta? —me pregunta en voz baja pasándome los dientes por la oreja.
Y empieza a mover el pulgar lentamente, dentro, fuera, dentro, fuera… con los
dedos todavía trazando movimientos sobre mi longitud.
Cierro los ojos e intento controlar mi respiración, intento absorber las
desordenadas y caóticas sensaciones que sus dedos desatan en mí mientras el
fuego me recorre el cuerpo. Vuelvo a gemir.
—Estás muy dilatado y eres muy rápido. Muy receptivo. Oh, Baek, me
gusta, me gusta mucho —susurra.
Quiero mover las piernas, pero no puedo. Me tiene aprisionado y mantiene un
ritmo constante, lento y tortuoso. Es absolutamente maravilloso. Gimo de nuevo y
de pronto se mueve.
—Abre la boca —me pide.
Y me introduce en la boca el pulgar. Pestañeo frenéticamente.
—Chúpame, nene —me susurra al oído—.
Me presiona la lengua con el pulgar, cierro la boca alrededor de su dedo y
chupo salvajemente. Siento el sabor dulce del lubricante que poseía su condón. Madre mía. Esto no está bien, pero es terriblemente erótico.
—Quiero follarte la boca, BaekHyun, y pronto lo haré —me dice con voz ronca,
salvaje, y respiración entrecortada.
¡Follarme la boca! Gimo y le muerdo. Pega un grito ahogado y me tira del pelo
con más fuerza, me hace daño, así que le suelto el dedo.
—Mi niño travieso —susurra.
Alarga la mano hacia la mesita de noche y coge un paquetito plateado.
—Quieto, no te muevas —me ordena soltándome el pelo.
Rasga el paquetito plateado mientras yo jadeo y siento el calor recorriendo mis
venas. La espera es excitante. Se inclina, su peso vuelve a caer sobre mí y me
agarra del pelo para inmovilizarme la cabeza. No puedo moverme. Me tiene
seductoramente atrapado y está listo para volver a penetrarme.
—Esta vez vamos a ir muy despacio, BaekHyun —me dice.
Y me penetra despacio, muy despacio, hasta el fondo. Su miembro se extiende y
me invade por dentro implacablemente. Gimo con fuerza. Esta vez lo siento más
profundo, exquisito. Vuelvo a gemir, y a un ritmo muy lento traza círculos con las
caderas y retrocede, se detiene un momento y vuelve a penetrarme. Repite el
movimiento una y otra vez. Me vuelve loco. Sus provocadoras embestidas,
deliberadamente lentas, y la intermitente sensación de plenitud son irresistibles.
—Se está tan bien dentro de ti —gime.
Y mis entrañas empiezan a temblar. Retrocede y espera.
—No, bebé, todavía no —murmura.
Cuando dejo de temblar, comienza de nuevo el maravilloso proceso.
—Por favor —le suplico.
Creo que no voy a aguantar mucho más. Mi cuerpo tenso se desespera por
liberarse.

—Te quiero dolorido, nene —murmura.
Y sigue con su dulce y pausado suplicio, adelante y atrás.
—Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que he estado dentro
de ti. Solo yo. Eres mío.
Gimo.
—ChanYeol, por favor —susurro.
—¿Qué quieres, BaekHyun? Dímelo.
Vuelvo a gemir. Se retira y vuelve a penetrarme lentamente, de nuevo trazando
círculos con las caderas.
—Dímelo —murmura.
—A ti, por favor.
Aumenta el ritmo progresivamente y su respiración se vuelve irregular.
Empiezo a temblar por dentro, y ChanYeol acelera la acometida.
—Eres… tan… dulce —murmura al ritmo de sus embestidas—. Te… deseo…
tanto…
Gimo.
—Eres… mío… Córrete para mí, nene —ruge.
Sus palabras son mi perdición, me lanzan por el precipicio. Siento que mi
cuerpo se convulsiona y me corro gritando una balbuceante versión de su nombre
contra el colchón. Christian embiste hasta el fondo dos veces más y se queda
paralizado, se deja ir y se derrama dentro de mí. Se desploma sobre mi cuerpo, con
la cara hundida en mi pelo.
—Joder, Baek —jadea.
Se retira inmediatamente y cae rodando en su lado de la cama. Subo las rodillas
hasta el pecho, totalmente agotado, y al momento me sumerjo en un profundo
sueño.
Cuando me despierto, todavía no ha amanecido. No tengo ni idea de cuánto
tiempo he dormido. Estiro las piernas debajo del edredón y me siento dolorido,
exquisitamente dolorido. No veo a ChanYeol por ningún sitio. Me siento en la cama
y contemplo la ciudad frente a mí. Hay menos luces encendidas en los rascacielos y
el amanecer se insinúa ya hacia el este. Oigo música, notas cadenciosas de piano.
Un dulce y triste lamento. Bach, creo, pero no estoy seguro.

Echo el edredón a un lado y me dirijo sin hacer ruido al pasillo que lleva al gran
salón. ChanYeol está sentado al piano, totalmente absorto en la melodía que está
tocando. Su expresión es triste y desamparada, como la música. Toca
maravillosamente bien. Me apoyo en la pared y lo escucho embelesado. Es un
músico extraordinario. Está desnudo, con el cuerpo bañado en la cálida luz de una
lámpara solitaria junto al piano. Como el resto del salón está oscuro, parece aislado
en su pequeño foco de luz, intocable… solo en una burbuja.
Avanzo en silencio hacia él, atraído por la sublime y melancólica música. Estoy
fascinado. Observo sus largos y hábiles dedos recorriendo y presionando
suavemente las teclas, y pienso que esos mismos dedos han recorrido y acariciado
con destreza mi cuerpo. Me ruborizo al pensarlo, sofoco un grito y aprieto los
muslos. Christian levanta sus insondables ojos grises con expresión indescifrable.
—Perdona —susurro—. No quería molestarte.
Frunce ligeramente el ceño.
—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón —murmura.
Deja de tocar y apoya las manos en las piernas.
De pronto me doy cuenta de que lleva puestos unos pantalones de pijama. Se
pasa los dedos por el pelo y se levanta. Los pantalones le caen de esa manera tan
sexy… Madre mía. Se me seca la boca cuando rodea tranquilamente el piano y se
acerca a mí. Es ancho de hombros y estrecho de caderas, y al andar se le tensan los
abdominales. Es impresionante…
—Deberías estar en la cama —me riñe.
—Un tema muy hermoso. ¿Bach?
—La transcripción es de Bach, pero originariamente es un concierto para oboe
de Alessandro Marcello.
—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.
Esboza una media sonrisa.
—A la cama —me ordena—. Por la mañana estarás agotado.
—Me he despertado y no estabas.
—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrado a dormir con nadie —murmura.
No logro discernir cuál es su estado de ánimo. Parece algo decaído, pero es
difícil asegurarlo en la oscuridad. Quizá se deba al tono del tema que estaba
tocando. Me rodea con un brazo y me lleva cariñosamente a la habitación.
—¿Cuándo empezaste a tocar? Tocas muy bien.

—A los seis años.
ChanYeol a los seis años… Imagino a un precioso niño de pelo cobrizo y ojos
grises, y se me cae la baba… Un niño de cabello alborotado al que le gusta la
música increíblemente triste.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta ya de vuelta en la habitación.
Enciende una lamparita.
—Estoy bien.
Los dos miramos la cama al mismo tiempo. Las sábanas están manchadas. Me ruborizo, incómodo, y me
echo el edredón por encima.
—Bueno, la señora Jones tendrá algo en lo que pensar —refunfuña ChanYeol
frente a mí.
Me coloca la mano debajo de la barbilla, me levanta la cara y me mira fijamente.
Me observa con ojos intensos. Me doy cuenta de que es la primera vez que le veo el
pecho desnudo. Alargo la mano de forma instintiva. Quiero pasarle los dedos por
el oscuro pelo del pecho, pero de inmediato da un paso atrás.
—Métete en la cama —me dice bruscamente. Y luego suaviza un poco el tono—: Me acostaré contigo.
Retiro la mano y frunzo levemente el ceño. Creo que no le he tocado el torso ni
una sola vez. Abre un cajón, saca una camiseta y se la pone rápidamente.
—A la cama —vuelve a ordenarme.
Salto a la cama intentando no pensar en el líquido seco. Se tumba también él y me
rodea con los brazos por detrás, de manera que no le veo la cara. Me besa el pelo
con suavidad e inhala profundamente.
—Duérmete, dulce BaekHyun —murmura.
Cierro los ojos, pero no puedo evitar sentir cierta melancolía, no sé si por la
música o por su conducta. Park ChanYeol tiene un lado triste.

Notas finales:


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