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Destino por Kim Usagi

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Notas del capitulo:

Aaaaah~ las cosas del amorsh.

 

Primer capítulo ¡qué emoción! 

 

Oh por cierto, si los estoy subiendo tan rápido por aquí es porque ya los tenía escritos

Primera Misión. Donde Víctor se encuentra con el chico de su infancia y que le gustó pero que no volvió a ver.


Ser un agente encubierto no es fácil, menos cuando tienes que ser reconocido por todo el mundo como el mejor patinador, un alfa disponible y casi heredero del emporio militar. Claro que eso último es casi una mentira, los rangos en el ejército no se heredan. Pero eso sí, ayudan mucho a la hora de relacionarse o ayudar a la comunidad.


Al menos eso era algo que Víctor tenía muy claro. Desde temprana edad estuvo involucrado en el mundo militar. Dado que su madre murió cuando él tenía siete años, y su padre era un Supremo Oficial, su mundo estuvo dentro del ejército. No era mentira decir que no pudo llorar a su mamá como todo niño debería, y no porque su padre no le dejase (estaba demasiado ocupado con sus asuntos como para acordarse de que tenía a un hijo que aún no se podría valer por sí mismo), sino porque su vida cambió tan drásticamente que no tuvo tiempo de reaccionar a su pérdida y vivir el luto.


Siempre vivió en casa con su madre, y veía muy poco a su padre porque constantemente estaba en misiones. A pesar de ello lo admiraba y de cierta forma deseaba ser como él. Su padre era uno de los alfas de tercera generación, y su madre, una joven omega gentil y hermosa.


Realmente no recuerda mucho de ella, pero gracias a fotografías sabía que al menos su belleza masculina provenía de esos rasgos heredados de ella.


Su infancia y adolescencia la vivió entre campos militares y bajo estricto régimen... régimen que se pasaba por el arco del triunfo al ser una alma libre y sin ataduras. Pero sabía que eso no podría ser durante mucho tiempo.


Como alfa, si no darás el alma para la milicia, tienes como límite los 17 años para vivir entre militares.


Víctor nunca se vio a sí mismo como un soldado, empuñando un arma o matando a personas. Tal vez el trabajo físico no fuera problema, pero desde que perdió a su madre, sabe que la vida es corta y no es justo perderla por conflictos. Él amaba la belleza, y la encontraba incluso en los escenarios más desolados. Decir que tenía un buen estómago no es nada, considerando que como cadete era llevado constantemente a zonas de conflicto para recuperar cuerpos o limpiar las zonas.


Lloraba cuando personas indefensas morían en sus brazos, y deseaba fervientemente salvar a todos y cada uno de los seres vivos que se topaban en su camino. Pero comprendió rápidamente que la vida es cruda y que cuando hay que tomar segundas oportunidades, debe aferrarse a ellas.


Y todo por unos ojos color chocolate.


....


Era la víspera de su catorceavo cumpleaños, y como todos los años, lo celebraba en camino a una zona de conflicto. Desde que estaba pequeño mostró aptitudes para el patinaje artístico, y su padre sólo consideró la idea de dejarle hacer lo que quisiera si desde los doce años a los diecisiete cumplía con sus obligaciones como cadete.


Muchas veces iban a ser misiones difíciles, y desde hace dos años se había dado cuenta que en realidad la vida era más triste de lo que pensaba. Pero tenía un objetivo, y su trato lo estaba cumpliendo de forma extraordinaria. El próximo año, cuando tuviese quince, iban a disminuir sus misiones y se podría empezar a presentar en competencias de patinaje artístico.


En la lejanía se escuchaban disparos, era obvio que se estaban acercando a su objetivo. Era una de las noches más heladas del año.


- Feliz cumpleaños a mí -masculló antes de adentrarse a la noche...


...


Llevaban dos semanas en plena pelea. Muchos de los que lo acompañaban eran humanos primarios, los cuales no temían enfrentarse cara a cara con los demás. Él al ser un alfa tenía como política evitar conflictos con los primarios.


Política que se fue al carajo cuando vio a un par de primarios arrastrar a un pequeño niño hacia un rincón.


Escenas como esas se repetían constantemente de forma lamentable. Mujeres, omegas y niños eran secuestrados por basuras humanas para descargar sus más bajos instintos. Al ser poca la cantidad de mujeres u omegas, encontrarlos era como una mina de oro. Terminaban siendo subastados en el mercado negro.


El problema es que todos en la comunidad hacían como si no los vieran.


Esos primarios se estaban llevando a un niño que parecía no pasar de los 8 años. El pequeño forcejeaba y luchaba con todas sus fuerzas, pero parecía no ser suficiente.


Y es entonces cuando un dulce aroma golpeó sus sentidos. Era como el aroma a pan recién horneado. Cálido, delicioso, entrañable. Y fue en ese momento donde supo el terrible peligro que correría ese pequeño. Ese aroma provenía de él, era sutil y tenía una pizca de pánico, pero era perceptible. El pequeño era un omega.


Como si la vida se le fuera en ello, corrió tras los captores, cerrándoles el paso. Ambos hombres eran más grandes que él, pero no por eso iban a ser mejores. Uno se le fue encima pero él logró esquivarlo rápidamente y darle un certero golpe en el estómago, que lo dejó inconsciente. Por el rabillo del ojo logró ver que al pequeño ya lo habían desnudado, y el pobre lloraba en el suelo sin control. El otro tomó al pequeño por el cuello y lo amenazó con degollar al niño si se acercaba más...


Su sentido alfa se alertó, vio que el pequeño comenzaba a sudar en exceso y que intentaba luchar, a pesar de sus temblores se aferraba a su vida y eso le atrajo al alfa.


Víctor liberó su presencia, para darle seguridad al niño. Casi escuchó decirle "sálvame" pero sabía que el pequeño no había movido sus labios para nada.


Lo siguiente fue una secuencia de hechos desesperados. El pequeño omega mordió fuertemente la mano que lo sujetaba por el cuello. Cayó y escuchó algo que rasgaba el aire. Al alzar la vista vio al hombre que acababa de morder siendo degollado por un joven cabellos de luna, la sangre del tipo salpicó un poco de su rostro, pero no le dio tiempo de limpiarse porque el chico de cabello de luna lo tomó entre sus brazos para salir corriendo de ahí.


Ese contacto ante su piel desnuda hizo hervir su sangre, y una sensación que nunca había conocido comenzó a surgir de su pecho haciéndolo respirar de forma irregular. El chico del cabello de luna lo llevó hacia un campamento y sintió el terror cruzar por su cuerpo ¿acaso le quería hacer cosas malas como los dos tipos anteriores?


No tuvo tiempo de reaccionar.


Víctor lo llevó directamente a su tienda, liberando todos su estral alfa para mantener a los curiosos fuera de la campiña. No sabía por qué pero estaba seguro de que ese niño correría peligro de dejarlo con sus compañeros primarios. Tal vez ellos no tuvieran problemas con las feromonas omegas que desprendía su pequeño cuerpo, pero sí sabía que estaban muy frustrados sexualmente.


Y ese niño era un foco para la tentación.


Vio al pequeño mirarlo, primero expectante, pero al mismo tiempo aterrado.


Buscó en su maleta algo con qué cubrirlo, vista su evidente desnudez, antes de llamar a su capitán.


Inmediatamente detectaron el comienzo en el celo del pequeño, y era necesario sacarlo cuanto antes de ahí. Al tratarse de un pequeño no podían administrarle supresores, así que tenía que ser enviado cuanto antes a la organización para protegerlo.


El pequeño los miraba expectante. Su pequeño cuerpo regordete, sus ojos grandes color chocolate, piel de porcelana y cabello de noche, estaba sufriendo ya los estragos de un primer celo. El comandante mandó a separar a Víctor del niño. Como alfa joven podría no ser capaz de controlarse.


Casi se destapa una pelea encarnada cuando el pelo plateado se rehusó en dejar al niño solo. Y es que algo en su ser le dictaba no separase de él hasta que estuviese seguro. No es que desconfiara de los demás alfas (ya estaban restringidos), pero esa inseguridad que transpiraba en pequeño lo incitaba a luchar.


El comandante se dio cuenta que sería inútil separarlos, así que lo dejó estar junto a él, además de otros dos alfas que lo detendrían en caso de que se le aventara al pequeño.


Y el pequeño de ojos chocolate supo que estaba equivocado. Que el chico de cabello de luna no era malo, y que de alguna manera lo protegería de lo que fuese que lo quisiera lastimar.


El niño cabello de noche lo miró fijamente y se le colgó a la solapa del uniforme.


Al día siguiente, parecía que el celo no había dado tregua, pero el pequeño parecía sentirse mucho mejor teniendo a Víctor junto a él.


Esa mañana habían despertado, Víctor le había dado una muda de ropa nueva pues la anterior la había dejado empapada de fluidos y sudor, y no sería sano para ninguno de los dos estar bajo esos aromas. Suerte para todos que sus instintos de alfa no estaban totalmente despiertos.


Ahora estaban almorzando juntos, aún bajo la mirada inquisidora de los oficiales que estaban dispuestos a saltar para proteger al pequeño.


T-thank you -musitó en una voz apenas audible -I'm sorry -volvió a decir, mirándolo a él y a los oficiales, comprendiendo ahora la situación.


No problem, Little boy -el chico cabello de luna le sonrió, con una sonrisa en forma de corazón que lo hizo darse cuenta que no había podido respirar bien -can you speak english? -el niño negó -do you understand me? -el pequeño asintió -ok, let me see... if you don't know how to answer me, just draw, ok? -le pasó un cuaderno y un lápiz.


I will try...


Mediante preguntas y dibujos logró saber que el niño era japonés (no coreano, como se lo planteó en un inicio), tenía 10 años aunque aparentara menos, se había separado de sus padres un mes atrás y que no había podido asistir a su examen de género, por lo que no sabía que era un omega.


So... Yuuri... How many zeals have you been through to this day?


Z-zils? -el niño no pareció comprenderlo, pero tampoco esperaba mucho, había pasado respondiendo toda la mañana preguntas, y dada su condición, era curioso que hubiese aguantado tanto antes de sucumbir ante el cansancio -what is it?


Yeah, zeals, that uncontrolable heat that you feel now... -el niño negó -is it your first time? -volvió a preguntar... haciendo señas para que el pequeño comprendiera a qué se refería.


Yes... it is -musitó el pequeño.


Él sabía que era muy rara la vez que algún niño sufría de un celo anticipado. No cuando el pequeño sólo tenía diez años. No era bueno, no existían dosis "pediátricas" de supresores, así que no sería tratado con medicamento. Pero a pesar de su celo adelantado, su cuerpo no estaba listo para embarazarse, no estaba maduro ¡caray! Era sólo un niño.


En la tarde el Teniente les informó que los Cascos Azules pasarían por el pequeño en la madrugada del siguiente día. No estaban muy lejos, pero la zona en conflicto no les permitía desplazarse con mayor rapidez.


En los ojos de Yuuri leyó el miedo. Ya había sido separado de sus padres, y había pasado por muchas cosas aterradoras durante ese tiempo. Ese día con Víctor había sido lo más reconfortante en semanas, y después de días sin comida apropiada, por fin había comido algo decente, aunque sólo fuera la comida seca que Víctor le había dado, eso era más que suficiente.


Víctor le intentó explicar qué iba a pasar con él. Que iba a ser trasladado a una zona segura, donde le ayudarían y le protegerían, además de enseñarle muchas cosas que le servirían.


El niño escuchaba su armoniosa voz, que sin llegar a comprenderle del todo, con su simple presencia supo que intentaba calmarle, y que pronto serían separados.


La mañana llegó lo mismo que tarda en llegar un suspiro. Con lágrimas en los ojos Yuuri se despidió de Víctor. Víctor sabía que posiblemente jamás volverían a cruzar sus caminos, sobre todo cuando él tenía un sueño que cumplir.


....


- Víctor ¡mueve ese trasero ahora! -gritó Yakov, jalándole el edredón y dándole una patada para sacarlo de la cama -¡si no sales ahora haré que te saquen de la competencia de este año!


Un perezoso Víctor de 26 años se sobaba la espalda al tiempo que se rascaba la cabeza. Su viejo tutor y entrenador estaba amargado. Al parecer su querida no había querido tener sexo y ahora se desquitaba con él. Sí, seguramente, por eso se enojaba que él disfrutase de su cama como lo hacía en ese momento.


Bueno, no, en realidad era su culpa enteramente. Yakov le había dicho que se durmiera temprano pero él no pudo dejar de ver en la noche la competencia asiática, que había pasado meses atrás pero que no dejaba de repetir una y otra vez, así que no pudo dormir hasta la madrugada. Y ahora el desvelo le pagaba la factura. Iba a su siguiente competencia cansado, ojeroso, y sin poder dormir en el avión debido a los constantes regaños de Yakov.


Yakov era un humano primario. Lo conoce desde que era niño pues su madre fue su alumna de patinaje. Él fue en la única persona que pudo confiar cuando salió de la militar, que sabía lo apoyaría en su carrera como patinador. Su padre también lo apoyaría, pero no podría estar presente. Así que él lo recibió como un entrenador estricto, un abuelo amargado, pero un apoyo confiable.


Y en todos estos años, donde pudo haber flaqueado, fue él quien lo sacó a flote.


Llevaban casi diez años juntos, desde que comenzó a entrenarle, y nunca jamás ha flaqueado al demostrarle esa presencia de hierro a su lado. Estaba seguro que de tener un abuelo, sería como él.


Han pasado nueve años desde que dejó la milicia, y cinco desde que entró en la categoría sénior en patinaje. Sin embargo, desde el año pasado una persona que él creía reconocer empezaba a destacar entre los patinadores séniores.


Hacía ya más de doce años desde la primera (y última) vez que lo vio, y aunque sólo pasó un día y dos noches con él, casi sentía que olía su aroma a través de la pantalla.


Estaba por comenzar la siguiente competencia en Italia de patinaje, y ahí sería donde se encontraría nuevamente con él. Había dejado de ser un niño y era todo un adulto, pero seguía teniendo esa mirada de chocolate que lo había atrapado desde la primera vez que se habían topado.


Habían llegado en la tarde, así que gracias al jet lag pasaría todo ese día durmiendo ("¡gracias husos horarios!" Musitaba enfurruñado, porque realmente quería ir a recorrer los bares de la ciudad). Al día siguiente Yakov se encargaría de todo lo referente a su inscripción, horarios de uso de pista y demás papeleos, por lo que al menos por ese día tendría todo el día para sí mismo.


Decidió visitar la Torre de Pisa, monumento Italiano que había aplazado su visita desde la última vez que estuvo por allá. El monumento inclinado le hizo pensar en que era un oriental haciendo reverencia, por lo que no contuvo una risita ligera. Hasta que un aroma peculiar llenó sus sentidos.


Era ese aroma a pan recién horneado. Suave, delicioso y cálido. Y él, no evitó el salir en búsqueda del rastro. Ese aroma era sutil, y gracias a los aromas de las personas aglomeradas en el lugar se perdía el rastro con facilidad, pero sabía que estaba ahí. El gentío era mucho, pero eso no impidió llegar en donde el aroma se sentía más concentrado.


Caminó por toda la calle Santa María, siguiendo ese dulce aroma. Hasta detenerse en Trattoria Toscana. Fuera de ella, sentado en una mesa se encontraba esa persona.


Ya no era aquél niño que vio por primera vez en un ambiente desolado. Ahora era mucho más alto y espigado. Vestía un pantalón deportivo negro, y camisa de manga larga azul. Traía una bufanda mal acomodada y lucía unos lentes de marco azul. Su cabello de noche peinado hacia atrás. Sin embargo, ese aroma de omega permanecía en él, sutil, delicioso. Y parecía que no era el único que se había percatado de ello.


Tres alfas estaban sentados atrás de él, viéndolo con caras que en definitiva no le gustaron para nada. En sus caras pasaban pensamientos pervertidos, y esos ojos lo devoraban con la mirada. No está demás decir que su alfa empezó a gruñir, y ellos lo sintieron.


No contaban con que uno de ellos desafiaría al hombre cabellos de luna, al acercarse al omega y, tomándolo del brazo, jalarlo hacia él.


Estuvo a punto de entrar a defenderlo, pero todo pasó en cámara lenta... el chico cabellos de noche había hecho un movimiento de judo que ahora tenía al otro alfa en el suelo, sometido, los otros dos al verlo intentaron intervenir, pero el hombre cabellos de luna ya estaba al lado de él, dispuesto a echárseles a la yugular de intentar algo.


Ellos sintieron el poderío de macho alfa de Víctor, por lo que no dudaron nada en salir corriendo de ahí, con el rabo entre las patas.


Víctor nunca había olvidado que sus genes de alfa eran fuertes, pero nunca se había metido en peleas debido a luchas territoriales o hembras. Sin embargo, las únicas veces que se manchó las manos fue para defender al chico de orbes chocolate.


Que ahora lo miraba fijamente.


Y sólo se necesitó otro latido del corazón para que llegara el reconocimiento mutuo.


Víctor era alto, muy alto. Sus irises azules resplandecían como el cielo... como el mar...


Su cabello aún brillaba como la luna...


Y su boca... esa boca en forma de corazón...


Comprendió al instante que aquél adolescente había dado paso a ese macho alfa, que hacía que cada uno de sus poros despertaran, y todo su ser se embriagara de su presencia.


Y Yuuri... su Yuuri... ya no era un niño. Aquél niño regordete, aterrado, y lloroso tras su primer celo, había dado paso a un hombre atractivo, cabello azabache, ojos del color del más delicioso chocolate.


Y su aroma...


Dios, si de alguna forma los había puesto en el mismo camino una vez más, no la desaprovecharía y se aseguraría de no volverse a separar de él.


Ese aroma seguía siendo gentil, cálido, que llenaba y complementaba su alma.


Pero también pudo percibir alfo más. Ese aroma te estaba invitando.


Claramente Yuuri los estaba provocando.


¿Por qué?


No pudo seguir pensando cuando el chico de cabellos de noche le rodeó el cuello con sus brazos.


Victor, I missed you so much...


Y el mundo se detuvo, cuando ese joven que conoció de niño le plantó un beso en los labios.

Notas finales:

Hola mundo!!! aquí la coneja loca pasando a dejar un nuevo capítulo


¡La historia arranca!


Tengo buenas ideas para este trasto, espero les guste


¿les gustó el cerdo en modo eros desde el inicio? ¡creo que no veremos mucho del tímido Yuuri al que estamos acostumbradas!


Al menos eso planeo.


Ya, bye, lean, vote, comenten, vean porno y dense.


 


¡Les amito mucho!


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