Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

50 Sombras de Park. (ChanBaek, BaekYeol) por firelights

[Reviews - 44]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Esta es una adaptación de 50 Sombras de Grey por E.L. James.

Me tiende una mano de largos dedos en cuanto me levanto.

—Señor DO, soy Park ChanYeol. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?
Muy joven. Y atractivo, muy atractivo. Alto, con un elegantísimo traje gris, camisa blanca y corbata negra, con un pelo rebelde color cobrizo y brillantes ojos grises que me observan atentamente.
Necesito un momento para poder articular palabra.

—Bueno, la verdad...
Me callo. Si este tipo tiene más de treinta años, yo soy bombero.
Le doy la mano, aturdido, y nos saludamos. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño y excitante escalofrío por todo el cuerpo. Retiro la mano a toda prisa, incómodo. Debe de ser electricidad estática. Parpadeo rápidamente, al ritmo de los latidos de mi corazón.

—El Señor DO está indispuesto, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe, Señor Park.
—Me puedes decir ChanYeol, ¿Y usted es...?
Su voz es cálida y parece divertido, pero su expresión impasible no me permite asegurarlo. Parece ligeramente interesado, pero sobre todo muy educado.

—Byun BaekHyun. Estudio literatura inglesa con Kyung... digo... KyungSoo... bueno... el Señor DO, en la Estatal de Washington.
—Ya veo —Se limita a responderme.
Creo ver el esbozo de una sonrisa en su expresión, pero no estoy seguro.
—¿Quiere sentarse? —Me pregunta señalándome un sofá blanco de piel en forma de L.
Su despacho es exageradamente grande para una sola persona.
Delante de los ventanales panorámicos hay una mesa de madera oscura en la que podrían comer cómodamente seis personas. Hace juego con la mesita junto al sofá. Todo lo demás es blanco —el techo, el suelo y las paredes—, excepto la pared de la puerta, en la que treinta y seis cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado. Son preciosos, una serie de objetos prosaicos e insignificantes, pintados con tanto detalle que parecen fotografías.
Pero, colgados juntos en la pared, resultan impresionantes.

—Un artista de aquí. Trouton —Me dice ChanYeol cuando se da cuenta de lo que estoy observando.
—Son muy bonitos. Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario —Murmuro distraído, tanto por él como por los cuadros.
Ladea la cabeza y me mira con mucha atención.
—No podría estar más de acuerdo, Señor Byun —Me contesta en voz baja.
Y por alguna inexplicable razón me ruborizo.
Aparte de los cuadros, el resto del despacho es frío, limpio y aséptico. Me pregunto si refleja la personalidad del Adonis que está sentado con elegancia frente a mí en una silla blanca de piel. Bajo la cabeza, alterado por la dirección que están tomando mis pensamientos, y saco del bolso las preguntas de KyungSoo. Luego preparo la grabadora con tanta torpeza que se me cae dos veces en la mesita. ChanYeol no abre la boca. Espera pacientemente —eso espero—, y yo me siento cada vez más avergonzado y me pongo más rojo. Cuando reúno el valor para mirarlo, está observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor de la barbilla y con el largo dedo índice cruzándole los labios. Creo que intenta ahogar una sonrisa.

—Pe... perdón —balbuceo—. No suelo utilizarla.
—Tómese todo el tiempo que necesite, Señor Byun —Me contesta.
—¿Le importa que grabe sus respuestas?
—¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora?
Me ruborizo. ¿Está bromeando? Eso espero. Parpadeo, no sé qué decir, y creo que se apiada de mí, porque acepta.
—No, no me importa.
—¿Le explicó Kyung... digo... el Señor DO para dónde era la entrevista?
—Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregaré los títulos en la ceremonia de graduación de este año.
Vaya. Acabo de enterarme. Y por un momento me preocupa que alguien no mucho mayor que yo —vale, quizá seis o siete años, y vale, un mega-triunfador, pero aún así— me entregue el título. Frunzo el ceño e intento centrar mi caprichosa atención en lo que tengo que hacer.
—Bien —digo tragando saliva—. Tengo algunas preguntas, Señor Park.
Me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Sí, creo que debería preguntarme algo —Me contesta inexpresivo.
Está burlándose de mi. Al darme cuenta de ello, me arden las mejillas. Me incorporo un poco y estiro la espalda para parecer más alto e intimidante. Pulso el botón de la grabadora intentando parecer profesional.
—Es usted muy joven para haber amasado este imperio. ¿A qué se debe su éxito?
Le miro y él esboza una sonrisa burlona, pero parece ligeramente decepcionado.
—Los negocios tienen que ver con las personas, Señor Byun, y yo soy muy bueno analizándolas. Sé cómo funcionan, los que les hace ser mejores, lo que no, lo que las inspira y cómo incentivarlas. Cuento con un equipo excepcional, y les pago bien —se calla un instante y me clava su mirada gris—. Creo que para tener éxito en cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Trabajo duro, muy duro, para conseguirlo. Tomo decisiones basándome en la lógica y en los hechos. Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea, y seleccionar a las personas adecuadas. La base es siempre contar con las personas adecuadas.
—Quizá sólo ha tenido suerte.
Este comentario no está en la lista de Kyung, pero es que es tan arrogante... por un momento la sorpresa asoma a sus ojos.
—No creo en la suerte ni en la casualidad, Señor Byun. Cuanto más trabajo, más suerte tengo. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas adecuadas y saber dirigir sus esfuerzos. Creo que fue Harvey Firestone quien dijo que la labor más importante de los directivos es que las personas crezcan y se desarrollen.
—Parece usted un maniático del control.
Las palabras han salido de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
—Bueno, lo controlo todo, Señor Byun —Me contesta sin el menor rastro de sentido del humor en su sonrisa.
Lo miro y me sostiene la mirada, impasible. Se me dispara el corazón y vuelvo a ruborizarme.
¿Por qué tiene este desconcertante efecto sobre mí? ¿Quizá porque es irresistiblemente atractivo? ¿Por cómo me mira fijamente? ¿Por cómo se pasa el dedo índice por el labio inferior? Ojalá dejara de hacerlo.
—Además, decirte a ti mismo, en tu fuera más íntimo, que has nacido para ejercer el control te concede un inmenso poder —Sigue diciéndome en voz baja.
—¿Le parece a usted que su poder es inmenso?
Maniático del control, añado para mis adentros.
—Tengo más de cuarenta mil empleados, Señor Byun. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad... poder, si lo prefiere. Si decidiera que ya no me interesa el negocio de las telecomunicaciones y lo vendiera todo, veinte mil personas pasarían apuros para pagar la hipoteca en poco más de un mes.
Me quedo boquiabierto. Su falta de humildad me deja estupefacto.
—¿No tiene que responder ante una junta directiva? —Le pregunto asqueado.
—Soy el dueño de mi empresa. No tengo que responder ante ninguna junta directiva.
Me mira alzando una ceja y me ruborizo. Claro, lo habría sabido si me hubiera informado un poco. Pero, maldita sea, qué arrogante... Cambio de táctica.
—¿Y cuáles son sus intereses, aparte del trabajo?
—Me interesan cosas muy diversas, Señor Byun —esboza una sonrisa casi imperceptible—. Muy diversas.
Por alguna razón, su mirada firme me confunde y me enciende.
Pero en sus ojos se distingue un brillo perverso.
—Pero si trabaja tan duro, ¿qué hace para relajarse?
—¿Relajarme?
Sonríe mostrando sus dientes, blancos y perfectos. Contengo la respiración. Es realmente guapo. Debería estar prohibido ser tan guapo.
—Bueno, para relajarme, como dice usted, navego, vuelo y me permito diversas actividades físicas —cambia de posición en la silla—. Soy muy rico, Señor Byun, así que tengo aficiones caras y fascinantes.
Echo un vistazo a las preguntas de KyungSoo con la intención de no seguir con ese tema.
—Invierte en fabricación. ¿Por qué en fabricación en concreto? —Le pregunto.
¿Por qué hace que me sienta tan incómodo?
—Me gusta construir. Me gusta saber cómo funcionan las cosas, cuál es su mecanismo, cómo se montan y se desmontan. Y me encantan los barcos. ¿Qué puedo decirle?
—Parece que el que habla es su corazón, no la lógica y los hechos.
Frunce los labios y me observa de arriba abajo.
—Es posible. Aunque algunos dirían que no tengo corazón.
—¿Por qué dirían algo así?
—Porque me conocen bien. —Me contesta con una sonrisa irónica.
—¿Dirían sus amigos que es fácil conocerlo?
Y nada más preguntárselo lamento haberlo hecho. No está en la lista de Kyung.
—Soy una persona muy reservada, Señor Byun. Hago todo lo posible para proteger mi vida privada. No suelo ofrecer entrevistas.
—¿Por qué aceptó esta?
—Porque soy mecenas de la universidad, y porque, por más que lo intentara, no podía sacarme de encima al Señor DO. No dejaba de dar la lata a mis relaciones públicas, y admiro esa tenacidad.
Sé lo tenaz que puede llegar a ser KyungSoo. Por eso estoy sentado aquí, incómodo y muerto de verguenza ante la mirada penetrante de este hombre, cuando debería estar estudiando para mis exámenes.
—También invierte en tecnología agrícola. ¿Por qué le interesa este ámbito?
—El dinero no se come, Señor Byun, y hay demasiada gente en el mundo que no tiene qué comer.
—Suena muy filantrópico, ¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo?
Se encoge de hombros, como dándome largas.
—Es un buen negocio —Murmura.
Pero creo que no está siendo sincero. No tiene sentido. ¿Alimentar a los pobres del mundo? No veo por ningún lado qué beneficios económicos puede proporcionar. Lo único que veo es que se trata de una idea noble. Echo un visrazo a la siguiente pregunta, confundido por su actitud.
—¿Tiene una filosofía? Y si la tiene, ¿en qué consiste?
—No tengo una filosofía como tal. Quizá un principio que me guía... de Carnegie: < Un hombre que consigue adueñarse absolutamente de su mente puede adueñarse de cualquier otra cosa para la que esté legalmente autorizado >. Soy muy peculiar, muy tenaz. Me gusta el control... de mí mismo y de los que me rodean.
—Entonces quiere poseer cosas... Es usted un obseso del control.
—Quiero merecer poseerlas, pero sí, en el fondo es eso.
—Parece usted el paradigma del consumidor.
—Lo soy.
Sonríe, pero la sonrisa no ilumina su mirada. De nuevo no cuadra con una persona que quiere alimentar al mundo, así que no puedo evitar pensar que estamos hablando de otra cosa, pero no tengo ni la menor idea de qué. Trago saliva. En el despacho hace cada vez más calor, o quizá sea cosa mía. Sólo quiero acabar de una vez la entrevista. Seguro que KyungSoo tiene ya bastante material. Echo un vistazo a la siguiente pregunta.
—Fue un niño adoptado. ¿Hasta qué punto cree que ha influido en su manera de ser?
Vaya, una pregunta personal. Lo mira con la esperazansa de que no se ofensa. Frunce el ceño.
—No puedo saberlo.
Me pica la curiosidad.
—¿Qué edad tenía cuando lo adoptaron?
—Todo el mundo lo sabe, Señor Byun —Me contesta muy serio.
Mierda. Sí, claro. Si hubiera sabido que iba a hacer esta entrevista, me habría informado un poco. Cambio de tema rápidamente.
—Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo.
—Eso no es una pregunta —Me replica en tono seco.
—Perdón.
No puedo quedarme quieto. Ha conseguido que me sienta como un niño perdido. Vuelvo a intentarlo.
—¿Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo?
—Tengo familia. Un hermano, una hermana y unos padres que me quieren. Pero no me interesa seguir hablando de mi familia.
—¿Es usted gay, Señor Park?
Respira hondo. Estoy avergonzado, abochornado. Mieda, ¿Por qué no he echado un vistazo a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy limitándome a leer las preguntas? Malditos sean KyungSoo y su curiosidad.
—No, BaekHyun, no soy gay. Prefiero pensar que me fijo en las personas, no en su género.
Alza las cejas y me mira con ojos fríos. No parece contento.
—Le pido disculpas. Está... bueno... está aquí escrito.
Ha sido la primera vez que me ha llamado por mi nombre. El corazón se me ha disparado y vuelven a arderme las mejillas. Nervioso, me coloco el mechón de pelo detrás de la oreja. Inclina un poco la cabeza.
—¿Las preguntas no son suyas?
Quiero que me trague la tierra.
—Bueno... no. Kyung... el Señor DO... me ha pasado una lista.
—¿Son compañeros de la revista de la facultad?
Oh, no. No tengo nada que ver con la revista. Es una actividad extra-académica de él, no mía. Me arden las mejillas.
—No. Es mi compañero de piso.
Se frota la barbilla con parsimonía y sus ojos grises me observan atentamente.
—¿Se ha ofrecido usted para hacer esta entrevista? —Me pregunta en tono inquietantemente tranquilo.
A ver, ¿Quién se supone que entrevista a quién? Su mirada me queda por dentro y no puedo evitar decirle la verdad.
—Me lo ha pedido él. No se encuentra bien —Le contesto en voz baja, como disculpándome.
—Esto explica muchas cosas.

Llaman a la puerta y entra la rubia número dos.
—Señor Park, perdone que lo interrumpa, pero su próxima reunión es dentro de dos minutos.
—No hemos terminado, Andrea. Cancele mi próxima reunión, por favor.
Andrea se queda boquiabierta, sin saber qué contestar. Parece perdida. El Señor
Park vuelve el rostro hacia ella lentamente y alza las cejas. La chica se pone colorada. Menos mal, no soy el único.
—Muy bien, Señor Park —Murmura, y sale del despacho.
Él frunce el ceño y vuelve a centrar su atención en mí.
—¿Por dónde íbamos, Señor Byun?
Vaya, ya estamos otra vez con lo de «Señor Byun».
—No quisiera interrumpir sus obligaciones.
—Quiero saber de usted. Creo que es lo justo.
Sus ojos grises brillan de curiosidad. Mierda, mierda. ¿Qué pretende? Apoya los codos en los brazos de la butaca y une las yemas de los dedos de ambas manos frente a la boca. Su boca me… me desconcentra. Trago saliva.
—No hay mucho que saber —le digo volviéndome a ruborizar.
—¿Qué planes tiene después de graduarse?
Me encojo de hombros. Su interés me desconcierta. Venirme a Seattle con KyungSoo, encontrar trabajo… La verdad es que no he pensado mucho más allá de los exámenes.
—No he hecho planes, Señor Park. Tengo que aprobar los exámenes finales.
Y ahora tendría que estar estudiando, no sentado en su inmenso, aséptico y
precioso despacho, sintiéndome incómodo frente a su penetrante mirada.
—Aquí tenemos un excelente programa de prácticas —me dice en tono
tranquilo.
Alzo las cejas sorprendido. ¿Está ofreciéndome trabajo?
—Lo tendré en cuenta —murmuro confundido—. Aunque no creo que encajara aquí.
Oh, no. Ya estoy otra vez pensando en voz alta.
—¿Por qué lo dice?
Ladea un poco la cabeza, intrigado, y una ligera sonrisa se insinúa en sus labios.
—Es obvio, ¿no?
Soy torpe, desaliñado y no soy rubio.
—Para mí no.
Su mirada es intensa y su atisbo de sonrisa ha desaparecido. De pronto siento que unos extraños músculos me oprimen el estómago. Aparto los ojos de su mirada escrutadora y me contemplo los nudillos, aunque no los veo. ¿Qué está pasando? Tengo que marcharme ahora mismo. Me inclino hacia delante para coger la grabadora.
—¿Le gustaría que le enseñara el edificio? —me pregunta.
—Seguro que está muy ocupado, Señor Park, y yo tengo un largo camino.
—¿Vuelve en coche a Vancouver?
Parece sorprendido, incluso nervioso. Mira por la ventana. Ha empezado a
llover.
—Bueno, conduzca con cuidado —me dice en tono serio, autoritario.
¿Por qué iba a importarle?
—¿Me ha preguntado todo lo que necesita? —añade.
—Sí —le contesto metiéndome la grabadora en el bolso.
Cierra ligeramente los ojos, como si estuviera pensando.
—Gracias por la entrevista, Señor Park.
—Ha sido un placer —me contesta, tan educado como siempre.
Me levanto, se levanta también él y me tiende la mano.
—Hasta la próxima, Señor Byun.
Y suena como un desafío, o como una amenaza. No estoy seguro de cuál de las
dos cosas. Frunzo el ceño. ¿Cuándo volveremos a vernos? Le estrecho la mano de nuevo, perplejo de que esa extraña corriente siga circulando entre nosotros. Deben de ser nervios.
—Señor Park.
Me despido de él con un movimiento de cabeza. Él se dirige a la puerta con
gracia y agilidad, y la abre de par en par.
—Asegúrese de cruzar la puerta con buen pie, Señor Byun.
Me sonríe. Está claro que se refiere a mi poco elegante entrada en su despacho.
Me ruborizo.
—Muy amable, Señor Park —le digo bruscamente.
Su sonrisa se acentúa. Me alegro de haberle divertido. Salgo al vestíbulo
echando chispas y me sorprende que me siga. Andrea y Olivia levantan la mirada, tan sorprendidas como yo.
—¿Ha traído abrigo? —me pregunta Park.
—Chaqueta.
Olivia se levanta de un salto a buscar mi chaqueta, que Park le quita de las
manos antes de que haya podido dármela. La sostiene para que me la ponga, y lo
hago sintiéndome totalmente ridículo. Por un momento Park me apoya las manos
en los hombros, y doy un respingo al sentir su contacto. Si se da cuenta de mi reacción, no se le nota. Su largo dedo índice pulsa el botón del ascensor y esperamos, yo con torpeza, y él sereno y frío. Se abren las puertas y entro a toda prisa, desesperado por escapar. Tengo que salir de aquí. Cuando me vuelvo, está
inclinado frente a la puerta del ascensor, con una mano apoyada en la pared.
Realmente es muy guapo. Guapísimo. Me desconcierta.
—BaekHyun —me dice a modo de despedida.
—ChanYeol —le contesto.
Y afortunadamente las puertas se cierran.

Notas finales:

Subiré el capítulo dos y tres hoy.

Espero que sea de su agrado, cualquier falta o queja puede comentármelo sin problema.

Dejen sus review. ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).