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Haciendo irlandesitos. por nezalxuchitl

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Docenas de hermosas damas. Centenas. Pacino quería tenerlas todas para el; un planeta de turras, donde no hubiera varones que estorbaran mas.

Habia fiesta en el jardín. Velas de colores, con luz de colores, bañaban ya con su fantasia paradisiaca los arboles, enrejados y decoraciones del jardín.

Ninfas de carne y hueso correteaban entre ninfas de piedra; turras jovencitas, bellas, algunas casi unas niñas. Turritas de los alrededores, o recién traídas de lejanos mercados de esclavos (no de balde Portugal era el país que mas ganaba con los esclavos), rescatadas de lugares horribles.

Turras sirias, de enormes ojos, veladas con mantos occidentalizados. Bellezas nordicas de blancura nívea, solo competidas en palidez por las japonesas.

Domhnall no tenia idea de que tantas turras vivieran en la casa. Cupieran. Aparecio en lo alto de la escalera que serpenteaba desde la torre hasta el jardín del brazo de Pacino, vestido de varon pero con los ojos delineados, con una coquetería andrógina irresistible.

-¿Qué te parece la fiesta? – Pacino admiraba su aspecto desde abajo.

Precioso, Philip lo había dejado precioso; justo como los románticos imaginaban un hada irlandesa, con un vestido verde y azul, iridiscente, toques lilas y brillos espolvoreados.

-Muy bonita. Pero, ¿tenemos bebida para tantos invitados?

Pacino se rio. Era otra cosa que le gustaba de su esposo, lo hacia reir.

-Claro. Y comida. – bajaron majestuosamente, atrayendo miradas entendidas, malintencionadas, admiradas de las jovencitas “rentadas” que nunca habían visto nada tan esplendoroso.

Pacino saludo a algunos de sus favoritos con la cabeza, guiño el ojo a bocaditos que quería probar. Domhnall sonrio cohibido. Si no fueran todas turras estaría aun mas nervioso. Una luciernaga salpicada de brillo morado distrajo su atención y falseo el pie, aferradose a Pacino, que también lo había agarrado, reaccionando rápido.

-Cuidado. – le dijo, besadolo luego con la ventaja de la sorpresa. La reacción de Domhnall al beso lo hizo sonreir, creyendo que todo marchaba sobre ruedas.

Al llegar al jardín Pacino suspiro y le mostro todo alrededor:

-¿Ya viste las manzanas?

Acaremaladas, pendían del manzano como si asi hubieran salido.

-¡Oh! ¿Cómo lo hiciste?

-Les pedi que lo hicieran por ti, ¿y quien podría decirte que no a ti, hermosura?

Domhnall se sonrojo, alejándose para cortar una. Pacino lo alcanzo con una sirvienta portando dos copas y una botella sobre una bandeja de plata.

-Prueba. – se la ofrecio.

-¡Vino de endrino! – se admiro.

-Pero no es de Irlanda sino de Galicia. Alla también lo hacen.

Para su sorpresa, Dom asintió.

-Si, los milesios vieron Eire desde lo alto de la torre de Hercules, un dia despejado.

-No tenia ni idea. – sorbio su copa Pacino.

-Si, entraron por el rio Kenmare, cerca de donde yo vivo. La mitad de las tropas, las de Eber.

-Los milesios fueron los que derrotaron a los tuatha de Danann, ¿correcto?

-Si. Pactaron la paz luego de trescientos años y se quedaron con el mundo subterraneo.

-Que pena que no puedan ver la luz de las estrellas. – las señalo, las verdaderas y falsas que adornaban su jardín.

-¡Oh! Si pueden verlo. Los dé danann encantaron el techo de sus bóvedas para que parezca el cielo. Por eso no te das cuenta cuando te has metido en su mundo.

-Um, si, lo había olvidado. Entonces, ¿crees que gozen de una fiesta tan luminosa como nosotros?

-Si. – Dom giro, admirando, haciendo volar su vestido – Creo que tienen fiestas igual de hermosas.

Aquello, que lo rodeaba, no parecía de este mundo.

-Me alegro. – sonrio Pacino, llamando su atención al tocarlo – Queria que sintieras estar en una fiesta de los sidhe, sin esperar veinte años a la salida.

-Gracias. – le sonrio Dom, que en realidad se angustiaba al pensar que Gwaine realmente podría estar emborrachándose con los sidhe, sin darse cuenta de que ahí el tiempo transcurría diferente y que cuando saliera seria muy tarde.

-¿Desearias algo mas?

Pacino no quería perder su atención.

-Solo que Vinny lo viera.

-Haremos otra cuando regrese. – el rostro de Pacino se ensombrecio. Su amado sobrino había ido a aliviarse con el mejor medico del mundo.

Cogio a Domhnall por la cintura, que todavía se le notaba en la espalda y empezaron a bailar. La música los siguió. Pacino, atento al rostro de su pareja espiaba hasta el menor cambio en su gesto. Sus ojos profundos brillaban, devorando, como lo opuesto a una estrella. Lo acercaba cuanto podía a el y lo hacia bailar mas animadamente, a pesar de notar esa… incomodidad en su gesto. Sus jadeos, que no casaban con el exfuerzo físico, aunque estuviera embarazado.

Hasta que estuvo sonrojado, sin poder seguirle el paso, se detuvo. La música paro graciosamente detrás de el.

Las otras parejas de turras, o grupitos, que se habían puesto a bailar también también se detuvieron.

Pacino sentía sobre si las miradas maliciosas de Mulder e Ewan, pero ignorándolas se acerco a quien lo veía implorándole que fuera desde que bajo a la fiesta.

Acerco a Dom a una bella castaña, casi rubia, que corrió a su encuentro, hechandosele en brazos y llamándolo angel de la música con una voz ronroneadoramente francesa.

Besos sonoros en las mejillas, beso en la boca. La turra, que no dejaba de rodear el cuello de Pacino con los brazos aunque lo hiciera para abajo.

-¿Por qué no habias venido, angel? Rece por ti.

-Sabes que te dedico todo el tiempo que puedo. – le acaricio la mejilla su marido.

-¿Quién es el? – lo señalo mohino con la cabeza.

-Es el angel de Irlanda.

Raoul no lo dudo ni por un momento. Dom todavía estaba extrañado por el trato que se daban.

-Si es un angel esta bien. – el francesito dejo a su marido y lo abrazo a el, dándole un par de besitos en las mejillas antes de dudarlo por un segundo y darle uno en los labios también. Sabian a fresa.

-Raoul tiene la voz mas hermosa de Francia, querido. – le dijo, agarrándolos a uno con cada mano.

-Puedo cantar para usted. – lo miro Raoul, todavía indeciso sobre si le gustaba o no.

-Canta, mi angel.

El castañito tenia una voz realmente privilegiada. Hasta Philip, castigado en su habitación de sirvienta, pudo apreciarlo.

Otra turra castañita, esta sin destellos dorados y bajita, se había acercado acompañada de una rubia alta. Miro a Raoul y este cogio a Pacino de la mano para que se acercara a ellos.

-Angel, Robert y Forbes quieren pedirte algo.

Pacino se acerco, calmudo, divirtiéndose en el interior del asombro que debía estar experimentando su “esposa”.

-Al… - el tal Robert también le tomo el brazo, acariciativo - …

-¿Qué? – Pacino le alzo la barbilla cariñoso.

-Forbes, díselo tu. – se abrazo al pecho de la turra rubia, sin soltar la mano de Pacino.

-Queremos otro… otro… - la turra rubia tenia una cara muy expresiva que en ese momento expresaba vergüenza – otro consolador de dos cabezas. Mas grande.

Pacino sonrio: eso era todo lo que necesitaba la parejita de turras para amarse con exarberacion.

-Lo tendrán. – le acaricio el labio inferior – Tal vez hoy.

-Gracias. – le beso la mano Forbes - ¡Eres un angel!

Mas turras se acercaron a besar y solicitar favores. Algunas se los solicitaban al oído y un par de veces la mano de Pacino se deslizo por las curvas posteriores de las turras. Dom se encontró aburrido. Sorprendido al caer en cuenta que debía sentirse celoso. Su marido tenia montones de amantes, se las exhibia delante, pero ni asi se sentía indignado. Si lo pensaba a fondo, reprobaba su conducta tan impúdica, pero, por lo que Vinny le había contado sobre Italia y por como se daba cuenta que vivian los ricos, aquello no era de sorprenderse.

En todo caso, pensó de pronto, era Vinny el que tenia derecho a enfadarse: a penas se iba a tener un bebe, su tio (en tercer o cuarto grado, por lo que habían vivido juntos) se fijaba en otras turras.

Se sento, con un gesto, y cogio la bandeja entera de endrinos caramelizados que una sirvienta le ofrecia.

Pacino se decepciono un poco de que la comida fuera su prioridad, pero lo justifico diciendose que estaba embarazado. Le presento a Robert y a Forbes, a Jonas y Paul; otra pareja de norteamericanos timidos y decentes. A Eicca, una bella finlandesa cariredonda, que había pasado la mayor parte de la fiesta departiendo con otra belleza cariredonda, el capitán Tom Pullings Jr, del Tiger.

Turras buenas, gentiles. Pudorosas le presento, esperando que se sintiera atraído a alguna de ellas, cuando menos.

Se relajo en su compañía. Cenaron en la misma mesa y Dom inicio las bromas sobre lo que comia. Raoul y Robert le preguntaron muchas cosas sobre estar preg, pero las dudas las contesto mejor el capitán Pullings Jr, que ya había sido mama un par de veces y cuya mama seguía siendo mama actualmente, por cortesía del capitán Aubrey.

Conforme las luciérnagas se dormían y las turras también, sobre la hierba y en las banquitas, Pacino fue abrazando mas a Raoul con su derecha y a Tom con la izquierda, toqueteandolos mas descaradamente. A Dom se lo había recostado entre las piernas y lo acariciaba ocasionalmente, a veces hasta en la bubi.

Jonas y Paul, sonrojados, miraban en otra dirección, pero vieron entrar al grupo de coristas; turras rentadas o esclavas nuevas, que debían ejecutar una danza no exactamente lasciva (Pacino tenia demasiado gusto para ello) pero si inspiradora, sobre todo por lo escaso del grosor de la tela de sus vestiditos cortos con falda tipo ballet.

Pacino, que antes de la fiesta se había masturbado toqueteando a Domhnall, estaba mas que listo desde hacia rato. El espectáculo de las turritas teen, flexibles en grado sumo y ligeritas de ropa solo fue como el ultimo sorbo de la copa.

 

Continuara...

 

Notas finales:

¿Caerá Domhnall por la espiral de lujuria que Pacino le tiene preparada?

Y no se olviden de los gemiditos raros que hacia mientras bailaban.


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