A Domhnall le habia sorprendido mucho encontrar placer en las succiones de su bebe. Vinny no le habia hablado de ello, por verguenza, pero al tener experiencia en disasociar las sensaciones de placer fisico con lo emocional, por las violaciones de Pacino, encontro menos dificil que la turrimami promedio el alimentar a su bebe sin sentirse guarro.
Habia podido hacerlo al dia siguiente de dar a luz. Desperto muy tarde, molido, por el llanto de su bebe. La expresion amable del jefe de los contrabandistas contrastaba por completo con la rudeza de sus facciones, de sus maneras con cualquiera que no fuera el o el bebe.
-¿Caldo de pollo?
Helder habia ido a traerlo de con los Curazao.
Domhnall lo agradecio. No sabia como el que hacia su papa; era mas concentrado, especiado, pero estaba bueno.
-¿Mas? El vino rojo reconstituye la sangre – dijo Trofida sirviendole un enorme vaso que emborracharia a una turra no irlandesa.
Gwaine llego con un humeante, recien horneado pan.
-Los Curazao tenian de todo – dijo partiendolo y haciendole agua la boca – incluso pistaches, por lo que podre hacerte ghoreyebah, como el del esposo del judio.
El Desagradable escupio como fuente su caldo.
-¿Abraham, el esposo de Isaac?
-Un judio que amablemente me señalo en que direccion quedaba España.
-¡Malditos falsos incestuosos biblicos! – trono el Desagradable.
-¿Un judio al que de casualidad lo aligeraste del almuerzo, los dineros y hasta un brillante que tenia escondido en... – Trofida reparo en Domhnall - ... en donde su esposo no toca?
-Dom tenia hambre, asi que le pedi su almuerzo, nada mas.
-¡Mira que miserable! – exclamo Trofida.
-¡Pedazo de mierda hebraica! – clamo el Desagradable.
-¿Que pasa? – pregunto el Guadalquivir.
-Pasa que ese cerdo comemarranos de Isaac se invento lo del robo.
-¿Con quien habra mandado su carga, el hijo de la gran puta?
-Con Aguostinho, ese cabron maricon. – pego con el puño en la palma Trofida.
-Vete tu a saber si por el mismo precio no le retaca los diamantes en el culo. – dijo Helder, furibundo, como todos.
-Cobraemo venganza – dijo el Guadalquivir, pronunciando la palabra como solo un español puede hacerlo.
-La próxima luna nueva. – sentencio Helder.
-¿Qué van a hacer? – pregunto Gwaine. No le gustaría que, por su culpa, mataran a nadie, asi fuera un mentiroso judío.
-Le vamos a robar la carga que mande de vuelta con Aguostinho.
-Y al cabron de Aguostinho, le vamos a retacar un carbón en el culo como mensaje.
Aquello estaba bien. Probalamente no para Aguostinho, pero si para Gwaine.
-Dime, irlandés, ¿no te gustaría unirte a nosotros?
-Te llamaríamos el Irlandes. – lo animo Helder.
-No podemos quedarnos en España. – se sento junto a Domhnall, que devoraba.
-Ah si, porque le robaste la esposa al padrino. – se guaseo Trofida.
-No nos gustan los mentirosos, aunque no sean judíos. – amenazo el Desagradable.
-Es verdad – Domhnall masticaba atento.
-Vamos, ni siquiera tienes la sortija de bodas.
Domhnall intento decir algo. Gwaine tradujo.
-Dice Domhnall que el se la dejo porque no seria mas su esposo.
-A ver, el dedo. – dijo el Desagradable.
-No tiene marca.
Se había borrado en el primer dia de monte al sol.
-¿Sabes que esa historia que cuentas es malísima Irlandes? – lo regaño Trofida – El padrino podría estar buscándote solo por usar su nombre en vano.
-¡Pero es verdad! – se defendió Gwaine.
-Vamos a ver: te la robaron mientras te ibas con los vikingos a robar el tesoro de los piratas, pero no tienes tu parte del tesoro porque los vikingos lo dejaron en la costa de Irlanda para venirte a ayudar.
-Si.
-¿Y como explicas esta capa orlada de diamantes? – el Desagradable, que ya había urgado entre sus cosas, la expuso – Isaac se la meteria en el culo asi reventara.
-Es la capa con la que se abrigo Domhnall; ni siquiera me di cuenta que tenia diamantes hasta que se la vi al amanecer del segundo dia.
Domhnall dijo algo. Gwaine tradujo.
-Dice Domhnall que toda su ropa era asi, o mas lujosa.
-Ahí esta otra tontería de tu historia: ¿Qué esposo iba a dejar a un marido rico para irse con un amante pobre?
-Le bean an ti sé i ngrá Gwaine. – dijo molesto Domhnall.
-El esposo que esta enamorado de mi. – tradujo mirándolos con sinceridad.
-Yo creo que le robaron esa capa a los vikingos cuando atacaron Quinta da Noiva. Ustedes eran sus prisioneros y con eso se resarcieron.
-¿Dónde nos apresaron?
-En la costa de Irlanda, por supuesto.
-Excelente – cedió Gwaine. – Asi fue.
-Pero… - intervino el Desagradable - ¿Por qué los vikingos atacaron la quinta?
-Porque azi zon lo vikingo, pelmazzo. – lo ningunio con doble z el Guadalquivir.
-Dicha la verdad – continuo Trofida - ¿No les gustaría quedarse a vivir aquí?
-No podemos, de verdad.
-No creo que el padrino los persiga mas alla de, digamos, un país y un año.
-¿Por usar su nombre en vano? Estas Trofida, “el Majareta”.
-Si, yo tambien creo que tienen que irse de aquí. – dijo Helder, cuyo verdadero motivo era que Bastiao se le encelaba mucho.
-Engo un primo que é capitán e ezquife y hace er Guadalquivir arriba y abaho. – dijo el Guadalquivir.
-¿El Guadalquivir es ese rio grande que se ve por alla? – señalo la dirección Gwaine.
-Tas chupao, tio, quese ez el Tajo.
-¿Y por el Tajo a donde puedo ir?
-A ondé er viento te lleve.
-No, ya no quiero vivir al azar.
-Mi primo er capitán e ezquife tiene un compadre que haze a ruta co lo genoese.
-¿De Genova?
-Pue ni modo que dera China, tio.
-Genova suena bien; hacen excelentes bizcochos ahí. – dijo mas para Domhnall que para los contrabandistas.
-¿Y que haríamos en Genova, Gwaine? – le pregunto.
-Bizcochos – contesto Gwaine, que al no ser un caballero de Innishmore no tenia reparos en ejercer oficios plebeyos.
-¿Esta lejos? – pregunto Dom a los contrabandistas, encendiéndoles las llamas del moe con la dulzura de su acento.
-A tres periquetes, vida mia. – lo piropio el Guadalquivir.
-A donde tu vayas ire. – le cogio las manos Dom.
-Genova esta bien… Pacino era de Sicilia, ¿verdad?
Domhnall asintió.
-Y dale con eso. – dijo Trofida.
-No sabe mentir pero sabe mantener una mentira. – sentencio el Desagradable.
Continuara...