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Combustión [2Jae] por Raes

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Notas del capitulo:

PERDÓN la tardanza sdjfbhjsdf colgué u.u

Amar.

Diferentes conceptos, diferentes vivencias, diferentes experiencias le pueden dar un significado a este vocablo, y no hay definiciones erróneas, sólo distintas maneras de percibir lo que creemos que es el amor.

YoungJae ama muchas cosas, de las que cree que le hacen bien al alma y alegran sus días con tan sólo tenerlas en su vida. Ama las cosas dulces, incluso más que Mark. Los caramelos blandos, los alfajores de dulce de leche bañados en chocolate de repostería, las facturas con crema pastelera, los budines rellenos, los pasteles con crema y más chocolate. Incluso comer el manjar delicioso de dulce directo del pote, habito adquirido por Mark, por supuesto. Ama las semillas de la sandía, cuando el resto de sus compañeros lo llaman loco por creerlo, él las considera lindas porque sin ellas, la sandía se terminaría rápido y el disfrute por su sabor se perdería enseguida. Ama las frutas, lo ácido de las naranjas, de los limones –y no es que esté loco, pero chupar un limón a veces puede ser divertido–, el jugo de las peras, la textura de las manzanas, lo fácil de comer una banana. El melón, los duraznos bien rojos, las cerezas que tiñen todo a su paso, frutillas y muchas más. Ama la pintura, los tarros de colores vivos, mancharse el delantal mientras maniobra el pincel sobre el cuadro. Los lugares al aire libre, rodar sobre el pasto, correr bajo la lluvia –aun con el miedo a resfriarse y a tener que soportar las advertencias de JinYoung antes de enfermarse–, abrazar árboles e inspirar profundamente luego de que la lluvia cese. YoungJae ama muchas cosas, demasiadas quizá, y no puede evitarlo, es su naturaleza. Ama que lo mimen, que le abracen despacio, que le sonrían.

JaeBum, en cambio, ama la tranquilidad. Los espacios abiertos le provocan nostalgia, le da miedo, le hacen recordar forzosamente donde fue criado y abandonado, realmente. Detesta que le toquen, que le acaricien, y sobre todo, que digan cosas lindas a su alrededor.

No se consideraba romántico, ni mucho menos tierno, y es por eso que, cuando YoungJae llegó a la casa, luciendo como casi un humano pequeño indefenso y bonito, la idea de tener que compartir espacio con él, le asqueó. A sus ojos, YoungJae no era otra cosa más que un híbrido necesitado de afecto, de extremos cuidados, fácil de convencer y glotón. Era imposible para él tener que lidiar diariamente con el niño híbrido de gato. Mark no era de esa forma, ¿por qué el sí?

Poco a poco, ese carácter que creía haber formado como definitivo, se fue resquebrajando permitiéndole que otras características se colaran por las fisuras. Ya no detestaba tanto que lo tocasen, ya no se malhumoraba por oírles al resto decirse cosas lindas, y comenzaba a disfrutar permanecer fuera de la casa por largos períodos de tiempo. Le desagradaba un poco menos la presencia de YoungJae.

Y eso era una amenaza.

Había pensado que el necesitado de afecto era su menor, pero estaba equivocado; el que buscaba ser querido sin pedirlo, era él.

YoungJae se había vuelto alguien importante en su vida incluso antes de que se diera cuenta de ello. Y no le gustó. Porque disfrutar de todas esas cosas que antes las tenía prohibidas, provocaban que fuese más sentimental, más vulnerable, objetivo directo para que lo volvieran a lastimar.

Y comenzó a evitarlo, comenzó a alejarse de él y a no tener que recurrir a su compañía para distraerse o alegrarse. Pero entonces el malhumor regresó, sus ataques de furia se crearon desde la impotencia de no poder ser sincero ni consigo mismo y ver desde lejos, cómo YoungJae parecía suplantar su presencia con otro de sus compañeros, le dolía demasiado. Por eso no quiso encariñarse con él.

Los recuerdos volvieron, le atormentaron y todo por culpa de Mark que sospechaba no poseía filtros al hablar, las pocas veces que solía hacerlo.

No fue capaz de mirar a YoungJae, en cambio corrió hacia la puerta y la golpeó con toda la fuerza posible asustando todavía más a su menor. Tenía ganas de arrojar algo, de llenar su mente con ruidosos sonidos molestos para evitar pensar, descargar lo emocional de forma física y salvaje. Se consumió en tan sólo segundos, arrojándose contra la pared abatido.

El problema era él, no tenía por qué involucrar a terceros.

Y es por eso que YoungJae quiso salir de allí y encerrarse en su habitación, quedar al resguardo dentro y no arriesgarse a que JaeBum se desquitara con él. Le dolía dejarlo solo, pero ¿qué otra cosa podía hacer? En silencio, y temblando de pies a cabezas, avanzó hasta las escaleras...

–Lo siento, YoungJae.

... y se detuvo.

–Perdón.

La incertidumbre se apoderó esta vez de su mente.

–Siento que hayas tenido que pasar por todo esto. Siento que hayas tenido que soportar esta discusión. Y lo siento mucho.

Se le ablandó el corazón, se le aflojaron los hombros y sus ojos cayeron apenados al oírlo a sus espaldas. La dura sensación se trasladó a la garganta; era sensible, mucho, y escuchar a JaeBum así de quebrado no hizo otra cosa que removerle el estómago.

Se le acercó, a paso lento y pacífico, y le dejó continuar porque simplemente las palabras no salieron de su boca, estaba mudo y con tantas interrogantes dándole vueltas.

–Hay tanto que tienes que saber, te mereces cada una de mis explicaciones.

JaeBum era consciente de que estaba siendo débil, que estaba demostrando ese lado poco acostumbrado por él y que había descubierto hace relativamente poco. No podía pelear contra eso, era su naturaleza; desconfiada, cabeza dura, orgullosa y con aires de liderazgo. Sacó todo lo que su hibridación podría darle, obtuvo la peor combinación y la peor infancia.

–Hyung –balbuceó el menor– no sé, deberías... ir a dormir, esperar, necesitamos descansar y...

–No, YoungJae. –le calló, sacudiendo la cabeza con ímpetu. Sus ojos se alzaron y su mirada viajó hasta las singulares pupilas de su menor: siempre brillantes– Tienen razón. He esperado demasiado.

Arrastró su mano dubitativo con la esperanza de que YoungJae no la apartara. Entendería si eso pasaba, comprendería lo que sea que le dijera y sus razones, no estaba en posición de reprocharle absolutamente nada y, si después de su catarsis él seguía hablándole, viviría feliz. Pasar tiempo a su lado, compartirle su comida cada que miraban la televisión, tener que taparle con las mantas cuando lo veía temblar de frío cada que hacía su ronda nocturna silenciosa verificando el estado de sus compañeros, cada una de esas situaciones las extrañaba y anhelaba poder repetirlas.

Sintió la calidez al tocar la diestra de YoungJae y la atrajo sobre sus piernas, sentado en el suelo, y comenzó a acariciar el dorso con sus dedos.

–¿Cómo has estado? ¿Te ha dolido algo? No sé mucho acerca de ustedes, Mark no suele contarme la etapa de híbridos de gato. ¿La has pasado mal? Perdón por eso. ¿Has comido bien? Tengo algunos dulces escondidos, no confío en los más chicos, ellos husmean cada cajón cuando se les terminan las galletas.

Estando sumergido en cada leve roce sobre la piel de YoungJae, JaeBum no era capaz de mirarle al rostro y ver que éste, apenado y al borde del llanto, le miraba como si todas esas actitudes repulsivas jamás hubiesen pasado.

En su delante, no veía a otro que su hyung siendo sincero en cada una de sus palabras.

YoungJae perdonaba rápido, después de todo.

–Te falta poco, ¿cierto? Yo... no es que haya llevado la cuenta, pero es fácil de percibirte a pesar de que no sepa cómo es. Supongo... –JaeBum limpió los vestigios de lágrimas de sus mejillas, las que se habían acumulado al final de su mandíbula y estaban por caer. Cohibido, presionó la mano apresada por la suya con firmeza– que tu ciclo termina entre hoy y mañana.

Le estaba costando hablar, y YoungJae lo notó, no sabía si se debía al cambio brusco de ambiente o si hablar al respecto le incomodaba. Vaciló los ojos por los brazos de JaeBum y notó las marcas que JinYoung le había comentado días atrás.

Eran rojas, finas y se extendían por todo el antebrazo en diferentes longitudes. Había algunas profundas puesto que las costras saltaban a la vista enseguida, y otras ya rosadas se atravesaban como dibujos a lápiz. Acercó su mano libre y rozó las heridas con las yemas de sus dedos, pasando sobre los ligeros cortes con delicadeza.

–Hyung...

–Mark –le oyó responder escondiendo la cabeza hacia abajo–. Es bastante agresivo a pesar de la pacífica imagen que te vende.

Creía que los cortes habían sido producidos por accidente, no intencionales y mucho menos por otro de sus compañeros.

–He discutido con Mark hace algunos días –sintió un fuerte suspiro golpear en la mano que aun sostenía el mayor–. Él me había dicho que deje esta actitud tan infantil y que solucionara mis problemas... Me ha llamado infantil, a mí, teniendo a dos híbridos menores que corretean por la casa arrojándose cáscaras de naranja –YoungJae no pudo evitar reírse brevemente, pero su risa fue cortada cuando JaeBum le miró un instante, bajando la cabeza enseguida–. Yo seguía huyendo de ti y Mark seguía insistiendo, así que nuestra discusión avanzó un paso más cuando tuve la gran idea de empezar a arrojar cosas hacia él para que se callara. Había intentado sacarlo fuera de mi habitación a la fuerza, le sostuve de los brazos tan fuerte que él se quejó, y para liberarse... bueno, está más que claro lo que ha hecho. No le culpo, él vino con buenas intenciones pero yo no le quise oír, es más, creí que se estaba burlando de mí. Es ridículo, ¿no lo crees?

–Hm –asintió, retirando su mano de las heridas– cuando las noté creí que te las habías provocado recolectando leña. Ahora que lo digo suena tonto porque aun no es época invernal...

–Pero sí he ido hacia el bosque.

Lo recordó, la cantidad enorme de madera en el patio donde lo vio desde la ventana del taller de pintura.

–Libere mi exceso de energía cortando madera. Mi enojo, mi incontenible inestabilidad emocional me la desquité yendo y trayendo leña para el otoño e invierno. Papá no sabe nada de esto, sino lo hubiese preocupado. Era mi manera de desahogarme, mi salida fácil, la única forma que encontré para impedirme buscarte cada día.

Su pecho se contrajo, formándole un nudo en la garganta.

–Porque te quiero, YoungJae. Y perdón por eso también. Lo único que logré queriéndote, es lastimarte.

El mayor se atrevió a –por última vez antes de retirarse– mirarle a los ojos, y YoungJae le imitó. Los pequeños y afinados ojos de JaeBum brillaban de un intenso color rojizo oscurecidos por las finas hebras de cabello largo que caían por delante, una imagen mezclada entre melancólica y sensual. Le miró detenidamente, buscando más profundo en sus orbes ahora ocultos, tratando de ver lo que su hyung escondía, como si observándole pudiese leer esa información. Se paseó por sus pestañas, luego por las dos pequeñas marcas negras sobre uno de sus ojos y regresó su mirada a la de JaeBum.

Y le besó.

No fue pensado ese acto, lo hizo por impulso, por necesidad, por la sensibilidad de verle llorar y hablarle con palabras tan lindas y desde su arrepentimiento. Fue fugaz, desprevenido y tan repentino que el veloz contacto de sus labios dejó paralizado a JaeBum.

Cuando se alejó, abochornado y con ganas de hundirse en la tierra para no ver la luz del sol nunca más, YoungJae comenzó a respirar muy fuerte, totalmente agitado y al borde del llanto –nuevamente. Había sido egoísta y había arruinado el momento, quizá, podría catalogarlo de esa forma, de reconciliación con su hyung. Y se abrazó a sí mismo, rompiendo cualquier tipo de contacto con el contrario y se refugió en sus brazos no sabiendo dónde posar los ojos.

Tembló, pero fue un toque compasivo y muy delicado el que le hizo mirar hacia adelante. Una mirada que se perdió en cuanto otro beso llegó a sus labios.

~*~

Subían hacia el primer piso tomados de la mano. JaeBum le sostenía de la mano y a penas tiraba de él para subir cada peldaño de las escaleras. Estaban en silencio, anticipando lo que ambos querían y que probablemente los demás también sabían que llegaría. Desde lo alto, YoungJae visualizó la planta baja hecha un desastre, con los adornos de los muebles desparramados por el suelo y la sala descolocada de su típica imagen organizada. Un nuevo tirón le llamó la atención alejándola del desorden para posarla en la unión de sus manos; había entrecruzado los dedos con los suyos.

El toque se le hizo dulce a YoungJae y se sintió contrariado.

Adoraba los mimos sin embargo en esos momentos deseaba un toque más rudo.

–Hyung... –le detuvo, plantándose al final de las escaleras. Dada la inclinación de sus cuerpos, indicaba que la habitación de YoungJae sería su destino, por eso, entre unos segundos mudos le hizo detenerse para que le mirara– quiero ir a tu cuarto.

–¿Por qué? –la inquisición le hizo temblar las piernas.

–Porque me gusta el aroma de tu cuarto, y de tus sábanas. Y-

Y no le dejó continuar.

JaeBum le tomó del cuello y le dejó un pesado beso en los labios, rozando sin intención sus dos dientes prominentes los cuales le arrancaron un jadeo inconsciente, uno similar al que provoca comer helado muy de repente.

Entre pasos torpes, besos de por medio y sonrisas a medio formar, se adentraron en la habitación del mayor al final del pasillo.

La realidad detrás de cada roce y toque delicado de JaeBum, estaba las incontenibles ganas de exteriorizar su naturaleza. Estaba sintiendo la presencia de YoungJae más fuerte e intensa que cualquier otro día de su ciclo e incluso mayor que los días comunes en que estaban uno al lado del otro. Su aroma, dulce siempre, penetraba por su nariz de forma adictiva haciéndole ansiar por acercarse hasta el origen de tan deliciosa fragancia. Se tenía que controlar, no obstante, porque esto debería ser delicado, paciente...

–No puedo esperar más, JaeBum hyung.

Casi como una orden, YoungJae pronunció aquello dejando atrás la timidez. Después de todo aun estaba en su ciclo y había estado ansiando por esto desde hacía mucho.

Con los ojos completamente negros, YoungJae cayó de espaldas sobre la desordenada cama del mayor con el peso de éste sobre su cuerpo. Le devoró la boca, le besó con fuerza y profundidad, como si fuese la última vez que pudiese tener la oportunidad de hacerlo.

Las tibias manos de JaeBum se abrieron paso por debajo de la camiseta, echando su propio cuerpo hacia un lado para no recargar su peso completo sobre el del menor, y comenzó acariciarle la cintura, palpando más fuerte sobre el área del estómago. Sintió los músculos abdominales contraerse y un ronco jadeo inundar su boca obligándole a alejarse. Le miró y comprobó que YoungJae era tierno en cualquier situación: sonrojado, desalineado, excitado. Sonrió ante la imagen. Prosiguió con sus besos, esta vez bajando por su mentón con cortitos toques repetitivos en cada porción de piel, avanzando de a poco hasta su blanco cuello. La desesperación por explorar más llegó en el momento en que la mano de YoungJae se escurrió por sus cabellos, masajeando su cabeza mientras se dedicaba a besarle. Junto a las leves succiones, raspó sus dientes con dureza para dejarle una marca, mordiendo luego en el mismo lugar.

Ambos sabían el motivo de la inminente marca, y no les importó, ni que allí se quedara ni que fuese visible.

YoungJae escuchaba todo más nítido, cada beso y sonido que provocaba JaeBum sobre su piel, por su audición ahora más fina, llegaba a sus oídos de una forma lasciva. Quería gemir por la sensación de tener otras manos tocándole y a otra persona junto a él, pero la idea de sonar horrible le avergonzaba porque no se trataba de una persona cualquiera, sino de él, de JaeBum, el híbrido de que le descolocaba de un segundo a otro. Aun estando excitado su lado cuerdo le recordaba aquello.

El borde de su camiseta fue ascendiendo por su cuerpo despacio, haciendo imperceptible el avance hasta que alcanzaron el límite de sus brazos. No fue trabajoso quitárselo, en cambio sí seguir soportando su boca cerrada cuando los finos labios de JaeBum siguieron su curso alcanzando las clavículas. Se llevó la mano libre a su boca y se cubrió, ahogándose en un grito insonoro.

–No, Jae –le pidió el mayor retirando su boca de la piel. Le miró pacífico, a pesar de tener los ojos igual de oscuros que YoungJae– no te aguantes, quiero oírte.

Le acercó a su boca para besarle. No se cansaría jamás de disfrutar sus labios porque ahora que los había probado y descubierto a qué sabían, deseaba no tener que renunciar nunca a ellos.

Una de las manos de YoungJae continuó sobre la cabeza de JaeBum jugando con su cabello, la otra se aferró a las sábanas no sabiendo dónde más dejarla. Los besos parecían jamás detenerse, bajando súbitamente hasta su vientre. Las cosquillas le hicieron temblar y un profundo gemido se liberó en cuanto la lengua del mayor hurgó en su ombligo. Tiró del cabello entre sus manos y la acción sobre su piel se detuvo.

–Auch –se quejó el mayor, dirigiéndole una mirada cargada de picardía–. Entonces así será.

JaeBum tomó por ambos lados el cuerpo del híbrido menor aspirando por sobre el elástico del pantalón de YoungJae. La iba a sacar de un sólo tirón porque en serio estaba ansiando tener a su completa merced el frágil y bien sensitivo cuerpo de su menor.

Le había escuchado las demás veces, le había sentido cuando, aun encerrado en su habitación, YoungJae recurría a su autosatisfacción para calmar la bestia interna y soltaba gritos que si bien para él se quedaban retenidos dentro de las cuatro paredes, la verdad era que llegaba a oídos de JaeBum con completa nitidez. También lo había visto en las noches, casualidad de encontrarlo bajando hacia la cocina en plena oscuridad tocando con miedo sobre su entrepierna.

Fueron muchas las veces que se contuvo de no interceptarle y reclamarle para él mismo, de poseerlo donde fuese y en el momento que fuera.

Y ahora lo tenía allí, tendido sobre su cama, mezclado entre sus sábanas, sus almohadas, entregado a lo que quisiese hacerle. No se mentía en absoluto, cuando YoungJae le dijo que le gustaba el aroma de su cuarto, no pudo evitar imaginárselo sucumbido en un mar de gemidos y lío de sábanas, sudado y completamente desnudo. Tenerle ahí, mezclando su propio aroma bien dulce junto al inherente olor del ciclo por las feromonas y la fragancia propia de la habitación, le enloquecía. El ambiente comenzaba a saturarse lentamente de sustancias volátiles.

Tiró del borde de los pantalones pero antes de poder siquiera recorrer lo suficiente para dejar al descubierto su hombría, YoungJae se enderezó en el lugar tomando asiento. Le sorprendió la rapidez con la que se movió para imitar su gesto anterior; quitó la camiseta por sobre su cabeza dejándole en iguales condiciones.

–Ahora estamos iguales –festejó el menor, paseando sus ojos por los músculos del hombro de JaeBum. Se acercó a su pecho para besarle de igual forma que lo había hecho con él.

–No por mucho tiempo –se atrevió a contrariarle, empujando con cierta fuerza para hacerle caer sobre la cama.

JaeBum no iba a buscar la satisfacción propia por medio de YoungJae. Enfocado en hacerle sentir de la mejor manera al menor, no iba a permitir que se distrajera con otra cosa que no fuera a hacerle soltar los más melodiosos gemidos que ansiaba escuchar. Retomó su posición tirando de los pantalones junto a la ropa interior, dejando en libertad su miembro despierto. Arrojó ciegamente las prendas al suelo, junto a sus calzados, y se detuvo unos segundos a admirar el cuerpo pálido de su menor.

Era más bello de lo que pudo haber imaginado. Estaba rojísimo de rostro, amenazando con avanzar hasta su cuello desatendido por un tiempo. Las marcas moradas en la base del cuello y las clavículas se le veían bien, hacían hablar a su piel y notificar que su cuerpo era de alguien y que nadie más podía acercársele. Era hermoso de pies a cabeza, con la piel más linda en cualquier híbrido, con los lunares más preciosos como gotitas de pintura oscura salpicadas por aquí y por allá. Y ante tanta observación YoungJae tomó una almohada para cubrirse donde los ojos de JaeBum estaban puestos.

–No sigas mirando.

–¿Por qué? Si eres hermoso.

Trepó sobre el cuerpo del menor y se acercó a besarle con menos intensidad pero profundamente. Introdujo la lengua jugueteando de igual forma con el músculo bucal de YoungJae. Siseó sus manos por su torso llevándolas hasta el bajo vientre, desafiando la paciencia del híbrido menor que había comenzado a retorcerse por sospechar dónde iba a tocarle. Pero no lo hizo. En su lugar, tomó una de sus piernas y la elevó, cortando la unión de sus bocas y echándose hacia atrás. Besó la cara interna de sus muslos, comenzando por sus pantorrillas, deteniéndose a aspirar su característico aroma.

YoungJae le miraba no sabiendo qué hacer, podía oír los roces de las pieles y le excitaba demasiado saber que JaeBum gustara mucho de su fragancia natural y artificial por las colonias que utilizaba como perfume. Estaba recostado, sintiendo las caricias en ambas piernas y los besos húmedos repartirse en sus dos extremidades.

Quería algo más fuerte.

En la zona cercana a su miembro, JaeBum se detuvo especialmente a besar sobre una de esas manchitas oscuras que jamás creyó habría allí. Un lunar, lindamente situado como un grano de cacao en un mar de leche, contrastando con la nívea piel de YoungJae. Y justo allí, agachado entre las piernas largas y blancas de su menor, sin anticipación metió dentro de su boca la entera longitud ya húmeda.

Gimió alto al sentirlo. YoungJae tiró de las sábanas debajo de él cuando la calidez envolvió su miembro de pronto. La imagen de JaeBum tragándose en repetidas ocasiones su miembro y provocando los sonidos más lujuriosos en la habitación, le voló la cabeza. Echó la cabeza hacia atrás por las fuertes sensaciones tirantes dentro de su cuerpo, convergiendo todas en su pelvis. Jamás hubiera imaginado que así se sentía recibir sexo oral, la caliente cavidad envolviendo su extensión, humedeciendo mucho más su falo y presionando excepcionalmente con sus labios en la punta alrededor del glande. Estaba maravillado y en las nubes, con los ojos cerrados y los labios abiertos. Sintió caricias nuevamente, en sus muslos y en su propio miembro, bombeando con ímpetu antes de regresar a la ardiente boca de JaeBum.

–Dios, Jae, gime más alto.

YoungJae obedeció, alcanzando notas altas entrecortadas entre aire y aire. Ya no se contenía en absoluto.

Las últimas succiones que hizo JaeBum fueron más enérgicas, dejando maliciosamente al menor cerca del clímax.

–Hyung... –le llamó gimoteando por la brusca interrupción– necesito, en serio... necesito algo más fuerte... Te necesito dentro.

Basta de juegos.
Basta de frases escondidas.

Basta de callar lo que realmente quería.

JaeBum se separó de él, sonriéndole con suficiencia. Desabrochó sus pantalones, YoungJae quería hacerlo pero en cuanto quiso acercarse, el mayor se lo negó. Retiró las prendas y, al igual que con las del menor, soltó la ropa donde sea.

La imagen en frente se le hizo sumamente excitante. YoungJae observó su cuerpo; estaba más tonificado que él, los músculos de sus brazos, de su abdomen, los de la pelvis que suelen asomarse por sobre la línea del pantalón, hasta sus muslos. Todo en él le parecía perfecto. Un brillo bronceado bañaba su piel, supuso que por las veces que se escabullía al bosque sin la debida protección. En cambio, el cuerpo de YoungJae era completamente blanco, siempre con protector solar cuando salían de paseo o con sombreros para evitar el sol.

El contraste de sus pieles seguramente sería digno de admirar para alguien que pudiese verles.

Por un momento YoungJae cerró los ojos, maximizando las sensaciones recorriendo su cuerpo. Eran como fibrillas atadas una después de otra, esparcidas por su completa anatomía, tirando todas al mismo tiempo cuando JaeBum lo tocaba. Se le erizaban los vellos, le quemaba la piel.

Le dolió cuando dijo que prepararía su cuerpo, y estaba seguro de ello, pero su excitación fue más fuerte y los constantes besos y lamidas desparramados por su estómago le distrajeron hasta que el dolor fue aminorando. JaeBum rodeó su cintura volteándole boca abajo, colocando una almohada entre la cama y su estómago.

–YoungJae... –el ronco vibrar de la voz del mayor llegó por detrás de su nuca–seré...

–Házmelo como quieras, hyung.

El mordisco en su hombro le hizo jadear.

JaeBum le besó las escápulas mientras se posaba cómodo sobre su cuerpo. Había estado muriendo por hacerle esto a Jae que, ahora que podía concretarlo, se sentía fuera de mundo.

El primer gemido que soltó jamás lo olvidará.

Separó ambas partes del trasero del menor y sin aviso se introdujo dentro.

Sus gemidos estaban acompasados, a cada choque de pieles un agudo jadeo irregular abandonaba los labios del menor y un ronco gruñido lo envolvía en el aire. La fuerte sensación de saber que de alguna manera estaban volviéndose uno, era suficiente estímulo ahora, oyendo cada golpe de pieles en cada embestida profunda que ejecutaba el mayor. Se abrió paso, aun más, introduciéndose lo máximo posible y visualizando de vez en cuando cómo YoungJae le tomaba tan fácilmente y su miembro se perdía en su interior.

–Quiero verte, Jae... Quiero verte llegar.

Disfrutaba de tener la hermosa espalda blanquecina debajo de su pecho, lamer y besar su piel con lunares seguramente desconocidos para YoungJae, sin embargo deseaba mirarle al rostro mientras le estuviese penetrando. Quería mirarle a los ojos y decirle así cuánto le quería y que de ahora más, sin importar qué, le iba a cuidar, proteger, le iba a acompañar cuando se sintiese mal y también lo dejaría solo cuando necesitara descansar, o pensar, o pintar para desestresarse si fuera necesario. Quería que le mirase mientras le hacía el amor, porque en verdad eso era. JaeBum sentía muchísimas cosas por él, todas mezcladas que ni él mismo las podías ordenar para darles una palabra correcta, pero que todas tenían algo en común: YoungJae.

Salió del cuerpo del menor y le hizo girar otra vez, envolviendo sus blancas piernas alrededor de su cintura. Le sostuvo con una mano para que no se sacudiera y nuevamente se introdujo en él. Comenzó lento, observando cada mueca de placer que YoungJae hacía, desde abrir la boca a veces con mayor amplitud, hasta notar la nuez de su garganta correr de arriba hacia abajo. Era hermoso, y no podía parar de pensarlo. Arrastró la otra mano hasta su cuello, acariciando justo sobre su garganta y presionando hasta sentir su pulso; un acto de dominancia.

–Estoy cerca, lo siento... –articuló el menor, quitando la mano de su cuello y llevándola lo más lejos posible extendiendo por completo su brazo.

JaeBum aceleró sus movimientos, inclinándose sobre el cuerpo del menor y por consecuente elevando las caderas. Presionó con fuerza para impedir que se apartara de su miembro cuando sintió su propio fin acercarse. Los jadeos comenzaron a ser más arrítmicos y desordenados, igual que los movimientos.

–¡YoungJae!

En un alto gemido, JaeBum presionó a fondo y se quedó allí liberando toda su esencia dentro del cuerpo del menor, soportando su propio orgasmo que le hizo temblar el cuerpo. Tomó, luego, el miembro de YoungJae y comenzó a masturbarle para acelerar su llegada al clímax.

–¡Agh!

El gruñido de YoungJae salió desde el fondo de su garganta, sujetando con fuerza la mano de JaeBum mientras que su estómago, pelvis y piernas tiritaban involuntariamente.

El mayor fue abandonando progresivamente el cuerpo cansado y sudoroso de YoungJae, trepando sobre y recostándose a su lado. Estiró la mano libre hacia la cajonera al lado de su cama y sacó una servilleta de tela con la cual se dedicó a limpiarle las piernas y cualquier vestigio visible de semen esparcido. Aun sus manos estaban juntas, ahora ubicadas sobre el pecho del menor. Sintió su corazón palpitar con fuerza y se enterneció por eso.

YoungJae era sensible en muchos aspectos, y uno de ellos, era el de quedarse dormido enseguida luego de alcanzar una cumbre tan excitante y luego descender de sopetón.

Se encargó de cubrirle con las sábanas y acomodar una almohada debajo de su cabeza. JaeBum se le quedó mirando unos cuantos minutos, notando sus propias marcas esparcidas por diferentes partes de su piel. Le acomodó e cabello y cerró los ojos, cansado también, esperando que al despertar, nada de esto fuese un sueño.




Notas finales:

Les subo el final también ♥


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