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Combustión [2Jae] por Raes

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  Le gustaba tocarse.

En realidad lo aceptó recién cuando cumplió los dieciocho años de edad.

Para ser franco, YoungJae se sentía incómodo con todo el tema de la sexualidad en híbridos, y lo aceptaba porque a sí mismo no podía mentirse. Asistió por aquellos años de colegio a una institución especializada en mezclas, donde, junto a sus otros seis compañeros de casa (y amigos también) salieron egresados en diferentes años, por la edad. No era para nada asombroso ni llamativo, mucho menos objeto de burla, que una vez al año todos los concurrentes se ausentaran por casi una semana a las clases. Un híbrido, sea del animal que sea, transitaba por una etapa de siete días al año donde su cuerpo se volvía muy inestable. Lo llamaban "ciclo", pero ciertamente estaba mal dicho. El resto del año también tenían ciclos, pero no eran tan intensos como el que los obligaba a –prácticamente– aislarse del resto de personas.

A sus catorce años empezó todo. Había leído en revistas de adolescencia humana, que esa edad era para los varones, una edad promedio donde comenzaban a desarrollarse. El físico crecía, la voz cambiaba, y ese abrupto crecimiento les volvía algo torpes. YoungJae comprendió que por algo así transitaría, todo culpa de las hormonas que su cerebro se encargaba de dictar información. Sin embargo, no sólo eso lo incomodó, sino saber que arraigaba un detallito nada menor; la sexualidad. En humanos (porque esas eran las únicas revistas que él poseía, de contrabando) los varones se volvían más "activos" a causa de las mismísimas hormonas antes mencionadas. Si bien a ellos no los enloquecía, para los híbridos esto no pasaba desapercibido.

Le había incomodado el calor corporal, demasiado, era invierno y no podía abrir las ventanas por miedo a resfriarse. Con catorce años de edad y siendo su primera vez viviendo el ciclo, YoungJae pudo con suerte acurrucarse en su cama a suplicar que se calmase y que al despertar todo se arreglaría. Le dolían las piernas, el estómago y por sobre todo "eso de ahí abajo". YoungJae ni siquiera podía decirlo en voz alta, menos podía auto complacerse para tranquilizarse. Los demás días se mantenía en la ducha; dejaba el reproductor de música encendido mientras la tibia agua cubría su piel por completo. Aprendió que de esa forma, distrayendo su mente en cosas que le gustara mucho, podía alejar lo que su cuerpo pedía. Y eso era placer sexual.

A los quince las cosas no cambiaron mucho. Con la vuelta del ciclo intenso, YoungJae ya estaba preparado. Había adquirido una bañadera exclusiva en su propia habitación (así nadie más sería capaz de usarla) en la cual se metía por largas horas a relajarse oyendo música jazz con mezclas de piano. Vertía jabón líquido para formar burbujas y espuma, y así no tener que mirar através del agua, ni sus piernas ni su pene. Sí, a esta altura ya era capaz de decirlo en su mente, sólo en su mente, había probado hablar fluidamente y llamar a las "cosas" como son, pero le había resultado vergonzoso. Se preguntó si así de difícil les resultaría a sus hyung, qué cosas harían para acallar el demonio lujurioso de sus cuerpos. Pero tampoco podía ir hacia sus mayores a tocar la puerta y preguntar "Hey hyung, ¿cómo sobrellevas tu ciclo?Dios, no.

La situación comenzó a hacerle dolorosa a los dieciséis. Se arrepintió por no haber prestado atención la vez que una doctora y su madre adoptiva los reunieron a los siete, para conversar acerca de la etapa odiada por todo híbrido. Recuerda que no quiso escuchar, que viajó lejos de la residencia rememorando viajes de vacaciones o días en la escuela. Era bochornoso tener que contar sus intimidades, peor hacérselas saber a los demás. Su ciclo siempre había sido privado. Tener a JaeBum y Mark cerca, mayores que él y también híbridos de animal, le enrojecía la cara sin darse cuenta. Definitivamente tenía que huir mentalmente de ellos. No obstante, se dio cuenta que ahora esos detalles e información que seguramente la doctora les brindó, las estaba necesitado muchísimo.

Probó primero con una almohada encima. Se había reído por su accionar, se veía tan infantil haciendo eso, más no se encontraba listo aun para tocarse directamente si no era por un baño de limpieza. Colocada la almohada pequeña sobre su bajo vientre, había presionado sobre ella y por ende, sobre su miembro, haciéndole gemir sin darse cuenta. Se tiñó de mil colores cuando el sonido abandonó sus labios y se imaginó la cara de los demás oyéndole de esa forma. Estuvo alrededor de cinco minutos inmóvil en la cama, con la mirada fija en la puerta, esperando el momento para evaporarse por si alguien ingresaba; el pánico lo había paralizado. El miedo fue suficiente para hacer que su miembro duro se calmara. De todas formas, el día siguiente a ese, YoungJae repitió su idea; tomó la misma almohada, la colocó sobre su entrepierna y frotó sobre ella fuertemente. Esta vez más precavido, trabó la puerta y mordió una camiseta para acallar sus jadeos de placer. Fue la primera vez que lo hizo y se sintió tan bien, que le hizo replantearse la idea de si estaba mal tocarse a sí mismo.

A los diecisiete no se aguantó más.

Y a los dieciocho lo aceptó. Le gustaba demasiado masturbarse.

No es como si fuera un extraterrestre (híbrido no entraba en esa categoría), YoungJae gozaba de tocarse a sí mismo y complacerse acariciando su miembro mientras callaba sus gemidos entre las mantas, imaginando que las manos no eran suyas. Lo había leído tiempo atrás, estaba bien masturbarse porque es algo natural, el deseo sexual, pero también había leído que mucho no era sano. Su lógica le dijo que eso aplicaba para humanos únicamente, así que estaba a salvo.

A los diecinueve años de edad su vida sexual se fue a la mierda. Porque necesitaba ser tomado. Y no sabía cómo hacer ni dónde pedir. Inclusive se le pasaron por los ojos la imagen de sus compañeros y no, no podía siquiera imaginarlos ni tenerlos como opción. No. No estaba bien. Desde la vez que introdujo sus propios dedos en su cuerpo, sintió el deseo de que algo más grande lo llenara, que alguien más tocara su cuerpo, y que alguien, quien fuese (nubosidad provocada por el ciclo) estuviese acompañándolo hasta que alcanzara el punto más alto de su excitación. Ya no bastaba con las masturbaciones en la bañera, ni los videos que descargaba al celular, tampoco acariciarse y chupar los dedos haciéndose la idea de que era otra cosa lo que lamía, necesitaba a una persona.

Maulló lastimero en su cama. No maullar de gato netamente animal, sino un quejido demasiado agudo para un humano. Veinte años y juraba que iba a mandar al diablo a quien sea que se le acercara con intenciones de tranquilizar su etapa. Él no quería tranquilidad, no obstante otra no le quedaba.

Serpenteó entre sus sábanas para ir directo hacia la ducha a lavarse. Ya era la tercera sábana en el día que iba a cambiar por haberla manchado. Recién comenzaba su ciclo horrible de una semana, un día pasó volando porque fue el más leve, conforme pasaban las horas el cuerpo le ardía en ciertas zonas por el estado al que entraba. Constantemente se frotaba sobre la piel, eran como auto mimos que se hacía para poder calmarse mientras anduviera con sus compañeros compartiendo un mismo lugar. De preferencia, YoungJae rechazaba invitaciones de cualquier plan que estuvieran planeando –valga la redundancia– aun si fuese una reunión para tirase al suelo frente al televisor y mirar la tele todos juntos.

Pero Jackson debía abrir la boca, como siempre.

–¿Qué les parece si luego de cenar miramos alguna película?

YoungJae gruñó bajo metiendo el tenedor con un trozo de carne a la boca. Más evidente imposible. JinYoung le observó unos segundos al oírlo puesto que estaba sentado a su lado. No entendiendo su extraño sonido, volvió a concentrarse en su plato ignorando el ceño fruncido del híbrido de gato a su lado.

–¡Uno de perros! –exclamó Jackson, como si de pronto la idea le hubiera hecho saltar emocionado– ¡Sí! sí, de perros.

Nuevamente, JinYoung volvió a observarle pero esta vez no fue el único. YoungJae luchó por tranquilizarse mientras masticaba su porción y elevó la cabeza para sonreírle y hacer de cuenta que nada le estaba pasando, sin embargo en su trayecto, cruzó miradas con Mark del otro lado de la mesa. La comida se le atascó en la garganta que le hizo toser, siendo socorrido enseguida por YuGyeom sentado en uno de los extremos de la mesa, justo a su otro lado.

Le brillaban los ojos de un amarillo intenso. Mark lo miró tan directo y fuerte que YoungJae fue capaz de sentir la rudeza. Esas miradas eran únicas y exclusivas en situaciones de dominancia, la manera de discutir entre híbridos de la misma especie. En este caso, envió otro tipo de mensaje que le hizo revolver el estómago y respirar de golpe, provocándole tragar la comida que recién había encajado entre sus labios.

–¡No! ¿Lo ves? Atragantaste a Jae por tu comentario estúpido –dijo JinYoung frotando su mano en la espalda de YoungJae.

–Eso no es cierto –replicó Jackson–, tienes miedo porque eres un hámster miedoso –agregó, apuntándole con el cubierto en el aire.

–Y tú un perro pulgoso.

En otras circunstancias, YoungJae habría reído fuertemente mientras sus dos compañeros batallaban entre comentarios bastante ridículos. Así eran ellos, vivían peleando porque sus gustos casi nunca coincidían y aun así, eran cercanos. Eran la personificación de la frase trillada "como perros y gatos" por más que JinYoung fuese medio hámster. En su sitio, bebió del vaso de jugo que el menor del grupo le alcanzó.

Se sintió traicionado cuando sus ojos inconscientemente buscaron los de Mark. Él seguía ahí, del otro de la mesa sentado junto al revoltoso de Jackson, pacífico y silencioso, mirándole con los ojos brillantes bien abiertos. Y la tranquilidad que pudo haber logrado luego de toser se fue al carajo. Mark deslizó el tenedor fuera de su boca tan lento por sus dientes, que YoungJae fue capaz de escuchar el sonido metálico arrastrarse hasta sus oídos. La visión le paralizó las extremidades. O el maldito se había dado cuenta y estaba jugando, o bien le gustaba provocar a quien fuera.

– Mejor una de acción –sugirió Mark, lamiendo el extremo del tenedor aun con la mirada fija en él–. ¿Te gusta, YoungJae?

Apartó sus ojos de los de él en silencio, tomando lo poco del jugo que le quedaba. Pero fue peor. YoungJae salía de una, para meterse en otra peor.

Al instante en que miró el otro extremo de la mesa, JaeBum le miró también. Tenía ladeada la cabeza y ligeramente elevada, dándole aires de superioridad. Eso no fue lo más llamativo, no obstante, puesto que en ese ángulo podía mirarle sin problemas desde el rabillo del ojo, como diciéndole "mírame, estoy por encima de ti y debes obedecerme" sino que eso a YoungJae le encendió muchísimo. Sintió una corriente fina e intensa atravesarle el cuerpo de cabeza a los pies, haciéndole nuevamente atragantarse con el líquido.

–¡Yah! ¡No... tires... comida! –de pronto Jackson se quejó, golpeando a un ruidoso BamBam y a un alocado YuGyeom.

El puré de papas había sobrevolado la mesa salpicando en varias partes. Otra vez, en otro momento, YoungJae ya estaría llorando de la risa por todo esto. Para empeorar su desgraciada noche, la comida salpicó en los cabellos de JaeBum, provocando que éste dejara la mesa de un salto algo molesto. El ciclo lo estaba afectando porque esa actitud hizo que encogiera sus piernas. Y para colmar su paciencia y elevar su tormento, Mark limpió la pastosa sustancia de su rostro y limpió sus dedos con sus labios, siempre mirándole.

–Gracias, pero yo paso –declaró YoungJae dejando su plato a medio comer. A su lado, JinYoung le tocó la frente. Aturdido, se quedó inmóvil.

–¿Te ocurre algo? Tienes fiebre. –informó.

–No, nada, estoy bien hyung –YoungJae agachó la cabeza–. Sólo... tengo sueño. Me iré a dormir.

Por voluntad propia debía salir de allí lo más antes posible. Dos de ellos habían provocado un terremoto en su interior y uno ni siquiera se había dado cuenta. Esto jamás hubiera ocurrido si fuese un humano normal, o al menos no tener que salir de la cocina deprisa como presidiario medio encorvado por miedo a que se notara su entrepierna: un para nada desapercibido bulto debajo de sus pantalones. Contrario a todo pronóstico, fue capturado de la muñeca en un agarre seco y firme, haciéndole jadear lastimeramente por el tacto.

Si YoungJae era sensible de audición por ser medio gato, en su ciclo era el doble y también al contacto.

Notó cómo una sonrisa mínima aparecía en el rostro de Mark, ya de pie situado detrás de JaeBum, con un dulce en la boca. ¿De dónde sacaría todas esas golosinas?

–¿Estás bien, YoungJae? –recién al oír esa pregunta, fue capaz de mirar a su opresor. JaeBum le sostenía del brazo ejerciendo suficiente presión como para indicarle que de no responder, lo obligaría. No se consideraba masoquista, por supuesto que no, pero estar de pronto dominado en un agarre le voló la cabeza junto a las ideas–. ¿YoungJae? –el mayor tuvo que repetir la pregunta para que éste saliera de su trance.

–Estoy bien JaeB-

–¿Lo estás? –la pregunta en tono grave de Mark interrumpió su respuesta.

Ahogó otro jadeo innecesario en su garganta. ¿Acaso le gustaba que le hablasen así? No lo vio, sin embargo JaeBum retó a Mark con un vaivén de cabeza para que se retirara, orden que el mayor entendió a la perfección alejándose con las manos elevadas. Alrededor, tanto BamBam como YuGyeom seguían enloqueciendo a Jackson que no paraba de seguirles el juego arrojando bolas de papel servilleta, mientras que JinYoung intentaba controlar la situación entrometiéndose en el medio. YoungJae forcejeó un poco, se quería ir, quería dormir... quería calmar su cuerpo.

–YoungJae –"deja de llamarme así" se quejó en un murmullo incomprensible jalando su brazo– ve a tu habitación y quédate ahí. Ahora.

Inmediatamente dejó de sentir la cálida piel rodeándole la muñeca, retomó su camino lejos de la cocina. Estaba mareado y caliente, para qué negarlo. Las indirectas de Mark, los toques de JaeBum, sus propios pensamientos formaron un coctel cargado de lujuria que lo embriagó dejándole débil. Quizá fue por miedo a esta situación que en sus pasados años de ciclo, nunca salía de su habitación más que en la madrugada para tomar un poco de comida y una botella de agua o jugo. Quería evitar a toda costa las provocaciones. Porque lo de Mark ahí en la cocina había sido eso, una jodida provocación. La pregunta era ¿por qué?

Se arrastró por las escaleras y las paredes del primer pasillo, en medio de un divague sin rumbo de cuántas canciones poseía en su celular y en la lista de reproducción. Loco no estaba, buscaba evitar que al llegar a la habitación gimiera demasiado alto por la estimulación de pensamientos, por ende distraerse un poco en cosas triviales era más que bienvenido. Cantaba la canción número tres de sus preferidas, cuando divisó frente a su puerta a alguien apoyado en el borde del barandal.

YoungJae no era un niño. Si le decían que se fuese a dormir porque era lo mejor, él obedecía, no era rebelde ni problemático, así que encontraba un poco molesto que JaeBum estuviese esperándolo fuera de su habitación para asegurarse de que llegara y no se perdiera haciendo otra actividad. Bufó cansado avanzando a la misma lentitud, cerrando los ojos y entonando sólo la melodía pacífica de la canción. La sorpresa llegó cuando se dio cuenta que no era JaeBum el situado fuera, sino Mark.

Su conseguida relajación se fue a la mierda, nuevamente.

Mark y su estúpida golosina.

Mark y su estúpida manía de jugar con el palillo del dulce.

Mark y sus estúpidos ojos brillantes y hermosos que dejaban idiotas a cualquier ser.

Mark y su estúpida presencia.

–¿Se... te ofrece algo? –logró articular YoungJae, simulando limpiar una mancha en su brazo.

–No juegues conmigo, YoungJae-ssi.

Dejó de rascar su brazo. ¿Cómo le había llamado?
Por inercia elevó la cabeza; error.

–Tal vez a los demás puedas confundir y hacer de cuenta que nada te ocurre, que estás cansado y que deseas dormir –comenzó diciendo Mark, bamboleando el dulce en el aire. A YoungJae se le hizo agua la boca–. Pero hay algo que no tienes en cuenta y eso me molesta, YoungJae.

–No... no sé a qué te refieres, hyung. Sólo estoy cansado –intentó disimular, acercándose más a su puerta.

–Ambos somos híbridos de la misma especie. Y estás en tu ciclo. Puedo sentirlo.

No.

Lo siguiente fue en cámara lenta.

Mark retiró el palillo del dulce de un fuerte tirón y lo arrojó lejos, sin cuidado. Bastaron dos segundos para que YoungJae sintiera que le rodeaban el cuello por detrás y lo tomaban del hombro acariciando sus clavículas. Y otro segundo para sentir el dulce sabor presionando sus labios.

No lo resistió, abrió la boca dejando que Mark le ordenara qué hacer mientras le besaba con una intensidad que jamás había experimentado. Sentía los finos y largos dedos del mayor acariciarle el cabello sobre la piel en la nuca, tornando la acción mucho más excitante. Estaba presionado contra la pared, acorralado e incapaz de pensar. Apoyó sus manos detrás buscando el soporte material de la pared, no queriendo tentarse y tocar a Mark. Sus labios dolían en cada movimiento y tener la bola de dulce rojiza entre ellos debía resultarle asqueroso. Debía, debía serlo. Debía poder apartarse y escupir la golosina lejos, empujar a Mark fuera de él, conservar algo de dignidad. Debía...

Fue la leve caricia que sintió en su pierna que le hizo alejarse para respirar. Y gemir. El lento y suave roce de las uñas de Mark le recorrieron los muslos, arrastrando la mano dulcemente sobre su piel, torturando la estabilidad de YoungJae. Esa caricia, de las bonitas manos de Mark, envió fuertes punzadas a su miembro. Su cuerpo ardía, dolía y pedía por alguien. Los dedos ajenos y traviesos continuaron su recorrido, subiendo de a poco el pantalón corto que YoungJae vestía, raspando a la altura de sus caderas. Estaba gimiendo, literal, estaba entregándose a Mark y no había hecho nada para negarse. Sus labios fueron de pronto nuevamente capturados, esta vez sin el dulce entre sus boca lo que facilitó hacer el correcto trabajo con la lengua. Bailaba en su boca, rozaba sus dientes y chocaba con la propia, Mark sabía lo que hacía, el maldito sabía lo que estaba provocando. El agarre de su cabello se hizo más fuerte, lo cual provocó que YoungJae jadeara por el dolor. Las uñas de Mark de ponto detuvieron su andar y sorpresivamente colocó su mano sobre el abultado miembro, liberando simultáneamente su boca. Paseó los labios por su cuello, raspando sus dientes prominentes por la piel, siendo duro con YoungJae. Éste jadeaba sin control, la sobre estimulación estaba agotando sus energías, en cualquier momento podría correrse y sin necesidad de haberse masturbado. Los besos humedecieron su piel, el movimiento sobre sus pantalones continuó y abruptamente, Mark se alejó.

–Deberías descansar –dijo éste, como si nada hubiera ocurrido–, mañana te sentirás mejor. Eso espero.

YoungJae, pasmado, le miró con los ojos entrecerrados, excitado a más no poder. Mark se tocó los labios con la misma mano que lo había tocado y repasó su lengua sobre los dientes enseñándole el par de colmillos puntiagudos.

¿Qué era esto?

Le vio irse por el pasillo caminando en completa armonía, hasta que desapareció al final pegando la vuelta.

YoungJae apoyó la cabeza en la pared detrás y se quejó abochornado. Le había besado intensamente, le había besado como nadie nunca lo había hecho y le había gustado. Muchísimo. Y cuando creía que finalmente podría saciar su sed de lujuria, lo dejó. Lo excitó y luego se fue. ¿Qué clase de persona hace eso? Pataleó en el lugar, sintiendo dolor en su entrepierna. Lloriqueando abrió la puerta de su habitación y se adentró en ella.

Nada. Cero. No le gustaba para nada el ciclo.

 

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