Ace miraba al mar desde la barandilla del Moby, se sentía cansado, no por haber dormido poco, sino por todo lo que estaba pasando, por la situación, los sentimientos que dicha situación le provocaba, los que no, los que debería estar sintiendo... Estaba hecho un lío. El sol ya se asomaba por el horizonte, y Ace no había dormido ni un poco desde que abandonó la habitación de Marco, declinando su oferta de dormir con él. Cuando escuchó que le pedía dormir con él, se limitó a ponerse la ropa y marcharse en silencio, sin siquiera mirarle.
Ace se quedó mirando el amanecer, sin pensar en nada, hasta que empezó a escuchar movimiento. Se pasó por la cocina, aprovechando que aún no había nadie, para coger unas cuantas piezas de fruta. Ese día no se sentía con fuerzas para aguantar las bromas amistosas de la tripulación, así que se escondería en el rincón más recóndito y oscuro del barco, rezando para que nadie le encontrase en ese estado. Cuando encontró un sitio lo suficientemente escondido como para que no le encontrasen, se acomodó ahí, dispuesto a no moverse a no ser que fuese estrictamente necesario. Necesitaba pensar, estar a solas consigo mismo un buen rato sin nadie que le molestase. Quería aclararse, saber lo que hacer a partir de ese momento. Nunca se había sentido así, después de todo esta no era su forma de ser. Él como mucho se cabreaba, y gracias al cabreo decidía que hacer. Por ejemplo, él se había hecho marine para demostrar al mundo que merecía vivir, y eso lo había decidido debido al cabreo que sintió cuando era pequeño y preguntaba a los lugareños qué habría pasado si Roger hubiese tenido un hijo. Pero ahora las cosas eran distintas, no sentía enfado, solo confusión, tampoco sentía que debía demostrar nada a nadie, así que realmente no estaba seguro de cómo proceder.
Estuvo varias horas con la mente en blanco, o quizá se durmió por un ataque de narcolepsia, hasta que de pronto se aclaró. "¿De qué vas Portgas D Ace? ¿Desde cuando eres tan patético? ¿No se supone que tú nunca te retractas? Sabes perfectamente lo que tienes que hacer" Se dijo a sí mismo con fuerzas renovadas. Se hubiese dado un puñetazo a sí mismo si hubiese podido. Se levantó, estirando cada músculo de su cuerpo entumecido por las horas sin moverse, y salió de su escondrijo, dándose cuenta de que el sol ya se estaba poniendo. Se encontró con algunos de los piratas, que le sonrieron, un tanto aliviados por encontrarle, a lo que él respondió lanzándoles una mirada gélida, más gélida aún que el reino de Drum. Así fue con todos los que se cruzaron en su camino, provocando que un murmullo se formase en torno a él, con la duda de si le había pasado algo en las horas que estuvo desaparecido. Nadie se atrevía a acercarse y preguntarle, ya que si antes era arisco con ellos incluso cuando estaban bromeando, ahora no se querían o imaginar que les haría si se acercaban, aunque no es como si no pudiesen defenderse, claro, después de todo, ellos eran los piratas de Shirohige, simplemente no querían llevarse mal con un posible futuro hermano. Los comandantes se preocuparon al verle así, reuniéndose para hablar sobre qué harían con la actitud del pecoso, y a qué se debía dicha actitud, a lo que todos los comandantes miraron a Marco con las cejas enarcadas. Todos sabían que la piña estaba detrás del pecoso desde antes de que subiera al barco. A pesar de que ellos hasta el momento no habían tenido mucho contacto con Ace, ya que creían que si les veía acercarse se pondría aún más a la defensiva por saber que eran comandantes, a los únicos que parecía darles igual esto eran a Marco y a Thatch, se preocupaban por él. Marco se excusó, diciendo que él no había hecho nada para poner así a Ace, sin embargo, se ofreció a hablar con él, poniendo la excusa de que era su deber por ser el primer comandante y la mano derecha de Shirohige. Aprovechó el momento en el que todos estaban cenando para ir a hablar con él, porque ese día Ace tampoco se presentó en el comedor para cenar, así que cogió dos platos de comida y fue a buscarlo, rezando para que no se le hubiese ocurrido subir al puesto del vigía. Subir con dos platos a rebosar en las manos era complicado. Por suerte para él, lo encontró en la proa del barco, mirando hacia el mar. Se acercó despacio, tratando de no asustarle. Cuando estuvo a su lado, se sentó, con la espalda apoyada en la barandilla y dejó ambos platos en el suelo, esperando que el pecoso hiciese lo mismo, y así lo hizo. Ambos comieron en silencio. Una vez que terminaron, Marco se preparó mentalmente para el interrogatorio.
-Ace... ¿Estás así por lo que hicimos anoche yoi? - Siempre han dicho que lo mejor es ser directo ¿no?
-He hecho ese tipo de cosas desde que me uní a la marina, Marco. Fue una noche más, bueno, una más no, es una de las mejores que he tenido, pero ya está. No significa nada para mí aparte de pasar un buen rato.
-¿Entonces?
-Soy marine, vosotros piratas. No tengo la intención de hacerme vuestro amigo. Sé que podría, después de todo, mi hermano menor es pirata y me sigo llevando muy bien con él a pesar de que ya no nos veamos mucho, pero no quiero llevarme bien con vosotros.
-Deberías hacer el esfuerzo yoi. Te recuerdo que estás en nuestro barco y que depende de nosotros si te dejamos ir o no -Marco dijo esto con una sonrisa algo macabra y con un ligero tono de amenaza
-¿Me estás amenazando, maldita gallina chamuscada? Si quisiera, podría irme de aquí en este maldito momento - Y como siempre, Ace se encendió, y nunca mejor dicho, a la mínima provocación.
En otra situación, Marco se habría limitado a mirar con su típica expresión de aburrimiento al contrario, pero había dos cosas que no toleraba. Una: Que se metieran con su Padre y su familia. Dos: Que se metieran con su Akuma no Mi.
Marco se levantó, poniéndose frente a Ace, quien se había levantado por la excitación, con aire amenazante.
-Escucha, niñato de cuarta -Avanzó un paso, pero Ace no estaba dispuesto a retroceder- Si hay algo que yo no permito es que alguien se meta con mi...
Si hay algo en este mundo que sea mala idea, sería a dos usuarios de Akuma no Mi peleando al lado de la barandilla de un barco, que evidentemente da al mar. No se sabe muy bien cómo pasó, así que lo achacaremos al calor del momento, porque de repente... Ambos, Marco y Ace, cayeron al mar, sin darles el suficiente tiempo como para reaccionar y evitar ese fatal destino.