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Por Siempre: Akira. por Blaze Yagami

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Aún recuerdo aquella pelea que tuvimos ese octubre diecinueve, pero... cada vez que miro al pasado y analizo la situación, me doy cuenta que la razón por la que iniciamos esta fue una tontería. 
 
Estaba harto de mí y del ambiente que me rodeaba, las constantes peleas en casa hacían que mi cabeza explotase de desesperación, quería huir de este lugar y simplemente olvidarme de todos, al final sólo faltaban seis meses para mi cumpleaños número dieciocho... pero nada de eso era culpa tuya. 
 
Llegó el viernes y entraste al salón como de costumbre, me abrazaste y yo, cegado por mi furia, me aparté inmediatamente de ti, te dije que no estaba de humor y sorprendentemente, me entendiste. 
Con tu rostro cabizbajo suspiraste y te fuiste a sentar en tu banca, entonces yo no me arrepentí de nada. 
 
Toda la mañana charlaste con tu "segundo mejor amigo" Yuu Shiroyama, pareciera que te sentías más a gusto con él que conmigo, por un momento voltee a verlos y se me escapó hacerte una mueca de disgusto, cosa que notaste y te hizo te hizo sentir mal. Seguía sin arrepentirme de nada. 
 
Como ya repetí, estuviste toda la mañana con Yuu, salvo a la hora de salida, ahí si nos fuimos juntos puesto que era casi el mismo camino que yo recorría para ir a mi hogar que para llegar a tu casa. No te dirigí la palabra, el que quiso hacer las paces fuiste tú, pero te grité que me dejaras en paz. Tu semblante pasó de alegre a frío, te despediste de mí secamente y yo me enojé contigo por haberme hablado de tal forma. Estúpido. 
 
El lunes ya todo estaba mejor, incluso tenía ganas de verte y hablar contigo toda la mañana sin descanso alguno, pero no estabas ahí, supuse que seguías enojado conmigo. Ni hablar, esperé al día siguiente y sucedió lo mismo, así el miércoles, el jueves, y el viernes intenté comunicarme contigo. 
Fue inútil, no atendías a mis mensajes, no habías abierto tus redes sociales desde la semana pasada y tus padres tampoco contestaban al celular. 
Fui a buscarte, estaba preocupándome todo este asunto, y si se trataba de que tú y tu familia querían darme una lección por lo ocurrido el pasado viernes, ya la había aprendido, no hacía falta más. 
Toqué el timbre de la casa y tu hermana mayor salió a atenderme. 
Sus ojos estaban rojos e hinchados por tanto llorar, y me dijo las peores palabras que puede haber escuchado en la vida. 
 
"Shima falleció en un accidente la semana pasada" 
 
Me helé. 
Ella cerró la puerta y yo... mi cabeza daba vueltas. 
Mis piernas caminaron por sí solas de regreso a casa y no me di cuenta cuando finalmente había llegado a mi habitación. 
Comencé a llorar descontroladamente. Eres y eras mi mejor amigo... ¿Cómo pudiste hacerme tal cosa? 
Veía nuestras conversaciones por Messenger, ambos éramos tan felices y tan despreocupados por la vida. 
Veía nuestras fotografías juntos, ambos éramos unos tontos inmaduros. 
No podía creerlo, un día estabas ahí, haciéndome reír y abrazándome. 
Al otro sólo me quedaba tu recuerdo. 
 
En sueños me encontraba contigo, corría hacia ti y te abrazaba fuertemente, hundía mi cabeza en tu hombro y lloraba de alegría por volverte a ver. Tú me abrazabas de vuelta cariñosamente y me preguntabas qué estaba pasando, nunca te respondía. 
 
La primera vez pensé que era la realidad, y que tú nunca te habías ido de mi lado.
 
La segunda caí en cuenta que sólo era un sueño. 
 
La tercera sólo te sonreí, pues sabía que al despertar tú ya no estarías ahí y que igualmente al despertar me hundiría en mis lágrimas, como siempre solía hacerlo... 
 
La cuarta ya no apareciste, y me sentí triste por no poder verte, puesto que era la única forma en la que podía encontrarme contigo. 
 
El tercer viernes, al entrar al colegio, nos reunieron a todos en la explanada y nos informaron de tu muerte. Mientras la profesora pronunciaba aquellas palabras, yo cerré mis ojos y suspiré mientras mis lágrimas caían en silencio. Miré a Shiroyama, estaba impactado, pero no dejó rodar ni siquiera una lágrima, Estuvo callado toda la mañana, al igual que todos nosotros. Todos se olvidaron de lo acontecido tres días después... Yo seguía llorándote y arrepintiéndome por haberte tratado de esa forma. 
 
Un día, mientras intentaba hacer mis tareas encerrado en mi cuarto; encontré un sacapuntas, su navaja me seducía a hacer algo que sabía que era incorrecto, además de una falta de respeto para mi cuerpo y una preocupación más para mi familia -en caso de que se enteraran-. 
 
Pero no, tú no serías la razón por la cual haría esa clase de tonterías, tú no estarías de acuerdo con ello. 
Ahuyenté esa loca idea de mi cabeza y fui a dormirme, después de todo tenía que descansar para mañana ir a despedirte como se debe. 
Tu funeral y entierro. 
Nunca creí usar tan pronto aquellas dolorosas palabras, no con mi amigo. 
 
Dejaron abierto tu ataúd para poder verte una última vez, te vistieron con la ropa que llevabas puesta el día que fuimos al concierto de Luna Sea, unos pantalones de mezclilla y una playera, era tu conjunto favorito, todos lo sabíamos. 
Pasé a verte y todo a mi alrededor se tornó negro, tu rostro estaba pálido y tus ojos permanecían cerrados, pareciera que estabas dormido y que en cualquier momento despertarías. Me dolía saber que aquel pensamiento mío era sólo una mentira. 
No pude más y me fui corriendo de aquel lugar. Había una brisa suave que me tocaba pero que no alcanzaba a mojarme. Me detuve y comenzó una ventisca que hacía que los árboles formasen con sus hojas y ramas una melodía. Por un momento sentí que eras tú cubriéndome con tus alas, sentí que eras un ángel y estabas protegiéndome de este dolor. 
Cerré mis ojos para escuchar el mensaje que querías darme por medio de la naturaleza que se encontraba en mi entorno. Hasta que sentí algo envolverme. 
Finalmente abrí mis ojos con delicadeza y pude verte y sentirte. Todo era tan real, ahora que estabas en frente mío no iba a dejarte ir. 
 
"No te vayas otra vez" 
 
Te dije entre lágrimas. Te escuché reír y acariciaste mi cabello, me dijiste que nunca te fuiste y que nunca lo harás. Caminamos juntos sin un rumbo fijo, y en esa caminata me llevaste a un lugar hermoso que nunca habría imaginado que existía. Al caer la noche me llevaste de regreso a casa, y te quedaste sentado a mi lado, en la cama de mi habitación. 
No quería dormir, presentía que a la mañana siguiente te habrías ido de nuevo. 
Te quedaste a mi lado todo el tiempo y acariciabas mi cabeza mientras me contabas las anécdotas más divertidas con Jun, tu hermana menor. Besaste mi frente y terminé por cerrar mis ojos y dormirme sin dejar de abrazarte 
Y justo como lo temí, al abrir mis ojos ya no estabas ahí, no podía verte, escucharte o palparte, pero podía sentirte. 
Supe que me habías contado todas esas cosas de tu hermana porque querías que yo cuidara de ella, me dijiste que pasaba por una situación difícil y muchas cosas más. 
Me vestí, fui a tu casa y justamente ella me abrió la puerta, la saludé con la mejor sonrisa que pude y ella igual a mí. 
Me invitó a pasar y me pidió que por favor me llevara un recuerdo tuyo, así es, algo material. 
Entré a tu habitación y miré detenidamente cada posesión tuya, no fue hasta que llegué a tus libros que sentí realmente interés por algo. 
Tus diarios. 
Eran seis, cada cuaderno tenía quinientas hojas; en el primero tenías diez años aún, a mitad de este escribías entusiasmado que habías conocido a un niño de tu edad y de hecho, solo unos días mayor que tú. 
Se conocieron en el equipo escolar de fútbol, con más exactitud, te defendió de un abusón que estaba molestándote. 
El nombre de ese pequeño era Akira Suzuki. 
A partir de ahí, todas tus memorias eran nuestros momentos juntos, fotos, en ocasiones. 
Lloraba por un extraño sentimiento de nostalgia, tristeza y alegría. 
Me destrozó el corazón ver que la última libreta no estaba llena, te habías quedado casi a la mitad. 
En ésa última hoja que escribiste narrabas que había sido un día pesado, pues la noche anterior Jun había caído enferma y tú estabas cuidando de ella puesto que tus padres estaban trabajando y tu otra hermana, Aya, estaba en su casa. 
Decías que no tuviste oportunidad de dormir y que cuando tu madre llegó -al rededor de las seis de la madrugada- tú te alistaste para ir a la escuela, no podías faltar puesto que estábamos en temporada de exámenes. 
Con tristeza le contabas a las páginas que yo estaba enojado contigo y que tú no tenías ni idea de por qué. 
Me sentí como un gusano. 
El escrito terminó en que saldrías a la tienda para comprar algo, ya que tenías hambre y no había nada para comer en casa. 
 
Oh Kou... Si tan solo no hubieras salido de casa. 
Un conductor ebrio te arrolló con su camión mientras tú caminabas con precaución para llegar a la tienda. 
 
Suspiré y cerré la libreta antes de secar mis lágrimas. 
Al bajar le dije a Jun que me llevaría tus diarios, ella asintió y me pidió que regresara cuanto tuviera oportunidad. No me negué. 
 
Ahora estoy aquí, sentado frente a mi escritorio pensando que más escribir. 
Sólo puedo decirte que llenaré esos vacíos que dejaste en tu diario, y que cuando termine con esta libreta compraré otra igual. 
Te escribiré cada semana hasta que finalmente estemos juntos de nuevo. 
 
Por siempre: Akira.

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