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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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Poco a poco el mundo exterior invade mis sentidos y, madre mía, menuda
invasión. Floto, con las extremidades desmadejadas y lánguidas, completamente
exhausto. Estoy tumbado encima de él, con la cabeza en su pecho, y huele de
maravilla: a ropa limpia y fresca y a algún gel corporal caro, y al mejor y más
seductor aroma del planeta… a ChanYeol. No quiero moverme, quiero respirar ese
elixir eternamente. Lo acaricio con la nariz y pienso que ojalá no tuviera el
obstáculo de su camiseta. Mientras el resto de mi cuerpo recobra la cordura,
extiendo la mano sobre su pecho. Es la primera vez que se lo toco. Tiene un pecho
firme, fuerte. De pronto levanta la mano y me agarra la mía, pero suaviza el efecto
llevándosela a la boca y besándome con ternura los nudillos. Luego se revuelve y
se me pone encima, de forma que ahora me mira desde arriba.
—No —murmura, y me besa suavemente.
—¿Por qué no te gusta que te toquen? —susurro, contemplando desde abajo sus
ojos grises.
—Porque estoy muy jodido, BaekHyun. Tengo muchas más sombras que luces.
Cincuenta sombras más.
Ah… Su sinceridad me desarma por completo. Lo miro extrañado.
—Tuve una introducción a la vida muy dura. No quiero aburrirte con los
detalles. No lo hagas y ya está.
Frota su nariz con la mía y se incorpora.
—Creo que ya hemos cubierto lo más esencial. ¿Qué tal ha ido?
Parece plenamente satisfecho de sí mismo y suena muy pragmático a la vez,
como si acabara de poner una marca en una lista de objetivos. Aún estoy aturdido
con el comentario sobre la «introducción a la vida muy dura». Resulta tan
frustrante… Me muero por saber más, pero no me lo va a contar. Ladeo la cabeza,
como él, y hago un esfuerzo inmenso por sonreírle.
—Si piensas que he llegado a creerme que me cedías el control es que no has
tenido en cuenta mi nota media. —Le sonrío tímidamente—. Pero gracias por dejar
que me hiciera ilusiones.
—Joven Byun, no es usted solo una cara bonita. Ha tenido seis orgasmos
hasta la fecha y los seis me pertenecen —presume, de nuevo juguetón.
Me sonrojo y me asombro a la vez, mientras él me mira desde arriba. Frunce el
ceño.
—¿Tienes algo que contarme? —me dice de pronto muy serio.
Lo miro ceñudo. Mierda.
—He soñado algo esta mañana.
—¿Ah, sí?
Me mira furioso.
Mierda, mierda. ¿A que ya la he liado?
—Me he corrido en sueños.
—¿En sueños?
—Y me he despertado.
—Apuesto a que sí. ¿Qué soñabas?
Mierda.
—Contigo.
—¿Y qué hacía yo?
Me vuelvo a tapar los ojos con el brazo y, como si fuera un niño pequeño,
acaricio por un instante la fantasía de que, si yo no lo veo, él a mí tampoco.
—BaekHyun, ¿qué hacía yo? No te lo voy a volver a preguntar.
—Tenías una fusta.
Me aparta el brazo.
—¿En serio?
—Sí.
Estoy muy colorado.
—Vaya, aún me queda esperanza contigo —murmura—. Tengo varias fustas.
—¿Marrón, de cuero trenzado?
Ríe.
—No, pero seguro que puedo hacerme con una.

Se inclina hacia delante, me da un beso breve, se pone de pie y coge sus boxers.
Oh, no… se va. Miro rápidamente la hora: son solo las diez menos veinte. Salgo
también escopeteado de la cama y cojo mis pantalones de chándal y mi camiseta, y luego me siento en la cama, con las piernas cruzadas, observándolo. No
quiero que se vaya. ¿Qué puedo hacer?
—Me revienta ponerme estas cosas —protesta, sosteniendo en alto el condón.
Lo deja en el suelo y se pone los vaqueros. Se sienta en la cama para ponerse los
calcetines y los zapatos.
—¿Tienes médico? Debes que hacerte las pruebas.
Niego con la cabeza. Ya estamos otra vez con las fusiones y adquisiciones, otro
cambio de humor de ciento ochenta grados.
Frunce el ceño.
—Puedo pedirle al mío que pase a verte por tu piso. El domingo por la
mañana, antes de que vengas a verme tú. O le puedo pedir que te visite en mi casa,
¿qué prefieres?
Sin agobios, ¿no? Otra cosa que me va a pagar… claro que esto es por él.
—En tu casa.
Así me aseguro de que lo veré el domingo.
—Vale. Ya te diré a qué hora.
—¿Te vas?
No te vayas… Quédate conmigo, por favor.
—Sí.
¿Por qué?

—¿Cómo vas a volver? —le susurro.
—Kris viene a recogerme.
—Te puedo llevar yo. Tengo un coche nuevo precioso.
Me mira con expresión tierna.
—Eso ya me gusta más, pero me parece que has bebido demasiado.
—¿Me has achispado a propósito?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque les das demasiadas vueltas a las cosas y te veo tan reticente como a tu
padrastro. Con una gota de alcohol ya estás hablando por los codos, y yo necesito
que seas sincero conmigo. De lo contrario, te cierras como una ostra y no tengo ni
idea de lo que piensas. In vino veritas, BaekHyun.
—¿Y crees que tú eres siempre sincero conmigo?
—Me esfuerzo por serlo. —Me mira con recelo—. Esto solo saldrá bien si somos
sinceros el uno con el otro.
—Quiero que te quedes y uses esto.
Sostengo en alto el segundo condón.
Me sonríe divertido y le brillan los ojos.
—BaekHyun, esta noche me he pasado mucho de la raya. Tengo que irme. Te veo
el domingo. Tendré listo el contrato revisado y entonces podremos empezar a
jugar de verdad.
—¿A jugar?
Dios mío. Se me sube el corazón a la boca.
—Me gustaría tener una sesión contigo, pero no lo haré hasta que hayas
firmado, para asegurarme de que estás listo.
—Ah. ¿O sea que podría alargar esto si no firmo?
Me mira pensativo, luego se dibuja una sonrisa en sus labios.
—Supongo que sí, pero igual reviento de la tensión.
—¿Reventar? ¿Cómo?
El dios que llevo dentro ha despertado y escucha atento.
Asiente despacio y sonríe, provocador.
—La cosa podría ponerse muy fea.
Su sonrisa es contagiosa.
—¿Cómo… fea?
—Ah, ya sabes, explosiones, persecuciones en coche, secuestro, cárcel…
—¿Me vas a secuestrar?
—Desde luego —afirma sonriendo.
—¿A retenerme en contra de mi voluntad?
Madre mía, cómo me pone esto.
—Por supuesto. —Asiente con la cabeza—. Y luego viene el IPA 24/7.
—Me he perdido —digo con el corazón retumbando en el pecho.
¿Lo dirá en serio?
—Intercambio de Poder Absoluto, las veinticuatro horas.
Le brillan los ojos y percibo su excitación incluso desde donde estoy.
Madre mía.
—Así que no tienes elección —me dice con aire burlón.
—Claro —digo sin poder evitar el sarcasmo mientras alzo la vista a las alturas.
—Ay, Byun BaekHyun, ¿me acabas de poner los ojos en blanco?
Mierda.
—¡No! —chillo.
—Me parece que sí. ¿Qué te he dicho que haría si volvías a poner los ojos en
blanco?
Joder. Se sienta al borde de la cama.
—Ven aquí —me dice en voz baja.
Palidezco. Uf, va en serio. Me siento y lo miro, completamente inmóvil.
—Aún no he firmado —susurro.
—Te he dicho lo que haría. Soy un hombre de palabra. Te voy a dar unos azotes,
y luego te voy a follar muy rápido y muy duro. Me parece que al final vamos a
necesitar ese condón.
Me habla tan bajito, en un tono tan amenazador, que me excita muchísimo. Las
entrañas casi se me retuercen de deseo puro, vivo y pujante. Me mira, esperando,
con los ojos encendidos. Descruzo las piernas tímidamente. ¿Salgo corriendo? Se
acabó: nuestra relación pende de un hilo, aquí, ahora. ¿Le dejo que lo haga o me
niego y se terminó? Porque sé que, si me niego, se acabó. ¡Hazlo!, me suplica el dios que llevo dentro. Mi subconsciente está tan paralizado como yo.
—Estoy esperando —dice—. No soy un hombre paciente.
Oh, Dios, por todos los santos… Jadeo, asustado, excitado. La sangre me
bombea frenéticamente por todo el cuerpo, siento las piernas como flanes.
Despacio, me voy acercando a él hasta situarme a su lado.
—Buen chico —masculla—. Ahora ponte de pie.
Mierda. ¿Por qué no acaba ya con esto? No sé si voy a sostenerme en pie.
Titubeando, me levanto. Me tiende la mano y yo le doy el condón. De pronto me
agarra y me tumba sobre su regazo. Con un solo movimiento suave, ladea el
cuerpo de forma que mi tronco descansa sobre la cama, a su lado. Me pasa la
pierna derecha por encima de las mías y planta el brazo izquierdo sobre mi cintura,
sujetándome para que no me mueva. Joder.
—Sube las manos y colócalas a ambos lados de la cabeza —me ordena.
Obedezco inmediatamente.
—¿Por qué hago esto, BaekHyun? —pregunta.
—Porque he puesto los ojos en blanco.
Casi no puedo hablar.
—¿Te parece que eso es de buena educación?
—No.
—¿Vas a volver a hacerlo?
—No.
—Te daré unos azotes cada vez que lo hagas, ¿me has entendido?
Muy despacio, me baja los pantalones de chándal. Jo, qué degradante.
Degradante, espeluznante y excitante. Se está pasando un montón con esto. Tengo
el corazón en la boca. Me cuesta respirar. Mierda… ¿me va a doler?
Me pone la mano en el trasero desnudo, me manosea con suavidad,
acariciándome en círculos con la mano abierta. De pronto su mano ya no está ahí…
y entonces me da, fuerte. ¡Au! Abro los ojos de golpe en respuesta al dolor e
intento levantarme, pero él me pone la mano entre los omoplatos para impedirlo.
Vuelve a acariciarme donde me ha pegado; le ha cambiado la respiración: ahora es
más fuerte y agitada. Me pega otra vez, y otra, rápido, seguido. Dios mío, duele.
No rechisto, con la cara contraída de dolor. Retorciéndome, trato de esquivar los
golpes, espoleada por el subidón de adrenalina que me recorre el cuerpo entero.
—Estate quieto —protesta—, o tendré que azotarte más rato.
Primero me frota, luego viene el golpe. Empieza a seguir un ritmo: caricia,
manoseo, azote. Tengo que concentrarme para sobrellevar el dolor. Procuro no
pensar en nada y digerir la desagradable sensación. No me da dos veces seguidas
en el mismo sitio: está extendiendo el dolor.
—¡Aaaggg! —grito al quinto azote, y caigo en la cuenta de que he ido contando
mentalmente los golpes.
—Solo estoy calentando.
Me vuelve a dar y me acaricia con suavidad. La combinación de dolorosos
azotes y suaves caricias me nubla la mente por completo. Me pega otra vez; cada
vez me cuesta más aguantar. Me duele la cara de tanto contraerla. Me acaricia y me
suelta otro golpe. Vuelvo a gritar.
—No te oye nadie, nene, solo yo.
Y me azota otra vez, y otra. Muy en el fondo, deseo rogarle que pare. Pero no lo
hago. No quiero darle esa satisfacción. Prosigue con su ritmo implacable. Grito seis
veces más. Dieciocho azotes en total. Me arde el cuerpo entero, me arde por su
despiadada agresión.
—Ya está —dice con voz ronca—. Bien hecho, BaekHyun. Ahora te voy a follar.
Me acaricia con suavidad el trasero, que me arde mientras me masajea en
círculos y hacia abajo. De pronto me mete dos dedos, cogiéndome completamente
por sorpresa. Ahogo un grito; la nueva agresión se abre paso a través de mi
entumecido cerebro.
—Siente esto. Mira cómo le gusta esto a tu cuerpo, BaekHyun. Te tengo
durísimo.
Hay asombro en su voz. Mueve los dedos, metiendo y sacando deprisa.
Gruño y me quejo. No, seguro que no… Entonces los dedos desaparecen, y yo
me quedo con las ganas.
—La próxima vez te haré contar. A ver, ¿dónde está ese condón?
Alarga la mano para cogerlo y luego me levanta despacio para ponerme boca
abajo sobre la cama. Lo oigo bajarse la cremallera y rasgar el envoltorio del
preservativo. Me baja los pantalones de chándal de un tirón y me levanta las
rodillas, acariciándome despacio el trasero dolorido.

—Te la voy a meter. Te puedes correr —masculla.
¿Qué? Como si tuviera otra elección…
Y me penetra, hasta el fondo, y yo gimo ruidosamente. Se mueve, entra y sale a
un ritmo rápido e intenso, empujando contra mi trasero dolorido. La sensación es
más que deliciosa, cruda, envilecedora, devastadora. Tengo los sentidos asolados,
desconectados, me concentro únicamente en lo que me está haciendo, en lo que
siento, en ese tirón ya familiar en lo más hondo de mi vientre, que se agudiza, se
acelera. NO… y mi cuerpo traicionero estalla en un orgasmo intenso y
desgarrador.
—¡Ay, Baek! —grita cuando se corre él también, agarrándome fuerte mientras se
vacía en mi interior.
Se desploma a mi lado, jadeando intensamente, y me sube encima de él y hunde
la cara en mi pelo, estrechándome en sus brazos.
—Oh, nene —dice—. Bienvenido a mi mundo.
Nos quedamos ahí tumbados, jadeando los dos, esperando a que nuestra
respiración se normalice. Me acaricia el pelo con suavidad. Vuelvo a estar tendido
sobre su pecho. Pero esta vez no tengo fuerzas para levantar la mano y palparlo.
Uf, he sobrevivido. No ha sido para tanto. Tengo más aguante de lo que pensaba.
El dios que llevo dentro está postrado, o al menos calladito. ChanYeol me acaricia
de nuevo el pelo con la nariz, inhalando hondo.
—Bien hecho, nene —susurra con una alegría muda en la voz.
Sus palabras me envuelven como una toalla suave y mullida del hotel
Heathman, y me encanta verlo contento.
Me coge una manga de la camiseta.
—¿Esto es lo que te pones para dormir? —me pregunta en tono amable.
—Sí —respondo medio adormilado.
—Deberías llevar seda, mi hermoso niño. Te llevaré de compras.
—Me gusta lo que llevo —mascullo, procurando sin éxito sonar indignado.
Me da otro beso en la cabeza.
—Ya veremos —dice.
Seguimos así unos minutos más, horas, a saber; creo que me quedo traspuesto.
—Tengo que irme —dice e, inclinándose hacia delante, me besa con suavidad en
la frente—. ¿Estás bien? —añade en voz baja.
Medito la respuesta. Me duele el trasero. Bueno, lo tengo al rojo vivo. Sin
embargo, asombrosamente, aunque agotado, me siento radiante. El pensamiento
me resulta aleccionador, inesperado. No lo entiendo.
—Estoy bien —susurro.
No quiero decir más.
Se levanta.
—¿Dónde está el baño?
—Por el pasillo, a la izquierda.
Recoge el otro condón y sale del dormitorio. Me incorporo con dificultad y
vuelvo a ponerme los pantalones de chándal. Me rozan un poco el trasero aún
escocido. Me confunde mucho mi reacción. Recuerdo que me dijo —aunque no
recuerdo cuándo— que me sentiría mucho mejor después de una buena paliza.
¿Cómo puede ser? De verdad que no lo entiendo. Sin embargo, curiosamente, es
cierto. No puedo decir que haya disfrutado de la experiencia —de hecho, aún haría
lo que fuera por evitar que se repitiera—, pero ahora… tengo esa sensación rara y
serena de recordarlo todo con una plenitud absolutamente placentera. Me cojo la
cabeza con las manos. No lo entiendo.
ChanYeol vuelve a entrar en la habitación. No puedo mirarlo a los ojos. Bajo la
vista a mis manos.
—He encontrado este aceite para niños. Déjame que te dé un poco en el trasero.
¿Qué?
—No, ya se me pasará.
—BaekHyun —me advierte, y estoy a punto de poner los ojos en blanco, pero me
reprimo enseguida.
Me coloco mirando hacia la cama. Se sienta a mi lado y vuelve a bajarme con
cuidado los pantalones. Sube y baja, como las bragas de una puta, observa con
amargura mi subconsciente. Le digo mentalmente adónde se puede ir. ChanYeol se
echa un poco de aceite en la mano y me embadurna el trasero con delicada ternura:
de desmaquillador a bálsamo para un culo azotado… ¿quién iba a pensar que
resultaría un líquido tan versátil?
—Me gusta tocarte —murmura.
Y debo coincidir con él: a mí también que lo haga.
—Ya está —dice cuando termina, y vuelve a subirme los pantalones.
Miro de reojo el reloj. Son las diez y media.
—Me marcho ya.
—Te acompaño.
Sigo sin poder mirarlo.
Cogiéndome de la mano, me lleva hasta la puerta. Por suerte, Kyung aún no está
en casa. Aún debe de andar cenando con sus padres y con Ethan. Me alegra de
verdad que no estuviera por aquí y pudiera oír mi castigo.
—¿No tienes que llamar a Kris? —pregunto, evitando el contacto visual.
—Kris lleva aquí desde las nueve. Mírame —me pide.
Me esfuerzo por mirarlo a los ojos, pero, cuando lo hago, veo que él me
contempla admirado.
—No has llorado —murmura, y luego de pronto me agarra y me besa
apasionadamente—. Hasta el domingo —susurra en mis labios, y me suena a
promesa y a amenaza.
Lo veo enfilar el camino de entrada y subirse al enorme Audi negro. No mira
atrás. Cierro la puerta y me quedo indefenso en el salón de un piso en el que solo
pasaré dos noches más. Un sitio en el que he vivido feliz casi cuatro años. Pero
hoy, por primera vez, me siento solo e incómodo aquí, a disgusto conmigo mismo.
¿Tanto me he distanciado de la persona que soy? Sé que, bajo mi exterior
entumecido, no muy lejos de la superficie, acecha un mar de lágrimas. ¿Qué estoy
haciendo? La paradoja es que ni siquiera puedo sentarme y hartarme de llorar.
Tengo que estar de pie. Sé que es tarde, pero decido llamar a mi madre.
—¿Cómo estás, cielo? ¿Qué tal la graduación? —me pregunta entusiasmada al
otro lado de la línea.
Su voz me resulta balsámica.
—Siento llamarte tan tarde —le susurro.
Hace una pausa.
—¿Baek? ¿Qué pasa? —dice, de pronto muy seria.
—Nada, mamá, me apetecía oír tu voz.
Guarda silencio un instante.
—Baek, ¿qué ocurre? Cuéntamelo, por favor.
Su voz suena suave y tranquilizadora, y sé que le preocupa. Sin previo aviso, se
me empiezan a caer las lágrimas. He llorado tanto en los últimos días…
—Por favor, Baek —me dice, y su angustia refleja la mía.

—Ay, mamá, es por un hombre.
—¿Qué te ha hecho?
Su alarma es palpable.
—No es eso.
Aunque en realidad, sí lo es. Oh, mierda. No quiero preocuparla. Solo quiero
que alguien sea fuerte por mí en estos momentos.
—Baek, por favor, me estás preocupando.
Inspiro hondo.
—Es que me he enamorado de un tío que es muy distinto de mí y no sé si
deberíamos estar juntos.
—Ay, cielo, ojalá pudiera estar contigo. Siento mucho haberme perdido tu
graduación. Te has enamorado de alguien, por fin. Cielo, los hombres tienen lo
suyo. Son de otra especie. ¿Cuánto hace que lo conoces?
Desde luego ChanYeol es de otra especie… de otro planeta.
—Casi tres semanas o así.
—Baek, cariño, eso no es nada. ¿Cómo se puede conocer a nadie en ese tiempo?
Tómatelo con calma y mantenlo a raya hasta que decidas si es digno de ti.
Uau. La repentina perspicacia de mi madre me desconcierta, pero, en este caso,
llega tarde. ¿Que si es digno de mí? Interesante concepto. Siempre me pregunto si
yo soy digno de él.
—Cielo, te noto triste. Ven a casa, haznos una visita. Te echo de menos, cariño.
A Bob también le encantaría verte. Así te distancias un poco y quizá puedas ver las
cosas con un poco de perspectiva. Necesitas un descanso. Has estado muy liado.
Madre mía, qué tentación. Huir a Georgia. Disfrutar de un poco de sol, salir de
copas. El buen humor de mi madre, sus brazos amorosos…
—Tengo dos entrevistas de trabajo en Seattle el lunes.
—Qué buena noticia.
Se abre la puerta y aparece Kyung, sonriéndome. Su expresión se vuelve sombría
cuando ve que he estado llorando.
—Mamá, tengo que colgar. Me pensaré lo de ir a veros. Gracias.
—Cielo, por favor, no dejes que un hombre te trastoque la vida. Eres demasiado
joven. Sal a divertirte.

—Sí, mamá. Te quiero.
—Te quiero muchísimo, Baek. Cuídate, cielo.
Cuelgo y me enfrento a Kyung, que me mira furioso.
—¿Te ha vuelto a disgustar ese capullo indecentemente rico?
—No… es que… eh… sí.
—Mándalo a paseo, Baek. Desde que lo conociste, estás muy trastornado. Nunca
te había visto así.
El mundo de Do KyungSoo es muy claro: blanco o negro. No tiene los
tonos de gris vagos, misteriosos e intangibles que colorean el mío. «Bienvenido a
mi mundo.»
—Siéntate, vamos a hablar. Nos tomamos un vino. Ah, ya has bebido champán.
—Examina la botella—. Del bueno, además.
Sonrío sin ganas, mirando aprensivo el sofá. Me acerco a él con cautela. Uf,
sentarme.
—¿Te encuentras bien?
—Me he caído de culo.
No se le ocurre poner en duda mi explicación, porque soy una de las personas
más descoordinadas del estado de Washington. Jamás pensé que un día me
vendría bien. Me siento, con mucho cuidado, y me sorprende agradablemente ver
que estoy bien. Procuro prestar atención a Kyung, pero la cabeza se me va al
Heathman: «Si fueras mío, después del numerito que montaste ayer no podrías
sentarte en una semana». Me lo dijo entonces, pero en aquel momento yo no
pensaba más que en ser suyo. Todas las señales de advertencia estaban ahí, y yo
estaba demasiado despistado y demasiado enamorado para reparar en ellas.
Kyung vuelve al salón con una botella de vino tinto y las tazas lavadas.
—Venga.
Me ofrece una taza de vino. No sabrá tan bueno como el Bolly.
—Baek, si es el típico capullo que pasa de comprometerse, mándalo a paseo.
Aunque la verdad es que no entiendo por qué tendría que suceder. En el entoldado
no te quitaba los ojos de encima, te vigilaba como un halcón. Yo diría que estaba
completamente embobado, pero igual tiene una forma curiosa de demostrarlo.
¿Embobado? ¿ChanYeol? ¿Una forma curiosa de demostrarlo? Ya te digo.
—Es complicado, Kyung. ¿Qué tal tu noche? —pregunto.

No puedo hablar de esto con Kyung sin revelarle demasiado, pero basta con una
pregunta sobre su día para que se olvide del tema. Resulta tranquilizador sentarse
a escuchar su parloteo habitual. La gran noticia es que Ethan igual se viene a vivir
con nosotros cuando vuelvan de vacaciones. Será divertido: con Ethan es un no
parar de reír. Frunzo el ceño. No creo que a ChanYeol le parezca bien. Me da igual.
Tendrá que tragar. Me tomo un par de tazas de vino y decido irme a la cama. Ha
sido un día muy largo. Kyung me da un abrazo y coge el teléfono para llamar a
JongIn.
Después de lavarme los dientes, echo un vistazo al cacharro infernal. Hay un
correo de ChanYeol.


De: Park ChanYeol
Fecha: 26 de mayo de 2017 23:14
Para: Byun BaekHyun
Asunto: Usted

Querido joven Byun: Es sencillamente exquisito. El hombre más hermoso,
inteligente, ingenioso y valiente que he conocido jamás. Tómese un ibuprofeno (no es un mero consejo). Y no vuelva a coger el Escarabajo. Me enteraré.

Park ChanYeol
Presidente de Park Enterprises Holdings, Inc.

¡Que no vuelva a coger mi coche! Tecleo mi respuesta.


De: Byun BaekHyun
Fecha: 26 de mayo de 2017 23:20
Para: Park ChanYeol
Asunto: Halagos

Querido señor Park: Con halagos no llegarás a ninguna parte, pero, como ya has estado en todas, da igual. Tendré que coger el Escarabajo para llevarlo a un concesionario y venderlo, de modo que no voy hacer ni caso de la bobada que me propones. Prefiero el tinto al ibuprofeno.

Baek

P.D.: Para mí, los varazos están dentro de los límites INFRANQUEABLES.


Le doy a «Enviar».


De: Park ChanYeol
Fecha: 26 de mayo de 2017 23:26
Para: Byun BaekHyun
Asunto: Los jovenes frustrados no saben aceptar cumplidos

Querido señor Byun: No son halagos. Debería acostarse. Acepto su incorporación
a los límites infranqueables. No beba demasiado. Kris se encargará de su coche y
lo revenderá a buen precio.

Park ChanYeol
Presidente de Park Enterprises Holdings, Inc.

 

De: Byun BaekHyun
Fecha: 26 de mayo de 2017 23:40
Para: Park ChanYeol
Asunto: ¿Será Kris el hombre adecuado para esa tarea?

Querido señor: Me asombra que te importe tan poco que tu mano derecha
conduzca mi coche, pero sí que lo haga un jovencito al que te follas de vez en
cuando. ¿Cómo sé yo que Kris me va a conseguir el mejor precio por el coche?
Siempre me he dicho, seguramente antes de conocerte, que estaba conduciendo
una auténtica ganga.

Baek


De: Park ChanYeol
Fecha: 26 de mayo de 2017 23:44
Para: Byun BaekHyun
Asunto: ¡Cuidado!

Querido joven Byun: Doy por sentado que es el TINTO lo que le hace hablar así,
y que el día ha sido muy largo. Aunque me siento tentado de volver allí y
asegurarme de que no se siente en una semana, en vez de una noche.
Kris es ex
militar y capaz de conducir lo que sea, desde una moto a un tanque Sherman. Su
coche no supone peligro alguno para él. Por favor, no diga que es «un jovencito al que me follo de vez en cuando», porque, la verdad, me ENFURECE, y le aseguro
que no le gustaría verme enfadado.

Park ChanYeol
Presidente de Park Enterprises Holdings, Inc.


De: Byun BaekHyun
Fecha: 26 de mayo de 2017 23:57
Para: Park ChanYeol
Asunto: Cuidado, tú

Querido señor Park: No estoy seguro de que yo te guste, sobre todo ahora.

Señor Byun


De: Park ChanYeol
Fecha: 27 de mayo de 2017 00:03
Para: Byun BaekHyun
Asunto: Cuidado, tú

¿Por qué no me gustas?

Park ChanYeol
Presidente de Park Enterprises Holdings, Inc.


De: Byun BaekHyun
Fecha: 27 de mayo de 2017 00:09
Para: Park ChanYeol
Asunto: Cuidado, tú

Porque nunca te quedas en casa.

 

Hala, eso le dará algo en lo que pensar. Cierro el cacharro con una indiferencia que
no siento y me meto en la cama. Apago la lamparita y me quedo mirando al techo.
Ha sido un día muy largo, un vaivén emocional constante. Me ha gustado pasar un
rato con Mark. Lo he visto bien y, curiosamente, le ha gustado ChanYeol. Jo, y el
cotilla de Kyung… Oír a ChanYeol decir que había pasado hambre. ¿De qué coño va
todo eso? Dios, y el coche. Ni siquiera le he comentado a Kyung lo del coche nuevo.
¿En qué estaría pensando ChanYeol?
Y encima esta noche me ha pegado de verdad. En mi vida me habían pegado.
¿Dónde me he metido? Muy despacio, las lágrimas, retenidas por la llegada de
Kyung, empiezan a rodarme por los lados de la cara hasta las orejas. Me he
enamorado de alguien tan emocionalmente cerrado que no conseguiré más que
sufrir —en el fondo, lo sé—, alguien que, según él mismo admite, está
completamente jodido. ¿Por qué está tan jodido? Debe de ser horrible estar tan
tocado como él; la idea de que de niño fuera víctima de crueldades insoportables
me hace llorar aún más. Quizá si fuera más normal no le interesarías, contribuye
con sarcasmo mi subconsciente a mis reflexiones. Y en lo más profundo de mi
corazón sé que es cierto. Me doy la vuelta, se abren las compuertas… y, por
primera vez en años, lloro desconsoladamente con la cara hundida en la almohada.
Los gritos de Kyung me distraen momentáneamente de mis oscuros
pensamientos.
«¿Qué coño crees que haces aquí?»
«¡Vale, pues no puedes!»
«¿Qué coño le has hecho ahora?»
«Desde que te conoció, se pasa el día llorando.»
«¡No puedes venir aquí!»
ChanYeol irrumpe en mi dormitorio y, sin ceremonias, enciende la luz del techo,
obligándome a apretar los ojos.
—Dios mío, Baek —susurra.
La apaga otra vez y, en un segundo, lo tengo a mi lado.
—¿Qué haces aquí? —pregunto espantado entre sollozos.
Mierda, no puedo parar de llorar.
Enciende la lamparita y me hace guiñar los ojos de nuevo. Viene Kyung y se
queda en el umbral de la puerta.
—¿Quieres que eche a este gilipollas de aquí? —me dice irradiando una
hostilidad termonuclear.
ChanYeol lo mira arqueando una ceja, sin duda asombrado por el halagador
epíteto y su brutal antipatía. Niego con la cabeza y él me pone los ojos en blanco.
Huy, yo no haría eso delante del señor P.
—Dame una voz si me necesitas —me dice más sereno—. Park, estás en mi lista
negra y te tengo vigilado —le susurra furioso.
Él lo mira extrañado, y Kyung da media vuelta y entorna la puerta, pero no la
cierra.
ChanYeol me mira con expresión grave, el rostro demacrado. Lleva la americana
de raya diplomática y del bolsillo interior saca un pañuelo y me lo da. Creo que
aún tengo el otro por alguna parte.
—¿Qué pasa? —me pregunta en voz baja.
—¿A qué has venido? —le digo yo, ignorando su pregunta.
Mis lágrimas han cesado milagrosamente, pero las convulsiones siguen
sacudiendo mi cuerpo.
—Parte de mi papel es ocuparme de tus necesidades. Me has dicho que querías
que me quedara, así que he venido. Y te encuentro así. —Me mira extrañado,
verdaderamente perplejo—. Seguro que es culpa mía, pero no tengo ni idea de por
qué. ¿Es porque te he pegado?
Me incorporo, con una mueca de dolor por mi trasero escocido. Me siento y lo
miro.
—¿Te has tomado un ibuprofeno?
Niego con la cabeza. Entorna los ojos, se pone de pie y sale de la habitación. Lo
oigo hablar con Kyung, pero no lo que dicen. Al poco, vuelve con pastillas y una taza
de agua.
—Tómate esto —me ordena con delicadeza mientras se sienta en la cama a mi
lado.
Hago lo que me dice.
—Cuéntame —susurra—. Me habías dicho que estabas bien. De haber sabido
que estabas así, jamás te habría dejado.
Me miro las manos. ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Quiero más.
Quiero que se quede porque él quiera quedarse, no porque esté hecho una
magdalena. Y no quiero que me pegue, ¿acaso es mucho pedir?
—Doy por sentado que, cuando me has dicho que estabas bien, no lo estabas.
Me ruborizo.
—Pensaba que estaba bien.
—BaekHyun, no puedes decirme lo que crees que quiero oír. Eso no es muy
sincero —me reprende—. ¿Cómo voy a confiar en nada de lo que me has dicho?
Lo miro tímidamente y lo veo ceñudo, con una mirada sombría en los ojos. Se
pasa ambas manos por el pelo.

—¿Cómo te has sentido cuando te estaba pegando y después?
—No me ha gustado. Preferiría que no volvieras a hacerlo.
—No tenía que gustarte.
—¿Por qué te gusta a ti?
Lo miro.
Mi pregunta lo sorprende.
—¿De verdad quieres saberlo?
—Ah, créeme, me muero de ganas.
Y no puedo evitar el sarcasmo.
Vuelve a fruncir los ojos.
—Cuidado —me advierte.
Palidezco.
—¿Me vas a pegar otra vez?
—No, esta noche no.
Uf… Mi subconsciente y yo suspiramos de alivio.
—¿Y bien? —insisto.
—Me gusta el control que me proporciona, BaekHyun. Quiero que te comportes
de una forma concreta y, si no lo haces, te castigaré, y así aprenderás a comportarte
como quiero. Disfruto castigándote. He querido darte unos azotes desde que me
preguntaste si era gay.
Me sonrojo al recordarlo. Uf, hasta yo quise darme de tortas por esa pregunta.
Así que el culpable de esto es Do KyungSoo: si hubiera ido él a la
entrevista y le hubiera hecho la pregunta, sería él el que estaría aquí sentado con
el culo dolorido. No me gusta la idea. ¿No es un lío todo esto?
—Así que no te gusta como soy.
Se me queda mirando, perplejo de nuevo.
—Me pareces encantador tal como eres.
—Entonces, ¿por qué intentas cambiarme?
—No quiero cambiarte. Me gustaría que fueras respetuoso y que siguieras las
normas que te he impuesto y no me desafiaras. Es muy sencillo —dice.
—Pero ¿quieres castigarme?

—Sí, quiero.
—Eso es lo que no entiendo.
Suspira y vuelve a pasarse las manos por el pelo.
—Así soy yo, BaekHyun. Necesito controlarte. Quiero que te comportes de una
forma concreta, y si no lo haces… Me encanta ver cómo se sonroja y se calienta tu
hermosa piel blanca bajo mis manos. Me excita.
Madre mía. Ya voy entendiendo algo…
—Entonces, ¿no es el dolor que me provocas?
Traga saliva.
—Un poco, el ver si lo aguantas, pero no es la razón principal. Es el hecho de
que seas mío y pueda hacer contigo lo que quiera: control absoluto de otra persona.
Y eso me pone. Muchísimo, BaekHyun. Mira, no me estoy explicando muy bien.
Nunca he tenido que hacerlo. No he meditado mucho todo esto. Siempre he estado
con gente de mi estilo. —Se encoge de hombros, como disculpándose—. Y aún no
has respondido a mi pregunta: ¿cómo te has sentido después?
—Confundido.
—Te ha excitado, BaekHyun.
Cierra los ojos un instante y, cuando vuelve a abrirlos y me mira, le arden. Su
expresión despierta mi lado oscuro, enterrado en lo más hondo de mi vientre: mi
libido, despierta domada por él, pero aún insaciable.
—No me mires así —susurra.
Frunzo el ceño. Dios mío, ¿qué he hecho ahora?
—No llevo condones ni lubricante, BaekHyun, y sabes que estás disgustado. En contra de lo
que piensa tu compañero de piso, no soy ningún degenerado. Entonces, ¿te has
sentido confundido?
Me estremezco bajo su intensa mirada.
—No te cuesta nada sincerarte conmigo por escrito. Por e-mail, siempre me
dices exactamente lo que sientes. ¿Por qué no puedes hacer eso cara a cara? ¿Tanto te intimido?
Intento quitar una mancha imaginaria de la colcha azul y crema de mi madre.
—Me cautivas, ChanYeol. Me abrumas. Me siento como Ícaro volando
demasiado cerca del sol —le susurro.
Ahoga un jadeo.

—Pues me parece que eso lo has entendido al revés —dice.
—¿El qué?
—Ay, BaekHyun, eres tú el que me ha hechizado. ¿Es que no es obvio?
No, para mí no. Hechizado. El dios que llevo dentro está boquiabierto. Ni
siquiera él se lo cree.
—Todavía no has respondido a mi pregunta. Mándame un correo, por favor.
Pero ahora mismo. Me gustaría dormir un poco. ¿Me puedo quedar?
—¿Quieres quedarte?
No puedo ocultar la ilusión que me hace.
—Querías que viniera.
—No has respondido a mi pregunta.
—Te mandaré un correo —masculla malhumorado.
Poniéndose en pie, se vacía los bolsillos: BlackBerry, llaves, cartera y dinero. Por
Dios, los hombres llevan un montón de mierda en los bolsillos. Se quita el reloj, los
zapatos, los calcetines, y deja la americana encima de mi silla. Rodea la cama hasta
el otro lado y se mete dentro.
—Túmbate —me ordena.
Me deslizo despacio bajo las sábanas con una mueca de dolor, mirándolo
fijamente. Madre mía, se queda. Me siento paralizado de gozoso asombro. Se
incorpora sobre un codo, me mira.
—Si vas a llorar, llora delante de mí. Necesito saberlo.
—¿Quieres que llore?
—No en particular. Solo quiero saber cómo te sientes. No quiero que te me
escapes entre los dedos. Apaga la luz. Es tarde y los dos tenemos que trabajar
mañana.
Ya lo tengo aquí, tan dominante como siempre, pero no me quejo: está en mi
cama. No acabo de entender por qué. Igual debería llorar más a menudo delante
de él. Apago la luz de la mesita.
—Quédate en tu lado y date la vuelta —susurra en la oscuridad.
Pongo los ojos en blanco a sabiendas de que no puede verme, pero hago lo que
me dice. Con sumo cuidado, se acerca, me rodea con los brazos y me estrecha
contra su pecho.
—Duerme, bebé —susurra, y noto su nariz en mi pelo, inspirando hondo.
Dios mío. Park ChanYeol se queda a dormir. Al abrigo de sus brazos, me sumo
en un sueño tranquilo.

Notas finales:


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