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Haciendo irlandesitos. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

“The bride will lure you, cook you, eat you!
Your dear innocence boiled to feed the evil in need of fear”

- Scaretale, Nightwish

Una diosa. Arreglada, era una diosa. Irlandesa, con el cabello de ambar, de ambar celestial, de algún material precioso, ultraterreno. Semejante belleza, caída en tierra con sus labios carnosos, rosados, perfectos. Estaba palido como si estuviera hecho de algo mas fino que el alabastro; rostro, manos, bastaban para imaginarle ese color perfecto por toda su satinada piel, y Pacino lo hacia.

Lucia nerviosa, aniñada, cuando miro alrededor, el templo lleno de azucenas. Guirnaldas de hierbas y flores de cinco puntiagudos petalos enroscadas en las columnas entre vitrales, predominantemente en tonos frios, que brindaban un matiz claro, celestial.

Era como una columna mas, una anade, un espíritu medieval con aquel atuendo de novia, el mejor que habia conseguido confeccionar con lo que llevaba, desconociendo de antemano su figura.

Un cuello oval, que permitia ver un poco del nacimiento del mismo. Una cenefa bordada en flores de oro y diamantes laminados, marcando el corte imperio del vestido, corpiño ajustado, con frunces estratégicos para resaltar hasta la mas minima curva. Tampoco habia mucha tela hasta sus caderas, con la intensión de que el vestido fluyera con su cuerpo, voluptuoso en esa parte. Luego la falda tomaba vuelo, culminando en una cenefa como la de la parte de arriba, que incluia el perímetro de la cola, semicírculo de tela de medio metro de radio con una gran flor bordada, pequeñas que la acompañaban, ramas y hojas de oro necesarias para entrelazarlas.

Las mangas del vestido terminaban en una forma que recordaba la de los petalos de las flores, con una flor bordada sobre el dorso de la mano, una pequeña cenefa y las uñas espolvoreadas con polvo de oro. El velo era casi rustico, solo aquella tela de una blancura brillante hasta cubrir su espalda, enmarcar su rostro por delante, afianzado por una corona celta de entramada orfebrería, contornos de flores de oro dentro de un marco solido, centros de diamantes como pequeñas estrellas.

Un mechon escapaba de la corona y el velo, perfecto en cercanía con su rostro. Sus manos detenían un ramo de flores blancas, con mas fuerza de la necesaria.

La iglesia, el vestido, las flores… todo era mas hermoso que cuanto hubiera imaginado, pero el novio era incorrecto. Queria decirle a su papa que se detuviera, que avanzara mas lento, pero lo llevaba fuertemente sujeto del brazo, aunque no lo pareciera.

Trato de sonreírle al novio, pero de inmediato bajo los ojos. Si no lo veía, podía imaginar a Gwaine, vestido con ese traje tan elegante, mas que el del alcalde de Killarney.

Sentia sobre si la mirada de su futuro marido, examinándolo quizá. Ojala no lo encontrara lo suficientemente bueno. La misa transcurría con una velocidad angustiosa, no podía prestar atención. Antes de que estuviera listo llego la parte en que debía decir sus votos. Pero no podía.

Su papa lo veía feo, Brian impotente, como desde la otra hoguera.

Como desde la otra hoguera.

-Prometo…

Estaba al borde del llanto, el colapso, apenas podía evitarlo. No quería ser grosero con ese hombre tan bondadoso.

-Amarte. – le susurro sonriendo, animándolo.

Ese señor incluso era lindo con el y el no podía hacer lo que debía hacer.

-…amarte… - era mentira, la boda no seria valida asi – respetarte hasta que la muerte nos separe.

Los votos eran lo mas que se habían dicho. No lo conocía y ciertamente no lo amaba.

-Con este anillo… - dejarse poner el anillo habia sido llevadero, pero ponerlo el… no podía. Si esperaba un segundo mas tal vez Gwaine llegaría a gritar que esa boda no podría celebrarse. El anillo se le escapo de los temblorosos dedos y choco con Pacino al agacharse los dos para recogerlo - ¡Lo siento! – le dijo mirandolo por primera vez a los ojos. Eran intensos y lo atravesaban. Trago saliva y sintiendo que no habia manera en que aquella fuera su voz, dijo: - Con este anillo te desposo.

- E eu os pronuncio mareido e turra. Pode beijar a noiva.

Y vaya si lo hizo. Pacino lo tomo en sus brazos, bajándolo, pues era como quince centímetros mas bajo que el. Tomo sus labios por sorpresa, poseyéndolos con tanta intensidad que se pregunto si seria porque era italiano.

Cuando el escandaloso beso termino Dom jalo aire. Su papa y su hermano estaban ceñudos, su primera reacción a cualquiera que tocara a Domhnall. El padre estaba feliz y sonriente, lo mismo que acólitos y guardaespaldas, el cura de la iglesia, los alcaldes (como testigos) y el escribano publico.

Pacino cogio a su novio por la cintura, apretándolo a el, y atravesaron de vuelta el pequeño corredor de la iglesia. A la salida de la misma, la gente del pueblo (no quería zarrapastrosos en su boda) los vitoreaba con una lluvia de pequeñas flores proveidas por Pacino, que dudaba no se comieran el arroz en caso de que se los proveyera.

Como era rico y se sentia generoso, distribuyo cerveza y pan de papa a todo el que acudiera a presentar sus respetos. En el balcón de la alcaldía, el y su nueva y preciosa esposa se sentaron a ver bailar a la gente, brindando con un pequeño y rosado vino espumoso.

Dom solo sonreía tímidamente. Nunca se habia sentido a gusto con los extraños y ahora que este era su marido, no tenia idea de como debía tratarlo. Ignoraba la parte de su mente que le gritaba que habia traicionado a Gwaine, que lo hacia querer huir, desdichado.

El pastel llego pronto; ni siquiera sabia cual habia sido la comida. Lo partieron juntos y le dio la primer rebanada a su marido, que no dejaba de mirarlo.

Pacino comio un bocadito, dio otro a el, recibió los aplausos y sin volver a sentarse, anuncio:

-¡Familia, amigos! Continuen disfrutando.

Y cogiéndolo de nuevo por la cintura, se lo llevo entre silbidos, risas y palabrotas, y Dom tardo en entender que se suponía que consumaran el matrimonio.

 

*

Atacar con decisión, era el lema del capitan Aubrey, adoptado por Pacino. Apenas estuvieron a solas se le fue encima, como habia querido hacerlo desde que vio su retrato. Un hombre de su poder no estaba acostumbrado a esperar por las turras que deseaba. Y habia deseado tanto a esta, que hasta habia vuelto a lubricar, intima y vergonzosamente.

No podía ocultar mas el deseo que sentia por Domhnall, era suyo finalmente, con boda y todo.

Lo noto asustado; probablemente creyera que seria como el borracho ese que lo embarazo. Quiso tranquilizarlo, asegurarle que con el seria mejor, pero solo pudo pensarlo mientras le devoraba el cuello, desabrochando la oculta hilera de broches en la espalda.

Magnifico. Con el cabello suelto era de una belleza mas tangible, mas terrena. Se cubrió el pechito con las manos cuando le desnudo la parte superior del cuerpo. Era planito todavía, habia entrevisto los pezones. Sus brazos flaquitos cruzándose sobre su pecho, abrazandose. De rodillas ante el le sacaba las ropas, las medias y el calzoncito fácil de quitar, porque sabia que no tendría tiempo para la lencería.

Abrazo sus muslos. Su rostro reflejaba el bienestar que sentia restregando las mejillas entre ellos, en su pancita de turra, tan redondeadita que era casi obsceno como se le notaba bajo el vestido, en la iglesia. Se la comio a besotes, abarcando mucho con los labios y succionando. Jugo con su pene y bolas, sin dejar de restregarse contra su bajo vientre, con los ojos cerrados, ensoñado. Abrio la boca y los ojos y las devoro, saboreándolas.

Dom mantenía el equilibro apoyándose de sus hombros. Su papa le habia dicho que nada pasaría, que no seria violado porque eran turras. Eso lo tranquilizaba, aunque las miradas de Pacino antes, su manera de agarrarlo ahora, lo hacían sentirse tenso.

¿Por qué actuaba si ya estaban a solas?, se pregunto mientras Pacino le daba la vuelta, empujándolo contra un sillón de mangas anchas y acojinadas. Se apoyo en ese, pues le parecio que era lo que Pacino quería.

En efecto, Al quería su chunde en toda su gloria, nalgas y caderas; la exquisita amplitud de estas y la redondeada abundancia (especialmente comparadas con el resto de la anatomía) de las otras.

Frotaba las caderas, restregaba el rostro, se abrazaba a ellas, besándolo, mordiéndolo, chupándolo.

Domhnall estaba consternado. Aquello se parecía muchísimo a lo que Gwaine habia hecho, pero Pacino era turra, no tenia duda de ello; sus mejillas eran tan suaves como las suyas (aunque no tan tersas), frotándose entre las otras y luego se tapo la boca para ahogar el gritito.

La lengua de Pacino en su culito. Salivosa, durita, decidida. Justo como la de Gwaine. Y pasada la sorpresa se sentia igual de bien. Era un sucio por gustar de eso, aunque Gwaine le hubiera dicho que no para que lo disfrutara sin culpas. A Gwaine le habia gustado mucho hacérselo, pero parecía que a Pacino le gustaba mas.

Los ruidos que hacia eran obsenos; se tapaba las orejas para no oírlo, pero lo sentia, lo imaginaba, su expresión de gusto. Se sentia tan bien que su lengua lo rodeara asi, lamiendo y presionando, penetrando un poquito, solo un poquito, para cosquillear.

Pacino no podía hacer que se relajara; era mucho pedir, luego de lo que le habria dolido con aquel bestia. Le separo las nalgas para verle el hoyito antes de picotearlo. Rosado, brillante de saliva. No parecía que ya hubiera sido desflorado. El deseo dolia, por lo que se puso en pie, le bajo aun mas la cadera, separándole mucho las piernas y metiendoselo sin siquiera bajarse los pantalones, solo sacándoselo por la bragueta.

Dom abrió mucho los ojos, y la boca. Se la tapo, evitando pujidos de sorpresa, rareza. Seguia sintiéndose chistoso al principio, era eso mismo que le habia hecho Gwaine, meter su polla en su culo. Pacino también lo besaba y lo acariciaba, aunque sus besos y caricias eran mucho mas intensos, afiebrados. Sus besos eran mas rapidos, dejaban saliva por toda su espalda. Las manos reconocían rápido, pasando una y otra vez sobre sus formas.

Pacino pujaba y gemia mas, empujando tan rápido que perdia el resuello. Pero no sabia si era porque era menos grande o porque empujaba de una manera diferente que no se sentia igual de bien. La pose era precaria y los movimientos de Pacino violentos, por lo que resbalo con el.

-¡Lo siento! – le dijo angustiado, volviéndose y volviéndose rápidamente al asustarse con la cara con que Pacino lo poseía.

Despeinado y jadeante, en ese angulo, se veía mas viejo, pero era la… ¿maldad? en sus ojos la que lo asustaba. Era avaricia, lujuria, algo mas. El manoseo era rápido y Pacino lo habia hecho doblar las piernas como si estuviera sentadito, en reverencia, al tener el torso estirado pegado al piso. De rodillas entre sus muslos se lo jodia, masajeando caderas y nalgas con toda la satisfacción de la posesión. Gruñendo, pujando, arqueándose para atrás con la intensión de hundirse mas en el.

A punto de correrse lo araño, montándose sobre el, pecho contra baja espalda, metiendo y sacando mientras se perdia en la primera satisfacción de la tarde.

Y seria muy larga.

Jadeando mas acompasadamente en su espalda media saco la polla y le metio los dedos. Resbalaban en el culito dilatado, anegado de fluidos, casi demasiado. A Pacino le encantaba; era dócil y preciosa. Lo recompensaría con placeres desconocidos por su arrebato inicial.

Lo haría experimentar tantos placeres que lo convertiría a su causa: cada que una turra dejaba atrás a los varones el se sentia casi tan bien como cuando se la jodia.

Dom no habia logrado correrse, mas que nada, porque no podía relajarse. Se habia sentido bien lo que Pacino hacia, pero poco sabia de el además de su nombre. Estaba consternado por descubrir que una turra podía hacer lo mismo que Gwaine. Incluso eso, que Gwaine le hacia también cuando no alcanzaba a correrse. Solo faltaba que también se lo chupara por delante y lo hiciera chupárselo a el.

Los dedos de Pacino caminaban por su perineo expuesto. Acariciaban, sobaban. Esa sensación comenzó a expandirse. Era deliciosa, realmente buena. Gwaine se la hacia sentir mas con su polla, cuando se la metia, y correrse asi, tan cerca de Gwaine, le encantaba. Pacino estaba lográndolo mas rápido, mas de otro modo, masajeandolo por fuera y por dentro, mirando en primer plano todo lo que hacia, restregando su mejilla contra la mas cercana de aquellas nalgas, besándola.

La turrita era muy silente, pero respiraba pesado, acompasado. La sentia vibrar, ceder, estrujar: esa colita apretada que un estúpido bebe arruinaría. Sangre, dolor: todo fruto del contacto con los varones.

Grito cuando se corrió; tan fuerte y satisfactoriamente. Entrecortadamente, sin dejar de gemir, de babear. Sin dejar el de sobar y dedear. Ella quiso retirarse pero no la dejo. La aferro por la cadera, como en una llave y siguió sobándole el perineo, dándole pequeñas nalgaditas mientras la estimulaba solo por fuera. Sus bolas se balanceaban, estaba dura, dejaba un rastro brillante donde su punta se restregaba. Tanto fluido, desperdiciado. Le metio los dedos, le alzo la cadera y lo vio fluir. Y gotear. Fluir y gotear, entre grititos y peticiones de que parase. Se derrumbo y le dio la vuelta, continuando con el estimulo despiadado, logrando que manara un poco mas sobre su pancita redondeada, bien pronunciada.

Domhnall se apretaba, las lagrimas se sostenían de sus largas pestañas para finalmente desbordarse, otros hilillos claros y brillantes como los que surgían de su puntita sonrosada. Estaba tan erecto que se notaba, se movia erráticamente, solo, embarrando y salpicando por donde apuntaba.

-Por favor, por favor…

Pero Pacino solo notaba su voz armoniosa, ese idioma.

Se detuvo cuando dejo de manar, convencido de que no lograría mas.

Se recostó sobre el, pecho sobre pecho pero sin cargarle su peso en el vientre. Empezo a besarlo, enseñándole a saborear.

Conforme volvia en si, Domhnall dejo de colaborar. Los besos le parecían correctos solo con Gwaine; besar a Pacino era una traición muy grande, innegable, puesto que los besos son los besos y es lo mismo con cualquier persona. Besarlo no, y Pacino entendio el porque de su reticencia.

-Esta bien. – le dijo, besándole la mejilla. Acomodandole un mechon ambarino tras la oreja.

Pero de lo demás que ni se hiciera ilusiones. Se lo habían dado y no dejaría de tomarlo. Nunca, a juzgar por el entusiasmo con el que descubria y redescubría cada pequeño besito de piel.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Que pena que para Dom no fuera tan bueno como para nosotros.

Jul, princesa, ahi lo tienes. Ojala hayas quedado bien servida.

Besitos.

 


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