Contra todo pronóstico, para cuando volvió a su cama, todo rastro de metalcore había desaparecido: en su lugar solo quedaba silencio. Así que, afirmativo, esa noche Jimin consiguió dormir.
A la mañana siguiente se despertó con una sensación extraña, como si lo de anoche hubiera sido un sueño o algo así. Aunque sabía perfectamente que había ocurrido de verdad.
Se dirigió a la cocina y allí encontró a su compañero de piso: un chico alto, moreno y de constitución bastante interesante, a decir verdad, que terminaba su tostada con Nutella a una velocidad impensable.
-Buenas, Jeon – saludó en un vago gesto de camino a la nevera – ¿Cómo va ese examen? – Vaya, apenas quedaban los restos del último cartón de leche. Tendría que bajar al chino a comprar o esperarse a mañana ya.
-Meh… Supongo que ahí va. Esta tarde toca matada 2.0. si quiero llevarlo todo bien de verdad – comentó el otro aun con la boca medio llena. –¿Tú qué? ¿Conseguiste dormir? No te había visto irte a la cama tan pronto desde… Bueno, desde nunca, qué narices – se carcajeaba tanteando el envase de zumo que tenía delante en la mesa. Jimin se quedó pensativo recordando la escenita de ayer con su vecino. Al fin y al cabo, Jeon no se había enterado de lo que ocurrió.
-Pues la verdad es que al principio no. ¿Sabías que nuestro vecino es metalero? Lo descubrí por las malas – ante la confusa expresión de su amigo, añadió – Lo tenía a todo meter y estamos pared con pared. Tú como llevabas los tapones y los cascos, qué te ibas a enterar – decidió pillar un yogur y ahora cogería unas galletas de la despensa.
-No oí una mierda la verdad. Pero, ¿entonces? O sea, ¿qué hiciste?
-Llamé a su puerta para pedirle que la bajara – A Jungkook casi se le sale el zumo por la nariz de la incredulidad.
-¡No jodas, tú! ¿A esas horas? ¿Y qué te dijo?
-Te puse de excusa – soltó en un murmullo apenas audible, aprovechando estar de espaldas a su amigo para alcanzar las galletas y este se levantó de la silla con la boca abierta.
-Me estás vacilando – ante la tímida negativa por parte del otro, se llevó una mano a la sien – Estás fatal, tú.
-Al final le tuve que decir que el que quería que la bajara era yo, así que tranqui. El único que ha quedado en ridículo he sido – y levantó el dedo a modo de señalizar que se refería a él mismo. Jungkook ladeó la cabeza, volviéndose a sentar.
-Flipando, tú. ¿Y al final, qué?
-Le supliqué y me dijo que era adorable. Fue un poco raro.
-¿¡Que le qué!? – No salía de su asombro, esto cada vez se ponía más interesante. Jamás había visto a Jimin volverse tan “valiente” ante desconocidos. – ¡Madre, tú!
-Solo se lo pedí por favor, ¿va? Al menos funcionó – rodó los ojos mientras se llevaba una galleta a la boca.
-Pero nadie llama adorable a otro así, de gratis. Igual le pareciste guapo, Minnie – y alzó las cejas antes de dar otro sorbo al zumo. Menuda se había montado en un momentito, y él se lo había perdido.
-Estás tonto. Eso de estudiar te afecta, ¿eh? –inquirió con sorna ante tal comentario. Kook se encogió de hombros, mascullando altanero:
-Al menos acabo sacando los exámenes – Jimin le fulminó con la mirada y el otro se terminó el zumo, señalándole aún con el vaso en la mano – Tira la basura. Está que revienta.
-Hazlo tú, no te jode
-Yo tengo que estudiar –Abrió el grifo del fregadero para echar algo de agua a los cacharros – Además, puede que igual te encuentres a tu metalero favorito – río divertido mientras hacía su camino de vuelta a la habitación, abandonando a un Jimin que suspiraba, mosqueado.
-Será gilipollas.
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Anudó la enorme bolsa grisácea que apenas quería salir de su contenedor, llena hasta los topes. Con ella apoyada en la puerta, se puso las zapatillas y cogió las llaves, dispuesto a salir. Menos mal que tenían ascensor, porque esa mierda pesaba una barbaridad. La próxima la tiraría Jungkook, se repetía en su cabeza con cara de pocos amigos.
Esperando a que llegara, se dio cuenta de que una parte de la bolsa estaba a nada de pincharse y chorrear un líquido que Jimin no descifraba lo que podía ser. Menos mal que en breves ya la tiraría y se olvidaría. Entró al cubículo y pulsó el botón del bajo pero, antes de las puertas se cerraran, una bota militar se interpuso entre ellas y se volvieron a abrir, descubriendo a su querido vecino. Jimin empalideció:
Maldito Jeon, ¿por qué tenía que acertar siempre?
-Vaya – fue lo único que salió de los labios del peliazul antes de entrar por completo a compartir espacio con él. Se apoyó en una esquina, pasando una pierna por delante de la otra, cruzándolas a la vez que sus brazos mientras echaba un ojo a su vecinito.
Fueron unos segundos agónicos en los que Jimin no sabía si quería decir “mu” o era mejor callarse para evitar frases como las de ayer. Sí, quizás era mejor la segunda opción.
Las puertas al fin se abrieron y Yoongi pretendía emprender su camino afuera cuando una de las tachuelas de sus botas rozó la bolsa y, ups.
En menos de un segundo, el doblez de sus pantalones y parte de sus botas quedaron manchadas por un líquido no identificado.
Lo que sí se podía identificar era el cabreo extremo que adornaba sus facciones ahora.
-¡Me cago en la hostia!
Jimin se llevó una mano a la boca.
Joder, joder, joder joder, qué chungo.
No había sido culpa suya (bueno, podrían tirar la basura estando algo menos llena), pero en teoría la había rozado él, no debería enfadarse demasiado con él… ¿No?
-La tachuela… Ha… - Bravo, Jimin, échale la culpa en alto. Alomejor lo de seguir callado no era tan mala idea, después de todo. Yoongi le lanzó una de esas miradas en las que realmente te planteas estar muerto.
-¡Si no llevaras la puta bolsa a reventar, vago de los cojones! ¡Mierda! – Exhaló aire de sus pulmones con rabia, mirando de nuevo a su pantalón – ¡Me lo vas a limpiar con la puta lengua!
Jimin seguía en shock desde la mirada letal, no procesaba ya más frases para que salieran de su boca. Pero algo tenía que decir, no podía quedársele mirando como un pasmarote.
-Subimos a mi casa y te lo... ¿Limpio? – Yoongi casi re ríe con el comentario, pero no. Solo esbozó una mueca de “Bitch, shut the fuck up” antes de decirle:
-Para eso subo a mi casa y me cambio, estúpido. –Se pasó la lengua por los dientes, meditando – Pero, ¿sabes qué? Vas a subir conmigo y, cuando salga, te los voy a dar y me los vas a lavar. Por vago de mierda.
Jimin tragó saliva. Cada vez se preguntaba más por qué seguía saliendo de casa, si sólo le ocurrían desgracias.