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Sweet Sixteen (Yuri on Ice- Otayuri) por Korosensei86

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Notas del capitulo:

Tras un viaje plagado de sorpresas, contratiempos y revelaciones, Beka tiene que volver a casa. Yuri acompañará a su ahora novio al mismo aeropuerto de dónde le recogió. ¿Podrá despedirse de él? 

La luz matutina de un 2 de Marzo salpicaba el cristal de las ventanillas desde las cuáles Yuri contemplaba el mismo trayecto que hacía algo más de un día recorriera de noche.

Llevaba todo ese tiempo sin apenas dormir pero no estaba cansado o tal vez no se sentía cansado debido a toda la adrenalina que aún corría por sus venas. A su lado, Otabek miraba por la ventanilla opuesta. Yuri había insistido en acompañar a su amigo en los asientos traseros del diminuto vehículo, en vez de ocupar el habitual lugar de copiloto junto a su abuelo. Quería saborear todos y cada uno de los escasos instantes que le quedaban de aquella visita de Otabek. Y ahí estaban, sin decir nada, mirándose ocasionalmente de reojo, como si aún estuvieran descubriéndose el uno al otro, pero cogidos de la mano. Habían estado toda una noche compartiendo secretos, abrazándose por encima de la casta barrera de las sábanas y compartiendo besos furtivos que no supieron o quisieron reprimir, al abrigo de la oscuridad.

Ahora, acunados por el movimiento del coche circulando por la circunvalación que los llevaba al aeropuerto, el silencio estaba bien, simplemente bien.


Yuri acababa de descubrir el amor. Se le había abierto como una flor en primavera, le había deslumbrado como un farolillo rojo que aparecía de pronto en plena oscuridad donde antes no había nada y Yuri se sentía como un pionero en plena selva amazónica, el primero de la raza humana en contemplar tan milagrosa belleza. Como buen adolescente centrado en sus propios pensamientos y preocupaciones, Yuri ignoraba que sólo a unos centímetros delante de él, su abuelo reprimía una risilla al observar a su nieto enamorado.

Llegaron por fin a la zona de aparcamiento y, como si de un bucle temporal se tratase, Yuri volvió a ser testigo de cómo su abuelo se enervaba con la dificultad de encontrar un lugar donde dejar el coche, cómo empezaba a discutir con desconocidos e incluso a insultarles, argumentando barbaridades tales como que estos jóvenes cogen demasiado el coche y por eso ya no se puede aparcar en ningún sitio. Por suerte para Yuri, ahora podía compartir tan esperpéntico momento con su nuevo novio y mejor amigo Otabek y reírse juntos de la situación, mientras Nikolai se desesperaba solo.

Fue conforme fueron abriéndose paso por las amplias salas del edificio, que Yuri se dio cuenta de pronto de cuánto había estado desperdiciando aquella visita de Otabek con todos esos malentendidos, dudas y peleas. Querría poder tirar a Beka de la chupa de cuero y pedirle que no lo abandonara nunca, que se quedara siempre a su lado, pero no tenía cinco años y no podía ser tan egoísta, o mejor dicho, ya era demasiado orgulloso.

Yuri observó en la lejanía cómo su Beka facturaba un equipaje que a penas había tenido tiempo de abrir y revolver en la casa de Nikolai Plisetsky. Parecía que el joven moreno albergaba la misma clama flemática que lo caracterizaba, si bien el ruso sabía por experiencia que las apariencias podían engañar en lo que respectaba al kazajo. Secreta y malignamente, Yuri esperaba que estuviera tan ansioso y nervioso como él, tan triste por la desgarradora despedida que los acechaba. Así debía de ser, si de verdad, le quería tanto como él decía.

A continuación le tocó el turno a Yuri, pues él también tomaba un avión algunas horas más tarde, pero con un destino mucho más cercano que el de Otabek. Si este volvía a su pista en Altyn, Kazajistán, él regresaba a San Petersburgo bajo la férrea directriz de Yakov. Bien pensado, era una estupidez pedirle a Otabek que se mudara a Rusia después de los años que le había costado regresar a su tierra natal. Sin embargo, ¿Qué haría Beka si se lo pidiera? El sólo hecho de pensarlo resultaba tentador para Yuri, pero estos pensamientos se vieron interrumpidos por la irrupción de una voz conocida.

—¡Yurio! —le llamó la inolvidable voz de Viktor en la lejanía.

Yuri suspiró de pura frustración. Había olvidado que todos los patinadores rusos, Yuuri Katsuki incluido, volvían juntos en el mismo vuelo a San Petersburgo, por lo que tendría que pasar tiempo con aquella cariñosa pero agotadora panda de locos que eran sus compañeros de entrenamiento. Gracias al cielo, Phichit Chulanot había vuelto horas antes porque en caso contrario, todavía seguiría ahí haciéndose selfies con todo el mundo. Viktor fue acercándose con Yuuri, siempre de la mano, como si hubiera encontrado a un siamés perdido.

Siendo justos, Yuri ya no podía disgustarse con la actitud pegajosa y ñoña de la feliz pareja, pues ahora que estaba a punto de separarse de Otabek, una parte de sí mismo parecía partirse y alejarse de él. ¿Se había sentido Viktor igual durante el tiempo que tuvo que regresar a San Petersburgo sin el cerdo? ¿Era por eso por lo que preparó todo a conciencia para que su amado japonés pudiera acompañarlo en breve? Aquella impaciencia, pesadez y nerviosismo empezaban a tener sentido para el rubio adolescente.

—¿Qué tal? ¿Habéis dormido bien?  —saludó Yuuri educadamente.

—La verdad es que hemos estado toda la noche hablando —admitió Yuri, algo avergonzado.

—¡Ah, la juventud! —suspiró Yuuri.

—¡Otro igual! ¡Es lo mismo que me dijo Yuuko! —se quejó Yuri. ¿Se puede saber qué rollo raro os traéis los japoneses con la maldita juventud?

Pero Yuuri se limitó a reír mientras pasaba su mano por su enmarañado y oscuro cabello.

—¿Hablando o haciendo otras cosas? —preguntó un sonriente Viktor guiñándole el ojo.

Parecía que al campeón ruso le importaba bien poco a escasos metros se encontrar el tutor del menor al que acababa de hacerle semejante insinuación. Afortunadamente, la constante compañía del japonés también podía hacer las veces de conciencia para la leyenda del patinaje.

-¡Viktor, no te metas con él! -le riñó Yuuri. - Perdona, a veces puede pasarse con las bromas.

—No me digas —terció Yuri irónico—.  Te recuerdo que lo conozco desde hace bastante más tiempo que tú.

Ante la observación , Yuuri Katsuki sólo sonrió plácidamente, mientras proseguía con su inútil tarea de peinarse con los dedos. De pronto, un peso inesperado se cernió sobre la indefensa espalda de Yuri, quién para su desagravio reconoció en seguida la identidad de su atacante.

—¡Mila, quita de encima! —gruñó.

—¡Anda! —exclamó la joven pelirroja, obedeciendo a Yuri más por pura inconsciencia que por haberle hecho caso realmente— ¿Cómo has sabido que era yo?

—Digamos que me he acostumbrado a tu peso de vaca obesa —escupió Yuri con malicia.

—¡Qué malo! —se quejó fingidamente Mila entre risas—. ¡Y yo que pensaba que echarte novio te ayudaría con ese horrible carácter tuyo! Por cierto, ¡Felicidades, bombón! ¡Y a ti también, Otabek!

—Gracias —respondió el kazajo, agradecido de que por fin alguien reparase en su presencia.

—Espero que me lo cuentes todo en el viaje de vuelta —exigió Mila con los ojos brillando de expectación—. Después de todo, sin que yo te diese la dirección, no habrías tenido tu final feliz.

Yuri chasqueó la lengua de puro fastidio. La sola idea de tener que aguantar los avances inquisitivos de una más que motivada Mila le bastaba para que le empezase a doler de la cabeza de una manera insoportable.

—Creía que ya habíamos llegado a un acuerdo sobre mi forma de compensártelo -le recordó Yuri.

—¡Qué dices! —le corrigió Mila—. Eso era por lo de la tarta. ¡Y eso me recuerda! ¡Otabek, pásame tu cuenta de Instagram, que dentro de nada tendré una cuantas fotos suculentas de Yuri para enseñarte!

—¿Cómo? —parpadeó un confuso Beka.

—¡¿Cómo te atreves?! —rugió Yuri escandalizado—. ¡Quedamos en que eso quedaba entre tú y yo!

—¡Os queréis callar y dejar de armar escándalo! —gritó de pronto la conocida voz de Yakov— ¡Si es que no se os puede dejar ir a ningún sitio sin que la arméis!

—A mí no me mires, Yakov —se defendió Viktor—. Yo me he callado lo muy enfadado que estoy por que Mila no me dejara probar ni un trozo de su tarta.

—¡Que te calles! —insistió Yakov.

—Yakov, ¿Qué haces aquí? 1preguntó Yuri confuso.

—Pues verás —explicó el entrenador—. Me alegro de que me lo preguntes. Resulta que eres el único de tus compañeros que tuvo la deferencia de avisarme de que se iba a ausentar. ¡El resto simplemente desapareció de la pista de patinaje sin explicación alguna y me he pasado los dos últimos días intentando encontrar a mi equipo!

—¡Ups! —exclamó Viktor mordiéndose la lengua travieso.

—Ya hablaremos cuando lleguemos a San Petersburgo —amenazó el irritado entrenador—. Os voy a hacer correr cincuenta vueltas al Palacio de Hielo.

En aquel momento, Nikolai Plisetsky que se había mantenido apartado de lo que él mismo consideraba, una conversación entre jóvenes patinadores, optó por dirigirse a Yakov y darle la mano.

—Me temo que no nos han presentado —dijo—. Soy Nikolai Plisetsky, el abuelo de Yuri.

—Encantado de conocerle —contestó Yakov tras darle la mano—. Soy Yakov Feltman. Permítame que le diga que tiene usted un nieto con mucho talento —En ese momento, Yakov se volvió hacia sus patinadores con gesto enfadado— ¡Sobre todo cuando obedece!

El grupo se dirigió hacia una sala de espera, donde pudieron tomar el asiento que les ayudara a sobrellevar los largos minutos y horas que les quedaban hasta embarcar. Poco a poco, las conversaciones se fueron fragmentando de forma natural. Yakov y Nikolai , quienes parecían haber hecho buenas migas, charlaban animosamente. Yuuri, Viktor y Mila reían recordando las anécdotas del viaje.

En contraposición con la algarabía generalizada, Otabek y Yuri permanecían en silencio, sentados uno al lado del otro, como si la mera compañía del otro fuera suficiente por sí misma y las palabras solo estropearan aquella perfecta sintonía que habían conseguido entre los dos. Yuri miraba de soslayo el imponente perfil de Otabek, preguntándose si el kazajo sentiría, bajo aquella expresión gélida, la misma costernación que él. Después de todo, él mismo le había asegurado a Yuri que nunca dejaba de observarle, si bien en aquel momento mantenía su inquisitiva mirada de halcón perdida en el horizonte. ¿Le echaría de menos tanto como él lo había extrañar?

—Ya queda poco —comentó Yuri en un tonto esfuerzo por empezar una conversación.

—Pues sí  —concedió Otabek con su parquedad habitual.

—No quiero que te vayas —admitió al fin Yuri, mirándole a los ojos y reprimiendo algunos indicios de llanto—. No, justo ahora.

—Volveré —aseguró Otabek, cogiéndole de la mano aun sin mirarle—. No pienso pasar tanto tiempo sin visitarte. ¡Y esta vez tendremos una cita como Dios manda!

—Te tomo la palabra —respondió Yuri sonriendo—. Mañana te pego un toque y empezamos a organizarlo todo, ¿vale?

—No sé qué decirte —contestó Beka, volviéndose para mirarle a los ojos con evidente ternura—. Esta vez los planes parecen no haber servido de nada, afortunadamente.

—Gracias por haberte enamorado de mi —dijo Yuri con un hilo de voz, tan bajito que sólo el kazajo le escuchó.

—Gracias por corresponderme —replicó Otabek, susurrándole dulcemente al oído.

En aquel momento, en cuanto el aliento de Beka rozó delicadamente su oído, Yuri se sintió flotar. Era evidente que aquel precioso instante de pura felicidad no podía durar para siempre.

—¡Pasajeros del vuelo A345B con destino Altyn, Kazajistán embarquen por la puerta 5! —chilló súbitamente la megafonía.- ¡Repetimos! ¡Pasajeros del vuelo A345B con destino Altyn, Kazajistán ya pueden embarcar por la puerta 5!

—¡Es la hora! —constató Otabek levantándose diligentemente.

Aquella certeza sacudió a Yuri con la violencia repentina de una ola traicionera, pero el adolescente no se permitió titubear ni desfallecer. Se había prometido a sí mismo disfrutar plenamente el poco tiempo que le quedaba junto a Otabek.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó disimulando en la medida de lo posible cualquier retazo de desesperación en su voz.

—Claro —respondió Otabek sonriendo tímidamente.

Ambos avanzaron hacia la puerta de embarque cogidos de la mano y envueltos en el mismo manto de silencio que venía acompañándolos toda la mañana, mirándose de reojo cada cierto tiempo, como si temiesen que el otro fuera a desaparecer de un momento a otro. Entonces, llegaron a la mentada puerta 5 y Yuri sintió como todo su mundo parecía desintegrarse bajos sus pies.

—Tengo que irme —sentenció Otabek con aparente indiferencia—. ¡Hasta pronto!

Otabek ni siquiera se giró para despedirse. Simplemente siguió caminando por la puerta de embarque saludándolo con la mano. Y Yuri se quedó con los pies clavados en el suelo, presenciando como la ancha espalda de su Beka iba empequeñeciéndose en la distancia. ¡Ah, otra vez esa involuntaria humedad rodando impunemente por sus mejillas! Yuri no supo cuando empezó a correr, sólo que terminó amarrándose a la huidiza espalda de su novio.

—Disculpe —le increpó una azafata—. Sólo los pasajeros con tarjeta de embarque tienen permitido el paso.

—¿Yuri? —llamó Beka extrañado—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Por favor —rogó el ruso—. ¡No te vayas!

Otabek se dio la vuelta, soltándose del débil amarre del ruso. Cuando Yuri lo encaró, su expresión de puro dolor hizo que el rubio se diera cuenta de hasta qué punto el kazajo compartía su desesperanza.

—Tengo que irme, Yuri —insistió con un cierto temblor en la voz—. Por favor, no me lo hagas más difícil.

Yuri se giró hacia la azafata que le había advertido para comprobar la incomodidad de esta. Una vez más, estaba montando un numerito. Después de todo, no era la primera vez que se despedía de Beka, ni la primera vez que se separaba de alguien querido y anteriormente había sabido llevarlo con una entereza casi impropia de su edad. ¿Por qué ahora no podía hacer lo mismo?

—Tienes razón —se disculpó Yuri entre risas, para disimular su ridículo. Se enjuagó las lágrimas con las mangas de su sudadera—. ¡Mira esto! Me prometí que no lloraría y ya me ves. Debo de tener un aspecto horrible, ¿verdad?

En aquel momento en el que sus miradas volvieron a reunirse, Yuri fue consciente de la fiereza con la que Otabek parecía querer devorarle. No supo cuando empezó a besarle, sólo que cuando quiso darse cuenta Beka lo tenía completamente sitiado contra la pared. Esta vez, se trataba de un beso feroz y hambriento, con un sabor picante y agridulce, como de paprika, que incendiaba su lengua sin piedad. Yuri no tenía ningún problema en dejarse quemar dulce e impíamente por la pasión imprevisible de Otabek. Cuando se separaron, jadeando como si hubieran intentado cruzar buceando una piscina olímpica de una sola vez, Beka todavía conservaba esa intensa expresión de lobo en su semblante.

—Escúchame atentamente, Yuri Plisetsky —le ordenó con un tono claro y firme—. La próxima vez que venga a este país, pienso secuestrarte. Te arrancaré de los brazos de tu abuelo y te haré mío. ¿Entiendes?

Ante semejante declaración de intenciones, Yuri se limitó a sonréir maliciosamente.

—Hablar es fácil —replicó con la altanería habitual—. Ya veremos si te atreves a hacerlo.

Otabek también le correspondió con una sonrisa rebosante de confianza y sin mediar palabra se dio la vuelta para seguir internándose en la puerta de embarque. Yuri también se volvió, pero en dirección contraria, intentando recobrar en su caminar algo de la dignidad perdida, no sin antes echar un vistazo a la expresión azorada de la desconcertada azafata quién aun se encontraba sonrojada con las manos tapándole la boca, señal de su tamaño estupor. El adolescente rubio disfrutó con cierta malignidad, burlándose para sus adentros de la pobre asistente de vuelo.

Sin embargo, cuando al salir de la puerta de embarque vio que sus compañeros de pista habían venido a buscarle, tal vez buscando subsanar los posibles daños que la despedida dejara en él, no pudo si no volver a caer. Muy a pesar suyo, se dirigió hacia la única persona que sintió que podía entenderle en esos momentos.

—¡Le quiero! —declaró Yuri de pronto.

—Lo sé —suspiró Yuuri cariñosamente.

—¡Dios, le quiero tanto! —lloró Yuri, amarrándose al japonés— ¡Que creo que me voy a morir!

—Venga, ya pasó —le acunó suavemente Yuuri.

—¡Que me sueltes! ¡Estúpido! ¡Cerdo! —gritaba el rubio, abrazándose a Katsuki cada vez con más fuerza.

Mientra tanto, Yuuri se encogía de brazos señalando al lloroso adolescente y Viktor ría tiernamente.

Algo más alejados, Yakov y Nikolai observaban la cálida escena con la certeza nostálgica de quién hace tiempo que ha dejado atrás las turbulencias de la juventud.

—Se hacen mayores, ¿verdad? —comentó al fin Yakov.

—Así es —confirmó Nikolai—. Ya no les hacemos falta. Ahora tienen otros apoyos a parte de nosotros.

—Pero siempre nos tendrán —afirmó Yakov posando su mano con aplomo sobre el hombro de Nikolai.

Y así, con una sonrisa, observando desde las sombras cómo Yuri temblaba entre llantos, Nikolai agradeció a su hija por haberle dado un nieto que supiera amar con tanta fuerza y valor.

Notas finales:

Bueno, ¡Pues ya está!

Terminé de escribir la historia de madrugada, aprovechando que al estar de vacaciones no tengo que levantarme temprano, por lo que si hay algo extraño es por culpa del efecto de las bebidas energéticas abandonando mi cuerpo XDDDD

 

A pesar de todo, me siento muy satisfecha de haber llevado a cabo y terminado este fic. Ahora la historia que pensé en mi cabeza, está disponible para quién quiera leerla. ^o^

Ahora tendré más tiempo para avanzar en mi otro fic "Amor y Vida", al que quiero dar un empujón y después de cierto tiempo, quiero empezar con proyectos nuevos si el factor tiempo libre acompaña...

Igualmente, no podría irme sin agradecer a la hermosa gente que ha estado leyendo este fic, semana a semana y a la gente que comentó. ¡Muchas muchas gracias! ¡Sois lo mejor! Espero sinceramente que os lo hayáis pasado tan bien como yo escribiendo este fic.

También me gustaría disculparme por si alguien aguardaba un lemon. Sorry, pero creo que estos chicos están en una fase demasiado temprana de la relación y sería forzar las cosas.

(En realidad, lo que pasa es que Otabek es tontaco y no se entera de que Yuri no quiere que ande con él con pies de plomo, si no que le den lo suyo... Eso es la culpa es de Beka, no mía XD)

Y sin nada más que decir, me despido. 

See you next level! 

 


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