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50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

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Todo está en silencio, con las luces apagadas. Estoy muy cómodo y calentito en esta cama. Qué bien… Abro los ojos, y por un momento estoy tranquilo y sereno,
disfrutando del entorno, que no conozco. No tengo ni idea de dónde estoy. El cabezal de la cama tiene la forma de un sol enorme. Me resulta extrañamente familiar. La habitación es grande y está lujosamente decorada en tonos marrones, dorados y beis. La he visto antes. ¿Dónde? Mi ofuscado cerebro busca entre sus recuerdos recientes. ¡Maldita sea! Estoy en el hotel Heathman… en una suite.
Estuve en una parecida a esta con KyungSoo. Esta parece más grande. Oh, mierda. Estoy en la suite de Park ChanYeol. ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Poco a poco empiezan a torturarme imágenes fragmentarias de la noche. La borrachera —oh, no, la borrachera—, la llamada —oh, no, la llamada—, la vomitera —oh, no, la vomitera—… SeHun y después ChanYeol. Oh, no. Me muero de vergüenza. No recuerdo cómo he llegado aquí. Llevo puesta la camiseta y los boxers. Ni la chaqueta ni vaqueros. Maldita sea.
Echo un vistazo a la mesita de noche. Hay un vaso de zumo de naranja y dos pastillas. Ibuprofeno. El obseso del control está en todo. Me incorporo en la cama y me tomo las pastillas. La verdad es que no me siento tan mal, seguramente mucho mejor de lo que merezco. El zumo de naranja está riquísimo. Me quita la sed y me refresca.
Oigo unos golpes en la puerta. El corazón me da un brinco y no me sale la voz, pero aun así ChanYeol abre la puerta y entra.
Vaya, ha estado haciendo ejercicio. Lleva unos pantalones de chándal grises que le caen ligeramente sobre las caderas y una camiseta gris de tirantes empapada en
sudor, como su pelo. Park ChanYeol ha sudado. La idea me resulta extraña.
Respiro profundamente y cierro los ojos. Me siento como un niño de dos años. Si cierro los ojos, no estoy.
—Buenos días, BaekHyun. ¿Cómo te encuentras?
—Mejor de lo que merezco —murmuro.
Levanto la mirada hacia él. Deja una bolsa grande de una tienda de ropa en una silla y agarra ambos extremos de la toalla que lleva alrededor del cuello. Sus
impenetrables ojos grises me miran fijamente. No tengo ni idea de lo que está pensando, como siempre. Sabe esconder lo que piensa y lo que siente.
—¿Cómo he llegado hasta aquí? —le pregunto en voz baja, compungido.
Se sienta a un lado de la cama. Está tan cerca de mí que podría tocarlo, podría olerlo. Madre mía… Sudor, gel y ChanYeol. Un cóctel embriagador, mucho mejor que el margarita, y ahora lo sé por experiencia.
—Después de que te desmayaras no quise poner en peligro la tapicería de piel
de mi coche llevándote a tu casa, así que te traje aquí —me contesta sin inmutarse.
—¿Me metiste tú en la cama?
—Sí —me contesta impasible.
—¿Volví a vomitar? —le pregunto en voz más baja.
—No.
—¿Me quitaste la ropa? —susurro.
—Sí.
Me mira alzando una ceja y me pongo más rojo que nunca.
—¿No habremos…?
Lo digo susurrando, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo terminar la frase. Me miro las manos.
—BaekHyun, estabas casi en coma. La necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis parejas estén conscientes y sean receptivas —me contesta secamente.
—Lo siento mucho.
Sus labios esbozan una sonrisa burlona.
—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla.
Yo también… Oh, está riéndose de mí, el muy… Yo no le pedí que viniera a buscarme. No entiendo por qué tengo que acabar sintiéndome el malo de la película.
—No tenías por qué seguirme la pista con algún artilugio a lo James Bond que estés desarrollando para vendérselo al mejor postor —digo bruscamente.
Me mira fijamente, sorprendido y, si no me equivoco, algo ofendido.
—En primer lugar, la tecnología para localizar móviles está disponible en internet. En segundo lugar, mi empresa no invierte en ningún aparato de vigilancia, ni los fabrica. Y en tercer lugar, si no hubiera ido a buscarte, seguramente te habrías despertado en la cama del fotógrafo y, si no recuerdo mal, no estabas muy entusiasmado con sus métodos de cortejarte —me dice mordazmente.
¡Sus métodos de cortejarme! Levanto la mirada hacia ChanYeol, que me mira fijamente con ojos brillantes, ofendidos. Intento morderme el labio, pero no consigo
reprimir la risa.
—¿De qué crónica medieval te has escapado? Pareces un caballero andante.
Veo que se le pasa el enfado. Sus ojos se dulcifican, su expresión se vuelve más
cálida y en sus labios parece esbozarse una sonrisa.
—No lo creo, BaekHyun. Un caballero oscuro, quizá —me dice con una sonrisa
burlona, cabeceando—. ¿Cenaste ayer?
Su tono es acusador. Niego con la cabeza. ¿Qué gran pecado he cometido ahora?
Se le tensa la mandíbula, pero su rostro sigue impasible.
—Tienes que comer. Por eso te pusiste tan mal. De verdad, es la primera norma
cuando bebes.
Se pasa la mano por el pelo, pero ahora porque está muy nervioso.
—¿Vas a seguir riñéndome?
—¿Estoy riñéndote?
—Creo que sí.
—Tienes suerte de que solo te riña.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, si fueras mío, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en una semana. No cenaste, te emborrachaste y te pusiste en peligro.
Cierra los ojos. Por un instante el terror se refleja en su rostro y se estremece.
Cuando abre los ojos, me mira fijamente.
—No quiero ni pensar lo que podría haberte pasado.
Lo miro con expresión ceñuda. ¿Qué le pasa? ¿A él qué le importa? Si fuera suyo… Bueno, pues no lo soy. Aunque quizá me gustaría serlo. La idea se abre
camino entre mi enfado por sus arrogantes palabras. Me ruborizo por culpa de mi caprichosa subconsciente, que da saltos de alegría con una falda hawaiana roja solo de pensar que podría ser suyo.
—No me habría pasado nada. Estaba con Kyung.
—¿Y el fotógrafo? —me pregunta bruscamente.
Mmm… SeHun. En algún momento tendré que enfrentarme a él.
—SeHun simplemente se pasó de la raya.
Me encojo de hombros.
—Bueno, la próxima vez que se pase de la raya quizá alguien debería enseñarle
modales.
—Eres muy partidario de la disciplina —le digo entre dientes.
—Oh, BaekHyun, no sabes cuánto.
Cierra un poco los ojos y se ríe perversamente. Me deja desarmado. De repente estoy confundido y enfadado, y al momento estoy contemplando su preciosa sonrisa. Uau… Estoy embelesado, porque no suele sonreír. Casi olvido lo que está diciéndome.
—Voy a ducharme. Si no prefieres ducharte tú primero…
Ladea la cabeza, todavía sonriendo. El corazón me late a toda prisa, y el bulbo raquídeo se niega a hacer las conexiones oportunas para que respire. Su sonrisa se hace más amplia. Se acerca a mí, se inclina y me pasa el pulgar por la mejilla y por el labio inferior.
—Respira, BaekHyun —me susurra. Y luego se incorpora y se aparta—. En quince minutos traerán el desayuno. Tienes que estar muerto de hambre.
Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta.
Suelto el aire que he estado reteniendo. ¿Por qué es tan alucinantemente atractivo? Ahora mismo me metería en la ducha con él. Nunca había sentido algo así por nadie. Se me han disparado las hormonas. Me arde la piel por donde ha pasado su dedo, en la mejilla y el labio. Una incómoda y dolorosa sensación me hace retorcerme. No entiendo esta reacción. Mmm… Deseo. Es deseo. Así se siente el deseo.
Me tumbo sobre las suaves almohadas de plumas. Si fueras mío… Ay, ¿qué estaría dispuesto a hacer para ser suyo? Es el único hombre que ha conseguido que sienta la sangre recorriendo mis venas. Pero también me pone de los nervios. Es difícil, complejo y poco claro. De pronto me rechaza, más tarde me manda libros que valen catorce mil dólares, y después me sigue la pista como un acosador. Y pese a todo, he pasado la noche en la suite de su hotel y me siento seguro.
Protegido. Le preocupo lo suficiente para que venga a rescatarme de algo que equivocadamente creyó que era peligroso. Para nada es un caballero oscuro. Es un caballero blanco con armadura brillante, resplandeciente. Un héroe romántico. Gawain o sir Lancelot.
Salgo de su cama y busco frenéticamente mis vaqueros. Se abre la puerta del cuarto de baño y aparece él, mojado y resplandeciente por la ducha, todavía sin afeitar, con una toalla alrededor de la cintura, y ahí estoy yo… en boxers, mirándolo boquiabierto y sintiéndome muy incómodo. Le sorprende verme levantado.
—Si estás buscando tus vaqueros, los he mandado a la lavandería —me dice con una mirada impenetrable—. Estaban salpicados de vómito.
—Ah.
Me pongo rojo. ¿Por qué demonios tiene siempre que pillarme descolocado?
—He mandado a Kris a comprar otros y unas zapatillas de deporte. Están en esa bolsa.
Ropa limpia. Un plus inesperado.
—Bueno… Voy a ducharme —musito—. Gracias.
¿Qué otra cosa puedo decir? Cojo la bolsa y entro corriendo en el cuarto de baño para alejarme de la perturbadora proximidad de ChanYeol desnudo. El David de
Miguel Ángel no tiene nada que hacer a su lado.
El cuarto de baño está lleno de vapor. Me quito la ropa y me meto rápidamente en la ducha, impaciente por sentir el chorro de agua limpia sobre mi cuerpo.
Levanto la cara hacia el anhelado torrente. Deseo a Park ChanYeol. Lo deseo desesperadamente. Es sencillo. Por primera vez en mi vida quiero irme a la cama
con un hombre. Quiero sentir sus manos y su boca en mi cuerpo.
Ha dicho que le gusta que sus parejas estén conscientes. Entonces seguramente sí se acuesta con hombres y mujeres. Pero no ha intentado besarme, como JackSon y SeHun. No lo entiendo. ¿Me desea? No quiso besarme la semana pasada. ¿Le resulto repulsivo? Pero estoy aquí, y me ha traído él. No entiendo a qué juega. ¿Qué piensa? Has
dormido en su cama toda la noche y no te ha tocado, Baek. Saca tus conclusiones.
Mi subconsciente asoma su fea e insidiosa cara. No le hago caso. El agua caliente me relaja. Mmm… Podría quedarme debajo del chorro, en este cuarto de baño, para siempre. Cojo el gel, que huele a ChanYeol. Es un olor exquisito. Me froto todo el cuerpo imaginándome que es él quien lo hace, que él me frota este gel que huele de maravilla por el cuerpo, por los pectorales, por la barriga y la entrepierna con sus manos de largos dedos. Madre mía. Se me dispara el corazón. Es una sensación muy… muy placentera.
Llama a la puerta y doy un respingo.
—Ha llegado el desayuno.
—Va… Vale —tartamudeo arrancándome cruelmente de mi ensoñación erótica.
Salgo de la ducha y cojo dos toallas. Con una me seco el cabello, y con la otra me seco a toda prisa obviando la placentera sensación de la toalla frotando mi piel hipersensible.
Abro la bolsa. Kris me ha comprado no solo unos vaqueros y unas Converse, sino también una camisa azul cielo, calcetines y ropa interior. Madre mía.
Calzoncillos limpios… Además, son exactamente de mi talle. Pues claro, no podría esperar menos. Me ruborizo pensando en el guardaespaldas en una tienda de ropa interior comprándome esto. Me pregunto a qué otras cosas se dedica en sus horas de trabajo.
Me visto rápidamente. El resto de la ropa también me queda perfecta. Me seco el pelo con la toalla e intento desesperadamente controlarlo, pero, como siempre, se
niega a colaborar. Respiro profundamente. Ha llegado el momento de enfrentarse al señor Turbador.
Me alivia encontrar la habitación vacía. Busco rápidamente mi chaqueta, pero no está por aquí. Vuelvo a respirar hondo y voy a la sala de estar de la suite. Es
enorme. Hay una lujosa zona para sentarse, llena de sofás y blandos cojines, una sofisticada mesita con una pila de grandes libros ilustrados, una zona de estudio
con el último modelo de iMac y una enorme televisión de plasma en la pared. ChanYeol está sentado a la mesa del comedor, al otro extremo de la sala, leyendo el
periódico. La estancia es más o menos del tamaño de una cancha de tenis. No es que juegue al tenis, pero he ido a ver jugar a Kyung varias veces. ¡Kyung!
—Mierda, KyungSoo —digo con voz ronca.
ChanYeol alza los ojos hacia mí.
—Sabe que estás aquí y que sigues vivo. Le he mandado un mensaje a JongIn —me dice con cierta sorna.
Oh, no. Recuerdo su ardiente baile de ayer, sacando partido a todos sus movimientos exclusivos para seducir al hermano de Park ChanYeol, nada menos.
¿Qué va a pensar de que esté aquí? Nunca he pasado una noche fuera de casa. Está todavía con JongIn. Solo ha hecho algo así dos veces, y las dos me ha tocado
aguantar el espantoso pijama azul durante una semana cuando cortaron. Va a pensar que también yo me he enrollado con ChanYeol.
Me mira impaciente. Lleva una camisa blanca de lino con el cuello y los puños desabrochados.
—Siéntate —me ordena, señalando hacia la mesa.
Cruzo la sala y me siento frente a él, como me ha indicado. La mesa está llena de comida.
—No sabía lo que te gusta, así que he pedido un poco de todo.
Me dedica una media sonrisa a modo de disculpa.
—Eres un despilfarrador —murmuro apabullado por la cantidad de platos, aunque tengo hambre.
—Lo soy —dice en tono culpable.
Opto por tortitas, sirope de arce, huevos revueltos y beicon. ChanYeol intentaocultar una sonrisa mientras vuelve la mirada a su tortilla. La comida está
deliciosa.
—¿Té? —me pregunta.
—Sí, por favor.
Me tiende una pequeña tetera llena de agua caliente, y en el platillo hay una bolsita de Twinings English Breakfast. Vaya, se acuerda del té que me gusta.
—Tienes el pelo muy mojado —me regaña.
—No he encontrado el secador —susurro incómodo.
No lo he buscado.
ChanYeol aprieta los labios, pero no dice nada.
—Gracias por la ropa.
—Es un placer, BaekHyun. Este color te sienta muy bien.
Me ruborizo y me miro fijamente los dedos.
—¿Sabes? Deberías aprender a encajar los piropos —me dice en tono fustigador.
—Debería darte algo de dinero por la ropa.
Me mira como si estuviera ofendiéndolo. Sigo hablando.
—Ya me has regalado los libros, que no puedo aceptar, por supuesto. Pero la ropa… Por favor, déjame que te la pague —le digo intentando convencerlo con una
sonrisa.
—BaekHyun, puedo permitírmelo, créeme.

Notas finales:


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